miércoles, junio 16, 2010

37. “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.”


Hoy quiero meditar contigo en Sal. 63:1. “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.”

Este salmo lo escribió David mientras atravesaba el desierto de Judá, perseguido por su propio hijo Absalón y traicionado por Ahitofel, uno de sus consejeros más cercanos. El salmista estaba herido y triste, pero en medio de la tristeza hizo una declaración extraordinaria de fe: "Dios, Dios mío eres tú". La expresión "Dios mío" denota la profunda experiencia espiritual de alguien que en cierto momento soltó la mano poderosa de Dios y conoció las profundidades del pecado, pero que se levantó e hizo de su comunión con el Señor algo personal.

David no se contentaba con saber que Dios existía, quería que ese Dios fuese suyo. Spurgeon decía: "¿Pueden los ángeles entonar una canción más dulce que ésta?" Creo que no. No puede haber sentimiento más sublime que la paz que se apodera del corazón de quien hizo de Dios "su Dios". El versículo de hoy muestra cómo fue que el salmista llegó a tener esa experiencia. "Yo te busco ansiosamente. En la lengua original dice "de madrugada te buscaré", tal como aparece en muchas versiones de la Biblia. Si juntamos ambas expresiones, habremos encontrado el secreto de David, "buscar a Dios de mañana, con ansiedad". No es fácil, porque el ser humano prefiere la acción en lugar de la devoción.

Cuando tú sales corriendo, de mañana, para cumplir tus deberes diarios, sin haber pasado tiempo con Dios, puede ser que las cosas salgan como lo habías planeado, pero tendrás en un rincón del corazón, la sensación de que algo no está bien. Es la inconsciente nostalgia de Dios, la instintiva necesidad del alma. Mientras andaba por el desierto de Judá, el salmista contemplaba la tierra árida y sin vida. La falta de agua transformaba aquel lugar en tierra de chacales, víboras y escorpiones, tierra de muerte, ávida por una gota de agua. Aquel cuadro deprimente, impresionó el corazón de David, y dijo: "mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas".

Jesús es la fuente de agua que satisface la sed del corazón. El que bebe de esa agua, nunca más se sentirá vacío del alma. Por eso, di hoy como David: "Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas".

Alejandro Bullón

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