viernes, abril 30, 2021

REFLEXIÓN 661. NACIMIENTO, INFANCIA Y NIÑEZ DE JESÚS (MATEO 2).

Mateo 2. La Niñez De Jesús. Vers. (1-10). Los sabios del oriente son guiados a Cristo por una estrella. (11-13). Lo adoran y le ofrecen sus regalos. (14-15). José huye a Egipto con Jesús y María. (16-19). Herodes mata a los niños. (20-22). y muere. (23). José regresa con María y Jesús, y habita en Nazaret, Galilea.

1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?  Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.

4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: 6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel.

7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 

9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.  10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. 13 Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.

14 Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, 15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. 

16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. 17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: 18 Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron.

 19 Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, 20 diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño. 21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel. 22 Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea,

23 y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno. (Mateo 2).

1. Cuando Jesús nació.- [Visita de los magos, Mat. 2: 1-12. Ver mapa p. 205 y diagramas p. 217.] Mateo menciona en forma muy abreviada el hecho del nacimiento de Jesús (cap. 1: 25), y omite los diversos detalles relacionados con ese acontecimiento que se registran en Luc. 1: 26 a 2: 40. Puesto que Mateo destaca a Jesús como el Mesías de las profecías del AT, demuestra que Jesús en realidad cumplió todas esas profecías (ver com. cap. 1: 22). Al parecer, menciona a modo de introducción los detalles relacionados con la infancia de Jesús que habían sido temas de profecía y que señalaban el reinado del Mesías (cap. 1: 1, 6, 17, 23; 2: 2, 6, 15, 17-18, 23).  Por otra parte, Lucas, escribiendo más bien para los gentiles (ver com. cap. 1: 3), hace resaltar que Jesús, el Hijo de Dios (vers. 32, 35, 76), creció y vivió como hombre entre los hombres para que llegara a ser el Salvador de toda la humanidad (cap. 2: 10, 14, 31-32).

Este Comentario ubica el nacimiento de Jesús aproximadamente en la última parte del año 5 a. C. (ver p. 231; diagramas p. 217).

Belén.- Heb. "casa de pan".  Su nombre anterior, Efrata (Gén. 48: 7; Miq. 5: 2), significa "fertilidad" (ver com. Gén. 35: 19). La región de Belén, con sus cerros y valles cubiertos de vides, higueras, olivares y campos de cereales, era probablemente la parte más productiva de Judea.  Esta zona estaba llena de recuerdos históricos para el pueblo judío de tiempos de Cristo, así como lo está hoy para los cristianos.  En esta región Rut había espigado en los campos de Booz (Rut 2-4), y allí David había apacentado los rebaños de su padre (1 Sam. 16: 1, 11; 17: 15).  Allí también Samuel ungió a David como rey (1 Sam. 16: 13). Si se desea más información acerca de Belén, ver com. Gén. 35: 19; Rut 3: 3; 4: 1. Ver el mapa frente a la p. 353.

De Judea.- Se denomina así para distinguirla de Belén de Galilea, aldea situada a unos 11 km al noroeste de Nazaret (Jos. 19: 15).

Herodes.- Es decir, Herodes el Grande (ver pp. 42-44).

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Magos.- Gr. mágoi, plural del Gr. mágos, palabra empleada para designar a las diversas clases cultas. Si bien la palabra "mago" viene de esa raíz, los mágoi (plural) no eran magos como hoy se entiende la palabra. Eran de alta alcurnia, educados, ricos e influyentes. Eran los filósofos, los consejeros del reino, instruidos en toda la sabiduría del antiguo Cercano Oriente. Los "magos" que vinieron a buscar al niño Jesús no eran idólatras, y se caracterizaban por ser personas rectas e íntegras (DTG 41-43).

Al estudiar las Escrituras hebreas, encontraron allí una exposición más clara de la verdad.  En especial, las profecías mesiánicas del AT les llamaron la atención.  Entre ellas habían encontrado las palabras Balaam: "Saldrá ESTRELLA de Jacob" (Núm. 24: 17). Quizá también conocían y comprendían la profecía de Daniel con su tiempo preciso (Dan. 9: 25-26), y llegaron a la conclusión de que la venida del Mesías se acercaba (ver pp. 62-63).

La noche del nacimiento de Cristo apareció en el cielo una luz misteriosa, que se convirtió en una estrella brillante que persistió en el cielo occidental (DTG 41-42).  Impresionados por su brillo, los sabios, una vez más, recurrieron a los rollos sagrados.  Mientras procuraban comprender el significado de los sagrados escritos, "en sueños recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido" (DTG 42). Como Abrahán, no sabían al principio adónde debían ir, sino que siguieron a medida que la estrella los guiaba por su camino.

La tradición de que fueron tres los magos surgió por el hecho de que los obsequios mencionados son tres (Mat. 2: 11); pero carece de base bíblica. Una leyenda interesante pero sin valor, les asigna los nombres de Gaspar, Baltasar y Melchor.  La idea sin fundamento de que eran reyes viene de Isa. 60: 3 (cf. Apoc. 21: 24).

En las pp. 61-65 se comenta la extensión de la influencia judía en el mundo romano de tiempos de Jesús.

Del oriente.- Los judíos consideraban que las regiones del norte de Arabia, de Siria y de Mesopotamia constituían parte del "oriente".  Por eso Harán se encontraba en "tierra de los orientales" (Gén. 29: 1, 4). El rey de Moab hizo venir a Balaam "de Aram [es decir, Siria]... de los montes del oriente" (Núm. 23: 7; ver com. cap. 22: 5). Isaías, al hablar de Ciro, lo denomina el "justo" del "oriente" (cap. 41: 2) y también "ave" del "oriente" (cap. 46: 11).

Algunos han pensado que los magos eran oriundos de la patria de Balaam -quien fue vidente y quizá también mágos (cf. DTG 41-42) situada entre el valle de Sajur entre Alepo y Carquemis, a poca distancia del Eufrates (ver com. Núm. 22: 5; PP 467-469). Si así fuera, el viaje a Belén habría sido de unos 650 km, y hubiera llevado por lo menos unas dos o tres semanas de marcha ininterrumpida, si usaban cabalgaduras; y quizá un mes, si iban a pie.  El hecho de que sin duda viajaban de noche a fin de no perder de vista la estrella (DTG 41-42), pudo haber sido motivo de que hayan tardado aún más tiempo. Por otra parte, pudieron haber partido desde algún punto más lejano en el este, por lo cual el tiempo empleado en el trayecto pudo haber sido todavía mayor.

Jerusalén.- Finalmente, su largo viaje los llevó hasta la ciudad de Jerusalén. Posiblemente esperaban encontrar allí, en el centro religioso de la nación judía, al que había nacido como rey. El hecho de que los magos fueran encaminados a Jerusalén y no a Belén, indica el propósito divino de que su visita fuera el medio de llamar la atención de los dirigentes judíos al nacimiento del Mesías (DTG 43; cf. vers. 3-6). Al conocer la misión de los magos, se despertaron la atención y el interés del pueblo y se sintieron inclinados a estudiar las profecías.

Los caudillos de la nación se ofendieron porque los magos eran gentiles, y se negaban a creer que Dios pasaría por alto a los hebreos para comunicarse con paganos (ver DTG 43). Por su parte, Herodes se enfureció debido a la aparente indiferencia de los sacerdotes y los escribas (vers. 3-4), y se figuró que la visita de los magos se relacionaba de algún modo con un complot para quitarle la vida (DTG 42-45).

2. Rey de los judíos, que ha nacido.- La pregunta indica que los magos no eran judíos, pues de haberlo sido, habrían dicho "nuestro rey". Al parecer, por lo general se reconocía que el rey salvador que esperaban las naciones vecinas habría de surgir en Judea (ver com. vers. 1). Al entrar en Jerusalén, los magos se dirigieron primero al templo, sobre el cual la estrella había desaparecido, pero en sus recintos sagrados, sólo hallaron ignorancia, sorpresa, temor y desdén (DTG 41-43).

Su estrella.- No fue esta estrella una conjunción de planetas como lo han sugerido algunos, ni tampoco una nova, como otros han pensado. La "estrella" que apareció en la noche del nacimiento de Cristo era un "distante grupo de resplandecientes ángeles" (DTG 42; vers. 7). Los magos fueron inducidos a interpretar ese extraño fenómeno como el cumplimiento de la profecía de Balaam referente a la "ESTRELLA de Jacob" (Núm. 24: 17; cf. DTG 41-42).

El oriente.- Gr. anatol', que literalmente significa "surgimiento". La palabra que en el vers. 1 se traduce como "oriente" aparece en el griego en plural, sin artículo. En este versículo está en singular y tiene el artículo definido, por lo cual algunos han opinado que en el vers. 2 Mateo no se refiere al este como la dirección en la cual se vio la estrella en el cielo, ni designa el lugar de donde vinieron los magos, sino que emplea la palabra anatol' con su sentido literal, "salida".  De este modo se traduciría, "su estrella hemos visto en [su] salida o nacimiento", es decir, habían visto surgir la estrella. Esta es la parte del relato que más interesó a Herodes (vers. 7).  La otra interpretación, "su estrella hemos visto en el país de oriente" también es posible.

3. Se turbó.- La larga lista de atrocidades cometidas por Herodes, en especial los asesinatos de diversos miembros de su familia de quienes sospechaba que estaban tramando su muerte para usurparle el trono, da un testimonio elocuente de lo que pudo haber sentido en su alma cuando oyó que Aquel que había de ser rey de los judíos había nacido (ver pp. 62-65).  La aparente reticencia de los sacerdotes, que no parecían querer divulgar la información concerniente a las profecías mesiánicas, las cuales sin duda habían sido mencionadas por los magos, indujo a Herodes a que sospechara que los sacerdotes, en convivencia con los magos, estaban tramando un complot para destronarlo, quizá provocando un tumulto popular (DTG 43). Además, es probable que Herodes mismo supiera de la expectativa popular de que un príncipe había de nacer en Judea y habría de gobernar el mundo. No sólo eso; al parecer se consideraba a sí mismo como Mesías y tenía anhelos secretos de gobernar el mundo (ver José Klausner, The Messianic Idea in Israel, p. 374).

Toda Jerusalén.- No es de extrañarse que toda la ciudad se turbara también, porque sus residentes conocían demasiado bien las atrocidades de las cuales era capaz Herodes. Temeroso de una revuelta popular, bien podría haber decretado la muerte de centenares o de miles de personas.

4. Los principales sacerdotes.- Quizá el sumo sacerdote oficiante y todos los sacerdotes que ocuparon ese puesto, los cuales habían sido nombrados por Herodes, pero luego depuestos por él mismo.  Durante su reinado de unos 33 años, Herodes nombró nueve sumos sacerdotes para el sagrado oficio, que originalmente debía ser hereditario y vitalicio (Exo. 28: 1; 40: 12-15; Lev. 21: 16-23; Núm. 16: 40; 17; 18: 1-8; Deut. 10: 6).  Simón hijo de Boeto posiblemente era el sumo sacerdote en este tiempo (Josefo, Antigüedades xv. 9. 3), o Matías o Joazar, yerno e hijo de Boeto, respectivamente, quienes siguieron a Simón en rápida sucesión (Ibíd., xvii. 4.2; 6.4; 13.1). Otros han sugerido que los "principales sacerdotes" eran los jefes de los 24 turnos (ver com. Luc. 1: 5). Parece que el grupo que Herodes convocó era el de los sabios de la nación, de quienes era más probable que obtuviera la información que deseaba.

Escribas.- Muchas veces son designados como "intérpretes de la ley" (Mat. 22: 35) o "doctores de la ley" (Luc. 5: 17), o sea "maestros de la ley". Eran los sabios cuyo deber era estudiar, conservar, copiar, interpretar y explicar la ley y los escritos sagrados (ver p. 57; com. Mar. 1: 22).

Preguntó.- "Trataba de averiguar" (BJ). El griego emplea el pretérito imperfecto, lo cual indica que "indagaba", es decir, insistía repetidas veces en su pregunta.  Al parecer, los sacerdotes eludían el dar una respuesta directa, y Herodes tuvo que sacarles la información casi a la fuerza.  Quizá los sabios se refirieron a su estudio de las Escrituras hebreas.  De ser así, Herodes bien podría haber supuesto que los doctores de la ley sabían más de lo que aparentaban saber.  De ningún modo eran tan ignorantes como pretendían ser, ni de las profecías mismas, ni de los acontecimientos recientes que indicaban su cumplimiento.  Sin duda, estaban enterados de la visión de Zacarías (Luc. 1: 22), del informe de los pastores (ver com. Luc. 2: 17), y de la profecía de Simeón (Luc. 2: 27-28, 34-35).  Pero el orgullo y la envidia habían cerrado su entendimiento a la luz, porque era evidente que Dios los había pasado por alto al comunicarse con los incultos pastores y los incircuncisos paganos, como ellos lo creían. Tildaron esos informes de fanatismo indigno de atención (DTG 43-45).

Dónde había de nacer el Cristo.- Aquí Herodes procura saber el lugar del nacimiento de Cristo, como posteriormente quiso saber de parte de los magos el tiempo de su nacimiento (vers. 7).

5. Está escrito.- La cita (vers. 6) dada por los principales sacerdotes y escribas no concuerda enteramente con el texto hebreo de Miq. 5: 2 ni con la LXX.  Parecería ser una paráfrasis, posiblemente de un tárgum o quizá un pasaje, tal como lo recordaban en el momento.  Por Juan 7: 42 se ve claramente que el significado de Miq. 5: 2 era generalmente conocido, aun entre el pueblo.

6. Príncipes.- El texto hebreo de Miq. 5: 2 dice "miles", palabra que también puede traducirse como "familias", es decir, se hace referencia aquí a las principales subdivisiones familiares de una tribu (ver com. Exo. 12: 37; Miq. 5: 2).

Apacentará.- Gr. poimáinÇ, "pastorear". Isaías había predicho que el Mesías habría de apacentar "como pastor" su rebaño (Isa. 40: 11). Jesús dijo de sí mismo que era el "buen pastor" (Juan 10: 11, 14).  Pablo lo llamó "gran pastor de las ovejas" (Heb. 13: 20); Pedro lo denominó "Príncipe de los pastores" (1 Ped. 5: 4), y Juan lo describe como "el Cordero" que "los pastoreará" (Apoc. 7: 17).

7. Diligentemente.- Mejor, "precisamente".  Herodes exigía una respuesta específica.  No se habla aquí de la diligencia de Herodes para obtener la información, sino de la precisión de la información que buscaba.

El tiempo.- Herodes ya había sabido mediante los principales sacerdotes y escribas dónde había de nacer el Cristo (vers. 4-6); ahora trata de saber de los magos cuándo había ocurrido el nacimiento.

8. Enviándolos.- Herodes ocultó cuidadosamente sus pensamientos detrás de una apariencia de interés y aparente simpatía.  Esperaba que los magos correspondieran a su aparente bondad.  La visita de ellos a Belén no suscitaría ninguna sospecha, y le permitiría llevar a cabo su perverso plan sin que el pueblo supiera lo que hacía.  Los principales sacerdotes y escribas pueden haber sospechado cuáles eran las intenciones de Herodes porque conocían su actitud para con los que habían pretendido arrebatarle el trono.

Con diligencia.- Es decir, "con precisión" (ver com. vers. 7).  Los magos habían de buscar hasta encontrar al Mesías y verificar su hallazgo.

9. Iba delante de ellos.- Partiendo de Jerusalén al atardecer, tal como habían viajado de noche (ver com. vers. 1), la fe de los magos se renovó cuando vieron reaparecer la estrella.

11. La casa.- Para este tiempo Jesús tenía por lo menos 40 días, quizá más (ver com. Luc. 2: 22). Postrándose.- Una manera común en el Cercano Oriente de expresar el máximo respeto y reverencia a los hombres, a los ídolos o a Dios (Est. 8: 3; Job 1: 20; Isa. 46: 6; Dan. 3: 7; etc.).

Lo adoraron.- A pesar de sus chascos anteriores, los magos se dieron cuenta de que este niño era Aquel por el cual habían viajado desde tan lejos. 

Tesoros.- La palabra griega th'saurós puede significar el lugar donde se guarda el tesoro, ya sea el almacén o un cofre, o el tesoro que allí se guarda (ver Mat. 6: 20; 13: 52; Col. 2: 3).

Presentes.- En los países del Cercano Oriente, nunca se visitaba a un príncipe ni a ningún alto funcionario sin obsequiarle algo como un acto de homenaje. Comparar esto con los regalos dados a José en Egipto (Gén. 43: 11), a Samuel (1 Sam. 9: 7-8), a Salomón (1 Rey. 10: 2), y las ofrendas dadas a Dios (Sal. 96: 8).

Incienso.- Una resina de color blanco o amarillo pálido que se obtiene haciendo incisiones en la corteza de ciertos árboles del género Boswellia.  Tiene un gusto amargo, pero es fragante cuando se la quema.  Era uno de los ingredientes del sagrado incienso del santuario (Exo. 30: 8, 34).  Solía importarse de Arabia (Isa. 60: 6; Jer. 6: 20).

Mirra.- Otra resina aromática muy cotizada en tiempos antiguos; tenía un gusto amargo y, ligeramente acre.  Quizá se obtenía de un pequeño árbol, el Balsamodendron myrrha o Commiflora myrrha, oriundo de Arabia y del Africa oriental.  Era uno de los ingredientes que se empleaba en la fabricación del aceite sagrado (Exo. 30: 23-25) y para hacer perfume (Est. 2: 12; Sal. 45: 8; Prov. 7: 17). También se lo empleaba como calmante mezclado con vino (Mar. 15: 23) y para embalsamar (Juan 19: 39).

13. Sueños.- [Huida a Egipto, Mat. 2: 13-18. Ver mapa p. 205; diagrama p. 217.] Así también se había aparecido el ángel a José por primera vez (cap. 1: 20).

Huye a Egipto.- Egipto era entonces una provincia romana, y por lo tanto estaba más allá de la jurisdicción de Herodes. La frontera tradicional de Egipto, el así llamado río de Egipto, el Wadi el-Arish, a unos 150 km al suroeste de Belén. Muchos judíos vivían en Egipto en esta época, y José no se encontraría totalmente entre extraños.  Había sinagogas en las ciudades, y en un tiempo aun existió un templo judío.  La tradición dice que José y María huyeron en busca de refugio a Heliópolis (On, cf. Gén. 41: 45, 50; 46: 20).

14. De noche.- Sin duda José obedeció sin demora, quizá partiendo esa misma noche o tan pronto como pudieron hacerse los preparativos para el viaje.  Los presentes de los magos proporcionaron los medios necesarios para hacer el viaje (DTG 46-47).

15. La muerte de Herodes.- Herodes murió poco después de haber hecho matar a los inocentes de Belén (DTG 47), en el año 4 a. C. (ver pp. 43-46), de una enfermedad terrible y dolorosa.

Para que se cumpliese.- La cita que se da aquí es del texto hebreo de Ose. 11: 1. La LXX reza: "De Egipto llamé a sus hijos".  En el contexto original de Oseas, las palabras de esta profecía se refieren a la liberación de los hijos de Israel de Egipto. Cuando instaba a Faraón a dejarlos ir, Moisés dijo: "Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito" (Exo. 4:22). Con referencia a la aplicación que hace Mateo de las palabras de Ose. 11: 1 a Cristo, ver com. Deut. 18: 15.

16. Se vio burlado.- Los magos lo habían engañado.  Herodes comprendió que habían sido más listos que él y que se le habían burlado.  Lo tomó como un insulto y, sin duda, como otra prueba de que se trataba de un siniestro plan en contra de él.

Mandó matar a todos los niños.- Quizá sólo mandó matar a los varones. Quienes ponen en tela de juicio la precisión del relato bíblico notan que Josefo, en su larga lista de atrocidades cometidas por Herodes, no menciona la matanza de las criaturas de Belén.  Por otra parte, se ha estimado que en una aldea cuya población probablemente no pasaba de 2.000 habitantes, incluyendo sus aledaños, no habría habido más de unos 50 a 60 niños de la edad indicada, y que sólo la mitad de ellos serían varones.  Algunos calculan que el número fue algo mayor.  Josefo podría haber considerado que este suceso era relativamente insignificante en comparación con la larga lista de crímenes más terribles de Herodes que él menciona.  Un hecho de este tipo concuerda bien con lo que se sabe del carácter empedernido de Herodes.  

Esta matanza fue uno de los últimos actos de su vida (DTG 47).  Además, si Josefo mencionara esta impía acción, tendría que dar cuenta de los motivos que la causaron, como lo hace con lujo de detalles en el caso de otros acontecimientos que registra.  Esto podría aplicar un análisis de las pretensiones mesiánicas de Jesús de Nazaret, tema que, como judío, quizá deseaba evitar.  Como estaba escribiendo una apología del judaísmo para los romanos, y en especial para el emperador Vespasiano, querría evitar la mención de cualquier cosa contraria a Roma (ver pp. 76-77, 95).

Menores de dos años.- Según el antiguo cómputo del Medio Oriente, que aún persiste en algunas regiones, se dice que un niño tiene un año durante su primer año de calendario, es decir, desde que nace, hasta que llega el siguiente día de año nuevo.  Entonces tiene dos años a partir de ese día de año nuevo, aunque ninguno de esos años sea completo.  

Si acaso los judíos del tiempo de Jesús computaban así la edad, según los años del calendario, no hay por qué suponer que Jesús había nacido dos años antes de que Herodes muriera, ni que Herodes fijara el período de dos años más allá del límite del tiempo indicado por los magos a fin de asegurarse la muerte del niño (Mat. 2: 7). 

Un niño que hubiera nacido en cualquier momento del año 5/4 a. C. tendría dos años en el año 4/3 a. C., año cuando murió Herodes.  Con referencia al momento probable del nacimiento de Jesús, ver pp. 231-233.

17. Entonces se cumplió.- Ver Jer. 31: 15.  Con referencia a la aplicación original de esta profecía, ver com. Jer, 31: 15; con referencia a la aplicación mesiánica, ver com. Deut. 18: 15.

18. Ramá.- Hay notables divergencias en cuanto a la ubicación de Ramá.  En el AT se mencionan varias aldeas llamadas Ramá.  Es probable que aquí corresponda con Ramallah, en la parte sur del territorio de Efraín, situada a unos 13 km al norte de Jerusalén (ver Nota Adicional de 1 Sam. 1).  Esta aldea estaba cerca de la frontera entre las tribus de Efraín y Benjamín, nieto e hijo, respectivamente, de Raquel.

Raquel que llora.- Las palabras de Jeremías que aquí se citan se referían originalmente a las amargas vicisitudes de los cautivos hebreos llevados a Babilonia en el año 586 a. C. (ver com. Jer. 31: 15).  La muerte de Raquel, ocurrida después del nacimiento de Benjamín, en algún lugar cercano (Gén. 35: 18-20), hace que esta figura sea muy apropiada.  Ella llamó a su hijo Benoní, "hijo de mi tristeza" (Gén. 35: 18). Movido por la inspiración, Mateo aplica las palabras de Jeremías a la matanza de los niños de Belén (ver com. Deut. 18: 15).

19. Después de muerto Herodes.- [Regreso a Nazaret, Mat. 2: 19-23 = Luc. 2: 39-40. Comentario principal: Mateo y Lucas; ver mapa p. 205; diagramas pp. 218, 224.] Ver pp. 43-44.

20. Tierra de Israel.- Término general que se emplea para designar a toda Palestina.

Han muerto.- Algunos piensan que el plural se refiere a Herodes y a su hijo y heredero, Antípater (muerto poco antes del fallecimiento de Herodes); otros consideran que en él se incluyen los soldados que participaron en la matanza de los niños de Belén.

22. Arquelao.- En su testamento, Herodes dividió su reino en cuatro partes, de las cuales dos eran para Arquelao, una para Antipas y la restante para Felipe (ver pp. 65-67).

Arquelao fue el peor de los hijos de Herodes.  Su tiranía e incompetencia provocaron que los judíos y los samaritanos pidiesen a Roma que lo depusieran, lo que fue concedido en el año 6 d. C., el noveno año de su reinado.  Augusto lo deportó a las Galias (Francia), donde murió.

En sueños.- Este es el tercer sueño que se registra que Dios dio a José (ver 1: 20, 2: 13, 19).

Se fue.- "Se retiró" (BJ). Posiblemente José y María, habiendo comprendido las profecías acerca del Mesías como el Hijo de David habían pensado residir en Belén.

Galilea.- Esta palabra es una transliteración del Heb, galil o gelilah que significa "circuito" o "distrito".  Su población era una mezcla de judíos y gentiles, y eran menos evidentes a los prejuicios religiosos de una población predominantemente judía, como la de Judea.  No había ciudades grandes. La gente vivía mayormente en zonas rurales y en aldeas y se ocupaba en las tareas comunes de la vida.  Sus habitantes eran despreciados por los de la provincia más culta de Judea (Juan 7: 52 cf. Mat. 26: 69; Juan 1: 46).

 Por lo que se dice en Lucas (cap. 2: 39), podría parecer que José y María volvieron a Galilea inmediatamente después de haber presentado a Jesús en el templo.  Sin embargo Mateo deja bien en claro que la permanencia en Egipto ocurrió entre esos dos acontecimientos (ver com. Luc. 2: 39).  No hay razón válida para creer que los dos relatos se contradicen.  Ver mapa frente a la p. 353.

23. Nazaret.- Aldehuela a unos 140 km norte de Jerusalén, aproximadamente a mitad de camino (unos 24 km) entre el extremo sur del mar de Galilea y el Mediterráneo, de las cercanías de donde hoy se encuentra ciudad de Nazaret.  Es probable que la antigua aldea estuviera en la ladera occidental que se levanta de una depresión rodeada de cerros.  

La depresión tiene forma de pera mide más o menos un kilómetro y medio de ancho.  La punta de la pera señala hacia el sur y allí comienza un sinuoso y angosto valle que termina en la llanura de Esdraelón.  La aldea estaba situada a unos 474 m sobre la llanura. Se encontraba en el territorio que antiguamente fue asignado a la tribu de Zabulón. Ver ilustración frente a la p. 480.

Algunos han llegado a la conclusión de que el nombre Nazaret proviene de una raíz que significa "proteger" o "guardar", y le dan el sentido de "torre de vigía", lo que encuadraría muy bien con su ubicación en lo alto de los cerros de Galilea. Otros consideran que el hombre tiene por raíz una palabra que significa "rama" o "brote", lo cual correspondería con el denso follaje que se encuentra en los cerros de esa región. Tanto la forma exacta del nombre original como su significado, son aciertos.

Esta es la primera mención bíblica de Nazaret, lo que implicaría que no existía o que carecía de importancia en tiempos anteriores. Josefo no incluye a Nazaret en una lista de unas doscientas aldeas y pueblos de Galilea. Era una aldea proverbial por su impiedad, aun entre la gente de Galilea (ver com. Luc. 1: 26).

Desde la cima del cerro que está detrás del pueblo, el panorama es magnífico en todas direcciones. A unos 27 km al oeste están las azules aguas del Mediterráneo. Hacia el sur está la amplia y fértil llanura de Esdraelón, más allá de la cual se levantan las montañas de Samaria. A unos 8 km hacia el este se eleva el monte Tabor, y a la distancia, más allá de la depresión del Jordán, se encuentra la meseta de Galaad. Hacia el norte se ven el Líbano y el Antilíbano, y el majestuoso nevado del monte Hermón.

Los profetas.- El que no se encuentre en el AT ninguna profecía específica que se asemeje a la que aquí se menciona, ha llevado a los críticos de la Biblia a señalar que esta afirmación es errónea, y por lo tanto prueba que Mateo no fue inspirado. Sin embargo, debe notarse que en ocasiones anteriores, cuando Mateo cita una profecía específica, habla de "el profeta" (cap. 1: 22; 2: 5, 15, 17). El que emplee aquí la forma plural, "profetas", claramente indica que se refiere, no a una declaración profética específica en particular, sino a varias, que si se toman en conjunto llevan a la conclusión que aquí se expresa (ver com. Esd. 9: 11; Neh. 1: 8). También es posible que Mateo esté citando escritos inspirados que no llegaron a ser parte del canon bíblico.

Nazareno.- Algunos han sugerido que esta palabra es derivada del término Heb. nazir, nazareo", es decir "separado", y que originalmente la declaración de Mateo rezaba: "Será llamado nazareo" (ver com. Núm. 6: 2). Pero esta etimología es muy poco probable. Además, es evidente que Jesús no fue nazareo (Mat. 11: 19; Luc. 7: 33-34; cf. Núm. 6: 24). Es más probable que la raíz sea natsar, de donde nétser, "brote", "renuevo".

En Isa. 11: 1 la palabra nétser se traduce como "vara" en el contexto de una profecía claramente mesiánica.  La palabra hebrea más comúnmente empleada para "rama" en el contexto de una profecía mesiánica es tsemaj (Jer. 23: 5; 33: 15; Zac. 3: 8; 6: 12). Por lo tanto, es posible que sea correcta la etimología de la palabra Nazaret de nétser, "renuevo", "brote", y que las profecías de Jesús como "renuevo" o "vara" bien pudieran aplicarse al hecho de que se crió en la ciudad de Nazaret (ver com. Deut. 18: 15).

Otros han considerado que la declaración de Mateo acerca de Cristo como nazareno tiene que ver con el reproche que sufrieron, en primer lugar, la aldea de Nazaret, y después, Cristo y sus seguidores. En Juan 1: 46 (cf. cap. 7: 52) se ve claramente el sentimiento popular para con Nazaret. El Mesías sería "despreciado y desechado entre los hombres" (Isa. 53: 3; cf. Sal. 22: 6-8). Jesús habría de aparecer no como un rey homenajeado, sino como un varón humilde entre los hombres. Ni siquiera había de conocérselo como betlemita, para que gozara del honor de ser ciudadano de la ciudad de David. Tanto esta solución como la anterior parecerían armonizar con las Escrituras. (5CBA)

COMENTARIOS DE EGW

1-23"Su Estrella Hemos Visto" (Mateo 2). "Y COMO fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea en días del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalem, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle." Los magos del Oriente eran filósofos. Pertenecían a la clase numerosa e influyente, que incluía hombres de noble alcurnia y poseía gran parte de las riquezas y del saber de su nación. Entre ellos había muchos que explotaban la credulidad del pueblo. Otros eran hombres rectos que estudiaban las manifestaciones de la Providencia en la naturaleza, y eran honrados por su integridad y sabiduría. De este carácter eran los magos que vinieron a Jesús. La luz de Dios está siempre resplandeciendo aun en medio de las tinieblas del paganismo. Mientras estos magos estudiaban los cielos tachonados de estrellas, y trataban de escudriñar el oculto misterio de sus brillantes derroteros, contemplaban la gloria del Creador. Buscando un conocimiento más claro, se dirigieron a las Escrituras hebreas.

 En su propia tierra, se conservaban escritos proféticos que predecían la llegada de un maestro divino. Balaam era uno de esos magos, aunque fuera en un tiempo profeta de Dios; por el Espíritu Santo había predicho la prosperidad de Israel y la aparición del Mesías; y sus profecías se habían transmitido por la tradición de siglo en siglo. Pero en el Antiguo Testamento, el advenimiento del Salvador se revelaba más claramente. Con gozo supieron los magos que su venida se acercaba, y que todo el mundo iba a quedar lleno del conocimiento de la gloria de Jehová. Los magos habían visto una luz misteriosa en los cielos la noche en que la gloria de Dios inundó las colinas de Belén. Al desvanecerse la luz, apareció una estrella luminosa que permaneció en los cielos. No era una estrella fija ni un planeta, 42 y el fenómeno excitó el mayor interés. Esa estrella era un distante grupo de resplandecientes ángeles, pero los sabios lo ignoraban. Sin embargo, tenían la impresión de que la estrella era de especial importancia para ellos. Consultaron a los sacerdotes y filósofos, y examinaron los rollos de los antiguos anales. La profecía de Balaam declaraba: "Saldrá estrella de Jacob, y levantaráse cetro de Israel.' (Números 24:17).

¿Podría haber sido enviada esta extraña estrella como precursora del Prometido? Los magos habían recibido con gratitud la luz de la verdad enviada por el cielo; ahora esa luz se derramaba sobre ellos en rayos más brillantes. En sueños, recibieron la indicación de ir en busca del Príncipe recién nacido. Así como por la fe Abrahán salió al llamamiento de Dios, "sin saber dónde iba;" (Hebreos 11:8). así como por la fe Israel siguió la columna de nube hasta la tierra prometida, estos gentiles salieron para hallar al Salvador prometido. 

En el Oriente abundaban las cosas preciosas, y los magos no salieron con las manos vacías. Era costumbre ofrecer presentes como acto de homenaje a los príncipes u otros personajes encumbrados, y los magos llevaron los más ricos dones de su tierra como ofrenda a Aquel en quien todas las familias de la tierra iban a ser bendecidas. Era necesario viajar de noche a fin de poder ver la estrella; pero los viajeros pasaban el tiempo repitiendo sus dichos tradicionales y oráculos proféticos relativos a Aquel a quien buscaban. En cada descanso, escudriñaban las profecías; y se afirmaba en ellos la convicción de que eran guiados divinamente. 

Mientras tenían la estrella por delante como señal externa, tenían también la evidencia interna del Espíritu Santo que estaba impresionando sus corazones, y les inspiraba esperanza. El viaje, aunque largo, fue para ellos muy feliz. Cuando llegaron a la tierra de Israel, y mientras bajaban del monte de las Olivas, teniendo a Jerusalén a la vista, he aquí que la estrella que los había guiado durante todo el camino se detuvo sobre el templo, y después de un momento desapareció de su vista. Con avidez aceleraron el paso, esperando con toda confianza que el nacimiento del Mesías sería el motivo de toda conversación. Pero preguntaron en vano al respecto. 

Entrando en la ciudad santa, se dirigieron hacia el templo. Para su 43 gran asombro, no encontraron allí nadie que pareciese saber nada del recién nacido Rey. Sus preguntas no provocaban expresiones de gozo, sino más bien de sorpresa y temor, y hasta de desprecio. Los sacerdotes repetían tradiciones, Hacían alarde de su religión y de su piedad personal, mientras denunciaban a los griegos y romanos como paganos, y más pecadores que los demás. Los magos no eran idólatras, y a la vista de Dios ocupaban una posición mucho más elevada que aquellos que profesaban adorarle; y sin embargo, los judíos los consideraban paganos. Aun entre aquellos que fueron designados guardianes de los Santos Oráculos, sus ávidas preguntas no despertaron simpatía. La noticia de la llegada de los magos cundió rápidamente por toda Jerusalén. Su extraña misión creó agitación entre el pueblo, agitación que penetró hasta en el palacio del rey Herodes. 

El astuto idumeo quedó perturbado por la insinuación de que pudiese tener un rival. Innumerables crímenes habían manchado el camino de su ascensión al trono. Por ser de sangre extranjera, era odiado por el pueblo sobre el cual reinaba. Su única seguridad estribaba en el favor de Roma. Pero este nuevo príncipe tenía un derecho superior. Había nacido para el reino. Herodes temió que los sacerdotes estuviesen maquinando con los extranjeros para excitar un tumulto popular que lo destronase. Sin embargo, ocultó su desconfianza, resuelto a hacer abortar sus planes por una astucia superior. Reuniendo a los príncipes de los sacerdotes y escribas, los interrogó acerca de lo que enseñaban sus libros sagrados con respecto al lugar en que había de nacer el Mesías. Esta investigación del que usurpara el trono, hecha a petición de unos extranjeros, hirió el orgullo de los maestros judíos. 

La indiferencia con que se refirieron a los rollos de la profecía airó al celoso tirano. Pensó que estaban tratando de ocultarle su conocimiento del asunto. Con una autoridad que no se atrevían a despreciar, les ordenó que escudriñasen atentamente y le declarasen el lugar donde debía nacer el Rey que esperaban. "Y ellos le dijeron: En Bethlehem de Judea; porque así está escrito por el profeta: 44 "Y tú, Bethlehem, de tierra de Judá, no eres muy pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel." (Mateo 2:5,6).

Herodes invitó entonces a los magos a entrevistarse privadamente con él. Dentro de su corazón, rugía una tempestad de ira y temor, pero conservaba un exterior sereno, y recibió cortésmente a los extranjeros. Indagó acerca del tiempo en que les había aparecido la estrella, y simuló saludar con gozo la indicación del nacimiento de Cristo. Dijo a sus visitantes: "Andad allá, y preguntad con diligencia por el niño; y después que le hallareis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore." Y así diciendo, los despidió para que fuesen a Belén. Los sacerdotes y ancianos de Jerusalén no eran tan ignorantes acerca del nacimiento de Cristo como aparentaban. 

El informe de la visita de los ángeles a los pastores había sido llevado a Jerusalén, pero los rabinos lo habían considerado indigno de su atención. Ellos podrían haber encontrado a Jesús, y haber estado listos para conducir a los magos al lugar donde naciera; pero en vez de ello, los sabios vinieron a llamarles la atención al nacimiento del Mesías. "¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? -dijeron;- porque su estrella hemos visto en el orientes y venimos a adorarle." Entonces el orgullo y la envidia cerraron la puerta a la luz. Si los informes traídos por los pastores y los magos habían de ser aceptados, eso colocaba a los sacerdotes y rabinos en una posición poco envidiable, pues desmentía su pretensión de ser exponentes de la verdad de Dios. 

Esos sabios maestros no querían rebajarse a recibir instrucciones de aquellos a quienes llamaban paganos. No podía ser, razonaban, que Dios los hubiera pasado por alto para comunicarse con pastores ignorantes y gentiles incircuncisos. Resolvieron demostrar su desprecio por los informes que agitaban al rey Herodes y a toda Jerusalén. Ni aun quisieron ir a Belén para ver si esas cosas eran así. E indujeron al pueblo a considerar el interés en Jesús como una excitación fanática. Así empezaron a rechazar a Cristo los sacerdotes y rabinos. Desde entonces, su orgullo y terquedad fueron en aumento hasta transformarse en odio arraigado contra el Salvador. Mientras Dios estaba 45 abriendo la puerta a los gentiles, los dirigentes judíos se la estaban cerrando a sí mismos. Los magos salieron solos de Jerusalén. Las sombras de la noche iban cayendo cuando pasaron por las puertas, pero para gran gozo suyo volvieron a ver la estrella, y ella los encaminó hacia Belén. 

Ellos no habían recibido ninguna indicación del humilde estado de Jesús, como la que había sido dada a los pastores. Después del largo viaje, se quedaron desilusionados por la indiferencia de los dirigentes judíos, y habían salido de Jerusalén con menos confianza que cuando entraron en la ciudad. En Belén, no encontraron ninguna guardia real para proteger al recién nacido Rey. No le asistía ninguno de los hombres honrados por el mundo. Jesús se hallaba acostado en un pesebre. Sus padres, campesinos sin educación, eran sus únicos guardianes. ¿Podía ser aquel niño el personaje de quien se había escrito que había de "levantar las tribus de Jacob" y restaurar "los asolamientos de Israel;" que sería "luz de las gentes," y "salud hasta lo postrero de la tierra"? (Isaías 49:6).

"Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron." Bajo el humilde disfraz de Jesús, reconocieron la presencia de la divinidad. Le dieron sus corazones como a su Salvador, y entonces sacaron sus presentes, "oro e incienso y mirra." ¡Qué fe la suya! Podría haberse dicho de los magos del Oriente, como se dijo más tarde del centurión romano: "Ni aun en Israel he hallado fe tanta." (Mateo 8:10).

Los magos no habían comprendido el designio de Herodes hacia Jesús. Cuando el objeto de su viaje fue logrado, se prepararon para volver a Jerusalén, y se proponían darle cuenta de su éxito. Pero en un sueño recibieron una orden divina de no comunicarse más con él. Evitando pasar por Jerusalén, emprendieron el viaje de regreso a su país por otro camino. Igualmente José recibió advertencia de huir a Egipto con María y el niño. Y el ángel dijo: "Estáte allá hasta que yo te lo diga; porque ha de acontecer, que Herodes buscará al niño para matarle." José obedeció sin dilación, emprendiendo viaje de noche para mayor seguridad.

Mediante los magos, Dios había llamado la atención de la nación judía al nacimiento de su Hijo. Sus investigaciones en Jerusalén, el interés popular que excitaron, y aun los celos de 46 Herodes, cosas que atrajeron la atención de los sacerdotes y rabinos, dirigieron los espíritus a las profecías concernientes al Mesías, y al gran acontecimiento que acababa de suceder. Satanás estaba resuelto a privar al mundo de la luz divina, y empleó su mayor astucia para destruir al Salvador. 

Pero Aquel que nunca dormita ni duerme, velaba sobre su amado Hijo. Aquel que había hecho descender maná del cielo para Israel, y había alimentado a Elías en tiempo de hambre, proveyó en una tierra pagana un refugio para María y el niño Jesús. Y mediante los regalos de los magos de un país pagano, el Señor suministró los medios para el viaje a Egipto y la estada en esa tierra extraña. Los magos habían estado entre los primeros en dar la bienvenida al Redentor. Su presente fue el primero depositado a sus pies. Y mediante este presente, ¡qué privilegio de servir tuvieron! Dios se deleita en honrar la ofrenda del corazón que ama, dándole la mayor eficacia en su servicio. Si hemos dado nuestro corazón a Jesús, le traeremos también nuestros donativos. Nuestro oro y plata, nuestras posesiones terrenales más preciosas, nuestros dones mentales y espirituales más elevados, serán dedicados libremente a Aquel que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. 

Herodes esperaba impacientemente en Jerusalén el regreso de los magos. A medida que transcurría el tiempo y ellos no aparecían, se despertaron sus sospechas. La poca voluntad de los rabinos para señalar el lugar del nacimiento del Mesías parecía indicar que se habían dado cuenta de su designio, y que los magos le evitaban a propósito. Este pensamiento le enfurecía. La astucia había fracasado, pero le quedaba el recurso de la fuerza. Iba a hacer un escarmiento en este niño rey. Aquellos altivos judíos verían lo que podían esperar de sus tentativas de poner un monarca en el trono.

Envió inmediatamente soldados a Belén con órdenes de matar a todos los niños menores de dos años. Los tranquilos hogares de la ciudad de David presenciaron aquellas escenas de horror que seis siglos antes habían sido presentadas al profeta. "Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora sus hijos; y no quiso ser consolada, porque perecieron." 47 

Los judíos habían traído esta calamidad sobre sí mismos. Si hubiesen andado con fidelidad y humildad delante de Dios, de alguna manera señalada él habría hecho inofensiva para ellos la ira del rey. Pero se habían separado de Dios por sus pecados, y habían rechazado al Espíritu Santo que era su único escudo. No habían estudiado las Escrituras con el deseo de conformarse a la voluntad de Dios. Habían buscado profecías que pudiesen interpretarse de manera que los exaltaran y demostraran que Dios despreciaba a todas las demás naciones. Se jactaban orgullosamente de que el Mesías había de venir como Rey, para vencer a sus enemigos y hollar a los paganos en su ira. Así habían excitado el odio de sus gobernantes, y por su falsa presentación de la misión de Cristo, Satanás se había propuesto lograr la destrucción del Salvador; pero en vez de ello, esto se volvió sobre sus cabezas. 

Este acto de crueldad fue uno de los últimos que ensombrecieron el reinado de Herodes. Poco después de la matanza de los inocentes, cayó bajo esa mano que nadie puede apartar. Sufrió una muerte horrible. José, que estaba todavía en Egipto, recibió entonces de un ángel de Dios la orden de volver a la tierra de Israel. Considerando a Jesús como heredero del trono de David, José deseaba establecerse en Belén; pero al saber que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, temió que los designios del padre contra Cristo fuesen llevados a cabo por el hijo. De todos los hijos de Herodes, Arquelao era el que más se le asemejaba en carácter. Ya su advenimiento al gobierno había sido señalado por un tumulto en Jerusalén y la matanza de miles de judíos por los guardias romanos. 

Otra vez fue José dirigido a un lugar de seguridad. Volvió a Nazaret, donde antes habitara, y allí durante casi treinta años habitó Jesús, "para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que había de ser llamado Nazareno." Galilea se hallaba bajo el dominio de un hijo de Herodes, pero tenía mayor proporción de habitantes extranjeros que Judea. Por eso había menos interés en los asuntos relacionados especialmente con los judíos, y los derechos reales de Jesús propenderían mucho menos a excitar los celos de los gobernantes. Tal fue la recepción del Salvador cuando vino a la tierra. 48 Parecía no haber lugar de descanso o de seguridad para el niño Redentor. Dios no podía confiar su amado Hijo a los hombres, ni aun mientras llevaba a cabo su obra a favor de la salvación de ellos. Comisionó a los ángeles para que acompañasen a Jesús y le protegieran hasta que cumpliese su misión en la tierra y muriera a manos de aquellos a quienes había venido a salvar. DTG 41-48

1. HAd 434

1-2. DTG 24, 41, 198

1-10. CS 361

2. DTG 44

3-4. DTG 43

5-8. DTG 43

6. PR 514

9-11. DTG 45

11. CM 49; HAd 438; 3JT 144

12-14. DTG 45

16-18. DTG 46

18. DTG 24

19-23. DTG 47

Ministerio Hno. Pio


jueves, abril 29, 2021

REFLEXIÓN 660. NACIMIENTO, INFANCIA Y NIÑEZ DE JESÚS (MATEO 1).

Mateo 1. Antes del nacimiento de Jesús. Vers. (1-17). La genealogía de Cristo desde Abrahán hasta José. (18) Fue engendrado por el Espíritu Santo y nació de María, quien estaba desposada con José. (19-25). Un ángel explica todo a José, borra sus dudas, y le interpreta los nombres de Cristo.

1 LIBRO de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. 2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. 3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.

5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. 7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. 8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. 9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. 

10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. 11 Josías engendró a Jeconías ya sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. 12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.

15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; 16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. 17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.

18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. 16 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. 20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: 23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. 24 Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS. (Mateo 1).

1. Libro de la genealogía. [Los antepasados humanos de Jesús, Mat. 1:1-17 = Luc. 3: 23-38. Comentario principal: Mateo y Lucas.] Así titula Mateo el registro genealógico de Jesús, que aparece en los vers. 1-17. Las primeras palabras del cap. 2:1 sugieren que posiblemente Mateo quería que este título sirviera también para la narración de los acontecimientos que antecedieron al nacimiento de Jesús (cap. 1:18-25).

Al redactar el relato de la vida de Jesús, dirigido en primera instancia a lectores de origen judío (ver p. 267), Mateo comienza en forma típicamente judía, dando el linaje familiar de Jesús. Debido a que la venida del Mesías había sido tema de muchas profecías, Mateo muestra que Jesús de Nazaret fue en verdad Aquel de quien Moisés y los profetas dieron testimonio. Puesto que el Mesías había de nacer de la descendencia de Abrahán (Gén. 22:18; Gál. 3:16), el padre de la nación judía, y de David, fundador del linaje real (Isa. 9:6-7; 11:1; Hech. 2:29-30).

Mateo presenta la evidencia de que Jesús cumple con las condiciones de ser descendiente de estos dos ilustres personajes. Si no existiera esta evidencia, sus afirmaciones de ser el Mesías de nada valdrían, y podrían desecharse todas las pruebas adicionales sin siquiera examinar la veracidad de lo que Jesús decía (cf. Esd. 2:62; Neh. 7:64). Cuando Mateo escribió, es probable que fuera posible verificar la genealogía de Jesús comparándola con los registros públicos entonces existentes. Buena parte de esta genealogía (vers. 2-12) podía compararse con las enumeraciones del AT (1 Crón. 1: 34; 2: 1-15; 3: 5, 10-19). 

El hecho de que, hasta donde se sepa, ningún contemporáneo de Mateo, ni siquiera los enemigos declarados de la fe cristiana, alguna vez pusieron en tela de juicio la validez de esta genealogía, es un excelente testimonio en favor de la autenticidad de la lista genealógica.

Jesucristo. Nombre que consta de dos partes, que se considerarán en forma separada. Jesús. Gr. I'sóus, equivalente al nombre Heb. Yehoshua, "Josué". (En el texto griego de Hech. 7:45 y Heb. 4:8, Lucas y Pablo se refieren a "Josué" como I'sóus). Por lo general se ha entendido que este nombre significa "Jehová es salvación" (Mat. 1:21). Algunos estudiosos sugieren que debe traducirse "Jehová es generosidad". El nombre original de Josué (ver t. 11, p. 173), Hoshea' [Oseas] fue cambiado por Yehoshua' [Josué] (ver com. Núm. 13:16). Después del cautiverio babilónico, cuando el arameo reemplazó al hebreo como idioma común de los judíos, este nombre se transformó en Yeshua', que pasó al griego como I'sóus. En tiempos del NT, Yeshua' era un nombre común entre los judíos (Hech. 13:6; Col. 4:11), y estaba en armonía con la costumbre hebrea de escoger nombres que tuvieran significado religioso (ver com. Mat. 1:21).

Hoy día, los nombres sirven mayormente como una identificación. Pero en tiempos bíblicos, se escogía el nombre con sumo cuidado porque daba testimonio de la fe y de la esperanza de los padres (PR 352), de las circunstancias del nacimiento del niño, de sus propias características, o se relacionaba con la misión de su vida, sobre todo cuando el nombre había sido ordenado por Dios.

El nombre de Jesús está lleno de recuerdos históricos y vislumbres proféticas.  Así como Josué había guiado a Israel a la victoria en la tierra prometida, así también Jesús, el Capitán de nuestra salvación, vino para abrirnos las puertas de la Canaán celestial.  Pero Jesús no sólo es el Autor de nuestra salvación (Heb. 2:10), sino que también es el "apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" (Heb. 3:1). El sumo sacerdote que volvió del cautiverio babilónico (Esd. 2:2) se llamaba Josué (Zac. 3:8; 6:11-15). Así como Oseas amó a una mujer indigna y procuró, en vano, por algún tiempo ganar su afecto, y finalmente la compró de nuevo en el mercado de esclavos (Ose. 1:2; 3:1-2), así también Jesús vino para libertar a la raza humana de la esclavitud del pecado (Luc. 4:18; Juan 8:36).

El vocablo Cristo viene del Gr. Jristós, traducción del Heb. mashíaj (ver com. Sal. 2:2).  La palabra "Mesías" significa "ungido".  Antes de la resurrección, en los cuatro Evangelios se llama a Jesús "el Cristo" (o Mesías), usando el nombre más bien como título que como nombre personal. Después de la resurrección, el artículo suele desaparecer y "Cristo" se transforma tanto en nombre como en título.

En tiempos del AT el sumo sacerdote (Exo. 30:30), el rey (2 Sam. 5:3; cf. 1 Sam. 24:6), y en algunos casos los profetas (1 Rey. 19:16) eran ungidos al ser consagrados al sagrado servicio. Esas personas se denominaban entonces mashíaj, "ungido" (Lev. 4:3; 1 Sam. 24:6; 1 Crón. 16:21-22).  En las profecías mesiánicas, el término pasó a aplicarse específicamente al Mesías, quien como Profeta (Deut. 18:15), Sacerdote (Zac. 6:11-14), y Rey (Isa. 9:6-7), había sido constituido para que fuera nuestro Redentor (Isa. 61:1; Dan. 9:25-26).  Como Profeta, vino a representar al Padre ante los hombres; como Sacerdote, ascendió para representar a los hombres ante el Padre; y como Rey, libera a los que creen en él, no sólo del poder del pecado en esta vida, sino también del reino del pecado, y habrá de reinar sobre ellos en el reino de gloria.

La palabra Jristós viene del verbo jrío que significa "rozar", "untar".  "ungir".  En el NT, se dice que Cristo fue "ungido" (Luc. 4:18; Hech. 4:27; 10:38; Heb. 1:9).

Cuando se emplean juntos los dos nombres, Jesús y Cristo, se hace una confesión de fe en cuanto a la unión de la naturaleza divina con la humana en una Persona; se afirma la creencia de que Jesús de Nazaret, Hijo de María, Hijo del hombre, es en verdad el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios (Hech. 2:38; etc.). Ver la Nota Adicional de Juan 1; com. Mat. 1:23; Juan 1:1-3, 14; Fil. 2:68; Col. 2:9.

Hijo de David. Esta era la designación popular empleada por gobernantes (Mat. 22:42; Mar. 12:35; Luc. 20:41) y la gente común (Mat. 9:27; 12:23; 15:22; 20:30-31; 21:9; Mar. 10:47-48; Luc. 18:38 - 39; cf. Juan 7:42) para referirse al Mesías esperado.  El empleo de esta frase como título mesiánico indica la comprensión de las profecías que predecían que el Mesías descendería de la familia de David.  Para un pueblo cansado del yugo romano, también implicaba el retorno del reino judío a la independencia y la prosperidad del magnífico reinado de David.  David mismo había entendido que la promesa de un hijo que se sentaría en su trono (2 Sam. 7:12-13; Sal. 132:11) se cumpliría en aquel que habría de redimir a Israel (Hech. 2:29-30; ver com.  Deut. 18:15).  Vez tras vez los profetas de antaño hablaron de este Mesías (Isa. 9:6-7; 11:1; Jer. 23:5-6; etc.).  Los escritores del NT repetidas veces aplican el título "del linaje de David" a Cristo (Rom. 1:3; 2 Tim. 2:8; etc.).  Como el Hijo de David, Jesús era tanto heredero del trono de David como de las promesas mesiánicas dadas a David.

Hijo de Abraham. Entre los héroes de la fe, Abrahán se destacó como "amigo" de Dios (Sant. 2:23; cf. 2 Crón. 20:7; Isa. 41:8).  Debido a su fidelidad (Gál. 3:7, 9), se eligió a Abrahán para ser el padre del pueblo escogido de Dios.  La promesa de que en su descendencia todas las naciones de la tierra serían bendecidas era, según Pablo, una clara predicción mesiánica (Gén. 22:18; cf. Gál. 3:16).  En consonancia con su propósito de convencer a los judíos de que Jesús era el Mesías, Mateo, a propósito y en forma muy apropiada, hace remontar la genealogía de Jesús hasta Abrahán, mientras que Lucas, que escribió para los cristianos gentiles, consideró que era esencial llevar la genealogía de Cristo hasta el padre de la raza humana.  El propósito de Mateo era el de mostrar que Jesús era descendiente de Abrahán, y que por lo tanto podía ser considerado como posible heredero de las promesas que le habían sido hechas al patriarca.  Ver com.  Juan 8:35, 39.

En com. Luc. 3:23 se tratan las diferencias entre la enumeración de Mateo y la de Lucas.

2. Abraham engendró a Isaac. Con excepción de variantes debidas a la transliteración al griego de los nombres hebreos, y ciertas omisiones intencionales (ver com. vers. 8, 11, 17), la genealogía de Mateo, desde Abrahán hasta Zorobabel, concuerda con listas similares en el AT (1 Crón. 1:28, 34; 2:1, 4-5, 9-12, 15; 3:15-19; cf.  Rut 4:18-22).  No hay registros con los cuales comparar los nombres del período intertestamentario desde Zorobabel hasta Cristo. Judá. Ver com. Gén. 29:35. El autor de Hebreos afirma que "manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá" (Heb. 7:14). Sus hermanos.Mateo hace referencia a los otros hijos de Jacob, quizá con el propósito de recordar a los judíos de las otras tribus que Jesús -de la tribu de Judá- era Salvador de ellos también.

3. Tamar. Es la excepción y no la regla encontrar a una mujer en una lista genealógica hebrea.  Con todo, Mateo hace referencia a las mujeres sólo en forma pasajera y no específica, como eslabones genealógicos.  El que se omitan los nombres de mujeres tan honorables como Sara y Raquel, podría sugerir que se incluyeron los nombres de las cuatro mujeres mencionadas por causa de circunstancias poco comunes.  Es probable que las cuatro -Tamar, Rahab, Rut y Betsabé- fueran de origen gentil.  En esto se insinúa un reproche contra el exclusivismo judío y también un reconocimiento tácito de que Jesús pertenece tanto a los gentiles como a los judíos.

Con excepción de Rut, todas las otras mujeres estuvieron relacionadas con algún escándalo.  Un historiador meramente humano podría haber preferido pasar por alto estos nombres por temor de que el nombre del Mesías fuera menoscabado por mencionarlas.  Pero Mateo cita específicamente al Maestro que dice a los fariseos que no ha venido a "llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" (cap. 9: 13).  Es posible que Mateo, siendo publicano y por lo tanto colocado en la misma categoría que las mujeres pecadoras (cap. 21: 31-32), halló en su corazón cabida para otros generalmente considerados como parias de la sociedad.

A Fares y a Zara.- Estos eran los hijos de Tamar y Judá (ver com. Gén. 38: 6-30). Tamar, que quizá era cananea (Gén. 38: 2, 6), fue la nuera de Judá.

5. Salmón.- Ver Rut 4: 20; cf. 1 Crón. 2: 11.  Salmón era pariente cercano de Caleb y Efrata (1 Crón. 2: 9-11, 19, 24) y de Belén, cuyo padre fue Salma (ver 1 Crón. 2: 50-51, 54), y por lo tanto miembro de una familia que se estableció en Belén de Efrata (1 Crón. 2: 24, 51; Miq. 5: 2; ver com. Gén. 35: 19).  Algunos comentadores sugieren que Salmón pudo haber sido uno de los espías enviados por Josué a la ciudad de Jericó antes de que Israel cruzara el Jordán (Jos. 2: 1).

Algunas veces se objeta que la Rahab de Jericó no puede ser la Rahab esposa de Salmón porque las generaciones que Mateo ubica entre Salmón y David son muy pocas como para abarcar el intervalo entre la Rahab de Jericó y el tiempo de David.  Pero esta objeción no es necesariamente válida, porque: (1) Mateo en otros versículos intencionalmente omite a algunos de los antepasados de Jesús (ver com. vers. 8, 11, 17), e imitando al autor de Rut, bien pudo haber hecho aquí lo mismo; (2) Rahab era quizá joven cuando se casó (Jos. 6: 23), pero Booz ya no era joven cuando se casó con Rut (cap. 3: 10), e Isaí era entrado en años cuando nació David (1 Sam. 17: 12-14).

Rahab.- Ver t. 11, p. 424; com. Rut 1: 1; 2: 1.  Hay poca razón para dudar que ésta sea Rahab la cananea, la ramera de Jericó que protegió a los hebreos enviados como espías a esa ciudad antes de que fuera tomada (Jos. 2; ver com. cap. 6: 23).  Ella es la única persona que lleva ese nombre, que aparece en la Biblia.  El nombre que se le da en Gr.  Rajáb, es una perfecta transliteración del Heb. rajab.  Sin embargo, en Heb. 11: 31 y  Sant. 2: 25, la grafía es Raab. (En Sal. 87: 4; 89: 10; Isa. 51: 9 aparece el nombre "Rahab", pero proviene del Heb. rahab y es nombre simbólico de Egipto.) Por otra parte, el que Rahab se mencione por nombre, contrariamente a la costumbre habitual de no mencionar a las mujeres en las listas genealógicas, sugiere que Mateo tenía alguna razón especial para incluirla.  Sea cual fuere el caso, la Rahab de Jos. 2 tiene un lugar importante entre los héroes de la fe (Heb. 11: 31) y Santiago se refiere a ella como ejemplo de fe en acción (Sant. 2: 25).

Rut.- La moabita que acompañó a Noemí cuando regresó de Moab a Belén (Rut 4: 18-22; 1Crón. 2: 3- 15).  La hermosura de su dedicación a Noemí (Rut 1: 16) y su atractiva simpatía no tienen parangón en los anales de época alguna.

6. Rey David.- Aun durante la monarquía hebrea, el gobierno de Israel, al menos en principio, era una teocracia (DTG 686-687; t. IV p. 29).  Como Gobernante supremo, Dios procuraba dirigir la política nacional por medio de sus embajadores, los profetas.  David respondió a la dirección divina y procuró mantener un espíritu de verdadera humildad ante el Señor.  Cuando fue reprendido por algún proceder impío, manifestó un genuino arrepentimiento.  Reconoció su culpa, buscó el perdón y se propuso de nuevo obedecer la voz del Señor (2 Sam. 12: 1-13; 24: 10, 17; Sal. 51: 4, 10-11; etc.). Debido a la contrición de David, Dios pudo ensalzarle y prosperarlo (1 Rey. 3: 6; 8: 25; Isa. 57: 15; Miq. 6: 8).

Salomón.- Segundo hijo de Betsabé, nacido después de que David se arrepintió sinceramente y fue perdonado (2 Sam. 12: 13-24; 1 Rey. 1: 11-40).

8. Josafat.- Ver 1 Rey 22: 41-43.

Joram a Uzías.- Aquí Mateo omite los nombres de tres reyes sucesivos de Judá, que reinaron entre Joram y Uzías: a saber, Ocozías, Joás y Amasías.  Esta omisión difícilmente podría haber sido accidental, porque la genealogía real, que aparece repetidas veces en el AT, era bien conocida. Tampoco pudo haber sido error de copia (ver com. Mat. 1: 17).  Se ha sugerido que posiblemente Mateo se proponía reducir a 14 los 19 nombres desde Salomón hasta Joaquín, para que correspondieran con el número de generaciones desde Abrahán hasta David (vers. 17).

También se ha sugerido que Mateo consideró que estos tres eran los menos dignos de aparecer en la genealogía de Jesús.  Ocozías, Joás y Amasías fueron los sucesores inmediatos de Atalía, hija de Acab y Jezabel, esposa de Joram (2 Crón. 22: 25).  Fue Atalía quien introdujo el culto a Baal en el reino del sur (ver com. 2 Rey. 11: 18), como lo había hecho su madre en el reino del norte (ver 1 Rey. 16: 31-32).  Ocozías, Joás y Amasías, todos hicieron lo malo a la vista del Señor (2 Crón. 22: 3-4; 24: 17-18; 25: 14), al menos en la última parte de sus reinados.

9. Acaz.- Cf. 2 Rey. 16. Ezequías.- Uno de los buenos reyes de Judá (2 Rey. 18-20); pero su hijo Manasés, aunque vivió hasta arrepentirse de sus malos caminos, se empeñó durante su largo e impío reinado en anular las reformas hechas por su padre.

10. Amón a Josías.- Después de los impíos reinados de Manasés (2 Rey. 21: 1-18) y de Amón (2 Rey. 21: 19-26), ascendió al trono Josías (2 Rey. 22: 1 a 23: 28), bisnieto de Ezequías, y el último de los reyes buenos de Judá.  De los 20 reyes que reinaron en el reino del sur durante un período de 345 años, la minoría sirvió al Señor.  Resalta el contraste de que en el reino del norte reinaron 20 reyes, que representaron a 10 dinastías durante un período de 209 años, pero no hubo entre ellos ni siquiera uno que permaneciera fiel al Señor.

11. Jeconías.- Aquí aparece la segunda omisión indudable de la lista de Mateo (ver com. vers. 8). Jeconías (Joaquín, 2 Rey. 24: 6; Jeconías, 1 Crón. 3: 16, o Conías, Jer. 22: 24) fue en verdad hijo de Joacim, y por lo tanto nieto, no hijo, de Josías (1 Crón. 3: 15-16). Algunos han sugerido que si se añadiera a Joacim a la lista, se obtendría una división más simétrica de las generaciones que se mencionan en Mat. 1: 17 (ver allí el comentario), y que posiblemente Mateo incluyó el nombre de Joacim, pero que ese nombre se perdió más tarde, debido a su parecido con Joaquín.  Algunos manuscritos antiguos incluyen el nombre de Joacim entre el de Josías y el de Jeconías.

Sus hermanos.- Si se incluyera el nombre de Joacim (ver com. "Jeconías"), los "hermanos" serían sus hermanos carnales, Joacaz y Sedequías (ver com. 1 Crón. 3: 15).  De otro modo, la expresión "sus hermanos" sería menos específica.  Tres de los hijos de Josías -Joacaz, Joacim y Sedequías- ocuparon el trono de Judá, pero uno de ellos fue padre de Jeconías, mientras que los otros dos fueron tíos.

Deportación a Babilonia.- Así concluye la segunda división de la genealogía de Jesús en el libro de Mateo (ver com. vers. 17).  El período en cuestión abarca la monarquía, desde su edad de oro en los días de David y Salomón, hasta su disolución y la edad oscura de la historia judía: el cautiverio babilónico.

Entre David y Salatiel, Lucas menciona seis eslabones genealógicos más que Mateo (Luc. 3: 27-31).  Si se toman en cuenta las cuatro omisiones hechas por Mateo (ver com. vers. 8 y el com. de "Jeconías") queda una diferencia de sólo dos.  Esto podría indicar sencillamente que el linaje ancestral seguido por Lucas contenía dos generaciones más que el linaje real seguido por Mateo.  Esta diferencia sería muy posible en un período de cinco siglos.  Entre David y Jesús -un lapso de unos 1.000 años- Lucas enumera 15 generaciones más que Mateo, lo que implicaría que Mateo omitió un número aún mayor de generaciones.

12. Jeconías engendró a Salatiel.- Según la profecía de Jeremías (cap. 22: 30), Jeconías había de morir sin descendencia, pero en seguida se explica que esto significaba que "ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David".  Varios hijos de Jeconías, entre ellos Salatiel, aparecen en 1 Crón. 3: 17-18.  Es posible que uno o más de ellos lo hubieran acompañado a Babilonia (ver com. Jer. 22: 28).  Jeconías era un joven de 18 años cuando fue llevado cautivo (2 Rey. 24: 8). Cuando murió Nabucodonosor 37 años más tarde, fue liberado de la cárcel y "comió siempre delante" del rey (2 Rey. 25: 29), recibió una pensión regular de la tesorería real, y gozó del favor del rey evidentemente durante el resto de su vida (ver com. 2 Rey. 25: 27-29).

Salatiel a Zorobabel.- Ver com. Luc. 3: 27. En cumplimiento del decreto de Ciro, con el cual concluyeron los 70 años de cautiverio, Zorobabel llevó de vuelta a Jerusalén a unos 50.000 judíos. Ver com. Esd. 2: 2.

15. Matán a Jacob.- Nada más se sabe acerca de las ocho personas enumeradas entre Abiud y Matán (vers. 13-15), sino sus nombres, y ninguno de ellos aparece en otra parte. Estas ocho generaciones abarcan cinco siglos.  Quizá Mateo omitió ciertos nombres a fin de que la tercera sección de su genealogía pudiera corresponder con las primeras dos secciones (ver com. Mat. 1: 17; Esd. 7: 5). 

Esto podría ser posible por las siguientes razones: (1) El número de generaciones dadas difícilmente parecería corresponder con la duración del período, (2) Lucas enumera para este período nueve generaciones más que Mateo, y (3) Mateo omite cuatro nombres de la segunda sección de su genealogía (ver com. vers. 8, 11).

Se ha sugerido que el nombre de Matán en Mateo, y de Matat, en Lucas (cap. 3: 24) son diferentes formas de escribir el nombre "Mateo" (no el evangelista) y que por lo tanto los dos nombres "Matán" y "Matat" en realidad indican una y la misma persona.  Si así fuera, Jacob y Elí (Luc. 3: 23) serían hermanos.  Con esto se supone que Elí no tenía un heredero varón y que adoptó a José, su sobrino, como hijo y heredero (cf. com. Luc. 3: 27).  Lo que se pretende con esto es comprobar que José era verdaderamente "hijo de Elí" como aparece en Luc. 3: 23, y también hijo de Jacob como aparece en Mateo.  Según otra teoría, Jacob se casó con la viuda sin hijos de su hermano Elí, en armonía con la ley del levirato (Deut. 25: 5-10).  José, el primogénito de ese matrimonio, sería hijo de Jacob, pero legalmente hijo y heredero de Elí.  Ambas sugerencias, originalmente hechas por ciertos padres de la iglesia primitiva, se basan en suposiciones, y por lo tanto no son dignas de confianza.  El problema se trata con más detalles en com.  Luc. 3: 23.

16. José, marido.- Con todo cuidado Mateo evita decir que José "engendró" a Jesús.  La relación que existía entre José y Jesús no era la de padre e hijo, sino de un padrastro con el hijo de su esposa.  "Engendrar", el eslabón que ha unido a todas las generaciones hasta aquí, desaparece, con lo cual Mateo destaca el nacimiento virginal.

María.- Gr. María. El mismo nombre en Heb. es miryam, y en la LXX es Mariam. Al igual que José, María era de la casa de David (DTG 30; cf. Hech. 2: 30; 13: 23; Rom. 1: 3; 2 Tim. 2: 8), porque sólo por intermedio de ella Jesús podía ser literalmente "del linaje de David según la carne" (Rom. 1: 3; cf. Sal. 132: 11). El hecho de que la "parienta" de María (Luc. 1: 36) fuera de las "hijas de Aarón" (Luc. 1: 5) de ningún modo requiere que María fuera de la tribu de Leví y no de la tribu de Judá. Ver com. Luc. 1: 36 con referencia a la palabra traducida como "parienta".

Al parecer María pasó su juventud en Nazaret (Luc. 1: 26). Tenía una parienta, Elisabet, esposa de Zacarías (Luc. 1: 36). Además tenía parientes que vivían en Caná, aldea situada a unos 13 km al norte de Nazaret (Juan 2: 1, 5; DTG 118, 120).  La idea de que su madre se llamaba Ana se basa exclusivamente en la tradición.  María fue sumamente favorecida por el Señor y bendita entre las mujeres (Luc. 1: 28, 42).  Desde que se dio la primera promesa de un libertador, que había de ser de la "simiente" de la mujer (Gén. 3: 15; Apoc. 12: 5), las piadosas madres en Israel habían esperado que su primogénito fuera el Mesías prometido (DTG 23). Este honor le fue concedido a María.

Sin duda, Dios escogió a María en primer lugar, porque en el momento designado (Dan. 9: 24-27; Mar. 1: 15; Gál. 4: 4) su carácter reflejaba con mayor perfección los ideales divinos de la maternidad que los de cualquier otra hija de David.  Ella pertenecía a esa selecta minoría que aguardaba "la consolación de Israel" (Luc. 2: 25, 38; Mar. 15: 43; cf. Heb. 9: 28). Esta fue la esperanza que purificó su vida (cf. 1 Juan 3: 3) y la preparó para su sagrada tarea (PP 316; PR 185; DTG 49-50).  Toda madre en Israel hoy puede cooperar con el cielo como lo hizo María (DTG 473), y en cierto sentido, puede transformar a sus hijos en hijos e hijas de Dios. Ver com. Luc. 2: 52.

De la cual.- Tanto en griego como en castellano, el género gramatical excluye la posibilidad de que se entienda que José fuera el padre natural de Jesús.  Debido a su matrimonio con María, José fue el padre legal de Jesús, aunque no su verdadero padre (cap. 13: 55).

17. Todas las generaciones.- Es evidente que Mateo omite por lo menos cuatro nombres que tendría que haber incluido si hubiera sido su intención proporcionar una genealogía completa (ver com. vers. 8, 11). Es posible que haya otras omisiones en la parte de la lista que abarca el período intertestamentario, porque desde Abrahán hasta Cristo, inclusive, Lucas da 56 nombres, mientras que Mateo sólo da 41 (ver com. Mat. 1: 15).  Por lo tanto, al hablar de "todas las generaciones", Mateo claramente se refiere a las que ha enumerado, y no a todos los antepasados de Cristo que habían vivido y que pudieran haberse incluido en una lista completa.  Es posible que el número de nombres en la segunda y tercera sección de la genealogía se hubieran ajustado para hacerlo corresponder con el número de la primera sección.

Quizá Mateo empleó una lista abreviada, numéricamente simétrica, para ayudar a aprenderla de memoria.  En el AT hay listas abreviadas, como la de Esdras (ver com. Esd. 7: 1, 5).  Pero es evidente que esa genealogía abreviada era considerada como una prueba suficiente de que Esdras era descendiente de Aarón cuando otros no podían ser sacerdotes por no poder demostrar debidamente su linaje (Esd. 2: 62; Neh. 7: 64).  El filósofo Filón y el historiador Josefo, ambos casi contemporáneos de Jesús, dan genealogías abreviadas, que evidentemente eran consideradas adecuadas como para probar su ascendencia.  Hoy en día, cuando un árabe quiere demostrar su prosapia, menciona unos pocos nombres eminentes.  Al hacerlo, su propósito no es el de proporcionar una enumeración completa sino tan sólo establecer su ascendencia.

La distribución en tres partes que hace Mateo es históricamente correcta, porque cada sección constituye un período separado en la historia judía.  En el primero, desde Abrahán hasta David, la nación hebrea fue esencialmente patriarcal.  Durante el segundo fue monárquica; y durante el tercero los judíos estuvieron bajo el dominio de diversos poderes extranjeros.

Catorce.- Tres divisiones, cada una compuesta de 14 generaciones, darían un total de 42 generaciones, en vez de las 41 que aparecen en Mateo.  Esta aparente discrepancia se ha explicado de diversas maneras.  Algunos sugieren que el nombre de Jeconías debería contarse dos veces: como último nombre del segundo grupo, y como primer nombre del tercero.  Otros opinan que originalmente Mateo había colocado el nombre de Joacim entre el de Josías y el de Jeconías (ver com. vers. 11).

Hasta Cristo.- Literalmente "hasta el Cristo" (ver com. vers. 1). Mateo hace referencia a Cristo dentro de la perspectiva histórica como el Mesías de la profecía.

18. El nacimiento.- [El anuncio a José; su matrimonio, Mat. 1: 18-25. Ver el mapa p. 204.] Mateo sólo menciona algunas de las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús, las que eran necesarias para demostrar que su venida era el cumplimiento de las profecías del AT (vers. 22). En armonía con el propósito de su Evangelio, Mateo, a diferencia de Marcos y Lucas, omite muchos detalles de interés humano de la vida de Jesús a fin de concentrarse en las enseñanzas del Maestro (ver p. 181).

María su madre.- Jesús fue hecho "en semejanza de carne de pecado" (Rom. 8: 3).  María tenía tanta necesidad de ser salvada de sus pecados como cualquier otro descendiente de Adán (Rom. 3: 10, 23).  Hay "un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Tim. 2: 5).

Desposada... con José.- Es decir, "comprometida para casarse".  María y José vivían en Nazaret (Luc. 1: 26-27; 2: 4), "su ciudad" (Luc. 2: 39), aunque como descendientes de David, consideraban que Belén era la ciudad de su familia (ver DTG 47).  El hecho de que les resultó difícil encontrar alojamiento en Belén sugiere que en ese momento ninguno de ellos tenía allí parientes cercanos.  Tanto José como María eran de la casa y del linaje de David (Mat. 1: 20, Luc. 1: 26-27; 2: 4; ver com. Mat. 1: 16). 

Es probable que fueran miembros del pequeño círculo que estudiaba con afán las profecías y esperaba la venida del Mesías (DTG 29-31, 72-73).  

De ser así, sabiendo que el tiempo se acercaba, sin duda oraban para que Dios apresurara la venida del Prometido (cf. Luc. 2: 25-26, 38).  Al parecer, José era viudo cuando se casó con María.  Tenía al menos otros seis hijos (Mat. 12: 46; 13: 55-56; Mar. 6: 3; DTG 69-70, 288; se mencionan cuatro hermanos y un número no definido de hermanas), y es probable que todos fueran mayores que Jesús (DTG 65-66; ver com. Mat. 1: 25).

Antes que se juntasen.- Mateo ya ha indicado que José no era el padre de Jesús (vers. 16). Aquí confirma ese hecho. Durante el período de los esponsales, o del compromiso, los novios eran legalmente considerados como marido y mujer, aunque no vivían juntos (Deut. 22: 23-24). El compromiso matrimonial constituía una relación legal, un solemne convenio que sólo podía invalidarse por medios legales, es decir, mediante el divorcio (ver Mishnah, Gittin 8. 9; Kiddushin 3. 7. 8).

Que había concebido.- Ver com. Luc. 1: 26-38. El ángel había aparecido a María después de su compromiso (Luc. 1: 26-27), pero antes del momento de la concepción (Luc. 1: 31, 35). Al parecer, José no se enteró hasta más tarde de la visita del ángel a María. 

El ángel no se le apareció a José hasta después de que éste supo que María "había concebido" (Mat. 1: 18, 20).

Espíritu Santo.- El Espíritu Santo es el Instrumento por medio del cual se ejerce el poder creador y vivificador de Dios (cf. Gén. 1: 2; Job 33: 4; Juan 3: 3-8; Rom. 8: 11; etc.).  Lucas declara (Luc. 1: 35) con mayor claridad que Mateo cuál fue el papel del Espíritu Santo en el nacimiento de Jesús. Por obra del Espíritu Santo el "Verbo fue hecho carne" (Juan 1: 14), y el Hijo de María pudo llamarse "Hijo de Dios" (ver com. Luc. 1: 35).

A fin de no aceptar a Jesús como el Mesías, los judíos inventaron el cuento de que era hijo ilegítimo (Juan 8: 41; 9: 29).  Pero es digno de notarse que los más grandes eruditos judíos hoy reconocen que eso es puro invento.  Por ejemplo, José Klausner dice que "no tiene base histórica la tradición de que Jesús fue hijo ilegítimo" (Jesus of Nazareth, p. 36).

La encarnación de Jesús es un milagro sublime e insondable. Él era "en forma de Dios" (Fil. 2: 6; Juan 1: 2), era adorado por las huestes celestiales, y ocupaba el trono del universo.  Pero como Rey de gloria "prefirió devolver el cetro a las manos del Padre" (DTG 14) a fin de que fuera "por un poco inferior a los ángeles" (Heb. 2: 7-8, BJ), "semejante a los hombres" (Fil. 2: 7). Más tarde, recibiría de nuevo "toda potestad" (Mat. 28: 18), sería "entronizado en medio de la adoración de los ángeles" (HAp 31) y sería coronado de "gloria y de honra" (Heb. 2: 7; cf. Isa. 52: 13-15). Sin embargo, el misterio de la encarnación no es tan grande como el misterio del tierno amor que la originó (Juan 3: 16; Rom. 5: 8; Gál. 2: 20; 1 Juan 4: 9). El "misterio de la piedad" es el gran misterio de todos los tiempos (1 Tim. 3: 16; ver com. Fil. 2: 7-8; Nota Adicional de Juan 1).

19. Justo.- Gr. díkaios, palabra que sirve para describir a una persona correcta, que cumple con las reglas y las costumbres, o justa, es decir, que hace lo recto. En el NT la palabra díkaios se emplea a menudo en el sentido amplio de corresponder con la norma divina.  De este modo Zacarías y Elisabet (Luc. 1: 5-6), Simeón (Luc. 2: 25) y José de Arimatea (Luc. 23: 50) aparecen como personas justas (díkaios).  La esposa de Pilato designó a Jesús como "justo" (díkaios, Mat. 27: 19). Desde el punto de vista judío, un "justo" era aquel que observaba en forma estricta las leyes de Moisés y las tradiciones rabínicas.  Por eso, José pudo haberse preguntado si era moralmente correcto casarse con una persona que, al parecer, era adúltera.

No quería.- José mitigó su sentido de justicia con misericordia para con la supuesta culpable.  No deseaba que aumentaran la vergüenza y el bochorno de María.  La supuesta ofensa era contra él.  Legalmente, podía divorciarse de ella diciendo sencillamente que no le agradaba (Mat. 19: 3, 8; Mar. 10: 4), sin decir por qué razón lo hacía.

Infamarla.- El hecho de que José procurara evitarle a María la vergüenza de un juicio público, muestra su propia integridad como también su consideración por ella.

Quiso dejarla.- Es decir, divorciarse de ella. Desde el momento del compromiso o de los esponsales, ambas partes estaban legalmente unidas, y sólo podían separarse por un divorcio (ver com. cap. 1: 18; 5: 27).

20. Un ángel.- Es probable que este ángel fuera Gabriel, quien ya se le había aparecido a Zacarías (Luc. 1: 11,19) y a María (ver com. Luc. 1: 19). En sueños.- Lucas (cap. 1: 26-38) insinúa que el ángel se había aparecido a María en forma visible, no en sueño ni en visión, sino que se le presentó "en donde ella estaba" (Luc. 1: 28).  Pero a José, que meditaba angustiosamente en su problema, se le apareció en un sueño mientras dormía. Los sueños inspirados son una de las formas escogidas por Dios para revelar su voluntad a los hombres (Núm. 12: 6; Joel 2: 28; cf. Gén. 20: 3; 31: 11, 24; 41: 1; etc.).

Hijo de David.- Por supuesto, José sabía que era del linaje real.  Bien podría haber sido hasta heredero al trono de David, como tal vez podría indicarlo la genealogía de Mateo. 

No temas.- No debía vacilar ni poner en duda la virtud de María.  Como varón "justo" (vers. 19), José no debía temer que al tomar a María estuviera apartándose de lo correcto.  En verdad, Dios exigía este acto de fe.

Mujer.- Gr. gun', palabra que significa (1) mujer en general (cap. 9: 20; 13: 33; etc.), (2) esposa (cap. 14: 3; 18: 25), (3) una mujer desposada (Gén. 29: 21, LXX; Deut. 22: 23-24, LXX; cf. Apoc. 21: 9). Aquí se aplica evidentemente la tercera acepción.

21. Dará a luz.- El ángel no le dijo a José que su "mujer" le daría a luz un hijo a él, como le había dicho a Zacarías acerca de Juan (Luc. 1: 13).  Jesús había de nacer como "Hijo de Dios", no como hijo de José (Luc. 1: 35), pero desde el momento del nacimiento de Jesús, José debía ser para él como padre.  A semejanza de otros niños, Jesús se beneficiaría del compañerismo, de la conducción y de la protección de un padre.

Llamarás su nombre.- José había de tener el privilegio de ponerle nombre a su "Hijo", acto que solía considerarse como prerrogativa del padre (Luc. 1: 59-63).  María también había de participar en ese acto de ponerle nombre a Jesús (Luc. 1: 31).  A los niños judíos se les ponía oficialmente el nombre ocho días después de su nacimiento, cuando se celebraba el rito de la circuncisión (Luc. 2: 21).

Jesús.- Ver com. vers. 1. Salvará.- El nombre de Jesús significa "Jehová es salvación" (ver com. vers. 1).  La construcción griega es enfática, como si se deseara recalcar que él mismo es quien ha de salvar. Desde la antigüedad se había escuchado la promesa: "He aquí, vengo" (Sal. 40: 7; Zac. 2: 10; Heb. 10: 7).  Por siglos el pueblo judío -el pueblo de Dios- había esperado ansiosamente la venida de su Libertador.  Ahora, "cuando vino el cumplimiento del tiempo" (Gál. 4: 4) el destino señaló a Aquel en quien habían de cumplirse esas esperanzas.  Ver com. Juan 1: 14.

De sus pecados.- El pecado había encerrado a los hombres (Rom. 6: 16; 2 Ped. 2: 19) en su cárcel (Isa. 42: 7).  Cristo vino para quebrar las cadenas, abrir las puertas de la cárcel y libertar a los cautivos de su condena de muerte (Isa. 61: 1; Rom. 7: 24-25; Heb. 2: 15).  Vino a salvarnos de nuestros pecados, no en nuestros pecados.  Vino, no sólo para salvarnos de los pecados que ya hemos cometido, sino de nuestras tendencias inherentes que nos llevan al pecado (Rom. 7: 23-25; 1 Juan 1: 7, 9).  Vino a redimirnos de "toda iniquidad" (Tito 2: 14), en la cual está incluida toda tendencia al mal heredada y cultivada (DTG 625).

Cristo no vino a salvar a su pueblo del poder de Roma, como lo anhelaban los judíos, sino del poder de un enemigo mucho más formidable.  No vino a restaurar "el reino a Israel" (Hech. 1: 6), sino a restaurar el dominio de Dios en el corazón de los hombres (Luc. 17: 20-21). Cristo no vino principalmente a salvar a los hombres de la pobreza y de la injusticia social (Luc. 12: 13-15), como lo afirman hoy muchos apóstoles del evangelio social, sino del pecado, que es la causa fundamental de la pobreza y de la injusticia.

22. Todo esto aconteció.- Todos los aspectos importantes de la vida y de la misión de Jesús -su naturaleza, su nacimiento, los diversos acontecimientos de su vida, y sobre todo sus sufrimientos y su muerte- fueron predichos por los profetas de antaño (DTG 209, 759).  No sólo eso, sino que cada acto de su vida fue ejecutado en cumplimiento de un plan que existía desde la eternidad.  Antes de que Cristo viniera a la tierra, ese plata, con todos sus detalles, estaba delante de él, y cada acontecimiento tenía su hora señalada (DTG 120-121, 414-415; ver com. Deut. 18: 15; Luc. 2: 49).

Para que se cumpliese.- Esta expresión es característica de Mateo (cap. 2: 15, 17, 23; 4: 14; 8: 17; 12: 17; 13: 35; 21: 4; 26: 54, 56; 27: 9, 35).  La construcción griega que se emplea aquí podría indicar propósito o simplemente resultado.  Por lo tanto, podría traducirse "a fin de que se cumpliese" o "por esto se cumplió".  Mateo emplea esta construcción en ambas maneras; y en cada caso el contexto debe determinar la traducción.  

Las predicciones acerca de Cristo habían sido hechas en forma sobrenatural; su cumplimiento ocurrió mayormente en forma natural, hasta donde pudieran ver los hombres, pero siempre por medio de acontecimientos ordenados por el que "gobierna el reino de los hombres" (Dan. 4: 17; DTG 120-121; ver com. Luc. 2: 49). 

Ciertas cosas ocurrieron, no a fin de cumplir la profecía, sino en cumplimiento de la profecía.  Por esto, la declaración de Mateo "para que se cumpliese" se debería traducir mejor "en cumplimiento de" (ver com. Deut. 18: 15).

23. Una virgen.- Literalmente, "la virgen". En forma directa e indirecta Mateo y Lucas proporcionan la evidencia que confirma la verdad del nacimiento virginal. (1) Ambos afirman que Jesús nació del Espíritu Santo (Mat. 1: 18, 20; Luc. 1: 35). (2) Declaran que María había de dar a luz un hijo que no sería el hijo de José (ver com. Mat. 1: 21), sino el Hijo de Dios (Luc. 1: 35). (3) María permaneció virgen "hasta que dio a luz" a Jesús (Mat. 1:25). (4) María le afirmó al ángel que era virgen (Luc. 1: 34).  Por todo esto se da testimonio pleno del nacimiento virginal de Jesús.  Aun sin que se tome en cuenta la palabra "virgen", podría probarse la virginidad de María aunque Mateo nunca hubiera empleado esa palabra en este contexto.

Mateo y Lucas, escribiendo bajo la dirección divina, no hubieran narrado el relato del nacimiento virginal si no hubiera sido verídico.  Bien sabían cómo los dirigentes judíos se habían burlado de Jesús por causa de las misteriosas circunstancias que rodeaban su nacimiento, y comprendían que al repetir el relato estaban proporcionando a sus críticos más oportunidad de ridiculizar la narración (ver DTG 662).

No hay duda de que aquí Mateo emplea la palabra "virgen" en el sentido estricto del término, para referirse a María como una joven casta y soltera. Ver com. Isa. 7: 14 donde se trata la objeción de que la profecía de Isaías sólo tenía aplicación local en tiempos del profeta.  Bajo la conducción del Espíritu Santo, Mateo aplica la predicción de Isaías a Cristo, y al hacerlo emplea la palabra parthenós, que significa estrictamente "virgen" y ninguna otra cosa.  El problema de Isa. 7: 14 se estudia detalladamente en Problems in Bible Translation, pp. 151-169.

Puesto que rechazan todos los milagros, los modernos críticos de la Biblia suelen desechar la idea de que pudo haber sido un nacimiento virginal, por considerarla indigna de una mente esclarecida.  Dirigen la atención al hecho de que, de todos los autores del NT, sólo Mateo y Lucas mencionan la forma de la concepción.  Hacen notar que ni Marcos, quizá el primero de los evangelistas, ni Juan, quien escribió para confirmar la divinidad de Jesús, ni Pablo, el gran teólogo del NT, hacen alusión al asunto.  Los críticos llegan a la conclusión de que Marcos nada sabía de la virginidad de María y que Juan y Pablo consideraron que era una idea tan fantástica que no valía la pena mencionarla.

Todos estos argumentos basados en el silencio, nada prueban. Mateo y Lucas se refieren a la virginidad de María como a un detalle del relato del nacimiento, y puesto que ni Marcos ni Juan registran esa narración, no tienen por qué referirse a este detalle específico. Lo mismo ocurre con Pablo, quien hace resaltar la encarnación, la unión de lo divino con lo humano, como el gran hecho céntrico implícito en el nacimiento de Jesús. En cierto sentido, el nacimiento virginal es sólo incidental frente a la verdad mayor, pues fue el medio por el cual se realizó la encarnación. El concepto paulino de la deidad de Jesucristo armoniza perfectamente con el nacimiento virginal (Fil. 2: 6-8; Col. 1: 16; Heb. 1: 1-9; etc.). Fuera de la encarnación, la crucifixión y la resurrección, Pablo no dice casi nada acerca de detalles de la vida de nuestro Señor. Trata esos tres acontecimientos sencillamente como hechos históricos.

Los críticos destacan que los paganos atribuían la grandeza de hombres como Alejandro, Pitágoras, Platón y Augusto César al supuesto hecho de que descendían de los dioses y a un supuesto nacimiento virginal. Pero este argumento no tiene mayor valor que si se dijera que la existencia de monedas falsas y las falsificaciones de las grandes obras maestras del arte pictórico, prueban que no hay monedas ni cuadros genuinos.

Si las afirmaciones de Mateo y de Lucas en cuanto al nacimiento virginal han de desecharse como inverosímiles, porque la verdad allí expresada trasciende el conocimiento y la experiencia del hombre, muchos otros pasajes de los Evangelios deben descartarse sobre la misma base. Si se coloca la mente humana como norma para determinar la veracidad de las Escrituras, la Biblia deja de ser la Palabra de Dios para el hombre y se transforma en un documento meramente humano.

No debería olvidarse que todo el plan de salvación es un milagro, un "misterio" (Rom. 16: 25; Efe. 1: 9; 3: 9; Col. 1: 27; 2: 2; Apoc. 10: 7).  En primer lugar, es un misterio que Dios pueda amar a los pecadores (Juan 3: 16; Rom. 5: 8). Así también es un misterio que la sabiduría infinita pudiera formular un plan por el cual la misericordia pudiera combinarse con la justicia (Sal. 85: 10) a fin de poder responder a las justas exigencias de la santa ley de Dios y al mismo tiempo salvar al pecador del castigo que merece por haber quebrantado esa ley (Juan 3: 16; Rom. 6: 23).  Es un milagro que el hombre, que por naturaleza está enemistado con Dios (Rom. 8: 7), pueda llegar a vivir en paz con el Señor (Rom. 5: 1).  Es un milagro que Cristo pueda librar del reinado del pecado y de la muerte a una persona inclinada a hacer lo malo (Rom. 7: 24; 8: 1-2), y la capacite para vivir una vida perfecta en armonía con el carácter divino (Rom. 8: 3-4).  Es un milagro que una persona pueda nacer de nuevo (Juan 3: 3-9), que un hombre imperfecto (Rom. 3: 23) pueda ser transformado (Rom. 12: 2) por la gracia de Cristo en tan hombre perfecto (Mat. 5: 48) y se convierta en hijo de Dios (1 Juan 3: 1-3).  El nacimiento virginal, la vida perfecta, la muerte vicaria y la gloriosa resurrección de Jesús son misterios para la mente humana.  La religión cristiana no pide disculpas por los grandes misterios del plan de la salvación, porque el amor redentor de Dios es en sí mismo el mayor de todos los misterios.

La encarnación del Hijo de Dios es el hecho culminante de todos los tiempos, la piedra angular de la fe cristiana.  Pero sin el nacimiento virginal no podría haber verdadera encarnación, y sin la encarnación y el nacimiento virginal la Biblia se convertiría en mera fábula y leyenda, el cristianismo no sería más que un engaño piadoso, y la salvación sería un espejismo decepcionante. Ver Nota Adicional com.  Juan 1.

Concebirá.- Por acción del Espíritu Santo, como también lo dice Lucas (cap. 1: 35). "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo" (Gál. 4: 4), después de haberle preparado un cuerpo (Heb. 10: 5).

Emanuel.- La transliteración griega del Heb. 'immanu'el quiere decir "con nosotros Dios".  

El Hijo de Dios no sólo vino a vivir entre nosotros, sino a identificarse con la familia humana (Juan 1: 1-3, 14; Rom. 8: 1-4; Fil. 2: 6-8; Heb. 2: 16-17; DTG 14-15; ver Nota Adicional com. Juan 1; com. Juan 1: 1-3, 14). "Emanuel" no era tanto un nombre personal sino un título empleado para describir la misión de Cristo (cf.  Isa. 9: 6-7; 1 Cor. 10: 4).

24. Recibió a su mujer.- Cf. vers. 18, 20. Cuando Dios habló, José actuó sin duda ni demora.  Se ve en este aspecto del carácter de José, más que en cualquier otro, la razón por la cual estaba preparado para ser el protector terrenal de María y de su hijo Jesús. Al llevar a María a su casa, José actuó por fe. Un acontecimiento como el que le había anunciado el ángel no era conocido en los anales de la experiencia humana, pero José creyó que "para Dios todo es posible" (Mat. 19: 26; cf. Gén. 18: 14; Job 42: 2; Jer. 32: 17; Zac. 4: 6; Luc. 1: 37; Rom. 4: 21).

El papel de José fue humilde, pero indispensable, y su pronto cumplimiento de las órdenes del ángel fue de gran importancia, tanto para María como para la opinión pública.

25. No la conoció.- La forma verbal en el griego no concuerda con la tradición católica de que María fue siempre virgen, porque implica que la virginidad de María sólo duró hasta el nacimiento de Jesús.  Por otra parte, la palabra que se traduce como "hasta que" (Gr. héÇs) no es definitiva, ni en favor, ni en contra de la virginidad perpetua.  El significado más natural del vers. 25 es que, aunque María no vivió con José como esposa de él hasta el nacimiento de Jesús, lo hizo posteriormente.  Comparar esto con el uso de la palabra héos en la LXX de Gén. 8: 7. 1 Sam. 15: 35; 2 Sam. 6: 23 y Mat. 5: 26; 12: 20; 18: 30; 22: 44.  

Jesús tenía hermanos y hermanas, pero, al parecer, al menos los hermanos eran mayores que Jesús, y por lo tanto eran hijos de José de un matrimonio anterior (ver com. Mat. 12: 46).  El hecho de que Jesús encomendara a su madre al cuidado de Juan (Juan 19: 29) podría indicar que María no tenía otros hijos.  Por otra parte, bien podría haber tenido hijos que no estaban en condiciones de atenderla o que no hubieran simpatizado ni con ella ni con Jesús (ver com.  Mat. 1: 18).

Su hijo primogénito.- La evidencia textual tiende a confirmar (p. 147) la omisión de la palabra "primogénito".  Sin embargo, esta omisión no afecta en nada la seguridad de que Jesús fue el primogénito de María, porque los mismos manuscritos que aquí omiten la palabra "primogénito" la emplean en Luc. 2: 7.

Entre los judíos con frecuencia se empleaba la palabra "primogénito" con un sentido técnico y legal.  Como resultado de la liberación de los primogénitos de Israel de la plaga egipcia, Dios declaró que todos los varones primogénitos de Israel eran suyos (Exo. 13: 2; Núm. 3: 13).  En el Sinaí la tribu de Leví fue aceptada para servir en el santuario en lugar de los primogénitos de todas las tribus, pero el Señor exigió que todo hijo primogénito fuera redimido (Núm. 3: 45-46).  Literalmente, el primogénito podía también ser un hijo único.

Le puso por nombre Jesús.- Se les ponía nombre en forma oficial a los niños a los ocho días de haber nacido (Luc. 2: 21).  Sin duda, en ese momento Jesús fue anotado como hijo de María y de José (ver com. Mat. 1: 1). 5CBA

COMENTARIOS EGW

21. El Señor de la vida y la gloria no consultó su conveniencia o placer cuando dejó su puesto y elevada jerarquía para venir a ser varón de dolores y experimentado en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al hombre de las consecuencias de su desobediencia.  Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados.  El hombre ha de abandonar el error de sus caminos, seguir el ejemplo de Cristo, tomar su cruz y seguirlo, negándose a sí mismo y obedeciendo a Dios a todo costo. 1JT 500

23. "Y SERÁ llamado su nombre Emmanuel; . . . Dios con nosotros." Mat. 1:23. "La luz del conocimiento de la gloria de Dios," se ve "en el rostro de Jesucristo." Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre; era "la imagen de Dios," la imagen de su grandeza y majestad, "el resplandor de su gloria." Vino a nuestro mundo para manifestar esta gloria. Vino a esta tierra obscurecida por el pecado para revelar la luz del amor de Dios, para ser "Dios con nosotros." Por lo tanto, fue profetizado de él: "Y será llamado su nombre Emmanuel." Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: "Yo les he manifestado tu nombre"- "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad, "-"para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos." Pero no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación.

Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual "desean mirar los ángeles," y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que "no busca lo suyo" tiene su fuente en el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre. Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fue Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano la que colgó los mundos en el espacio, 12 y modeló las flores del campo. El "asienta las montañas con su fortaleza," "suyo es el mar, pues que él lo hizo." (Salmos 65:6; 95:5 VM).

Fue él quien llenó la tierra de hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo, escribió el mensaje del amor del Padre. Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aun ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelencia. Fuera del egoísta corazón humano, no hay nada que viva para sí. No hay ningún pájaro que surca el aire, ningún animal que se mueve en el suelo, que no sirva a alguna otra vida. No hay siquiera una hoja del bosque, ni una humilde brizna de hierba que no tenga su utilidad. Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse ni el hombre ni los animales; y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol y del arbusto y de la hoja. Las flores exhalan fragancia y ostentan su belleza para beneficio del mundo. 

El sol derrama su luz para alegrar mil mundos. El océano, origen de todos nuestros manantiales y fuentes, recibe las corrientes de todas las tierras, pero recibe para dar. Las neblinas que ascienden de su seno, riegan la tierra, para que produzca y florezca. Los ángeles de gloria hallan su gozo en dar, dar amor y cuidado incansable a las almas que están caídas y destituidas de santidad. Los seres celestiales desean ganar el corazón de los hombres; traen a este obscuro mundo luz de los atrios celestiales; por un ministerio amable y paciente, obran sobre el espíritu humano, para poner a los perdidos en una comunión con Cristo aún más íntima que la que ellos mismos pueden conocer. Pero apartándonos de todas las representaciones menores, contemplamos a Dios en Jesús. Mirando a Jesús, vemos que la gloria de nuestro Dios consiste en dar. "Nada hago de mí mismo," dijo Cristo; "me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre." "No busco mi gloria," sino la gloria del que me envió. (Juan 8:28; 6:57; 8:50; 7:18.

*Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a "Dios con nosotros." Satanás representa la divina ley de amor como una ley de egoísmo. Declara que nos es imposible obedecer sus preceptos. Imputa al Creador la caída de nuestros primeros padres, con toda la miseria que ha provocado, e induce a los hombres a considerar a Dios como autor del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Jesús había de desenmascarar este engaño. Como uno de nosotros, había de dar un ejemplo de obediencia. Para esto tomó sobre sí nuestra naturaleza, y pasó por nuestras vicisitudes. "Por lo cual convenía que en todo fuese semejado a sus hermanos." 

Si tuviésemos que soportar algo que Jesús no soportó, en este detalle Satanás representaría el poder de Dios como insuficiente para nosotros. Por lo tanto, Jesús fue "tentado 16 en todo punto, así como nosotros."* (Hebreos 2:17; 4:15). Soportó toda prueba a la cual estemos sujetos. Y no ejerció en favor suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente. Como hombre, hizo frente a la tentación, y venció en la fuerza que Dios le daba. El dice: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón."* (Salmos 40:8). En los siglos venideros," él revelará "la soberana 18 riqueza de su gracia, en su bondad para con nosotros en Jesucristo." "A fin de que . . . sea dado a conocer a las potestades y a las autoridades en las regiones celestiales, la multiforme sabiduría de Dios, de conformidad con el propósito eterno que se había propuesto en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Efesios 2:17; 3:10,11).

Por medio de la obra redentora de Cristo, el gobierno de Dios queda justificado. El Omnipotente es dado a conocer como el Dios de amor. Las acusaciones de Satanás quedan refutadas y su carácter desenmascarado. La rebelión no podrá nunca volverse a levantar. El pecado no podrá nunca volver a entrar en el universo. A través de las edades eternas, todos estarán seguros contra la apostasía. Por el sacrificio abnegado del amor, los habitantes de la tierra y del cielo quedarán ligados a su Creador con vínculos de unión indisoluble. La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no sólo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo, que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios con los hombres, "morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos." Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por su Don inefable: Emmanuel; "Dios con nosotros." DTG

*"Porque ejemplo os he dado -dijo a los discípulos-, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis".  "Así como yo he guardado los mandamientos de mi padre". *Juan 13:15; 15:10. Así, las palabras de Cristo tuvieron en su vida una ilustración y un apoyo perfectas.  Y más aún, él era 79 lo que enseñaba.  Sus palabras no sólo eran la expresión de la experiencia de su propia vida, sino de su propio carácter.  No sólo enseñó la verdad; él era la verdad.  Eso fue lo que dio poder a su enseñanza.

Cristo reprendía fielmente.  Nunca vivió otro que odiara tanto el mal, ni cuyas acusaciones fuesen tan terribles.  Su misma presencia era un reproche para todo lo falso y lo bajo.  A la luz de su pureza, los hombres velan que eran impuros, y que el propósito de su vida era despreciable y falso.  Sin embargo, él los atraía.  El que había creado al hombre, apreciaba el valor de la humanidad.  Delataba al mal como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar.  En todo ser humano, cualquiera fuera el nivel al cual hubiese caído, veía a un hijo de Dios, que podía recobrar el privilegio de su relación divina.

"Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". *Juan 3:17. Al contemplar a los hombres sumidos en el sufrimiento y la degradación, Cristo percibió que, donde sólo se veía desesperación y ruina, había motivos de esperanza.  Dondequiera existiera una sensación de necesidad, él veía una oportunidad de elevación.  Respondía a las almas tentadas, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con acusación, sino con bendición… Ed 78,79

Ministerio Hno. Pio