Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo;
delicias a tu diestra para siempre. Salmo 16:11.
Este mundo es nuestra escuela, una escuela de
disciplina y preparación. Estamos aquí para formar
caracteres semejantes al de Cristo, y para
adquirir los hábitos y el idioma de la vida superior.
Las
influencias que se oponen al bien abundan en todos lados.
La evolución del pecado ha llegado a
tales niveles de
abundancia y profundidad, y ha llegado a ser tan abominable para
Dios, que pronto se levantará en su majestad para sacudir terriblemente
la tierra.
Tan astutos son los
planes del enemigo, tan aparentemente correctos los resultados que producen, que los débiles en la fe no pueden discernir sus engaños. Caen en las
trampas preparadas por Satanás, quien obra por
medio de instrumentos humanos para engañar, si
fuere posible, aun a los
escogidos.
Solamente los que están íntimamente relacionados con Dios serán capaces de descubrir las falsedades y las intrigas del enemigo.—Cada Día con Dios 96.
En este mundo hay sólo dos clases: los que sirven a Dios, y los que están bajo el negro
estandarte del príncipe de las tinieblas.
Mientras
estén en este mundo, los que
entren por las puertas de la ciudad de Dios deben vivir unidos a Cristo.
Los principios del gobierno divino, los únicos que perdurarán de eternidad a eternidad, deben ser seguidos por los que buscan entrar en el reino de los cielos. La línea de
demarcación entre los que sirven a Dios y los que no lo
sirven debe mantenerse clara e
inconfundible.
Permitamos que Dios controle nuestra mente. No digamos ni hagamos nada que desvíe a un semejante del camino recto.
Me siento …triste al pensar cuán pocos han
experimentado la profunda bendición de estar en comunión con un
Salvador que ha resucitado y ha ascendido al cielo.
Los hombres y las mujeres del mundo luchan por la supremacía.
Los seguidores de Dios nunca pierden de vista a Cristo, y preguntan: “¿Es éste el camino del Señor?”
Un santo anhelo
de vivir la vida de Cristo debe llenar nuestro corazón. En Jesús reside la plenitud de la Deidad corporalmente. Colosenses
2:9. En
él están escondidos todos los tesoros de la
sabiduría y el conocimiento.
¡Oh, si nuestros hermanos pudiesen comprender las ventajas que tendrían si miraran siempre a Jesús!... Él es nuestro Alfa y Omega.
Al ponernos íntimamente a su lado y al mantener comunión con él, llegaremos a ser semejantes a él. Por medio del poder transformador del Espíritu de Cristo, cambia nuestro corazón y nuestra vida.
(Australasian) Union Conference Record, 1 de febrero
de 1904. [208]