Yo estoy afligido y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tú; oh Jehová, no te detengas. Salmos 70:5.
¿Qué sería del universo si por un instante Dios dejara de sostenerlo? ¿Qué cataclismo universal ocurriría si el Señor se olvidara de su creación? Sin embargo, cuando el dolor visita al ser humano, el primer pensamiento que sube a la mente es que Dios lo abandonó y que no se acuerda de sus promesas. El mismo salmista dice con vehemencia: “No te detengas”. No tenía la mínima idea de la tragedia que acontecería si el Señor se detuviera.
Cuando el Señor estaba en esta tierra, dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. *
Dios nunca para, nunca se detiene, jamás ignora lo que le pasa a sus hijos. Su trabajo es diario. Protege y libra. Sus ojos, siempre vigilantes, siguen los pasos de cada ser humano, listo para socorrer. El versículo de hoy muestra el secreto de disfrutar del cuidado de Dios. Reconocer que tú eres “afligido y menesteroso”. Porque Dios no puede hacer mucho por el que dice: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”. **
La suficiencia propia es una barrera infranqueable entre la criatura y el Creador. El humanismo de nuestros días es atrevido e impide que las bendiciones de Dios nos alcancen. El camino más corto para llegar al trono de la gracia divina, es reconocer: Yo soy un pecador. Nada hay bueno en mi, vengo a ti sin nada y necesitado, haz por mí lo que yo no puedo hacer con mis propias fuerzas”.
¿Cómo anda tu vida financiera, familiar, profesional o espiritual? ¿Luchaste por ti mismo tratando de recuperar el control de la situación, pero parece que no funciona? “Yo estoy afligido y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios, ayuda mía y mi libertador eres tú; oh Jehová, no te detengas”.
Pr. A. Bullón