PENTECOSTÉS.
CUANDO
LOS DISCÍPULOS VOLVIERON DEL OLIVAR A JERUSALÉN, la gente los miraba,
esperando ver en sus rostros expresiones de tristeza, confusión y chasco; pero
vieron alegría y triunfo. Los discípulos no lloraban ahora esperanzas
frustradas. Habían visto al Salvador resucitado, y las palabras de su promesa
de despedida repercutían constantemente en sus oídos.
En
Obediencia A La Orden De Cristo, Aguardaron En Jerusalén La Promesa Del Padre,
El Derramamiento Del Espíritu. No aguardaron ociosos. El relato dice que
estaban "de continuo en el templo, alabando y bendiciendo a Dios." También
se reunieron para presentar sus pedidos al Padre en el nombre de Jesús. Sabían
que tenían un Representante en el cielo, un Abogado ante el trono de Dios. Con
solemne temor reverente se postraron en oración, repitiendo las palabras
impregnadas de seguridad: "Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os
lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre: pedid y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido." (Juan 16:23,24.) Extendían más y más la
mano de la fe, con el poderoso argumento: "Cristo es el que murió; más
aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que
también intercede por nosotros." (Rom. 8:34.)
MIENTRAS LOS DISCÍPULOS Esperaban El
Cumplimiento De La Promesa, humillaron sus corazones con verdadero
arrepentimiento, y confesaron su incredulidad. Al recordar las palabras que
Cristo les había hablado antes de su muerte, entendieron más plenamente su
significado.
FUERON
TRAÍDAS DE NUEVO A SU MEMORIA VERDADES QUE HABÍAN OLVIDADO, y las
repetían unos a 30
otros.
Se reprocharon a sí mismos el haber comprendido tan mal al Salvador. Como en
procesión, pasó delante de ellos una escena tras otra de su maravillosa vida. Cuando
meditaban en su vida pura y santa, sentían que no habría trabajo demasiado
duro, ni sacrificio demasiado grande, si tan sólo pudiesen ellos atestiguar con
su vida la belleza del carácter de Cristo. ¡Oh, si tan sólo pudieran vivir de
nuevo los tres años pasados, pensaban ellos, de cuán diferente modo
procederían! Si sólo pudieran ver al Señor de nuevo, cuán fervorosamente
tratarían de mostrar la profundidad de su amor y la sinceridad de la tristeza
que sentían por haberle apenado con palabras o actos de incredulidad. Pero se
consolaron con el pensamiento de que estaban perdonados. Y resolvieron que,
hasta donde fuese posible, expiarían su incredulidad confesándolo valientemente
delante del mundo.
LOS
DISCÍPULOS ORARON Con Intenso Fervor Pidiendo Capacidad Para Encontrarse Con
Los Hombres,
y
en su trato diario hablar palabras que pudieran guiar a los pecadores a Cristo.
Poniendo aparte toda diferencia, todo deseo de supremacía, se unieron en
estrecho compañerismo cristiano. Se acercaron más y más a Dios, y al hacer
esto, comprendieron cuán grande privilegio habían tenido al poder asociarse tan
estrechamente con Cristo.
LA TRISTEZA LLENÓ SUS CORAZONES al
pensar en cuántas veces le habían apenado por su tardo entendimiento y su
incomprensión de las lecciones que, para el bien de ellos, estaba procurando
enseñarles.
ESTOS
DÍAS DE PREPARACIÓN FUERON DÍAS DE PROFUNDO ESCUDRIÑAMIENTO DEL CORAZÓN. Los
discípulos sentían su necesidad espiritual, y clamaban al Señor por la santa
unción que los había de hacer idóneos para la obra de salvar almas. No pedían
una bendición simplemente para sí. Estaban abrumados por la preocupación de
salvar almas. Comprendían que el Evangelio había de proclamarse al mundo, y
demandaban el poder que Cristo había prometido.
DURANTE LA ERA PATRIARCAL, la
influencia del Espíritu Santo se 31
había revelado a menudo en forma señalada, pero nunca en su plenitud.
AHORA, EN OBEDIENCIA a la palabra del
Salvador, los discípulos ofrecieron sus súplicas por este don, Y EN EL CIELO
CRISTO añadió su intercesión. Reclamó el don del Espíritu, para poderlo
derramar sobre su pueblo.
*"Y COMO SE CUMPLIERON
LOS DÍAS DE PENTECOSTÉS, estaban todos unánimes juntos; y de repente vino un
estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la
casa donde estaban sentados."
Sobre los discípulos que
esperaban y oraban vino el Espíritu con una plenitud que alcanzó a todo
corazón. El Ser Infinito se reveló con poder a su iglesia.
Era como si durante
siglos esta influencia hubiera estado restringida, y ahora el Cielo se regocijará
en poder derramar sobre la iglesia las riquezas de la gracia del Espíritu.
Y
bajo la influencia del Espíritu, las palabras de arrepentimiento y confesión se
mezclaban con cantos de alabanza por el perdón de los pecados.
Se oían
palabras de agradecimiento y de profecía. Todo el Cielo se inclinó para
contemplar y adorar la sabiduría del incomparable e incomprensible amor.
Extasiados de asombro, los apóstoles exclamaron: "En esto consiste el
amor." Se asieron del don impartido. ¿Y qué siguió? La espada del
Espíritu, recién afilada con el poder y bañada en los rayos del cielo, se abrió
paso a través de la incredulidad. Miles se convirtieron en un día. "Es
necesario que yo vaya había dicho Cristo a sus discípulos; porque si yo no
fuese, el Consolador no vendría a vosotros; más si yo fuere, os le
enviaré." "Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará
a toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que han de venir." (Juan 16:7,13.)
LA ASCENSIÓN DE CRISTO AL
CIELO Fue La Señal De Que Sus Seguidores Iban A Recibir La Bendición Prometida. Habían de esperarla antes
de empezar a hacer su obra. Cuando Cristo entró por los portales celestiales,
fue entronizado en medio de la adoración de los ángeles. Tan pronto como esta
ceremonia hubo 32 terminado, el Espíritu Santo
descendió sobre los discípulos en abundantes raudales, y Cristo fue de veras
glorificado con la misma gloria que había tenido con el Padre, desde toda la
eternidad.
EL DERRAMAMIENTO PENTECOSTAL era la comunicación del
Cielo de que el Redentor había iniciado su ministerio celestial. De acuerdo con
su promesa, había enviado el Espíritu Santo del cielo a sus seguidores como
prueba de que, como sacerdote y rey, había recibido toda autoridad en el cielo
y en la tierra, y era el Ungido sobre su pueblo.
*"Y SE LES APARECIERON LENGUAS REPARTIDAS, Como De Fuego, Que
Se Asentó Sobre Cada Uno De Ellos. Y Fueron Todos Llenos Del Espíritu Santo, Y
Comenzaron A Hablar En Otras Lenguas, Como El Espíritu Les Daba Que
Hablasen."
El Espíritu Santo,
asumiendo la forma de lenguas de fuego, descansó sobre los que estaban
congregados. Esto era un emblema del don entonces concedido a los discípulos,
que los habilitaba para hablar con facilidad idiomas antes desconocidos para
ellos. La apariencia de fuego significaba el celo ferviente con que los
apóstoles iban a trabajar, y el poder que iba a acompañar su obra.
"Moraban
entonces en Jerusalén Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo
del cielo."
DURANTE
LA DISPERSIÓN, los judíos habían sido esparcidos a casi todos los
lugares del mundo habitado, y en su destierro habían aprendido a hablar varios
idiomas. Muchos de estos judíos estaban en esta ocasión en Jerusalén,
asistiendo a las festividades religiosas que se celebraban. Toda lengua
conocida estaba representada por la multitud reunida. Esta diversidad de
idiomas hubiera representado un gran obstáculo para la proclamación del
Evangelio; por lo tanto Dios suplió de una manera milagrosa la deficiencia de
los apóstoles. El Espíritu Santo hizo por ellos lo que los discípulos no
hubieran podido llevar a cabo en todo el curso de su vida.
Ellos podían ahora
proclamar las verdades del Evangelio extensamente, pues hablaban con corrección
los idiomas de aquellos por quienes trabajaban. Este don milagroso era una
evidencia poderosa para el mundo de que la 33 comisión de ellos llevaba el sello
del cielo. Desde entonces en adelante,
el habla de los discípulos fue pura, sencilla y correcta, ya hablaran en su
idioma nativo o en idioma extranjero.
*"Y HECHO ESTE
ESTRUENDO, JUNTÓSE LA MULTITUD; y estaban confusos, porque cada uno les oía
hablar su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí
¿no son Galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar
cada uno en nuestra lengua en que somos nacidos?"
Los sacerdotes y
gobernantes se enfurecieron grandemente al ver esta manifestación maravillosa,
pero no se atrevían a ceder a su malicia, por temor a exponerse a la violencia
del pueblo. Habían dado muerte al Nazareno; pero allí estaban sus siervos,
hombres indoctos de Galilea, contando en todos los idiomas entonces hablados,
la historia de su vida y ministerio.
LOS
SACERDOTES, resueltos
a explicar de alguna manera natural el poder milagroso de los discípulos,
declararon que estaban borrachos, por haber bebido demasiado vino nuevo
preparado para la fiesta. Algunos de los más ignorantes del pueblo presente
aceptaron como cierta esta sugestión, pero los más inteligentes sabían que era
falsa; los que entendían las diferentes lenguas daban testimonio de la
corrección con que estas lenguas eran usadas por los discípulos.
EN RESPUESTA A La Acusación De Los Sacerdotes, Pedro Expuso Que
Esta Demostración Era El Cumplimiento Directo De La Profecía De Joel, En La
Cual Predijo Que Tal Poder Vendría Sobre Los Hombres A Fin De Capacitarlos Para
Una Obra Especial. "Varones Judíos, y todos los que habitáis en
Jerusalén dijo él, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no
están borrachos, como vosotros pensáis, siendo la hora tercia del día; mas esto
es lo que fue dicho por el profeta Joel: Y será en los postreros días, dice
Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán; y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos
soñarán sueños: y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos
días derramaré mi Espíritu, y profetizarán." 34
Con claridad y poder
Pedro dio testimonio de la muerte y resurrección de Cristo: "Varones
Israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre
vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de
vosotros, como también vosotros sabéis; a éste . . . prendisteis y matasteis
por manos de los inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los
dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido por ella."
PEDRO NO SE REFIRIÓ A LAS ENSEÑANZAS DE CRISTO para
probar su aserto, porque sabía que el prejuicio de sus oyentes era tan grande
que sus palabras a ese respecto no surtirían efecto. En lugar de ello, les
habló de David, a quien consideraban los judíos como uno de los patriarcas de
su nación. "David dice de él declaró: Veía al Señor siempre delante de
mí: porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se
alegró, y gozóse mi lengua; y aún mi carne descansará en esperanza; que no dejarás
mi alma en el infierno, ni darás a tu Santo que vea corrupción. . . "Varones
hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fue
sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy." "Habló
de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su
carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros
somos testigos."
LA
ESCENA ESTÁ LLENA DE INTERÉS. El pueblo acude de todas direcciones para
oír a los discípulos testificar de la verdad como es en Jesús. Se agolpa, llena
el templo.
LOS
SACERDOTES Y GOBERNANTES ESTÁN ALLÍ, con el obscuro ceño de la malignidad
todavía en el rostro, con el corazón aún lleno de odio contra Cristo, con las
manos manchadas por la sangre derramada cuando crucificaron al Redentor del
mundo. Ellos habían pensado encontrar a los apóstoles acobardados de temor bajo
la fuerte mano de la opresión y el asesinato, pero los hallaron por encima de
todo temor, llenos del Espíritu, proclamando con poder la divinidad de Jesús de
Nazaret. Los 35 oyeron
declarar con intrepidez que Aquel que había sido recientemente humillado,
escarnecido, herido por manos crueles, y crucificado, era el Príncipe de la
vida, exaltado ahora a la diestra de Dios.
ALGUNOS
DE LOS QUE ESCUCHABAN A LOS APÓSTOLES HABÍAN
TOMADO PARTE ACTIVA EN LA CONDENACIÓN Y MUERTE DE CRISTO. Sus voces se
habían mezclado con las del populacho en demanda de su crucifixión. Cuando
Jesús y Barrabás fueron colocados delante de ellos en la sala del juicio, y
Pilato preguntó: "¿Cuál queréis que os suelte?" ellos habían gritado:
"No a éste, sino a Barrabás." (Mat. 27:17; Juan 18:40.) Cuando Pilato
les entregó a Cristo, diciendo: "Tomadle vosotros, y crucificadle; porque
yo no hallo en él crimen;" "inocente soy de la sangre de este
justo," ellos habían gritado: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre
nuestros hijos." (Juan 19:6; Mat. 27:24, 25.)
AHORA OÍAN A LOS DISCÍPULOS DECLARAR QUE ERA EL HIJO DE DIOS EL QUE
HABÍA SIDO CRUCIFICADO. Los sacerdotes y gobernantes
temblaban. La convicción y la angustia se apoderaron del pueblo. "Entonces
oído esto, fueron compungidos de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?" Entre los que
escucharon a los discípulos, había judíos devotos, que eran sinceros en su
creencia. El poder que acompañaba a las palabras del orador los convenció de
que Jesús era en verdad el Mesías. "Y
Pedro les dice: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque
para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare."
PEDRO INSISTIÓ ANTE EL CONVICTO PUEBLO En El Hecho De Que Habían
Rechazado A Cristo Porque Habían Sido Engañados Por Los Sacerdotes Y
Gobernantes; y en que si continuaban dependiendo del consejo de esos hombres
y esperando que reconocieran a Cristo antes de reconocerlo ellos mismos, jamás
le aceptarían. Esos hombres poderosos, aunque hacían profesión 36 de piedad, ambicionaban las
glorias y riquezas terrenales. No estaban dispuestos a acudir a Cristo para
recibir luz.
Bajo la
influencia de esta iluminación celestial, las escrituras que Cristo había
explicado a los discípulos resaltaron delante de ellos con el brillo de la
verdad perfecta. El velo que les había impedido ver hasta el extremo de lo que
había sido abolido, fue quitado ahora, y comprendieron con perfecta claridad el
objeto de la misión de Cristo y la naturaleza de su reino. Podían hablar con
poder del Salvador; y mientras exponían a sus oyentes el plan de la salvación,
muchos quedaron convictos y convencidos.
LAS TRADICIONES Y
SUPERSTICIONES Inculcadas Por Los Sacerdotes Fueron Barridas De Sus Mentes, Y
Las Enseñanzas Del Salvador Fueron Aceptadas.
"Así que, los que
recibieron su palabra, fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día
como tres mil personas."
LOS
DIRIGENTES JUDÍOS HABÍAN SUPUESTO QUE LA OBRA DE CRISTO TERMINARÍA CON SU
MUERTE;
pero en vez de eso fueron testigos de las maravillosas escenas del día de
Pentecostés. Oyeron a los discípulos predicar a Cristo, dotados de un poder y
energía hasta entonces desconocidos, y sus palabras confirmadas con señales y
prodigios.
En Jerusalén, La
Fortaleza Del Judaísmo, Miles Declararon Abiertamente Su Fe En Jesús De Nazaret
Como El Mesías.
Los discípulos se
asombraban y se regocijaban en gran manera por la amplitud de la cosecha de
almas. No consideraban esta maravillosa mies como el resultado de sus propios
esfuerzos; comprendían que estaban entrando en las labores de otros hombres.
Desde la caída de Adán, Cristo había estado confiando a sus siervos escogidos
la semilla de su palabra, para que fuese sembrada en los corazones humanos. Durante
su vida en la tierra, había sembrado la semilla de la verdad, y la había regado
con su sangre.
LAS CONVERSIONES que se
produjeron en el día de Pentecostés fueron el resultado de esa siembra, la
cosecha de la obra de Cristo, que revelaba el poder de su enseñanza. 37
LOS
ARGUMENTOS DE LOS APÓSTOLES POR SÍ SOLOS, aunque claros y
convincentes, NO HABRÍAN ELIMINADO EL
PREJUICIO que había resistido tanta evidencia. Pero el Espíritu Santo hizo
penetrar los argumentos en los corazones con poder divino. Las palabras de los
apóstoles eran como saetas agudas del Todopoderoso que convencían a los hombres
de su terrible culpa por haber rechazado y crucificado al Señor de gloria.
BAJO LA INSTRUCCIÓN DE
CRISTO, los discípulos habían sido inducidos a sentir su necesidad del
Espíritu. Bajo la enseñanza del Espíritu, recibieron la preparación final y
salieron a emprender la obra de su vida. Ya no eran ignorantes y sin
cultura. Ya no eran una colección de
unidades independientes, ni elementos discordantes y antagónicos.
YA NO ESTABAN SUS ESPERANZAS CIFRADAS EN LA GRANDEZA MUNDANAL.
Eran "unánimes," "de un
corazón y un alma." (Hech. 2:46; 4:32). Cristo llenaba sus pensamientos; su objeto era el adelantamiento de su
reino. En mente y carácter habían llegado a ser como su Maestro, y los hombres
"conocían que habían estado con Jesús." (Hech. 4:13)
EL
DÍA DE PENTECOSTÉS LES TRAJO LA
ILUMINACIÓN CELESTIAL. Las verdades que no podían entender mientras Cristo
estaba con ellos quedaron aclaradas ahora. Con una fe y una seguridad que nunca
habían conocido antes, aceptaron las enseñanzas de la Palabra Sagrada. Ya no
era más para ellos un asunto de fe el hecho de que Cristo era el Hijo de Dios. Sabían
que, aunque vestido de la humanidad, era en verdad el Mesías, y contaban su
experiencia al mundo con una confianza que llevaba consigo la convicción de que
Dios estaba con ellos.
PODÍAN
PRONUNCIAR EL NOMBRE DE JESÚS CON SEGURIDAD; porque ¿no era él su Amigo y
Hermano mayor? Puestos en comunión con Cristo, se sentaron con él en
los lugares celestiales. ¡Con qué ardiente lenguaje revestían sus ideas al
testificar por él! Sus corazones estaban sobrecargados con una benevolencia tan
plena, tan profunda, de tanto alcance, que los impelía a ir hasta los confines
de la tierra, para testificar del poder de 38 Cristo. Estaban llenos de un intenso
anhelo de llevar adelante la obra que él había comenzado. Comprendían la
grandeza de su deuda para con el cielo, y la responsabilidad de su obra. Fortalecidos
por la dotación del Espíritu Santo, salieron llenos de celo a extender los
triunfos de la cruz. El Espíritu los animaba y hablaba por ellos. La paz de Cristo
brillaba en sus rostros. Habían consagrado sus vidas a su servicio, y sus
mismas facciones llevaban la evidencia de la entrega que habían hecho. 39
Los
Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP