Basado en Hechos 4:31-5:11.
MIENTRAS
LOS DISCÍPULOS PROCLAMABAN LAS VERDADES DEL EVANGELIO EN JERUSALÉN, Dios añadió
su testimonio a las palabras de ellos, y una multitud creyó. Muchos de esos
creyentes primitivos se vieron inmediatamente separados de su familia y sus
amigos por el celoso fanatismo de los judíos, y fue necesario proveerlos de
alimentos y hogar.
EL
RELATO DECLARA: "Ningún
necesitado había entre ellos," y dice cómo se suplía la
necesidad. Los creyentes que tenían
dinero y posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la
emergencia. Vendiendo sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo ponían a
los pies de los apóstoles, "y era repartido a cada uno según que había
menester."
Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran "de un corazón y de un alma." Un interés común los dominaba, a saber el éxito de la misión a ellos confiada; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba a su amor por el dinero y sus bienes. Sus obras testificaban de que tenían a las almas de los hombres por más preciosas que las riquezas terrenales.
ASÍ
SERÁ SIEMPRE QUE EL ESPÍRITU DE DIOS TOME POSESIÓN DE LA VIDA. Aquellos
cuyo corazón está lleno del amor de Cristo, seguirán el ejemplo de Aquel que
por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos
enriquecidos. El 59
dinero,
el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios,
los estimarán solamente como un medio de promover la obra del Evangelio.
Así sucedía en la iglesia primitiva; y
cuando en la iglesia de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros
han apartado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer
sacrificios a fin de que sus semejantes puedan oír el Evangelio, las verdades
proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes.
FRENTE AL EJEMPLO DE
BENEVOLENCIA MOSTRADO POR LOS CREYENTES, Contrastaba Notablemente La Conducta
De ANANÍAS Y SAFIRA, cuyo caso registrado por la pluma de la inspiración dejó
una mancha obscura en la historia de la iglesia primitiva.
Juntamente con otros,
estos profesos discípulos habían compartido el privilegio de oír el Evangelio
predicado por los apóstoles. Habían estado presentes con otros creyentes
cuando, después que los apóstoles hubieron orado, "el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo." Todos los
presentes habían sentido una profunda convicción, y bajo la influencia directa
del Espíritu de Dios, Ananías y Safira habían hecho una promesa de dar al Señor
el importe de la venta de cierta propiedad.
MÁS
TARDE, ANANÍAS Y SAFIRA AGRAVIARON AL ESPÍRITU SANTO CEDIENDO A SENTIMIENTOS DE
CODICIA.
Empezaron a lamentar su promesa, y pronto perdieron la dulce influencia de la
bendición que había encendido sus corazones con el deseo de hacer grandes cosas
en favor de la causa de Cristo. Pensaban que habían sido demasiado apresurados,
que debían considerar nuevamente su decisión. Discutieron el asunto, y decidieron
no cumplir su voto. Notaron, sin embargo, que aquellos que se despojaban de sus
posesiones a fin de suplir las necesidades de sus hermanos más pobres, eran
tenidos en alta estima entre los creyentes; y sintiendo vergüenza de que sus
hermanos supieran que sus almas egoístas les hacían dar de mala gana lo que
habían dedicado solemnemente a Dios, decidieron deliberadamente vender la
propiedad 60 y pretender dar todo el
producto al fondo general, cuando en realidad se guardarían una buena parte
para sí mismos. Así se asegurarían el derecho de vivir del fondo común, y al mismo
tiempo ganarían alta estima entre sus hermanos.
PERO
DIOS ODIA LA HIPOCRESÍA Y LA FALSEDAD. Ananías y Safira
practicaron el fraude en su trato con Dios; mintieron al Espíritu Santo, y su
pecado fue castigado con un juicio rápido y terrible. Cuando Ananías vino con
su ofrenda, Pedro le dijo: "Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu
corazón a que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la
heredad ? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu
potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres,
sino a Dios." "Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y
espiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron."
"RETENIÉNDOLA,
¿NO SE TE QUEDABA A TI?" preguntó Pedro. No se había ejercido ninguna
influencia indebida en Ananías para compelerle a sacrificar sus posesiones para
el bien general. Él había procedido por su propia elección. Pero al tratar de
engañar a los discípulos, había mentido al Altísimo. "Y pasado espacio
como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había
acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime: ¿vendisteis en tanto la heredad? Y
ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué os concertasteis para tentar
al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a
tu marido, y te sacarán. Y luego cayó a los pies de él, y espiró: y entrados
los mancebos, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su
marido. Y vino un gran temor en toda la iglesia, y en todos los que oyeron
estas cosas."
LA SABIDURÍA INFINITA vio que esta
manifestación señalada de la ira de Dios era necesaria para impedir que la joven
iglesia se desmoralizara. El número de sus miembros aumentaba
rápidamente. La iglesia se vería en peligro si, en el rápido aumento de
conversos, se añadían hombres y mujeres que, mientras profesaban servir a Dios,
adoraban a Mammón. Este castigo 61
testificó que los hombres no pueden engañar a Dios, que él descubre el pecado
oculto del corazón, y que no puede ser burlado. Estaba destinado a ser para la
iglesia una advertencia que la indujese a evitar la falsedad y la hipocresía, y
a precaverse contra el robar a Dios.
ESTE EJEMPLO Del Aborrecimiento De Dios Por La Codicia, El
Fraude Y La Hipocresía, No Fue Dado Como Señal De Peligro Solamente Para La
Iglesia Primitiva, Sino Para Todas Las Generaciones Futuras. Era codicia lo que Ananías y Safira habían
acariciado primeramente. El deseo de retener para sí mismos una parte de lo que
habían prometido al Señor, los llevó al fraude y la hipocresía.
DIOS
HA DISPUESTO QUE LA PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO DEPENDA DE LAS LABORES Y DÁDIVAS
DE SU PUEBLO.
Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen los ingresos de la obra del
Señor. De los medios confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la
décima parte. Los deja libres a todos de decir si han de dar o no más que esto.
Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo, y se
hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tiene ya ningún
derecho a la porción consagrada. Las promesas de esta clase hechas a los
hombres serían consideradas como obligación; ¿y no son más obligatorias las que
se hacen a Dios? ¿Son las promesas consideradas en el tribunal de la conciencia
menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?
CUANDO
LA LUZ DIVINA BRILLA EN EL CORAZÓN con inusitada claridad y poder, el
egoísmo habitual afloja su asidero, y hay disposición para dar a la causa de
Dios. Pero nadie piense que podrá cumplir sus promesas hechas entonces, sin una
protesta de Satanás. A él no le agrada ver edificarse el reino del Redentor en
la tierra. El sugiere que la promesa hecha es demasiado grande, que puede
malograr los esfuerzos por adquirir propiedades o complacer los deseos de la
familia.
ES
DIOS QUIEN BENDICE A LOS HOMBRES CON PROPIEDADES, y lo hace a fin de
que puedan dar para el avance de su causa. El 62 envía la luz del sol y la lluvia. El hace crecer la vegetación. El
da la salud y la habilidad de adquirir medios. Todas nuestras bendiciones proceden
de su generosa mano. A su vez, quiere que los hombres y mujeres manifiesten su
gratitud devolviéndole una parte como diezmos y ofrendas, ofrendas de
agradecimiento, ofrendas voluntarias, ofrendas por la culpa. Si los medios
afluyeran a la tesorería de acuerdo con este plan divinamente señalado, a
saber, la décima parte de todos los ingresos, y ofrendas liberales, habría
abundancia para el adelantamiento de la obra del Señor.
PERO
EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES SE ENDURECE POR EL EGOÍSMO, Y, COMO ANANÍAS Y SAFIRA, son tentados
a retener parte del precio, mientras pretenden cumplir los requerimientos de
Dios. Muchos gastan dinero pródigamente en la complacencia propia. Los hombres
y mujeres consultan su deseo y satisfacen su gusto, mientras traen a Dios, casi
contra su voluntad, una ofrenda mezquina. Olvidan que un día Dios demandará
estricta cuenta de la manera en que se han usado sus bienes, y que la pitanza
que entregan a la tesorería no será más aceptable que la ofrenda de Ananías y
Safira.
DEL
SEVERO CASTIGO IMPUESTO A ESTOS PERJUROS, Dios quiere que
aprendamos también cuán profundo es su aborrecimiento y desprecio de toda
hipocresía y engaño. Al pretender que lo habían dado todo Ananías y Safira
mintieron al Espíritu Santo, y como resultado, perdieron esta vida y la
venidera.
EL
MISMO DIOS QUE LOS CASTIGÓ CONDENA HOY TODA MENTIRA. Los labios
mentirosos le son abominación. Declara que en la santa ciudad "no entrará
. . . ninguna cosa sucia, o que hace abominación y mentira." (Apoc. 21: 27).
Aferrémonos a la veracidad con mano firme, y sea ella parte de nuestra vida.
Practicar el disimulo y jugar al tira y afloja con la verdad, para acomodar los
planes egoístas de uno, significa provocar el naufragio de la fe. "Estad
pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad." (Efe. 6: 14.)
EL
QUE DECLARA FALSEDADES, VENDE SU ALMA A BAJO PRECIO. Sus mentiras pueden
parecerle útiles en casos de 63
apuro; de esta manera le parecerá que adelanta en sus negocios como no podría
hacerlo mediante un proceder correcto, pero llega finalmente al punto en que no
puede confiar en nadie. Al ser él mismo un falsario, no tiene confianza en la
palabra de otros.
EN
EL CASO DE ANANÍAS Y SAFIRA, el pecado del fraude contra Dios fue
castigado inmediatamente. El mismo pecado se repitió a menudo en la historia
ulterior de la iglesia, y muchos lo cometen en nuestro tiempo. Pero aunque no
sea acompañado de una manifestación visible del desagrado de Dios, no es menos
horrible a su vista ahora que en el tiempo de los apóstoles. La amonestación se
ha dado; Dios ha manifestado claramente su aborrecimiento por este pecado; y
todos los que se entregan a la hipocresía y a la codicia pueden estar seguros
de que están destruyendo sus propias almas. 64
Los Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación Del Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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