lunes, marzo 01, 2010

SECCIÓN I. LA NECESIDAD DEL MUNDO.


Consejos Sobre Salud E Instrucciones Para Obreros Médicos Misioneros Por Elena G. De White.

PREFACIO
En el vestíbulo del hospital White Memorial, Los Ángeles, California, fundado en memoria de la autora de este libro, Consejos sobre la salud, existe una placa de bronce con esta inscripción:
"Este hospital está dedicado a la memoria de la señora Elena G. de White, cuya larga vida consagró desinteresadamente al alivio de las aflicciones y pesares del enfermo, el doliente y el necesitado; e inspiró a jóvenes y señoritas a dedicar sus vidas a la obra de Aquel que dijo: 'Sanad a los enfermos'".
Para los que conocieron a la Sra. White, estas palabras abundan en tiernos recuerdos e incontables incidentes de la vida de esta generosa dama. Entre las mujeres que han vivido en los tiempos modernos, es indudable que ninguna ha ejercido tan profunda y duradera influencia sobre la vida de sus semejantes como Elena G. de White. En ningún sector fueron sus enseñanzas más amplias y explícitas que en el relacionado con el cuerpo, que es el templo del 
Espíritu Santo.

Durante la última mitad de este siglo, abundante luz procedente de diversas fuentes ha iluminado el importante tema del cuidado de la salud. De la mente del renombrado investigador médico Luis Pasteur surgieron poderosos rayos de luz que iluminaron el campo de la salud y la enfermedad. Por él el mundo ha obtenido conocimientos de las bacterias, que son los factores causantes de muchas enfermedades. De Luis Pasteur vino la curación del ántrax, enfermedad devastadora que afligía a los animales y a los seres humanos. Sus esfuerzos incansables culminaron con el descubrimiento de un tratamiento para curar la hidrofobia, una de las enfermedades más temibles de todas las épocas.
Lord Lister, al poner en práctica los principios de Pasteur 2 en la sala de operaciones, hizo que la técnica quirúrgica fuera un procedimiento más seguro para la humanidad. Su genio convirtió los hospitales de cámaras de horrores y semilleros de gangrena, en lugares cómodos donde se promovía la curación de la enfermedad. Lister demostró que la presencia de pus en las heridas producidas por las operaciones era innecesaria, y de esta manera redujo la mortalidad en la sala de operaciones a una cifra relativamente insignificante.

Luego apareció en el campo médico el ginecólogo Dr. Semmelweiss, a quien Kugelmann escribió: "Con pocas excepciones, el mundo ha crucificado y quemado a sus benefactores. Espero que no se canse en la honorable lucha que todavía tiene ante usted". Fue este Semmelweiss el que luchó contra el temible monstruo de la fiebre puerperal, y en cuyo cerebro surgían incansables estas preguntas: "¿Por qué mueren estas madres? ¿En qué consiste la fiebre puerperal?" Sus esfuerzos le hicieron perder la vida, pero pudo vencer esa terrible enfermedad.
Puedo continuar describiendo las bendiciones que el mundo ha recibido de parte de personas como Koch, Ehrlich, Nicolaier, Kitasato, Von Behring, Flexner, Ronald Ross y de otros benefactores. 

Pero a Elena G. de White se le dio una misión diferente. Mientras la obra de su vida y sus enseñanzas estaban en armonía con la verdadera medicina científica, fue en el ámbito espiritual del arte de sanar donde brilló con santo esplendor. Al exhortar a hombres y mujeres a considerar sus cuerpos como un legado sagrado confiado por el Altísimo, y a obedecer las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza, la señora White no tiene rival. Ella exaltó la santidad del cuerpo y la necesidad de poner los apetitos y las pasiones bajo el control de una conciencia informada e iluminada. Otros ponían énfasis en la ciencia como medio de mantener o recuperar la salud; pero a ella le correspondió la tarea de poner de relieve los 3 factores espirituales en el tratamiento del templo del cuerpo.

Nadie ha explorado el ámbito espiritual en la extensión en que ella lo ha hecho. Realizó esfuerzos incansables desde los días de su juventud hasta la hora de su muerte a una edad avanzada. En libros, en artículos, en monografías, en folletos y opúsculos, constantemente exhortaba con tonos claros y definidos a hombres y mujeres, a jóvenes y ancianos, a elevarse a un plano de vida más racional, más puro. Desde los púlpitos de las iglesias y salones de conferencias y en otras reuniones su voz se alzaba constantemente instando a llevar una vida consagrada y cristiana en lo que se refería al cuerpo y su cuidado. Otros profesionales sacaron a luz hechos científicos concernientes a las enfermedades, sus causas y su curación; en cambio la Sra. Elena G. de White relacionó esto con el aspecto espiritual de la persona, manifestado en los recintos más íntimos de su psiquismo.
Podemos decir acertadamente que sus escritos prosiguen su obra de bien aun cuando ella duerme en su tranquila sepultura, con las fatigadas manos cruzadas sobre el pecho en el que latió un corazón dedicado. Deseamos que los "Consejos" contenidos en esta obra sirvan para bendecir, fortalecer y dirigir las vidas de los que tratan de dirigir la atención de la gente hacia nuestro bendito Dios, que es el único que posee el don de la sanidad.

El apóstol Pablo escribió lo siguiente 
en su segunda epístola a Timoteo:
"Mas en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro: y asimismo unos para honra, y otros para deshonra. Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra" (2 Timoteo 2: 20, 21).

Pablo escribió estas palabras especialmente para los miembros de la iglesia del Señor. ¡Pero cuán maravillosamente 4 se pueden aplicar también a las piedras humanas que forman la estructura del gran edificio del arte de sanar en el mundo actual! En él trabajan doctores y enfermeras de oro, doctores y enfermeras de plata, doctores y enfermeras de madera y de barro; además, algunos son dignos de honra, mientras que otros de deshonra. El objetivo de la obra Consejos sobre la salud consiste en purificar la gran casa donde se practica el arte de sanar, y amoldarla a las normas establecidas por el Médico Divino. En este día sórdido, cuando se ha comercializado todo lo que una vez fuera sagrado, cuando el becerro de oro se adora en todas partes, hay y habrá hombres y mujeres que anhelan encontrar los ideales más elevados y que pertenecen a esa profesión que cede su lugar sólo al ministerio de la Palabra de Dios. Con el sincero deseo de que esta obra contribuya a la práctica más pura y abnegada de la medicina, la presentamos a los lectores, y esperamos que logre cumplir su misión. PERCY T. MAGAN. 13


SECCIÓN I. LA NECESIDAD DEL MUNDO.
*MULTITUDES EN AFLICCIÓN*
Cuando Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrededor de él, "tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor". Cristo vio la enfermedad, la tristeza, el dolor y la degradación de las multitudes que se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y desgracias de todos los seres humanos. En los encumbrados y los humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas que anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer; almas que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para llegar a ser súbditos de su reino. "Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9: 36-38).
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros que trabajen como Cristo trabajó en favor de los dolientes y pecaminosos. Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está lleno de personas que necesitan que se las atienda: los débiles, impotentes, ignorantes, degradados.

En el camino a la destrucción.
Muchos de los jóvenes de esta generación, aun en las iglesias, instituciones religiosas y hogares que profesan ser cristianos, están eligiendo la senda que conduce a la 14 destrucción. Por medio de costumbres intemperantes se acarrean enfermedades y por la codicia de obtener dinero para su costumbres pecaminosas caen en prácticas ímprobas. Arruinan su salud y su carácter. Enajenados de Dios, y parias de la sociedad, esos pobres seres consideran que no tienen esperanza para esta vida ni para la venidera. Han quebrantado el corazón de sus padres y los hombres los declaran sin esperanza; pero Dios los mira con compasiva ternura. El comprende todas las circunstancias que los indujeron a caer bajo la tentación. Constituyen estos seres errantes una clase que exige ser atendida.

Abundan la pobreza y el pecado.
Lejos y cerca, no sólo entre los jóvenes sino entre los de cualquier edad, hay almas sumidas en la pobreza, la angustia y el pecado, a quienes abruma un sentimiento de culpabilidad. Es obra de los siervos de Dios buscar estas almas, orar con ellas y por ellas, y 
conducirlas paso a paso al Salvador.
Pero los que no reconocen los requerimientos de Dios no son los únicos que están en angustia y necesidad de ayuda. En el mundo actual, donde predominan el egoísmo, la codicia y la opresión, muchos de los verdaderos hijos de Dios están en menester y aflicción. En lugares humildes y miserables, rodeados por la pobreza, enfermedad y culpabilidad, muchos están soportando pacientemente su propia carga de dolor y tratando de consolar a los desesperados y pecadores que los rodean. Muchos de ellos son casi desconocidos de las iglesias y los ministros; pero son luces del Señor que resplandecen en medio de las tinieblas. El Señor los cuida en forma especial e invita a su pueblo a ayudarles a aliviar sus necesidades. Dondequiera que haya una iglesia, debe dedicarse atención especial a buscar esta clase y atenderla. 15

El Trabajo por las clases superiores.
Y mientras trabajemos por los pobres, debemos dedicar atención también a los ricos, cuyas almas son igualmente preciosas a la vista de Dios. Cristo obraba en favor de todos los que querían oír su palabra. No buscaba solamente a los publicanos y parias, sino al Fariseo rico y culto, al noble judío y al gobernante romano. El rico necesita que se trabaje por él con amor y temor de Dios. Con demasiada frecuencia confía en sus riquezas, y no siente su peligro. Los bienes mundanales que el Señor ha confiado a los hombres, son muchas veces una fuente de gran tentación. Miles son inducidos así a prácticas pecaminosas que los confirman en la 
intemperancia y el vicio.
Entre las miserables víctimas de la necesidad y el pecado se encuentran muchos que poseyeron en un tiempo riquezas. Hombres de diferentes vocaciones y posiciones en la vida, han sido vencidos por las contaminaciones del mundo, por las concupiscencias de la carne, y han caído bajo la tentación. Mientras que estos seres caídos excitan nuestra compasión y reciben nuestra ayuda, ¿no debiera dedicarse algo de atención también a los que no han descendido a esas profundidades pero que están asentando los pies en la misma senda? Hay millares que ocupan posiciones de honor y utilidad que están practicando hábitos que significan la ruina del alma y del cuerpo. 
¿No deben hacerse los esfuerzos más fervientes para ilustrarlos?
Los ministros del Evangelio, estadistas, autores, hombres de riquezas y talento, hombres de gran habilidad comercial y capaces de ser útiles, están en mortal peligro porque no ven la necesidad de la temperancia estricta en todas las cosas. Debemos atraer su atención a los principios de la temperancia, no de una manera estrecha o arbitraria, sino en la luz del gran propósito de Dios para la humanidad. Si pudieran presentárseles así los principios de la verdadera 16 temperancia, muchos de las clases superiores reconocerían su valor y los aceptarían cordialmente.

Riquezas perdurables en lugar de tesoros mundanales.
Hay otro peligro al cual están especialmente expuestas las clases ricas, que constituyen un campo de trabajo para el misionero médico. Son muchísimos los que prosperan en el mundo sin descender a las formas comunes del vicio y, sin embargo, son empujados a la destrucción por el amor a las riquezas. Absortos en sus tesoros mundanales, son insensibles a los requerimientos de Dios y a las necesidades de sus semejantes. En vez de considerar su riqueza como un talento que ha de ser usado para glorificar a Dios y elevar a la humanidad, la consideran como un medio de complacerse y glorificarse a sí mismos. Añaden una casa a otra, un terreno a otro; llenan sus casas de lujo, mientras que la escasez recorre las calles y en derredor de ellos hay seres humanos que se hunden en la miseria, el crimen, la enfermedad y la muerte. Los que así dedican su vida a servirse a sí mismos, no están desarrollando los atributos de Dios sino los de Satanás.
Estos hombres necesitan que el Evangelio aparte sus ojos de la vanidad de las cosas materiales para contemplar lo precioso de las riquezas duraderas. Necesitan aprender el gozo de dar, la bienaventuranza de convertirse en colaboradores de Dios.
Las personas de esta clase son con frecuencia las más difíciles de alcanzar, pero Cristo preparará medios por los cuales puedan ser alcanzadas. Busquen a estas almas los obreros más sabios, llenos de confianza y esperanza. Con la sabiduría y el tacto nacidos del amor divino, con el refinamiento y la cortesía que resultan únicamente de la presencia de Cristo en el alma, trabajen por los que, deslumbrados por el brillo de las riquezas terrenales, no ven la gloria del tesoro celestial. Estudien los obreros la Biblia con ellos, 17 grabando en sus corazones las verdades sagradas. Léanles las palabras de Dios: "Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención". "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". "En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia". "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús"(1 Corintios 1:30; Jeremías 9: 23, 24; Efesios 1:7; Filipenses 4:19).

Una súplica tal, hecha con el espíritu de Cristo, no será considerada impertinente. Impresionará a muchos de los que pertenecen a las clases superiores.
Por esfuerzos hechos con sabiduría y amor, más de un hombre rico será despertado hasta el punto de sentir su responsabilidad para con Dios. Cuando se les haga entender claramente que el Señor espera que ellos alivien como representantes suyos a la humanidad doliente, muchos responderán y darán de sus recursos y su simpatía para beneficio de los pobres. Cuando sus mentes sean así apartadas de sus propios intereses egoístas, muchos serán inducidos a entregarse a Cristo. Con sus talentos de influencia y recursos se unirán gozosamente en la obra de beneficencia con el humilde misionero que fue agente de Dios para su conversión. Por el uso correcto de su tesoro terrenal se harán "tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe'. Se asegurarán el tesoro que la sabiduría ofrece, "sólidas riquezas, y justicia" (Proverbios 8:18). 18

Una raza degenerada.
Me fue presentado el actual debilitamiento de la familia humana. Cada generación se ha estado debilitando más y la enfermedad, bajo todas sus formas, aflige a la especie humana. Miles de pobres mortales, con cuerpos enfermizos, deformados, con nervios destrozados y mentes sombrías, arrastran una mísera existencia. El poder de Satanás sobre la familia humana aumenta. Si el Señor no viniese pronto a quebrantar su poder, la tierra quedaría despoblada antes de mucho.
Se me reveló que el poder de Satanás se ejerce especialmente sobre los hijos de Dios. Muchos me fueron presentados en una condición de duda y desesperación. Las enfermedades del cuerpo afectan la mente. Un enemigo astuto y poderoso acompaña nuestros pasos, y dedica su fuerza y habilidad a tratar de apartarnos del camino recto. Y demasiado a menudo sucede que los hijos de Dios no están en guardia y por lo tanto, ignoran sus designios. Satanás obra por los medios que mejor le permiten ocultarse, y a menudo alcanza su objeto.­ 
Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 103.

LA VIOLACIÓN DE LA LEY FÍSICA*
El hombre salió de las manos de su Creador perfecto en su organización y de bellas proporciones. Si por más de seis mil años ha podido soportar el impacto creciente de las enfermedades y la violencia, es una prueba concluyente del poder de resistencia con que fue dotado. Aunque los antediluvianos se entregaron al pecado sin restricción, transcurrieron más de dos mil años antes que comenzaran a sentirse los efectos de la violación de las leyes naturales. Si Adán no hubiera poseído originalmente una resistencia 19 física superior a la de los hombres que viven en la actualidad, la raza humana ya se hubiera extinguido.
A través de las sucesivas generaciones que siguieron a la caída del hombre, la tendencia ha sido continuamente hacia abajo. Las enfermedades se han transmitido de padres a hijos, una generación tras otra. Aun los niños en sus cunas sufren malestares causados por el pecado de sus padres...
Los patriarcas de Adán a Noé, con pocas excepciones, vivieron cerca de mil años. Después el promedio de vida de los seres humanos ha ido en constante descenso.
En tiempos del primer advenimiento de Cristo, la raza humana ya estaba tan degenerada que no sólo los viejos, sino también los adultos y jóvenes eran traídos a los pies del Salvador, de todas partes, para que les sanara sus enfermedades. Muchos sufrían bajo el peso de una miseria inexpresable.
La violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento y muerte prematura, ha prevalecido durante tanto tiempo, que estas consecuencias han llegado a aceptarse como la suerte natural de la humanidad; pero Dios no creó a la raza humana en una condición tan debilitada. Este estado de cosas no es obra de la Providencia, sino del hombre. Fue producido por los malos hábitos, es decir por la violación de las leyes que Dios estableció para gobernar la existencia humana. La transgresión sostenida de las leyes de la naturaleza es una transgresión continua de la ley de Dios. Si los seres humanos hubieran obedecido siempre la ley de los Diez Mandamientos, practicando en sus vidas los principios de dichos preceptos, hoy no existiría la maldición de las enfermedades que inundan al mundo...
Cuando los seres humanos toman cualquier curso de acción que los hace derrochar su vitalidad o que anubla su intelecto, pecan contra Dios; no lo glorifican por medio del cuerpo y del espíritu que le pertenecen. Pero a pesar de que el hombre lo ha insultado, el amor de Dios todavía se extiende 20 a la raza humana, concediéndole la luz, capacitando a la gente para ver que si desean llevar una vida perfecta necesitan obedecer las leyes naturales que gobiernan el ser. Entonces, ¡cuán importante es que las personas caminen en esa luz, y que ejerciten todas las energías, tanto del cuerpo como de la mente, para glorificar a Dios!

El Pueblo De Dios Debe Mantenerse Puro.
Vivimos en un mundo que se opone a la justicia y la pureza del carácter, y especialmente a la acción de crecer en la gracia. Hacia dondequiera que se mire, se ve contaminación y corrupción, deformidad y pecado. ¡Cuánta diferencia hay entre todo esto y la obra que debe cumplirse en nosotros justamente antes de recibir el don de la inmortalidad! En estos últimos días los elegidos de Dios deben mantenerse sin mancha en medio de las corrupciones que pululan alrededor de ellos. Si se ha de realizar esta obra, necesita comenzarse de inmediato, inteligentemente y con fervor. 

El Espíritu de Dios debe tener un control perfecto, 
e influir sobre cada acción.

La reforma de la salud es uno de los aspectos de la gran obra destinada a preparar un pueblo para la venida del Señor. Se encuentra tan estrechamente unida con el mensaje del tercer ángel como lo está la mano con el cuerpo. Los seres humanos han considerado livianamente la ley de los Diez Mandamientos; sin embargo el Señor no vendrá a castigar a los transgresores de su ley sin enviarles primero un mensaje de amonestación. Los hombres y las mujeres no pueden violar las leyes naturales mediante la complacencia de sus apetitos depravados y pasiones carnales, sin violar la ley de Dios. Por eso él ha permitido que brille sobre nosotros la reforma de la salud para que podamos comprender la pecaminosidad de quebrantar las leyes que él mismo ha establecido en nuestro propio ser.
Nuestro Padre celestial observa la condición deplorable 21 de las personas que ­algunos por ignorancia­ pasan por alto los principios de la higiene. Y si permite que la reforma pro salud brille sobre la raza humana. es porque nos ama y tiene piedad de nosotros. Ha publicado su ley y el castigo de transgredirla, con el fin de que todos aprendamos lo que ha establecido para nuestro más alto beneficio. Ha proclamado su Ley tan claramente y la ha hecho tan prominente, que se la puede comparar a una ciudad edificada sobre una montaña. Todos los seres inteligentes la pueden comprender, si lo desean. Nadie más es responsable.

La Insensatez De La Ignorancia.
La obra que acompaña al mensaje del tercer ángel consiste en explicar las leyes naturales y exhortar a que se obedezcan. La ignorancia no es excusa ahora para la transgresión de la ley. La luz brilla con claridad y nadie necesita quedar ignorante; porque el mismo gran Dios es el instructor de los seres humanos. Todos estamos comprometidos, por el deber más sagrado, a prestar atención a la filosofía sana y a la experiencia genuina que Dios nos está concediendo con respecto a la reforma pro salud. El Señor desea que este tema se presente ante el público de tal manera que las mentes de la gente se interesen profundamente en su investigación; porque es imposible que los hombres y las mujeres aprecien la verdad sagrada mientras son víctimas del poder de los hábitos pecaminosos que destruyen la salud y debilitan el cerebro.

Los que están dispuestos a aprender acerca de los efectos de la complacencia pecaminosa sobre la salud, y que comienzan una obra de reforma, aunque sea por motivos egoístas, al hacerlo pueden colocarse en el lugar donde la verdad de Dios alcanzará sus corazones. Y, por otra parte, las personas que han escuchado la presentación de las verdades bíblicas, están en una posición en la cual sus conciencias pueden ser despertadas por el tema de la salud. Ven y sienten 22 la necesidad de romper con la tiranía de los hábitos y apetitos que los han gobernado durante tanto tiempo. Hay muchos que podrían aceptar las verdades de la Palabra de Dios después de ser convencidos por las evidencias más claras; pero sus deseos carnales. que exigen ser complacidos, les controlan el intelecto a tal punto que rechazan la verdad porque se opone a sus deseos sensuales. Las mentes de muchos se rebajan tanto que le impiden a Dios trabajar en favor de ellos o con ellos. Antes que puedan apreciar las demandas de Dios, la corriente de sus pensamientos debe cambiar y se deben despertar sus sensibilidades morales.

El apóstol Pablo exhorta a la iglesia: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional" (Romanos 12: 1). La complacencia pecaminosa contamina el cuerpo e incapacita a las personas para el culto espiritual. Los que aprecian la luz que Dios les ha dado acerca de las reformas de la salud, poseen una ayuda importante en la obra de ser santificados por la verdad, y de llegar a ser aptos para heredar la inmortalidad. Pero el que desprecia la luz y vive en continua violación de las leyes naturales, debe pagar las consecuencias; sus facultades espirituales se anublan, ¿y cómo podrá perfeccionar su santidad en el temor de Dios?

Los hombres han corrompido el templo del alma, y Dios los llama para que despierten y luchen con todas sus fuerzas para recuperar la virilidad que Dios les ha concedido. Sólo la gracia de Dios puede convencer y convertir el corazón; los esclavos de las costumbres pueden obtener poder sólo de él para quebrantar las cadenas que los aprisionan. Es imposible que una persona presente su cuerpo como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, mientras continúa practicando hábitos que lo privan de su fortaleza física, mental y moral. Nuevamente el apóstol instruye: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de 23  vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12: 2). 

Como En Los Días De Noé.
Sentado sobre el monte de los Olivos, Jesús instruyó a sus discípulos acerca de las señales que precederían su segunda venida: "Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre" (Mateo 24: 37-39). En nuestros días existen los mismos pecados que acarrearon los juicios de Dios sobre el mundo en la época de Noé. En la actualidad, tanto hombres como mujeres se exceden tanto en la comida y en la bebida que terminan en glotonería y borrachera. Este pecado prevaleciente de la indulgencia del apetito pervertido, inflamó las pasiones de los seres humanos en los días de Noé y los condujo a una corrupción generalizada. La violencia y el pecado alcanzaron hasta el cielo. Finalmente esta corrupción moral fue barrida de la tierra mediante las aguas del diluvio.
Los mismos pecados de glotonería y ebriedad entorpecieron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma de tal modo que el crimen parecía ser el deleite de los hombres y las mujeres de esa ciudad malvada. Por eso Cristo amonestó al mundo así: "Así mismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyo a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste" (Lucas 17: 28-30).
Aquí Cristo nos ha dejado una lección importantísima. Expone ante nosotros el peligro de transformar la comida y la bebida en lo más importante. Nos presenta los resultados 24 de la complacencia irrestringida de los apetitos. Las facultades morales se debilitan de modo que el pecado no aparece pecaminoso. El crimen se considera livianamente y la pasión controla la mente hasta que se destierran los principios e impulsos nobles, y Dios es blasfemado. Todo esto es el resultado de comer y beber en exceso. Cristo declara que estas serán exactamente las condiciones existentes durante el tiempo de 
su segunda venida.
El Salvador nos presenta un objetivo más elevado por el cual trabajar que la mera preocupación acerca de qué comeremos o qué beberemos o con que nos cubriremos. La comida, la bebida y el vestido se llevan hoy a tales excesos que se transforman en crímenes. Se encuentran catalogados entre los hábitos distintivos de los últimos días, y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y las energías que pertenecen a Dios, y que él nos ha confiado. se desperdician en los excesos del vestido y en los lujos destinados a complacer el apetito pervertido, que menoscaban la vitalidad y acarrean sufrimiento y corrupción. Es imposible que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios cuando los llenamos continuamente de contaminación y enfermedad por causa de nuestra propia complacencia pecaminosa. Se debe instruir a la gente acerca de cómo comer y beber y vestir de modo que se promueva la buena salud. La enfermedad es el resultado de la violación de las leyes naturales. La obediencia a las leyes de Dios es nuestro primer deber. y es algo que le debemos a Dios, a nosotros mismos. y a nuestros semejantes. En esos preceptos están incluidas las leyes de la salud.

Se Necesita Una Obra De Reforma.
Vivirnos en medio de una "epidemia de crímenes," frente a la cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrorizados. Es indescriptible 25  la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nuevas revelaciones de luchas políticas, cohechos y fraudes. Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón en lo que se refiere a violencias, anarquía, indiferencia para con los padecimientos humanos, brutalidades y muertes alevosas. Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper la mente, manchar y destruir el cuerpo?
Y mientras que abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el Evangelio se predique con tanta indiferencia que no hace sino una débil impresión en la conciencia o la conducta de los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una tuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.­ El Ministerio de curación, págs. 101-102.

EL PANORAMA*
El mundo está desquiciado. Al observar el cuadro, el panorama nos parece descorazonador. Pero con una seguridad llena de esperanza el Señor les da la bienvenida a los mismos hombres y mujeres que nos causan desalientos. 26  Descubre en ellos cualidades que los capacitarán para ocupar un lugar en su viña. Si se disponen a aprender constantemente, los transformará mediante su providencia en hombres y mujeres capaces de realizar un trabajo que no está más allá del alcance de sus posibilidades; les concederá poder de 
expresión mediante la impartición del Espíritu Santo.
Hay muchos campos áridos y no trabajados donde el mensaje debe ser llevado por principiantes. El resplandor del panorama que el Salvador observa en el mundo inspirará confianza en muchos obreros, quienes, si comienzan el trabajo humildemente y se entregan a él de corazón, serán idóneos para el tiempo y el lugar. Cristo observa toda la miseria y desesperación que hay en el mundo, cuya contemplación haría que algunos de nuestros obreros de gran capacidad se inclinaran agobiados por un peso tan grande de desánimo, que ni siquiera sabrían cómo empezar a conducir a las personas al primer peldaño de la escalera. Sus meticulosos métodos tendrían poco valor. Sería como si se pararan sobre peldaños altos de la escalera diciendo: 
"Suban aquí donde estamos nosotros". 
Pero las pobres almas no saben dónde colocar sus pies.
El corazón de Cristo se alegra al ver a los que son pobres en todo el sentido de la palabra; se alegra al ver a los que son mansos, a pesar de las vejaciones: se alegra por el hambre de justicia. al parecer insatisfecha, que algunos experimentan por no saber cómo cambiar. El recibe con agrado, por decirlo así, el mismísimo estado de cosas que desanimaría a muchos pastores. Reprende nuestra piedad equivocada dando la responsabilidad del trabajo en favor de los pobres y necesitados de los lugares difíciles de la tierra, a hombres y mujeres dotados de corazones capaces de compadecerse de los ignorantes y de los que andan descaminados. El Señor les enseña a estos obreros como relacionarse con aquellos a quienes desea ayudar. Se sentirán estimulados 27 al ver que delante de ellos se abren puertas para entrar en lugares donde puedan realizar trabajo médico-misionero. Puesto que poseen muy poca confianza en sí mismos, le rinden toda la gloria a Dios. Puede ser que sus manos sean ásperas e inexpertas, pero poseen un corazón susceptible a la piedad; los embarga el ferviente deseo de hacer algo para aliviar la miseria tan abundante; y Cristo se halla presente para ayudarles. EL obra a través de quienes disciernen misericordia en la miseria, y ganancia en la pérdida de todas las cosas. Cuando la luz del mundo pasa por algún lugar se descubren privilegios en todas las privaciones y aparece orden en la confusión; el éxito y la sabiduría de Dios se revelan en lo que había parecido un fracaso.
Mis hermanos y hermanas, alléguense a la gente al practicar su ministerio. Levanten a los abatidos. Consideren a las calamidades como si fueran bendiciones disfrazadas, y las aflicciones, como misericordias. Trabajen de tal manera que la esperanza brote en lugar de la desesperación...

Dios, La Fuente De Poder Y Sabiduría
Quiero decir a cada obrero: Avance con una fe humilde, y el Señor lo acompañará. Pero vele en oración. Esta es la ciencia de su trabajo. El poder es de Dios. Trabaje dependiendo de él, y recuerde que es un colaborador suyo. Él es su ayudador. Su fuerza depende de él. El constituirá su sabiduría, su justicia, su santificación y su redención.

LA RELIGIÓN Y LA SALUD*
Algunos sostienen el punto de vista de que la espiritualidad es detrimental para la salud. Esto es un engaño de Satanás. La religión de la Biblia no es detrimental para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu 28 de Dios es la mejor medicina para la enfermedad. El cielo es todo salud; y mientras más profundamente se experimenten las influencias celestiales, más segura será la recuperación del inválido creyente. Los verdaderos principios del cristianismo se abren delante de todos como una fuente de felicidad inestimable. La religión es un manantial inagotable, en el cual el cristiano puede beber cuanto desee sin que jamás se termine.
Existe una relación muy íntima entre la mente y el cuerpo. Cuando éste se ve afectado, aquélla simpatiza con él. La condición de la mente afecta la salud del sistema físico. Si la mente es libre y feliz, como resultado de una conducta correcta y por la sensación de satisfacción que se deriva de hacer felices a otros, engendra una alegría que producirá un efecto positivo sobre todo el sistema, hará que la sangre circule más libremente y tonificará todo el cuerpo. La bendición de Dios es un poder sanador, y los que son amplios en beneficiar a otros experimentarán esa bendición maravillosa tanto en el corazón como en la vida entera.
Cuando las personas que han gratificado sus malos hábitos y prácticas pecaminosas se someten al poder de la verdad divina, la aplicación de dichas verdades al corazón aviva las facultades morales, que parecían haberse paralizado. El receptor posee una comprensión más enérgica y clara que antes de fundamentar su alma sobre la Roca eterna. Aun su salud física mejora al establecer su seguridad en Cristo.
 La bendición especial de Dios que 
descansa sobre el receptor es, en sí misma, salud y vigor.
Los que caminan por el sendero de la sabiduría y la santificación encuentran que "la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera" (1 Timoteo 4: 8). Pueden gozar de los verdaderos placeres de la vida y no se sienten perturbados por remordimientos inútiles acerca de las horas malgastadas, ni por presentimientos tenebrosos, como sucede muy a menudo con el 29 mundano cuando no es distraído por diversiones estimulantes. La piedad no se halla en conflicto con las leyes de la salud: más bien está en armonía con ella. El temor del Señor es el fundamento de toda prosperidad real.

El Amor De Cristo Es Un Poder Sanador.
Cuando se recibe el Evangelio en su pureza y con todo su poder, es un remedio para las enfermedades originadas por el pecado. Sale el Sol de justicia, "trayendo salud eterna en sus alas" (Malaquías 4: 2, V. M.). Todo lo que el mundo proporciona no puede sanar al corazón quebrantado, ni dar la paz al espíritu, ni disipar las inquietudes, ni desterrar la enfermedad. La fama, el genio y el talento son impotentes para alegrar el corazón entristecido o restaurar la vida malgastada. La vida de Dios en el alma es la única esperanza del hombre.
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.­ El Ministerio de curación, pág. 78.

CÓMO CURABA CRISTO*
Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a los cautivos de Satanás. Él era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartía 30 vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para recibir su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en estas pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El Evangelio posee todavía el mismo poder, 
y ¿por qué no habríamos de presenciar hoy los mismos resultados?
Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíritus desgarran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba personalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes, los conductos por los cuales ha de obrar. El desea ejercer por ellos su poder curativo.
En las curaciones del Salvador hay lecciones para sus discípulos. Una vez ungió con barro los ojos de un ciego, y le ordenó: "Vé, lávate en el estanque de Siloé... Y fue entonces, lavóse, y volvió viendo" (Juan 9: 7). Lo que curaba era el poder del gran Médico, pero él empleaba medios naturales. Aunque no apoyó el uso de drogas, sancionó el de remedios sencillos y naturales.
A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: "No peques más, porque no te venga alguna cosa peor" (Juan 5: 14). Así enseñó que la enfermedad es resultado de la violación de las leyes de Dios, tanto naturales como espirituales. El mucho sufrimiento que impera en este mundo no existiría si los hombres viviesen en 
armonía con el plan del Creador...
Estas lecciones son para nosotros. Hay condiciones que deben observar todos los que quieran conservar la salud. Todos deben aprender cuáles son esas condiciones. Al 31 Señor no le agrada que se ignoren sus leyes, naturales o espirituales. Hemos de colaborar con Dios para devolver la salud al cuerpo tanto como al alma.
Y debemos enseñar a otros a conservar y recobrar la salud. Para los enfermos, debemos usar los remedios que Dios proveyó en la naturaleza, y debemos señalarles a Aquel que es el único que puede sanar. Nuestra obra consiste en presentar los enfermos y dolientes a Cristo en los brazos de nuestra fe. Debemos enseñarles a creer en el gran Médico. Debemos echar mano de su promesa, y orar por la manifestación de su poder. La misma esencia del Evangelio es la restauración, y el Salvador quiere que invitemos a los enfermos, los imposibilitados y los afligidos a echar mano de su fuerza.
El poder del amor estaba en todas las obras de curación de Cristo, y únicamente participando de este amor por la fe podemos ser instrumentos apropiados para su obra. Si dejamos de ponernos en relación divina con Cristo, la corriente de energía vivificante no puede fluir en ricos raudales de nosotros a la gente. Hubo lugares donde el Salvador mismo no pudo hacer muchos prodigios por causa de la incredulidad. Así también la incredulidad separa a la iglesia de su Auxiliador divino. Ella está aferrada sólo débilmente a las realidades eternas. Por su falta de fe, Dios queda chasqueado y despojado de su gloria.

EL MÉDICO CRISTIANO COMO MISIONERO*
Aquellos que dejan que Cristo more en sus corazones amarán a las almas por las cuales él murió. Los que en verdad le aman, tendrán un fervoroso anhelo de permitir que ese amor llegue a ser aceptado y comprendido entre los demás. 32
Me entristece ver que tan pocos tienen interés de ayudar a los que viven en la oscuridad. Que ningún creyente verdadero se conforme con vivir ociosamente en la viña del Maestro. Todo poder le fue dado a Cristo en el cielo y en la tierra, y él impartirá su poder a sus seguidores, para realizar la magna tarea de hacer que los hombres se alleguen a él. Él anima constantemente a sus instrumentos humanos, para que realicen la obra del cielo en todo el mundo y les promete estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo. Las inteligencias celestiales ­que son "millones de millones" (Apocalipsis 5: 11)­ son enviadas como mensajeros para que se unan con las fuerzas humanas en la salvación de las almas. ¿Por qué la fe en las grandes verdades que predicamos no enciende un propósito fervoroso en el altar de nuestros corazones? ¿Por qué, me pregunto, en vista de la grandeza de estas verdades, no todos los que profesan creer en ellas se sienten inspirados con un celo misionero, un celo que debe caracterizar a todos los obreros de Dios?

¿Quién Dirá: "Envíame A Mí"?
Se necesita hacer el trabajo de Cristo. Que las personas que creen en la verdad se consagren al servicio de Dios. Deberían haber cientos de feligreses empeñados en la obra misionera allí donde ahora hay unos pocos solamente. ¿,Quién comprenderá la importancia y la grandeza divina de la invitación? ¿Quién se negará a si mismo? Cuando el Salvador llame a los obreros, ¿,quién dirá: "Heme aquí, envíame a mí"?
Se necesitan obreros tanto en este país como en el extranjero. En nuestro vecindario hay una obra que realizar que muchos descuidan extrañamente. Todos los que han gustado "la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero" (Hebreos 6: 5) tienen un trabajo que hacer en sus propios hogares y entre los vecinos. Se debe proclamar el 33 Evangelio de salvación entre las gentes. Toda persona que ha sentido el poder de Cristo en su corazón se transforma en un misionero. A los amigos se les debe hablar del amor de Dios. Cada uno puede anunciar dentro de su propia iglesia lo que el Señor significa para él: su Salvador personal; este testimonio, presentado con sencillez, será de mayor provecho que el más elocuente discurso. Además hay una gran obra que hacer, en tratar a los demás con justicia y en humillarse para andar delante del Señor. Los que trabajan dentro de su propio ambiente están ganando una experiencia que los capacitará para llevar a cabo mayores responsabilidades. El trabajo misionero que se hace en el país donde uno vive, prepara al cristiano para la realización de una obra mayor en el extranjero.

El Cuidado Del Enfermo.
¿Cómo se puede realizar el trabajo del Señor? ¿Cómo se podrán alcanzar esas almas que se pierden en la medianoche de las tinieblas? Tenemos que hacerle frente al prejuicio; es difícil trabajar con una religión corrompida. los mejores métodos de trabajo deben considerarse con oración. Hay una forma en que muchas puertas se abrirán ante el misionero. Aprenda él a trabajar inteligentemente en favor de los enfermos, como enfermero o enfermera; o aprenda a tratar las enfermedades, como médico; y si se mantiene lleno del Espíritu Santo, ¡cuán vasto campo de servicio no se le presentará!
Cristo es el Salvador del mundo. Durante su ministerio terrenal los enfermos y los afligidos fueron el objeto especial de su compasión. Cuando envió a sus discípulos, los comisionó para que sanaran al enfermo tanto como para predicar el Evangelio. Cuando envió a los setenta, también les ordenó que curaran a los enfermos, mientras predicaban que el reino de Dios estaba cerca. Primero debían atender la 34 salud física, para que se abriera el camino y la verdad llegara a sus almas.

El Método De Evangelismo De Cristo.
El Salvador dedicó más tiempo y energías a la curación de los enfermos que a la predicación del Evangelio. El último encargo que les dio a los apóstoles ­sus representantes en la tierra­ fue que impusieran las manos sobre los enfermos, para sanarlos. Y cuando el Maestro vuelva, recompensará a los que hayan visitado a los 
enfermos y aliviado las necesidades de los afligidos.
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el Evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida. entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros.
Habrá que vérselas con una gran cantidad de prejuicios, celo falso y piedad fingida, pero tanto en este país como en el extranjero hay más almas que Dios ha estado preparando para recibir la semilla de la verdad de lo que nos podemos imaginar. Estas recibirán gozosamente el mensaje que se les presente.
No debe existir deshonestidad en la vida del obrero. Aunque el error es peligroso para cualquiera, aunque se cometa 35 por equivocación, la hipocresía en la proclamación de la verdad es fatal.

Trabájese con fervor Entusiasta.
No debemos ser espectadores ociosos de las escenas impresionantes que se llevarán a cabo en preparación de la segunda venida de nuestro Señor. Debemos desplegar el valor y el entusiasmo del soldado cristiano. El que no está con Cristo, es su enemigo. "El que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12: 30). En los libros del cielo la inactividad se considera como una obra contraria al trabajo de Cristo, porque produce el mismo fruto de la hostilidad abierta. Dios llama a obreros activos.
Mientras más claramente observen nuestros ojos las maravillas del mundo del futuro, más profunda será nuestra solicitud por los habitantes de este mundo. No podemos ser egoístas. Vivimos en una época especial de conflicto entre los poderes de la luz y las tinieblas. Sigamos adelante; dejemos que nuestra luz brille; difundamos sus rayos por todas partes. Cristo y sus mensajeros celestiales colaborarán con las agencias humanas para terminar el trabajo que ha quedado inconcluso. Dejamos de brillar cuando abandonamos nuestros puestos y no demostramos interés por los demás, porque nos gusta la comodidad y preferimos no incomodarnos. Si nos portamos de esta manera, ¡qué tremenda será la culpa, y cuán terribles las consecuencias!
Algunas personas deben prepararse para llegar a ser médicos misioneros y enfermeras cristianos. Las puertas se abrirán y estos fieles hijos de Dios podrán trabajar entre las clases altas y las bajas. Toda influencia se debe consagrar a esta tarea. De la obra misionera que se realice aquí debe surgir una cadena de luces ardientes que circunden la tierra; cada voz debe proclamar: "El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apocalipsis 22: 17). 36

Efectos De Hábitos Equivocados
Entre los profesos cristianos del mundo existe ahora muy poca fortaleza moral. Muchos han acariciado hábitos equivocados y las leyes físicas y morales se han descuidado hasta el punto en que la virtud y la piedad generales son extremadamente bajas. Los hábitos equivocados rebajan las normas de la salud física y entorpecen las fuerzas mentales y espirituales. La complacencia de los apetitos y pasiones desnaturalizados ejerce una influencia poderosa sobre el sistema nervioso del individuo. Los órganos animales se fortalecen, mientras que las fuerzas morales van perdiendo su vigor. Es imposible que una persona intemperante sea cristiana al mismo tiempo, porque sus facultades superiores llegan a ser esclavas de las pasiones.­ Testimonies for the church (Testimonios para la iglesia) tomo 3, pág. 51.

Un Mundo No Amonestado.
Hay una enorme tarea delante de nosotros, el trabajo final de dar el último mensaje de amonestación de Dios a un mundo pecador. ¿Pero qué hemos hecho para dar este mensaje? Les ruego que consideren los muchísimos lugares donde ni siquiera hemos entrado. Observen a nuestros obreros que continúan recorriendo el mismo camino mientras alrededor de ellos se halla un mundo descuidado, sumido en la corrupción y la impiedad: un mundo que aún no ha sido amonestado. para mí este es un cuadro terrible. ¡Qué indiferencia más asombrosa manifestamos hacia las necesidades de un mundo que perece!­ Testimonios para la iglesia, tomo 7, págs. 102-103. 
Consejos Sobre Salud (EGW).

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