¿CONFESAREMOS O NEGAREMOS A CRISTO? En nuestro trato con la sociedad, en la familia, o en cualesquiera relaciones que trabemos en la vida, sean ellas limitadas o extensas, hay muchas maneras por las cuales podemos reconocer a nuestro Señor, y muchas maneras por las cuales le podemos negar... Nadie puede confesar verdaderamente a Cristo delante del mundo, a menos que viva en él la mente y el espíritu de Cristo. Es imposible comunicar lo que no poseemos y amamos... 1JT 339
viernes, abril 15, 2011
08. "LA INDIVIDUALIDAD Y EL MATRIMONIO" EGW.
Individualidad de la esposa
Una mujer que se resigna a los dictámenes de otra persona -aun en los más mínimos asuntos de la vida doméstica-, que somete su propia identidad, nunca podrá llegar a ser de utilidad y bendición para el mundo. Tampoco responderá al propósito divino para su existencia. Se constituye en una mera máquina que es guiada por la mente y voluntad de los demás. Dios ha otorgado a cada cual, hombres y mujeres, una identidad, una individualidad para que actúen por ellos mismos en el temor de Dios.- Carta 25, 1885.
Identidad personal de los esposos
Me fue mostrado que, aunque una pareja se haya casado, aunque se hayan entregado el uno al otro por el voto más solemne en la presencia del cielo y los santos ángeles, y los dos lleguen a ser uno solo, cada uno de ellos todavía conserva su identidad individual, la cual no puede ser destruida por el voto matrimonial.
Aunque se hayan unido uno al otro, todavía deberán ejercer su influencia en el mundo; no deberían concentrarse en ellos mismos al punto de apartarse de la sociedad sepultando así su utilidad e influencia.- Corta 9, 1864.
Una esposa pasiva
Si una mujer estuviera de acuerdo en que es prerrogativa de su marido ejercer el pleno control de su cuerpo y modelar su mente para que se adapte a la de él en todo, siguiendo su propio cauce, rindiendo así su individualidad, perderá su identidad al fusionarla con la de su marido. Se convertirá en una mera máquina que la voluntad de su esposo moverá y controlará, en una criatura manejada a su gusto. Al final, el esposo pensará, tomará decisiones y actuará por ella. Al adoptar esta posición pasiva, la esposa deshonra a Dios. Ella tiene responsabilidades ante Dios que es su deber preservar.
Cuando la esposa rinde su cuerpo y su mente al control de su marido, adoptando una posición pasiva ante la voluntad del esposo en todo, sacrifica su conciencia, dignidad e identidad, perdiendo así la oportunidad de ejercer la poderosa influencia que posee para elevar a su esposo.- RH, 26 de septiembre de 1899.
Amor por Cristo y por los demás
Ninguno de los esposos debe fusionar su individualidad en la del otro. Cada cual tiene una relación personal con Dios. Es a él a quién deberíamos preguntar: "¿Qué está bien?" "¿Qué está mal?" "¿Cómo puedo cumplir mejor el propósito de la vida?" Todo el caudal de su afecto debe dirigirse hacia quien dio su vida por nosotros. Haga de Cristo el primero, el último y el mejor en todo. A medida que su amor por él llegue a ser más profundo y fuerte, su amor por los demás será purificado y fortalecido.
El espíritu que Cristo manifiesta hacia nosotros es el mismo espíritu que los esposos deben manifestarse uno al otro. "Así como Cristo nos amó, andad en amor". "Así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las casadas lo están a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella".
No debe haber control arbitrario
Ninguno de los esposos debe procurar ejercer control arbitrario sobre el otro.
No traten de obligar al cónyuge a rendirse a sus propios deseos.
No podrán hacer esto y, a la vez, conservar el amor del otro. Sean bondadosos, pacientes, considerados y corteses. Por la gracia de Dios podrán hacerse felices uno al otro, en armonía con la promesa formulada en el voto matrimonial.- RH, 10 de diciembre de 1908.
Me fue mostrada luego la situación de su nuera. Aunque Dios la ama, es mantenida bajo un cautiverio servil; temerosa, temblorosa, abatida, llena de incertidumbre y nerviosa. Esta hermana no tiene que sentir que debe rendir su voluntad a un joven malvado, menor que ella. Tiene que saber que su matrimonio no anula su individualidad. Los requerimientos de Dios son superiores a cualquier pretensión terrenal. Cristo la ha comprado con su propia sangre, por tanto no se pertenece a sí misma. Hace mal en confiar plenamente en Dios y rendir sus convicciones personales y su conciencia a un hombre imperioso, altanero, encendido por Satanás, cuando su majestad satánica tiene la oportunidad de operar eficazmente por su intermedio con el fin de intimidar a un alma temblorosa y disminuida. Ha sido sumida en la perturbación tantas veces que su sistema nervioso se ha quebrantado y arruinado.
¿Es, acaso, voluntad del Señor que esta hermana llegue a tal estado y que Dios se vea privado de su servicio? Seguramente, no. Su casamiento fue un engaño satánico. No obstante, ella ahora debe tratar de hacer lo mejor posible; tratar a su marido con ternura para hacerlo tan feliz como le sea posible, sin violar su conciencia, pues si él continúa en su rebeldía, este mundo será el único cielo que podrá conocer. Pero privarse de asistir a reuniones con el fin de gratificar a un esposo altanero y poseído del espíritu del dragón, no es actuar en armonía con la voluntad de Dios. El Señor desea que esta alma temblorosa se escude en él.
El será su refugio. Será para ella como la sombra de un gran peñasco al cansado. Lo único que necesita es actuar con fe, confiar en Dios, y él le dará fortaleza y la bendecirá. Sus tres niños son susceptibles a las influencias de la verdad y al Espíritu del Señor. Esas criaturas podrían estar en una situación tan favorable como están tantos otros niños observadores del sábado, y podrían convertirse y alistarse en el ejército del Señor.- 2T 99, 100.
La cabeza de la casa
María... me gustaría advertirla cariñosamente sobre otro asunto, con toda la bondad fraternal y maternal posible. En varias ocasiones he notado la manera dictatorial como Ud. le habla a Juan delante de otras personas. El tono de su voz suena a impaciencia. María, otros también lo han notado y lo han comentado conmigo. Eso anula su influencia.
Como mujeres, debemos recordar que el Señor nos ha creado sujetas a nuestro marido. El es la cabeza. Nuestro juicio, nuestra manera de ver las cosas y nuestras razones deben concordar con la de él hasta donde sea posible. En caso que no fuera posible, la Palabra de Dios da preferencia al marido, siempre que no se trate de un asunto de conciencia. Debemos someternos a la cabeza.- Carta 5, 1861.
Un esposo dominante
Tengo unas pocas palabras para decirle en relación con su matrimonio; no por revelación sino por prevención. Me siento impulsada por el Espíritu del Señor para decirle que tengo menos confianza en su integridad desde que Ud. ha contraído matrimonio, que la que tenía antes de dar ese paso. He sobrellevado una gran carga sobre mi corazón. Yo sabía de antemano que Ud. no estaba calificado para ser un buen esposo para la hermana Drake, Si Ud. le hubiera permitido exponer su caso ante nosotros, podríamos haberlo aconsejado de acuerdo con la luz que Dios nos ha dado en relación con su caso. Ud. sabía esto y, por saberlo, no quiso que fuéramos consultados. Hermano R, yo creo que su motivación para el matrimonio ha sido puramente egoísta. Creo que Ud. no ha tenido en cuenta el bienestar de la hermana Drake; tampoco, la gloria de Dios. Se apresuró y no consultó con quienes lo conocían mejor. Se precipitó bajo la dirección del espíritu impulsivo que siempre lo ha caracterizado.
Mayordomía de los medios
El curso de acción que Ud. ha seguido desde que contrajo matrimonio, tomando posesión y controlando los medios de quien Ud. ha hecho su mujer, demuestra que sus motivos fueron erróneos. Todo esto va en su contra y revela su profundo egoísmo y su espíritu dictatorial, a los cuales Dios no quiere que su esposa se someta.
El casamiento no anula ni invalida la mayordomía de su esposa. No destruye su identidad. Su individualidad debe ser preservada si ella quiere glorificar a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son del Señor. La individualidad de ella no tiene que ser sumergida en la suya. Ella tiene deberes para con Dios en los cuales Ud. no debe interferir. Ud. no puede cumplir con las demandas que Dios le hace a ella. En la providencia divina ella ha llegado a ser una administradora de los bienes de Dios y no debe someter esta atribución a Ud. ni a nadie.
Usted no posee una sabiduría más cabal y perfecta que la de ella, como para que le conceda a Ud. la administración de los bienes que le pertenecen. Ella ha podido desarrollar un carácter mucho mejor que el suyo, y posee una mente más equilibrada que la suya. Puede administrar sus propios bienes mucho más sabia y juiciosamente, y para gloria de Dios, que Ud. Ud. es un extremista, obra por impulso y vive más tiempo bajo el control directo de los ángeles satánicos, que de los ángeles de Dios.- Carta 4, 1870.
Motivos impropios
Siento la necesidad de decirle que lamento mucho su casamiento. Ud. no es el tipo de hombre que puede hacer feliz a su esposa. Se ama a Ud. mismo demasiado como para ser una persona atenta, paciente, afectuosa y comprensiva. Debería tratar con mucha ternura a la mujer con la cual se ha casado. Debería estudiar cuidadosamente la manera de lograr que ella no lamente haber unido su destino con el suyo.
Dios observa el curso de acción que Ud. ha estado siguiendo en este asunto, y no podrá presentar excusas por seguirlo. El Señor lee sus motivos. Ahora, Ud. tiene la oportunidad de revelar su propio yo y demostrar si actuó con amor auténtico en su matrimonio, o simplemente con un interés profundamente egoísta. No tengo duda alguna de que Ud. se unió en matrimonio con la idea de que entraría en posesión de propiedades y que las administraría a su antojo.
Importancia del amor y la ternura
Ud. no tiene derecho a dar órdenes a su esposa como lo haría con una criatura.
No ha logrado una reputación apreciable, virtuosa, que demande respeto. Considerando sus fracasos pasados, Ud. necesitaría adoptar una posición humilde y despojarse de una dignidad que todavía no ha logrado. Es un hombre demasiado débil como para requerir sumisión a su voluntad sin que tenga que suplicarla. Tiene una tarea que realizar: gobernarse a Ud. mismo. . .
Nunca debería colocarse por encima de su esposa. Ella necesita que se le prodigue amor y bondad, que se proyectaría de vuelta en Ud. Si quiere que lo ame, debe primeramente ganar ese amor manifestándolo por medio de la ternura expresada en palabras y hechos. Tiene a su cargo la felicidad de su esposa. Por su manera de proceder, es como si Ud. le dijera: "Para que puedas ser feliz, tienes que rendir plenamente tu voluntad a la mía; someterte para que yo haga lo que me plazca". Ud. ha llegado a considerar como un placer especial ejercer así su autoridad, porque piensa que puede hacerlo. Pero el tiempo se encargará de demostrarle que, si Ud. continúa siendo dirigido por su temperamento, dejará de inspirar amor en el corazón de su esposa, desterrará el afecto que ella siente por Ud., y terminará despreciando esa autoridad, cuya fuerza en verdad ella nunca antes sintió en su vida matrimonial. Lo que Ud. está logrando es una vida más dura y amarga para Ud. mismo; y finalmente tendrá que cosechar lo que ha sembrado.
Responsabilidad de una madre hacia su hijo
No tengo otra manera de hablarle sino con franqueza. El caso así lo demanda.
¿En qué sentido el casamiento de la hermana Drake mejora su condición? En nada.
Su conducta está amargándole la vida y tornándola insoportable. Yo sabía de antemano lo que habría de ocurrir cuando supe acerca de su casamiento. Ella pensaba que contaría con alguien que la ayudaría, y que se haría cargo de su niño, pero lo que realmente ha hecho es arrancarle al chico, y ha tratado de conseguir que ella comparta con Ud. el cuidado y el afecto filial, cuando lo único que tiene a su favor para pretenderlo es su casamiento. Ud. no ha hecho nada para reclamar tal sacrificio, nada, ni siquiera ha ganado su confianza. No obstante, demanda ese gran sacrificio; la separación entre la madre y su hijo. Ud. puede argumentar que entiende el caso, pero nosotros estamos seguros de que sabe muy poco del asunto.
En vez de sentir que es su deber ser paciente, afectuoso y manejar juiciosamente este asunto del niño, ha optado por seguir la dirección de un tirano sin corazón y sin sentimientos.
Yo aconsejaría a la madre a caminar en el temor de Dios y no permitir que alguien que es prácticamente un extraño se interponga en el asunto, atribuyéndose el título de marido para separar al niño del afecto y cuidado maternos. Dios no ha liberado a esa madre de su responsabilidad por haberse casado con Ud. Es Ud. quien no tiene amor verdadero y desconoce los términos de un compromiso matrimonial.
Si lo entendiera, no estaría actuando como lo hace.- Carta 4, 1870.
(Testimonios a cerca de la Conducta Sexual 29- 36)
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