¿CONFESAREMOS O NEGAREMOS A CRISTO? En nuestro trato con la sociedad, en la familia, o en cualesquiera relaciones que trabemos en la vida, sean ellas limitadas o extensas, hay muchas maneras por las cuales podemos reconocer a nuestro Señor, y muchas maneras por las cuales le podemos negar... Nadie puede confesar verdaderamente a Cristo delante del mundo, a menos que viva en él la mente y el espíritu de Cristo. Es imposible comunicar lo que no poseemos y amamos... 1JT 339
martes, septiembre 25, 2012
REFLEXIÓN 19.- Paz Mental
sábado, septiembre 08, 2012
CAPÍTULO 13. DÍAS DE PREPARACIÓN.
Basado en Hechos 9:19-30.
DESPUÉS DE SU BAUTISMO, PABLO DEJÓ DE AYUNAR Y PERMANECIÓ "por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. Y luego en las sinagogas predicaba a Cristo, diciendo que éste era el Hijo de Dios."
Osadamente declaraba que
Jesús de Nazaret era el Mesías por mucho tiempo esperado, que "fue muerto
por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; . . . fue sepultado, y . . .
resucitó al tercer día," después de lo cual fue visto por los doce, y por
otros. "Y el postrero de todos," añadió Pablo, "como a un
abortivo, me apareció a mí." (1 Cor. 15:3,4,8.) Sus argumentos de las
profecías eran tan concluyentes, y sus esfuerzos estaban tan manifiestamente
asistidos por el poder de Dios, que los judíos se confundían y eran incapaces
de contestarle.
LAS
NOTICIAS DE LA CONVERSIÓN DE PABLO LLEGARON A LOS JUDÍOS PRODUCIENDO UNA GRAN
SORPRESA.
El que había ido a Damasco "con potestad y comisión de los príncipes de
los sacerdotes" (Hech. 26:12), para aprehender y perseguir a los
creyentes, estaba ahora predicando el Evangelio de un Salvador crucificado y
resucitado, fortaleciendo las manos de los que eran ya sus discípulos, y
trayendo continuamente nuevos conversos a la fe que una vez combatió
acerbamente.
PABLO
HABÍA SIDO CONOCIDO ANTERIORMENTE COMO UN CELOSO DEFENSOR DE LA RELIGIÓN JUDÍA, y un
incansable perseguidor de los seguidores de Jesús. Era valeroso, independiente,
perseverante, y sus talentos y preparación le capacitaban para prestar casi
cualquier servicio. Razonaba con extraordinaria claridad, y mediante su
aplastador sarcasmo podía colocar a un oponente 102 en situación nada envidiable. Y ahora los judíos veían a ese
joven de posibilidades extraordinarias unido a los que anteriormente había
perseguido, y predicando sin temor en el nombre de Jesús.
Un general muerto en la batalla es una
pérdida para su ejército, pero su muerte no da fuerza adicional al enemigo. Más cuando un
hombre eminente se une al adversario, no solamente se pierden sus servicios,
sino que aquellos a quienes él se une obtienen una decidida ventaja. Saulo de
Tarso, en el camino a Damasco, podría fácilmente haber sido muerto por el
Señor, y se hubiera restado mucha fuerza al poder perseguidor. Pero Dios en su
providencia no sólo le perdonó la vida, sino que lo convirtió, transfiriendo
así un campeón del bando del enemigo al bando de Cristo. Como elocuente orador
y crítico severo, Pablo, con su firme propósito y denodado valor, poseía
precisamente las cualidades que se necesitaban en la iglesia primitiva.
MIENTRAS
PABLO PREDICABA A CRISTO EN DAMASCO, todos los que lo oían se asombraban, y
decían: "¿No es éste el que asolaba
en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos
presos a los príncipes de los sacerdotes?" Pablo declaraba que su cambio
de fe no había sido provocado por impulso o fanatismo, sino por una evidencia
abrumadora. Al presentar el Evangelio, trataba de exponer con claridad las
profecías relativas al primer advenimiento de Cristo.
MOSTRABA
CONCLUYENTEMENTE Que Esas Profecías Se Habían Cumplido Literalmente En Jesús De
Nazaret.
El fundamento de su fe era la segura palabra profética. A medida que Pablo
continuaba instando a sus asombrados oyentes a "que se arrepintiesen y se
convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento" (Hech. 26:20),
"mucho más se esforzaba, y confundía a los Judíos que moraban en Damasco,
afirmando que éste es el Cristo." Pero muchos endurecieron sus corazones y
rehusaron responder a su mensaje; y pronto su asombro por la conversión de
Saulo se trocó 103 en intenso odio,
como el que habían manifestado para con Jesús.
LA
OPOSICIÓN SE TORNÓ TAN FIERA QUE NO SE LE PERMITIÓ A PABLO CONTINUAR SUS
LABORES EN DAMASCO. Un mensajero del cielo le ordenó que dejara el lugar por
un tiempo; y fue "a la Arabia" (Gál. 1:17), donde halló un refugio
seguro.
Allí, en la soledad del
desierto, Pablo tenía amplia oportunidad para estudiar y meditar con quietud. Repasó
serenamente su experiencia pasada, y se arrepintió cabalmente. Buscó a Dios con
todo su corazón, sin descansar hasta saber con certeza que su arrepentimiento
fue aceptado y sus pecados perdonados. Anhelaba tener la seguridad de que Jesús
estaría con él en su ministerio futuro. Vació su alma de los prejuicios y
tradiciones que hasta entonces habían amoldado su vida, y recibió instrucción
de la Fuente de la verdad. Jesús se comunicó con él, y lo estableció en la fe
concediéndole una rica medida de sabiduría y gracia.
CUANDO LA MENTE DEL HOMBRE
se pone en comunión con la mente de Dios, el ser finito con el Infinito, el
efecto sobre el cuerpo, la mente y el alma es superior a todo cálculo. En esa
comunión se halla la más elevada educación. Es el método de Dios para
desarrollar a los hombres. "Amístate ahora con él" (Job 22:21), es su
mensaje a la humanidad.
EL
SOLEMNE COMETIDO QUE SE DIO A PABLO en ocasión de su entrevista con Ananías
pesaba de modo creciente sobre su corazón.
Cuando, en respuesta a las palabras: "Hermano Saulo, recibe la
vista," Pablo había mirado por primera vez el rostro de este hombre
devoto, Ananías, bajo la inspiración del Espíritu Santo, le dijo: "El Dios
de nuestros padres te ha predestinado para que conocieses su voluntad, y vieses
a aquel Justo, y oyeses la voz de su boca. Porque has de ser testigo suyo a
todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora pues, ¿por qué te
detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando su
nombre." (Hech. 22:14-16.)
ESTAS
PALABRAS ESTABAN EN ARMONÍA CON LAS DE JESÚS MISMO, 104 quien, cuando detuvo a Saulo en el camino a Damasco, declaró:
"Para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las
cosas que has visto, y de aquellas en que apareceré a ti: librándote del pueblo
y de los Gentiles, a los cuales ahora te envío, para que abras sus ojos, para
que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a
Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, remisión de pecados y suerte
entre los santificados." (Hech. 26:16-18.)
MIENTRAS CONSIDERABA ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN, Pablo entendía más y más claramente el significado de su llamamiento "a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios." (1 Cor. 1:1.) Su llamamiento había provenido, "no de los hombres, ni por hombre, mas por Jesucristo y por Dios el Padre." (Gál. 1:1.)
La magnitud de la obra que le aguardaba le
indujo a estudiar mucho las Sagradas Escrituras, a fin de poder predicar el Evangelio
"no en sabiduría de palabras, porque no sea hecha vana la cruz de
Cristo," "mas con demostración del Espíritu y de poder," para
que la fe de todos los que lo oyeran "no esté fundada en sabiduría de
hombres, mas en poder de Dios." (1 Cor. 1:17; 2:4,5.)
MIENTRAS
PABLO ESCUDRIÑABA LAS ESCRITURAS, descubrió que a través de los siglos,
"no . . . muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos
nobles; antes lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y
lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte; y lo vil del mundo
y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es: para
que ninguna carne se jacte en su presencia." (1 Cor. 1:26-29.) Y así,
viendo la sabiduría del mundo a la luz de la cruz, Pablo se propuso "no
conocer nada, . . . sino a Jesucristo, y a éste crucificado." (1 Cor. 2:2.
V.M.)
EN
EL CURSO DE SU MINISTERIO ULTERIOR, Pablo Nunca Perdió De Vista La Fuente De Su
Sabiduría Y Fuerza. Oídlo años más tarde declarar todavía: "Para mí el
vivir es Cristo." (Fil. 1:21.) Y otra vez: "Y ciertamente, aun reputo
todas las cosas pérdida 105 por el
eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo, . . . para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi
justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia
que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y la virtud de su resurrección, y
la participación de sus padecimientos." (Fil. 3:8-10.)
DE
ARABIA VOLVIÓ PABLO "DE NUEVO A DAMASCO" (Gál. 1: 17)," y
hablaba confiadamente en el nombre de Jesús." Incapaces los judíos de
rebatir la sabiduría de sus argumentos, "hicieron entre sí consejo de
matarle." Día y noche guardaron diligentemente las puertas de la ciudad
para que no escapara. Esta crisis movió a los discípulos a buscar a Dios
ardientemente, y al fin, "tomándole de noche, le bajaron por el muro en
una espuerta."
DESPUÉS
DE HABER HUÍDO DE DAMASCO, FUE PABLO A JERUSALÉN a los tres años de su
conversión, con el principal objeto de "ver a Pedro," según él mismo
declaró después. Al llegar a la ciudad donde tan conocido fuera un tiempo como
Saulo el perseguidor, "tentaba de juntarse con los discípulos; mas todos
tenían miedo de él, no creyendo que era discípulo." Era difícil para ellos
creer que ese fanático fariseo, que tanto había hecho para destruir la iglesia,
pudiese llegar a ser un sincero seguidor de Jesús.
"Entonces Bernabé,
tomándole, lo trajo a los apóstoles, y contóles cómo había visto al Señor en el
camino, y que le había hablado, y cómo en Damasco había hablado confiadamente
en el nombre de Jesús."
AL
OÍR ESTO, LOS DISCÍPULOS LO ADMITIERON EN SU MEDIO, y muy luego tuvieron
abundantes pruebas de la sinceridad de su experiencia cristiana. El futuro
apóstol de los gentiles estaba a la sazón en la ciudad donde residían muchos de
sus antiguos colegas, y anhelaba explicar a estos dirigentes judíos las
profecías referentes al Mesías, que se habían cumplido con el advenimiento del
Salvador.
TENÍA
PABLO LA SEGURIDAD de que los doctores de Israel con quienes tan bien
relacionado estuvo, eran igualmente sinceros y honrados como había sido él;
pero no tuvo Pablo en cuenta el ánimo de sus colegas judíos, y se trocaron 106 en amargo desengaño las esperanzas
que había puesto en su rápida conversión.
Aunque "hablaba confiadamente en el nombre del Señor: y disputaba
con los Griegos," los dignatarios de la iglesia judaica no quisieron
creer, y "procuraban matarle."
Entristecióse el corazón de Pablo. De bonísima gana hubiera dado su
vida, si con ello trajera a alguien al conocimiento de la verdad.
AVERGONZADO, pensaba en la
activa parte que había tomado en el martirio de Esteban; y en su ansiedad de
lavar la mancha arrojada sobre el calumniado mártir, quería vindicar la verdad
por la cual había entregado Esteban su vida. Afligido por la ceguera de los
incrédulos, estaba Pablo orando en el templo, según él mismo atestiguó después,
cuando cayó en éxtasis, y apareciósele un mensajero celestial que le dijo:
"Date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusalén; porque no recibirán tu
testimonio de mí." (Hech. 22: 18.)
PABLO
ESTABA INCLINADO A QUEDARSE EN JERUSALÉN, donde podría arrostrar
la oposición. Le parecía un acto cobarde la huida, si quedándose podía
convencer a algunos de los obstinados judíos de la verdad del mensaje
evangélico, aunque el quedarse le costara la vida. Así que respondió: "Señor,
ellos saben que yo encerraba en cárcel, y hería por las sinagogas a los que
creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo también
estaba presente, y consentía a su muerte y guardaba las ropas de los que lo
mataban." Pero no estaba de acuerdo con los designios de Dios que su
siervo expusiera inútilmente su vida; y el mensajero celestial replicó:
"Ve, porque yo te tengo que enviar lejos a los Gentiles." (Vers.
19-21.)
AL
ENTERARSE DE ESTA VISIÓN, los hermanos se apresuraron a facilitar a
Pablo la fuga, en secreto, de Jerusalén, por temor de que lo asesinaran, y
"le acompañaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso." La partida de
Pablo suspendió por algún tiempo la violenta oposición de los judíos, y la
iglesia disfrutó de un período de sosiego, durante el cual se multiplicó el
número de creyentes. 107
Los
Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
CAPÍTULO 12. DE PERSEGUIDOR A DISCÍPULO.
SAULO
DE TARSO SOBRESALÍA ENTRE LOS DIGNATARIOS JUDÍOS que se habían excitado
por el éxito de la proclamación del Evangelio. Aunque ciudadano romano por
nacimiento, era Saulo de linaje judío, y había sido educado en Jerusalén por
los más eminentes rabinos. Era Saulo "del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, Hebreo de Hebreos; cuanto a la ley, Fariseo; cuanto al celo,
perseguidor de la iglesia; cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible." (Fil. 3:5,6.) Los rabinos lo consideraban como un joven
muy promisorio, y acariciaban grandes esperanzas respecto a él como capaz y celoso
defensor de la antigua fe. Su elevación a miembro del Sanedrín lo colocó en una
posición de poder.
SAULO
HABÍA TOMADO UNA PARTE DESTACADA EN EL JUICIO Y LA CONDENA DE ESTEBAN; y las
impresionantes evidencias de la presencia de Dios con el mártir le habían
inducido a dudar de la justicia de la causa que defendía contra los seguidores
de Jesús. Su mente estaba profundamente impresionada. En su perplejidad, se
dirigió a aquellos en cuya sabiduría y juicio tenía plena confianza. Los argumentos de los sacerdotes y
príncipes lo convencieron finalmente de que Esteban era un blasfemo, de que
el Cristo a quien el discípulo martirizado había predicado era un impostor, y
de que los que desempeñaban cargos sagrados tenían razón.
No llegó Saulo sin luchas
graves a esta conclusión. Pero al fin, su educación y sus prejuicios, su
respeto por sus antiguos maestros y el orgullo motivado por su popularidad, le
fortalecieron para rebelarse contra la voz de la conciencia y la gracia 93 de Dios. Y habiendo decidido
plenamente que los sacerdotes y escribas tenían razón, Saulo se volvió acérrimo
en su oposición a las doctrinas enseñadas por los discípulos de Jesús.
LA ACTIVIDAD DE SAULO EN LOGRAR QUE LOS SANTOS HOMBRES Y MUJERES FUERAN ARRASTRADOS A LOS TRIBUNALES, donde los condenaban a la cárcel y aun a la muerte, por el solo hecho de creer en Jesús, llenó de tristeza y lobreguez a la recién organizada iglesia, e indujo a muchos a buscar seguridad en la huída. Los que fueron arrojados de Jerusalén por esta persecución "iban por todas partes anunciando la palabra." (Hech. 8:4.) Una de las ciudades donde se refugiaron fue Damasco, donde la nueva fe ganó muchos conversos.
LOS
SACERDOTES Y MAGISTRADOS esperaban que con vigilante esfuerzo y acerba
persecución podría extirparse la herejía. Por entonces creyeron necesario
extender a otros lugares las resueltas medidas tomadas en Jerusalén contra las
nuevas enseñanzas. Para esta labor especial, que deseaban realizar en Damasco,
ofreció Saulo sus servicios. "Respirando aún amenazas y muerte contra los
discípulos del Señor, vino al príncipe de los sacerdotes, y demandó de él
letras para Damasco a las sinagogas, para que si hallase algunos hombres o
mujeres de esta secta, los trajese presos a Jerusalén." Así, "con
potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes" (Hech. 26:12),
Saulo de Tarso, en la fuerza de su edad viril e inflamado de un celo
equivocado, emprendió el memorable viaje en que iba a ocurrirle el singular
suceso que cambiaría por completo el curso de su vida.
EL
ÚLTIMO DÍA DEL VIAJE, "EN MITAD DEL DÍA," los fatigados
caminantes, al acercarse a Damasco, vieron las amplias extensiones de tierra
fértil, los hermosos jardines y los fructíferos huertos, regados por las
frescas corrientes de las montañas circundantes. Después del largo viaje a
través de desolados desiertos, tales escenas eran en verdad refrigerantes.
MIENTRAS SAULO CON SUS COMPAÑEROS CONTEMPLABAN CON ADMIRACIÓN LA
FÉRTIL LLANURA y la hermosa ciudad que se hallaba abajo, 94 "súbitamente" vieron una
luz del cielo, "la cual -según él declaró después- me rodeó y a los que
iban conmigo;" "una luz del cielo que sobrepujaba el resplandor del
sol" (Hech. 26:13,14), demasiado esplendente para que la soportaran ojos
humanos. Ofuscado y aturdido, cayó Saulo postrado en tierra.
MIENTRAS LA LUZ BRILLABA EN DERREDOR DE ELLOS, Saulo
oyó "una voz que le decía" "en lengua hebraica":
"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él
dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el
aguijón." Temerosos y casi cegados por la intensidad de la luz, los
compañeros de Saulo oían la voz, pero no veían a nadie. Sin embargo, Saulo
comprendió lo que se le decía, y se le reveló claramente que quien hablaba era
el Hijo de Dios.
EN EL GLORIOSO SER QUE ESTABA ANTE ÉL, RECONOCIÓ AL CRUCIFICADO. La
imagen del Salvador quedó para siempre grabada en el alma del humillado judío. Las
palabras oídas conmovieron su corazón con irresistible fuerza. Su mente se
iluminó con un torrente de luz que esclareció la ignorancia y el error de su
pasada vida, y le demostró la necesidad que tenía de la iluminación del
Espíritu Santo.
SAULO VIO AHORA QUE AL PERSEGUIR A LOS SEGUIDORES DE JESÚS, Había
Estado En Realidad Haciendo La Obra De Satanás.
Vio que sus convicciones de lo recto y de su propio deber se
habían basado mayormente en su implícita confianza en los sacerdotes y los
magistrados. Les había creído cuando le dijeron que el relato de la
resurrección era una ingeniosa creación de los discípulos. Cuando Jesús mismo
se reveló, Saulo se convenció de la veracidad de las aseveraciones de los
discípulos.
EN AQUEL MOMENTO DE CELESTIAL ILUMINACIÓN, la
mente de Saulo actuó con notable rapidez. Las profecías de la Sagrada Escritura
se abrieron a su comprensión. Vio que el rechazamiento de Jesús por los judíos,
su crucifixión, resurrección y ascensión habían sido predichos por los profetas
y le demostraron que era el Mesías prometido. El discurso de Esteban 95 en ocasión de su martirio le vino
vívidamente a la memoria, y Saulo comprendió que el mártir había contemplado en
verdad "la gloria de Dios" cuando dijo: "He aquí veo los cielos
abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios." (Hech.
7:55,56.) Los sacerdotes habían declarado blasfemas esas palabras, pero ahora
Saulo sabía que eran verdad.
¡QUÉ
REVELACIÓN FUE TODO ESTO PARA EL PERSEGUIDOR! Ahora Saulo sabía con
toda seguridad que el prometido Mesías había venido a la tierra en la persona
de Jesús de Nazaret, y que aquellos a quienes había venido a salvar le habían
rechazado y crucificado. También sabía que el Salvador había resucitado
triunfante de la tumba y ascendido a los cielos. En aquel momento de divina
revelación, recordó Saulo, aterrorizado, que con su consentimiento había sido
sacrificado Esteban por dar testimonio del Salvador crucificado y resucitado, y
que después fue instrumento para que muchos otros dignos discípulos de Jesús
encontrasen la muerte por cruel persecución.
EL
SALVADOR HABÍA HABLADO A SAULO MEDIANTE ESTEBAN, cuyo claro razonamiento
no podía ser refutado. El erudito judío vio el rostro del mártir reflejando la
luz de la gloria de Cristo, de modo que parecía "como el rostro de un
ángel." (Hech. 6: 15.) Presenció la longanimidad de Esteban para con sus
enemigos y el perdón que les concedió. Presenció también la fortaleza y la
alegre resignación de muchos a quienes él había hecho atormentar y afligir. Hasta
vio a algunos entregar la vida con regocijo por causa de su fe.
TODAS
ESTAS COSAS IMPRESIONARON MUCHO A SAULO, y a veces casi
abrumaron su mente con la convicción de que Jesús era el Mesías prometido. En
esas ocasiones luchó noches enteras contra esa convicción, y siempre terminó
por creer que Jesús no era el Mesías, y que sus seguidores eran ilusos fanáticos.
AHORA CRISTO LE HABLABA CON SU PROPIA VOZ,
diciendo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Y la pregunta:
"¿Quién eres, Señor?" fue contestada por la misma voz: "Yo soy
Jesús a quien tú persigues." Cristo se identifica aquí con 96 su pueblo. Al perseguir a los
seguidores de Jesús, Saulo había atacado directamente al Señor del cielo. Al
acusarlos y al testificar falsamente contra ellos, lo hacía también contra el
Salvador del mundo.
No dudó
Saulo de que quien le hablaba era Jesús de Nazaret, el Mesías por tanto tiempo
esperado, la Consolación y el Redentor de Israel. Saulo, "temblando y
temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y
entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer."
CUANDO
SE DESVANECIÓ EL RESPLANDOR, Y SAULO SE LEVANTÓ DEL SUELO, se halló totalmente
privado de la vista. La refulgencia de la gloria de Cristo había sido demasiado
intensa para sus ojos mortales; y cuando desapareció, las tinieblas de la noche
se asentaron sobre sus ojos. Creyó que esta ceguera era el castigo de Dios por
su cruel persecución de los seguidores de Jesús. En terribles tinieblas palpaba
en derredor, y sus compañeros, con temor y asombro, "llevándole por la
mano, metiéronle en Damasco."
EN
LA MAÑANA DE AQUEL DÍA MEMORABLE, Saulo se había acercado a Damasco con
sentimiento de satisfacción propia debido a la confianza que habían depositado
en él los príncipes de los sacerdotes. Se le habían confiado graves
responsabilidades. Se le había dado la comisión de que promoviese los intereses
de la religión judía poniendo coto, si fuera posible, a la extensión de la
nueva fe en Damasco. Estaba resuelto a ver coronada de éxito su misión, y había
contemplado con ansiosa expectación los sucesos que aguardaba.
¡CUÁN
DIFERENTE DE LO ANTICIPADO FUE SU ENTRADA EN LA CIUDAD! Herido de
ceguera, impotente, torturado por el remordimiento, sin saber qué juicio
adicional pudiese estarle reservado, buscó el hogar del discípulo Judas, donde
en la soledad tuvo amplia oportunidad de reflexionar y orar.
POR
TRES DÍAS SAULO ESTUVO "SIN VER, Y NO COMIÓ, NI BEBIÓ." Esos días de
agonía de alma le parecieron años. Vez
tras vez recordó, con angustia de espíritu, la parte que había tomado 97 en el martirio de Esteban. Con
horror pensaba en la culpa en que había incurrido al dejarse dominar por la
malicia y el prejuicio de los sacerdotes y gobernantes, aun cuando el rostro de
Esteban había sido iluminado con el brillo del cielo. Con tristeza y contrición
de espíritu repasó las muchas ocasiones en que había cerrado sus ojos y oídos a
las más impresionantes evidencias, y había insistido implacablemente en la
persecución de los creyentes en Jesús de Nazaret.
ESTOS
DÍAS DE RIGUROSO EXAMEN PROPIO Y HUMILLACIÓN DE ESPÍRITU. Los pasó en
solitaria reclusión. Los creyentes, advertidos del propósito del viaje de Saulo
a Damasco, temían que pudiera estar simulando a fin de engañarlos más
fácilmente. Y se mantuvieron lejos, rehusándole su simpatía. El no deseaba
recurrir a los judíos inconversos, con quienes había planeado unirse en
destrucción de los creyentes; porque sabía que ni siquiera escucharían el
relato de su caso. Así parecía estar privado de toda simpatía humana. Toda su
esperanza de ayuda se cifraba en un Dios misericordioso, y a él recurrió con
corazón contrito.
DURANTE
LAS LARGAS HORAS EN QUE SAULO ESTUVO ENCERRADO A SOLAS CON DIOS, recordó muchos
de los pasajes de las Escrituras que se referían al primer advenimiento de
Cristo. Cuidadosamente, rastreó las profecías, con una memoria aguzada por la
convicción que se había apoderado de su mente. Al reflexionar en el significado
de esas profecías, se asombraba de su anterior ceguera de entendimiento, y de
la ceguera de los judíos en general, que los había inducido a rechazar a Jesús
como el Mesías prometido. A su entendimiento iluminado, todo parecía claro
ahora. Sabía que su anterior prejuicio e incredulidad habían obscurecido su
percepción espiritual, y le habían impedido discernir en Jesús de Nazaret el
Mesías de las profecías.
AL
ENTREGARSE SAULO COMPLETAMENTE AL PODER CONVINCENTE DEL ESPÍRITU SANTO, vio los
errores de su vida, y reconoció los abarcantes requerimientos de la ley de
Dios. El que había sido un orgulloso fariseo, confiado en que lo justificaban
sus buenas 98 obras, se postró ahora
delante de Dios con la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su
propia indignidad, e invocando los méritos de un Salvador crucificado y
resucitado. Saulo anhelaba ponerse en completa armonía y comunión con el Padre
y el Hijo; y en la intensidad de su deseo de obtener perdón y aceptación, elevó
fervientes súplicas al trono de la gracia.
LAS
ORACIONES DEL PENITENTE FARISEO NO FUERON INÚTILES. Sus recónditos
pensamientos y emociones fueron transformados por la gracia divina; y sus
facultades más nobles fueron puestas en armonía con los propósitos eternos de
Dios. Cristo y su justicia llegaron a ser para Saulo más que todo el mundo.
LA
CONVERSIÓN DE SAULO Es Una Impresionante Evidencia Del Poder Milagroso Del
Espíritu Santo Para Convencer De Pecado A Los Hombres. Él había creído en
verdad que Jesús de Nazaret menospreció la ley de Dios, y que enseñó a sus
discípulos que ella no estaba en vigor. Pero después de su conversión, Saulo
reconoció a Jesús como Aquel que había venido al mundo con el expreso propósito
de vindicar la ley de su Padre. Estaba convencido de que Jesús era el
originador de todo el sistema judío de los sacrificios.
Vio en la crucifixión el
tipo, que se había encontrado con la realidad simbolizada; que Jesús había
cumplido las profecías del Antiguo Testamento concernientes al Redentor de
Israel.
EN
EL RELATO DE LA CONVERSIÓN DE SAULO se nos dan importantes principios que
deberíamos tener siempre presentes. Saulo fue puesto directamente en presencia
de Cristo. Era uno a quien Cristo había destinado a una obra importantísima,
uno que había de ser "instrumento escogido;" sin embargo, el Señor no
le habló ni una sola vez de la obra que le había señalado. Lo detuvo en su
carrera y lo convenció de pecado; pero cuando Saulo preguntó: "¿Qué
quieres que haga?" el Salvador colocó al inquiridor judío en relación con
su iglesia, para que conociera allí la voluntad de Dios concerniente a él.
LA
MARAVILLOSA LUZ QUE ILUMINÓ LAS TINIEBLAS DE SAULO ERA 99 OBRA DEL SEÑOR; pero había
también una obra que tenían que hacer por él los discípulos. Cristo realizó la
obra de revelación y convicción; y ahora el penitente estaba en condición de
aprender de aquellos a quienes Dios ordenó para que enseñaran su verdad.
MIENTRAS
SAULO
continuaba solo orando y suplicando en la casa de Judas, el Señor le apareció
en visión a "un discípulo en Damasco llamado Ananías," y le dijo que Saulo de Tarso estaba orando y que
necesitaba ayuda. "Levántate, y ve a la calle que se llama la Derecha
-dijo el mensajero celestial,- y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de
Tarso: porque he aquí, él ora; y ha visto en visión un varón llamado Ananías
que entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista."
APENAS
PODÍA CREER ANANÍAS LAS PALABRAS DEL ÁNGEL; porque los informes de
la acerba persecución de Saulo contra los santos de Jerusalén se habían
esparcido extensamente. Se aventuró a protestar: "Señor, he oído a muchos
acerca de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén: y aun
aquí tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes de prender a todos los
que invocan tu nombre." Pero la orden fue imperativa: "Ve: porque
instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los
Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."
OBEDIENTE
A LA INDICACIÓN DEL ÁNGEL, Ananías buscó al hombre que hacía sólo poco
respiraba amenazas contra todos los que creían en el nombre de Jesús; y
poniendo sus manos sobre la cabeza del dolorido penitente, dijo: "Saulo
hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha
enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
"Y luego le
cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto la vista: y levantándose,
fue bautizado."
ASÍ
SANCIONÓ JESÚS LA AUTORIDAD DE SU IGLESIA ORGANIZADA, y puso a Saulo en
relación con los agentes que había designado en la tierra. Cristo tenía ahora
una iglesia como su representante 100
en la tierra, y a ella incumbía la obra de dirigir al pecador arrepentido en el
camino de la vida.
MUCHOS TIENEN LA IDEA DE
QUE SON RESPONSABLES ANTE CRISTO SOLO POR LA LUZ Y EXPERIENCIA, y que no
dependen de sus seguidores reconocidos en la tierra. Jesús es el amigo de los
pecadores, y su corazón simpatiza con el dolor de ellos. Tiene toda potestad,
tanto en el cielo como en la tierra; pero respeta los medios que ha dispuesto
para la iluminación y salvación de los hombres; dirige a los pecadores a la
iglesia, que él ha puesto como un medio de comunicar luz al mundo.
CUANDO,
EN MEDIO DE SU CIEGO ERROR Y PREJUICIO, se le dio a Saulo una
revelación del Cristo a quien perseguía, se lo colocó en directa comunicación
con la iglesia, que es la luz del mundo. En este caso, Ananías representa a
Cristo, y también representa a los ministros de Cristo en la tierra, asignados
para que actúen por él.
EN
LUGAR DE CRISTO, Ananías toca los ojos de Saulo, para que reciba la vista,
coloca sus manos sobre él, y mientras ora en el nombre de Cristo, Saulo recibe
el Espíritu Santo. Todo se hace en el nombre y por la autoridad de Cristo. Cristo
es la fuente; la iglesia es el medio de comunicación. 101
Los
Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP