SAULO
DE TARSO SOBRESALÍA ENTRE LOS DIGNATARIOS JUDÍOS que se habían excitado
por el éxito de la proclamación del Evangelio. Aunque ciudadano romano por
nacimiento, era Saulo de linaje judío, y había sido educado en Jerusalén por
los más eminentes rabinos. Era Saulo "del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, Hebreo de Hebreos; cuanto a la ley, Fariseo; cuanto al celo,
perseguidor de la iglesia; cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible." (Fil. 3:5,6.) Los rabinos lo consideraban como un joven
muy promisorio, y acariciaban grandes esperanzas respecto a él como capaz y celoso
defensor de la antigua fe. Su elevación a miembro del Sanedrín lo colocó en una
posición de poder.
SAULO
HABÍA TOMADO UNA PARTE DESTACADA EN EL JUICIO Y LA CONDENA DE ESTEBAN; y las
impresionantes evidencias de la presencia de Dios con el mártir le habían
inducido a dudar de la justicia de la causa que defendía contra los seguidores
de Jesús. Su mente estaba profundamente impresionada. En su perplejidad, se
dirigió a aquellos en cuya sabiduría y juicio tenía plena confianza. Los argumentos de los sacerdotes y
príncipes lo convencieron finalmente de que Esteban era un blasfemo, de que
el Cristo a quien el discípulo martirizado había predicado era un impostor, y
de que los que desempeñaban cargos sagrados tenían razón.
No llegó Saulo sin luchas
graves a esta conclusión. Pero al fin, su educación y sus prejuicios, su
respeto por sus antiguos maestros y el orgullo motivado por su popularidad, le
fortalecieron para rebelarse contra la voz de la conciencia y la gracia 93 de Dios. Y habiendo decidido
plenamente que los sacerdotes y escribas tenían razón, Saulo se volvió acérrimo
en su oposición a las doctrinas enseñadas por los discípulos de Jesús.
LA ACTIVIDAD DE SAULO EN LOGRAR QUE LOS SANTOS HOMBRES Y MUJERES FUERAN ARRASTRADOS A LOS TRIBUNALES, donde los condenaban a la cárcel y aun a la muerte, por el solo hecho de creer en Jesús, llenó de tristeza y lobreguez a la recién organizada iglesia, e indujo a muchos a buscar seguridad en la huída. Los que fueron arrojados de Jerusalén por esta persecución "iban por todas partes anunciando la palabra." (Hech. 8:4.) Una de las ciudades donde se refugiaron fue Damasco, donde la nueva fe ganó muchos conversos.
LOS
SACERDOTES Y MAGISTRADOS esperaban que con vigilante esfuerzo y acerba
persecución podría extirparse la herejía. Por entonces creyeron necesario
extender a otros lugares las resueltas medidas tomadas en Jerusalén contra las
nuevas enseñanzas. Para esta labor especial, que deseaban realizar en Damasco,
ofreció Saulo sus servicios. "Respirando aún amenazas y muerte contra los
discípulos del Señor, vino al príncipe de los sacerdotes, y demandó de él
letras para Damasco a las sinagogas, para que si hallase algunos hombres o
mujeres de esta secta, los trajese presos a Jerusalén." Así, "con
potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes" (Hech. 26:12),
Saulo de Tarso, en la fuerza de su edad viril e inflamado de un celo
equivocado, emprendió el memorable viaje en que iba a ocurrirle el singular
suceso que cambiaría por completo el curso de su vida.
EL
ÚLTIMO DÍA DEL VIAJE, "EN MITAD DEL DÍA," los fatigados
caminantes, al acercarse a Damasco, vieron las amplias extensiones de tierra
fértil, los hermosos jardines y los fructíferos huertos, regados por las
frescas corrientes de las montañas circundantes. Después del largo viaje a
través de desolados desiertos, tales escenas eran en verdad refrigerantes.
MIENTRAS SAULO CON SUS COMPAÑEROS CONTEMPLABAN CON ADMIRACIÓN LA
FÉRTIL LLANURA y la hermosa ciudad que se hallaba abajo, 94 "súbitamente" vieron una
luz del cielo, "la cual -según él declaró después- me rodeó y a los que
iban conmigo;" "una luz del cielo que sobrepujaba el resplandor del
sol" (Hech. 26:13,14), demasiado esplendente para que la soportaran ojos
humanos. Ofuscado y aturdido, cayó Saulo postrado en tierra.
MIENTRAS LA LUZ BRILLABA EN DERREDOR DE ELLOS, Saulo
oyó "una voz que le decía" "en lengua hebraica":
"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él
dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es dar coces contra el
aguijón." Temerosos y casi cegados por la intensidad de la luz, los
compañeros de Saulo oían la voz, pero no veían a nadie. Sin embargo, Saulo
comprendió lo que se le decía, y se le reveló claramente que quien hablaba era
el Hijo de Dios.
EN EL GLORIOSO SER QUE ESTABA ANTE ÉL, RECONOCIÓ AL CRUCIFICADO. La
imagen del Salvador quedó para siempre grabada en el alma del humillado judío. Las
palabras oídas conmovieron su corazón con irresistible fuerza. Su mente se
iluminó con un torrente de luz que esclareció la ignorancia y el error de su
pasada vida, y le demostró la necesidad que tenía de la iluminación del
Espíritu Santo.
SAULO VIO AHORA QUE AL PERSEGUIR A LOS SEGUIDORES DE JESÚS, Había
Estado En Realidad Haciendo La Obra De Satanás.
Vio que sus convicciones de lo recto y de su propio deber se
habían basado mayormente en su implícita confianza en los sacerdotes y los
magistrados. Les había creído cuando le dijeron que el relato de la
resurrección era una ingeniosa creación de los discípulos. Cuando Jesús mismo
se reveló, Saulo se convenció de la veracidad de las aseveraciones de los
discípulos.
EN AQUEL MOMENTO DE CELESTIAL ILUMINACIÓN, la
mente de Saulo actuó con notable rapidez. Las profecías de la Sagrada Escritura
se abrieron a su comprensión. Vio que el rechazamiento de Jesús por los judíos,
su crucifixión, resurrección y ascensión habían sido predichos por los profetas
y le demostraron que era el Mesías prometido. El discurso de Esteban 95 en ocasión de su martirio le vino
vívidamente a la memoria, y Saulo comprendió que el mártir había contemplado en
verdad "la gloria de Dios" cuando dijo: "He aquí veo los cielos
abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios." (Hech.
7:55,56.) Los sacerdotes habían declarado blasfemas esas palabras, pero ahora
Saulo sabía que eran verdad.
¡QUÉ
REVELACIÓN FUE TODO ESTO PARA EL PERSEGUIDOR! Ahora Saulo sabía con
toda seguridad que el prometido Mesías había venido a la tierra en la persona
de Jesús de Nazaret, y que aquellos a quienes había venido a salvar le habían
rechazado y crucificado. También sabía que el Salvador había resucitado
triunfante de la tumba y ascendido a los cielos. En aquel momento de divina
revelación, recordó Saulo, aterrorizado, que con su consentimiento había sido
sacrificado Esteban por dar testimonio del Salvador crucificado y resucitado, y
que después fue instrumento para que muchos otros dignos discípulos de Jesús
encontrasen la muerte por cruel persecución.
EL
SALVADOR HABÍA HABLADO A SAULO MEDIANTE ESTEBAN, cuyo claro razonamiento
no podía ser refutado. El erudito judío vio el rostro del mártir reflejando la
luz de la gloria de Cristo, de modo que parecía "como el rostro de un
ángel." (Hech. 6: 15.) Presenció la longanimidad de Esteban para con sus
enemigos y el perdón que les concedió. Presenció también la fortaleza y la
alegre resignación de muchos a quienes él había hecho atormentar y afligir. Hasta
vio a algunos entregar la vida con regocijo por causa de su fe.
TODAS
ESTAS COSAS IMPRESIONARON MUCHO A SAULO, y a veces casi
abrumaron su mente con la convicción de que Jesús era el Mesías prometido. En
esas ocasiones luchó noches enteras contra esa convicción, y siempre terminó
por creer que Jesús no era el Mesías, y que sus seguidores eran ilusos fanáticos.
AHORA CRISTO LE HABLABA CON SU PROPIA VOZ,
diciendo: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Y la pregunta:
"¿Quién eres, Señor?" fue contestada por la misma voz: "Yo soy
Jesús a quien tú persigues." Cristo se identifica aquí con 96 su pueblo. Al perseguir a los
seguidores de Jesús, Saulo había atacado directamente al Señor del cielo. Al
acusarlos y al testificar falsamente contra ellos, lo hacía también contra el
Salvador del mundo.
No dudó
Saulo de que quien le hablaba era Jesús de Nazaret, el Mesías por tanto tiempo
esperado, la Consolación y el Redentor de Israel. Saulo, "temblando y
temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y
entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer."
CUANDO
SE DESVANECIÓ EL RESPLANDOR, Y SAULO SE LEVANTÓ DEL SUELO, se halló totalmente
privado de la vista. La refulgencia de la gloria de Cristo había sido demasiado
intensa para sus ojos mortales; y cuando desapareció, las tinieblas de la noche
se asentaron sobre sus ojos. Creyó que esta ceguera era el castigo de Dios por
su cruel persecución de los seguidores de Jesús. En terribles tinieblas palpaba
en derredor, y sus compañeros, con temor y asombro, "llevándole por la
mano, metiéronle en Damasco."
EN
LA MAÑANA DE AQUEL DÍA MEMORABLE, Saulo se había acercado a Damasco con
sentimiento de satisfacción propia debido a la confianza que habían depositado
en él los príncipes de los sacerdotes. Se le habían confiado graves
responsabilidades. Se le había dado la comisión de que promoviese los intereses
de la religión judía poniendo coto, si fuera posible, a la extensión de la
nueva fe en Damasco. Estaba resuelto a ver coronada de éxito su misión, y había
contemplado con ansiosa expectación los sucesos que aguardaba.
¡CUÁN
DIFERENTE DE LO ANTICIPADO FUE SU ENTRADA EN LA CIUDAD! Herido de
ceguera, impotente, torturado por el remordimiento, sin saber qué juicio
adicional pudiese estarle reservado, buscó el hogar del discípulo Judas, donde
en la soledad tuvo amplia oportunidad de reflexionar y orar.
POR
TRES DÍAS SAULO ESTUVO "SIN VER, Y NO COMIÓ, NI BEBIÓ." Esos días de
agonía de alma le parecieron años. Vez
tras vez recordó, con angustia de espíritu, la parte que había tomado 97 en el martirio de Esteban. Con
horror pensaba en la culpa en que había incurrido al dejarse dominar por la
malicia y el prejuicio de los sacerdotes y gobernantes, aun cuando el rostro de
Esteban había sido iluminado con el brillo del cielo. Con tristeza y contrición
de espíritu repasó las muchas ocasiones en que había cerrado sus ojos y oídos a
las más impresionantes evidencias, y había insistido implacablemente en la
persecución de los creyentes en Jesús de Nazaret.
ESTOS
DÍAS DE RIGUROSO EXAMEN PROPIO Y HUMILLACIÓN DE ESPÍRITU. Los pasó en
solitaria reclusión. Los creyentes, advertidos del propósito del viaje de Saulo
a Damasco, temían que pudiera estar simulando a fin de engañarlos más
fácilmente. Y se mantuvieron lejos, rehusándole su simpatía. El no deseaba
recurrir a los judíos inconversos, con quienes había planeado unirse en
destrucción de los creyentes; porque sabía que ni siquiera escucharían el
relato de su caso. Así parecía estar privado de toda simpatía humana. Toda su
esperanza de ayuda se cifraba en un Dios misericordioso, y a él recurrió con
corazón contrito.
DURANTE
LAS LARGAS HORAS EN QUE SAULO ESTUVO ENCERRADO A SOLAS CON DIOS, recordó muchos
de los pasajes de las Escrituras que se referían al primer advenimiento de
Cristo. Cuidadosamente, rastreó las profecías, con una memoria aguzada por la
convicción que se había apoderado de su mente. Al reflexionar en el significado
de esas profecías, se asombraba de su anterior ceguera de entendimiento, y de
la ceguera de los judíos en general, que los había inducido a rechazar a Jesús
como el Mesías prometido. A su entendimiento iluminado, todo parecía claro
ahora. Sabía que su anterior prejuicio e incredulidad habían obscurecido su
percepción espiritual, y le habían impedido discernir en Jesús de Nazaret el
Mesías de las profecías.
AL
ENTREGARSE SAULO COMPLETAMENTE AL PODER CONVINCENTE DEL ESPÍRITU SANTO, vio los
errores de su vida, y reconoció los abarcantes requerimientos de la ley de
Dios. El que había sido un orgulloso fariseo, confiado en que lo justificaban
sus buenas 98 obras, se postró ahora
delante de Dios con la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su
propia indignidad, e invocando los méritos de un Salvador crucificado y
resucitado. Saulo anhelaba ponerse en completa armonía y comunión con el Padre
y el Hijo; y en la intensidad de su deseo de obtener perdón y aceptación, elevó
fervientes súplicas al trono de la gracia.
LAS
ORACIONES DEL PENITENTE FARISEO NO FUERON INÚTILES. Sus recónditos
pensamientos y emociones fueron transformados por la gracia divina; y sus
facultades más nobles fueron puestas en armonía con los propósitos eternos de
Dios. Cristo y su justicia llegaron a ser para Saulo más que todo el mundo.
LA
CONVERSIÓN DE SAULO Es Una Impresionante Evidencia Del Poder Milagroso Del
Espíritu Santo Para Convencer De Pecado A Los Hombres. Él había creído en
verdad que Jesús de Nazaret menospreció la ley de Dios, y que enseñó a sus
discípulos que ella no estaba en vigor. Pero después de su conversión, Saulo
reconoció a Jesús como Aquel que había venido al mundo con el expreso propósito
de vindicar la ley de su Padre. Estaba convencido de que Jesús era el
originador de todo el sistema judío de los sacrificios.
Vio en la crucifixión el
tipo, que se había encontrado con la realidad simbolizada; que Jesús había
cumplido las profecías del Antiguo Testamento concernientes al Redentor de
Israel.
EN
EL RELATO DE LA CONVERSIÓN DE SAULO se nos dan importantes principios que
deberíamos tener siempre presentes. Saulo fue puesto directamente en presencia
de Cristo. Era uno a quien Cristo había destinado a una obra importantísima,
uno que había de ser "instrumento escogido;" sin embargo, el Señor no
le habló ni una sola vez de la obra que le había señalado. Lo detuvo en su
carrera y lo convenció de pecado; pero cuando Saulo preguntó: "¿Qué
quieres que haga?" el Salvador colocó al inquiridor judío en relación con
su iglesia, para que conociera allí la voluntad de Dios concerniente a él.
LA
MARAVILLOSA LUZ QUE ILUMINÓ LAS TINIEBLAS DE SAULO ERA 99 OBRA DEL SEÑOR; pero había
también una obra que tenían que hacer por él los discípulos. Cristo realizó la
obra de revelación y convicción; y ahora el penitente estaba en condición de
aprender de aquellos a quienes Dios ordenó para que enseñaran su verdad.
MIENTRAS
SAULO
continuaba solo orando y suplicando en la casa de Judas, el Señor le apareció
en visión a "un discípulo en Damasco llamado Ananías," y le dijo que Saulo de Tarso estaba orando y que
necesitaba ayuda. "Levántate, y ve a la calle que se llama la Derecha
-dijo el mensajero celestial,- y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de
Tarso: porque he aquí, él ora; y ha visto en visión un varón llamado Ananías
que entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista."
APENAS
PODÍA CREER ANANÍAS LAS PALABRAS DEL ÁNGEL; porque los informes de
la acerba persecución de Saulo contra los santos de Jerusalén se habían
esparcido extensamente. Se aventuró a protestar: "Señor, he oído a muchos
acerca de este hombre cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén: y aun
aquí tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes de prender a todos los
que invocan tu nombre." Pero la orden fue imperativa: "Ve: porque
instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los
Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."
OBEDIENTE
A LA INDICACIÓN DEL ÁNGEL, Ananías buscó al hombre que hacía sólo poco
respiraba amenazas contra todos los que creían en el nombre de Jesús; y
poniendo sus manos sobre la cabeza del dolorido penitente, dijo: "Saulo
hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha
enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
"Y luego le
cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto la vista: y levantándose,
fue bautizado."
ASÍ
SANCIONÓ JESÚS LA AUTORIDAD DE SU IGLESIA ORGANIZADA, y puso a Saulo en
relación con los agentes que había designado en la tierra. Cristo tenía ahora
una iglesia como su representante 100
en la tierra, y a ella incumbía la obra de dirigir al pecador arrepentido en el
camino de la vida.
MUCHOS TIENEN LA IDEA DE
QUE SON RESPONSABLES ANTE CRISTO SOLO POR LA LUZ Y EXPERIENCIA, y que no
dependen de sus seguidores reconocidos en la tierra. Jesús es el amigo de los
pecadores, y su corazón simpatiza con el dolor de ellos. Tiene toda potestad,
tanto en el cielo como en la tierra; pero respeta los medios que ha dispuesto
para la iluminación y salvación de los hombres; dirige a los pecadores a la
iglesia, que él ha puesto como un medio de comunicar luz al mundo.
CUANDO,
EN MEDIO DE SU CIEGO ERROR Y PREJUICIO, se le dio a Saulo una
revelación del Cristo a quien perseguía, se lo colocó en directa comunicación
con la iglesia, que es la luz del mundo. En este caso, Ananías representa a
Cristo, y también representa a los ministros de Cristo en la tierra, asignados
para que actúen por él.
EN
LUGAR DE CRISTO, Ananías toca los ojos de Saulo, para que reciba la vista,
coloca sus manos sobre él, y mientras ora en el nombre de Cristo, Saulo recibe
el Espíritu Santo. Todo se hace en el nombre y por la autoridad de Cristo. Cristo
es la fuente; la iglesia es el medio de comunicación. 101
Los
Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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