Basado en Hechos 12:1-23.
"Y EN el mismo tiempo
el rey Herodes echó mano a maltratar algunos de la iglesia."
EL
GOBIERNO DE JUDEA ESTABA ENTONCES EN MANOS DE HERODES AGRIPA, bajo Claudio,
emperador romano. Herodes ocupaba también el puesto de tetrarca de Galilea. Profesaba
ser prosélito de la fe judaica, y aparentaba mucho celo por seguir las
ceremonias de la ley judaica. Deseoso de obtener el favor de los judíos, y con
la esperanza de asegurarse así sus cargos y honores, procedió a llevar a cabo
los deseos de ellos persiguiendo a la iglesia de Cristo, despojando de casas y
bienes a los creyentes, y encarcelando a los principales miembros de la
iglesia. Encarceló a Jacobo, hermano de Juan, y mandó al verdugo matarlo a
espada, como otro Herodes lo había hecho con el profeta Juan. Viendo que tales
esfuerzos agradaban a los judíos, encarceló también a Pedro.
ESTAS
CRUELDADES SE PRACTICARON DURANTE LA PASCUA. Mientras los judíos
estaban celebrando su liberación de Egipto, y aparentando gran celo por la ley
de Dios, estaban al mismo tiempo transgrediendo todos los principios de esa
ley, persiguiendo y asesinando a los creyentes en Cristo.
La muerte de Jacobo causó
gran pesar y consternación entre los creyentes. Cuando Pedro también fue
encarcelado, toda la iglesia se puso a orar y ayunar.
EL
ACTO DE HERODES AL DAR MUERTE A
JACOBO FUE APLAUDIDO POR LOS JUDÍOS, aunque algunos se quejaron de la
manera privada en que se había llevado a cabo, aseverando que una ejecución
pública habría intimidado más cabalmente a los creyentes y 117 a quienes simpatizaban con ellos. Herodes, por lo tanto, siguió
custodiando a Pedro con la intención de complacer aún más a los judíos con el
espectáculo público de su muerte. Pero hubo quienes sugirieron que no sería
cosa segura sacar al veterano apóstol para ejecutarlo públicamente en
Jerusalén. Temían que al verlo ir a la muerte, la multitud se compadeciese de
él.
LOS
SACERDOTES Y ANCIANOS TEMÍAN TAMBIÉN
QUE PEDRO hiciese uno de esos poderosos llamamientos que con frecuencia
habían incitado al pueblo a estudiar la vida y el carácter de Jesús,
llamamientos que ellos no habían podido rebatir con todos sus argumentos. El
celo de Pedro en defensa de la causa de Cristo había inducido a muchos a
decidirse por el Evangelio, y los magistrados temían que si se le daba
oportunidad de defender su fe en presencia de la multitud que había acudido a
la ciudad para adorar, su liberación sería exigida al rey.
MIENTRAS QUE POR DIVERSOS
PRETEXTOS LA EJECUCIÓN DE PEDRO FUE POSTERGADA hasta después de la Pascua, los
miembros de la iglesia tuvieron tiempo para examinar profundamente sus
corazones y orar con fervor. Oraban sin cesar por Pedro; porque les parecía que
la causa no podría pasarlo sin él. Se daban cuenta de que habían llegado a un
punto en que sin la ayuda especial de Dios, la iglesia de Cristo sería destruida.
Mientras
Tanto, Los Adoradores De Todas Las Naciones Buscaban El Templo Que Había Sido
Dedicado Al Culto De Dios. Resplandeciente con oro y piedras preciosas,
ofrecía una vista de belleza y magnificencia. Pero Jehová no se hallaba más en
ese hermoso palacio. Israel como nación se había divorciado de Dios. Cuando
Cristo, casi al fin de su ministerio terrenal, miró por última vez el interior
del templo, dijo: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta." (Mat.
23:38.) Hasta entonces había llamado al templo la casa de su Padre, pero cuando
el Hijo de Dios salió de sus muros, la presencia de Dios fue quitada para
siempre del templo edificado a su gloria.
FINALMENTE
FUE SEÑALADO EL DÍA DE LA EJECUCIÓN DE PEDRO, pero las oraciones de
los creyentes siguieron ascendiendo al 118
cielo; y mientras que todas sus energías y simpatías se expresaban en
fervientes pedidos de ayuda los ángeles de Dios velaban sobre el encarcelado
apóstol. Recordando cómo en ocasión anterior los apóstoles habían escapado de
la cárcel, Herodes había tomado esta vez dobles precauciones. Para evitar toda
posibilidad de que se lo libertase, se había puesto a Pedro bajo la custodia de
dieciséis soldados que, en diversas guardias, cuidaban de él día y noche. En su
celda, había sido colocado entre dos soldados, y estaba ligado por dos cadenas,
aseguradas a la muñeca de ambos soldados. No podía moverse sin que ellos lo
supieran. Manteniendo las puertas
cerradas con toda seguridad y delante de ellas una fuerte guardia, se había
eliminado toda oportunidad de escapar por medios humanos.
Pero La Situación Extrema Del Hombre Es La Oportunidad De Dios.
PEDRO
ESTABA ENCERRADO EN UNA CELDA CORTADA EN LA PEÑA VIVA, cuyas puertas se
hallaban atrancadas con fuertes cerrojos y barras; y los soldados de guardia
eran responsables de la custodia de su preso. Pero los cerrojos y las barras y
la guardia romana, que eliminaban eficazmente toda posibilidad de ayuda humana,
estaban destinados a hacer más completo el triunfo de Dios en la liberación de
Pedro. Herodes estaba alzando la mano contra el Omnipotente, y había de
resultar totalmente derrotado. Por la
manifestación de su poder, Dios iba a salvar la preciosa vida que los judíos se
proponían quitar. Llega la noche precedente a la propuesta ejecución.
UN PODEROSO ÁNGEL ES ENVIADO DEL CIELO PARA RESCATAR A PEDRO. Las
pesadas puertas que guardan al santo de Dios se abren sin ayuda de manos
humanas. Pasa el ángel del Altísimo, y las puertas se cierran sin ruido tras
él. Entra en la celda, donde yace Pedro, durmiendo el apacible sueño de la
confianza perfecta.
La luz
que rodea al ángel llena la celda, pero no despierta al apóstol. Antes de
sentir el toque de la mano angélica y oír una voz que le dice: "Levántate
prestamente," no se despierta 119 lo
suficiente para ver su celda iluminada por la luz del cielo, y a un ángel de
gran gloria de pie delante de él. Mecánicamente obedece a lo que se le dice, y
mientras se levanta y alza las manos, se da vagamente cuenta de que las cadenas
han caído de sus muñecas.
La Voz Del Mensajero Celestial Le Vuelve A Decir: "Cíñete,
Y Átate Tus Sandalias," y Pedro vuelve a obedecer
mecánicamente, con la asombrada mirada fija en el visitante, y creyendo estar
soñando o en visión. Una vez más el ángel ordena: "Rodéate tu ropa, y
sígueme." Se dirige hacia la puerta, seguido por Pedro, tan locuaz de costumbre,
ahora mudo de asombro. Pasan por encima de la guardia, y llegan a la pesada
puerta cerrada con cerrojos, la cual se abre de por sí, y vuelve a cerrarse
inmediatamente, mientras que los guardias de adentro y afuera están inmóviles
en sus puestos.
Llegan A La Segunda Puerta, También Guardada De Adentro Y De
Afuera. Se abre como la primera, sin chirrido de goznes, ni ruido de
cerrojos. Ellos pasan, y vuelve a cerrarse silenciosamente. De la misma manera
pasan por la tercera puerta, y se encuentran en la calle abierta. Ni una
palabra es pronunciada; ni se oyen pisadas. El ángel se desliza adelante,
rodeado de un deslumbrante esplendor, y Pedro, aturdido, y creyendo aun que
está soñando, sigue a su libertador. Así pasan por una calle, y luego, cumplida
la misión del ángel, éste desaparece súbitamente.
La
Luz Celestial Se Desvanece, Y Pedro Se Encuentra En Profundas Tinieblas; pero a medida
que sus ojos se acostumbran a ellas, éstas parecen disminuir gradualmente, y
descubre que se halla solo en la calle silenciosa, recibiendo el fresco soplo del
aire nocturno en la frente. Se da cuenta de que está libre, en una parte
conocida de la ciudad; reconoce el lugar que a menudo ha frecuentado, y por el
que esperaba pasar por última vez a la mañana siguiente.
ENTONCES
TRATÓ DE RECORDAR LOS SUCESOS DE LOS POCOS MOMENTOS PASADOS. Recordó que se
había dormido, atado entre dos 120 soldados,
despojado de sus sandalias y ropa exterior. Examinó su persona, y vio que
estaba completamente vestido y ceñido. Sus muñecas hinchadas por efecto de los
crueles hierros, estaban libres de cadenas. Se percató de que su libertad no
era un engaño, ni un sueño ni una visión, sino una bendita realidad. Por la
mañana iba a ser llevado a la ejecución; pero he aquí que un ángel lo había
librado de la cárcel y de la muerte. "Entonces Pedro, volviendo en sí,
dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha
librado de la mano de Herodes, y de todo el pueblo de los Judíos que me
esperaba."
EL
APÓSTOL SE DIRIGIÓ EN SEGUIDA A LA CASA DONDE ESTABAN REUNIDOS SUS HERMANOS, y donde en ese
mismo momento estaban orando fervientemente por él. "Y tocando Pedro a la
puerta del patio, salió una muchacha, para escuchar, llamada Rhode: la cual
como conoció la voz de Pedro, de gozo no abrió el postigo, sino corriendo
adentro, dio nueva de que Pedro estaba al postigo. Y ellos le dijeron: Estás loca. Mas ella
afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Su ángel es.
"Más Pedro
perseveraba en llamar: y cuando abrieron, viéronle, y se espantaron. Mas él
haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había
sacado de la cárcel." Y Pedro "salió, y partió a otro lugar." El
gozo y la alabanza llenaron los corazones de los creyentes, porque Dios había
oído y contestado sus oraciones, y había librado a Pedro de las manos de
Herodes.
POR
LA MAÑANA Un Gran Número De Gente Se Congregó Para Presenciar La Ejecución Del
Apóstol.
Herodes envió a algunos oficiales a la prisión en busca de Pedro, quien había
de ser traído con un gran despliegue de armas y guardias, no sólo a fin de
asegurar que no se fugase, sino para intimidar a los simpatizantes, y mostrar
el poder del rey.
Cuando los guardias que
velaban a la puerta descubrieron que Pedro se había escapado, se llenaron de
terror. Se les había dicho expresamente que sus vidas serían demandadas por la 121 vida de aquel a quien cuidaban. Y
por eso, habían sido especialmente vigilantes. Cuando los oficiales llegaron en
busca de Pedro, los soldados estaban todavía a la puerta de la cárcel, los
cerrojos y las barras quedaban firmes, y las cadenas estaban todavía aseguradas
a las muñecas de los dos soldados; pero el preso se había ido.
CUANDO
TUVO NOTICIA DEL LIBRAMIENTO DE PEDRO, HERODES SE EXASPERÓ Y ENFURECIÓ. Acusando de infidelidad
a los guardias de la cárcel ordenó que se les diese muerte. Herodes sabía que
ningún poder humano había rescatado a Pedro, pero estaba resuelto a no
reconocer que un poder divino había frustrado su designio, y desafió
insolentemente a Dios.
POCO DESPUÉS QUE PEDRO FUERA LIBRADO DE LA CÁRCEL, HERODES FUE A
CESAREA.
Mientras estaba allí, dio una gran fiesta, con el
fin de suscitar la admiración y conquistar el aplauso del pueblo. A esta fiesta
asistieron los amantes de placeres de muchos lugares, y se banqueteó mucho y se
bebió mucho vino. Con gran pompa y ceremonia se presentó Herodes ante el
pueblo, y se dirigió a él en un elocuente discurso. Vestido con un manto
resplandeciente de plata y oro, que reflejaba los rayos del sol en sus
relumbrantes pliegues y deslumbraba los ojos de los espectadores, era de
imponente figura. La majestad de su aspecto y la fuerza de sus palabras bien
escogidas ejercieron poderoso influjo sobre la asamblea. Sus sentidos estaban
ya pervertidos por la gula y el vino, y se quedaron deslumbrados por los
atavíos de Herodes y encantados por su porte y oratoria; de manera que con
frenético entusiasmo le tributaron adulación, declarando que ningún mortal
podía presentar tal aspecto y disponer de tan sorprendente elocuencia. Dijeron,
además, que aunque siempre lo habían respetado como gobernante, de ahora en
adelante lo adorarían como dios.
ALGUNOS
DE AQUELLOS CUYO VOZ ESTABA AHORA GLORIFICANDO A UN VIL PECADOR, habían
elevado, tan sólo pocos años antes, el clamor frenético: ¡Quita a Jesús!
¡Crucifícale, crucifícale! Los judíos se habían negado a recibir a Jesús, cuyas
burdas vestiduras, 122 a menudo
sucias del viajar, cubrían un corazón lleno de amor divino. Sus ojos no podían
discernir, bajo el exterior humilde, al Señor de la vida y la gloria, aun
cuando el poder de Cristo se había revelado ante ellos en obras que ningún
hombre podía hacer. Pero estaban dispuestos a adorar como dios al rey altanero,
cuyos magníficos vestidos de plata y oro cubrían un corazón corrompido y cruel.
HERODES
sabía
que no merecía ninguna de las alabanzas y homenajes que se le tributaban, y sin
embargo aceptó la idolatría del pueblo como si le fuera debida. Su corazón
saltaba de triunfo, y una expresión de orgullo satisfecho se notaba en su
semblante mientras oía el clamor: "Voz de Dios, y no de hombre."
Pero
De Repente Lo Sobrecogió Un Cambio Espantoso. Su rostro se puso
pálido como la muerte y convulsionado por la agonía. Gruesas gotas de sudor
brotaron de sus poros. Quedó un momento de pie como transido de dolor y terror;
luego, volviendo su semblante lívido hacia sus horrorizados amigos, exclamó en
tono hueco de desesperación: Aquel que ensalzasteis como dios está herido de
muerte.
Se
lo sacó de la escena de orgía y pompa sufriendo la angustia más torturante. Momentos
antes había recibido alabanzas y culto de una vasta muchedumbre; ahora se daba
cuenta de que se hallaba en las manos de un Gobernante mayor que él. Se sintió
invadido por el remordimiento: recordó su implacable persecución de los
discípulos de Cristo; su cruel orden de matar al inocente Jacobo, y su
propósito de dar muerte al apóstol Pedro; recordó cómo en su mortificación e
ira frustrada había ejercido una venganza irrazonable contra los guardias de la
cárcel. Sintió que él, el perseguidor implacable, había caído ahora en las
manos de Dios. No hallaba alivio del dolor corporal ni de la angustia mental,
ni tampoco tenía esperanza de obtenerlo.
HERODES
CONOCÍA LA LEY DE DIOS QUE DICE: "No tendrás dioses ajenos delante de
mí" (Ex. 20: 3); y sabía que al aceptar la 123 adoración del pueblo, había llenado la medida de su iniquidad,
y atraído sobre sí la justa ira de Jehová.
EL
MISMO ÁNGEL
que había bajado de los atrios celestiales para librar a Pedro, había sido
mensajero de ira y juicio para Herodes. El ángel hirió a Pedro para despertarlo
de su sueño; pero fue con un golpe diferente como hirió al perverso rey,
humillando su orgullo y haciendo caer sobre él el castigo del Todopoderoso. Herodes
murió en gran agonía mental y corporal bajo el justo castigo de Dios.
ESTA
DEMOSTRACIÓN DE LA JUSTICIA DIVINA TUVO UNA PODEROSA INFLUENCIA SOBRE EL
PUEBLO.
Fueron propagadas por todos los países las nuevas de que el apóstol de Cristo
había sido librado milagrosamente de la cárcel y de la muerte mientras que su
perseguidor había sido herido por la maldición de Dios, y esas nuevas
constituyeron el medio de inducir a muchos a creer en Cristo.
LA EXPERIENCIA DE FELIPE,
dirigido por un ángel del cielo para que fuese adonde había de encontrarse con
uno que buscaba la verdad; la de Cornelio, visitado por un ángel que le llevó
un mensaje de Dios; la de Pedro, que, encarcelado y condenado a muerte, fue
sacado a un lugar seguro por un ángel; todos estos casos demuestran cuán íntima
es la relación que existe entre el cielo y la tierra.
EL RELATO DE ESTAS VISITAS
ANGÉLICAS debe proporcionar fuerza y valor a aquel que trabaja por Dios. Hoy
día, tan ciertamente como en el tiempo de los apóstoles, los mensajeros
celestiales recorren toda la anchura y longitud de la tierra, tratando de
consolar a los tristes, proteger a los impenitentes, ganar los corazones de los
hombres a Cristo. No podemos verlos personalmente; pero no obstante, ellos
están constantemente con nosotros para dirigirnos, guiarnos y protegernos.
EL
CIELO SE ACERCA A LA TIERRA POR ESA ESCALERA MÍSTICA, cuya base está
firmemente plantada en la tierra, mientras que su parte superior llega al trono
del Infinito. Los ángeles están constantemente ascendiendo y descendiendo por
esta escalera 124 de deslumbrante
resplandor, llevando las oraciones de los menesterosos y angustiados al Padre
celestial, y trayendo bendición y esperanza, valor y ayuda, a los hijos de los
hombres. Esos ángeles de luz crean una atmósfera celestial en derredor del
alma, elevándonos hacia lo invisible y eterno.
NO
PODEMOS CONTEMPLAR SUS FORMAS con nuestra vista natural; solamente mediante
una visión espiritual podemos discernir las cosas celestiales. Solamente el
oído espiritual puede oír la armonía de las voces celestiales. "El ángel
de Jehová acampa en derredor de los que le temen, y los defiende." (Sal.
34:7.)
DIOS
ENVÍA A SUS ÁNGELES a salvar a sus escogidos de la calamidad, a protegerlos de
"pestilencia que ande en obscuridad," y de "mortandad que en
medio del día destruya." (Sal. 91: 6.)
REPETIDAS
VECES LOS ÁNGELES han hablado con los hombres como un hombre habla con su
amigo, y los han guiado a lugares seguros. Vez tras vez las palabras
alentadoras de los ángeles han renovado los espíritus abatidos de los fieles,
elevando sus mentes por encima de las cosas de la tierra, y los han inducido a
contemplar por la fe las ropas blancas, las coronas y las palmas de victoria,
que los vencedores recibirán cuando circunden el gran trono blanco.
LA OBRA DE LOS ÁNGELES CONSISTE EN ACERCARSE A LOS PROBADOS,
DOLIENTES O TENTADOS. Trabajan incansablemente en favor de aquellos
por quienes Cristo murió. Cuando los pecadores son inducidos a entregarse al
Salvador, los ángeles llevan las nuevas al cielo, y hay gran regocijo entre la
hueste celestial. "Habrá más gozo en el cielo de un pecador que se
arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan
arrepentimiento." (Luc. 15:7.) De todo esfuerzo de nuestra parte por
disipar las tinieblas y difundir el conocimiento de Cristo, se lleva un informe
al cielo. Y al referirse la acción ante el Padre, el gozo conmueve todas las
huestes celestiales.
LOS
PRINCIPADOS Y LAS POTESTADES DE LOS CIELOS ESTÁN CONTEMPLANDO LA GUERRA que, en
circunstancias aparentemente desalentadoras, están riñendo los siervos de Dios.
Se verifican 125 nuevas conquistas,
se ganan nuevos honores a medida que los cristianos, congregándose en derredor
del estandarte de su Redentor, salen a pelear la buena batalla de la fe. Todos
los ángeles celestiales están al servicio de los humildes y creyentes hijos de
Dios; y cuando el ejército de obreros canta aquí en la tierra sus himnos de
alabanza, el coro celestial se une a él para tributar loor a Dios y a su Hijo.
NECESITAMOS
COMPRENDER
más plenamente la misión de los ángeles. Sería bueno recordar que cada
verdadero hijo de Dios cuenta con la cooperación de los seres celestiales. Ejércitos
invisibles de luz y poder acompañan a los mansos y humildes que creen y aceptan
las promesas de Dios; hay a la diestra de Dios querubines y serafines, y
ángeles poderosos en fortaleza, "son todos espíritus administradores,
enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud." (Heb.
1:14.) 126
Los
Hechos De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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