34. ELOGIO DE LA LIBERALIDAD.
El apóstol Pablo, en su ministerio entre las iglesias, era incansable
en sus esfuerzos por inspirar en los corazones de los nuevos conversos un deseo
de hacer grandes cosas por la causa de Dios. A menudo los exhortaba a ejercer
la liberalidad. Al hablar con los
ancianos de Éfeso respecto a sus labores anteriores entre ellos, dijo: "En todo os he enseñado que, trabajando
así, es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del
Señor Jesús, el cual dijo: Más
bienaventurada cosa es dar que recibir" (Hech. 20: 35). "El que siembra escasamente -escribió a
los corintios-, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en
bendiciones también segará. Cada uno dé
como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama
al dador alegre" (2 Cor. 9: 6, 7).
Casi todos los creyentes macedonios eran pobres en bienes de este
mundo, pero sus corazones rebosaban de amor a Dios y a su verdad, y daban
alegremente para el sostén del Evangelio. Cuando se hicieron colectas generales
entre las iglesias gentiles para aliviar a los creyentes judíos, la liberalidad
de los conversos de Macedonia se presentaba como un ejemplo a las otras
iglesias. Escribiendo a los creyentes
corintios, el apóstol les llamó la atención a
"la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia:
que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda
pobreza abundaron en riquezas de su bondad.
Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas... , y aun sobre sus fuerzas; pidiéndonos con
muchos 178 ruegos, que aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio
para los santos"
(2 Cor. 8: 1-4).
La buena voluntad de los creyentes macedonios para sacrificarse era
resultado de la consagración completa.
Movidos por el Espíritu de Dios, "a sí mismos se dieron
primeramente al Señor" (2 Cor. 8:
5); entonces estaban dispuestos a dar generosamente de sus medios para el
sostén del Evangelio. No era necesario
instarlos a dar; más bien, se regocijaban por el privilegio de privarse aun de
las cosas necesarias a fin de suplir las necesidades de otros. Cuando el apóstol quiso contenerlos, le
importunaron para que aceptara sus ofrendas.
En su sencillez e integridad, y en su amor por los hermanos, se negaban
alegremente a sí mismos, y así abundaban en frutos de benevolencia.
Cuando Pablo envió a Tito a Corinto para fortalecer a los creyentes de
allí, le indicó que edificara a la iglesia en la gracia de dar; y en una carta
personal a los creyentes, él también añadió su propio llamamiento. "Por tanto, como en todo abundáis -les
rogó-, en fe, y en palabra, y en ciencia, y en toda solicitud, y en vuestro
amor para con nosotros, que también abundéis en esta gracia". "Ahora pues, llevad también a cabo el
hecho, para que como estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en
cumplir conforme a lo que tenéis. Porque si primero hay la voluntad pronta,
será acepta por lo que tiene, no por lo que no tiene". "Y poderoso es
Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra...;
para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por
nosotros hacimiento de gracias a Dios" (2Cor. 8:7, 11,12; 9:8-11).
La liberalidad abnegada provocaba en la iglesia primitiva arrebatos de
gozo; porque los creyentes sabían que sus esfuerzos ayudaban a enviar el
mensaje evangélico a los que estaban en tinieblas. Su benevolencia testificaba de 179 que no
habían recibido en vano la gracia de Dios.
¿Qué podía producir semejante liberalidad sino la santificación del Espíritu? En ojos de los creyentes y de los incrédulos,
era un milagro de la gracia.-HA 275-277.
LA LIBERALIDAD RECOMPENSADA
"Entonces él [Elías] se levantó, y se fue a Sarepta. Y como llegó a la puerta de la ciudad, he
aquí una mujer viuda que estaba allí cogiendo serojas; y él la llamó, y
díjole: Ruégote que me traigas una poca
de agua en un vaso, para que beba. Y
yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y díjole: Ruégote que me traigas también un bocado de
pan en tu mano".
En ese hogar azotado por la pobreza, el hambre apremiaba; y la escasa pitanza parecía a punto de
agotarse. La llegada de Elías en el
mismo día en que la viuda temía verse obligada a renunciar a la lucha para
sustentar su vida, probó hasta lo sumo la fe de ella en el poder del Dios
viviente para proveerle lo que necesitaba.
Pero aun en su extrema necesidad, reveló su fe cumpliendo la petición
del forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado.
En respuesta a la petición que le hacía Elías, de que le diera de comer
y beber, la mujer dijo: "Vive
Jehová Dios tuyo, que no tengo pan cocido; que solamente un puñado de harina
tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una botija: y ahora cogía dos serojas, para entrarme y
aderezarlo para mí y para mi hijo, y que lo comamos, y nos muramos". Elías le contestó: "No hayas temor; ve,
haz como has dicho: empero hazme a mí
primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y
después harás para ti y para tu hijo.
Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La tinaja de la harina no escaseará, ni se
disminuirá la botija del aceite, hasta aquel día que Jehová dará lluvia sobre
la haz de la tierra".
No podría haberse exigido mayor prueba de fe. Hasta 180 entonces la viuda había tratado a
todos los forasteros con bondad y generosidad.
En ese momento, sin tener en cuenta los sufrimientos que pudiesen
resultar para ella y su hijo, y confiando en que el Dios de Israel supliría
todas sus necesidades, dio esta prueba suprema de hospitalidad obrando
"como le dijo Elías".
Admirable fue la hospitalidad manifestada al profeta de Dios por esta
mujer fenicia, y admirablemente fueron recompensadas su fe y generosidad. "Y comió él, y ella y su casa, muchos
días. Y la tinaja de la harina no
escaseó, ni menguó la botija del aceite, conforme a la palabra de Jehová que
había dicho por Elías. . ."
La viuda de Sarepta compartió su poco alimento con Elías; y en pago,
fue preservada su vida y la de su hijo.
Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a
otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición. Él no ha cambiado. Su poder no es menor hoy que en los días de
Elías.-PR 94-96.
LAS DOS BLANCAS DE LA VIUDA
Jesús estaba en el atrio donde se hallaban los cofres del tesoro, y
miraba a los que venían para depositar sus donativos. Muchos de los ricos traían sumas elevadas,
que presentaban con gran ostentación.
Jesús los miraba tristemente, pero sin hacer comentario acerca de sus
ingentes ofrendas. Luego su rostro se
iluminó al ver a una pobre viuda acercarse con vacilación, como temerosa de ser
observada. Mientras los ricos y
altaneros pasaban para depositar sus ofrendas, ella vacilaba como si no se
atreviese a ir más adelante. Y sin
embargo, anhelaba hacer algo, por poco que fuese, en favor de la causa que
amaba. Miraba el donativo que tenía en
la mano. Era muy pequeño en comparación
con los que traían aquellos que la rodeaban, pero era todo lo que tenía.
Aprovechando su oportunidad, echó apresuradamente sus dos blancas y se dio vuelta
181 para irse. Pero al hacerlo, notó que
la mirada de Jesús se fijaba con fervor en ella.
El Salvador llamó a sí a sus discípulos, y les pidió que notasen la
pobreza de la viuda. Entonces sus
palabras de elogio cayeron en los oídos de ella: "De verdad os digo, que esta pobre viuda
echó más que todos". Lágrimas de
gozo llenaron sus ojos al sentir que su acto era comprendido y apreciado. Muchos le habían aconsejado que guardase su
pitanza para su propio uso. Puesto en
las manos de los bien alimentados sacerdotes, se perdería de vista entre los
muchos y costosos donativos traídos a la tesorería. Pero Jesús comprendía su motivo. Ella creía que el servicio del templo era ordenado
por Dios, y anhelaba hacer cuanto pudiese para sostenerlo. Hizo lo que pudo, y su acto había de ser un
monumento a su memoria para todos los tiempos, y su gozo en la eternidad. Su corazón acompañó a su donativo, cuyo valor
se había de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el
interés en su obra que había impulsado la acción.
Jesús dijo acerca de la pobre viuda:
"Echó más que todos".
Los ricos habían dado de su abundancia, muchos de ellos para ser vistos
y honrados de los hombres. Sus grandes
donativos no los habían privado de ninguna comodidad, ni siquiera de algún
lujo; no habían requerido sacrificio alguno y no podían compararse en valor con
las blancas de la viuda.
EL MOTIVO ES MÁS IMPORTANTE QUE LA CANTIDAD
Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos, marcándolos con
ignominia o con alto valor moral. No son
las cosas grandes que todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por
más precioso. Los pequeños deberes
cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin ostentación, y que a
los ojos humanos pueden parecer sin valor, se destacan con frecuencia más
altamente a su vista.182 Un corazón lleno de fe y de amor es más apreciable
para Dios que el don más costoso. La
pobre viuda dio lo que necesitaba para vivir al dar lo poco que dio. Se privó de alimento para entregar esas dos
blancas a la causa que amaba. Y lo hizo
con fe, creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran
necesidad. Fue este espíritu abnegado y
esta fe infantil lo que mereció el elogio del Salvador.
Entre los pobres hay muchos que desean demostrar su gratitud a Dios por
su gracia y verdad. Anhelan participar
con sus hermanos más prósperos en el sostenimiento de su servicio. Estas almas no deben ser repelidas. Permítaseles poner sus blancas en el banco
del cielo. Si las dan con corazón lleno
de amor por Dios, estas aparentes bagatelas llegan a ser donativos consagrados,
ofrendas inestimables que Dios aprecia y bendice.-DTG 566, 567.
LA OFRENDA ACEPTABLE DE MARÍA
Es el servicio prestado de todo corazón el que da valor al don. Cuando
la Majestad del cielo se convirtió en una criatura y fue confiada a María, ésta
no tenía mucho que ofrecer por ese precioso don. Llevó al altar solamente dos tórtolas, que
eran la ofrenda designada para los pobres; pero fue un sacrificio aceptable
para el Señor. Ella no pudo presentar
tesoros preciosos como los que los sabios del Oriente ofrecieron al Hijo de
Dios en Belén; sin embargo la madre de Jesús no fue rechazada debido a la
pequeñez de su don. Fue la disposición
de su corazón lo que el Señor contempló, y su amor tornó suave la ofrenda. Así también Dios aceptará nuestro don, aunque
éste sea pequeño, si es lo mejor que tenemos y si se lo ofrecemos con amor.-RH,
dic. 9, 1890. 183
35. DE GRAN VALOR ANTE LA VISTA DE
DIOS.
Entre los profesos hijos de Dios hay hombres y mujeres que aman el
mundo y las cosas mundanas, y esas almas están siendo corrompidas por las
influencias mundanales. Lo divino está
siendo echado fuera de su naturaleza.
Como instrumento de injusticia, están trabajando en favor de los
propósitos del enemigo.
En contraste con esta clase, están los pobres honrados e industriosos,
que están listos para ayudar a los necesitados y dispuestos a soportar la
injusticia antes que manifestar el espíritu mezquino y acumulador de los
ricos. Estos hombres estiman la limpia
conciencia y los principios rectos por encima del valor del oro. Están listos para hacer todo el bien que
pueden. Si una empresa de beneficencia
pide su dinero o su trabajo, son los primeros en responder y con frecuencia van
mucho más allá de su capacidad real, negándose a sí mismos algunas cosas
necesarias a fin de cumplir con su propósito benevolente.
Estos hombres no pueden jactarse de poseer grandes tesoros terrenales;
pueden ser considerados como poseedores de un juicio y una sabiduría
deficientes; su influencia puede no ser estimada como de valor especial; pero
ante la vista de Dios son considerados valiosos. Puede considerarse que poseen escasa percepción,
pero manifiestan una sabiduría que está tan por encima de la mente calculadora
y adquisitiva como lo divino está por encima de lo humano; ¿acaso no se están
haciendo un tesoro en los cielos, incorruptible, 184 incontaminado y que nunca
se marchitará?-RH, dic. 19, 1899.
COMO INCIENSO FRAGANTE
La experiencia muestra que un espíritu de liberalidad se encuentra con
más frecuencia entre los que poseen recursos limitados que entre los
acaudalados. Muchos que desean
ardientemente tener riquezas serán arruinados por su posesión. Cuando tales personas reciben talentos en
términos de recursos económicos, con mucha frecuencia amontonan o desperdician
el dinero del Señor, hasta que el Maestro dice a cada uno de ellos: "Ya no
podrás más ser mayordomo" (Luc. 16:
2). Utilizan sin honradez lo que pertenece
a otros como si fuera lo suyo propio.
Dios no les confiará las riquezas eternas. . .
El donativo de los pobres, el fruto de la abnegación, hecho para
propagar la preciosa luz de la verdad, es como un incienso fragante delante de
Dios. Cada acto de sacrificio hecho por
el bien de los demás fortalecerá el espíritu de beneficencia en el corazón del
donante, y lo unirá más estrechamente con el Redentor del mundo, quien fue
rico, y sin embargo por amor a nosotros se empobreció, para que mediante su pobreza
fuésemos ricos.
La suma más pequeña dada gozosamente como resultado de la abnegación es
de más valor ante la vista de Dios que las ofrendas de los que podrían dar
miles de pesos sin sentir necesidad. La
pobre viuda que depositó dos blancas en la tesorería del Señor, mostró amor, fe
y benevolencia. . . La bendición de Dios
sobre esa ofrenda sincera la ha convertido en una fuente de grandes resultados.
Las blancas de la viuda han sido como una pequeña corriente que ha
fluido a través de los siglos ampliándose y profundizándose en su curso y
contribuyendo en mil direcciones a la extensión de la verdad y al alivio de los
necesitados. La influencia de ese
pequeño don ha obrado y 185 vuelto a obrar sobre miles de corazones en todas
las épocas y en todos los países. Como
resultado de esto, incontables donativos han fluido hacia la tesorería del
Señor de parte de los pobres liberales y abnegados. Por otra parte, su ejemplo ha estimulado para
que hagan buenas obras a miles de personas amantes del ocio, egoístas y
vacilantes, y sus dones también han ido a acrecentar el valor de la ofrenda de
la viuda.-ST, nov. 15, 1910.
LOS QUE DAN SON RECOMPENSADOS AUNQUE LOS DONATIVOS SE EMPLEEN MAL
Familias pobres que han experimentado la influencia santificadora de la
verdad y por lo tanto la han apreciado, y sentido gratitud a Dios por ella, han
pensado que podrían privarse de las cosas más esenciales de la vida a fin de
llevar sus ofrendas a la tesorería del Señor, y así lo hicieron. Algunos se han privado de ropa que necesitaban
para su comodidad. Otros han vendido una
sola vaca que tenían y han dedicado a Dios el dinero recibido. Con sinceridad de alma y con muchas lágrimas
de gratitud por el privilegio de hacer eso por la causa de Dios, se han
postrado ante el Señor con su ofrenda, y han invocado su bendición sobre ella
al entregarla, orando para que fuese el medio de llevar al conocimiento de la
verdad las almas que viven en tinieblas.
Los recursos así dedicados no siempre han sido empleados en la forma
como los abnegados donantes se proponían.
Hombres codiciosos y egoístas que no poseían espíritu de abnegación y
sacrificio, han manejado con infidelidad los recursos que en esa forma se han
llevado a la tesorería; y han robado el tesoro de Dios recibiendo dinero que no
habían ganado con justicia. Su manejo
impío y descuidado ha desperdiciado y esparcido los recursos que habían sido
dedicados a Dios con oraciones y lágrimas. . .
Aunque los medios que en esa forma han sido consagrados 186 sean mal
empleados, de modo que no cumplan el objetivo que el donante tenía en vista -la
gloria de Dios y la salvación de las almas-, los que hicieron el sacrificio con
sinceridad de alma, buscando la gloria de Dios, no perderán su recompensa.-2 T
518, 519.
CÓMO SE LOS ESTIMA EN LAS BALANZAS DEL SANTUARIO
En las balanzas del santuario, los donativos de los pobres, presentados
por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada, sino según el amor que
motiva el sacrificio. Las promesas de
Jesús llegarán a ser tan ciertamente una realidad para el pobre generoso, que
tiene poco que ofrecer, pero lo da con liberalidad, como para el pudiente que
da de su abundancia. El pobre hace un
sacrificio de lo poco que posee y lo siente en realidad. Se niega algunas de las cosas que necesita para
su comodidad, mientras que el rico da de su abundancia y no siente ninguna
necesidad, no se niega nada de lo que realmente le hace falta. Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre un
carácter sagrado que no se encuentra en la ofrenda del rico, porque éste da de
su abundancia. La providencia de Dios
organizó todo el plan de la benevolencia sistemática para beneficio del
hombre. Su providencia nunca se
paraliza. Si los siervos de Dios entran
por las puertas que él les abre, todos
trabajarán activamente. JT 1, 379.
PARA UN ESTUDIO
ADICIONAL
Ningún incienso es más fragante que los donativos de los pobres,
7 T
215, 216.
Sacrificios de los pobres por la causa, JT 2, 330, 331.
No hay que dejar que hagan todos los sacrificios los que tienen
posesiones, JT 1, 32, 58; 9 T 245, 246.
No deben colocar sus últimos recursos en instituciones, 1 T 639. 187
Los pobres deben practicar la sencillez y la economía, MC 148-158.
Los talentos dados a los pobres deben ser empleados, 2 T 245-247.
Los pobres deben ayudarse a sí mismos hasta donde sea posible,
JT 1,
93; 2 T 30-37; JT 2, 516.
La liberalidad no producirá escasez, PP 566-574.
Los pobres en Israel no deberían venir con las manos vacías,
1 T 220.
191