La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos. Proverbios 11:3.
Cristo dijo: “No puede el buen árbol dar
malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos... Así que, por sus frutos los
conoceréis”. Mateo 7:18,20.
Los hechos de
la vida de las personas son los frutos que llevan.
Si son infieles, y les falta honradez en las cosas temporales,
producen espinas y cardos; serán infieles en la vida religiosa y robarán a Dios en los
diezmos y las ofrendas.
La Biblia
condena en los términos más enérgicos toda mentira, trato falso e improbidad. Lo bueno y lo malo se manifiestan
claramente.
Pero se me mostró que el pueblo de Dios se ha puesto sobre el terreno del enemigo, ha cedido a sus
tentaciones y ha seguido sus designios hasta que sus
sensibilidades han quedado terriblemente embotadas.
Una ligera desviación de la verdad, una pequeña variación de
los requisitos de Dios, no se considera tan pecaminosa cuando entraña ganancia o
pérdida pecuniaria. Pero el pecado es pecado, ya lo cometa el millonario
o el mendigo de la calle.
Los que obtienen propiedades por medio de la falsedad están trayendo condenación sobre su alma. Todo lo que se
obtenga por medio del engaño y el fraude será tan sólo una maldición para quien lo reciba.
Adán y Eva
sufrieron las terribles consecuencias resultantes de desobedecer la orden
expresa de Dios. Podrían haber razonado: Este es un pecado muy
pequeño, y nunca será tenido en cuenta. Pero Dios trató el asunto como un mal
terrible, y la desgracia de su transgresión se sentiría a través de todos los
tiempos.
En la época
en que vivimos, los que
profesan ser hijos de Dios cometen con frecuencia pecados de mayor magnitud.
En las
transacciones comerciales, los que
profesan ser hijos de Dios dicen mentiras, obran en consecuencia y atraen el desagrado de Dios sobre ellos y el oprobio sobre su causa.
La
menor desviación de la veracidad y la rectitud es una transgresión de la ley de
Dios.
El participar continuamente en el pecado acostumbra a la persona a hacer mal, pero no
disminuye el carácter gravoso del pecado.
Dios
estableció principios inmutables que él no puede cambiar sin
una revisión de toda su naturaleza.
Si la Palabra
de Dios fuese estudiada fielmente por todos los
que profesan creer la verdad, éstos no
serían enanos en las cosas
espirituales.
Los que
desprecian los requerimientos de Dios en esta vida no respetarían su
autoridad si estuviesen en el
cielo. 1JT 511, 512. [171]
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