Pese a algunos beneficios evidentes que ha reportado al mundo el movimiento ecuménico de nuestros días, éste entraña peligros tan grandes que hace que el saldo resulte totalmente negativo. Al sacrificarse la verdad espiritual tal como se halla en la Biblia, en aras de la unión institucional de las iglesias, resuelta por sus organismos jerárquicos, se desconocen las convicciones religiosas de una gran cantidad de cristianos cuya conciencia les exige lealtad a Dios, a su Palabra y a sus mandamientos antes que a la jerarquía de una iglesia.
Por otra parte, la tendencia natural del ser humano hará que la superiglesia, oficial, institucionalmente unida, desemboque en un monopolio religioso que, como todo monopolio, forzosamente será absorbente e impositivo, ya que por fin intentará exigir la adopción universal de dogmas y enseñanzas que la Biblia desconoce.
Este doble peligro, que documentamos en nuestros artículos anteriores con declaraciones de destacadas figuras del mundo católico y protestante, se halla también señalado en la Biblia. En el libro del Apocalipsis se describen con una antelación de siglos los sucesos más dramáticos del mundo político y religioso, hasta la culminación del proceso histórico con la segunda venida de Cristo a la tierra, solución final de todos los problemas humanos. En ese libro se usa con frecuencia la expresión "Babilonia", procedente de "Babel" confusión-, para referirse a un cristianismo popular, confundido y apostatado separado de la verdad un cristianismo que en lugar de iluminar esparce tinieblas. Ese cristianismo decadente y desorientado ha sufrido y está sufriendo los embates de varias corrientes filosóficas y teológicas modernas: la alta crítica, el modernismo religioso y el humanismo existencialista, que han quitado a Dios y a Cristo del centro de la vida del hombre y han puesto al yo humano en su lugar.
Existe sin embargo otro aspecto importante en la identificación de Babilonia. A Babilonia se la re-presenta en la Biblia por una mujer (Apocalipsis 17:1-6). En realidad, en las Escrituras se usa genéricamente el símbolo de una mujer para representar a una iglesia u organización religiosa. En el caso de la auténtica iglesia de Dios, se emplea la figura de una mujer pura. He aquí cómo San Juan describe este símbolo maravilloso: "Apareció en el cielo una gran señal: una mujer [la iglesia] vestida del sol [el Nuevo Testamento], con la luna [el Antiguo Testamento] debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas [los doce apóstoles]" (Apocalipsis 12:1).
Pero también en las series proféticas del Apocalipsis se usa la figura de tina mujer para representar a una iglesia apóstata, sólo que en este caso se trata de una mujer impura, de una ramera. Para que tengamos todo el cuadro profético que nos ayude a identificar a Babilonia, transcribimos todo el pasaje: "Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, Y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas [pueblos]; con la cual han fornicado los reyes de la tierra [aceptando sus enseñanzas y dogmas erróneos], y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación [sus falsas enseñanzas]. Y me llevó en el espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
"Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro" (Apocalipsis 17:1-6). En este pasaje profético, donde se usan una cantidad de símbolos perfectamente claros y explicados por otros textos de la Biblia, se denomina "Babilonia la Grande" a una mujer, que es una iglesia u organización eclesiástica.
¿Cuáles son las características objetivas que la profecía presenta acerca de Babilonia, y la mujer adúltera, la iglesia impura? Veamos:
1) Está sentada sobre muchas aguas (Vers. l). Y el mismo apóstol explica: "Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas" (Vers. 15). En otras palabras domina el pensamiento de los pueblos.
2) Con ella han fornicado "los reyes de la tierra", y "los moradores de la tierra" se han embriagado con su vino. Es decir que esa iglesia se ha hecho universal.
3) La "mujer sentada sobre una bestia" (Vers. 3), representa a una iglesia que maneja al gobierno. Las bestias en profecía representan Estados (Daniel 2 y 7). El jinete maneja al animal sobre el cual cabalga. El que la iglesia cabalgue sobre la bestia, implica que la domina, la maneja y la obliga a actuar según sus dictados. Sólo así se hace posible la coacción religiosa y las persecuciones. Hay unión de la iglesia y el Estado, pues es una iglesia que trata de ejercer predominio político siempre que puede.
4) La mujer tenía en la mano un cáliz que contenía el fruto de sus abominaciones y fornicaciones (Vers. 4). Dicho de otra manera, Babilonia se caracterizaría por una serie de doctrinas espurias, falsas cuando se las juzga con la Biblia, suprema norma de fe y piedra de toque de la verdad.
5) Esta mujer impura es "madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra" (Vers. 5). Ella misma es "Babilonia la grande". No sólo ella sostiene un cuerpo de doctrinas confundidas (Babilonia significa confusión) y erróneas, sino que una serie de otras "mujeres" -sus hijas-, iglesias menores, han sido atraídas por ella y han hecho causa común con ella, de manera que, aunque conserven su propia individualidad, no objetan sus dogmas, y se hallan perfectamente identificadas con sus fines y sus procedimientos.
6) Babilonia está ebria de la sangre los mártires de Jesús (Vers.6) Corrompida por el monopolio religioso, el poder, mundial, la popularidad, la unión con otras iglesias y la unión con el poder civil, comienza a imponer sus dogmas. Como muchos cristianos sinceros no aceptan sus imposiciones, y prefieren mantener su lealtad a Dios, su Palabra y su Ley, son perseguidos, y se convierten en mártires. Utilizando un signo profético diferente, otra profecía del apocalipsis habla de este mismo clima de persecución, indicando hasta qué punto iría (Apoc. 13:11-17).
Los que no aceptasen las exigencias de carácter religioso perderían sus derechos civiles fundamentales, no podrían comprar ni vender. No sólo se verían del todo proscritos sino que se decretaría contra ellos sentencia de muerte que, gracias a Dios no lograría cumplirse porque Dios intervendrá a favor de sus hijos fieles.
7) La última escena de esta profecía descrita en el capítulo siguiente (cap. 18:6-24), y presenta el juicio y la destrucción de, Babilonia.
7) La última escena de esta profecía descrita en el capítulo siguiente (cap. 18:6-24), y presenta el juicio y la destrucción de, Babilonia.
Sin embargo, antes de la destrucción propiamente dicha por la intervención divina, con motivo de la segunda venida de Cristo a la tierra, la profecía habla de una caída espiritual o ideológica.
He aquí el pasaje:
"Después de esto vi otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente: Ha caído, ha caído la gran Babilonia" (Apocalipsis 18:1, 2). Y en el capítulo 14 el profeta registra el mismo mensaje, proclamado por ángel que surca raudamente los cielos: "Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación" (Cap. 14:8). Estamos asistiendo en estos días a la escena impresionante de la caída de Babilonia. La tierra está comenzando a ser alumbrada con la gloria de Dios (cap. 18:1) y lo será mucho más y completamente en el inminente futuro por la presentación clara y valiente del mensaje divino, el Evangelio eterno (cap. 14:6), puro, tal como aparece en la Biblia, sin mezcla de "inmundicia y fornicación" espiritual.
Cuando brilla la luz, las tinieblas retroceden Y se disipan. Ante el conocimiento de la verdad, el error se desmorona. El ángel que ilumina la tierra en base a la predicción del evangelio eterno produce automáticamente la caída de Babilonia. Pero el broche de oro de ésta profecía se halla en estas palabras: Ha Caído, ha caído la gran babilonia... salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Apocalipsis 18:2-4). El hecho de que Dios llame a su pueblo a salir de Babilonia significa que él tendrá una hueste de hijos suyos, sinceros y piadosos, esparcidos en los más diversos sectores religiosos, que oirán la invitación y cumplirán lo profetizarlo por el Señor Jesús: "También tengo otras ovejas que no son de este redil aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor" (S. Juan 10:16).
En una hora cuando la inmensa mayoría de la humanidad prefiere seguir el camino fácil de la obsecuencia con las tradiciones populares y la conformidad jerárquica, la palabra de Dios lanza con voz de trompeta un desafío para que cada ser humano echo a la imagen de Dios investigue la verdad bíblica por su cuenta, y escuche la advertencia solemne a salir de Babilonia con sus errores y su confusión sólo así se puede evitar el trágico destino de verse envuelto en su destrucción para transitar en cambio por el único camino que conduce a la paz de este mundo y a la felicidad eterna en el reino de Dios.
He aquí el pasaje:
"Después de esto vi otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. Y clamó con voz potente: Ha caído, ha caído la gran Babilonia" (Apocalipsis 18:1, 2). Y en el capítulo 14 el profeta registra el mismo mensaje, proclamado por ángel que surca raudamente los cielos: "Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación" (Cap. 14:8). Estamos asistiendo en estos días a la escena impresionante de la caída de Babilonia. La tierra está comenzando a ser alumbrada con la gloria de Dios (cap. 18:1) y lo será mucho más y completamente en el inminente futuro por la presentación clara y valiente del mensaje divino, el Evangelio eterno (cap. 14:6), puro, tal como aparece en la Biblia, sin mezcla de "inmundicia y fornicación" espiritual.
Cuando brilla la luz, las tinieblas retroceden Y se disipan. Ante el conocimiento de la verdad, el error se desmorona. El ángel que ilumina la tierra en base a la predicción del evangelio eterno produce automáticamente la caída de Babilonia. Pero el broche de oro de ésta profecía se halla en estas palabras: Ha Caído, ha caído la gran babilonia... salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Apocalipsis 18:2-4). El hecho de que Dios llame a su pueblo a salir de Babilonia significa que él tendrá una hueste de hijos suyos, sinceros y piadosos, esparcidos en los más diversos sectores religiosos, que oirán la invitación y cumplirán lo profetizarlo por el Señor Jesús: "También tengo otras ovejas que no son de este redil aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor" (S. Juan 10:16).
En una hora cuando la inmensa mayoría de la humanidad prefiere seguir el camino fácil de la obsecuencia con las tradiciones populares y la conformidad jerárquica, la palabra de Dios lanza con voz de trompeta un desafío para que cada ser humano echo a la imagen de Dios investigue la verdad bíblica por su cuenta, y escuche la advertencia solemne a salir de Babilonia con sus errores y su confusión sólo así se puede evitar el trágico destino de verse envuelto en su destrucción para transitar en cambio por el único camino que conduce a la paz de este mundo y a la felicidad eterna en el reino de Dios.
Dr. Fernando Chaij
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