miércoles, mayo 04, 2011

"De Penita en Pena"


He aprendido a contentarme, cualquiera sea mi situación. Se vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puede en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:11-13).
El escritor George Bernard Shaw decía que hay que ser “una fuerza de la naturaleza, en vez de un montoncito agitado y egoísta de achaques físicos y de motivos de queja”. La recordada copla de Manuel Machado le añade a la verdad, poesía: “Yo voy de penita en pena como el agua por el monte saltando de peña en peña”. Sí, tarde o temprano, el dolor golpea la puerta de todo corazón humano. ¿Qué hacer cuando nos visita? Decía Maeterlinck: “Se sufre menos del dolor mismo que de la manera como se le acepta”. Pero, ¿cómo aceptarlo?

El buen estudiante de la “Universidad de los golpes”, ha de aprender que rebelarse y protestar contra los agravios e injusticias de la vida sólo consiguen agravar las cosas. La psicología moderna hoy le da respaldo científico a lo que siempre enseñó la experiencia: rumiar el dolor no lo aminora, sino lo agrava, produciendo trastornos físicos que originan o aumentan las enfermedades. En cambio, el que mantiene una actitud serena, controlada, y hasta optimista, se ve libre no sólo de los trastornos a que nos referimos, sino de una esclavitud peor: la de la ambición desmedida y la amargura que impiden disfrutar de lo que todavía se tiene.

Una vez más, el gran filósofo, matemático y físico francés, Renato Descartes, fue objeto de las ofensas de uno de sus más encarnizados enemigos. El filósofo no se dio por enterado frente a aquellos injustos ataques. Un amigo, sorprendido de que Descartes no se sintiera ofendido ni tratara de vengarse, le dijo:
—Pero, ¿es que no vas a hacer nada? ¿Es que no le vas a dar su merecido?
—Amigo mío –contestó Descartes–, cuando alguien trata de ofenderme, procuro elevarme con mi ánimo tan alto, que las ofensas no me alcanzan, y en esa forma son para mí como si no hubiesen sido lanzadas. Esa es la actitud correcta.

Al decir de José Martí, hay que aprender a “cultivar la rosa blanca”.
¿Recordamos sus versos?

Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón conque vivo,
cardos ni ortigas cultivo,
cultivo la rosa blanca

La voz.org

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