martes, mayo 03, 2011

"El Pleito"


Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos (S. Mateo 5:40,41).

Un ex-clérigo y ex-médico que ahora se dedicaba a la abogacía, explicaba: “La gente paga más por ganar un caso y salirse con las suyas, que por cuidar de sus cuerpos y sus almas”. Acaso, ¿no es cierto? ¿Cómo reaccionamos ante los agravios? ¿Qué hacer cuando se pisotean nuestros derechos?

Cierto hombre cuyos sembrados habían sido destruídos por el caballo de un vecino, fue a visitar a éste y le preguntó: “¿Qué cree usted que debería hacerse en caso de que mi caballo rompa su cerca, se introduzca en sus sembrados y los destruya?” “Muy sencillo –contestó el interrogado–; tendría que pagarme la cerca, y, calculando el monto de los otros daños, pagármelos también”. “Lo veo justo –dijo el hombre–. Pero debo decirle que es su caballo el que ha destruido mi cerca y mis sembrados”. “¡Ah! –replicó entonces el vecino–, en ese caso. . . se trata de otro caballo”. Más acá del chiste y la sonrisa, ¿resultaría igual de gracioso si fuéramos nosotros los dueños de la finca dañada? Jesús dijo: “Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos” (S. Mateo 5:40, 41). Difícil admonición. ¿Vale la pena acatarla?

En su libro Ninguna Enfermedad, el doctor S. I. McMillen comenta el caso de dos viejecitos que fueron a consultarlo. Por años habían gozado de buena salud. Pero un día, alguien quiso comprarles huevos de su granja porque –según dijo– prefería la clase de gallinas de ellos y no las del agricultor vecino. Éste, al enterarse de lo ocurrido, se enojó con los viejecitos; y a partir de entonces, éstos padecieron de dolores de estómago, palpitaciones e insomnio. Ya frente al médico, los ancianitos comprendieron que aquel incidente podía ser la causa de sus males, y decidieron acabar con el pleito no vendiendo más huevos. Después de todo, sus ganancias no compensaban los gastos médicos que estaban teniendo. ¿Qué más daba probar

Y el caso es, que obrando de ese modo, sanaron de sus enfermedades, recuperaron su paz y buen dormir, y mejoraron sus finanzas; comprobando por sí mismos que la enseñanza de Jesús era realmente práctica, y sobre todo. . . más que eficaz.

La Voz.org

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