¿CONFESAREMOS O NEGAREMOS A CRISTO? En nuestro trato con la sociedad, en la familia, o en cualesquiera relaciones que trabemos en la vida, sean ellas limitadas o extensas, hay muchas maneras por las cuales podemos reconocer a nuestro Señor, y muchas maneras por las cuales le podemos negar... Nadie puede confesar verdaderamente a Cristo delante del mundo, a menos que viva en él la mente y el espíritu de Cristo. Es imposible comunicar lo que no poseemos y amamos... 1JT 339
lunes, mayo 02, 2011
"Hambre y Sed de Justicia"
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados
(S. Mateo 5:6).
Informando para el ABC de Madrid, Alfonso Barra describía así un acto terrorista: “Sin ningún aviso se precipitó la tragedia. El terrorismo volvía a dar palos ciegos . . . La mayoría de las víctimas pasaron, en cuestión de segundos, de bailar una pieza de música trepidante a la camilla de los enfermeros y al sillón de ruedas con carácter vitalicio . . . Los mutilados . . . son , en cierto modo, las comparsas del baile del terrorismo moderno. No saben todavía por qué han sido condenadas al sillón de ruedas para siempre. Se diría que los agresores son los únicos capaces de descifrar el enigma y la clave de la violencia moderna, estéril, ciega, y sin compasión”.
En los últimos años ha recrudecido el número de los que pretenden hacer justicia por su cuenta. Defienden una causa, un hombre o una idea, y no les importa qué o a quién aplastan. Miles de niños quedan huérfanos de uno o ambos padres. Caen inocentes por culpables, y en nombre de la justicia se cometen las más aberrantes injusticias.
Lo extraño, y paradójico, es que el terrorista ciego y la víctima del caso, el político de carrera, y el mero espectador, tienen en común una misma hambre y una misma sed: hambre y sed de justicia. Lo que no siempre saben es que la justicia debe empezar por casa, por el propio corazón de cada uno; y debe considerar el bienestar y la seguridad de todos. No es justo matar a los demás por el solo delito de que piensan distinto a nosotros.
Si de luchar se trata, hagámoslo con las armas del estudio y del trabajo honrado. Así saciaremos nuestra sed con agua limpia, y comeremos nuestro pan sin manchas de sangre. Y entenderemos también el por qué de la sentencia de Jesús: “Bienaventurados –felices– los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (S. Mateo 5:6).
La voz.org
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