59. LAS PROMESAS A DIOS
COMPROMETEN.
Dios obra por intermedio de instrumentos humanos; y quienquiera que
despierte la conciencia de los hombres y los induzca a realizar buenas obras y
a tener real interés en el adelantamiento de la causa de la verdad, no lo hace
de sí mismo, sino por el Espíritu de Dios que obra en él. Las promesas hechas en tales circunstancias
tienen un carácter sagrado, por ser el fruto de la obra del Espíritu de
Dios. Cuando estas promesas se saldan,
el cielo acepta la ofrenda, y a estos obreros generosos se les acredita ese
tesoro invertido en el banco del cielo.
Los tales están echando buen fundamento para el tiempo venidero, y echan
mano de la vida eterna. .-JT 1, 553, 554
LA FALTA DE INTEGRIDAD
Uno de los mayores pecados del mundo cristiano de hoy es el fingimiento
y la codicia manifestados en el trato con Dios.
Hay un creciente descuido de parte de muchos en lo que se refiere al cumplimiento
de sus promesas a diversas instituciones y empresas religiosas. Muchos consideran el acto de prometer como si
éste no implicase ninguna obligación de pagar.
Si piensan que su dinero les proporcionará un beneficio considerable al
invertirlo en acciones o en mercaderías, si hay individuos relacionados con la
institución a la que han prometido ayudar, a quienes ellos no aprecian, se
sienten perfectamente libres para utilizar sus medios como les plazca. Esta falta de integridad prevalece en gran extensión
entre los que profesan guardar los mandamientos 324 de Dios y esperar la pronta
venida de su Señor y Salvador. . .-4 T 475.
LA RESPONSABILIDAD DE UNA IGLESIA
Una iglesia es responsable de las promesas hechas por sus miembros
individualmente. Si ve que algún hermano
descuida el cumplimiento de sus votos, debe trabajar con él bondadosa pero
abiertamente. Si está en circunstancias
tales que le resulta imposible pagarlo, si es un miembro digno, de corazón voluntario,
entonces ayúdele compasivamente la iglesia.
Así pueden sus miembros salvar la dificultad y recibir ellos mismos una
bendición.
Dios quiere que los miembros de su iglesia consideren que sus
obligaciones hacia él son tan válidas como sus deudas con el negociante o el
mercado. Repase cada uno su vida y vea
si hay promesas que no han sido pagadas ni redimidas por descuido y luego haga
esfuerzos extraordinarios para pagar hasta "el último maravedí" (Luc.
12: 59); porque todos habremos de hacer frente al arreglo final de un tribunal
cuya prueba podrán soportar sólo quienes hayan sido íntegros y veraces.-JT 1,
554.
UNA CAUSA DE ADVERSIDAD
Algunos de vosotros habéis estado tropezando en vuestras promesas. El Espíritu del Señor descendió en la reunión
de ---------- en respuesta a la oración,
y mientras vuestros corazones fueron ablandados por su influencia hicisteis
promesas. Mientras las corrientes de la
salvación se derramaban en vuestros corazones sentisteis que debíais seguir el
ejemplo de Aquel que anduvo haciendo bienes y que gozosamente dio su vida para
rescatar a los hombres del pecado y la degradación. Bajo la influencia celestial inspiradora,
comprendisteis que el egoísmo y la mundanalidad no eran compatibles con el
carácter cristiano, y que no podíais vivir para vosotros mismos y al mismo
tiempo ser semejantes a 325 Cristo. Pero
cuando la influencia de su amor y misericordia abundantes no se sintió en forma
tan marcada en vuestros corazones, retirasteis vuestras ofrendas, y Dios retiró
su bendición de vosotros.
Algunos experimentaron adversidad.
Sus cosechas fracasaron de modo que no pudieron cumplir sus promesas; y
otros hasta fueron colocados en circunstancias apremiantes. Entonces, por supuesto, no se podía esperar
que pagasen. Pero si no hubieran
murmurado ni retirado su corazón de sus promesas, Dios habría obrado en favor
de ellos y habría proporcionado medios por los cuales cada uno hubiera podido
pagar lo que había prometido. No
esperaron con fe, confiando en que Dios abriría el camino para que ellos
pudiesen redimir sus promesas.
Algunos tenían recursos; y si hubieran tenido la misma buena voluntad
que cuando formularon sus promesas, y si hubieran devuelto voluntariamente a
Dios en diezmos y ofrendas lo que él les había prestado para este propósito,
habrían sido bendecidos con mucha abundancia.
Pero Satanás acudió con sus tentaciones e indujo a algunos a poner en
duda los motivos y el espíritu que indujeron al siervo de Dios a presentar el
pedido de recursos. Algunos pensaron
que habían sido engañados y defraudados. Repudiaron sus promesas en su
espíritu, y lo que hicieron después de esto lo efectuaron de mala gana, y por
lo tanto no recibieron ninguna bendición.-5 T 281, 282. 326
60. EL PECADO DE ANANÍAS.
Los corazones de Ananías y de su esposa fueron movidos por el Espíritu
Santo a dedicar sus posesiones a Dios, tal como lo habían hecho sus
hermanos. Pero después de haber hecho la
promesa, se arrepintieron, y decidieron no cumplirla. Mientras pretendían darlo todo, retuvieron
una parte del dinero recibido. Actuaron
fraudulentamente en relación con Dios, mintieron al Espíritu Santo, y su pecado
recibió un juicio rápido y terrible.
Perdieron no sólo esta vida sino también la vida eterna.
El Señor vio que era necesaria, ésta señalada
manifestación de su justicia para proteger a otros contra ese mismo mal. Esto
constituyó un testimonio de que los hombres no pueden engañar a Dios, de que él
detesta el pecado oculto en el corazón y de que nadie podrá burlarse de él.
Ese acontecimiento fue permitido como amonestación para la joven
iglesia, para guiar a sus miembros a examinar sus motivos, para que tuvieran
cuidado de no complacer el egoísmo y la vanagloria, para que se cuidaran de no
robar a Dios.
En el caso de Ananías, el pecado de fraude contra Dios
fue detectado y castigado rápidamente. Éste ejemplo del juicio de Dios tenía el propósito de ser una
señal de peligro para todas las generaciones futuras.
Ese mismo pecado se repitió con frecuencia en la historia
posterior de la iglesia, y en nuestra época muchos lo cometen; pero aunque no
reciba la manifestación visible del desagrado de Dios, no por eso es menos
horrible ante su vista ahora que en el tiempo de los apóstoles.
La amonestación ha sido dada, Dios ha manifestado claramente su
aborrecimiento de este 327 pecado, y todos los que manifiesten una conducta
semejante pueden tener la seguridad de que están destruyendo sus propias almas.
. .
El egoísmo queda vencido y se obra de acuerdo con la mente de Cristo
únicamente cuando se reconocen plenamente los motivos cristianos, cuando la
conciencia despierta al deber y cuando la luz divina impresiona el corazón y el
carácter. El Espíritu Santo, obrando
sobre los corazones y los caracteres humanos expulsará toda tendencia hacia la
codicia y el proceder engañoso. . .
En algunas ocasiones el Señor ha actuado decididamente en el caso de
hombres mundanos y egoístas. Sus mentes
han sido iluminadas por el Espíritu Santo, sus corazones han sentido su
influencia enternecedora y subyugadora.
Bajo la impresión de la misericordia y la gracia abundantes de Dios,
consideraron como su deber promover su causa, edificar su reino. . . Sintieron deseos de participar en el reino de
Dios, y prometieron dar sus recursos para ayudar a alguna de las diferentes
empresas de la causa de Dios. Esa empresa
no fue hecha al hombre sino a Dios, ante la presencia de sus ángeles, quienes
influían en los corazones de esos hombres egoístas y amadores del dinero.
Cuando hicieron la promesa, fueron bendecidos con abundancia; pero los
sentimientos cambian rápidamente cuando están arraigados en terreno
profano. A medida que la impresión
inmediata del Espíritu Santo pierde intensidad, a medida que la mente y el
corazón vuelven a absorberse en los negocios mundanales, les resulta más
difícil mantener la consagración a Dios de sí mismos y de sus propiedades. Satanás los asalta con su tentación: "Fuisteis unos necios al prometer ese
dinero, porque lo necesitáis para invertirlo en vuestros negocios; y si pagáis
esa promesa experimentaréis pérdida".
Y ellos se arrepienten, murmuran, se quejan del mensaje del Señor y de
sus mensajeros. Dicen cosas que no 328
son verdaderas, pretenden que prometieron bajo un estado de excitación, que no
comprendían claramente el asunto, que se exageraron las necesidades, que sus
sentimientos fueron excitados, y que esto los indujo a formular la
promesa. Hablaban como si la preciosa
bendición que habían recibido fuese el resultado de un engaño practicado contra
ellos por los ministros a fin de conseguir dinero. Cambiaron de parecer y no se sintieron
obligados a pagar sus promesas a Dios.
Se cometen terribles robos contra Dios, y se presentan endebles excusas
para resistir y negar el Espíritu Santo.
Algunos aducen como razón que han tenido inconvenientes; dicen que
necesitan su dinero -¿para qué? Para
enterrarlo en casas y terrenos, o en algún negocio para ganar más dinero. Piensan que como la promesa fue hecha para un
propósito religioso, no se les puede exigir por la ley su cumplimiento, y el
amor al dinero es tan fuerte que engañan a sus propias almas, y se atreven a
robar a Dios. A muchos podría
decirse: "A ningún otro amigo
tratasteis en forma tan descomedida".
Está aumentando el número de los que cometen el pecado de Ananías y
Safira. Los hombres no mienten al
hombre, sino a Dios, en su descuido de las promesas que su Espíritu les indujo
a realizar.
Debido a que no se ejecuta
rápidamente sentencia contra una mala acción, tal como en el caso de Ananías y
Safira, los corazones de los hijos de los hombres se empeñan decididamente en
hacer el mal y luchan contra el Espíritu de Dios.
¿Cómo estarán estos hombres en el
juicio? ¿Os atrevéis a soportar los
resultados finales de este asunto? ¿Cómo
estaréis en los acontecimientos descritos en el Apocalipsis?
"Y vi un gran trono blanco y al que
estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y
ningún lugar se encontró para ellos. Y
vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; . . . y fueron juzgados cada uno según sus
obras" (Apoc. 20: 11-13).-RH, mayo 23, 1893. 329
61. UN CONTRATO CON DIOS.
Cuando se ha hecho, en presencia de nuestros hermanos, la promesa
verbal o escrita de dar cierta cantidad, ellos son los testigos visibles de un
contrato formalizado entre nosotros y Dios.
La promesa no se hace al hombre, sino a Dios, y es como un pagaré dado a
un vecino. Ninguna obligación legal
tiene más fuerza para el cristiano en cuanto al desembolso de dinero, que una
promesa hecha a Dios.
Las personas que hacen tales promesas a sus semejantes, no piensan
generalmente en pedir que se los libre de sus compromisos. Un voto hecho a Dios, el Dador de todos los
favores, es de importancia aun mayor; por lo tanto,
¿por qué habríamos de
quedar libres de nuestros votos a Dios?
¿Considerará el hombre su promesa como de menos fuerza porque ha sido
hecha a Dios? Por el hecho de que su voto no será llevado a los tribunales, ¿es
menos válido? ¿Habrá de robar a Dios un
hombre que profesa ser salvado por la sangre del infinito sacrificio de
Jesucristo? ¿No resultan sus votos y sus
actos pesados en las balanzas de justicia de los ángeles celestiales?
Cada uno de nosotros tiene un caso pendiente en el tribunal del
cielo. ¿Inclinará nuestra conducta la
balanza de las evidencias contra nosotros?
El caso de Ananías y Safira era de lo más grave. Al retener parte del precio, mintieron al
Espíritu Santo. Del mismo modo, la culpa
pesa proporcionalmente sobre cada individuo que cometa ofensas semejantes.
Cuando los corazones de los hombres han sido enternecidos por la presencia
del Espíritu de Dios, son más sensibles 330 a las impresiones del Espíritu
Santo, y se resuelven a negarse a sí mismos y sacrificarse por la causa de
Dios. Al brillar la divina luz en las
cámaras de la mente con claridad y fuerza inusitadas, es cuando los
sentimientos del hombre natural quedan vencidos y el egoísmo pierde su poder
sobre el corazón y se despiertan los deseos de imitar al Modelo, Jesucristo, en
la práctica de la abnegación y la generosidad.
La disposición del hombre naturalmente egoísta se impregna, entonces de
bondad y compasión hacia los pecadores perdidos, y él formula una solemne
promesa a Dios como la hicieron Abrahán y Jacob. En tales ocasiones los ángeles celestiales
están presentes. El amor hacia Dios y
las almas triunfa sobre el egoísmo y el amor al mundo. Esto sucede especialmente cuando el
predicador, con el Espíritu y el poder de Dios, presenta el plan de redención,
trazado por la Majestad celestial en el sacrificio de la cruz. Por los siguientes pasajes podemos ver cómo
Dios considera el asunto de los votos:
"Y habló Moisés a los príncipes de las tribus de los hijos de
Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová
ha mandado. Cuando alguno hiciere voto a
Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no violará su
palabra: hará conforme a todo lo que salió de su boca"
(Núm. 30: 2, 3).
"No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante
del ángel que fue ignorancia. ¿Por qué
harás que Dios se aíre a causa de tu
voz, y que destruya la obra de tus manos?" (Ecl. 5: 6).
"Entraré en tu casa con holocaustos: te pagaré mis votos, que
pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando angustiado estaba" (Sal.
66: 13, 14).
"Lazo es al hombre el devorar lo santo, y andar pesquisando
después de los votos" (Prov. 20: 25).
"Cuando prometieres voto a Jehová tu Dios, no tardarás en pagarlo;
porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y habría en ti
pecado. Mas cuando te abstuvieres de
prometer, 331 no habrá en ti pecado.
Guardarás lo que tus labios pronunciaren; y harás, como prometiste a
Jehová tu Dios, lo que de tu voluntad hablaste por tu boca" (Deut. 23:
21-23).
"Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios: todos los que están
alrededor de él, traigan presentes al Terrible" (Sal. 76: 11),
"Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa
de Jehová; y cuando hablan que su alimento es despreciable. Habéis además dicho: ¡Oh qué trabajo! y lo desechasteis, dice Jehová
de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis
ofrenda. ¿Seráme acepto eso de vuestra
mano? dice Jehová. Maldito el engañoso, que tiene macho en su
rebaño, y promete, y sacrifica lo dañado a Jehová; porque yo soy Gran Rey, dice
Jehová de los ejércitos, y mi nombre es formidable entre las gentes" (Mal.
1: 12-14).
"Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en pagarla; porque no
se agrada de los insensatos. Paga lo que
prometieres. Mejor es que no prometas,
que no que prometas y no pagues" (Ecl. 5: 4, 5).
-JT 1, 550 - 554.
REQUISITOS PARA RECIBIR LAS PROMESAS DE DIOS
Ha habido ocasiones especiales en reuniones con mucha asistencia,
cuando se han hecho llamamientos a los seguidores profesos de Cristo, en favor
de la causa de Dios, y los corazones han sido conmovidos, y como resultado
muchos han hecho promesas de sostener la obra.
Pero muchos de los que han prometido no han actuado honorablemente con
Dios. Han sido negligentes y no han
cumplido sus promesas a su Hacedor. Pero
si el hombre es tan indiferente con sus promesas hechas a Dios, ¿puede esperar
que el Señor cumpla una promesa hecha bajo condiciones que nunca se han
respetado? Es mejor tratar honradamente
con vuestros semejantes y con Dios.-RH, dic. 17, 1889. 332
LA PROTESTA DE SATANÁS
De los medios confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la
décima parte. Los deja libres a todos de
decir si han de dar o no más que esto.
Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo,
y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tiene ya
ningún derecho a la porción consagrada.
Las promesas de esta clase hechas a los hombres serían consideradas como
obligación; ¿y no son más obligatorias las que se hacen a Dios? ¿Son las promesas consideradas en el tribunal
de la conciencia menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?
Cuando la luz divina brilla en el corazón con inusitada claridad y
poder, el egoísmo habitual afloja su asidero, y hay disposición para dar a la
causa de Dios. Pero nadie piense que
podrá cumplir sus promesas hechas entonces, sin una protesta de Satanás. A él no le agrada ver edificarse el reino del
Redentor en la tierra. El sugiere que la
promesa hecha es demasiado grande, que puede malograr los esfuerzos por
adquirir propiedades o complacer los deseos de la familia.-HA 61.
NECESIDAD DE UNA CONCIENCIA DESPIERTA
Entre nuestro pueblo debe haber un despertar acerca de este
asunto. Son sólo pocos los hombres que
sienten remordimiento de conciencia si descuidan su deber en cuanto a la
beneficencia. Muy pocos sienten remordimiento
de alma por robar diariamente a Dios.
Si un cristiano, deliberada o accidentalmente, paga a su vecino menos
de lo que le debe o se niega a cancelar una deuda honorable, su conciencia le
perturbará, a menos que esté cauterizada; no puede descansar aun cuando nadie
sepa del asunto sino él. Hay muchos
votos descuidados y promesas que no han sido pagadas, y sin embargo, cuán pocos
333 afligen sus ánimos acerca del asunto; cuán pocos sienten la culpabilidad de
esta violación de sus deberes.
Debemos sentir nuevas y más profundas convicciones al respecto.
La conciencia debe ser despertada, y el
asunto debe recibir sincera atención, porque habrá que dar cuenta de ello a
Dios en el último día, y sus exigencias han de ser cumplidas.-JT 1, 257, 258.
PARA UN ESTUDIO
ADICIONAL
Carácter sagrado de los votos, JT 1, 542 - 554.
Promesas que no se cumplen, 5 T 281 - 285.
Lecciones de la experiencia de Ananías y Safira, HA 58 - 61.
Un terrible pecado que prevalece actualmente, JT 2, 43.
La fidelidad de Jacob al cumplir su promesa, JT 1, 546.
Responsabilidad de la iglesia por las promesas individuales, JT 1, 554.
La inviolabilidad de un juramento o una promesa, PP 540. 337
La inviolabilidad de un juramento o una promesa, PP 540. 337
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