Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle,
porque hacía estas cosas en el día de reposo. Y Jesús les respondió: Mi Padre
hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Juan 5:16,17.
En
Jerusalén, donde el Salvador estaba ahora, vivían muchos de
los sabios rabinos. Aquí enseñaban sus
falsas ideas al pueblo respecto al sábado.
Grandes
muchedumbres venían a adorar al templo, y así las
enseñanzas de los rabinos eran difundidas
ampliamente.
Cristo
deseaba corregir esos errores. Esta es la razón por la
cual sanó al hombre en día sábado, y le pidió que llevara su cama.
Él
sabía que este acto atraería la atención
de los rabinos, y le
daría a él la oportunidad de instruirlos. Y así resultó.
Los
fariseos trajeron a Cristo ante el Sanedrín, el principal
concilio de los judíos, para responder al
cargo de quebrantar el sábado.
El
Salvador declaró que su acción estaba de acuerdo con la ley del
sábado. Estaba en
armonía con la voluntad y la obra de Dios. “Mi Padre hasta ahora
trabaja, y yo trabajo”, dijo Jesús.
Dios obra continuamente para sostener todas las cosas vivas.
¿Había de cesar su obra en el sábado? ¿Debía Dios
impedir que el sol cumpliese su función en el sábado? ¿Impediría que sus rayos
calentaran la tierra y nutrieran la vegetación?
¿Debían los arroyos y las olas del
mar detener su constante movimiento?
¿Debían el trigo y el maíz detener
su continuo crecimiento, y los árboles y las flores dejar de florecer en
sábado?
La gente
entonces perdería los frutos de la tierra, y las bendiciones que sostienen la
vida.
La naturaleza debía continuar su obra, o los
mortales morirían.
Y también ellos tenían una obra que hacer en este día.
Las necesidades de la vida debían ser atendidas, los
enfermos debían ser cuidados, las necesidades de los menesterosos debían ser suplidas.
Dios no desea que
sus criaturas sufran una hora de dolor que pueda ser
aliviado en sábado o en cualquier otro día.
La obra del cielo nunca cesa, y nunca debemos
descansar de hacer el bien.
Lo que la ley nos prohíbe hacer en el día de descanso del Señor es nuestra propia obra. El trabajo para ganarnos la vida debe cesar. Ninguna labor para lograr provecho o placer mundano es lícita en este día.
Pero el sábado no ha de
ser usado en una actividad inútil. Así como Dios cesó en
su obra creadora, y descansó en el
sábado, también nosotros hemos de
descansar.
Nos pide que
pongamos a un lado nuestras ocupaciones
cotidianas, y dediquemos esas horas
sagradas a un descanso saludable, al culto y a acciones santas. —Vida de Jesús, 103-105. [155]
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