"Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma"(3Juan 2).195
El Estudio de la Fisiología
"Asombrosa y maravillosamente he sido formado" (VM).PUESTO que la mente y el alma hallan expresión por medio del cuerpo, tanto el vigor mental como el espiritual dependen en gran parte de la fuerza y la actividad físicas; todo lo que promueva la salud física, promueve el desarrollo de una mente fuerte y un carácter equilibrado. Sin salud, nadie puede comprender en forma clara ni cumplir completamente sus obligaciones hacia sí mismo, sus semejantes, o su Creador. Debiera cuidarse, por lo tanto, tan fielmente la salud como el carácter. El conocimiento de la fisiología y la higiene debería ser la base de todo esfuerzo educativo.
Aunque está tan difundido el conocimiento de los hechos fisiológicos, se nota una alarmante indiferencia hacia los principios higiénicos. Aún entre los que conocen esos principios, pocos son los que los ponen en práctica. Se sigue tan ciegamente el impulso o la inclinación, como si la vida fuera regida por la mera casualidad, más bien que por leyes definidas e invariables.
La juventud, que está en la frescura y el visor de la vida, se percata poco del valor de su abundante energía. ¡Con cuánta ligereza considera un tesoro más precioso que el oro, más esencial para el progreso que el saber, la alcurnia o las riquezas! ¡Con qué precipitación lo despilfarra! ¡Cuántos hay que, habiendo sacrificado la salud en la lucha por obtener riquezas o poder, cuando están a punto de lograr el 196 objeto de su deseo, caen impotentes, mientras que otro, poseedor de una resistencia física superior, se apropia del anhelado premio! ¡Cuántos son los que, a causa de condiciones morbosas, consecuencia del descuido de las leyes de la higiene, han adquirido malas costumbres, y han sacrificado toda esperanza para este mundo y el venidero!
Al estudiar fisiología, debería enseñarse a los alumnos a apreciar el valor de la energía física, y cómo se la puede conservar y desarrollar para que contribuya en el mayor grado posible al éxito en la gran lucha de la vida.
Mediante lecciones sencillas y fáciles se debería enseñar a los niños, desde sus primeros años, los rudimentos de la fisiología y la higiene. Esta obra la debería empezar la madre en el hogar, y la debería continuar fielmente la escuela. A medida que la edad de los alumnos aumente, se debería seguir instruyéndolos en ese ramo, hasta que estén capacitados para cuidar de la casa en la cual viven. Deberían comprender la importancia que tiene el evitar las enfermedades mediante la conservación del vigor de cada órgano, y también se les debería enseñar a actuar en caso de enfermedades comunes y accidentes. En toda escuela se debería enseñar fisiología e higiene, y en cuanto fuese posible se debería proveer material para ilustrar la estructura del cuerpo, su empleo y cuidado.
En el estudio de la fisiología no se incluyen por lo general algunos asuntos que deberían considerarse, que son de mayor valor para el estudiante que muchos detalles técnicos que comúnmente se enseñan bajo ese título. Como principio fundamental de toda la educación correspondiente a este ramo, se debería enseñar a los jóvenes que las leyes de la naturaleza son leyes de Dios, tan ciertamente divinas como los preceptos del Decálogo. El Señor ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes 197 que gobiernan nuestro organismo. Toda violación de esas leyes, cometida por descuido o con premeditación, es un pecado contra nuestro Creador.
¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un conocimiento completo de estas leyes! Se debería prestar mucho mayor atención de la que comúnmente se concede a los principios de higiene que se aplican al régimen alimentarlo, al ejercicio, al cuidado de los niños, al tratamiento de los enfermos y a muchos asuntos semejantes.
Se debería dar realce a la influencia que tiene la mente sobre el cuerpo y éste sobre aquélla. La energía eléctrica del cerebro, aumentada por la actividad mental, vitaliza todo el organismo, y es de ayuda inapreciable para resistir la enfermedad. Debería explicarse bien este punto. También se debería presentar el poder de la voluntad y la importancia del dominio propio, tanto en la conservación de la salud como en su recuperación, como asimismo el efecto depresivo y hasta ruinoso de la ira, el descontento, el egoísmo o la impureza y, por otra parte, el maravilloso poder vivificador que se encuentra en la alegría, la abnegación y la gratitud.
Hay en la Escritura una verdad relativa a la fisiología que necesitamos considerar: "El corazón alegre constituye buen remedio".* "Y tu corazón guarde mis mandamientos -dice Dios-; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán". "Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo". "Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos".*
Los jóvenes necesitan comprender la profunda verdad fundamental de la declaración bíblica según la cual con Dios "está el manantial de la vida".* No sólo es el Creador de todo, sino la vida de todo lo viviente. Es su vida la que recibimos en la luz del sol, en el aire puro y suave, en el alimento que 198 fortifica nuestros cuerpos y sostiene nuestra fuerza. Por su vida existimos hora tras hora, momento tras momento. A menos que hayan sido pervertidos, todos sus dones tienden a la vida, la salud y el gozo.
"Todo lo hizo hermoso en su tiempo" y se obtendrá la verdadera belleza no echando a perder la obra de Dios, sino armonizándola con las leyes de Aquel que creó todas las cosas y que se complace en su belleza y perfección.
Cuando se estudia el mecanismo del cuerpo, se debería dirigir la atención a su maravillosa adaptación de los medios al fin, a la armoniosa acción y dependencia de los diferentes órganos. Una vez que se ha despertado el interés del estudiante y se le ha hecho ver la importancia de la cultura física, el maestro puede hacer mucho para obtener el debido desarrollo y formar hábitos correctos.
Entre las primeras cosas que se debería tratar de lograr, figura la postura correcta, tanto cuando se está sentado como de pie. Dios hizo al hombre erguido y desea qué obtenga no sólo beneficio físico, sino mental y moral, como asimismo la gracia, la dignidad, el aplomo, el valor y la confianza en si mismo que tiende a producir esa postura. Enseñe esto el maestro por precepto y por ejemplo. Muéstrese en qué consiste una postura erguida e insístase en que se mantenga.
Siguen en importancia a la postura correcta la respiración y la cultura vocal. Es más probable que respire correctamente aquel que se mantiene erguido cuando está sentado o de pie. Pero el maestro debería inculcar en los alumnos la importancia de la respiración profunda. Muéstrese cómo la acción sana de los órganos respiratorios, que ayuda a la circulación de la sangre, vigoriza todo el organismo, despierta el apetito, promueve la digestión, produce un 199 sueño sano y dulce, y de ese modo no sólo le da descanso al cuerpo, sino que calma y sirve de sedante a la mente. Al mismo tiempo que se muestra la importancia de la respiración profunda, debería insistiese en que se la practique. Háganse ejercicios que la estimulen y al mismo tiempo trátese de formar el hábito.
La cultura de la voz ocupa un lugar importante en la cultura física, puesto que tiende a dilatar y fortalecer los pulmones, y alejar así la enfermedad. Para conseguir una formación correcta, tanto en la lectura como en la conversación, cuídese que los músculos abdominales tengan libertad de movimientos al respirar, y que los órganos respiratorios no estén oprimidos. La presión debería ejercerse sobre los músculos del abdomen más que sobre los de la garganta. De ese modo se evitará que ésta se fatigue, y que se enferme gravemente. Debe procurarse con cuidado una pronunciación clara, con tonos suaves y bien modulados y con una forma de expresarse que no sea muy rápida. Esto no sólo estimulará la salud, sino que contribuirá en gran medida a que sea más agradable y eficaz la tarea del estudiante.
La enseñanza de estas cosas proporciona una áurea oportunidad para demostrar lo necio y malo que es el uso de fajas que oprimen la cintura, y cualquier otra costumbre que restrinja la acción vital. Las modas malsanas dan por resultado una serie casi interminable de enfermedades, y debería darse cuidadosa instrucción con respecto a este asunto. Hágase comprender a los alumnos el peligro de permitir que la ropa cuelgue de las caderas u oprima cualquier órgano del cuerpo. Se deberían llevar vestidos que permitan respirar libremente y levantar sin dificultad los brazos por encima de la cabeza. La opresión de los pulmones no sólo impide su desarrollo, sino que estorba el proceso de la digestión y la circulación, debilitando así todo el cuerpo. Todas 200 estas costumbres menoscaban la fuerza física y mental, y estorban el progreso del alumno, privándolo a menudo del éxito.
En el estudio de la higiene, el maestro concienzudo aprovechará toda oportunidad posible para mostrar la necesidad de una perfecta pureza, tanto de las costumbres personales como del ambiente en que uno vive. Debería darse énfasis al valor del baño diario como estimulante para la salud y la acción mental. También debería prestarse atención a la luz solar y a la ventilación, a la higiene del dormitorio y de la cocina. Enséñese a los alumnos que un dormitorio que reúna todas las condiciones higiénicas, una cocina limpia y una mesa arreglada con gusto y saludablemente provista, contribuirán más para lograr la felicidad de la familia y el aprecio de cualquier visita sensata, que un costoso juego de muebles que adorne la sala. No es menos necesaria ahora que cuando fue enseñada hace mil ochocientos años esta lección del Maestro divino: "La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido".*
El estudiante de fisiología debería aprender que el objeto de su estudio no consiste solamente en obtener un conocimiento de hechos y principios. Este solo daría poco beneficio. Puede ser que comprenda la importancia de la ventilación; su pieza puede tener aire puro, pero a menos que llene debidamente sus pulmones, sufrirá los resultados de una respiración imperfecta. Debe comprenderse, pues, la necesidad de la limpieza, y proveerse las facilidades necesarias, pero todo será inútil a menos que sea puesto en práctica. El gran requisito en la enseñanza de estos principios es impresionar al alumno con su importancia, de modo que los ponga escrupulosamente en práctica. 201
Mediante una figura hermosísima e impresionante, la Palabra de Dios muestra en qué consideración tiene él nuestro organismo físico y la responsabilidad que tenemos de conservarlo en la mejor condición: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" "Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es".*
Incúlquese en los alumnos el pensamiento de que el cuerpo es un templo en el cual Dios desea vivir, que hay que conservarlo puro, como morada de pensamientos elevados y nobles. Al ver, por medio del estudio de la fisiología, que están "asombrosa y maravillosamente"* formados, sentirán reverencia. En vez de mancillar la obra de Dios, anhelarán hacer de su parte todo lo posible por cumplir el glorioso plan del Creador. De ése modo llegarán a considerar la obediencia a las leyes de la salud, no como un sacrificio, o un acto de abnegación, sino como lo que realmente es: Un privilegio y una bendición inestimables. 202
La Temperancia y el Régimen Alimentario
"Todo aquel que lucha, de todo se abstiene".
TODO estudiante necesita comprender la relación que existe entre la vida sencilla y el pensamiento elevado. A nosotros nos toca decidir individualmente si nuestras vidas han de ser regidas por la mente o por el cuerpo. Cada joven por sí mismo debe hacer la decisión que amoldará su vida, y no se deberían ahorrar energías para hacerle comprender las fuerzas con las cuales tendrá que contender, y las influencias que modelan el carácter y determinan el destino.
La intemperancia es un enemigo contra el cual debemos precavernos todos. El rápido aumento de este terrible mal debería incitar a la lucha a todo el que ama al género humano. La costumbre de dar instrucción en cuanto a temas de temperancia en las escuelas, es un paso que se está dando en la buena dirección. Debería practicarse esa costumbre en todas las escuelas y todos los hogares. Los jóvenes y los niños deberían comprender la parte que el alcohol, el tabaco y otros venenos similares desempeñan en la ruina del cuerpo, el entorpecimiento de la mente y la sensualización del alma. Debería explicarse que ninguno que use esas cosas poseerá por mucho tiempo toda la fuerza de sus facultades físicas, mentales o morales.
Pero, a fin de descubrir la raíz de la intemperancia, debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideales, las malas compañías, pueden ser las causas que predisponen 203 a la intemperancia. A menudo se las halla en la mesa del hogar de las familias que se consideran estrictamente temperantes. Todo lo que desordene la digestión, que cree una excitación mental anormal, o que de cualquier modo debilite el organismo y perturbe el equilibrio de las facultades mentales y físicas, disminuye el dominio de la mente sobre el cuerpo y tiende a fomentar la intemperancia. Si se buscara el motivo de la caída de más de un joven promisorio, se llegaría a apetitos anormales creados por un régimen alimentarlo malsano.
El té, el café, los condimentos, los dulces y las tortas, son causas activas de indigestión. La carne también es perjudicial. Su efecto naturalmente excitante debería ser argumento suficiente contra su consumo; y el hecho de que los animales estén casi universalmente enfermos la hace doblemente reprobable. Tiende a irritar los nervios y excitar las pasiones, de modo que predominan las tendencias más bajas.
Los que se acostumbran a un régimen alimentario muy sazonado y estimulante, descubren al cabo de un tiempo que el estómago no se satisface con alimentos sencillos. Exige cosas cada vez más condimentadas, picantes y excitantes. A medida que los nervios se perturban y el organismo se debilita, la voluntad parece impotente para resistir al apetito pervertido. La delicada membrana del estómago se irrita de tal modo que no la alivia ni el alimento más excitante. Se siente una sed que sólo la bebida fuerte puede calmar.
Es el comienzo del mal lo que debería evitarse. Al instruir a los jóvenes debería explicarse el efecto que tiene el apartarse de lo recto, por poco que parezca. Debería enseñarse al estudiante el valor que tiene un régimen alimentarlo sencillo y saludable para impedir el deseo de estimulantes artificiales. Establézcase desde los primeros años el hábito del 204 dominio propio. Incúlquese en los jóvenes el pensamiento de que deben ser amos y no esclavos. Dios los ha hecho reyes del reino que hay dentro de ellos y deben tomar posesión del trono asignado por el cielo. Si se da fielmente esta instrucción, los buenos resultados se extenderán más allá de los jóvenes mismos. La influencia ejercida salvará a miles de hombres y mujeres que están al borde mismo de la ruina.
EL RÉGIMEN ALIMENTARIO Y EL DESARROLLO MENTAL
La relación del régimen alimentarlo con el desarrollo intelectual debería recibir más atención de la que ha recibido hasta ahora. A menudo, la confusión y el embotamiento mental son el resultado de errores en el régimen alimentario.
Con frecuencia se arguye que, en la elección del alimento, el apetito es un guía seguro. Esto sería cierto si se hubieran obedecido siempre las leyes de la salud. Pero a causa de los hábitos erróneos, practicados de generación en generación, el apetito se ha pervertido de tal modo que constantemente ansía algo dañino. Ahora no sé puede confiar en él como guía.
En el estudio de la higiene se les debería enseñar a los alumnos el valor nutritivo de los diferentes alimentos. Debería explicarse el efecto de una alimentación concentrada y estimulante, y también de los alimentos que no tienen suficientes elementos nutritivos. El té, el café, el pan blanco, los encurtidos [pickles], las verduras de fibras bastas, los caramelos, los condimentos y las tortas, no proveen la debida nutrición. Más de un estudiante ha quebrantado su salud por ingerir esos alimentos. Más de un niñito débil, incapaz de todo esfuerzo físico o mental vigoroso, es víctima de un régimen alimentario pobre. Los cereales, las frutas frescas, las frutas oleaginosas o nueces y los vegetales, debidamente combinados, contienen todos los elementos nutritivos, 205 y si están bien preparados, constituyen la alimentación que más aumenta la fuerza física y mental.
Es necesario considerar no sólo las propiedades del alimento, sino también su adaptación al consumidor. A menudo las personas que se dedican principalmente al trabajo mental, deben privarse de alimentos que pueden ser consumidos libremente por las que hacen trabajo físico. También se debería dedicar atención a la debida combinación de los alimentos. Los que hacen trabajo mental o tienen ocupaciones sedentarias, deberían combinar pocas clases de alimentos en una comida.
Ha de evitarse el exceso de comida, aunque sea de la más saludable. El cuerpo no puede usar más de lo que se requiere para la reparación de los diversos órganos del cuerpo, y el exceso entorpece al organismo. Más de un estudiante cree haber arruinado su salud por el exceso de estudio, cuando la verdadera causa es el exceso de alimento. Mientras se presta la debida atención a las leyes de la salud, el trabajo mental ofrece poco peligro, pero en muchos casos del así llamado fracaso mental, lo que cansa el cuerpo y debilita la mente es el hábito de sobrecargar el estómago.
En muchos casos, es mejor comer dos veces al día que tres. La cena, a una hora temprana, interrumpe la digestión de la comida anterior. A una hora tardía, no tiene tiempo para ser digerida antes del momento de ir a acostarse. En esa forma, el estómago no tiene el descanso debido, se perturba el sueño, el cerebro y los nervios se cansan, se pierde el apetito por el desayuno, y todo el organismo no recibe nuevo vigor, ni está preparado para desempeñar los deberes del día.
No se debería pasar por alto la importancia de la regularidad de las horas para comer y dormir. Puesto que la obra de reparar el cuerpo se efectúa durante 206 las horas de descanso, es esencial especialmente para los jóvenes, que el sueño sea metódico y abundante.
Siempre que podamos, deberíamos evitar el comer apresuradamente. Cuanto más breve es el tiempo de que se dispone, menos se debe comer. Es mejor omitir una comida que comer sin masticar debidamente.
La hora de la comida debería ser un momento de sociabilidad y descanso. Debería desaparecer todo lo que abrume o irrite. Se deberían abrigar sentimientos de confianza, bondad y gratitud hacia el Dador de todo lo bueno, y la conversación debería ser alegre y de un carácter comunicativo, que eleve sin cansar.
La observancia de la temperancia y la regularidad en todas las cosas tiene un poder maravilloso. Para producir la dulzura y la serenidad de carácter que tanto contribuyen a suavizar el camino de la vida, será de más valor que las circunstancias o las dotes naturales. Al mismo tiempo, el dominio propio así adquirido resultará ser una de las condiciones más valiosas para hacer frente con éxito a los serios deberes y las realidades que esperan a todo ser humano.
Los caminos de la sabiduría "son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz".* Medite todo joven que tiene ante sí posibilidades de un destino superior al de reyes coronados en la lección transmitida por las palabras del sabio: "¡Bienaventurada tú, tierra, cuando. . . tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!"* 207
La Recreación
"Todo tiene su tiempo, y todo..... tiene su hora".
HAY una diferencia entre recreación y diversión. La recreación, cuando responde a su nombre, re-creación, tiende a fortalecer y reparar. Apartándonos de nuestros cuidados y ocupaciones comunes, provee refrigerio para la mente y el cuerpo, y de ese modo nos permite volver con nuevo vigor al trabajo serio de la vida. Por otra parte, se busca la diversión para experimentar placer, y con frecuencia se la lleva al exceso; absorbe las energías requeridas para el trabajo útil, y resulta de ese modo un obstáculo para el verdadero éxito en la vida.
Todo el cuerpo ha sido creado para la acción, y a menos que se mantengan sanas las facultades físicas mediante el ejercicio activo, las facultades mentales no podrán ser empleadas por mucho tiempo al máximo de su capacidad. La inacción física que parece casi inevitable en el aula, junto con otras condiciones malsanas, hace de ella un lugar difícil para los niños, especialmente para los de constitución débil. A menudo es insuficiente la ventilación. Los asientos defectuosos favorecen la postura antinatural y dificultan la actividad de los pulmones y el corazón. Los niños tienen que pasar en el aula de tres a cinco horas diarias, respirando aire cargado de impurezas y tal vez infectado de microbios. No es extraño que en ella se eche con tanta frecuencia el cimiento de enfermedades crónicas. El cerebro, el más delicado de los órganos físicos, origen de la 208 energía nerviosa de todo el organismo, sufre el daño mayor. Obligado a realizar una actividad prematura o excesiva y en condiciones malsanas, se debilita, y con frecuencia los malos resultados son permanentes.
Los niños no deberían permanecer mucho tiempo dentro de habitaciones; no se les debería exigir que se apliquen con mucho tesón al estudio hasta que se haya echado un buen cimiento para su desarrollo físico. Durante los ocho o diez primeros años de vida del niño, el campo o el jardín constituyen la mejor aula, la madre, la mejor maestra, y la naturaleza el mejor libro de texto. Hasta que el niño tenga edad suficiente para asistir a la escuela se debería considerar que su salud es más importante que el conocimiento de los libros. Debería estar rodeado de las condiciones más favorables para el desarrollo físico y mental.
No sólo el niño está en peligro por la falta de aire y ejercicio. Tanto en las escuelas superiores como en las elementales estas condiciones indispensables para la conservación de la salud se descuidan aún con demasiada frecuencia. Más de un alumno de más edad lo pasa sentado día tras día en una pieza cerrada, inclinado sobre los libros, con el pecho tan oprimido que no puede respirar plena y profundamente; la sangre circula con lentitud, los pies se le enfrían y se le calienta la cabeza. Como el cuerpo no recibe suficiente nutrición, los músculos pierden fuerza y todo el organismo se debilita y enferma. Con frecuencia estos alumnos quedan inválidos para toda la vida. Si hubieran cursado sus estudios en las condiciones debidas, haciendo ejercicios regulares al sol y al aire, habrían salido de la escuela con más fuerza física y mental.
El estudiante que, al disponer de tiempo y medios escasos, lucha para obtener una educación, debería comprender que no pierde el tiempo si se 209 dedica al ejercicio físico. El que escudriña continuamente los libros descubrirá, al cabo de un tiempo, que su mente ha perdido su frescura. Los que prestan debida atención al desarrollo físico harán mayores progresos académicos que los que harían si dedicaran todo el tiempo al estudio.
Cuando se persiste exclusivamente en una determinada línea de pensamiento, a menudo la mente se desequilibra. Pero se pueden emplear sin peligro todas las facultades si se ejerce equilibrio en el uso de las aptitudes físicas y mentales y si los temas de pensamiento son variados.
La inacción física no sólo disminuye el poder mental, sino también el moral. Los nervios del cerebro, que conectan todo el organismo, constituyen el medio por el cual el cielo se comunica con el hombre y afecta la vida íntima. Todo lo que perturbe la circulación de la corriente eléctrica en el sistema nervioso, debilitando así las facultades vitales y disminuyendo la sensibilidad mental, dificulta la tarea de despertar la naturaleza moral.
El exceso de estudio, al incrementar la afluencia de sangre al cerebro, produce una excitación enfermiza que tiende a debilitar el dominio propio, y con demasiada frecuencia da lugar al impulso o al capricho. De ese modo se abre la puerta a la impureza. El uso indebido o la falta de uso de las facultades físicas es, en gran medida, la causa de la corriente de corrupción que se extiende por el mundo. La "soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad" son enemigos tan fatales del progreso humano en esta generación, como cuando causaron la destrucción de Sodoma.
Los maestros deberían comprender estos asuntos y enseñárselos a sus alumnos. Enséñese a los estudiantes que la vida recta depende de los pensamientos rectos, y que la actividad física es indispensable para que los pensamientos sean puros. 210
Con frecuencia los maestros se sienten perplejos cuando tienen que tomar decisiones acerca de la recreación apropiada para sus alumnos. La gimnasia es útil en muchas escuelas, pero si no se tiene cuidado, a menudo se la lleva al exceso. Muchos jóvenes, al querer ostentar su fuerza en el gimnasio, se han dañado para toda la vida.
El ejercicio en el gimnasio, por bien dirigido que sea, no puede sustituir a la recreación al aire libre, para la cual deberían proveer más oportunidades nuestras escuelas. Los alumnos deben hacer ejercicios vigorosos. Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten preocupados al considerar la influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del estudiante en la escuela, como sobre su éxito en su vida ulterior. Los juegos que ocupan una porción tan grande de su tiempo, apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad, o la verdadera virilidad.
Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol y el box, se han transformado en escuelas de brutalidad. Tienen las mismas características que tenían los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, el orgullo por la mera fuerza bruta, el temerario desprecio manifestado hacia la vida, están ejerciendo sobre los jóvenes una influencia desmoralizadora que espanta.
Otros juegos atléticos, aunque no sean tan brutales, son apenas menos objetables, a causa de que se los practica en exceso. Estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentan la antipatía hacia el trabajo útil, y desarrollan una disposición a evitar 211 las responsabilidades y los deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las realidades serias de la vida y sus apacibles satisfacciones. Así se abre la puerta a la disipación y la ilegalidad, con sus terribles resultados.
Las reuniones sociales, tal como se las lleva a cabo por lo general, son un obstáculo para el verdadero desarrollo, ya sea de la mente o del carácter. Las amistades frívolas, los hábitos extravagantes, el afán de placeres y demasiado a menudo de disipación, nacen como consecuencia de estas reuniones, y amoldan toda la vida para el mal. En vez de tales diversiones, los padres y maestros pueden hacer mucho para proporcionar recreaciones sanas.
En este asunto, lo mismo que en todo lo que concierne a nuestro bienestar, la inspiración ha señalado el camino. En épocas primitivas, la vida del pueblo que estaba bajo la dirección de Dios era sencilla. Vivían cerca del corazón de la naturaleza. Los hijos compartían el trabajo de los padres y estudiaban las bellezas y los misterios del tesoro de la naturaleza. En la quietud del campo y el bosque meditaban en las grandes verdades transmitidas como legado santo de generación a generación. Esa educación producía hombres fuertes.
En esta época, la vida se ha vuelto artificial y los hombres han degenerado. Aunque no podamos volver plenamente a los hábitos sencillos de aquellos tiempos primitivos, podemos aprender lecciones de ellos que contribuyan a que nuestros momentos de recreación sean lo que su nombre implica: Momentos de verdadera edificación para el cuerpo, la mente y el alma.
Los alrededores del hogar y de la escuela tienen mucho que ver con la recreación. Deberían tenerse en cuenta estas cosas al escoger la casa para vivir o el lugar para establecer una escuela. Aquellos para quienes el bienestar físico y mental es de mayor 212 importancia que el dinero y las exigencias o las costumbres de la sociedad, deberían buscar para sus hijos el beneficio de la enseñanza de la naturaleza, y la recreación en el ambiente que ella ofrece. Será de gran beneficio para la obra educativa que cada escuela esté situada de modo que proporcione a los alumnos tierra para el cultivo y acceso a los campos y bosques.
En lo que a la recreación del alumno se refiere, se obtendrán los mejores resultados mediante la cooperación personal del maestro. El verdadero maestro puede impartir a sus alumnos pocos dones tan valiosos como el de su compañía. Puede decirse de los hombres y mujeres, y mucho más de los jóvenes y niños, que solamente los podemos comprender al ponernos en contacto con ellos por medio de la simpatía; y necesitamos comprenderlos para poder beneficiarlos más eficazmente.
Para fortalecer el lazo de simpatía que une al maestro y al alumno, pocos medios hay tan valiosos como el de la agradable amistad fuera del aula. En algunas escuelas el maestro está siempre con sus alumnos en las horas de recreo. Se une a ellos en sus ocupaciones, los acompaña en sus excursiones y parece identificarse con ellos. Convendría a nuestras escuelas que esta costumbre fuera más general. El sacrificio que se le pide al maestro es grande, pero, si lo hiciera, cosecharía una rica recompensa.
Ninguna recreación que sea útil únicamente para ellos dará por resultado una bendición tan grande para los niños y jóvenes como la que los induzca a ser útiles a los demás. Los jóvenes, que por naturaleza son entusiastas e impresionables, responden rápidamente a la insinuación. Al hacer planes para el cultivo de las plantas, el maestro debería esforzarse por despertar interés en el embellecimiento de la propiedad escolar y del aula. El beneficio será doble. Los alumnos, por una parte, no van a 213 destruir ni malograr lo que ellos mismos están tratando de embellecer, y por otra se estimularán el refinamiento del gusto, el amor al orden y el hábito de ser cuidadoso. El espíritu de compañerismo y cooperación que se desarrollará de esta manera será, además, una bendición duradera para los alumnos.
Del mismo modo, al estimular a los alumnos a recordar a los que están privados de esos hermosos lugares y al compartir con ellos las bellezas de la naturaleza, se añade nuevo interés al trabajo en el jardín o la excursión por el campo o el bosque.
El maestro atento hallará muchas oportunidades para inducir a sus alumnos a practicar actos de servicio. Los niñitos, especialmente, le tienen al maestro una confianza y un respeto casi ilimitados. Es difícil que deje de dar fruto cualquier cosa que insinúe en cuanto al modo de ayudar en el hogar, a ser fieles en los quehaceres diarios, a asistir a los enfermos o ayudar a los pobres. Y así se obtendrá nuevamente un doble beneficio. La insinuación bondadosa se reflejará sobre su autor. La gratitud y la cooperación de parte de los padres aligerará la carga del maestro, e iluminará su camino.
La atención prestada a la recreación y a la cultura física interrumpirá sin duda a veces la rutina del trabajo escolar, pero esa interrupción no será un verdadero obstáculo. Con el fortalecimiento de la mente y del cuerpo, el cultivo de un espíritu abnegado, y la unión del alumno y el maestro por lazos de interés común y amistad, se recompensará cien veces el gasto de tiempo y esfuerzo. Se usará en forma correcta la inquieta energía que con tanta frecuencia es una fuente de peligro para los jóvenes. Como salvaguardia contra el mal, la mente ocupada en cosas buenas es de mucho más valor que un sinnúmero de barreras, de leyes y disciplina. 214
La Educación Manual
"Que procuráis... trabajar con vuestras manos".
EN OCASIÓN de la creación, el trabajo fue establecido como una bendición. Implicaba desarrollo, poder y felicidad. El cambio producido en la condición de la tierra, debido a la maldición del pecado, ha modificado también las condiciones del trabajo, y aunque va acompañado ahora de ansiedad, cansancio y dolor, sigue siendo una fuente de felicidad y desarrollo. Es también una salvaguardia contra la tentación. Su disciplina pone freno a la complacencia, y promueve la laboriosidad, la pureza y la firmeza. Forma parte, pues, del gran plan de Dios para que nos repongamos de la caída.
Se debiera inducir a los jóvenes a apreciar la verdadera dignidad del trabajo. Muéstreseles que Dios obra constantemente. Todas las cosas de la naturaleza cumplen la tarea que se les ha asignado. Se ve actividad en toda la creación y, para cumplir nuestra misión, nosotros también debemos ser activos.
Al trabajar, debemos ser colaboradores con Dios. Nos da la tierra y sus tesoros, pero nosotros tenemos que adaptarlos a nuestro uso y nuestra comodidad. Hace crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y construimos la casa. Ha escondido en la tierra la plata y el oro, el hierro y el carbón, pero sólo podemos obtenerlos mediante el trabajo perseverante.
Demuéstrese que, aunque Dios ha creado todas las cosas y las dirige constantemente, nos ha dotado de un poder que no es enteramente diferente del 215 suyo. Se nos ha concedido cierto dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Tal como Dios sacó del caos la tierra con toda su belleza, nosotros podemos extraer poder y belleza de la confusión. Y aunque todas las cosas están ahora mancilladas por el pecado, sentimos, sin embargo, cuando terminamos algo, un gozo semejante al de Dios cuando, al contemplar la hermosa tierra, dijo que todo era "bueno en gran manera".
En general podemos decir que el ejercicio más benéfico para la juventud es el trabajo útil. El niño halla en el juego a la vez diversión y desarrollo, y sus deportes deberían ser de tal naturaleza que promovieran no sólo su crecimiento físico, sino también el mental y el espiritual. Cuando aumentan su fuerza y su inteligencia, su mejor recreación la encontrará en algún esfuerzo útil. Lo que adiestra la mano para la labor útil, y enseña al joven a asumir las responsabilidades de la vida, es sumamente eficaz para promover el desarrollo de la mente y el carácter.
Es necesario enseñar a los jóvenes que la vida implica trabajo serio, responsabilidad, preocupación. Necesitan una preparación que les dé sentido práctico, que haga de ellos hombres y mujeres capaces de hacer frente a las emergencias. Debería enseñárseles que la disciplina del trabajo sistemático y bien regulado es esencial no sólo como salvaguardia contra las vicisitudes de la vida, sino como medio para lograr un desarrollo completo.
A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito acerca de la dignidad del trabajo, prevalece la idea de que es degradante. Los jóvenes anhelan ser maestros, empleados, comerciantes, médicos y abogados, u ocupar algún otro puesto que no requiera trabajo físico. Las jóvenes evitan los quehaceres domésticos y tratan de prepararse para otra cosa. Necesitan aprender que el trabajo honrado no degrada 216 a nadie. Lo que degrada es la ociosidad y la dependencia egoísta. La ociosidad fomenta la complacencia propia y da como resultado una vida vacía y estéril, un terreno propicio para el desarrollo de toda clase de mal. "Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada".*
Muchas materias que consumen el tiempo del alumno, no son esenciales para la utilidad ni la felicidad; en cambio es esencial que todo joven se familiarice con los deberes de la vida diaria. Si fuera necesario, una joven podría prescindir del conocimiento del francés y del álgebra, o hasta del piano, pero es indispensable que aprenda a hacer buen pan, vestidos que le sienten bien y desempeñar eficientemente los diversos deberes relativos al hogar.
Para la salud y la felicidad de toda la familia, nada es de tan vital importancia como la destreza y la inteligencia de la cocinera. Si sus comidas están mal preparadas y son malsanas, podría impedir y hasta arruinar tanto la utilidad del adulto como el desarrollo del niño. Pero si proporciona alimentos adaptados a las necesidades del organismo, y que a la vez sean atractivos y sabrosos, puede hacer tanto bien, como hacía mal de la otra manera. De modo que, en muchos sentidos, la felicidad depende de la fidelidad con que se desempeñan los deberes comunes de la vida.
Puesto que tanto los hombres como las mujeres ocupan su lugar en el hogar, los niños y las niñas deberían saber en qué consisten los deberes domésticos. Tender las camas, ordenar la pieza, lavar la loza, preparar la comida, lavar y remendar la ropa son actividades que, como educación, no menoscaban 217 la virilidad de ningún muchacho; lo hará más feliz y más útil. Y si las niñas, a su vez, pudieran aprender a ensillar y conducir un caballo, manejar el serrucho y el martillo, lo mismo que el rastrillo y la azada, estarían mejor preparadas para hacer frente a las emergencias de la vida.
Aprendan los niños y los jóvenes, mediante el estudio de la Biblia, cómo ha honrado Dios el trabajo del obrero. Lean acerca de los "hijos de los profetas"* que asistían a la escuela y construyeron una casa para su uso, y para quienes se hizo un milagro a fin de recuperar un hacha prestada. Lean acerca de Jesús, el carpintero; de Pablo, el fabricante de tiendas. Al trabajo del artesano unían el ministerio superior, humano y divino. Lean acerca del muchacho que proveyó los cinco panes usados por Jesús en el maravilloso milagro de la alimentación de la multitud; de Dorcas, la costurera, resucitada a fin de que siguiera haciendo ropa para los pobres; de la mujer sabia descrita en Proverbios, que "busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos"; que "da comida a su familia y ración a sus criadas"; que "planta viña. . . y esfuerza sus brazos"; que "alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso"; que "considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde".*
Dios dice de esa mujer: "Esa será alabada. Dadle el fruto de sus manos, y alábenla en las puertas de sus hechos".*
El hogar debería ser la primera escuela industrial de todo niño. Y, tanto como sea posible, toda escuela debería disponer de medios para proporcionar una educación manual. Esa educación reemplazará en gran medida al gimnasio, con el beneficio adicional de constituir una valiosa disciplina. 218
La educación manual merece más atención de la que se le ha prestado. Se deberían abrir escuelas que, además de proporcionar una cultura mental y moral superior, dispongan de los mejores medios posibles para el desarrollo físico y la capacitación industrial. Se debería enseñar agricultura, trabajos manuales -tantos oficios útiles como sea posible-, economía doméstica, arte culinario, costura, confección de ropa higiénica, tratamientos a enfermos y otras cosas parecidas. Se debería disponer de jardines, talleres y salas de tratamientos, y la dirección del trabajo, en todos los ramos, debería estar a cargo de instructores expertos.
El trabajo debería tener un propósito definido y debiera ser bien hecho. Aunque todos necesitan conocer varios oficios, es indispensable ser versado a lo menos en uno. Todo joven, al salir de la escuela, debiera haber aprendido algún oficio u ocupación mediante el cual, si fuera necesario, se pudiese ganar la vida.
La objeción que por lo general se levanta en contra de la capacitación industrial en las escuelas, es la del gran gasto que ocasiona. Pero el objeto que se quiere alcanzar vale lo que cuesta. Ninguna tarea que se nos haya encomendado es tan importante como la de la educación de los jóvenes, y toda inversión que requiera su correcta realización será dinero bien empleado.
Incluso desde el punto de vista financiero, quedará demostrado que la inversión requerida por la educación manual es verdadera economía. Gracias a ella, cantidad de muchachos dejarían de perder el tiempo en las esquinas o las tabernas; lo que cuesten los jardines, talleres y baños sería más que compensado por el ahorro en hospitales y reformatorios. ¿Y quién puede calcular el valor que tienen para la sociedad y la nación los jóvenes que 219 adquieren hábitos de laboriosidad y llegan a ser hábiles en actividades útiles y productivas?
Para aflojar la tensión provocada por el estudio, las actividades realizadas al aire libre, que proporcionan ejercicio a todo el cuerpo, son muy benéficas. Ningún tipo de trabajo manual es de más valor que la agricultura. Se debería hacer más de lo que se hace para crear el interés por las tareas agrícolas, y para asentarlo. Llame el maestro la atención hacia lo que la Biblia dice en cuanto a la agricultura, es a saber, que era el plan de Dios que el hombre labrara la tierra; que al primer hombre, gobernante de todo el mundo, se le dio un jardín para que lo cultivase, y que muchos de los más grandes hombres del mundo, su verdadera nobleza en realidad, han sido agricultores.
Preséntense las oportunidades que ofrece dicha vida. Salomón dice: "El rey mismo está sujeto a los campos".* Del que cultiva la tierra, la Biblia dice: "Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto". Y "quien cuida la higuera comerá su fruto".* El que se gana la vida por medio de la agricultura, escapa a muchas tentaciones y goza de innumerables bendiciones y privilegios que no tienen los que trabajan en las grandes ciudades. Y en estos días de grandes monopolios y competencia comercial, pocos hay que gocen de una independencia tan real y de tan grande seguridad de recibir la justa recompensa de su trabajo, como el labrador de la tierra.
Cuando se enseña agricultura, no se debería hablar a los alumnos sólo de la teoría, sino de la práctica, también. Al mismo tiempo que aprenden lo que la ciencia puede enseñar en cuanto a la naturaleza y la preparación del terreno, el valor de las diferentes cosechas y los mejores métodos de producción, deberían poner en práctica sus conocimientos. Compartan los maestros el trabajo con los alumnos y 220 muestren qué resultados se pueden obtener por medio del esfuerzo hábil e inteligente. Así podrán despertar verdadero interés, y el deseo de hacer el trabajo del mejor modo posible. Semejante anhelo, junto con el efecto vigorizador del ejercicio, la luz del sol y el aire puro, despertarán tal amor por la agricultura, que orientará a muchos jóvenes cuando tengan que decidir cuál será la ocupación de sus vidas. De ese modo se podrían crear influencias abarcantes que a su vez podrían desviar la corriente inmigratoria que con tanta fuerza atrae ahora a la gente hacia las grandes ciudades.
También nuestros colegios podrían ayudar eficazmente a disminuir la desocupación. Miles de seres impotentes y hambrientos, que diariamente incrementan las filas de los criminales, podrían ganarse la vida en forma feliz, sana e independiente, si se los orientara hacia el trabajo de labrar la tierra para que lo hicieran con inteligencia y habilidad.
También los profesionales necesitan el beneficio de la educación manual. Un hombre puede tener una mente brillante; puede ser rápido para asimilar ideas; su habilidad y su conocimiento pueden asegurarle un lugar en su profesión escogida y, sin embargo, puede hallarse lejos de ser idóneo para desempeñar sus deberes. La educación que se basa mayormente en los libros induce a pensar superficialmente. El trabajo práctico estimula la observación minuciosa y la independencia de pensamiento. Debidamente hecho, tiende a desarrollar el sentido común. Cultiva la habilidad para hacer planes y ejecutarlos, fortalece el valor y la perseverancia, e induce a practicar el tacto y la pericia.
El médico que mediante el servicio que presta en la sala ha puesto el cimiento de su conocimiento profesional, será ágil mentalmente para evaluar situaciones, conocerá a fondo todos los detalles de su profesión, y poseerá habilidad para prestar el 221 servicio que haga falta en casos de emergencia. Todas esas cualidades esenciales únicamente las puede impartir en forma plena una educación práctica.
El pastor, el misionero, el maestro, descubrirán que es mucho mayor la influencia que se puede ejercer sobre la gente cuando ésta ve que poseen el conocimiento y la habilidad necesarios para desempeñar los deberes prácticos de la vida diaria. Y con frecuencia el éxito, y hasta la vida misma del misionero, dependen de su conocimiento de las cosas prácticas. La habilidad para preparar la comida, para atender accidentes y emergencias, para tratar enfermedades, para construir una casa o una capilla, si fuere necesario, establecen con frecuencia la diferencia que existe entre el éxito y el fracaso en la obra de la vida.
Mientras estudian, muchos alumnos recibirán una educación más valiosa si se sostienen a sí mismos. En vez de incurrir en deudas o depender del sacrificio de sus padres, los jóvenes de ambos sexos deben depender de sí mismos. Así apreciarán el valor del dinero y el tiempo, las fuerzas y las oportunidades, y estarán menos expuestos a la tentación de adquirir hábitos de ociosidad y derroche.
Las lecciones de economía, laboriosidad, abnegación, administración práctica de los negocios y firmeza de propósito que así aprendan, constituirán una parte importante del equipo necesario para librar la batalla de la vida. Y la lección del sostén propio, aprendida por el alumno, contribuirá en gran medida a preservar las instituciones de enseñanza de las deudas con las cuales tantos colegios han tenido que luchar, y que han contribuido a menoscabar su utilidad. Instrúyase a los jóvenes en el sentido de que la educación no tiene como propósito enseñarles a esquivar las tareas desagradables ni las pesadas responsabilidades de la vida; que su propósito, en cambio, consiste en alivianar el trabajo mediante la 222 enseñanza de mejores métodos y la fijación de metas más elevadas. Enséñeseles que el verdadero propósito de la vida no consiste en obtener toda la ganancia posible para sí mismo, sino en honrar a su Hacedor al hacer su parte en una tarea que beneficie al mundo, y al ayudar a los que son más débiles e ignorantes.
Una poderosa razón para menospreciar el trabajo físico es la forma descuidada e irreflexivo con que tan a menudo se lo realiza. Se lo hace por necesidad y no por gusto. El trabajador no pone su corazón en él; tampoco conserva su dignidad ni logra que los demás lo respeten. La educación manual debería corregir este error. Debería desarrollar hábitos de exactitud y prolijidad. Los alumnos deberían aprender a tener tacto y a ser sistemáticos; deberían aprender a economizar el tiempo y a sacar provecho de cada movimiento. No sólo se les debería enseñar los mejores métodos, sino que se les debería inspirar a los alumnos la ambición de mejorar constantemente. Su meta debería ser que fuera su trabajo tan perfecto como puedan lograrlo las manos y el cerebro humanos.
Esta educación hará que los jóvenes sean amos y no esclavos del trabajo. Alegrará la suerte del labrador rudo y ennoblecerá hasta la más humilde ocupación. El que considera el trabajo sólo como algo penoso, y lo lleva a cabo con complaciente ignorancia, sin esforzarse por mejorar, descubrirá que ciertamente es una carga. Pero los que reconozcan que hay ciencia en el trabajo más humilde, verán en él nobleza y belleza, y se deleitarán en hacerlo con fidelidad y eficiencia.
El joven así educado, cualquiera sea la vocación de su vida, mientras sea honesto, hará de su puesto algo útil y honorable. 223
(La Educación de E.G de White)
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