Apocalipsis 20
EL MILENIO:
EXTERMINACIÓN DEL
PECADO
Y LOS PECADORES,
20:1-15.
1-5. Satanás es atado por mil
años.
6. La primera resurrección;
bienaventurados los que
participan en ella.
7. Satanás es soltado de nuevo.
8-9. Gog y Magog.
10. El diablo es lanzado en el
lago de fuego y azufre.
11. Ante el trono blanco.
12-13. La última y gran resurrección
final.
14-15. destrucción de la muerte y
el sepulcro
y todos lo que no estaban escritos en el libro de la vida.
1 VI A un ángel que descendía del
cielo,' con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2 Y prendió al
dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil
años; 3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que
no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después
de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.
4 Y vi tronos, y se sentaron
sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los
decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que
no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en
sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años.
Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santo el que
tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad
sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él
mil años.
7 Cuando los mil años se cumplan,
Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que
están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos
para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. 9 Y subieron
sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la
ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.
10 Y el diablo que los engañaba
fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso
profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
11 Y vi un gran trono blanco y al
que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y
ningún lugar se encontró para ellos.
12 Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue
abierto, el cual es el libro de la vida; y
fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
13 Y el mar entregó los muertos
que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en
ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.
14 Y la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
15 Y el que no se halló inscrito
en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego. (Apocalipsis 20).
1. Vi. Los acontecimientos descritos en el cap. 20 siguen
inmediatamente a los que se han presentado en el cap. 19.
Que descendía. O "descendiendo". Juan vio al ángel no
en la tierra sino descendiendo a la tierra.
Llave. El hecho de que este ángel tenga en su mano la
llave es una prueba de que el ciclo dirige completamente los acontecimientos. Al
dragón le es imposible evitar que lo arrojen al abismo.
Abismo. Gr. abússos (ver com. cap. 9:1).
Esta visión es simbólica. El
abismo no es una caverna subterránea o un precipicio en algún lugar del
universo. Juan describe el panorama profético que se despliega ante sus ojos
maravillados.
En visión vio un abismo literal,
pero el encierro del dragón en el abismo fue sólo un medio simbólico de mostrar
que las actividades de Satanás serían controladas. Esto se ve claramente por la
afirmación de que el propósito de su encierro era "para que no engañase
más a las naciones" (cap. 20:3).
La forma en que serán controladas
las actividades de Satanás se deduce fácilmente por el contexto y por otros
pasajes, que muestran que la tierra será completamente despoblada cuando Cristo
venga por segunda vez.
Según el cap. 19:19-21, todos los
impíos serán destruidos cuando Jesús vuelva (ver el comentario respectivo), y
al mismo tiempo los justos serán "arrebatados en las nubes para recibir al
Señor en el aire" (1 Tes. 4:17).
El lenguaje de Pablo muestra que Cristo
no establecerá su reino en la tierra inmediatamente después de su segunda
venida; por eso es que lleva consigo a los santos al cielo. Su reino se
establecerá cuando terminen los mil años, cuando descienda la Nueva Jerusalén
(Apoc. 21:1-3).
Esta traslación de los santos al
cielo en ocasión de la segunda venida de Cristo, está implícita en Juan 14:1-3.
Jesús consuela a sus discípulos que están tristes por su pronta partida,
diciéndoles que se va a la casa de su Padre a preparar moradas para ellos, y que
después volverá y los llevará para que estuvieran con él. Cf. Juan 13:36;
17:24. Las moradas están sin duda en la Nueva Jerusalén, que no desciende a la
tierra sino hasta el fin de los mil años (ver Apoc. 21:1-3).
El grupo que será arrebatado para
encontrarse con el Señor en el aire, incluirá a los justos muertos, que serán
resucitados en la segunda venida de Cristo, y a los justos vivos, que serán
"transformados" (1 Cor. 15:51; 1 Tes. 4:16-17).
La muchedumbre de santos
resucitados incluirá, pues, a todos los justos que han vivido en la
tierra. Habrá sólo dos resurrecciones
principales: la "resurrección de vida" y la "resurrección de
condenación" (Juan 5:29; Hech. 24:15).
En estas resurrecciones
"todos los que están en los sepulcros oirán su voz" (Juan 5:28-29).
Algunos han insistido en que la frase "muertos en Cristo" (1 Tes. 4:16)
incluye a los cristianos que han muerto, pero no los santos del A T, sin
embargo, los pasajes ya citados demuestran que todos los justos participarán en
la resurrección de los justos.
La frase "muertos en
Cristo" no excluye necesariamente a los santos del AT, porque ellos
murieron con su firme esperanza en el Mesías venidero. Su resurrección también dependerá de la
resurrección de Cristo, porque sólo "en Cristo todos serán
vivificados" (1 Cor. 15:22).
La resurrección de los justos se describe además como la "primera
resurrección" (Apoc. 20:5-6).
Han introducido mucha confusión
en la doctrina de los mil años los que no reconocen que las promesas hechas al
antiguo Israel estaban condicionadas por la obediencia. Los que procuran incluir el cumplimiento de
estas antiguas promesas en el cuadro escatológico del NT, han presentado muchas
teorías fantásticas. Han intentado mucho más de lo que tuvieron en mente los
escritores del NT.
Estos autores inspirados por el
Espíritu de Dios, presentan un cuadro consecuente de los acontecimientos de los
últimos días.
Muestran que los
acontecimientos podrían haberse cumplido de un modo diferente si la nación
judía hubiera aceptado su destino divino, pero que se cumplirán para la iglesia
del NT.
Muestran la verdadera posición de
los judíos en los tiempos del NT y no les otorgan un lugar especial como
nación. Jesús revela claramente en una de sus parábolas que cuando la nación
judía lo rechazó, "el reino de Dios" les fue "quitado.... y dado
a gente que" produjera "frutos de él" (ver com. Mat. 21:43).
Los judíos tienen ahora la misma
relación con Dios que los gentiles (ver com. Rom. 11). El papel de los judíos
en la profecía bíblica y la naturaleza condicional de las profecías dadas a
ellos se estudia más ampliamente en el t. IV, pp. 27-40.
Un examen cuidadoso de todas las
evidencias demuestra que los judíos como nación no desempeñarán un papel
especial en los acontecimientos de los mil años. Los judíos que hayan aceptado
individualmente a Cristo a través de los siglos de la era cristiana, serán
salvados como miembros de la iglesia, y junto con otros santos participarán de
la primera resurrección y serán trasladados; pero los que persisten en rechazar
al Mesías, se levantarán en la segunda resurrección (ver com. Apoc. 20:5).
El traslado de todos los santos
al cielo y la destrucción de todos los impíos vivos, dejará la tierra
completamente despoblada. Además, las terribles convulsiones de la naturaleza
relacionadas con las siete últimas plagas (ver com. cap. 16:18-21), sumirán a
la tierra en una escena de completa desolación. Habrá cadáveres desparramados sobre la superficie (ver com. cap.
19:17-21).
Es, pues, apropiado ver en el
abússos un símbolo de la tierra desolada, en la cual Satanás será aprisionado
durante mil años.
En Gén. 1:2 (LXX), abússos es una
traducción del Heb. tehom, "profundidad", la palabra que describe la
superficie de la tierra como aparecía en el primer día de la creación:
"desordenada y vacía".
Cadena. Un símbolo de sujeción. Aquí no se prefigura una
atadura literal con una cadena literal; es una cadena de circunstancias.
En la mano. O "sobre su mano", lo que tal vez indica
que la cadena colgaba de la mano del ángel.
2. Prendió. Gr. kratéÇ, "prender",
"sujetar".
Dragón... Satanás. Una alusión al cap. 12:9 donde
aparecen los mismos nombres.
(Ver el comentario respectivo).
Lo ató. La atadura del dragón simboliza las restricciones
que se le impondrán a las actividades de Satanás. Los impíos morirán por la
gloria de la segunda venida de Cristo y los justos serán trasladados al cielo.
Satanás y sus malignos ángeles
serán recluidos en estas circunstancias en la tierra desolada, en donde no
habrá ni una sola persona viva sobre la cual Satanás pueda ejercer sus poderes
engañosos. En esto consistirá su atamiento (ver com. vers. 1).
Mil años. Algunos comentadores entienden este período como un
tiempo profético, es decir, 360.000 años literales. Basan su interpretación en
que estos versículos son simbólicos, y que por lo tanto el período debe ser
interpretado simbólicamente.
Otros destacan que esta profecía
contiene elementos literales y simbólicos, y que por lo tanto no es necesario
entender simbólicamente esa cifra. Este Comentario toma la posición de que
estos mil años son literales.
3. Abismo. Ver com. vers. 1.
Puso su sello sobre él. Gr. sfragízÇ, "sellar".
En cuanto al uso de los sellos antiguos, ver com. cap. 7:2. Este sello puede compararse con el que fue
colocado sobre la tumba de Jesús (Mat. 27:66).
El sello simboliza el hecho de
que Satanás estará completamente restringido en sus actividades durante los mil
años.
Engañase más a las naciones. La obra de engaño de Satanás
será interrumpida por la despoblación de la tierra. No habrá nadie a quien pueda engañar (ver
com. vers. 1).
Debe ser. Gr. déi, "es necesario". Déi sugiere una
necesidad fundada en razones morales y éticas. Aquí es una necesidad porque
Dios dispone que así sea como parte de su plan divino.
Desatado. Lo opuesto a la atadura del diablo en la segunda
venida de Cristo. Satanás podrá nuevamente engañar a los hombres, mover su
voluntad para que se opongan a Dios. Con la despoblación de la tierra terminó
su obra de engaño; por lo tanto, su desatamiento significa que la tierra se ha
repoblado, lo que sucederá cuando resuciten todos los impíos al final de los
mil años (ver com. vers. 5). Estos impíos resucitados serán sujetos al engaño
del maligno, y entre tanto él hace planes para su batalla final contra Jehová.
Un poco de tiempo. No se nos dice cuánto durará este
"poco" de tiempo. Será suficiente tiempo para que Satanás organice a
los impíos resucitados para lanzar un asalto final contra la nueva Jerusalén.
4. Tronos. Símbolos de autoridad para gobernar como rey (cap.
13:2) o como juez (Mat. 19:28).
Facultad de juzgar. Gr. kríma, "sentencia",
"veredicto", "juicio promulgado".
Kríma parece significar aquí la
autoridad de dictar una sentencia.
El pasaje no se refiere a un
veredicto a favor de los justos.
Los santos se sientan sobre
tronos, y este mismo acto significa que ellos son los que pronunciarán la
sentencia. El pasaje es sin duda una alusión a Dan. 7:22, donde el profeta dice
que "se dio el juicio a los santos del Altísimo".
La palabra "juicio" en
Daniel (LXX), es krísis, "el acto de juzgar",
mientras que la versión griega de
Teodoción, dice kríma.
La obra de juicio a la que se
refiere Juan es sin duda la misma de la cual habla Pablo: "¿O no sabéis
que los santos han de juzgar al mundo?... ¿O no sabéis que hemos de juzgar a
los ángeles?" (1 Cor. 6:2-3).
La obra de juicio sin duda
implicará una cuidadosa investigación de los registros de los impíos, para que
todos queden completamente convencidos de la justicia de Dios cuando destruya a
los impíos (DTG 40). Ver CS 718-719.
Alma. Ver com. Apoc. 6:9; cf. com. Sal. 16:10.
Decapitados. Gr. pelekízÇ, literalmente, "cortar con un hacha",
específicamente "decapitar".
La palabra deriva de pélekus, "hacha", que era el instrumento que se usaba en las ejecuciones de la Roma antigua; más tarde fue sustituida por la espada.
Por causa del testimonio de Jesús. Ver com. cap. 1:2, 9.
El testimonio dado acerca de Jesús.
Palabra de Dios. Ver com. cap. 1:2, 9.
Que no habían adorado. En otras palabras, habían
prestado atención a la amonestación del tercer ángel (cap. 14:9-12), y se negaron
a obedecer al poder representado por la bestia aunque estuvieron amenazados con
muerte y aislamiento social (ver com. cap. 13:15-17).
En este versículo sólo se mencionan dos clases de santos: los mártires y los vencedores sobre la bestia. Esto no significa que son los únicos que participarán del reinado durante los mil años, porque ya se ha demostrado que todos los justos muertos, y no sólo los mártires, participarán en la primera resurrección.
(Ver com. Apoc. 20: 1, cf. com. Dan. 12:2).
Quizá se menciona específicamente
a los mártires y a los vencedores sobre la bestia porque representan a los que
sufrieron más. Ver la segunda Nota Adicional al final de este capítulo.
Y vivieron. El texto griego puede traducirse "vivieron"
o "surgieron a la vida".
El contexto parece favorecer la
segunda traducción; de lo contrario la declaración: "Esta es la primera
resurrección" (vers. 5), no tendría un antecedente apropiado.
Sin embargo, los vencedores de la
bestia estarán vivos en el tiempo que precederá inmediatamente a la venida del
Hijo del hombre, y la mayoría de ellos no necesitará resucitar (ver com. vers.
1).
Por lo tanto, algunos sugieren
que "vivieron" debe sugerir la idea de un comienzo, y que
"y" debe entenderse como un término explicativo. De modo que diría:
"Ellos comenzaron a vivir, es decir, a reinar con Cristo".
Reinaron. Surge la pregunta: ¿sobre quiénes reinarán los
santos si todos los impíos han sido destruidos?
Se dice que reinan "con Cristo". Cuando el séptimo ángel toque
la trompeta, "los reinos del mundo" llegarán a ser los reinos
"de nuestro Señor y de su Cristo" (cap. 11:15).
Daniel habla del "reino, y
el dominio y la majestad de los reinos" que es "dado al pueblo de los
santos del Altísimo" (cap. 7:27).
Los santos han estado bajo el
gobierno opresor de reyes que habían bebido el vino de la fornicación de
Babilonia (Apoc. 18:3); pero ahora se han invertido los papeles.
Es verdad que los impíos están muertos (ver com, cap. 20:2), pero volverán a la vida al fin del milenio (ver vers. 5). Están encerrados, por decirlo así, para recibir después su castigo. Mientras tanto los santos ayudan en la obra de juicio que determinará el castigo que será aplicado.
Después de que los impíos
retornen a la vida, sufrirán la derrota completa, recibirán su castigo y serán
aniquilados (ver com. cap. 14:10; 20:9).
Con Cristo. El reino milenario será con Cristo en el cielo, no en la tierra como lo afirman muchos intérpretes de la Biblia (ver com. vers. 2; ver la segunda Nota Adicional al final de este capítulo). Mil años. Ver com. vers. 2.
5. Los otros muertos. Es obvio que se refiere a los
impíos muertos, los que desde el principio del mundo han muerto sin Cristo y
los que perecieron durante la segunda venida de Cristo. Esto es más claro aún
porque todos los muertos justos participarán en la primera resurrección.
Por lo tanto, "los otros muertos" tienen
que ser los impíos muertos (ver com. vers. 2).
Algunos MSS omiten la frase
"pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil
años", pero la evidencia textual establece su inclusión.
De todos modos la doctrina de la
segunda resurrección -implícita claramente en este capítulo- no depende de esta
declaración. Si las naciones tienen que unirse con Satanás en su ataque contra
la santa ciudad (vers. 9), es necesario que vuelvan a la vida.
La frase "segunda
resurrección" se deriva de la observación de que sólo hay dos
resurrecciones principales (Juan 5:28-29; Hech. 24:15), y que la resurrección
de los justos se llama la "primera resurrección" (ver com. Apoc.
20:2, 4).
La oración "pero los otros
muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años", constituye
un paréntesis. La frase que sigue: "Esta es la primera resurrección",
se relaciona directamente con la resurrección mencionada en el vers. 4.
Hay un estudio de la evidencia
textual en cuanto al vers. 5 en la primera Nota Adicional al final de este
capítulo.
Primera resurrección. Es decir, la mencionada en el
vers. 4 (ver el comentario respectivo).
6. Bienaventurado. Gr. makários (ver com. Mat. 5:3).
Santo. Gr. hágios (ver coro. Rom. 1:7).
La segunda muerte. Osea la muerte que sufrirán los
impíos después de su resurrección al final de los mil años (vers. 14; cap. 21:8).
La primera muerte es la que le sobreviene a todos (1 Cor. 15:22; Heb. 9:27).
Todos, tanto los justos como los
impíos, serán resucitados de esta primera muerte (Juan 5:28-29).
Los justos saldrán de sus tumbas
a la inmortalidad (1 Cor. 15:52-55).
Los impíos serán resucitados para recibir su castigo
y morir eternamente (Apoc. 20:9; 21:8).
Dios los destruirá totalmente en
el infierno (ver com. Mat. 10:28); los aniquilará.
La "segunda muerte" es algo diametralmente opuesto a una vida eterna en medio de torturas, que según enseñan muchos será la suerte de los impíos.
(Ver com. Mat.
25:41).
Potestad. Gr. exousía, "autoridad". La segunda
muerte no tocará a los redimidos.
Sacerdotes. Ver com. Apoc. 1:6; cf Isa. 61:6.
De Dios. Es decir, en compañía con Dios; así mismo "de Cristo"
significa en compañía con Cristo.
Las frases "de Dios" y "de Cristo" pueden también significar respectivamente,
sirviendo a
Dios y sirviendo a Cristo.
Reinarán. Ver com. vers. 4 y la segunda Nota Adicional al
final de este capítulo.
7. Suelto. El encierro tendrá lugar cuando los justos sean trasladados al cielo y destruidos los impíos vivos (ver com. vers. 2); y Satanás será "suelto" cuando resuciten los impíos. Esto le dará súbditos sobre quienes ejercer su arte de engaño.
Prisión. La prisión es el "abismo", la tierra que quedará desolada cuando Cristo venga por segunda vez, y en donde Satanás quedará circunscrito durante los mil años.
(Ver com. vers. 1).
Pero Satanás será libertado para
organizar a los impíos resucitados.
Este será su esfuerzo final
contra Dios antes de que sea destruido para siempre jamás.
8. Naciones... Gog y a Magog. Estos términos representan a las
huestes de los réprobos de todos los siglos, quienes participarán en la segunda
resurrección.
Hay un estudio de los nombres
"Gog" y "Magog" y de la aplicación de estos símbolos en la
profecía del AT y en este pasaje, en com. Eze. 38:1-2.
La batalla. El artículo definido pone de manifiesto que será
una batalla especial: el último conflicto entre Dios y los que se rebelaron contra
él. Ver CS 721-723.
La arena del mar. Es decir, más de lo que pueda
computarse (cf. Gén. 22:17).
Esta hueste la componen todos los
réprobos desde la fundación del mundo.
9. La anchura de la tierra. Compárese con una expresión similar en Hab. 1:6.
Los impíos, bajo la dirección de Satanás, marchan contra
el campamento de los justos.
El campamento. Gr. parembol', "campamento". Parembol' se
usa para referirse a los cuarteles de los soldados o a un fortín (Hech. 21:34,
37), a los ejércitos en formación de guerra (Heb. 11:34) o a un campamento de
personas (Heb. 13:11, 13). Parembol' describe aquí a la Nueva Jerusalén.
Y la ciudad amada. La ciudad amada es la Nueva
Jerusalén (cap. 21:10).
Algunos eruditos distinguen entre
el campamento y la ciudad; pero por lo menos está claro que los santos estarán
dentro de la ciudad durante el asedio (ver PE 292-293).
El hecho de que la "ciudad
amada" es sitiada demuestra claramente que ya ha descendido, aunque su
descenso se describe en el cap. 21:1, 9-10.
Uno de los acontecimientos más
importantes después de la terminación de los mil años es el descenso de Cristo,
los santos y la ciudad santa. La narración es muy breve, pero la secuencia de
los acontecimientos es clara cuando se examina todo el contexto.
Fuego. Sin duda se refiere a fuego literal como medio de
destrucción.
Consumió. La flexión del verbo griego denota una acción
completa. Los impíos serán aniquilados.
Sufrirán la "segunda muerte" (ver com. vers. 6). Aquí no se
insinúa una tortura perpetua en un infierno que arde para siempre (cf. Jud. 7).
10. Lago de fuego. Ver com. cap. 19:20. Este lago de
fuego es la superficie de la tierra que se convertirá en un mar de llamas que
consume a los impíos y purifica la tierra.
Estaban. Esta palabra ha sido añadida. El contexto sugiere
reemplazarla con la frase "fueron lanzados". Ver com. cap. 19:20.
Serán atormentados. El sujeto plural del verbo son el diablo, la bestia y el falso profeta. Debe notarse que la bestia y el falso profeta no son seres literales sino simbólicos. Por los siglos de los siglos. Ver coro. cap. 14:11.
11. Trono. Símbolo de autoridad, en este caso la autoridad de
llevar a cabo un juicio.
El trono es "blanco",
lo que quizá sugiera pureza y justicia en las decisiones tomadas.
También se le agrega el adjetivo
"gran", quizá para referirse a las decisiones importantes que allí se
toman.
Al que estaba sentado. No se dice la identidad de la persona que está sentada sobre el trono, a menos que lo revelen las palabras "ante Dios" (vers. 12); sin embargo, la evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "delante del trono".
De allí que permanezca la incertidumbre
de la identidad. Las Escrituras presentan a Cristo (Rom. 14:10) y al Padre
(Heb. 12:23) sentados para ejercer juicio.
En Apoc. 4:2, 8-9; 5:1, 7, 13; 6:16; 7:10, 15; 19:4; 21:5 el Padre es el que está sentado en el trono como juez divino; pero los dos actúan en la más estrecha unidad.
(Ver com. Juan 10:30).
Los actos oficiales del uno son los mismos del otro.
Cristo es sin duda el que lleva la iniciativa
aquí (ver CS 724).
Huyeron. Una indicación del poder absoluto de Aquel que está sentado sobre el trono y de la fugaz existencia de este mundo (Sal. 102:25-26; 104:29-30; Isa. 51:6; Mar. 13:31; 2 Ped. 3: 10). El orden eterno que se establecerá habrá de ser de una clase enteramente nueva (Apoc. 21:1-5).
12. Los muertos. Es obvio que se refiere a los que
participarán en la segunda resurrección (ver com. vers. 5, 7).
Grandes y pequeños. La jerarquía que se alcanza en
esta vida no tiene valor alguno en este encuentro con Dios. Muchas personas
importantes escaparon al justo castigo de sus iniquidades mientras vivían; pero
en este ajuste final de cuentas con Dios no se podrá evadir Injusticia plena.
Ante Dios. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto
"delante del trono" (BJ, BA, NC). Ver com. vers. 11.
Los libros. Estos son los libros que contienen el registro de
la vida de los seres humanos. Ninguna
sentencia pronunciada sobre los impíos será arbitraria, unilateral o injusta. Hay
una clasificación de estos libros en com. Dan. 7:10.
Otro libro. Es decir, "un libro más".
De la vida. Ver com.
Fil. 4:3; cf. com. Luc. 10:20.
Según sus obras. Ver com. Rom. 2:6.
Estas son
evidencias que todos pueden ver y evaluar.
13. El mar… la muerte... el Hades. Estas palabras
destacan la universalidad de la segunda resurrección insinuada en el vers. 12. Nadie
podrá escaparse de comparecer en persona delante de Dios en su trono.
La muerte y el Hades se mencionan
juntos en los cap. 1:18; 6:8.
En cuanto a una definición de
"Hades", ver com. Mat. 11:23.
14. La muerte y el Hades. Una personificación de la muerte
y el Hades. Este lanzamiento de ambos en
el lago de fuego, representa el fin de la muerte y el sepulcro o morada de los
muertos. No tendrán jamás parte alguna en la Tierra Nueva, pues son fenómenos
mortales que sólo pertenecen a este mundo. la muerte es el enemigo final que
será destruido (1 Cor. 15:26, 53-55).
Lago de fuego. Ver com. vers. 10.
La muerte segunda. Ver com. vers. 6.
15. Y el que. En el
libro de la vida sólo permanecerán los nombres de los que hayan sido
fieles. Los nombres de los que no
perseveraron hasta el fin, serán borrados (cap. 3:5).
Los nombres de
muchos nunca estuvieron registrados allí, porque en el libro sólo están los
nombres de los que en algún momento de su vida profesaron fe en Cristo (ver
com. Luc. 10:20).
Lago de fuego. Ver com. vers. 10. Cf. Mat. 25:41, 46; Apoc. 21:8.
NOTAS ADICIONALES DEL CAPÍTULO 20
Nota 1
En Apoc. 20:5 hay un problema textual. La oración "Pero los otros
muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años", no se encuentra
en algunos manuscritos. Esto ha dado origen a cierta duda en cuanto a que sea
genuina. Presentamos un examen de la evidencia textual referente a este
problema.
Hay seis
manuscritos unciales principales que contienen el libro de Apocalipsis:
(1) los Papiros de Chester Beatty, del siglo III, llamados p 47,
el testimonio antiguo más importante del libro, y unos pocos fragmentos de
papiros;
(2) el Sinaítico (cuyo símbolo es X), del siglo IV;
(3) el Alejandrino (cuyo símbolo es A), del siglo V;
(4) el palimpsesto de Efraín (cuyo símbolo es C), del siglo V;
(5) el Porfiriano (cuyo símbolo es P), del siglo IX o X, y
(6) un manuscrito del Vaticano, cuyo símbolo a veces es B, pero que debe
distinguirse del Códice Vaticano del siglo IV, cuyo símbolo es siempre B. Se ha
perdido el libro del Apocalipsis del Códice Vaticano, de manera que la
deficiencia ha sido suplida con un manuscrito del siglo VIII designado Vaticano
gr. 2066, 046 o a 1070.
Además de estos documentos
unciales,
hay muchos manuscritos cursivos
de fecha comparativamente tardía.
Debe notarse que estos antiguos manuscritos no son todos completos. Algunas
de las hojas faltan del todo, y otras han sido mutiladas; a veces les faltan
secciones enteras.
Por ejemplo, como se acaba de notar, se ha perdido todo el libro del Apocalipsis
del Códice Vaticano.
Los Papiros de Chester Beatty que contienen el Apocalipsis, sólo tienen la
parte que va desde el cap. 9:10 hasta 17:2, y faltan ciertas líneas de estas
hojas.
El testimonio de estos importantes manuscritos unciales en lo que respecta
al cap. 20:5 es, por lo tanto, desconocido.
Lo mismo sucede con el testimonio del palimpsesto de Éfraín (C) y del Porfiriano
(P), porque falta todo el capítulo 20 en el C y los primeros nueve versículos
del capítulo en el R Esta sección del Apocalipsis también falta en algunos
cursivos.
La versión Peshitto -de principios del siglo V- nunca incluyó los libros de 2 Ped., 2Juan 3Juan, Judas y el Apocalipsis, porque la iglesia siríaca no reconocía su canonicidad.
El texto del Apocalipsis que aparece a partir de 1627
en las ediciones modernas impresas de la versión Peshitto, fue tomado de una
traducción siríaca posterior conocida como la Harcleana.
Por lo tanto, la autenticidad de la oración que estamos considerando debe
justipreciarse con los testimonios restantes, que son comparativamente pocos en
número.
En verdad, los testimonios antiguos del libro
del Apocalipsis son mucho más escasos que los de los Evangelios, los Hechos o
las epístolas paulinas.
En los manuscritos que contienen esta sección del Apocalipsis la cláusula
"Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil
años", se omite en el Sinaítico (X), en unos pocos cursivos y en las
versiones siríacas. Se encuentra en el Alejandrino (A) y en el 046, y en gran
número de cursivos.
El proceso por el cual se determina la autenticidad de un texto o de una
variante es demasiado complejo para ser tratado aquí; pero con la evidencia
disponible los eruditos aceptan generalmente como auténtica la oración que
estamos examinando. Por esta razón aparece en la mayoría de las
traducciones. El hecho de que algunos
traductores coloquen el pasaje entre paréntesis no significa necesariamente que
dudan de la autenticidad del texto; pueden simplemente considerarlo como un
paréntesis.
Los redactores del Nuevo Testamento griego Nestlé-Aland, edición 26,
considerado como el más minusioso y erudito, han incluido esta frase como parte
del texto. Por otra parte los redactores del NT griego de las Sociedades Bíblicas
Unidas, tercera edición texto en el cual se basan las traducciones de la
Sociedades Bíblicas, incluyen esa frase sin discutir la posibilidad de que no
sea parte del texto.
Por otra parte, los redactores del NT griego de las Sociedades Bíblicas Unidas,
tercera edición, texto en el cual se basan las traducciones de las Sociedades
Bíblicas, incluyen esa frase sin discutir la posibilidad de que no sea parte
del texto. De esta forma lo dan como "texto establecido"; es decir,
no consideran digno de mencionar el hecho de que la frase falta en unos pocos
MSS.
Se ha destacado que todo el pasaje tiene un sentido coherente si se omite la oración que consideramos, especialmente si la última parte del vers. 4 se traduce: "vinieron a la vida y reinaron con Cristo mil años", traducción que permite la sintaxis del griego.
Sin embargo, esto no es
suficiente de por sí para decidir si es genuino un determinado pasaje. No puede
negársele a un autor el derecho de introducir una idea parentética en un
pensamiento que de otra manera no tendría brechas.
No hay problema entre la oración mencionada y su contexto porque lo que
ella dice está claramente implícito en el contexto, especialmente cuando se
estudian otros pasajes de la Escritura relacionados con ella.
La Biblia Habla De Dos Resurrecciones
Principales: la de los justos, y la de los
injustos (Juan 5:28-29; Hech. 24:15). Se enseña con toda claridad que la resurrección
de los justos será simultánea con la segunda venida de Cristo (1 Tes. 4:13-17).
En Apoc. 20:4 se declara de algunos que "vivieron y reinaron con Cristo mil años".
Esta oración debería traducirse como ya lo dijimos:
"Vinieron a la vida ['revivieron', BJ ] y reinaron con Cristo mil
años". Si se traduce de esta manera, la oración "Esta es la primera
resurrección" (vers. 5) se relaciona en forma lógica con el vers. 4.
Cuando el autor llama a ésta la
"primera" resurrección, tácitamente indica que habrá una
"segunda". Como todos los
impíos morirán en ocasión de la segunda venida de Cristo (cap. 19:21), y como
se los describe cuando atacan la ciudad al fin de los mil años (cap. 20:8-9),
se deduce que deben haber resucitado. Por lo tanto, está claramente implícita
en el contexto la segunda resurrección al final de los mil años.
Nota 2
El período de los mil años, comúnmente llamado milenio, sólo se menciona en
la Biblia en Apoc. 20.
El milenio o milenario no es un término de las Escrituras, pero la
expresión "mil años" aparece seis veces en los vers. 1-7. Los
comentadores difieren mucho en su manera de entender el milenario.
Esta Nota Adicional tiene el propósito de exponer las razones bíblicas de la posición que
sostienen los adventistas del séptimo día, y mostrar por qué consideran
insostenibles otras posiciones que se han propuesto.
La segunda venida de Cristo
precede al milenio.- Es evidente que el segundo
advenimiento precederá al milenio porque la narración de los cap. 19 y 20 del
Apocalipsis es continuada.
Se describe
simbólicamente la segunda venida en el cap. 19:11-21, y la
narración sigue sin interrupción en el cap. 20, que trata el período de los mil
años.
La continuidad
de la narración se demuestra claramente por la relación recíproca de los
sucesos.
Los tres grandes poderes que se opondrán a la obra de Cristo y congregarán
a los reyes de la tierra para la batalla que se librará inmediatamente antes
del advenimiento, se identifican como el dragón, la bestia y el falso profeta
(cap. 16:13).
Según el cap. 19:19, cuando "la bestia" y los "reyes de la tierra" y
"sus ejércitos" se congreguen para hacer guerra contra Cristo en
ocasión de su segunda venida, la bestia y el falso profeta serán apresados y
arrojados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre (vers. 20-21).
La narración del cap. 20 presenta la
suerte del tercer miembro del trío, el dragón: será atado y lanzado al abismo,
donde permanecerá por mil años.
Cualquier definición o descripción del milenio debe
basarse en el esquema de la doctrina del milenario que se expone en los cap. 19
y 20, porque éste es el único pasaje de la Escritura que trata directamente
esta doctrina.
Los enemigos de Cristo son muertos en el segundo advenimiento. -Cuando la
bestia y el falso profeta sean arrojados en el lago de fuego (Apoc. 19:20),
"los demás" (vers. 21) de sus seguidores serán muertos por la espada
de Cristo.
Estos son los "reyes", "capitanes" y "fuertes",
y "todos, libres y esclavos, pequeños y grandes" (vers. 18).
Se menciona a
estos mismos grupos en relación con el sexto sello, cuando procurarán
esconderse del rostro del Cordero (cap. 6:14-17) porque los cielos se apartarán
como un rollo que es envuelto y todo monte será movido de su lugar y también
las islas.
Es obvio que estos pasajes de las Escrituras se refieren al mismo
acontecimiento que despedazará la tierra: la segunda venida de Cristo.
¿Cuántos están comprendidos en la muerte de "los demás" (cap. 19:
21)?
Según el cap. 13:8 sólo habrá dos clases en la tierra cuando Cristo venga
por segunda vez: "La adoraron [a la bestia] todos los moradores de la
tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida". Por lo tanto, es evidente que cuando
"los demás" sean "muertos con la espada" (cap. 19:21), no
habrá sobrevivientes salvo los que han resistido a la bestia, es decir,
aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cap. 13:8).
Antes de mencionar que este grupo entrará en su reinado milenario (cap. 20:4),
Juan relata cómo el tercer gran enemigo -el dragón- comenzará a recibir su
retribución (vers. 1-3).
Los muertos justos resucitarán en la segunda venida de Cristo.-La Biblia
presenta dos resurrecciones: la de los justos y la de los injustos, separadas
por un período de mil años (ver com. Apoc. 20:1, 4-5).
No habrá una resurrección general, pues hay otra de la cual aparentemente
no todos participan (Fil. 3:11; cf. Luc. 14:14; 20:35).
En otra parte se
describe a los justos como "los que son de Cristo, en su venida" (1
Cor. 15:23).
Algunos sostienen que Apoc. 20:4 sólo describe a los
mártires cristianos; sin embargo, una comparación con otros pasajes muestra que
todos los justos, incluso los santos del AT (ver com. Rom. 4:3; 1 Cor. 15:18) y
los justos vivos, revestidos de inmortalidad en ese momento (1 Cor. 15:51-54),
ascienden para estar con Cristo cuando él venga por segunda vez (ver com. 1Tes.
4:16-17).
No hay fundamento válido en las Escrituras para separar a los
"bienaventurados y santos" que han resistido la persecución de la
bestia, de los santos inmortales mencionados en 1 Tes. 4 y 1 Cor. 15.
La
Unidad Del Segundo Advenimiento.- Las diferentes
referencias bíblicas al segundo advenimiento se combinan para describir como un
solo acontecimiento la venida de Cristo para recoger a sus santos, y para
destruir a los perseguidores de ellos. Las referencias principales pueden
resumirse como sigue:
1. Mat. 24:
29-31. La venida de Cristo será visible, "sobre las
nubes del cielo", "después de la tribulación". Jesús enviará a
sus ángeles "con gran voz de trompeta", para juntar a "sus
escogidos".
2. 1 Cor. 15:
23, 51-53. "Los que son de Cristo, en su venida"
-tanto los muertos resucitados como los vivos- recibirán la inmortalidad cuando
"se tocará la trompeta".
3. 1 Tes. 4:
15-17. El Señor descenderá "con trompeta de
Dios" para resucitar y arrebatar a "los muertos en Cristo",
junto con los que viven y los que quedan hasta el día de su venida. Serán arrebatados "en las nubes para
recibir al Señor en el aire", para estar "siempre con el Señor".
4. 2 Tes. 1:
6-8. La iglesia recibirá "reposo" de la
persecución cuando Cristo sea revelado "desde el cielo con los ángeles de
su poder, en llama de fuego" para castigar a los que no "obedecen el
Evangelio".
5. 2 Tes. 2:1-3,
8. La "reunión con él [Cristo]", respecto
a la cual los tesalonicenses estaban turbados, no vendrá hasta después de la
"apostasía" y la revelación de "aquel inicuo [el
anticristo]", que será destruido "con el espíritu de su boca [de
Cristo]" y el "resplandor de su venida".
6. Apoc. 1: 7. Su venida será "con las nubes" y visible para "todo
ojo".
7. Apoc. 14:14-20. Cuando Cristo venga, recogerá una doble cosecha: los justos y los impíos.
8. Apoc. 19:11
a 20:6. Cuando Cristo venga, la venida en la que aparece
simbólicamente como un guerrero que es acompañado por las huestes del cielo,
arrojará a la bestia perseguidora y al falso profeta al lago de fuego, matará
al resto de sus enemigos con la espada que sale "de su boca". Y un
ángel atará a Satanás; entonces los fieles -los muertos resucitados y los
vivos- recibirán su recompensa: reinarán "con él mil años".
Estas referencias de las Escrituras concuerdan en
describir el glorioso regreso del Señor como un acontecimiento único y visible.
Muestran que este suceso producirá (1) la reunión de los santos inmortales recogidos de
la tierra para estar con él, como es evidente, en las "moradas"
celestiales, en el lugar que Cristo fue a preparar para ellos (Juan 14: 2-3), y
(2) la muerte de todos los perseguidores de la última generación, junto con
todos los impíos, por la gloria consumidora de la venida de Cristo.
Por lo tanto, es evidente que cuando comiencen los mil años sólo habrá dos
grupos de seres humanos: los que han sido llevados al cielo revestidos de
inmortalidad, y los que quedaron muertos en la tierra desolada y oscura. Este
despoblamiento de la tierra es lo que atará a Satanás (ver com. Apoc. 20:1-2),
pues no puede llegar hasta los redimidos ni tiene poder para engañar a sus
súbditos muertos. Los engañará de nuevo cuando sean resucitados al terminar los
"mil años" (vers. 5).
BASE EQUIVOCADA DE LA CREENCIA EN UN MILENIO
TERRENAL.- Algunos sostienen que el milenio
será un período de justicia, paz y prosperidad en la tierra. Llegan a esta conclusión mayormente por
aplicar a los mil años, ya sea literal o figuradamente, las profecías de
restauración del reino que fueron dadas al antiguo Israel en el AT.
Los premilenaristas que pertenecen a este grupo
aplican estas profecías literalmente, o a un reino mundial de la iglesia o de
los judíos, en un milenio futuro después de la segunda venida.
Los postmilenaristas aplican estas mismas
predicciones a una era áurea futura que disfrutará la iglesia antes de la
segunda venida.
Un tercer grupo, los amilenaristas, reduce las
descripciones del AT relativas al reinado ofrecido al antiguo Israel, a simples
alegorías de las victorias de la iglesia en la dispensación evangélica.
LA FALSEDAD DE
ESTAS TRES POSICIONES ES DOBLE:
(1) Ninguna de ellas armoniza con las
especificaciones que presenta Apoc.19:11-20:15, el pasaje más importante de
las Escrituras que trata del milenio. Este pasaje muestra claramente que no
habrá ser humano vivo en la tierra durante este período (ver lo anterior; cf.
com. cap. 20:1). Por lo tanto, el milenio no puede ser un período de justicia,
paz y prosperidad en la tierra.
(2) Estas posiciones se fundan en un concepto falso de
la naturaleza de las profecías del AT.
Por ejemplo, muchos premilenaristas sostienen que
estas profecías del reino son decretos literales e inalterables que aún deben
cumplirse para el Israel literal, es decir para los judíos (en cuanto al
término "Israel", que se aplica a los judíos de cualquier tribu, ver
com. Hech. 1:6).
Esta creencia equivocada ha
producido un sistema conocido como futurismo (ver pp.
133-134) que, en vez de considerar a la iglesia cristiana como heredera de las
promesas que se hicieron a Israel, considera la era cristiana como un
"paréntesis" en la profecía, es decir, que llena la brecha hasta que
se cumplan literalmente en el futuro las antiguas profecías respecto a Israel
(cf. pp. 133-134).
Los intérpretes de esta escuela aplican la mayor parte de las predicciones del Apocalipsis principalmente
a los judíos, y creen que estas predicciones se cumplirán en lo que llaman
"el tiempo del fin". Esperan
que las profecías del AT respecto del reino que le fueron dadas a Israel, se
cumplan durante el milenio.
Dividen la historia sagrada en dispensaciones o períodos (por lo cual se
los denomina "dispensacionalistas"), en los cuales la "edad de
la iglesia" se considera como una dispensación intermedia de gracia entre
las edades judías de la ley pasada y la futura.
Esta división en dispensiones lógicamente requiere un "rapto anterior
a la tribulación" (ver com. 1 Tes. 4:17) a fin de sacar a los santos
cristianos de la tierra antes del "período de tribulación" judío.
Estos intérpretes sostienen además que los judíos sobrevivientes aceptarán
a Cristo cuando aparezca en las nubes después de la tribulación.
Entonces con las "naciones" sobrevivientes entrarán en el
milenio; y si bien es cierto que seguirán siendo mortales, vivirán en una
tierra parcialmente renovada. Según esta teoría, en ese tiempo los judíos
gozarán no sólo de prosperidad material y de longevidad, sino también del reino
davídico restaurado, de un templo restaurado y de un sistema de sacrificios
"conmemorativos"; de la ley, el sábado, el dominio político del
mundo, la aplicación por la fuerza del reinado "con vara de hierro"
de Cristo sobre naciones sumisas, que finalmente se harán rebeldes.
Todo esto en un reino terrenal
milenario, mientras que los santos cristianos reinarán con Cristo revestidos de
inmortalidad.
A CONTINUACIÓN se detallan algunos de los principios
de la interpretación profética del AT que pasan por alto los que aplican las
profecías del reino del AT a los judíos en una era futura (ver t. IV, pp.
27-40; com. Deut. 18:15).
1. Las promesas hechas al antiguo Israel eran condicionales. Dios dijo: "Si diereis oído a mi voz. . . vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos"
(Exo. 19:5; cf. Deut. 7:8; 27-30; Jer. 18:6-10;
ver t. IV, p. 36).
2. Israel como
nación no cumplió las condiciones; por
lo tanto, perdió el reino y las promesas. Cuando Cristo, el hijo de David, vino
y la nación judía rechazó a su Rey, ella perdió el reino (ver com. Mat. 21:43;
cf. com. Apoc. 20:1).
3. La iglesia
cristiana, el "Israel
espiritual", es ahora la heredera de las promesas. El fracaso del Israel
literal no significa que "la palabra de Dios haya fallado" (Rom.
9:6). Cuando la nación de Israel fue cortada como ramas muertas de la verdadera
raíz de Abrahán, el Israel verdadero era entonces el fiel remanente judío que
había aceptado al Mesías (ver com. Rom. 11:5); y a esos judíos cristianos
fueron agregados los cristianos gentiles injertados en el tronco original; por
lo tanto, el árbol incluye ahora a los hijos espirituales de Abrahán (Gál. 3:16,
26-29), es decir, la iglesia cristiana.
Pablo dice que "todo Israel será salvo" (Rom. 11:26),
pero establece claramente que "todo Israel" no significa todos los
judíos (ver el comentario respectivo). Excluye a los que son sólo "hijos
según la carne" e incluye únicamente a los "hijos según la
promesa" (Rom. 9:6-8).
A éstos les añade los gentiles que tienen la
circuncisión verdadera, espiritual, que proviene de Cristo (Rom. 2:26, 28-29;
Col. 2:11; ver com. Rom. 11:25-26; Fil. 3:3). Pablo dice específicamente que
los que no son judíos pero son salvos por la gracia de Cristo, no son ya
extranjeros de la "ciudadanía de Israel" y "los pactos de la
promesa", sino que son "conciudadanos de los santos" (Efe.
2:8-22).
En el Israel espiritual "no hay judío ni
griego", sino que todos son uno en Cristo Jesús (Gál. 3:28).
Pablo aplica a "toda su descendencia" -cristianos judíos
y gentiles- la promesa del reino (ver com. Rom. 4:13, 16).
Pedro cita casi textualmente un pasaje clave (Exo. 19:5- 6) que
le prometía a Israel la condición de un pueblo escogido, una nación santa, un
"real sacerdocio", y lo aplica a los cristianos que no son
judíos. Esto muestra que él consideraba
a la iglesia cristiana como heredera de la condición especial que poseyó
anteriormente el Israel desobediente (ver com. 1 Ped. 2:5-10).
Juan usa dos veces una expresión que
parece aludir a este mismo pasaje de Exodo: "reyes y sacerdotes" (ver
com. Apoc. 1:6; 5:10), demostrando así que hace una aplicación similar de
aquella promesa del reino a la iglesia: no sólo a la futura iglesia triunfante
sino también a los cristianos del Asia Menor.
Hay otros ejemplos en el NT de pasajes inspirados que
se aplican a la iglesia de los tiempos apostólicos en Hech. 2:16-21; 13:47; 15:13-17.
Esas promesas y profecías fueron hechas, por supuesto, a Israel.
4. Profecías que fueron originalmente literales pueden tener un cumplimiento espiritual para el "Israel espiritual" en esta época, y trascendentalmente en el mundo venidero. Las aplicaciones del NT muestran que las profecías dadas literalmente al antiguo Israel pueden tener un cumplimiento no literal en la iglesia en las nuevas condiciones de la era cristiana, y un cumplimiento final, sin los factores propios de la mortalidad, en el reino eterno. (7CBA)
COMENTARIOS DE EGW
1-15. 1T 69-71. CAPÍTULO 09. VISIÓN DE LA TIERRA NUEVA. Encabezados por Jesús, todos descendimos desde la ciudad hacia esta tierra, sobre un monte muy grande, que no pudo soportar a Jesús y se partió dando lugar a una enorme llanura. Luego miramos hacia arriba y vimos la gran ciudad, con doce fundamentos y con doce puertas, tres de cada lado, y con un ángel en cada puerta. Todos exclamamos:” Ya desciende la ciudad, la gran ciudad; viene de Dios y del cielo”, y la ciudad descendió y se estableció sobre la llanura en la que nos encontrábamos.
Luego comenzamos a contemplar las cosas gloriosas que
había dentro de ella. Vi casas muy hermosas que parecían de plata, soportadas
por cuatro columnas engarzadas con perlas, algo muy hermoso a la vista, que
debían ser habitadas por los santos y que tenían una repisa de oro. Vi a
numerosos santos entrar en las casas, quitarse sus brillantes coronas y
colocarlas en la repisa, y luego salir al campo que rodeaba las casas para
hacer algo con la tierra; pero no era nada semejante a lo que hacemos con la
tierra aquí. Una luz gloriosa brillaba alrededor de su cabeza y alababan
continuamente a Dios.
VI ADEMÁS OTRO CUERPO
LLENO DE FLORES, y al cortarlas exclamé: “¡No se marchitarán!” Luego vi un campo de
pasto alto, cuya contemplación causaba gran alegría; era un verde intenso con
reflejos plateados y dorados mientras ondeaba orgullosamente para gloria del
Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de ani8males: leones,
corderos, leopardos y lobos, todos juntos en perfecta armonía. Pasamos en medio
de ellos y nos siguieron pacíficamente. Luego penetramos en un bosque, que no
era semejante a los bosques que conocemos aquí en la tierra; en cambio era un
lugar iluminado y lleno de gloria; las ramas de los árboles se mecían, y todos
exclamamos: “Y habitarán en el desierto
Esta visión describe sucesos que
sucederán al fin de los mil años posteriores a la segunda venida de Cristo. Apocalipsis
20; 21; 22; Zacarías 14:4
con seguridad, y dormirán en los bosques” (Eze. 34:25). Pasamos a través
de los bosques porque íbamos en camino al monte de Sión.
DURANTE NUESTRO RECORRIDO nos encontramos con un grupo que
también contemplaba las glorias del lugar. Noté que sus vestidos tenían una
franja roja en el borde, sus coronas eran brillantes y su ropa era de (70) color blanco puro.
Al saludarlos, le pregunté a Jesús quiénes eran. Contestó que eran mártires que
habían muerto por él. Los acompañaba un grupo muy numeroso de niños, y también
ellos tenían sus vestidos con una franja roja. El monte de Sión se encontraba
justamente frente a nosotros, y en él se alzaba un glorioso templo y alrededor
del monte había otras siete montañas, cubiertas de rosales y lirios.
VI A LOS NIÑOS SUBIR A ESAS MONTAÑAS SI ASÍ LO DESEABAN, usar sus alitas y
volar a la cumbre de las montañas, y allí cortar flores que nunca se
marchitaban. Había toda clase de árboles alrededor del templo para hermosear
el lugar, los bojes, los pinos, los abetos, los olivos, los mirtos, los
granados; y las higueras se inclinaban con el peso de los higos; todo esto
hacía que el lugar se viera magnífico. Y cuando estábamos por entrar en el
templo, Jesús elevó su hermosa voz y dijo: “Solamente los 144.000 entran en
este lugar”, y todos exclamamos: “¡Aleluya!”
ESTE TEMPLO estaba sostenido por
siete magníficas columnas, todas ellas de oro transparente y engarzadas con
perlas. No puedo describir las cosas hermosas que vi allí. Oh, si pudiera hablar
en el lenguaje de Canaán, entonces podría describir algo de la gloria del
mundo mejor. Vi allí mesas de piedra en las que los nombres de los 144.000 se
encontraban esculpidos con letras de oro.
Después de contemplar la gloria del
templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la ciudad. Pronto escuchamos
nuevamente su hermosa voz que decía: “Venid, pueblo mío, porque habéis pasado
por gran tribulación y habéis hecho mi voluntad y sufrido por mí; venid a la
cena. Yo me ceñiré y os serviré”. Exclamamos: “¡Aleluya!” y entramos a la
ciudad. Vi allí una mesa de plata pura que tenía muchos kilómetros de
longitud, y sin embargo nuestros ojos podían ver hasta el extremo.
Vi el fruto del árbol de la vida, el
maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras frutas. Le dije a Jesús
que me dejara comer. Él contestó: “Ahora, no. Los que comen de esta fruta no
vuelven más a la tierra. Pero dentro de poco tiempo, si eres fiel, comerás del
fruto del árbol de la vida y beberás del agua de la fuente. Tú debes volver a
la tierra y relatar a otros lo que te he revelado”. Luego un ángel me condujo
suavemente a este mundo oscuro. A veces pienso que ya no puedo permanecer
durante más tiempo aquí en la tierra, porque todas las cosas me parecen tan
tristes y deprimentes. Me siento muy sola aquí, porque he visto una tierra
mejor. Ojala pudiera tener alas como una paloma, porque entonces podría volar
lejos al lugar de reposo. (71)
El Hno. Hyde, quien se encontraba
presente durante esta visión, compuso los siguientes versos, que han sido
publicados muchas veces e incluidos en varios himnarios. Quienes los han
publicado, leído y cantado, probablemente no saben que se originaron en una
visión de una niña que era perseguida por su humilde testimonio.
Hemos oído hablar de la tierra santa y
radiante;
hemos escuchado y nuestros corazones se regocijan;
porque éramos un grupo solitario de peregrinos,
fatigados, rendidos y tristes.
Nos dicen que los santos tienen allí su morada.
Ya no hay quienes no tienen hogar;
Y sabemos que la buena tierra es hermosa,
Donde corre el
límpido río del agua de la vida.
Dicen que allí ondean los campos verdes
que nunca serán dañados por la plaga;
y que los desiertos florecen con hermosura,
y allí crecen las rosas de Sarón.
En los verdes bosques hay bellas aves, de cantos alegres y dulces;
y sus trinos brotan siempre nuevos,
saludan la música de arpa de los ángeles.
Hemos oído de las palmas, los vestidos y las coronas,
banda blanca de plateado resplandor;
de la hermosa ciudad con puertas perlinas,
radiantes de luz.
Hemos oído de los ángeles que allí moran, los santos,
con sus arpas de oro, y cómo cantan;
del monte, con el árbol de la vida y sus frutos,
de las hojas que dan
sanidad.
El rey de ese país, es hermoso,
es el gozo y la luz del lugar;
allí lo contemplaremos en su hermosura,
y nos complaceremos viendo su rostro sonriente.
Estaremos allí, estaremos allí dentro de poco,
nos uniremos con los puros y los bendecidos;
tendremos la palma, el vestido y la corona,
y reposaremos para
siempre. (72)
1-3 CS 716. Toda la tierra
tiene el aspecto desolado de un desierto. Las ruinas de las ciudades y aldeas
destruídas por el terremoto, los árboles desarraigados, las rocas escabrosas
arrojadas por el mar 716 o
arrancadas de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de ésta, al
paso que grandes cuevas señalan el sitio donde las montañas fueron rasgadas
desde sus cimientos.
Ahora se realiza el
acontecimiento predicho por el último solemne servicio del día de las
expiaciones.
Una vez terminado el servicio que
se cumplía en el lugar santísimo, y cuando los pecados de Israel habían sido
quitados del santuario por virtud de la sangre del sacrificio por el pecado,
entonces el macho cabrío emisario era ofrecido vivo ante el Señor; y en
presencia de la congregación el sumo sacerdote confesaba sobre él "todas
las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de
todos sus pecados, cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío."
(Levítico 16:21, V.M.)
Asimismo, cuando el servicio de
propiciación haya terminado en el santuario celestial, entonces, en presencia
de Dios y de los santos ángeles y de la hueste de los redimidos, los pecados
del pueblo de Dios serán puestos sobre Satanás; se le declarará culpable de
todo el mal que les ha hecho cometer. Y así como el macho cabrío emisario era
despachado a un lugar desierto, así también Satanás será desterrado en la tierra
desolada, sin habitantes y convertida en un desierto horroroso.
El autor del Apocalipsis predice
el destierro de Satanás y el estado caótico y de desolación a que será reducida
la tierra; y declara que este estado de cosas subsistirá por mil años. Después
de descritas las escenas de la segunda venida del Señor y la destrucción de los
impíos, la profecía prosigue: "Y vi un ángel descender del cielo, que
tenía la llave del abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón,
aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por mil años; y
arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque no engañe más a las
naciones, hasta que mil años sean cumplidos: y después de esto es necesario que
sea desatado un poco de tiempo." (Apocalipsis 20:1-3.)
Según se desprende de otros
pasajes bíblicos, es de toda evidencia que la expresión "abismo" se
refiere a la tierra en 717 estado de
confusión y tinieblas. Respecto a la condición de la tierra "en el
principio," la narración bíblica dice que "estaba desordenada y
vacía; y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo." (Génesis 1:2.)
Las profecías enseñan que será
reducida, en parte por lo menos, a ese estado. Contemplando a través de los
siglos el gran día de Dios, el profeta Jeremías dice: "Miro hacia la
tierra, y he aquí que está desolada y vacía; también hacia los cielos miro, mas
no hay luz en ellos. Miro las montañas, y he aquí que están temblando, y todas
las colinas se conmueven. Miro, y he aquí que no parece hombre alguno, y todas
las aves del cielo se han fugado. Miro, y he aquí el campo fructífero
convertido en un desierto, y todas sus ciudades derribadas." (Jeremías
4:23-26, V.M.)
Aquí es donde, con
sus malos ángeles, Satanás hará su morada durante mil años. Limitado a la
tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca
cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda
ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina
que por tantos siglos fue su único deleite.
El profeta Isaías, mirando hacia
lo por venir, ve en lontananza el tiempo en que Satanás será derrocado, y
exclama: "¡Cómo caíste de los cielos, oh Lucero, hijo de la aurora! ¡has
sido derribado por tierra, tú que abatiste las naciones! . . . Tú eres aquel
que dijiste en tu corazón: ¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios
ensalzaré mi trono!" "¡Seré semejante al Altísimo! ¡Pero ciertamente
al infierno serás abatido, a los lados del hoyo! Los que te vieren clavarán en
ti la vista, y de ti se cerciorarán, diciendo: ¿Es éste el varón que hizo
temblar la tierra, que sacudió los reinos; que convirtió el mundo en un
desierto, y destruyó sus ciudades; y a sus prisioneros nunca los soltaba, para
que volviesen a casa?" (Isaías 14:12-17, V.M.)
4-6. CS 719. El apóstol Pablo señala este
juicio como un acontecimiento que sigue al segundo advenimiento. "No
juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor; el cual sacará a luz
las obras encubiertas de las tinieblas, y pondrá de manifiesto los propósitos
de los corazones." (1Corintios 4:5, V.M.) Daniel declara que cuando vino
el Anciano de días, "se dio el juicio a los santos del Altísimo."
(Daniel 7:22.)
En ese entonces reinarán los
justos como reyes y sacerdotes de Dios. San Juan dice en el Apocalipsis:
"Vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio."
"Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años." (Apocalipsis
20:4, 6.) Entonces será cuando, como está predicho por San Pablo "los
santos han de juzgar al mundo." (1 Corintios 6:2.) Junto con Cristo juzgan
a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, y
fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por medio de su
cuerpo.
Entonces lo que los
malos tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a sus
nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y los ángeles
malos son juzgados por Cristo y su pueblo. San Pablo dice: "¿No sabéis que
hemos de juzgar a los ángeles?" (Vers. 3.) Y San Judas declara que "a
los ángeles que no guardaron su original estado, sino que dejaron su propia
habitación, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas, hasta el
juicio del gran día." (Judas 6, V.M.)
Al fin de los
mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán resucitados, y
comparecerán ante Dios para la ejecución del "juicio decretado." Así
el escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los
justos, dice: "Los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean
cumplidos mil años." (Apocalipsis 20:5.) E Isaías declara, con respecto a
los impíos: "Serán juntados como se juntan los presos en el calabozo, y
estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán sacados al
suplicio." (Isaías 24:22, V.M.) 720
6; 13-14. CS 600. Los que hayan sido "tenidos
por dignos" de resucitar para la vida son llamados "dichosos y
santos." "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder."
(Apocalipsis 20: 6, V.M.) Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón,
por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la
transgresión: "la paga del pecado." Sufrirán un castigo de duración e
intensidad diversas "según sus obras," pero que terminará finalmente
en la segunda muerte. Como, en conformidad con su justicia y con su
misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la
existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se
ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: "Pues de aquí a poco no
será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá." Y otro dice:
"Serán como si no hubieran sido." (Salmo 37: 10; Abdías 16.)
Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido.
Así se pondrá fin al pecado y a
toda la desolación y las ruinas que de él procedieron. El salmista dice:
"Reprendiste gentes, destruiste al malo, raíste el nombre de ellos para
siempre jamás. Oh enemigo, acabados son para siempre los asolamientos."
(Salmo 9: 5, 6.) San Juan, al echar una mirada hacia la eternidad, oyó una
antífona universal de alabanzas que no era interrumpida por ninguna disonancia.
Oyó a todas las criaturas del cielo y de la tierra rindiendo gloria a Dios.
(Apocalipsis 5:13.) No habrá entonces almas perdidas que blasfemen a Dios
retorciéndose en tormentos sin fin, ni seres infortunados que desde el infierno
unan sus gritos de espanto a los himnos de los elegidos.
*CS 732. LA OBRA DE
DESTRUCCIÓN DE SATANÁS HA TERMINADO para siempre.
Durante seis mil años obró a su gusto, llenando la tierra de dolor y causando
penas por todo el universo. Toda la creación gimió y sufrió en angustia. Ahora
las criaturas de Dios han sido libradas para siempre de su presencia y de sus
732 tentaciones. "¡Ya descansa y está en quietud toda la tierra;
prorrumpen los hombres [justos] en cánticos!" (Isaías 14:7, V.M.)
Y un grito de
adoración y triunfo sube de entre todo el universo leal. Se oye "como si
fuese el estruendo de una gran multitud, y como si fuese el estruendo de muchas
aguas, y como si fuese el estruendo de poderosos truenos, que decían: ¡Aleluya;
porque reina el Señor Dios, el Todopoderoso!" (Apocalipsis 19:6, V.M.)
Mientras la tierra
estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la
ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en
la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos un fuego devorador,
es para su pueblo un sol y un escudo. (Apocalipsis 20:6; Salmo 84:11.)
"Vi un cielo
nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han
pasado." (Apocalipsis 21:1V.M.) El fuego que consume a los impíos purifica
la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda
eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.
SÓLO
QUEDA UN RECUERDO: nuestro Redentor llevará siempre
las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos
y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el
pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: "Su
resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está
el escondedero de su poder." (Habacuc 3:4, V.M.)
EN
SUS MANOS, Y SU COSTADO HERIDOS, de donde manó la
corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del
Salvador, "allí mismo está el escondedero de su poder."
"Poderoso para salvar" por el sacrificio de la redención, fue por
consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que
despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su
mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario
proclamarán su alabanza y declararán su poder. 733 "¡Oh, torre del rebaño, colina de la hija de Sión, a ti te
llegará; sí, a ti vendrá el dominio anterior!" (Miqueas 4:8, V.M.)
7-9 CS 722.
11. CS 722.
Los impíos son
sus cautivos. Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes.
Están listos para aceptar sus
sugestiones y ejecutar sus órdenes. No obstante, fiel a su antigua astucia, no
se da por Satanás. Pretende ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de
la tierra y cuya herencia le ha sido arrebatada injustamente.
Se presenta ante sus súbditos
engañados como redentor, asegurándoles que su poder los ha sacado de sus tumbas
y que está a punto de librarlos de la más cruel tiranía. Habiendo desaparecido
Cristo, Satanás obra milagros para sostener sus pretensiones. Fortalece a los
débiles y a todos les infunde su propio espíritu y energía. Propone dirigirlos
contra el real de los santos y tomar posesión de la ciudad de Dios. En un
arrebato belicoso señala los innumerables millones que han sido resucitados de
entre los muertos, y declara que como jefe de ellos es muy capaz de destruir la
ciudad y recuperar su trono y su reino.
Entre aquella inmensa muchedumbre
se cuentan numerosos representantes de la raza longeva que existía antes del
diluvio; hombres de estatura elevada y de capacidad intelectual gigantesca, que
habiendo cedido al dominio de los ángeles caídos, consagraron toda su habilidad
y todos sus conocimientos a la exaltación de sí mismos; hombres cuyas obras
artísticas 722 maravillosas hicieron
que el mundo idolatrase su genio, pero cuya crueldad y malos ardides
mancillaron la tierra y borraron la imagen de Dios, de suerte que el Creador
los hubo de raer de la superficie de la tierra.
Allí hay reyes y generales que
conquistaron naciones, hombres valientes que nunca perdieron una batalla,
guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida hacía temblar reinos. La muerte no
los cambió. Al salir de la tumba, reasumen el curso de sus pensamientos en el
punto mismo en que lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de
conquista que los dominaba cuando cayeron.
Satanás consulta con sus ángeles,
y luego con esos reyes, conquistadores y hombres poderosos. Consideran la
fuerza y el número de los suyos, y declaran que el ejercito que está dentro de
la ciudad es pequeño, comparado con el de ellos, y que se lo puede vencer.
Preparan sus planes para apoderarse de las riquezas y gloria de la nueva
Jerusalén. En el acto todos se disponen para la batalla. Hábiles artífices
fabrican armas de guerra. Renombrados caudillos organizan en compañías y
divisiones las muchedumbres de guerreros.
Al fin se da la orden de marcha,
y las huestes innumerables se ponen en movimiento -un ejército cual no fue
jamás reunido por conquistadores terrenales ni podría ser igualado por las
fuerzas combinadas de todas las edades desde que empezaron las guerras en la
tierra.
Satanás, el más poderoso guerrero, marcha al frente, y sus ángeles unen sus fuerzas para esta batalla final. Hay reyes y guerreros en su comitiva, y las multitudes siguen en grandes compañías, cada cual bajo su correspondiente jefe. Con precisión militar las columnas cerradas avanzan sobre la superficie desgarrada y escabrosa de la tierra hacia la ciudad de Dios. Por orden de Jesús, se cierran las puertas de la nueva Jerusalén, y los ejércitos de Satanás circundan la ciudad y se preparan para el asalto.
11-12. CS 724. Al ver los redimidos el poder y la
malignidad de Satanás, han comprendido, como nunca antes, que ningún poder
fuera del de Cristo habría podido hacerlos vencedores. Entre toda esa
muchedumbre ni uno se atribuye a si mismo la salvación, como si hubiese
prevalecido con su propio poder y su bondad.
Nada se dice de lo que han hecho
o sufrido, sino que el tema de cada canto, la nota dominante de cada antífona
es: Salvación a nuestro Dios y al Cordero.
En presencia de los habitantes de
la tierra y del cielo 724 reunidos,
se efectúa la coronación final del Hijo de Dios. Y entonces, revestido de
suprema majestad y poder, el Rey de reyes falla el juicio de aquellos que se
rebelaron contra su gobierno, y ejecuta justicia contra los que transgredieron
su ley y oprimieron a su pueblo.
El profeta de Dios dice: "Vi
un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyó
la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ellos. Y ví a los muertos,
pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y abriéronse los libros;
abrióse también otro libro, que es el libro de la vida: y los muertos fueron
juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus
obras." (Apocalipsis 20:11,12, V.M.)
Apenas se abren los registros, y
la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, éstos se vuelven conscientes de
todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies
se apartaron del sendero de la pureza y de la santidad, y cuán lejos el orgullo
y la rebelión los han llevado en el camino de la transgresión de la ley de
Dios.
Las tentaciones seductoras que
ellos fomentaron cediendo al pecado, las bendiciones que pervirtieron, su
desprecio de los mensajeros de Dios, los avisos rechazados, la oposición de
corazones obstinados y sin arrepentimiento -todo eso sale a relucir como si
estuviese escrito con letras de fuego.
Por encima del trono se destaca
la cruz; y como en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación, la
caída de Adán y las fases sucesivas del gran plan de redención. El humilde
nacimiento del Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en la obediencia;
su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el desierto; su ministerio
público, que reveló a los hombres las bendiciones más preciosas del cielo; los días
repletos de obras de amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y
vigilia en la soledad de los montes; las conspiraciones de la envidia, del odio
y de la malicia con que se recompensaron sus beneficios; la terrible y
misteriosa agonía en Getsemaní, bajo el peso anonadador de los pecados de todo
el 725 mundo; la traición que le
entregó en manos de la turba asesina; los terribles acontecimientos de esa
noche de horror -el preso resignado y olvidado de sus discípulos más amados,
arrastrado brutalmente por las calles de Jerusalén; el hijo de Dios presentado
con visos de triunfo ante Anás, obligado a comparecer en el palacio del sumo
sacerdote, en el pretorio de Pilato, ante el cobarde y cruel Herodes;
ridiculizado, insultado, atormentado y condenado a muerte- todo eso está
representado a lo vivo.
Luego, ante las multitudes
agitadas, se reproducen las escenas finales: el paciente Varón de dolores
pisando el sendero del Calvario; el Príncipe del cielo colgado de la cruz; los
sacerdotes altaneros y el populacho escarnecedor ridiculizando la agonía de su
muerte; la obscuridad sobrenatural; el temblor de la tierra, las rocas
destrozadas y los sepulcros abiertos que señalaron el momento en que expiró el
Redentor del mundo.
12-13 PE 52. En el congreso
general de los creyentes en la verdad presente que se celebró en Sutton,
Vermont, en septiembre de 1850, me fue mostrado que las siete últimas plagas
serán derramadas después que Jesús salga del santuario. Dijo el ángel: "La ira de Dios y del
Cordero es lo que causa la destrucción o muerte de los impíos. Al oír la voz de
Dios, los santos serán poderosos y terribles como un ejército con banderas,
pero no ejecutarán entonces el juicio escrito.
La ejecución del juicio se producirá al fin de los mil años."
Después que los santos hayan sido
transformados en inmortales y arrebatados con Jesús, después que hayan recibido
sus arpas, sus mantos y sus coronas, y hayan entrado en la ciudad, se sentarán
en juicio con Jesús. Serán abiertos el libro de la vida y el de la muerte. El
libro de la vida lleva anotadas las buenas acciones de los santos; y el de la
muerte contiene las malas acciones de los impíos. Estos libros son comparados con
el de los estatutos, la Biblia, y de acuerdo con ella son juzgados los hombres.
Los santos, al unísono con Jesús,
pronuncian su juicio sobre los impíos muertos. "He aquí dijo el ángel que
los santos, unidos con Jesús, están sentados en juicio y juzgan a los impíos
según las obras que hicieron en el cuerpo, y frente a sus nombres se anota lo
que habrán de recibir cuando se ejecute el juicio." Tal era, según vi, la
obra de los santos con Jesús durante los mil años que pasan en la santa ciudad
antes que ésta descienda a la tierra.
Ministerio Hno. Pio
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