Ezequiel
25. Aquí comienza una nueva serie de profecías relacionadas con varias naciones
vecinas. Ezequiel había concluido su testimonio acerca de la destrucción de
Jerusalén y del remanente del Estado israelita. Que abarcan desde los Capítulos 1-24.
Ya no debía hablar más de ese tema, sino aguardar que se cumpliera
la condenación predicha. Entre tanto, Dios le mandó que dirigiese su atención a
las naciones que rodeaban a Jerusalén, y que predijera su inevitable suerte. El
castigo había comenzado por la casa de Dios (ver Eze. 9: 6; cf. 1 Ped. 4: 17),
pero ahora habría de extenderse al mundo exterior.
Esta segunda parte
del libro del Profeta Ezequiel, que abarca desde los capítulos 25-32. Contienen
mensajes dirigidos a las siete naciones más vinculadas con Israel y Judá: (1)
Amón (cap. 25: 1-7), Moab (cap. 25: 8-11), (3) Edom (cap. 25: 12-14), (4)
Filistea (cap. 25: 15-17), (5) Tiro (caps. 26: 1 a 28: 19), (6) Sidón (cap. 28:
20-23), y (7) Egipto (caps. 29: 1 a 32: 32).
*Las naciones
vecinas por siglos habían luchado en contra de Israel. Ya sea políticamente o también
con sus influencias religiosas que apartaron al pueblo de Dios de los caminos
del Señor. Olvidaron estos, que hay un Dios que dirige la historia de éste
mundo. Y como dueño y creador, llama a cuentas, toda buena o mala obra. Y esta sección,
Dios juzga y condena a estas 7 naciones… así como lo fue en la antigüedad; hoy
Dios juzgará a las naciones que están viviendo en contra de sus principios…
Este capítulo 25, está dividido así: Vers. (1-7) Venganza divina contra los amonitas, (8-11) contra Moab y Seir, (12-14) contra Edom, (15-17) y contra los filisteos, por su soberbia contra Israel.
1 VINO a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 Hijo de hombre, pon tu rostro hacia los hijos de Amón, y profetiza contra ellos. 3 Y dirás a los hijos de Amón: Oíd palabra de Jehová el Señor. Así dice Jehová el Señor: Por cuanto dijiste: ¡Ea, bien!, cuando mi santuario era profanado, y la tierra de Israel era asolada, y llevada en cautiverio la casa de Judá; 4 por tanto, he aquí yo te entrego por heredad a los orientales, y pondrán en ti sus apriscos y plantarán en ti sus tiendas; ellos comerán tus sementeras, y beberán tu leche. 5 Y pondré a Rabá por habitación de camellos, y a los hijos de Amón por majada de ovejas; y sabréis que yo soy Jehová.
6 Porque así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto batiste tus manos, y golpeaste con tu pie, y te gozaste en el alma con todo tu menosprecio para la tierra de Israel, 7 por tanto, he aquí yo extenderé mi mano contra ti, y te entregaré a las naciones para ser saqueada; te cortaré de entre los pueblos, y te destruiré de entre las tierras; te exterminaré, y sabrás que yo soy Jehová.
8 Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto dijo Moab y Seir: He aquí la casa de Judá es como todas las naciones; 9 por tanto, he aquí yo abro el lado de Moab desde las ciudades, desde sus ciudades que están en su confín, las tierras deseables de Bet-jesimot, Baal-meón y Quiriataim, 10 a los hijos del oriente contra los hijos de Amón; y la entregaré por heredad, para que no haya más memoria de los hijos de Amón entre las naciones. 11 También en Moab haré juicios, y sabrán que yo soy Jehová.
12 Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hizo Edom, tomando venganza de la casa de Judá, pues delinquieron en extremo, y se vengaron de ellos; 13 por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Yo también extenderé mi mano sobre Edom, y cortaré de ella hombres y bestias, y la asolaré; desde Temán hasta Dedán caerán a espada. 14 Y pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, y harán en Edom según mi enojo y conforme a mi ira; y conocerán mi venganza, dice Jehová el Señor.
15 Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hicieron los filisteos con venganza, cuando se vengaron con despecho de ánimo, destruyendo por antiguas enemistades; 16 por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí yo extiendo mi mano contra los filisteos, y cortaré a los cereteos, y destruiré el resto que queda en la costa del mar. 17 Y haré en ellos grandes venganzas con reprensiones de ira; y sabrán que yo soy Jehová, cuando haga mi venganza en ellos. (Ezequiel 25).
1. Vino a mí. Aquí comienza una nueva serie de profecías
relacionadas con varias naciones vecinas. Ezequiel había concluido su
testimonio acerca de la destrucción de Jerusalén y del remanente del Estado
israelita. Ya no debía hablar más de ese tema, sino aguardar que se cumpliera
la condenación predicha. Entre tanto, Dios le mandó que dirigiese su atención a
las naciones que rodeaban a Jerusalén, y que predijera su inevitable suerte. El
castigo había comenzado por la casa de Dios (ver Eze. 9: 6; cf. 1 Ped. 4: 17),
pero ahora habría de extenderse al mundo exterior.
Jehová no es
Dios sólo de una nación; es el Dios de todo el mundo. No hace acepción de
personas. Todos le pertenecen, sin distinción de nacionalidad. El Señor anhela
salvar tanto a los habitantes de una nación como a los de otra. Al revelarse
como Supremo en la disposición de los acontecimientos terrenos y Árbitro de las
naciones, Dios procuraba atraer a los hombres hacia sí mismo, y solicitaba su
adoración. Era su plan que la manifestación de su omnisciencia, desplegada en
la predicción tan precisa de la historia futura, pudiera servir como base para
la fe. En verdad, las amenazas y los castigos que se predicen para estos
pueblos parecen ser severos e inexorables, sin mezcla de misericordia. Sin
embargo, debe recordarse que eran castigos nacionales, en los cuales no estaba
necesariamente implicada la salvación personal de los ciudadanos
individualmente. Una calamidad nacional con frecuencia impulsa a los hombres a
buscar a Dios, de modo que lo que parecería ser desventajoso realmente redunda
en provecho de ellos.
Dios lleva
cuentas precisas con las naciones. Todas son probadas para ver si han de
cumplir o no el elevado destino que se les ha asignado. Cuando la cuenta llega
a un límite, sufren como nación el castigo. Lo mismo ocurrió en el caso de
Israel. Sufrió una derrota sumamente trágica, pero a través de todo lo que
ocurrió, Dios dispuso los planes para la salvación de un reducido remanente.
Ver com. Dan. 4: 17.
Además, en el
tiempo cuando Israel estaba buscando apoyo militar en algunas de esas naciones,
necesitaba ver cuán vanas eran sus aspiraciones, porque todas ellas sufrirían
también la derrota.
Esta nueva
sección contiene mensajes dirigidos a las siete naciones más vinculadas con
Israel y Judá: (1) Amón (cap. 25: 1-7), Moab (cap. 25: 8-11), (3) Edom (cap.
25: 12-14), (4) Filistea (cap. 25: 15-17), (5) Tiro (caps. 26: 1 a 28: 19), (6)
Sidón (cap. 28: 20-23), y (7) Egipto (caps. 29: 1 a 32: 32).
Hay quienes
se sorprenden de que Ezequiel no profetice en contra de Babilonia. Isaías (Isa.
13), Jeremías (Jer. 51: 52-53) y Daniel (Dan. 2; 7) predicen su caída. Ezequiel
tenía la misión de dar a conocer cómo Dios iba a usar a Babilonia para que
ejecutara su voluntad al castigar a su pueblo, y esto podría haberse anulado si
se hubiera detenido a hablar de la derrota final de Babilonia. Era más
apropiado que los exiliados para quienes él escribía, procuraran "la
paz" (Jer. 29: 7) del pueblo entre el cual moraban, antes que se
regocijaran en la caída final de sus opresores. 694 Si Ezequiel hubiese hablado
claramente contra el país de su cautiverio, quizá le hubiera costado la vida.
2. Los hijos de Amón. Eran descendientes de la hija menor de Lot, y, por
lo tanto, consanguíneos de Israel (Gén. 19: 38). Durante siglos habían
hostilizado a Israel (Juec. 3: 13; 11: 12-15, 32-33; 1 Sam. 11: 1-11; 2 Sam.
10: 6-14; Amós 1: 13-15). Su religión era una superstición cruel y degradante
que exigía sacrificios humanos. Su culto a Moloc era una fuente continua de
tentación para Israel (1 Rey. 11: 7).
3. ¡Ea, bien! Hebreo he´aj, interjección que aquí indica una
perversa alegría ante la caída de Jerusalén.
4. Los orientales. Heb. bene-qédem, "hijos del oriente". Este nombre se aplica a diversas tribus nómadas que habitaban el desierto, al este de Amón y de Moab (Gén. 29: 1; Juec. 6: 3, 33; 7: 12; 8: 10; 1 Rey. 4: 30; Job 1: 3). Apriscos. Heb. tirah, "muro de piedra", dentro del cual se protegía un campamento (Gén. 25: 16; Núm. 31: 10; Sal. 69: 25). La LXX dice así: "Y acamparán con sus enseres en ti y pondrán sus tiendas en ti".
5. Rabá.Rabá de los hijos de Amón, capital de los amonitas
(2 Sam. 12: 26; Eze. 21: 20), ubicada a unos 37 km. al este del río Jordán, cerca
del nacimiento del Jaboc. Tolomeo Filadelfo más tarde fundó la ciudad de
Filadelfia en el sitio de Rabá. No debe confundirse esta Filadelfia con la
ciudad del mismo nombre del Asia Menor (Apoc. 1: 11). El nombre moderno de Rabá
es Ammán.
6. Batiste tus manos. Batir las manos y dar golpes con los pies eran
gestos que demostraban una fuerte emoción (Núm. 24: 10; Eze. 21: 14, 17; 22:
13). En este pasaje estos gestos son manifestaciones de una alegría maliciosa.
El motivo del regocijo evidentemente no era la perspectiva de obtener ventajas
materiales, sino maldad y "menosprecio para la tierra de Israel". Los
amonitas deberían haber temblado ante la posibilidad de que Rabá hubiera sido
escogida como el objetivo de la primera campaña militar, en vez de Jerusalén
(Eze. 21: 19-22).
7. Yo soy Jehová. Hasta este momento, Amón no había querido reconocer
este hecho. Dios deseaba que el conocimiento de su poder llevara a los hombres
a buscar la salvación divina.
8. Moab y Seir. En Isa. 15; 16; Jer. 48; Sof. 2: 8-9 se encuentran
otras profecías dirigidas en contra de Moab. Es posible que se mencionen juntas
las dos naciones por causa del parecido existente entre sus pecados. Más tarde
se las trata por separado: Moab (Eze. 25: 8-11) y Seir, o sea Edom (cap. 25:
12-14). En la LXX, aquí sólo aparece Moab.
Los moabitas eran descendientes de la hija mayor de Lot, por lo cual eran tan consanguíneos de los israelitas como los amonitas (ver com. vers. 2). Estas dos naciones, cuya historia y destino estaban tan estrechamente entrelazadas, reciben la amenaza de una ruina similar.
Moab es mencionado con frecuencia en la historia sagrada (Núm. 22; 24; 25; Juec. 3:12-31; 1 Sam. 14:47; 2 Sam. 8:2; 2 Rey. 3:5; 24:2; 2 Crón. 20).
Algunas veces Israel estuvo dominado por Moab, como ocurrió cuando Eglón era rey (Juec. 3:12-31); y algunas veces Moab estuvo bajo el dominio de Israel, como ocurrió durante el reinado de David (2 Sam. 8:2).
La Piedra
Moabita, hallada en las ruinas de Dibón en 1868, relata la opresión de Moab en
tiempos de Omri, el rey de Israel, y la sublevación de Moab bajo el mando de
Mesa, su rey. Mesa atribuye su victoria sobre Israel a la intervención de
Quemos, su Dios (ver la nota adicional de 2 Rey. 3).
Como todas las naciones. Los habitantes de Judá habían afirmado que su Dios
era superior a los dioses paganos y que podía librarlos. Pero ahora la
desgracia de Judá parecía negar esta afirmación. Los moabitas se alegraban con
maligno deleite frente a la triste situación de sus vecinos del oeste.
9. Abro el lado de Moab. Es decir, dejar al descubierto el flanco de Moab
para que los enemigos entraran. Por su ubicación en una elevada meseta con
empinados accesos, los enemigos de Moab no podían llegar fácilmente a ella.
Pero si las ciudades de la frontera caían, el resto del país pronto sucumbiría
también.
Bet-jesimot. Ciudad ubicada a unos 4 km. al noreste del punto donde el Jordán desemboca en el mar Muerto. El lugar lleva ahora el nombre de Tell el-'Azeimeh. Baal-meón. Aldea situada a unos 15 km. al oeste del mar Muerto, cerca de su extremo norte, llamada ahora Ma'in. Quiriataim. Aldea situada a unos 16 km. al suroeste de Baal-meón, llamada ahora Qereiyat.
Todas las
ciudades nombradas pertenecían 695 a la región que Sehón y Og habían tomado de
los moabitas siglos antes. A su vez, los israelitas arrebataron este territorio
a los amorreos, cuando entraron en Canaán y permanecieron allí por largo
tiempo. Cuando el poderío de Israel decayó, Moab tomó otra vez esa región. Es
probable que se nombre esas ciudades aquí en vista de que una vez habían sido
posesión de Israel.
10. Hijos del oriente. Ver com. vers. 4. Para que no haya. La frase que comienza aquí debería llegar hasta el fin del vers. 11. La división de los versículos dificulta la comprensión.
12. Edom. Los edomitas eran descendientes de Esaú, hermano
mayor de Jacob. La hostilidad entre Israel y Edom se remonta al tiempo cuando
Esaú vendió su primogenitura a Jacob (Gén. 25: 29-34). A Israel se le había
advertido específicamente que no debía aborrecer "al edomita" (Deut.
23: 7); sin embargo, la hostilidad persistía.
13. Temán. No se ha identificado exactamente su ubicación. Algunos han pensado que se trataba de una ciudad cerca de Petra, de un distrito, o de un nombre para Edom. Los habitantes de Temán eran renombrados por su sabiduría (Jer. 49: 7; Abd. 8, 9). Dedán. Tribu que vivía cerca del oasis el 'Ola en el oeste de Arabia.
14. En manos de mi pueblo. Esta frase sugiere que el castigo divino contra Edom
habría de cumplirse por mano de los israelitas. Algunos han señalado el
cumplimiento de esta predicción en tiempos de los Macabeos, cuando Juan Hircano
conquistó a los idumeos (Josefo, Antigüedades xiii.g. 1) y los obligó a
circuncidarse en señal de que formaban parte del pueblo Judío. Sin embargo, es más
probable que esta parte de la profecía había de cumplirse en relación con los
planes de Dios para el reino restaurado de Israel. Este nuevo Estado finalmente
destruiría a todos sus enemigos (cap. 38; 39).
15. Los filisteos. Con referencia a su origen, ver com. Gén. 10: 14;
21: 32; Jos. 13: 2; t. 11, pp.29, 25, 36. Otras profecías contra los filisteos
aparecen en com. Isa. 14: 29-32; ver también Jer. 47; Amós 1: 6-8; Sof. 2: 4-7.
16. Los cereteos. Es probable que esta tribu viviera en la costa, al sur de los filisteos (ver com. 1 Sam. 30: 14; cf. Sof. 2: 5). Destruiré el resto. Los filisteos han desaparecido, pero al menos un remanente de Israel habría de sobrevivir (Isa. 1: 9). 4CBA/Ministerio Hno. Pio
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