Ezequiel 36. Los Montes De Israel Consolados: Israel Desolado Debería Ser Reedificado (1-15). Un Reavivamiento Espiritual, Base Del Nuevo Reino. El profeta repasa brevemente la historia de Israel a fin de mostrar que la restauración no se debería a ningún mérito de la nación, sino sería por causa del nombre de Dios. (16-38).
En
este punto, Ezequiel deja de pronunciar un mensaje de castigo para Israel y las
naciones vecinas, y dirige palabras de ánimo a sus compatriotas.
Desde
la caída de Israel, los enemigos habían gozado burlándose a expensas del pueblo
de Dios. Esta situación no había de continuar.
“Porque
según las leyes espirituales. La gente, los pueblos cosechan su siembra. En éste
caso los enemigos cosecharían la afrenta y encono que dirigieron a su pueblo”.
Israel
volvería a revivir otra vez, a ser una nación. Aun la gracia de Dios se manifestaría….
Su Espíritu les daría un nuevo corazón, una nueva forma de ver la realidad. Y se
avergonzarían de su vida pasada. Y todo fue real cuando volvieron los cautivos.
Y en lo espiritual se cumplió mas definidamente con el ministerio de Jesús con
todos los que le recibieron.
En más
detalles, éste capítulo: Vers. (1-7) La tierra de Israel es consolada tanto por
la destrucción próxima de sus enemigos, quienes la vilipendiaron, (8-15) como
por las bendiciones que Dios le promete. (16-20) Israel es rechazado por sus
pecados, (21-24) pero será restaurado sin que lo merezca. (25-38) Las
bendiciones del reino de Cristo.
1 TU, HIJO de hombre, profetiza a los montes de Israel, y di: Montes de Israel, oíd palabra de Jehová. 2 Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto el enemigo dijo de vosotros: ¡Ea! también las alturas eternas nos han sido dadas por heredad; 3 profetiza, por tanto, y di: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto os asolaron y os tragaron de todas partes, para que fueseis heredad de las otras naciones, y se os ha hecho caer en boca de habladores y ser el oprobio de los pueblos, 4 por tanto, montes de Israel, oíd palabra de Jehová el Señor: Así ha dicho Jehová el Señor a los montes y a los collados, a los arroyos y a los valles, a las ruinas y asoleamiento y a las ciudades desamparadas, que fueron puestas por botín y escarnio de las otras naciones alrededor; 5 por eso, así ha dicho Jehová el Señor: He hablado por cierto en el fuego de mi celo contra las demás naciones, y contra todo Edom, que se disputaron mi tierra por heredad con alegría, de todo corazón y con enconamiento de ánimo, para que sus expulsados fuesen presa suya.
6 Por tanto, profetiza sobre la tierra de Israel, y di a los montes y a los collados, y a los arroyos y a los valles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, en mi celo y en mi furor he hablado, por cuanto habéis llevado el oprobio de las naciones. 7 Por lo cual así ha dicho Jehová el Señor: Yo he alzado mi mano, he jurado que las naciones que están a vuestro alrededor han de llevar su afrenta.
8 Mas vosotros, oh montes de Israel, daréis vuestras ramas, y llevaréis vuestro fruto para mi pueblo Israel; porque cerca están para venir. 9 Porque he aquí, yo estoy por vosotros, y a vosotros me volveré, y seréis labrados y sembrados. 10 Y haré multiplicar sobre vosotros hombres, a toda la casa de Israel, toda ella; y las ciudades serán habitadas, y edificadas las ruinas. 11 Multiplicaré sobre vosotros hombres y ganado, y serán multiplicados y crecerán; y os haré morar como solíais antiguamente, y os haré mayor bien. que en vuestros principios; y sabréis que yo soy Jehová. 12 Y haré andar hombres sobre vosotros, a mi pueblo Israel; y tomarán posesión de ti, y les serás por heredad, y nunca más les matarás los hijos.
13 Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto dicen de vosotros: Comedora de hombres, y matadora de los hijos de tu nación has sido; 14 por tanto, no devorarás más hombres, y nunca más matarás a los hijos de tu nación, dice Jehová el Señor. 15 Y nunca más te haré oír injuria de naciones, ni más llevarás denuestos de pueblos, ni harás más morir a los hijos de tu nación, dice Jehová el Señor.
16 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 17 Hijo de hombre, mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la contaminó con sus caminos y con sus obras; como inmundicia de menstruosa fue su camino delante de mí. 18 Y derramé mi ira sobre ellos por la sangre que derramaron sobre la tierra; porque con sus ídolos la contaminaron. 19 Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tierras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué. 20 Y cuando llegaron a las naciones adonde fueron, profanaron mi santo nombre, diciéndose de ellos: Estos son pueblo de Jehová, y de la tierra de él han salido.
21 Pero he tenido dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde fueron. 22 Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. 23 Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. 24 Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país.
25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. 28 Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios. 29 Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo multiplicaré, y no os daré hambre.
30 Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de los campos, para que nunca más recibáis oprobio de hambre entre las naciones. 31 Y os acordaréis de vuestros malos caminos, y de vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones. 32 No lo hago por vosotros, dice Jehová el Señor, sabedlo bien; avergonzaos y cubríos de confusión por vuestras iniquidades, casa de Israel.
33 Así ha dicho Jehová el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas. 34 Y la tierra asolada será labrada, en lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. 35 Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas. 36 Y las naciones que queden en vuestros alrededores sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y planté lo que estaba desolado; yo Jehová he hablado, y lo haré.
37 Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto; multiplicaré los hombres como se multiplican los rebaños. 38 Como las ovejas consagradas, como las ovejas de Jerusalén en sus fiestas solemnes, así las ciudades desiertas serán llenas de rebaños de hombres; y sabrán que yo soy Jehová. (Ezequiel 36).
1. Profetiza. En este punto, Ezequiel deja de pronunciar un
mensaje de castigo para Israel y las naciones vecinas, y dirige palabras de
ánimo a sus compatriotas. Desde la caída
de Israel, los enemigos habían gozado burlándose a expensas del pueblo de Dios.
Esta situación no había de continuar. Aunque Israel había sido humillado, y
estaba sufriendo el castigo de su rebelión, Dios todavía reconocía a los judíos
como pueblo suyo. El aparente triunfo de los enemigos del pueblo de Dios sería
pasajero. Aunque humillado y desvalido, Israel se levantaría más glorioso que
nunca.
Montes de Israel. Deben compararse las promesas de restauración que
aquí se presentan con las acusaciones que se dirigen a los montes de Israel en
el cap. 6.
2. Alturas eternas. Heb. bamoth 'olam, expresión muy parecida a gib'oth 'olam, "collados eternos" (Gén. 49: 26; Deut. 33: 15). Sin duda esta expresión es sinónima con "montes de Israel". La LXX reza "desolaciones eternas", como si el texto hebreo dijera shimemoth 'olam, frase que aparece en el cap. 35: 9.
Nos han sido dadas. Comparar cap. 25:3, 8, 15; 26:2; 35:10.
3. En boca de habladores. Comparar Deut. 28: 37; 1 Rey. 9: 7; Sal. 44: 14.
5. El fuego de mi celo. La misma expresión aparece en Sof. 3: 8; cf. Sof. 1:18.
Dios se atribuye emociones humanas a fin de que los hombres puedan entender.
7. Yo he alzado mi mano. En señal de juramento (cap. 20: 5). Han de llevar su afrenta. Israel había tenido que llevar la afrenta que los paganos le habían infligido (vers. 6). Ahora los paganos llevarían su propia vergüenza o afrenta. Esto no sería a modo de desquite, sino como resultado de sus propios pecados. Dios no hace acepción de personas. El pecado, dondequiera se lo encuentre, recibe su justa retribución. Israel había sufrido por sus pecados, y las naciones paganas, a su turno, sufrirían por los suyos.
8. Daréis vuestras ramas. La tierra de Israel, representada aquí por sus
montes, había de prepararse para el retorno de los exiliados. El pasto debía
brotar para alimentar a los animales, y los árboles debían dar fruto para alimentar
a los nuevos habitantes. Esta es una manera muy llamativa de describir la
seguridad del retorno de los exiliados.
Cerca están. Debe entenderse esta afirmación en un sentido
relativo. Probablemente quedaban todavía unos 50 años de los 70 predichos por
Jeremías Jer. 25: 11).
9. Yo estoy por vosotros. En pasajes anteriores se había presentado a Dios
como contrario a Israel (cap 5: 8; 13: 8).
Este cambio no indica que Dios había variado. Dios había castigado a Israel
por causa de sus pecados. Derramaría gracia sobre su pueblo si éste se
arrepentía.
10. Toda la casa de Israel. Dios tenía el propósito de que tanto Judá como
Israel regresaran del cautiverio. De nuevo habría de existir un reino unido y
próspero, donde se replantaran las viñas, se reconstruyeran las casas y se
renovaran los rebaños. Esta gloriosa perspectiva debía servir a Israel como
un incentivo para que aceptara la gracia ofrecida por Dios, y de ese modo se
efectuara un reavivamiento espiritual. Estas promesas eran sólo para un Israel regenerado (ver com. vers. 26).
11. Mayor bien. Estas promesas de abundantes bendiciones sólo se
cumplieron escasamente cuando Israel volvió del cautiverio. Dios deseaba
realizar mucho más que lo que alguna vez se realizó en la historia de Israel
después del exilio (PP. 28-32).
14. No devorarás más hombres. Este mensaje está dirigido a la tierra misma, no a
sus habitantes (ver Núm. 13: 32). Algunos han sugerido que los paganos que
vivían en torno de Palestina, que habían visto desarraigar primeramente a los
cananeos y después a los israelitas, atribuían supersticiosamente el fracaso de
estas naciones a algo inherente a la tierra misma. No reconocían que la
verdadera causa de la ruina era la mano de Dios que guiaba el destino de
hombres y naciones. Sin embargo, en la
edad de oro que anticipaba el profeta, el pueblo viviría seguro. No podría
repetirse más esa acusación.
16. Palabra, de Jehová. Los vers. 17-38 constituyen una profecía separada,
aunque estrechamente relacionada con la primera parte del capítulo. El profeta
repasa brevemente la historia de Israel a fin de mostrar que la restauración no
se debería a ningún mérito de la nación, sino sería por causa del nombre de
Dios.
17. La contaminó. Ver Núm. 35: 34. Con referencia a la
"inmundicia de monstruosa", ver Lev. 15: 19.
20. Profanaron mi santo nombre. La conducta de los israelitas y la desgracia que la
acompañó deshonraron a Yahweh ante los paganos, quienes naturalmente
entendieron que si el Dios de Israel no podía hacer nada más por sus seguidores,
no era mejor que los ídolos. Los paganos consideraban a Yahweh meramente como
el Dios nacional de los israelitas (Núm. 14: 16; Jer. 14: 9).
21. He tenido dolor. Dios se propone actuar debido al honor de su
nombre. Restablecerá a su pueblo, no
meramente por amor a ellos, pero por amor a su propio nombre.
22. No lo hago por vosotros. Por causa de su santo nombre, el Señor iba a
restablecer a su pueblo (cf. Exo. 32:12-14; Núm. 14: 13-20). El pueblo no debía
considerarse en modo alguno que era favorecido por el cielo. Dios había elegido
a la nación para que fuera el medio de realizar su propósito de salvar a todo
el mundo (PP. 28-32). Al aumento de privilegios acompañaba el aumento de
responsabilidades.
23. Delante de sus ojos. Algunos manuscritos, tanto hebreos como de la
antigua versión latina, dicen "delante de vuestros ojos" Las dos frases
son igualmente aceptables. Si se considera que se trata de "vuestros
ojos", se destaca la importante verdad de que sería necesario, en primer
lugar, que Dios fuera santificado a la vista de su pueblo, mediante un
arrepentimiento y una reforma, antes de que pudiera ser santificado a la vista
de los paganos. Su nombre había sido profanado entre los paganos por la vida
inconsecuente de su pueblo profeso. La restauración de Israel vindicaría el nombre
de Dios entre los paganos. En ese momento, se demostraría con toda claridad que
Yahweh no era como los débiles dioses de los paganos, sino que es omnipotente
(Deut. 28: 58; Mal. 1: 11).
25. Agua limpia. Sin duda se toma esta figura de las diversas
purificaciones ordenadas por la ley ceremonial (Núm. 8: 7; 19: 9, 17-18), en
las cuales se empleaba agua.
26. Corazón nuevo. En este versículo se presenta el meollo de la
enseñanza de Ezequiel. Las promesas de restauración dependían de la renovación espiritual
y moral del pueblo. Siempre, desde el Sinaí, Dios había procurado introducir
los principios del nuevo pacto, pero el pueblo se negaba a aceptarlos (ver com.
cap. 16: 60). Los israelitas no comprendían que sin la gracia divina y sin la
renovación del corazón no podían prestar la obediencia necesaria. Los profetas
constantemente intentaron elevar la vida espiritual del pueblo. En el pasaje
que se considera aquí, con todo fervor Ezequiel muestra a los cautivos que la
única base que puede existir para la restauración y el éxito futuro es el
"corazón nuevo". ¿Abandonarían al fin su justicia propia para aceptar
las gloriosas estipulaciones del nuevo pacto? ¿Cesarían en sus vanos esfuerzos
por establecer su propia justicia para aceptar la justicia de Dios? De ellos dependía aceptar el ofrecimiento. La
historia registra que no aceptaron lo que Dios les ofrecía y se pusieron aún
más intolerantes (ver PP. 34-36).
Existe
un grave peligro de que en nuestra época de tanta luz, los hombres todavía
escojan vivir bajo las condiciones del viejo pacto. Comprenden que la
obediencia es condición necesaria para obtener la salvación, pero sus esfuerzos
nacen de corazones no santificados.
Intentan hacer lo imposible. Se desaniman. Claman: "Miserable de
mí" (Rom. 7: 24). Si en ese momento de desesperación encuentran a Jesús,
él hace por ellos lo que "era imposible para la ley" (Rom. 8: 3). Cuando
Cristo vive en una persona, "la justicia de la ley" se cumple en
nosotros (Rom. 8: 4).
27. Haré que andéis. Ver com. cap. 11: 20.
28. Me seréis por pueblo. La condición para que se cumpliera esta promesa era la pureza espiritual ya descrita. Si se hubiera efectuado el reavivamiento necesario, Israel habría vivido en forma permanente en el país. Jerusalén habría existido para siempre. Desde allí habría salido la paloma de la paz que habría traído a todo el mundo bajo la influencia de la verdadera religión (ver DTG 530; CS 21).
La palabra: "Me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros
por Dios" (ver Eze. 11: 20; cf. Jer. 7:23; 11: 4; 30: 22), describen las
consecuencias del pacto que Dios proponía a Israel. Este pacto significaba más
que independencia y prosperidad de la nación. Incluía el plan de convertir a
Israel en el núcleo espiritual de un programa misionero mundial. El rechazo del
pacto (Mat. 21: 43) dio por resultado la eliminación de este privilegio
espiritual. No implicaba necesariamente que los judíos nunca establecerían un estado
político independiente. De ningún modo puede entenderse que estas antiguas
predicciones han hallado su cumplimiento en el establecimiento del actual
Estado de Israel. Tampoco se cumplirían estas profecías si hubiera un retorno
masivo de los judíos a Palestina. Jesús afirmó positivamente (Mat. 21: 43) que
la promesa del pacto había sido dada a otra "gente", es decir, a la
iglesia cristiana. Por medio de ella Dios obra ahora para evangelizar al mundo
(Rom. 2: 28-29; 9: 6; Gál. 3: 29; PP. 35-38).
29. De todas vuestras inmundicias. Se promete la gracia divina para que no haya una
reincidencia en las antiguas prácticas. Esta vivencia demanda la renovación
diaria de la consagración, una recepción cotidiana de nuevas fuerzas
espirituales, y el mantenimiento de una constante vigilancia contra el enemigo.
30. Multiplicaré asimismo el fruto. Israel podría haber recibido estas bendiciones temporales
cuando entró en Canaán (Deut. 28: 3-6). El pecado produjo sequía y hambre. Estas
promesas no se aplican en forma tan directa o literal a los cristianos de hoy
como a los israelitas de antaño. En aquellos tiempos Dios actuaba con una
nación geográficamente aislada. La prosperidad de la nación había de ser una
lección objetiva para las otras naciones. Hoy día los cristianos están
esparcidos en todos los países y comparten las calamidades que ocurren en sus
respectivas naciones. Sin embargo, Dios no olvida a su pueblo en los desastres.
Con frecuencia interviene para protegerlo y bendecirlo.
31. Os avergonzaréis. Ver com. cap. 20: 43. Cuando se abran los portales
del cielo para que entren allí quienes han guardado la verdad, habrá otra vez
un sentimiento de gran indignidad. Cuando los redimidos contemplen las glorias
que sobrepasan a toda imaginación humana, echarán sus coronas al pie de su
Redentor y le rendirán todo honor a él (PE 288).
32. No lo hago por vosotros. Ver com. vers. 22.
35. Como huerto del Edén. Palestina recibiría tales bendiciones que su
esplendidez y prosperidad se asemejarían a las del huerto del Edén. El
cumplimiento de esta promesa también dependía de que el pueblo fuera fiel y
obediente. No pudo cumplirse por la apostasía de Israel. Sin embargo, ningún
fracaso humano puede frustrar el eterno propósito de Dios. "Al Israel
espiritual le han sido devueltos los privilegios que fueron concedidos al
pueblo de Dios cuando se le libertó de Babilonia" (PR 527). Los redimidos
pronto habrán de habitar la "tierra nueva" (Apoc. 21: 1) que se
asemejará al huerto del Edén en hermosura y fertilidad.
36. Las naciones que queden. Ezequiel describe las condiciones que podrían haber existido. Era el plan divino que por medio de la restauración de Israel pudiera darse al mundo una demostración de la bondad y de la benevolencia del verdadero Dios, a fin de que las naciones pudieran ser atraídas y tuvieran la oportunidad de formar parte de un nuevo sistema de gobierno espiritual.
Desgraciadamente,
los judíos que volvieron del exilio crearon una impresión completamente
diferente. Otras naciones, en vez de ser
atraídas, fueron inducidas a blasfemar al Dios a quien esos rebeldes pretendían
adorar (ver PP. 33-34).
Hoy
día la situación es un tanto diferente. En vez de tener a una nación
aislada como ejemplo de las ventajas del plan divino, Dios pide a cada
cristiano que haga tan atractiva su vida como para que otros sean inducidos a
buscar al Dios a quien adoran los cristianos.
37. Seré solicitado. Anteriormente Dios había rehusado escuchar (cap. 14:
3-4; 20: 3). Pero habría de llegar el momento cuando "la casa de
Israel", purificada en cuerpo y en espíritu, comprendería su dependencia
de Dios y lo buscaría para lograr el consejo y la conducción sin los cuales
sería imposible que como nación lograran el elevado destino que les aguardaba
(ver PP. 28-32).
38. Las ovejas de Jerusalén. Se compara a la densa población que Palestina habría de tener con los grandes rebaños que se sacrificaban en Jerusalén durante las importantes fiestas anuales. Sabrán. Este estribillo tan común en Ezequiel se comenta en el cap. 6: 7. Aparece cuatro veces en el cap. 36 (vers. 11, 23, 36, 38). 4CBA/Ministerio Hno. Pio
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