miércoles, agosto 13, 2025

236. MI ESCUDO

Mas tú, Jehová, eres mi escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Sal. 3:3.

Para entender el salmo de hoy, necesitamos conocer las circunstancias en que David lo escribió. Estaba huyendo de sus enemigos. 

¿Sabes quién lideraba el ejército de sus perseguidores? Su propio hijo, Absalón.

Casi cercado por sus enemigos, el salmista subió al Monte de los Olivos y allí lloró amargamente, iba con la cabeza cubierta y los pies descalzos. 

La causa de su dolor no eran tan solo las circunstancias críticas que su gobierno enfrentaba, sino la tristeza de ver a un hijo rebelde, sin escrúpulos y con ansias de poder.

¿Qué te dice a ti este salmo, si tu corazón sufre por la rebeldía de un hijo? 

¿Qué mensaje encuentras en este texto, si tus enemigos levantaron un cerco can grande a tu alrededor al punto de que ellos dicen: “No hay para él salvación en Dios”? 

¿Cuál es el drama que tú estás enfrentando hoy? ¿Qué dificultad parece no tener solución? ¿Es en el hogar? ¿En el trabajo? ¿En el colegio? ¿En tu mundo interior?

Observa lo que David, en lágrimas, dice al Señor: “Mas tú, Jehová, eres mi escudo”. Nota el “mas” al inicio del pasaje. El hecho de que el Señor sea tu escudo, no quiere decir que tú no vas a enfrentar problemas. En este mundo siempre habrá dificultades. 

La vida es el arte de solucionar problemas. Pero el Señor estará contigo.

El hecho de que el Señor sea tu escudo, tampoco significa que tú no tendrás enemigos. Siempre habrá personas tratando de atacarte sin motivo.

 ¿Qué utilidad tendría el escudo si no hubiese flechas envenenadas de las cuales protegerse? 

En la guerra, en las luchas, en la batalla y en medio de los tiros,

 es donde tú descubres el valor del escudo. 

El Señor es tu escudo. Pueden venir ataques de todos lados, pero en Jesús estarás siempre seguro.

La confianza de David en el Señor como su escudo, lo llevaba a alabar. 

Tú eres “mi gloria”, decía, y el rey descubrió otra realidad divina. 

Cuando tú alabas, incluso en medio de las dificultades, el dolor disminuye y tú comienzas a darte cuenta de que hay solución aun para las adversidades más crueles.

Por eso hoy, antes de enfrentar los desafíos que la vida te presenta, a pesar de las adversidades, di en tu corazón: “Mas tú, Jehová, eres mi escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza”.

Alejandro Bullón

MHP

235. ESCUCHA LA REPRENSIÓN

La reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio. Prov. 17:10.

La ley judaica permitía darle al hijo rebelde 40 azotes. La figura de “cien azotes” que se menciona en el texto de hoy apenas es una referencia a la inutilidad de cualquier intento de instruir al insensato.

En hebreo existen por lo menos tres palabras para referirse al necio, kesyi, que significa estúpido, torpe, que se refiere al depravado moral y nabal, el testarudo, obstinado, como un animal que no cede, inflexible. 

Evidentemente, el insensato es una mezcla de todas esas características. El texto de hoy se refiere a la insensibilidad de algunas personas. Gente dominada por una obstinación que asusta en el modo de vivir, aun sabiendo que las cosas no funcionan de ese modo.

William E. Henley, en su famoso poema “Invictus”, dice: “Yo soy dueño de mi destino, el capitán de mi alma”. ¿Hasta qué punto eso es verdad? 

Satanás dijo a Eva en el jardín: “Seréis como Dios”. 

Y la humanidad de nuestros días parece creer en él. Es asombrosa la cantidad de publicaciones que hablan de la “fuerza interior”, la “energía propia”, y el “aura personal”. 

Jesús contradice todo eso, al afirmar: “Sin mí, nada podéis hacer”.

El texto de hoy muestra el peligro que envuelve la autosuficiencia y la falta de respeto a las instrucciones divinas. Llega el momento en que la criatura se endurece. 

Ni cien azotes son capaces de hacer que vuelva de su mal camino.

El filósofo Curtis acostumbraba a decir: “un caballo es gobernado hasta por la punta del látigo”. El cuadro que el versículo de hoy presenta es de seres humanos que en su rebeldía se volvieron peor que los animales. 

San Pablo se refiere de la siguiente manera a ese tipo de personas: “envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras de hombres corruptos de entendimiento, privados de la verdad”.

Presta atención a los consejos divinos. Haz de este día un día de obediencia. 

Prueba la fórmula divina para el éxito. Nadie que lo hizo quedó chasqueado.

Ante ti hay un nuevo día, lleno de desafíos. Enfréntalos en nombre de Dios, sabiendo que “la reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio”.

Alejandro Bullón

MHP