CAPITULO 13. UN SIGNO DE GRANDEZA (116-128)
(Éste Capítulo Está Basado En San Lucas 18:9-14).
CRISTO dirigió la parábola del fariseo y
del publicano a "unos que confiaban de sí mismos como justos, y
menospreciaban a los otros".
EL
FARISEO SUBE AL TEMPLO A ADORAR, no porque sienta que es un pecador que necesita
perdón, sino porque se cree justo, y espera ganar alabanzas. Considera su culto
como un acto de mérito que lo recomendará a Dios.
AL
MISMO TIEMPO,
su culto dará a la gente un alto concepto de su piedad. Espera asegurarse el
favor de Dios y del hombre. Su culto es impulsado por el interés propio.
Y
ESTÁ LLENO DE ALABANZA PROPIA. Lo denota en su apariencia, en su forma de andar y
en su forma de orar.
APARTÁNDOSE DE LOS DEMÁS, como para decir: "No te llegues a mí, que soy más santo que tú", Isaías 65:5.
SE
PONE EN PIE Y ORA "CONSIGO". Con una completa
satisfacción propia, piensa que Dios y los hombres lo consideran con la misma
complacencia.
"DIOS,
te doy gracias -dice-, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano". Juzga su carácter, comparándolo,
no con el santo carácter de Dios, sino con el de otros hombres. Su mente se vuelve
de Dios a la humanidad. Este es el secreto de su satisfacción propia.
SIGUE
REPASANDO SUS BUENAS OBRAS: "Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que poseo". La religión del fariseo no alcanza al alma. No está buscando la
semejanza del carácter divino, un corazón lleno de amor 117 y misericordia. Está
satisfecho con una religión que tiene que ver solamente con la vida externa. Su
justicia es la suya propia, el fruto de sus propias obras, y juzgada por una
norma humana.
CUALQUIERA
QUE CONFÍE EN QUE ES JUSTO, Despreciará A Los Demás. Así como el fariseo
se juzga comparándose con los demás hombres, juzga a otros comparándolos
consigo. Su justicia es valorada por la de ellos, y cuanto peores sean, tanto
más justo aparecerá él por contraste. Su justicia propia lo induce a acusar.
CONDENA A
"LOS OTROS HOMBRES" como transgresores de la ley de Dios. Así está manifestando el
mismo espíritu de Satanás, el acusador de los hermanos. Con este espíritu le es
imposible ponerse en comunión con Dios. Vuelve a su casa desprovisto de la
bendición divina.
EL
PUBLICANO HABÍA IDO AL TEMPLO CON OTROS ADORADORES, pero pronto se
apartó de ellos, sintiéndose indigno de unirse en sus devociones. Estando en
pie lejos, "no quería ni aun alzar
los ojos al cielo, sino que hería su pecho" con amarga angustia y
aborrecimiento propio. Sentía que había obrado contra Dios; que era pecador y
sucio. No podía esperar misericordia, ni aun de los que lo rodeaban, porque lo
miraban con desprecio.
SABÍA que no tenía ningún
mérito que lo recomendara a Dios, y con una total desesperación clamaba:
"Dios, sé propicio a mí pecador". No se comparaba con los otros. Abrumado
por un sentimiento de culpa, estaba como si fuera solo en la presencia de Dios.
Su
Único Deseo
era el
perdón y la paz, su único argumento era la misericordia de Dios.
Y
Fue Bendecido. "Os digo -dice Cristo- que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro".
EL
FARISEO Y EL PUBLICANO Representan Las Dos Grandes Clases En Que Se Dividen Los
Que Adoran A Dios. Sus dos primeros representantes son los dos
primeros niños que nacieron en el mundo.
CAÍN
se
creía justo, y sólo presentó a Dios una ofrenda de agradecimiento. No hizo
ninguna confesión de pecado, y no reconoció ninguna necesidad de misericordia.
118
ABEL, en cambio, se
presentó con la sangre que simbolizaba al Cordero de Dios. Lo hizo en calidad
de pecador, confesando que estaba perdido; su única esperanza era el amor
inmerecido de Dios.
Dios apreció la ofrenda de
Abel, pero no tomó en cuenta a Caín ni a la suya.
LA SENSACIÓN de la necesidad, el reconocimiento de nuestra pobreza y pecado, es la
primera condición para que Dios nos acepte. "Bienaventurados los pobres
en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos". Mateo 5:3.
EN
LA HISTORIA
DEL APÓSTOL PEDRO hay una lección
para cada una de las clases representadas por el fariseo y el publicano. Pedro
se conceptuaba fuerte al comienzo de su discipulado. Como el fariseo, en su
propia estima no era "como los otros hombres". Cuando Cristo, la
víspera de ser traicionado, amonestó de antemano a sus discípulos: "Todos seréis escandalizados en mí
esta noche", Pedro le dijo confiadamente: "Aunque todos sean
escandalizados, mas no yo". Marcos 14:27,29.
Pedro no conocía el peligro que
corría, y lo descarrió la confianza propia. Se creyó capaz de resistir la
tentación; pero pocas horas después le vino la prueba, y con maldiciones y
juramentos negó a su Señor.
Cuando el canto del gallo le hizo
recordar las palabras de Cristo, sorprendido y emocionado por lo que acababa de
hacer, se volvió y miró a su Maestro. En ese momento Cristo miró a Pedro, y
éste se comprendió a sí mismo ante la triste mirada, en la que se mezclaban la
compasión y el amor hacia él. Salió y lloró amargamente, pues aquella mirada de
Cristo quebrantó su corazón. Pedro había llegado al punto de la conversión, y
amargamente se arrepintió de su pecado. Fue semejante al publicano en su
contrición y arrepentimiento, y como éste, también alcanzó misericordia. La
mirada de Cristo le dio la seguridad del perdón.
ENTONCES
DESAPARECIÓ SU CONFIANZA PROPIA. Nunca más se repitieron sus antiguas aseveraciones jactanciosas.
DESPUÉS DE
SU RESURRECCIÓN, Cristo probó tres veces a 119 Pedro. "Simón, hijo de Jonás -le
dijo-, ¿me amas más que éstos?" Pedro no se ensalzó entonces por
encima de sus hermanos, sino que apeló a Aquel que podía leer su corazón. "Señor -dijo-, tú sabes todas las
cosas; tú sabes que te amo". Juan 21:15,17.
ENTONCES
RECIBIÓ SU COMISIÓN. Le fue designada una obra más amplia y delicada de la que le
había tocado antes. Cristo le ordenó apacentar las ovejas y los corderos. Al
confiar así a su mayordomía las almas por las cuales el Salvador había depuesto
su propia vida, Cristo dio a Pedro la mayor prueba de confianza en su
rehabilitación.
El
Discípulo Que Una Vez Fuera Inquieto, Jactancioso, lleno de confianza propia, se había vuelto sumiso y
contrito. Desde entonces siguió a su Señor con abnegación y sacrificio propio. Participó
de los sufrimientos de Cristo; y cuando Cristo se siente en el trono de su
gloria, Pedro participará de su gloria.
HOY DÍA El Mal Que Provocó La Caída De Pedro Y Que Apartó Al Fariseo De La Comunión Con Dios, Está Ocasionando La Ruina De Millares.
No Hay Nada Que Ofenda Tanto A Dios, O Que Sea Tan Peligroso
Para El Alma Humana, Como El Orgullo Y La Suficiencia Propia. De Todos Los
Pecados Es El Más Desesperado, El Más Incurable.
LA CAÍDA DE PEDRO No Fue Instantánea, Sino
Gradual. La Confianza Propia Lo Indujo A Creer Que Estaba Salvado, Y Dio Paso
Tras Paso En El Camino Descendente Hasta Que Pudo Negar A Su Maestro.
NUNCA podemos con seguridad poner
la confianza en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo,
hemos de sentir que nos encontramos seguros contra la tentación.
NUNCA Debe Enseñarse A Los Que
Aceptan Al Salvador, Aunque Sean Sinceros En Su Conversión, A Decir O Sentir
Que Están Salvados. Eso Es Engañoso.
DEBE
ENSEÑARSE a todos a acariciar la esperanza y la fe;
pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos
fuera del alcance 120 de la
tentación.
LA
PALABRA DE DIOS DECLARA: "Muchos
serán limpios, y emblanquecidos, y purificados". Daniel 12:10. Sólo el
que soporte la prueba, "recibirá la
corona de vida". Santiago 1:12.
LOS QUE
ACEPTAN A CRISTO y dicen en su primera fe: "Soy salvo", están en peligro
de confiar en sí mismos. Pierden de vista su propia debilidad y constante necesidad
de la fortaleza divina. No están preparados para resistir los ardides de
Satanás, y cuando son tentados, muchos, como Pedro, caen en las profundidades
del pecado. Se nos amonesta: "El
que piensa estar firme, mire no caiga". 1 Cor. 10:12.
NUESTRA
ÚNICA SEGURIDAD está en desconfiar
constantemente de nosotros mismos y confiar en Cristo.
FUE
NECESARIO que Pedro
conociera sus propios defectos de carácter, y su necesidad del poder y la
gracia de Cristo. El Señor no podía librarlo de la prueba, pero sí podía
salvarlo de la derrota.
SI PEDRO hubiese estado dispuesto a
recibir la amonestación de Cristo, hubiera velado en oración. Habría caminado
con temor y temblor para que sus pies no tropezaran, y habría recibido la ayuda
divina para que Satanás no venciera.
PEDRO CAYÓ
DEBIDO A SU SUFICIENCIA PROPIA; y fue restablecido de nuevo debido a su arrepentimiento y
humillación.
TODO PECADOR ARREPENTIDO puede encontrar
estímulo en el relato de este caso. Pedro no fue abandonado, aunque
había pecado gravemente. Sobre su alma se habían grabado las palabras de
Cristo: "Yo he rogado por ti que tu
fe no falte". Lucas 22:32.
En la amarga agonía de su
remordimiento le dieron esperanza esa oración y el recuerdo de la mirada de
amor y piedad de Cristo. Cristo se acordó de Pedro después de su resurrección y
le dio al ángel el mensaje para las mujeres: "Id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que
vosotros a Galilea: allí le veréis". Marcos 16:7.
EL
ARREPENTIMIENTO DE PEDRO fue aceptado por el Salvador que perdona los pecados. Y la misma
compasión que se prodigó para rescatar a 121 Pedro, se extiende a cada alma que
ha caído bajo la tentación.
LA TRETA
ESPECIAL DE SATANÁS es inducir al hombre a pecar, y luego abandonarlo impotente y
temblando, temeroso de buscar el perdón. Pero, ¿por qué hemos de temer, cuando
Dios ha dicho: "Echen mano esos
enemigos de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz
conmigo!"? Isaías 27:5.
Se Ha Hecho Toda La Provisión Posible Para Nuestras Debilidades;
Se Ofrece Todo Estímulo A Los Que Van A
Cristo.
CRISTO
OFRECIÓ SU CUERPO QUEBRANTADO para
comprar de nuevo la herencia de Dios, a fin de dar al hombre otra oportunidad. "Por lo cual puede también salvar
eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos". Hebreos 7:25.
CRISTO
Intercede Por La Raza Perdida Mediante Su Vida
Inmaculada, su obediencia y su muerte
en la cruz del Calvario. Y ahora, no como un mero suplicante, intercede por
nosotros el Capitán de nuestra salvación, sino como un Conquistador que reclama
su victoria.
SU OFRENDA ES COMPLETA, y como Intercesor nuestro ejecuta la obra que él mismo se señaló, sosteniendo delante de Dios el incensario que contiene sus méritos inmaculados y las oraciones, las confesiones y las ofrendas de agradecimiento de su pueblo. Ellas, perfumadas con la fragancia de la justicia de Cristo, ascienden hasta Dios en olor suave.
La
ofrenda se hace completamente aceptable, y el perdón cubre toda transgresión.
CRISTO SE
ENTREGÓ A Sí Mismo Para Ser Nuestro Sustituto Y Nuestra Seguridad, Y No
Descuida A Nadie. Él no podría ver a los seres humanos expuestos a la ruina eterna
sin derramar su alma hasta la muerte en favor de ellos, y considerará con
piedad y compasión a toda alma que comprenda que no puede salvarse a sí misma.
NO MIRARÁ A
NINGÚN SUPLICANTE TEMBLOROSO SIN LEVANTARLO. El que mediante su propia
expiación proveyó para el hombre un caudal infinito de poder moral, no dejará
de emplear ese poder en nuestro 122 favor. Podemos llevar nuestros pecados y
tristezas a sus pies, pues él nos ama. Cada una de sus miradas y palabras
estimulan nuestra confianza. El conformará y modelará nuestro carácter de
acuerdo con su propia voluntad.
TODAS las fuerzas satánicas no tienen
poder para vencer a un alma que con fe sencilla se apoya en Cristo. "El da esfuerzo al cansado, y
multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas". Isaías 40:29.
"Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros
pecados, y nos limpie de toda maldad".
EL SEÑOR
DICE: "Conoce empero tu maldad, porque
contra Jehová tu Dios has prevaricado". "Esparciré sobre vosotros
agua limpia, y seréis limpiado de todas vuestras inmundicias; y de todos
vuestros ídolos, os limpiaré". Jeremías 3:13; Ezequiel 36:25.
PERO DEBEMOS
TENER UN CONOCIMIENTO DE NOSOTROS MISMOS, un conocimiento que nos lleve a
la contrición, antes de que podamos encontrar perdón y paz. El fariseo no
sentía ninguna convicción de pecado. El Espíritu Santo no podía obrar en él. Su
alma estaba revestida de una armadura de justicia propia que no podía ser
atravesada por los aguzados y bien dirigidos dardos de Dios arrojados por manos
angélicas.
CRISTO Puede
Salvar Únicamente Al Que Reconoce Que Es Pecador. El vino "para sanar a
los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los
ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados". Pero "los
que están sanos no necesitan médico". Lucas 4:18; 5:31.
DEBEMOS conocer nuestra verdadera
condición, pues de lo contrario no sentiremos nuestra necesidad de la ayuda de
Cristo.
DEBEMOS comprender nuestro peligro, pues
si no lo hacemos, no huiremos al refugio.
DEBEMOS sentir el dolor de nuestras
heridas, o no desearemos curación.
El Señor dice: "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido y no tengo
necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y
pobre y ciego y desnudo; yo te amonesto que de mí compres oro afinado 123 en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras
blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y unge tus ojos
con colirio, para que veas". Apoc. 3:17,18.
EL
ORO afinado en el fuego es la fe que obra por el amor. Sólo
esto puede ponernos en armonía con Dios. Podemos ser activos, podemos hacer
mucha obra; pero sin amor, un amor tal como el que moraba en el corazón de
Cristo, nunca podremos ser contados en la familia del cielo.
NINGÚN
HOMBRE por sí
mismo puede comprender sus errores. "Engañoso
es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?"
Jeremías 17:9.
QUIZÁ LOS
LABIOS expresen
una pobreza de alma que no reconoce el corazón. Mientras se habla a Dios de
pobreza de espíritu, el corazón quizá está henchido con la presunción de su
humildad superior y justicia exaltada.
HAY
Una Sola Forma en que podemos obtener un verdadero conocimiento del yo.
DEBEMOS contemplar
a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los hombres a exaltarse
en su justicia propia.
CUANDO Contemplemos Su Pureza Y Excelencia, veremos nuestra propia debilidad,
nuestra pobreza y nuestros defectos tales cuales son. Nos veremos perdidos y
sin esperanza, vestidos con la ropa de la justicia propia, como cualquier otro
pecador.
VEREMOS que si alguna vez nos salvamos, no será por
nuestra propia bondad, sino por la gracia infinita de Dios.
LA
ORACIÓN
del
publicano fue oída porque mostraba una dependencia que se esforzaba por asirse
del Omnipotente.
EL
YO
no era sino
vergüenza para el publicano.
Así también debe ser para todos los que
buscan a Dios. Por fe, la fe que renuncia a toda confianza propia, el
necesitado suplicante ha de aferrarse del poder infinito.
NINGUNA ceremonia exterior puede
reemplazar a la fe sencilla y a la entera renuncia al yo.
PERO NINGÚN
HOMBRE puede despojarse
del yo por sí mismo. Sólo podemos consentir que Cristo haga esta obra.
ENTONCES el lenguaje del 124 alma será: Señor, toma mi corazón; porque
yo no puedo dártelo. Es tuyo, manténlo puro, porque yo no puedo mantenerlo por
ti. Sálvame a pesar de mi yo, mi yo débil y desemejante a Cristo. Modélame, fórmame, elévame a una atmósfera
pura y santa, donde la rica corriente de tu amor pueda fluir por mi alma.
NO SÓLO al comienzo de la vida cristiana
ha de hacerse esta renuncia al yo. Ha de renovársela a cada paso que se dé
hacia el cielo.
TODAS nuestras buenas obras dependen de un poder que está fuera
de nosotros. Por lo tanto, debe haber un continuo anhelo del corazón en pos de
Dios, y una continua y ferviente confesión de los pecados que quebrante el
corazón y humille el alma delante de él. Únicamente podemos caminar con
seguridad mediante una constante renuncia al yo y dependencia de Cristo.
MIENTRAS MÁS
NOS ACERQUEMOS A JESÚS, y más claramente apreciemos la pureza de su carácter, más claramente
discerniremos la excesiva pecaminosidad del pecado, y menos nos sentiremos
inclinados a ensalzarnos a nosotros mismos.
Aquellos A Quienes El Cielo Reconoce Como Santos Son Los
Últimos En Alardear De Su Bondad.
EL APÓSTOL
PEDRO llegó a ser
fiel ministro de Cristo, y fue grandemente honrado con la luz y el poder
divinos; tuvo una parte activa en la formación de la iglesia de Cristo; pero
Pedro nunca olvidó la terrible vicisitud de su humillación; su pecado fue
perdonado; y sin embargo, él bien sabía que para la debilidad de carácter que
había ocasionado su caída sólo podía valer la gracia de Cristo. No encontraba
en sí mismo nada de que gloriarse.
Ninguno De
Los Apóstoles O Profetas Pretendió Jamás Estar Sin Pecado.
LOS HOMBRES
QUE HAN VIVIDO MÁS CERCA DE DIOS, que han estado dispuestos a sacrificar la vida misma antes que
cometer a sabiendas una acción mala, los hombres a los cuales Dios había
honrado con luz y poder divinos, han confesado la pecaminosidad de su propia
125 naturaleza.
NO HAN PUESTO
SU CONFIANZA EN LA CARNE, no han pretendido tener ninguna justicia propia, sino que han
confiado plenamente en la justicia de Cristo. Así harán todos los que
contemplen a Cristo.
EN CADA PASO
QUE DEMOS EN LA VIDA CRISTIANA, se ahondará nuestro arrepentimiento. A aquellos a quienes el
Señor ha perdonado y a quienes reconoce como su pueblo, él les dice: "Os acordaréis de vuestros malos
caminos, y de vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de
vosotros mismos por vuestras iniquidades". Ezequiel 36:31.
Otra Vez Él Dice: "Confirmaré mi pacto contigo, y sabrás que yo soy Jehová; para que te acuerdes, y te avergüences, y nunca más abras la boca a causa de tu vergüenza, cuando me aplacare para contigo de todo lo que hiciste, dice el Señor Jehová". Ezequiel 16:62,63.
ENTONCES NUESTROS LABIOS NO SE ABRIRÁN EN
GLORIFICACIÓN PROPIA. Sabremos
que únicamente Cristo es nuestra suficiencia. Haremos nuestra la confesión del
apóstol: "Yo sé que en mí (es a
saber, en mi carne) no mora el bien". "Lejos esté de mí gloriarme,
sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es
crucificado a mí, y yo al mundo." Rom. 7:18; Gal. 6:14.
EN
ARMONÍA CON ESTO SE DA LA ORDEN: "Ocupaos
en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros
obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Filipenses
2:12,13. Dios no os manda temer que él
dejará de cumplir sus promesas, que se cansará su paciencia, o que llegará a
faltar su compasión.
TEMED que vuestra voluntad no sea
mantenida sujeta a la de Cristo, que nuestros rasgos de carácter hereditarios y
cultivados rijan vuestra vida. "Dios es el que en vosotros obra así el
querer como el hacer, por su buena voluntad".
TEMED que el yo se interponga entre vuestra
alma y el gran Artífice.
TEMED que la voluntad propia malogre el
elevado propósito que Dios desea alcanzar mediante vosotros.
TEMED confiar en vuestra propia fuerza,
temed retirar vuestra mano de la mano de Cristo, 126 e intentar recorrer el
camino de la vida sin su presencia constante.
DEBEMOS
EVITAR TODO LO QUE ESTIMULE EL ORGULLO Y LA SUFICIENCIA PROPIA; por lo tanto, debemos estar apercibidos para
no dar ni recibir lisonjas o alabanzas.
LA
ADULACIÓN ES OBRA DE SATANÁS. Él se ocupa tanto en adular como en acusar y
condenar, y así procura la ruina del alma.
LOS
QUE ALABAN A LOS HOMBRES son usados como agentes por Satanás. Alejen de sí
las palabras de alabanza los obreros de Cristo. Sea ocultado el yo.
SÓLO
CRISTO DEBE SER EXALTADO. Diríjase todo ojo, y ascienda alabanza de todo
corazón "al que nos amó, y nos ha
lavado de nuestros pecados con su sangre". Apoc. 1:5.
LA VIDA que abriga el temor de Jehová no
será una vida de tristeza y oscuridad. La ausencia de Cristo es la que
entristece el semblante y hace de la vida una peregrinación de suspiros.
Los Que
Están Llenos De Estima Y Amor Propios No Sienten La Necesidad De Una Unión
Viviente Y Personal Con Cristo.
EL CORAZÓN Que No Ha Caído Sobre La Roca Está
Orgulloso De Estar Entero.
LOS HOMBRES
DESEAN UNA RELIGIÓN DIGNIFICADA. Desean seguir por un camino suficientemente ancho como para
llevar por él sus propios atributos. Su amor propio, su amor a la popularidad y
a la alabanza excluyen al Salvador de su corazón, y sin él hay oscuridad y
tristeza. Pero Cristo al morar en el alma es una fuente de gozo. Para todos los
que lo reciben, la nota tónica de la Palabra de Dios es el regocijo.
"Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado
y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para
vivificar el corazón de los quebrantados". Isaías 57:15.
FUE cuando estuvo oculto en la hendidura
de la roca cuando Moisés contempló la gloria de Dios. Cuando nos ocultemos en
la Roca hendida, será cuando Cristo nos 127 cubrirá con su mano traspasada, y
oiremos lo que el Señor dice a sus siervos. A nosotros, como a Moisés, Dios se
revelará como "misericordioso y
piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; que guarda la
misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el
pecado". Éxodo 34:6,7.
LA OBRA DE
LA REDENCIÓN implica
consecuencias de las cuales es difícil que el hombre tenga concepto alguno. "Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó,
ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos
que le aman". 1 Cor. 2:9.
Cuando el pecador, atraído por el
poder de Cristo, se acerca a la cruz levantada y se postra delante de ella, se
realiza una nueva creación. Se le da un nuevo corazón; llega a ser una nueva
criatura en Cristo Jesús. La santidad encuentra que no hay nada más que
requerir. Dios mismo es "el que
justifica al que es de la fe de Jesús". Y "a los que justificó, a
éstos también glorificó". Rom. 3:26; 8:30.
Si bien es cierto que son grandes
la vergüenza y la degradación producidas por el pecado, aún mayores serán el
honor y la exaltación mediante el amor redentor. A los seres humanos que se
esfuerzan por estar en conformidad con la imagen divina, se les imparte algo
del tesoro celestial, una excelencia de poder que los colocará aun por encima
de los ángeles que nunca han caído.
"Así ha
dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al
abominado de las gentes... Verán reyes, y levantaránse príncipes, y adorarán
por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió". Isaías
49:7. "Porque cualquiera que se
ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado". 129 PVGM/EGW