"BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA,
PORQUE ELLOS
SERÁN HARTOS".
La justicia es santidad, semejanza a Dios; y "Dios es amor".
Es conformidad a la ley de Dios, "porque todos tus mandamientos son
justicia" y "el amor pues
es el cumplimiento de la ley". *1 Juan 4:16; Sal. 119:172; Rom. 13:10.
La justicia es
amor, y el amor es la luz y la
vida de Dios.
La justicia de Dios está personificada en Cristo.
Al recibirlo,
recibimos la justicia.
No Se Obtiene la
justicia por conflictos penosos, ni por rudo trabajo, ni aun por dones
o
sacrificios; es concedida gratuitamente a toda alma que tiene hambre y sed de
recibirla. 21
"A todos los
sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero,
venid, comprad, y comed... sin dinero y sin precio".
venid, comprad, y comed... sin dinero y sin precio".
"Su justicia es de mí, dice Jehová". "Este será su nombre con el cual
le
llamarán: JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA". Isa. 55:1; 54:17 VM; Jer. 23:6.
No hay agente humano
que pueda proporcionar lo que satisfaga el hambre y la sed del alma.
Pero dice Jesús: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". "Yo soy el pan de vida; el que a mí
viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás". Apoc.
3:20; Juan 6:35.
Así como necesitamos
alimentos para sostener nuestras fuerzas físicas, también necesitamos a Cristo,
el pan del cielo, para mantener la vida espiritual y para obtener energía con
que hacer las obras de Dios.
Y de la
misma manera como el cuerpo recibe constantemente el alimento que sostiene la
vida y el vigor, así el alma debe comunicarse sin cesar con Cristo,
sometiéndose a él y dependiendo enteramente de él.
Al modo como el
viajero fatigado que, hallando en el desierto la buscada fuente, apaga su sed
abrasadora, el cristiano buscará Y obtendrá el agua pura de la vida, cuyo
manantial es Cristo.
Al Percibir la
perfección del carácter de nuestro Salvador, desearemos transformarnos renovarnos completamente a semejanza de su
pureza. Cuanto más sepamos de Dios,
tanto más alto será nuestro ideal del carácter, y tanto más ansiaremos reflejar
su imagen. Un elemento divino se une con
lo humano cuando el alma busca a Dios y el corazón anheloso puede decir: "Alma mía, en Dios solamente reposa;
porque de él es mi esperanza".* Salm. 62:5.
Si en nuestra alma
sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed de justicia, ello es una indicación
de que Cristo influyó en nuestro corazón para que le pidamos que haga, por
intermedio del Espíritu Santo, lo que nos es imposible a nosotros.
Si ascendemos un poco más en el sendero de la
fe, no necesitamos apagar la sed en riachuelos superficiales; porque tan sólo
un poco más arriba de nosotros se encuentra el 22 gran manantial de cuyas aguas
abundantes podemos beber libremente.
Las palabras de Dios
son las fuentes de la vida. Mientras
buscamos estas fuentes vivas,
el Espíritu Santo nos pondrá en comunión con
Cristo.
Verdades ya conocidas se
presentarán a nuestra mente con nuevo aspecto; ciertos pasajes de las
Escrituras revestirán nuevo significado, como iluminados por un relámpago;
comprenderemos la relación entre otras verdades y la obra de redención, y
sabremos que Cristo nos está guiando, que un Instructor divino está a nuestro
lado.
Dijo Jesús: "El agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna".*Juan 4:14.
Cuando el
Espíritu Santo nos revele la verdad, atesoraremos las experiencias más preciosas
y desearemos hablar a otras personas de las enseñanzas consoladoras que se nos
han revelado.
Al tratar con ellas, les
comunicaremos un pensamiento nuevo acerca del carácter o la obra de Cristo. Tendremos nuevas revelaciones del amor
compasivo de Dios, y las impartiremos a los que lo aman y a los que no lo aman.
"Dad, y se os dará", porque la Palabra de Dios es una "fuente de huertos,
pozo de aguas
vivas, que corren del Líbano".
El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de
él con más abundancia,
y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en
medida más rica y copiosa.
Cada revelación de Dios al alma
aumenta la capacidad de saber y de amar.
El clamor continuo del corazón es: "Más
de ti",
y a él responde siempre el Espíritu: "Mucho más".
Dios
se deleita en hacer "mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos".
A Jesús, quien se entregó por entero para la
salvación de la humanidad perdida, se le dio sin medida el Espíritu Santo. Así será dado también a cada seguidor de
Cristo siempre que le entregue su corazón como morada.
Nuestro Señor mismo nos ordenó: "Sed llenos de Espíritu",
y
este mandamiento es también una promesa de su cumplimiento.
Era la voluntad del Padre que en Cristo "habitase toda la plenitud";
y "vosotros estáis completos en
él". *Luc. 6:38; Cant. 4:15; Rom. 5:9,10; Efes. 3:20; 5:18;
Col. 1:19, 20;
2:10. 23
Dios derramó su amor
sin reserva algunas como las lluvias que refrescan la tierra.
Dice él: "Rociad,
cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra,
y
prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente".
"Los
afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su
lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.
En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca". "Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia". Isa. 45:8; 41:17,18; Juan 1:16.
El Discurso Maestro De
Jesucristo (EGW). 20-23
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