"BIENAVENTURADOS LOS MANSOS".
A través de las
bienaventuranzas se nota el progreso de la experiencia cristiana. Los que sintieron su necesidad de Cristo, los
que lloraban por causa del pecado y aprendieron de Cristo en la escuela de la
aflicción, adquirirán mansedumbre del Maestro divino.
El conservarse
paciente y amable al ser maltratado no era característica
digna, de aprecio
entre los gentiles o entre los judíos.
La declaración que hizo Moisés por inspiración del Espíritu Santo, de
que fue el hombre más manso de la tierra, no habría sido considerada como un
elogio entre las gentes de su tiempo; más bien habría excitado su compasión o
su desprecio.
Pero Jesús incluye la
mansedumbre entre los requisitos principales para entrar en su reino. En su vida y carácter se reveló la belleza
divina de esta gracia preciosa.
Jesús, resplandor de
la gloria de su Padre, "no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo".*Fil. 2:6,7.
Consintió en pasar
por todas las experiencias humildes de la vida y en andar entre los hijos de
los hombres, no como, un rey que 18 exigiera homenaje, sino como quien tenía
por misión servir a los demás. No había
en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni austeridad indiferente.
El Redentor del mundo era de una naturaleza muy superior a la de un ángel, pero unidas a su majestad divina, había mansedumbre y pero unidas a su majestad divina, había mansedumbre y humildad que atraían a todos a él.
Jesús se vació a sí
mismo, y en todo lo que hizo jamás se manifestó el yo. Todo lo sometió a la voluntad de su Padre. Al
acercarse el final de su misión en la tierra, pudo decir: "Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que mediste
que hiciese". Y nos ordena:
"Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón". "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo";*Juan 17:4; Mat. 11:29; 16:24.
Renuncie a todo sentimiento de egoísmo para que éste no tenga más dominio sobre el alma. Quien contemple a Cristo en su abnegación y en su humildad de corazón, no podrá menos que decir como Daniel: "Mi fuerza se cambió en desfallecimiento".
Dan. 10:8.
Renuncie a todo sentimiento de egoísmo para que éste no tenga más dominio sobre el alma. Quien contemple a Cristo en su abnegación y en su humildad de corazón, no podrá menos que decir como Daniel: "Mi fuerza se cambió en desfallecimiento".
Dan. 10:8.
El espíritu de independencia y predominio de que nos
gloriamos se revela
en su verdadera vileza, como marca de nuestra sujeción a
Satanás.
La naturaleza humana pugna siempre por expresarse; está siempre lista
para luchar.
Más el que aprende de Cristo renuncia al yo, al orgullo, al amor por la
supremacía, y hay silencio en su alma.
El yo se somete a
la voluntad del Espíritu Santo.
No ansiaremos entonces ocupar el lugar más elevado. No pretenderemos destacarnos ni abrirnos paso por la fuerza, sino que sentiremos que nuestro más alto lugar está a los pies de nuestro Salvador. Miraremos a Jesús, aguardaremos que su mano nos guíe
No ansiaremos entonces ocupar el lugar más elevado. No pretenderemos destacarnos ni abrirnos paso por la fuerza, sino que sentiremos que nuestro más alto lugar está a los pies de nuestro Salvador. Miraremos a Jesús, aguardaremos que su mano nos guíe
y escucharemos su voz que nos dirige.
El apóstol Pablo experimentó esto y dijo: "Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, más vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".*Gal. 2:20.
Cuando recibimos a
Cristo como huésped permanente en el alma, la paz de Dios que sobrepuja a todo
entendimiento guardará nuestro espíritu y nuestro corazón por medio de Cristo
Jesús.
La vida terrenal del Salvador,
aunque 19 transcurrió en medio de conflictos, era una vida de paz. Aun cuando lo acosaban constantemente
enemigos airados, dijo: "El que me
envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo
que le agrada". Ninguna
tempestad de la ira humana o satánica podía perturbar la calma de esta comunión
perfecta con Dios.
Y él nos dice: "La paz os dejo, mi paz os doy". "Llevad mi yugo sobre vosotros,
Y él nos dice: "La paz os dejo, mi paz os doy". "Llevad mi yugo sobre vosotros,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso".
*Juan 8:29; 14:27; Mat. 11:29.
Llevad conmigo el yugo de
servicio para gloria de Dios y elevación de la humanidad,
y veréis que es fácil
el yugo y ligera la carga.
Es el amor a uno
mismo lo que destruye nuestra paz. Mientras viva el yo, estaremos siempre dispuestos a protegerlo contra
los insultos y la mortificación; pero cuando hayamos muerto al yo y nuestra
vida esté escondida con Cristo en Dios, no tomaremos a pecho los desdenes y
desaires. Seremos sordos a los
vituperios y ciegos
al escarnio y al ultraje.
"El amor es sufrido y
benigno; él amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se
ensoberbece, no se porta indecorosamente, no busca lo suyo propio, no se
irrita, no hace caso de un agravio; no se regocija en la injusticia, más se
regocija con la verdad: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta.
El amor nunca se acaba". 1 Cor.
13:4-8 VM.
La felicidad derivada de fuentes mundanales es tan mudable
como la pueden hacer las circunstancias variables; pero
la paz de Cristo es constante, permanente. No depende de las circunstancias de la vida, ni de la cantidad de
bienes materiales ni del número de amigos que se tenga en esta tierra. Cristo es la fuente de agua viva, y la felicidad que proviene de él no
puede agotarse jamás.
La mansedumbre de Cristo manifestada en el hogar hará
felices a los miembros de la familia; no incita a los altercados, no responde
con ira, sino que calma el mal humor y difunde una amabilidad que sienten todos
los que están dentro de su círculo encantado. Dondequiera que se la abrigue, hace
de las familias de la tierra una parte de la gran familia celestial.
Mucho mejor sería
para nosotros sufrir bajo una falsa 20 acusación que infligirnos
la tortura de
vengarnos de nuestros enemigos.
El
espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás,
y sólo puede reportar
mal a quien lo abrigue.
La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo,
es el verdadero secreto
de la bendición.
"Hermoseará a los humildes con la salvación".*Sal. 149:4.
Los mansos "recibirán
la tierra por heredad".
Por el deseo de exaltación propia entró el pecado en
el mundo, y nuestros primeros padres perdieron el dominio sobre esta hermosa
tierra, su reino.
Por la abnegación,
Cristo redime lo que se había perdido. Y
nos dice
que debemos vencer como él venció.*Apoc. 3:21.
Por la humildad y la
sumisión del yo podemos llegar a ser coherederos con él
cuando los mansos "heredarán la tierra".*Sal.
37:11.
La tierra prometida a
los mansos no será igual a ésta, que está bajo la sombra de la muerte y de la
maldición. "Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra
nueva en los cuales mora la justicia". "Y no habrá más maldición; y
el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le
servirán". 2 Pedro 3:13; Apoc. 22:3.
No habrá
contratiempo, ni dolor, ni pecado; no habrá quien diga: Estoy
enfermo".
No habrá entierros, ni
luto, ni muerte, ni despedidas, ni corazones quebrantados; mas Jesús estará
allá, y habrá paz. "No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá;
porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a
manantiales de aguas".*Isa. 49:10. El Discurso Maestro De
Jesucristo (EGW). 17-20
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