sábado, marzo 09, 2019

CONSEJOS SOBRE MAYORDOMÍA CRISTIANA (EGW). SECCIÓN XIII. LOS VOTOS Y LAS PROMESAS SON SAGRADOS.


59. LAS PROMESAS A DIOS COMPROMETEN.
Dios obra por intermedio de instrumentos humanos; y quienquiera que despierte la conciencia de los hombres y los induzca a realizar buenas obras y a tener real interés en el adelantamiento de la causa de la verdad, no lo hace de sí mismo, sino por el Espíritu de Dios que obra en él.  Las promesas hechas en tales circunstancias tienen un carácter sagrado, por ser el fruto de la obra del Espíritu de Dios.  Cuando estas promesas se saldan, el cielo acepta la ofrenda, y a estos obreros generosos se les acredita ese tesoro invertido en el banco del cielo.  Los tales están echando buen fundamento para el tiempo venidero, y echan mano de la vida eterna. .-JT 1, 553, 554

LA FALTA DE INTEGRIDAD
Uno de los mayores pecados del mundo cristiano de hoy es el fingimiento y la codicia manifestados en el trato con Dios.  Hay un creciente descuido de parte de muchos en lo que se refiere al cumplimiento de sus promesas a diversas instituciones y empresas religiosas.  Muchos consideran el acto de prometer como si éste no implicase ninguna obligación de pagar.  Si piensan que su dinero les proporcionará un beneficio considerable al invertirlo en acciones o en mercaderías, si hay individuos relacionados con la institución a la que han prometido ayudar, a quienes ellos no aprecian, se sienten perfectamente libres para utilizar sus medios como les plazca.  Esta falta de integridad prevalece en gran extensión entre los que profesan guardar los mandamientos 324 de Dios y esperar la pronta venida de su Señor y Salvador. . .-4 T 475.

LA RESPONSABILIDAD DE UNA IGLESIA
Una iglesia es responsable de las promesas hechas por sus miembros individualmente.  Si ve que algún hermano descuida el cumplimiento de sus votos, debe trabajar con él bondadosa pero abiertamente.  Si está en circunstancias tales que le resulta imposible pagarlo, si es un miembro digno, de corazón voluntario, entonces ayúdele compasivamente la iglesia.  Así pueden sus miembros salvar la dificultad y recibir ellos mismos una bendición.
Dios quiere que los miembros de su iglesia consideren que sus obligaciones hacia él son tan válidas como sus deudas con el negociante o el mercado.  Repase cada uno su vida y vea si hay promesas que no han sido pagadas ni redimidas por descuido y luego haga esfuerzos extraordinarios para pagar hasta "el último maravedí" (Luc. 12: 59); porque todos habremos de hacer frente al arreglo final de un tribunal cuya prueba podrán soportar sólo quienes hayan sido íntegros y veraces.-JT 1, 554.

UNA CAUSA DE ADVERSIDAD
Algunos de vosotros habéis estado tropezando en vuestras promesas.  El Espíritu del Señor descendió en la reunión de ----------  en respuesta a la oración, y mientras vuestros corazones fueron ablandados por su influencia hicisteis promesas.  Mientras las corrientes de la salvación se derramaban en vuestros corazones sentisteis que debíais seguir el ejemplo de Aquel que anduvo haciendo bienes y que gozosamente dio su vida para rescatar a los hombres del pecado y la degradación.  Bajo la influencia celestial inspiradora, comprendisteis que el egoísmo y la mundanalidad no eran compatibles con el carácter cristiano, y que no podíais vivir para vosotros mismos y al mismo tiempo ser semejantes a 325 Cristo.  Pero cuando la influencia de su amor y misericordia abundantes no se sintió en forma tan marcada en vuestros corazones, retirasteis vuestras ofrendas, y Dios retiró su bendición de vosotros.
Algunos experimentaron adversidad.  Sus cosechas fracasaron de modo que no pudieron cumplir sus promesas; y otros hasta fueron colocados en circunstancias apremiantes.  Entonces, por supuesto, no se podía esperar que pagasen.  Pero si no hubieran murmurado ni retirado su corazón de sus promesas, Dios habría obrado en favor de ellos y habría proporcionado medios por los cuales cada uno hubiera podido pagar lo que había prometido.  No esperaron con fe, confiando en que Dios abriría el camino para que ellos pudiesen redimir sus promesas.
Algunos tenían recursos; y si hubieran tenido la misma buena voluntad que cuando formularon sus promesas, y si hubieran devuelto voluntariamente a Dios en diezmos y ofrendas lo que él les había prestado para este propósito, habrían sido bendecidos con mucha abundancia.  Pero Satanás acudió con sus tentaciones e indujo a algunos a poner en duda los motivos y el espíritu que indujeron al siervo de Dios a presentar el pedido de recursos.   Algunos pensaron que habían sido engañados y defraudados. Repudiaron sus promesas en su espíritu, y lo que hicieron después de esto lo efectuaron de mala gana, y por lo tanto no recibieron ninguna bendición.-5 T 281, 282. 326

60. EL PECADO DE ANANÍAS.
Los corazones de Ananías y de su esposa fueron movidos por el Espíritu Santo a dedicar sus posesiones a Dios, tal como lo habían hecho sus hermanos.  Pero después de haber hecho la promesa, se arrepintieron, y decidieron no cumplirla.  Mientras pretendían darlo todo, retuvieron una parte del dinero recibido.  Actuaron fraudulentamente en relación con Dios, mintieron al Espíritu Santo, y su pecado recibió un juicio rápido y terrible.  Perdieron no sólo esta vida sino también la vida eterna.
El Señor vio que era necesaria, ésta señalada manifestación de su justicia para proteger a otros contra ese mismo mal. Esto constituyó un testimonio de que los hombres no pueden engañar a Dios, de que él detesta el pecado oculto en el corazón y de que nadie podrá burlarse de él.
Ese acontecimiento fue permitido como amonestación para la joven iglesia, para guiar a sus miembros a examinar sus motivos, para que tuvieran cuidado de no complacer el egoísmo y la vanagloria, para que se cuidaran de no robar a Dios.
En el caso de Ananías, el pecado de fraude contra Dios fue detectado y castigado rápidamente.  Éste ejemplo del juicio de Dios tenía el propósito de ser una señal de peligro para todas las generaciones futuras. 

Ese mismo pecado se repitió con frecuencia en la historia posterior de la iglesia, y en nuestra época muchos lo cometen; pero aunque no reciba la manifestación visible del desagrado de Dios, no por eso es menos horrible ante su vista ahora que en el tiempo de los apóstoles. 

La amonestación ha sido dada, Dios ha manifestado claramente su aborrecimiento de este 327 pecado, y todos los que manifiesten una conducta semejante pueden tener la seguridad de que están destruyendo sus propias almas. . .

El egoísmo queda vencido y se obra de acuerdo con la mente de Cristo únicamente cuando se reconocen plenamente los motivos cristianos, cuando la conciencia despierta al deber y cuando la luz divina impresiona el corazón y el carácter. El Espíritu Santo, obrando sobre los corazones y los caracteres humanos expulsará toda tendencia hacia la codicia y el proceder engañoso. . .

En algunas ocasiones el Señor ha actuado decididamente en el caso de hombres mundanos y egoístas.  Sus mentes han sido iluminadas por el Espíritu Santo, sus corazones han sentido su influencia enternecedora y subyugadora.  Bajo la impresión de la misericordia y la gracia abundantes de Dios, consideraron como su deber promover su causa, edificar su reino. . .  Sintieron deseos de participar en el reino de Dios, y prometieron dar sus recursos para ayudar a alguna de las diferentes empresas de la causa de Dios.   Esa empresa no fue hecha al hombre sino a Dios, ante la presencia de sus ángeles, quienes influían en los corazones de esos hombres egoístas y amadores del dinero.
Cuando hicieron la promesa, fueron bendecidos con abundancia; pero los sentimientos cambian rápidamente cuando están arraigados en terreno profano.  A medida que la impresión inmediata del Espíritu Santo pierde intensidad, a medida que la mente y el corazón vuelven a absorberse en los negocios mundanales, les resulta más difícil mantener la consagración a Dios de sí mismos y de sus propiedades.  Satanás los asalta con su tentación:  "Fuisteis unos necios al prometer ese dinero, porque lo necesitáis para invertirlo en vuestros negocios; y si pagáis esa promesa experimentaréis pérdida".

Y ellos se arrepienten, murmuran, se quejan del mensaje del Señor y de sus mensajeros.  Dicen cosas que no 328 son verdaderas, pretenden que prometieron bajo un estado de excitación, que no comprendían claramente el asunto, que se exageraron las necesidades, que sus sentimientos fueron excitados, y que esto los indujo a formular la promesa.  Hablaban como si la preciosa bendición que habían recibido fuese el resultado de un engaño practicado contra ellos por los ministros a fin de conseguir dinero.   Cambiaron de parecer y no se sintieron obligados a pagar sus promesas a Dios.  Se cometen terribles robos contra Dios, y se presentan endebles excusas para resistir y negar el Espíritu Santo.   Algunos aducen como razón que han tenido inconvenientes; dicen que necesitan su dinero -¿para qué?  Para enterrarlo en casas y terrenos, o en algún negocio para ganar más dinero.  Piensan que como la promesa fue hecha para un propósito religioso, no se les puede exigir por la ley su cumplimiento, y el amor al dinero es tan fuerte que engañan a sus propias almas, y se atreven a robar a Dios.  A muchos podría decirse:  "A ningún otro amigo tratasteis en forma tan descomedida".

Está aumentando el número de los que cometen el pecado de Ananías y Safira.  Los hombres no mienten al hombre, sino a Dios, en su descuido de las promesas que su Espíritu les indujo a realizar.   

Debido a que no se ejecuta rápidamente sentencia contra una mala acción, tal como en el caso de Ananías y Safira, los corazones de los hijos de los hombres se empeñan decididamente en hacer el mal y luchan contra el Espíritu de Dios. 

¿Cómo estarán estos hombres en el juicio?  ¿Os atrevéis a soportar los resultados finales de este asunto?  ¿Cómo estaréis en los acontecimientos descritos en el Apocalipsis?  

"Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; . . .  y fueron juzgados cada uno según sus obras" (Apoc. 20: 11-13).-RH, mayo 23, 1893. 329

61. UN CONTRATO CON DIOS.
Cuando se ha hecho, en presencia de nuestros hermanos, la promesa verbal o escrita de dar cierta cantidad, ellos son los testigos visibles de un contrato formalizado entre nosotros y Dios.   La promesa no se hace al hombre, sino a Dios, y es como un pagaré dado a un vecino.  Ninguna obligación legal tiene más fuerza para el cristiano en cuanto al desembolso de dinero, que una promesa hecha a Dios.
Las personas que hacen tales promesas a sus semejantes, no piensan generalmente en pedir que se los libre de sus compromisos.  Un voto hecho a Dios, el Dador de todos los favores, es de importancia aun mayor; por lo tanto, 
¿por qué habríamos de quedar libres de nuestros votos a Dios?  ¿Considerará el hombre su promesa como de menos fuerza porque ha sido hecha a Dios? Por el hecho de que su voto no será llevado a los tribunales, ¿es menos válido?  ¿Habrá de robar a Dios un hombre que profesa ser salvado por la sangre del infinito sacrificio de Jesucristo?  ¿No resultan sus votos y sus actos pesados en las balanzas de justicia de los ángeles celestiales?

Cada uno de nosotros tiene un caso pendiente en el tribunal del cielo.  ¿Inclinará nuestra conducta la balanza de las evidencias contra nosotros?  El caso de Ananías y Safira era de lo más grave.   Al retener parte del precio, mintieron al Espíritu Santo.  Del mismo modo, la culpa pesa proporcionalmente sobre cada individuo que cometa ofensas semejantes.

Cuando los corazones de los hombres han sido enternecidos por la presencia del Espíritu de Dios, son más sensibles 330 a las impresiones del Espíritu Santo, y se resuelven a negarse a sí mismos y sacrificarse por la causa de Dios.  Al brillar la divina luz en las cámaras de la mente con claridad y fuerza inusitadas, es cuando los sentimientos del hombre natural quedan vencidos y el egoísmo pierde su poder sobre el corazón y se despiertan los deseos de imitar al Modelo, Jesucristo, en la práctica de la abnegación y la generosidad.  La disposición del hombre naturalmente egoísta se impregna, entonces de bondad y compasión hacia los pecadores perdidos, y él formula una solemne promesa a Dios como la hicieron Abrahán y Jacob.  En tales ocasiones los ángeles celestiales están presentes.  El amor hacia Dios y las almas triunfa sobre el egoísmo y el amor al mundo.  Esto sucede especialmente cuando el predicador, con el Espíritu y el poder de Dios, presenta el plan de redención, trazado por la Majestad celestial en el sacrificio de la cruz.  Por los siguientes pasajes podemos ver cómo Dios considera el asunto de los votos:
"Y habló Moisés a los príncipes de las tribus de los hijos de Israel, diciendo:  Esto es lo que Jehová ha mandado.  Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no violará su palabra: hará conforme a todo lo que salió de su boca" 
(Núm. 30: 2, 3).

"No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel que fue ignorancia.  ¿Por qué harás que Dios se  aíre a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?" (Ecl. 5: 6).
"Entraré en tu casa con holocaustos: te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando angustiado estaba" (Sal. 66: 13, 14).
"Lazo es al hombre el devorar lo santo, y andar pesquisando después de los votos" (Prov. 20: 25).  "Cuando prometieres voto a Jehová tu Dios, no tardarás en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y habría en ti pecado.  Mas cuando te abstuvieres de prometer, 331 no habrá en ti pecado.  Guardarás lo que tus labios pronunciaren; y harás, como prometiste a Jehová tu Dios, lo que de tu voluntad hablaste por tu boca" (Deut. 23: 21-23).
"Prometed, y pagad a Jehová vuestro Dios: todos los que están alrededor de él, traigan presentes al Terrible" (Sal. 76: 11),
"Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová; y cuando hablan que su alimento es despreciable.   Habéis además dicho:  ¡Oh qué trabajo! y lo desechasteis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda.  ¿Seráme acepto eso de vuestra mano?  dice Jehová.  Maldito el engañoso, que tiene macho en su rebaño, y promete, y sacrifica lo dañado a Jehová; porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es formidable entre las gentes" (Mal. 1: 12-14).
"Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en pagarla; porque no se agrada de los insensatos.  Paga lo que prometieres.  Mejor es que no prometas, que no que prometas y no pagues" (Ecl. 5: 4, 5).
-JT 1, 550 - 554.

REQUISITOS PARA RECIBIR LAS PROMESAS DE DIOS
Ha habido ocasiones especiales en reuniones con mucha asistencia, cuando se han hecho llamamientos a los seguidores profesos de Cristo, en favor de la causa de Dios, y los corazones han sido conmovidos, y como resultado muchos han hecho promesas de sostener la obra.  Pero muchos de los que han prometido no han actuado honorablemente con Dios.  Han sido negligentes y no han cumplido sus promesas a su Hacedor.  Pero si el hombre es tan indiferente con sus promesas hechas a Dios, ¿puede esperar que el Señor cumpla una promesa hecha bajo condiciones que nunca se han respetado?  Es mejor tratar honradamente con vuestros semejantes y con Dios.-RH, dic. 17, 1889. 332

LA PROTESTA DE SATANÁS
De los medios confiados al hombre, Dios reclama cierta porción: la décima parte.  Los deja libres a todos de decir si han de dar o no más que esto.  Pero cuando el corazón se conmueve por la influencia del Espíritu Santo, y se hace un voto de dar cierta cantidad, el que ha hecho el voto no tiene ya ningún derecho a la porción consagrada.  Las promesas de esta clase hechas a los hombres serían consideradas como obligación; ¿y no son más obligatorias las que se hacen a Dios?  ¿Son las promesas consideradas en el tribunal de la conciencia menos obligatorias que los acuerdos escritos de los hombres?
Cuando la luz divina brilla en el corazón con inusitada claridad y poder, el egoísmo habitual afloja su asidero, y hay disposición para dar a la causa de Dios.  Pero nadie piense que podrá cumplir sus promesas hechas entonces, sin una protesta de Satanás.  A él no le agrada ver edificarse el reino del Redentor en la tierra.  El sugiere que la promesa hecha es demasiado grande, que puede malograr los esfuerzos por adquirir propiedades o complacer los deseos de la familia.-HA 61.

NECESIDAD DE UNA CONCIENCIA DESPIERTA
Entre nuestro pueblo debe haber un despertar acerca de este asunto.  Son sólo pocos los hombres que sienten remordimiento de conciencia si descuidan su deber en cuanto a la beneficencia.  Muy pocos sienten remordimiento de alma por robar diariamente a Dios.
Si un cristiano, deliberada o accidentalmente, paga a su vecino menos de lo que le debe o se niega a cancelar una deuda honorable, su conciencia le perturbará, a menos que esté cauterizada; no puede descansar aun cuando nadie sepa del asunto sino él.  Hay muchos votos descuidados y promesas que no han sido pagadas, y sin embargo, cuán pocos 333 afligen sus ánimos acerca del asunto; cuán pocos sienten la culpabilidad de esta violación de sus deberes.
Debemos sentir nuevas y más profundas convicciones al respecto.   
La conciencia debe ser despertada, y el asunto debe recibir sincera atención, porque habrá que dar cuenta de ello a Dios en el último día, y sus exigencias han de ser cumplidas.-JT 1, 257, 258.

PARA UN ESTUDIO ADICIONAL
Carácter sagrado de los votos, JT 1, 542 - 554.
Promesas que no se cumplen, 5 T 281 - 285.
Lecciones de la experiencia de Ananías y Safira, HA 58 - 61.
Un terrible pecado que prevalece actualmente, JT 2, 43.
La fidelidad de Jacob al cumplir su promesa, JT 1, 546.
Responsabilidad de la iglesia por las promesas individuales, JT 1, 554. 
La inviolabilidad de un juramento o una promesa, PP 540. 337

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