sábado, agosto 22, 2020

REFLEXIÓN 356. ANUNCIOS DEL JUICIO DE DIOS. (ISAÍAS 1:21-24).

Isaías 1:21-24. Judá va de mal en peor. Y pronto recibirá su merecido. 

21 ¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. 22 Tu plata se ha convertido en escorias, tu vino está mezclado con agua. 23 Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. 24 Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios. (Isaías 1).

21. Te has convertido en ramera. Sión, una vez la ciudad fiel, se volvió infiel; la que una vez fue la verdadera esposa de Jehová, ahora se ha apartado de él para entregarse a otros; se ha transformado en ramera. Oseas emplea la misma figura (cap. 2), como también lo hacen Jeremías (cap. 2: 20-21) y Ezequiel (cap. 16). El caso de Israel muestra las profundidades en que puede caer el ser humano. Aunque Israel una vez fue puro y recto, escogido por Dios y amado por él, ahora está apartado de Dios y de los caminos de justicia; aunque una vez fue leal y obediente, santo y recto, ahora está envilecido y corrompido, y se ha transformado en un ejemplo notable de los terribles frutos que produce el ser infiel a Dios.

Ahora... homicidas. La justicia se retiró; y entonces la corrupción y la depravación ocuparon su lugar. La ciudad de santos se había transformado en morada de asesinos y réprobos. Oseas (cap. 6: 9) presenta un cuadro similar:  "Y como ladrones que esperan a algún hombre, así una compañía de sacerdotes mata en el camino hacia Siquem". Los que viajaban por los caminos o se alojaban en las ciudades quedaban expuestos a ser atacados y muertos. Esto sucedía en un país donde el pueblo profesaba santidad y pretendía una gran religiosidad.

22. Tu plata. Isaías contrasta el presente con el pasado mediante dos figuras muy apropiadas. El carácter del pueblo había sido como de plata preciosa, pero se había degenerado convirtiéndose en escoria sin valor. El vino puro de la justicia y la santidad se había diluido. Jesús empleó una figura similar cuando habló de la sal cuyo sabor se había desvanecido (Mat. 5: 13).

23. Tus príncipes. Oseas (cap. 9: 15) declara que "todos sus príncipes son desleales". Los caudillos de Israel eran tercos y rebeldes contra Dios y presidían en todo tipo de crímenes (Isa. 3: 12; 9: 16;                                  Miq. 3:11).

Compañeros de ladrones. Los dirigentes de Israel, que tenían el deber de hacer cumplir la ley, en realidad eran cómplices secretos de los que violaban sus preceptos. Los funcionarios no detenían a los maleantes que infestaban los caminos, pues compartían con ellos las ganancias de sus crímenes.

Todos aman el soborno. Miqueas (cap. 7: 3) afirma que "el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa". A cambio de todo servicio que pudieran prestar, los gobernantes de Israel esperaban una recompensa. El soborno era algo común y corriente.

No hacen justicia. Los jueces hacían oídos sordos ante los huérfanos y las viudas, que por lo general no estaban en condiciones de ofrecer recompensas como las que daban sus opresores. Era fácil para el juez postergar indefinidamente la audiencia para oír las demandas de los pobres (cf. Luc. 18: 2-5).

24. El Fuerte de Israel. En Isa. 49: 26 y 60: 16 se designa a Dios con un título similar. Los jueces de Israel no tenían ningún interés en los pobres, pues de ellos no podían esperar recibir grandes recompensas; pero la causa de los pobres había sido presentada a Aquel que es rey del cielo y juez de toda la tierra.  Estos opresores de los pobres se daban muy escasa cuenta de que su conducta estaba preparando contra ellos todo el poder del cielo. Por medio de Isaías el Señor dio este mensaje: "Tu pleito [de huérfanos, viudas y pobres] yo lo defenderé" (cap. 49: 25).

Mis enemigos. Los enemigos de los justos son enemigos de Dios. El Señor se opone a todo tipo de injusticia y opresión. Los que se aprovechan de sus prójimos se están constituyendo en adversarios de Dios. Del mismo modo, los dirigentes de Israel rápidamente estaban adoptando una posición que obligaría a Dios a tomar medidas contra ellos.

Me vengaré de mis adversarios. Cuando Dios castiga a los transgresores no es vengativo. Tiene el propósito de salvar, no de destruir; pero el pecado exige justicia. Aunque el propósito de Dios, de ser posible, es salvar al pecador de su pecado, no obstante, los que persisten en la iniquidad deben darse cuenta de que vendrá la hora cuando deberán enfrentarse al juez de toda la tierra, el cual ha jurado que no tendrá por inocente al culpable (Exo. 34: 7; Núm. 14: 18). 4CBA/Ministerio Hno. Pio

 

 

 

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