viernes, octubre 03, 2014

REFLEXIÓN 51.- El Misterio De La Salvación: “La Salvación Y La Educación De Los Hijos 2


En el tema anterior al haber tratado el tema de la educación disciplinando a nuestros hijos conforme a los argumentos bíblicos, y de cómo se desprendía dos principios que dicen: A los Hijos Sabios Palabras y exhortaciones Y a los Hijos Necios reprensiones con disciplina efectiva. Y esto último como recurso final no como primario, y administrarlo siempre con misericordia y sin destruir su espíritu. 

La escritora prolífica e inspirada Elena G. de White tiene mucho que decirnos; (En el tiempo del presidente Ronald Reagan, recibió el Premio Póstumo Presidente de la República, por su aporte a la educación). Y para ampliar más este tema tan amplio y complejo. La sierva del Señor disertará más extensamente Sobre “La Educación De Los Hijos; y La Forma Efectiva de Disciplinarlos. Y para ello se tomara como base una de sus obras, un clasico, llamado "La Conducción del Niño" +

 La Educación Comienza En El Hogar. En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien o el mal. Son, en muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder abarcante para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar! 
(Consejos para los Maestros. pág. 83). 

El hogar puede ser una escuela donde el carácter de los niños se modele a la semejanza de un palacio (Manuscrito 136, 1898). 

Los padres deben comprender su responsabilidad. El padre y la madre deberían ser los primeros maestros de sus hijos 
(Manuscrito 67, 1903). 

 Los padres y las madres deben comprender su responsabilidad. El mundo está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a ellos les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo y para el venidero. Los padres deberían recordar siempre que sus hijos tienen que arrostrar estas tentaciones. Deben preparar al niño desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito las batallas contra el mal
 (El Ministerio de Curación, pág. 287). 

Los padres necesitan a cada paso una sabiduría más que humana a fin de comprender cómo educar mejor a sus hijos para una vida útil y feliz aquí, y para un servicio más elevado y un mayor gozo en el más allá (Review and Herald, 13-9-1881). 

La educación infantil una parte importante del plan de Dios. La educación de los niños constituye una parte importante del plan de Dios para demostrar el poder del cristianismo. Una solemne responsabilidad reposa sobre los padres en el sentido de educar a sus hijos para que cuando salgan al mundo, hagan bien y no mal a aquellos con quienes se asocien (Signs of the Times, 25-9-1901). 

Los padres no deberían considerar livianamente la obra de educar a sus hijos, ni descuidaría por ningún motivo. Deberían emplear mucho tiempo estudiando cuidadosamente las leyes que regulan nuestro organismo. Deberían hacer su primer objetivo el conocer cabalmente la manera debida de tratar con sus hijos, a fin de proporcionarles mentes y cuerpos sanos. . . . Muchos que profesan ser seguidores de Cristo descuidan tristemente sus deberes domésticos; no perciben la sagrada importancia de la responsabilidad que Dios ha encomendado en sus manos, de moldear los caracteres de sus hijos de tal modo que posean una fibra moral que les permita resistir a las numerosas tentaciones que entrampan los pies de la juventud 
(Pacific Health Journal, abril de 1890).

 Es Necesaria La Colaboración Con Dios. Cristo no le pidió a su Padre que retirara a los discípulos del mundo, sino que los guardara del mal en el mundo para protegerlos de caer en las tentaciones que encontrarían en todas partes. Los padres y las madres deberían ofrecer esta misma oración en favor de sus hijos. ¿Pero han de rogar a Dios y luego dejar que sus hijos hagan como les plazca? Dios no puede proteger del mal a los hijos si los padres no colaboran con él. Los progenitores deben realizar su obra valiente y gozosamente, manifestando un esfuerzo incansable (Review and Herald, 9-7-1901). 

Si los padres comprendieran que nunca quedarán libres de la responsabilidad de educar y formar a sus hijos para Dios, si hicieran su obra con fe, colaborando con Dios mediante oración ferviente y trabajo, tendrían éxito en llevar a sus hijos al Salvador 
(Signs of the Times, 9-4-1896). 

 Considerad a los hijos como un legado. Los padres deben considerar a sus hijos como un legado de Dios para ser educados para la familia celestial. Educadlos en el temor y amor de Dios, porque "el temor de Dios es el principio de la sabiduría" (Ibid.). 

Los que son leales a Dios lo manifestarán en la vida doméstica. Considerarán la educación de sus hijos como una obra sagrada encomendada por el Altísimo (Manuscrito 103, 1902). 

El efecto de los modales reposados y suaves. Pocos comprenden el efecto de los modales suaves pero firmes, aun en el cuidado de un bebé. La madre irritable e impaciente crea mal humor en el niño que tiene en sus brazos, mientras que los modales suaves tienden a aquietar la nerviosidad del pequeño 
(Pacific Health Journal, enero de 1890). 

 Hay que probar las teorías. El estudio de los libros será de poco beneficio, a menos que las ideas obtenidas puedan ponerse en práctica. Y sin embargo, las sugestiones más valiosas de los demás deberían adaptarse con reflexión y discernimiento. Tal vez no se adapten igualmente a las circunstancias de cada madre, o a la disposición peculiar o el temperamento de cada niño de la familia. Que la madre estudie cuidadosamente la experiencia de otros, que advierta la diferencia existente entre sus métodos y los propios, y pruebe cuidadosamente aquello que realmente parece tener valor 
(Signs of the Times, 9-2-1882). 

Métodos Empleados En La Antigüedad. Desde los más remotos tiempos, los fieles de Israel prestaron mucha atención al asunto de la educación. El Señor había indicado que a los niños, aun desde sus primeros días, se les instruyera acerca de su bondad y grandeza, especialmente como se revelaba en su ley y en la historia de Israel. Mediante el canto, la oración y las lecciones de las Escrituras, las madres tenían que enseñar a sus hijos que la ley de 31 Dios es una expresión de su carácter y que a medida que recibiesen en el corazón los principios de esa ley, la imagen de Dios se delinearía en la mente y en el alma. En la escuela y en el hogar, gran parte de la enseñanza era oral, pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y los rollos de pergamino de las Escrituras del Antiguo Testamento se abrían a su estudio (La Educación Cristiana, pág. 386).

 Enseñad con bondad y afecto. Los padres y las madres tienen a su cargo la obra especial de enseñar a sus hijos con bondad y afecto. Deben demostrar que como padres son los que sujetan las riendas, que gobiernan, y que no son gobernados por sus hijos. Deben enseñar que de cada uno se requiere obediencia (Carta 104, 1897). 

El espíritu inquieto se inclina naturalmente a la travesura; la mente activa, si no está ocupada con cosas mejores, prestará atención a lo que sugiere Satanás. Los niños necesitan . . . ser instruidos, ser guiados por las sendas seguras, ser mantenidos fuera del vicio, ser ganados por la bondad, y ser confirmados en el bien hacer 
(Carta 28, 1890). 

Padres y madres, tenéis una obra solemne que realizar. La salvación eterna de vuestros hijos depende de vuestra conducta. ¿Cómo educaréis con éxito a vuestros hijos? No reprendiéndolos, porque no hará ningún bien. Hablad a vuestros hijos como si tuvierais confianza en su inteligencia. Tratadlos con bondad, ternura y amor. Decidles lo que Dios espera que hagan. Decidles que Dios desea que se eduquen y se preparen para ser obreros con él. Cuando hagáis vuestra parte, podéis confiar que el Señor hará su parte 
(Manuscrito 33, 1909). 

Dedicad Tiempo A Razonar. Cada madre debería dedicar tiempo para razonar con sus hijos, para corregir sus errores, y enseñarles pacientemente la conducta correcta (Testimonies, tomo 1, pág. 390).

 Cambiad Los Métodos De Instrucción. En la educación de los jóvenes, debe ejercerse el mayor cuidado y variar la instrucción, a fin de poner a contribución las altas y nobles facultades de la mente. . . Son pocos los que comprenden las necesidades esenciales de la mente, y cómo se ha de dirigir, el intelecto que se desarrolla, los crecientes pensamientos y sentimientos de la juventud 
(Consejos para los Maestros, pág. 59). 

 Enseñad Las Primeras Lecciones Al Aire Libre. Madres, dejad a los pequeñuelos jugar al aire libre; dejadlos escuchar los cantos de las aves, y aprender del amor de Dios según se expresa en sus hermosas obras. Enseñadles lecciones sencillas del libro de la naturaleza y de las cosas que los rodean; y a medida que sus mentes se expandan podrán añadirse las lecciones de los libros, y grabarse firmemente en su memoria (Id., pág. 112). 

 Enseñadles a ser útiles en una edad temprana. Muy temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan pronto como su fuerza y su poder de razonar hayan adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo que hacer en casa. Hay que animarle a tratar de ayudar a su padre y a su madre; a tener abnegación y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena y los intereses del prójimo a los suyos propios, a alentar y ayudar a sus hermanos y a sus compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos, los enfermos y los infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial, tanto más plenamente se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a encontrar gozo en servir y sacrificarse por el bien de los demás 
(El Ministerio de Curación, págs. 311, 312). 

Padres, ayudad a vuestros hijos a hacer la voluntad de Dios siendo fieles en la realización de los deberes que les corresponden como miembros de la familia. Esto les proporcionará una experiencia de lo más valiosa. Les enseñará que no deben centrar sus pensamientos en sí mismos, ni hacer lo que a ellos les place o divertirse como gustan. Educadlos pacientemente para hacer su parte en el círculo familiar (Review and Herald, 17-11-1896). 

Formad el carácter mediante pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Padres, al educar a vuestros hijos, estudiad las lecciones que Dios ha dado en la naturaleza. Si queréis cultivar un clavel, o una rosa, o un lirio, ¿cómo lo hacéis? Preguntad al jardinero por medio de qué proceso logra que prosperen gloriosamente toda rama y hoja y se desarrollen con simetría y hermosura. Él os dirá que no es mediante un trato rudo ni un esfuerzo violento; porque eso no haría sino romper los delicados tallos. Es por medio de pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Riega el suelo y protege las crecientes plantas del viento impetuoso y del sol abrasador, y Dios las hace prosperar y florecer con hermosura. Al tratar con vuestros hijos, seguid el método del jardinero. Por toques suaves, por un ministerio amante, tratad de moldear su carácter según el carácter de Cristo 
(El Deseado de Todas las Gentes, pág. 475). 

Prestad Atención A Las Cosas Pequeñas. ¡Qué gran error se comete en la educación de los niños y los jóvenes, al favorecerlos, complacerlos y halagarles! Se tornan egoístas e ineficaces, y carecen de energía para realizar las pequeñas cosas de la vida. No se los educa para adquirir fortaleza de carácter mediante la realización de los deberes diarios, aunque parezcan muy humildes. . . Nadie está calificado para cumplir una obra más grande e importante, a menos que haya sido fiel en la realización de los deberes menores. El carácter se forma por grados, y lo mismo ocurre con la preparación del alma para producir esfuerzo y energía proporcionados a la tarea que debe cumplirse (Testimonies, tomo 3, págs. 46, 47). 

 Los Niños Talentosos Requieren Mayor Cuidado. Deberíamos impresionar las mentes de nuestros hijos con la idea de que no se pertenecen a sí mismos, para ir, venir, vestirse, y actuar como les plazca. . . . Si poseen atractivos personales y raras habilidades naturales, debería ejercerse mayor cuidado en su educación, no sea que esos dones se conviertan en una maldición, y sean utilizados para descalificarlos para enfrentar las serias realidades de esta vida, y queden incapacitados para una vida mejor debido a los halagos, la vanidad y el amor a la ostentación (Signs of the Times, 9-12-1875). 

Evítense Los Halagos Indebidos. No prestéis demasiada atención a los niños. Dejadlos que se entretengan por sí mismos. No los exhibáis ante las visitas como prodigios de inteligencia o sabiduría, sino que dejadlos tanto como sea posible en la sencillez de su infancia. Una buena razón por la cual tantos niños son tan atrevidos e impertinentes es que se les presta demasiada atención y se los alaba mucho, y sus dichos agudos son repetidos en su presencia. Esforzaos por no censurarlos indebidamente, pero tampoco los recarguéis con indebida alabanza y adulación. Satanás sembrará demasiado pronto semillas malas en tiernos corazones, y vosotros no debéis ayudarle en esa tarea (Id., 9-2-1882). 

Leed Para Vuestros Hijos. Padres y madres, obtened toda la ayuda que podáis del estudio de nuestros libros y publicaciones. Tomad tiempo para leer a vuestros hijos. . . . Formad un círculo de lectura del hogar, en el cual cada miembro de la familia pondrá a un lado las ocupaciones del día y se unirá en el estudio. Los jóvenes que han estado acostumbrados a leer novelas y libros de cuentos triviales recibirán especial beneficio por participar del estudio familiar vespertino (Consejos para los Maestros, págs. 106, 107). 

"Instruya", No "Diga". A los padres se les encomienda la gran tarea de educar y enseñar a sus hijos para la vida futura e inmortal. Muchos padres y madres parecen pensar que si alimentan y visten a sus pequeños, y los educan de acuerdo con las normas del mundo, ya han cumplido su deber. Están demasiado ocupados con los negocios o el placer para hacer que la educación de sus hijos sea el objeto de estudio de sus vidas. No procuran educarlos para que empleen sus talentos para honra de su Redentor. Salomón no dijo: "Di al niño su camino, y aun cuando fuere viejo no se, apartará de él". Sino que dijo: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Review and Herald, 24-6-1890). 

Educar Para Ejercer Dominio Propio. Ninguna obra emprendida por los hombres requiere, mayor cuidado y habilidad que la preparación y la educación debidas de los jóvenes y los niños. No hay influencias tan potentes como las que nos rodean en nuestros primeros años de vida. . . . 

La naturaleza del hombre es triple, y la educación recomendada por Salomón comprende el recto desarrollo de las facultades físicas, intelectuales y morales. A fin de realizar debidamente esta obra, los padres y los maestros deben comprender "cómo debe ser la manera de vivir del niño". Esto comprende más que un conocimiento de los libros o el aprendizaje en la escuela. Abarca la práctica de la temperancia, la bondad fraternal y la piedad; el cumplimiento de nuestro deber hacia nosotros, nuestros prójimos y Dios. La enseñanza de los niños debe guiarse por principios diferentes de los que gobiernan la enseñanza de los animales irracionales. La bestia debe únicamente acostumbrarse a someterse a su maestro, pero el niño debe aprender a controlarse a sí mismo. La voluntad debe enseñarse para que obedezca los dictados de la razón y la conciencia. Es posible disciplinar a un niño para que, como la bestia, no posea voluntad propia, al hundirse su individualidad en la de su maestro. Esta enseñanza no es buena y tiene efectos desastrosos. Los niños que son educados en esta forma carecerán de firmeza y decisión. No se los enseña a obrar por principio; las facultades del razonamiento no se fortalecen por el ejercicio. Hasta donde sea posible, cada niño debería ser enseñado a confiar en sí mismo. Al poner en ejercicio las diferentes facultades, aprenderá dónde es más fuerte y en qué es deficiente. Un instructor sabio dará atención especial al desarrollo de los rasgos más débiles, a fin de que el niño forme un carácter bien equilibrado y armonioso. 
(Fundamentals of Christian Education, pág. 57). 
(La Conducción del Niño de Elena G. de White). http://maestrarachelareli.blogspot.com 

SECCION X - LA DISCIPLINA Y SU ADMINISTRACIÓN CAPÍTULO 41. 
Propósitos De La Disciplina El Dominio Propio Es El Propósito Primordial. El objeto de la disciplina es educar al niño para que se gobierne solo. Se le debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan pronto como sea capaz de comprender, se debería alistar su razón de parte de la obediencia. Procurad que todo el trato con él muestre que la obediencia es justa y razonable. Ayudadle a ver que todas las cosas están sujetas a leyes y que la desobediencia conduce, al fin, al desastre y el sufrimiento. Cuando Dios prohíbe una cosa nos amonesta, en su amor, contra las consecuencias de la desobediencia a fin de salvarnos de daños y pérdidas (La Educación, pág. 279). 

Consígase El Poder De La Voluntad. Sólo se logra el verdadero objeto del reproche cuando se induce al transgresor a ver su falta y se prepara su voluntad para su corrección. Obtenido esto, indíquesele la fuente del perdón y poder (Id., pág. 283).

 Los que educan a sus alumnos para que sientan que reside en sí mismos el poder de llegar a ser hombres y mujeres de honra y utilidad, serán los que tendrán un éxito más permanente 
(Fundamentals of Christian Education, pág. 58). 

Corregid los malos hábitos y las malas inclinaciones y tendencias. Es obra de los padres restringir, guiar y controlar. No pueden cometer un mal peor que permitir que sus hijos satisfagan todos sus deseos y fantasías pueriles, y dejarlos que sigan sus propias inclinaciones; no les pueden hacer un mal peor que dejar en su mente la impresión que deben vivir para agradarse a sí mismos y divertirse, para seguir sus propias inclinaciones y buscar sus propios placeres y compañías... Los jóvenes necesitan padres que los eduquen y disciplinen, que les corrijan sus malos hábitos e inclinaciones y poden sus malas tendencias (Manuscrito 12, 1898).

 Derribad El Baluarte De Satanás. Madres, el destino de vuestros hijos descansa en gran medida en vuestras manos. Si no cumplís vuestro deber, podéis colocarlos en las filas de Satanás y hacerlos sus agentes para arruinar otras almas. O vuestra fiel disciplina y ejemplo piadoso pueden conducirlos a Cristo, y ellos a su vez influirán en otros, y así se salvarán muchas almas por vuestro medio 
(Signs of the Times, 9-2-1882). 

Observemos Cuidadosamente Y Comencemos A Recoger Nuestros Puntos Corridos.* Derribemos los baluartes del enemigo. Corrijamos misericordiosamente a nuestros amados y preservémoslos del poder del enemigo. No os desaniméis 
(Review and Herald, 16-7-1895). 

Enseñad El Respeto A Las Autoridades Divina Y Paterna. Los hijos. . . debieran ser preparados, educados y disciplinados hasta que lleguen a ser obedientes a sus padres, respetando su autoridad. En esta forma el respeto a la autoridad divina será implantado en su corazón y la educación de la familia será como una escuela preparatoria para la familia celestial. La educación de los niños y jóvenes debiera ser de tal carácter que los hijos estén preparados para asumir sus deberes religiosos y quedar así preparados para entrar en las cortes celestiales (Id., 13-3-1894). 

El que es la fuente de todo conocimiento ha fijado las condiciones de nuestra idoneidad para entrar en el cielo de los bienaventurados con estas palabras: "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad". 

La obediencia a los mandamientos de Dios es el precio del cielo, y la obediencia a los padres en el Señor es la lección importantísima que deben aprender los hijos (Manuscrito 12, 1896). 

Obediencia Por Principio Y No A La Fuerza. Decid a vuestros hijos exactamente lo que requerís de ellos. Comprendan entonces que vuestra palabra es ley y debe ser obedecida. Así los estáis educando para que respeten los mandamientos de Dios, . . . es mucho mejor que vuestros muchachos obedezcan por principio y no a la fuerza 
(Review and Herald, 15-9-1904). 

Una Lección De Confianza Implícita. Isaac queda atado por las manos temblorosas y amantes de su padre compasivo, porque Dios lo ha dicho. El hijo se somete al sacrificio, porque cree en la integridad de su padre. . . . Este acto de fe de Abrahán ha sido registrado para nuestro beneficio. Nos enseña la gran lección de confiar en los requerimientos de Dios, por severos y crueles que parezcan; y enseña a los hijos a someterse enteramente a sus padres y a Dios. Por la obediencia de Abrahán se nos enseña que nada es demasiado precioso para darlo a Dios (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 353). 

Los Jóvenes Responderán A La Confianza. Debe impresionarse a los jóvenes con la idea de que se les tiene confianza. Tienen un sentido del honor y quieren ser respetados, y en esto están en su derecho. Si los alumnos reciben la impresión de que no pueden ni salir ni entrar, sentarse a la mesa o estar en cualquier lugar, aun en sus habitaciones, a menos que se los vigile, un ojo crítico esté sobre ellos para criticar y desatarlos, esto tendrá la influencia de desmoralizarlos y un pasatiempo no les proporcionará placer. Este conocimiento de una vigilancia continua es más que una tutoría paternal y mucho peor; pues los padres prudentes, mediante el tacto, con frecuencia pueden discernir debajo de la superficie y ver la obra de la mente inquieta por debajo de los anhelos de la juventud, o bajo las fuerzas de las tentaciones, y pueden hacer sus planes para trabajar contrarrestando los males. Pero esta vigilancia continua no es natural y produce los males que está procurando evitar. La salud de los jóvenes requiere ejercicio, alegría y una atmósfera feliz y agradable que los rodee para el desarrollo de la salud física y del carácter simétrico 
(Fundamentals of Christian Education, pág. 114). 

El Gobierno Propio En Contra De La Autoridad Absoluta. En muchas familias, los niños parecen bien educados, mientras están bajo la disciplina y el adiestramiento; pero cuando el sistema que los sujetó reglas fijas se quebranta, parecen incapaces de pensar, actuar y decidir por su cuenta. Estos niños han estado durante tanto tiempo bajo una regla férrea sin que se les permitiera pensar o actuar por su cuenta en lo que les correspondía, que no tienen confianza en sí mismos para obrar de acuerdo con su propio juicio u opinión. Y cuando se apartan de sus padres para actuar por su cuenta, el juicio ajeno los conduce en dirección equivocada. 

No tienen estabilidad de carácter. No se les ha hecho depender de su propio juicio a medida que era posible, por lo tanto su mente no se ha desarrollado ni fortalecido debidamente. Han estado durante tanto tiempo absolutamente controlados por sus padres, que fían completamente en ellos; sus padres son para ellos mente y juicio. Por otro lado, no se debe dejar a los jóvenes que piensen y actúen independientemente del juicio de sus padres y maestros. Debe enseñárseles a los niños a respetar el juicio experimentado y a ser guiados por sus padres y maestros. Se los debe educar de tal manera que sus mentes estén unidas con las de sus padres y maestros, y se los ha de instruir para que comprendan lo conveniente que es escuchar sus consejos. Entonces, cuando se aparten de la mano guiadora de sus padres y maestros, su carácter no será como el junco que tiembla al viento. 

En el caso de que no se les enseñe a los jóvenes a pensar debidamente y actuar por su cuenta, en la medida en que lo permita su capacidad e inclinación mental, a fin de que por este medio pueda desarrollarse su pensamiento, su sentido de respeto propio, y su confianza en su propia capacidad de obrar, el adiestramiento severo producirá siempre una clase de seres débiles en fuerza mental y moral. Y cuando se hallen en el mundo para actuar por su cuenta, revelarán el hecho de que fueron adiestrados como los animales, y no educados. Su voluntad, en vez de ser guiada, fue forzada a someterse por la dura disciplina de padres y maestros (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 315, 316). 

 Los Malos Resultados Cuando Una Mente Domina A Otra. Aquellos padres y maestros que se jactan de ejercer el dominio completo de la mente y la voluntad de los niños que están bajo su cuidado, dejarían de jactarse si pudiesen ver la vida futura de los niños así dominados por la fuerza o el temor. Carecen casi completamente de preparación para compartir las severas responsabilidades de la vida. Cuando estos jóvenes ya no estén bajo el cuidado de sus padres y maestros, y estén obligados a pensar y actuar por su cuenta, es casi seguro que seguirán una conducta errónea y cederán al poder de la tentación. No tienen éxito en esta vida; y se advierten las mismas deficiencias en su vida religiosa. Si los instructores de los niños y los jóvenes pudiesen ver desplegados delante de ellos el resultado futuro de su disciplina errónea, cambiarían su plan de educación. Esa clase de maestros que se congratulan de dominar casi por completo la voluntad de sus alumnos, no son los que tienen más éxito, aunque momentáneamente las apariencias sean halagadoras. Dios no quiso nunca que una mente humana estuviese bajo el dominio completo de otra. Los que se esfuerzan porque la individualidad de sus alumnos se funda en la suya, para ser mente, voluntad y conciencia de ellos, asumen terribles responsabilidades. Estos alumnos pueden, en ciertas ocasiones, parecerse a soldados bien adiestrados. Pero, cuando se elimine la restricción, no actuarán en forma independiente, basados en principios firmes que existan en ellos (Id. págs. 316, 317).

 Mediante Habilidad Y Paciente Esfuerzo. Se requieren habilidad y paciente esfuerzo para modelar a los jóvenes en la forma correcta. Especialmente, los niños que han venido al mundo cargados con una herencia de mal, como resultado directo de los pecados de sus padres, necesitan muchísimo la más cuidadosa cultura para desarrollar y fortalecer sus facultades morales e intelectuales. Y la responsabilidad de los padres es ciertamente difícil. Han de restringirse cuidadosamente las malas tendencias y deben reprocharse tiernamente; ha de estimularse la mente en favor de lo correcto. Debiera animarse al niño para que logre gobernarse a sí mismo. Y esto ha de hacerse juiciosamente, pues podría frustrarse el propósito deseado 
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 138).

 CAPÍTULO 42. El Tiempo Para Comenzar La Disciplina 
Los Hijos Desobedientes Son Una Señal De Los Últimos Días. Una de las señales de los "postreros días" es la desobediencia de los hijos a los padres. ¿Comprenden los padres su responsabilidad? Muchos parecen haber perdido de vista la vigilancia que debieran ejercer sobre sus hijos y les permiten que complazcan sus malas pasiones y los desobedezcan (Review and Herald, 19-9-1854). 

Los hijos son la heredad del Señor, y a menos que los padres los eduquen en forma de capacitarlos para guardar los caminos del Señor, descuidan un solemne deber. No es la voluntad ni el propósito de Dios que los hijos lleguen a ser incultos, ásperos, descorteses, desobedientes, ingratos, impíos, implacables, infatuados, amantes de los placeres más que de Dios. Las Escrituras declaran que ésta sería la condición de la sociedad como una señal de los últimos días (Signs of the Times, 17-9-1894). 

Los padres indulgentes quedan descalificados para el orden del cielo. Hay perfecto orden en el cielo, perfecta armonía y acuerdo. Si los padres descuidan que sus hijos estén aquí bajo la debida autoridad, ¿cómo pueden esperar que sean considerados aptos para acompañar a los santos ángeles en un mundo de paz y armonía? (Testimonies, tomo 4, pág. 199). 

 Los que no respetan el orden o la disciplina en esta vida, no respetarían el orden que se observa en el cielo. No podrán nunca ser admitidos allí; porque todos los que sean dignos de entrar en el cielo amarán el orden y respetarán la disciplina. Los caracteres formados en esta vida determinarán el destino futuro. Cuando venga Cristo, no cambiará el carácter de ninguna persona. . . . Los padres no deben descuidar ningún deber de su parte para beneficiar a sus hijos. Deben educarlos de tal manera que sean una bendición para la sociedad aquí, y puedan cosechar la recompensa de la vida eterna (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 538, 539).

 Cuándo Debiera Empezar La Disciplina. El momento en que el niño comienza a elegir su propia voluntad y sus propios caminos, es el momento cuando debe comenzar su educación en la disciplina. Esta puede llamarse una educación inconsciente. Entonces es cuando debe comenzar una obra consciente y poderosa. Necesariamente descansa sobre la madre la mayor parte del peso de esta obra. Ella tiene la primera responsabilidad sobre el niño y ha de establecer el fundamento de una educación que lo ayude a desarrollar un carácter fuerte y simétrico. . . .  

Con frecuencia meros bebés demuestran una voluntad muy determinada. Si esa voluntad no es dominada por una autoridad más sabia que los deseos indóciles del niño, Satanás se posesiona de la mente y dispone el carácter en armonía con su voluntad 
(Carta 9, 1904). 

 El descuido de la obra de disciplinar y educar hasta que un carácter perverso se ha fortalecido, está provocando en los niños un mal gravísimo, pues crecen egoístas, exigentes y antipáticos… La obra de la madre debe comenzar en una edad muy precoz, sin dar a Satanás la oportunidad de dominar la mente y el carácter de sus pequeños (Manuscrito 43, 1900). 

 Reprimid Las Primeras Manifestaciones Del Mal. Padres, debéis principiar vuestra primera lección de disciplina cuando vuestros hijos son aún niños mamantes en vuestros brazos. Enseñadles a conformar su voluntad a la vuestra. Esto puede hacerse con serenidad y firmeza. Los padres deben ejercer un dominio perfecto sobre su propio genio, y con mansedumbre, aunque con firmeza, doblegar la voluntad del niño hasta que no espere otra cosa sino el deber de ceder a sus deseos. Los padres no empiezan a tiempo. No subyugan la primera manifestación de mal genio del niño, y éste nutre una terquedad que aumentará con el crecimiento y se fortalecerá a medida que él mismo adquiera fuerza (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 78).

 "¿Son Demasiado Jóvenes Para Ser Castigados?" Elí no administró su casa de acuerdo con los reglamentos que Dios dio para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio. El padre indulgente pasó por alto las faltas y los pecados de sus hijos en su niñez, lisonjeándose de que después de algún tiempo, al crecer, abandonarían sus tendencias impías. 

 Muchos están cometiendo ahora un error semejante. Creen conocer una manera mejor de educar a sus hijos que la indicada por Dios en su Palabra, fomentan tendencias malas en ellos y se excusan diciendo: "Son demasiado jóvenes para ser castigados. Esperemos que sean mayores, y se pueda razonar con ellos". En esta forma se permite que los malos hábitos se fortalezcan hasta convertirse en una segunda naturaleza. Los niños crecen sin freno, con rasgos de carácter que serán una maldición para ellos durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en otros.

 No hay maldición más grande en una casa que la de permitir a los niños que hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos de sus hijos y les permiten participar en cosas que reconocen perjudiciales, los hijos pierden pronto todo respeto por sus padres, toda consideración por la autoridad de Dios o del hombre, y son llevados cautivos de la voluntad de Satanás 
(Patriarcas y Profetas, págs. 625, 626). 

Colóquese En Primer Lugar La Educación En El Hogar. Muchos señalan a los hijos de los pastores, de los maestros y de otros hombres de elevada reputación por su sabiduría y piedad y dicen que si esos hombres, con todas sus ventajas, fracasan en el gobierno de su familia, los que son menos favorecidos no pueden tener esperanza de tener éxito. La pregunta que debe dilucidarse es ésta: ¿Esos hombres han dado a sus hijos lo que les corresponde por derecho: un buen ejemplo, instrucción fiel y adecuada restricción? El descuido de esos puntos esenciales es lo que hace que tales padres proporcionan a la sociedad hijos que no están bien equilibrados en su mente, impacientes ante la restricción e ignorantes de los deberes de la vida práctica. En esto hacen al mundo un daño que sobrepuja todo el bien realizado por sus labores. Esos hijos transmiten su propia perversidad de carácter como una herencia a sus descendientes y al mismo tiempo su mal ejemplo e influencia corrompen a la sociedad y trastornan a la iglesia. No podemos creer que hombre alguno, no importa cuán grande sea su habilidad y utilidad, sirva mejor a Dios o al mundo mientras dedique su tiempo a otros propósitos descuidando a sus propios hijos. 
(Signs of the Times 9-2-1882).

 Se Promete La Cooperación Celestial. Dios bendecirá una disciplina justa y correcta Pero Cristo dice "sin mí nada podéis hacer". Los seres celestiales no pueden cooperar con los padres y madres que descuidan la educación de sus hijos, permitiendo que Satanás maneje esa maquinaria infantil, esa mente juvenil, como un instrumento mediante el cual puede obrar para contrarrestar la acción del Espíritu Santo (Manuscrito 126, 1897). 

CAPÍTULO 43. La Disciplina En El Hogar 
Familias Bien Ordenadas Y Bien Disciplinadas. El deber de los que pretenden ser cristianos es presentar ante el mundo familias bien ordenadas y bien disciplinadas, familias que demuestren el poder del verdadero cristianismo. (Review and Herald, 13-4-1897). 

 No Es Fácil Educar Y Preparar A Los Hijos Sabiamente. Se levantarán dificultades cuando los padres traten de mantener el juicio y el temor de Dios delante de ellos, los hijos revelarán la perversidad albergada en su corazón. Muestran amor por la necedad, la independencia y odio por la restricción y la disciplina. Practican el engaño y expresan falsedades. Demasiados padres, en vez de castigar a sus hijos por esas faltas, los ciegan a fin de que no vean debajo de la superficie, ni disciernan el verdadero significado de estas cosas. Por lo tanto, los hijos continúan en sus prácticas engañosas formando caracteres que Dios no puede aprobar. 

 La norma fijada por la Palabra de Dios es puesta a un lado por los padres a los que no les gusta la camisa de fuerza, como algunos la llaman, para emplearla en la educación de sus hijos. 

 Muchos padres tienen un disgusto arraigado en contra de los santos principios de la Palabra de Dios, porque esos principios colocan demasiada responsabilidad sobre ellos. Pero la cuenta inevitable, que todos los padres están obligados a pagar, muestra que los caminos de Dios son los mejores y que el único sendero de seguridad y felicidad se halla en la obediencia a su voluntad (Id., 30-3-1897). 

 La Restricción De Los Hijos No Es Una Tarea Fácil. Dentro del actual estado de cosas de la sociedad, no es una tarea fácil que los padres restrinjan a sus hijos y los instruyan de acuerdo con los principios bíblicos. Cuando educan a sus hijos en armonía con los preceptos de la Palabra de Dios y, como el Abrahán de la antigüedad, guían a su casa tras sí, los hijos piensan que sus padres son exagerados e innecesariamente exigentes.
 (Signs of the Times, 17- 4-1884). 

 Falsas Ideas En Cuanto A La Restricción. Padres. Si queréis la bendición de Dios, proceded como procedió Abrahán. Reprimid el mal y fomentad el bien. Será necesario dar algunas órdenes en lugar de consultar las inclinaciones y gustos de los hijos (Carta 53, 1887).

 Dejar a un niño que siga sus impulsos naturales, es permitirle que su carácter se deteriore y se haga eficiente en el mal. Los padres sabios no dirán a sus hijos: "Sigue tu propia elección; ve adonde quieras, y haz lo que quieras"; sino: "Escucha la instrucción del Señor". A fin de que no se eche a perder la belleza de la vida del hogar, deben hacerse y aplicarse reglas sabias en él (Consejos para los Maestros, págs. 86, 87). 

Por Qué Pereció La Familia De Acán. ¿Habéis pensado por qué fueron sometidos al castigo de Dios todos los que estaban relacionados con Acán? Fue porque no habían sido preparados y educados de acuerdo con las direcciones dadas en la gran norma de la ley de Dios. Los padres de Acán lo habían educado en tal forma, que se sentía libre para desobedecer la Palabra del Señor. Los principios inculcados en su vida lo indujeron a tratar a sus hijos en tal forma que ellos también se corrompieron. La mente actúa sobre otra mente y recibe su influencia, y el castigo que incluyó a los familiares de Acán revela el hecho de que todos estaban implicados en la transgresión (Manuscrito 67, 1894). 

El Ciego Afecto Paternal Es El Más Grande Obstáculo En La Enseñanza. El pecado del descuido paternal es casi universal. Con demasiada frecuencia existe un ciego afecto hacia los que están relacionados con nosotros por vínculos naturales. Ese afecto se lleva al extremo; no está equilibrado por la sabiduría ni por el temor de Dios. El ciego afecto paternal es el mayor obstáculo en el sendero de la debida educación de los hijos. Impide la disciplina y la educación que requiere el Señor. Debido a ese afecto, a veces los padres parecen estar desprovistos de razón. Es como las tiernas misericordias de los impíos, cruelmente disfrazadas con el atavío de un falso amor. Esta peligrosa contracorriente es la que lleva a los hijos a la ruina 
(Review and Herald 6-4-1897). 

Los padres están en constante peligro de fomentar los afectos naturales a expensas de la obediencia a la ley de Dios. Para agradar a sus hijos, muchos padres permiten lo que Dios prohíbe (Id., 29-1-1901). 

Los Padres Son Responsables Por Lo Que Sus Hijos Podrían Haber Sido. Si el padre y la madre, como maestros del hogar, permiten que sus hijos dominen la situación y se descarríen, son responsables por lo que esos hijos podrían haber sido de otra manera (Id., 15-9-1904).

 Los que siguen sus propias inclinaciones, en su afecto ciego por sus hijos, y, permitiéndoles que satisfagan sus deseos egoístas, no les hacen sentir el peso de la autoridad de Dios para reprender el pecado y corregir el mal, ponen de manifiesto que honran a sus hijos impíos más que a Dios. Sienten más anhelo por escudar la reputación de ellos que por glorificar a Dios; y tienen más deseo de complacer a sus hijos que de agradar al Señor... Aquellos que no tienen suficiente valor para reprender el mal, o que por indolencia o falta de interés no hacen esfuerzos fervientes para purificar la familia o la iglesia de Dios, son considerados responsables del mal que resulte de su descuido del deber. Somos tan responsables de los males que hubiéramos podido impedir en otros por el ejercicio de la autoridad paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido los tales hechos nosotros mismos (Patriarcas y Profetas, págs. 624, 625). 

 Se Debe Ser Imparcial. Es muy natural que haya favoritismo en los padres en cuanto a sus hijos. Especialmente si los padres creen que ellos mismos poseen una capacidad superior, considerarán que sus hijos son superiores a otros niños. Por lo tanto, mucho de lo que censurarían severamente en otros, lo pasan por alto en sus hijos como una muestra de inteligencia. Si bien es cierto que esta parcialidad es natural, no es justa ni cristiana. Se hace un gran daño a nuestros hijos cuando les permitimos que sus faltas no sean corregidas. 
(Signs of the Times, 24-11-1881). 

No Consintáis El Mal. Se debería explicar que el gobierno de Dios no reconoce transigencias con el mal. Ni en el hogar ni en la escuela se debería tolerar la desobediencia. Ningún padre ni maestro que desee sinceramente el bienestar de los que están a su cuidado, transigirá con la voluntad terca que desafíe a la autoridad o recurra al subterfugio o la evasiva a fin de esquivar la obediencia. No es el amor, sino el sentimentalismo el que se complace con el mal, trata de obtener obediencia por medio de ruegos o sobornos y finalmente acepta algún sustituto en vez de lo que exigía (La Educación, pág. 282). 

Existe hoy en muchísimas familias mucha complacencia propia y desobediencia que pasan sin ser corregidas, o por el contrario se manifiesta un espíritu despótico que crea los peores males en el carácter de los hijos. Los padres los corrigen a veces con tal desconsideración que les amargan la vida, y los hijos pierden el respeto por sus padres y hermanos (Carta 75, 1898). 

 Los Padres No Comprenden Los Principios Correctos. Apena el corazón ver la necedad de los padres en el ejercicio de la autoridad que Dios les ha dado. Hombres que en todo lo demás son consecuentes e inteligentes fracasan en la comprensión de los principios que debieran emplear en la educación de sus hijos pequeños. No les dan la instrucción correcta en el tiempo cuando ella, un ejemplo piadoso y una firme decisión son indispensables para guiar correctamente la mente inexperta que ignora las influencias engañosas y peligrosas a las que tendrá que hacer frente por doquiera 
(Manuscrito 119, 1899). 

 El mayor sufrimiento ha sobrevenido a la familia humana porque los padres se han apartado del plan divino para seguir su propio criterio y sus ideas imperfectas. Muchos padres obedecen a sus impulsos. Se olvidan que el bien presente y futuro de sus hijos requiere disciplina inteligente (Manuscrito 49, 1901). 

Dios No Acepta Excusas. Con demasiada frecuencia, se crea un estado de rebelión en el corazón de los hijos debido a la disciplina errónea de los padres, cuando los hijos habrían formado buenos y armoniosos caracteres si se hubiera seguido un curso de acción adecuado (Testimonies, tomo 3, págs. 532, 533). 

 Mientras los padres tengan la facultad de disciplinar, educar y preparar a sus hijos, ejerzan esa facultad para Dios. Él les requiere una obediencia pura, impecable y recta. No tolerará ninguna otra cosa. No excusará la mala dirección de los hijos (Review and Herald, 13-4-1897). 

Hay Que Vencer El Espíritu Natural De Obstinación. Algunos niños son naturalmente más obstinados que otros y no aceptan la disciplina, en consecuencia se vuelven muy antipáticos y desagradables. Si la madre no tiene suficiente visión para tratar con este aspecto del carácter, se formará un estado de cosas muy desgraciado, pues tales niños seguirán sus caprichos para su propia destrucción. Pero cuán terrible es que un hijo fomente un espíritu de obstinación no sólo en la niñez, sino en años de mayor madurez, y debido a una falta de comprensión en la niñez, alimente amargura y maldad en la edad adulta hacia la madre que no supo dirigir a sus hijos (Manuscrito 18, 1891).

 Nunca Digáis A Un Niño: "No Puedo Tolerarte". Nunca digáis a vuestros hijos: "no puedo tolerarte". Mientras tengamos acceso al trono de Dios, como padres debiéramos avergonzarnos de pronunciar tales palabras. Clamad a Jesús y él os ayudará a conducir a vuestros pequeños a Dios (Review and Herald, 16-7-1895). 

Debe estudiarse diligentemente el manejo de la familia. He oído a algunas madres que decían que no tenían la habilidad para dirigir que tienen otras, que es un talento que no poseen. Las que comprenden su deficiencia en esto, debieran estudiar muy diligentemente el tema de la dirección de la familia. Y sin embargo, las más valiosas sugestiones de otras no debieran ser adoptadas impensadamente y sin discriminación. Quizá no se adapten igualmente a las circunstancias de cada madre, o a la disposición y temperamento peculiares de cada hijo de la familia. Estudie la madre cuidadosamente la experiencia de otras, note la diferencia entre sus métodos y los de ella y pruebe cuidadosamente aquéllos que puedan ser de verdadero valor. Si una clase de disciplina no produce los resultados deseados, inténtese otro plan y obsérvense cuidadosamente los resultados. Las madres, más que otras personas, debieran acostumbrarse a pensar e investigar. Si perseveran en esto, hallarán que están adquiriendo la facultad que pensaban que no tenían, que están aprendiendo a formar correctamente el carácter de sus hijos. El resultado de la labor y pensamiento dados a esta obra se verá en la obediencia de los hijos, en su sencillez, su modestia y pureza, y esto recompensará ricamente todo esfuerzo hecho (Signs of the Times, 11-3-1886). 

Los Padres Deben Unirse En La Disciplina. La madre siempre debiera tener la cooperación del padre en sus esfuerzos para establecer el fundamento de un buen carácter cristiano en sus hijos. Un padre excesivamente cariñoso no debiera cerrar los ojos a las faltas de sus hijos porque le resulte desagradable corregirlos 
(Testimonies, tomo 1, págs. 546, 547). 

 Debieran inculcarse en la mente de los niños los principios correctos. Si los padres se unen en esta obra de disciplina, los niños entenderán lo que se requiere de ellos. Pero si el padre, por palabra o apariencia, muestra que no aprueba la disciplina que da la madre, si cree que ella es demasiado estricta y piensa que él debe compensar la rigurosidad con mimos y condescendencias, se arruinarán los hijos. Los padres complacientes recurrirán a engaños, y los hijos pronto sabrán que pueden hacer lo que les plazca. Los padres que cometen este pecado contra sus hijos son responsables por la pérdida de sus almas (Manuscrito 58, 1899). 

La Influencia Combinada Del Afecto Y La Autoridad. Irradie de vuestro carácter la luz de la gracia celestial para que haya luz de sol en el hogar. Haya paz, palabras agradables y semblantes alegres. Esto no es un afecto ciego, no es esa ternura que fomenta el pecado debido a una necia indulgencia y que es la mismísima crueldad, no es ese falso amor que permite que los hijos gobiernen y conviertan a sus padres en esclavos de sus caprichos. No debiera haber parcialidad paternal, ni opresión; la influencia combinada del afecto y la autoridad darán el molde adecuado a la familia (Review and Herald, 15-9-1891).

 Represéntese El Carácter De Dios En La Disciplina. Sed firmes, sed decididos en poner en práctica la instrucción de la Biblia, pero liberaos de toda pasión. Recordad que cuando sois ásperos e irrazonables ante vuestros pequeños, les enseñáis a ser lo mismo. Dios os requiere que eduquéis a vuestros hijos, usando en vuestra disciplina toda la táctica de un sabio maestro que está regido por Dios. Si el poder de Dios que convierte se ejerce en vuestro hogar, vosotros mismos aprenderéis constantemente. Representaréis el carácter de Cristo y agradarán a Dios vuestros esfuerzos en este sentido. Nunca descuidéis la obra que debiera hacerse para los miembros menores de la familia del Señor. Padres, vosotros sois la luz de vuestro hogar. Brille pues vuestra luz en forma de palabras amables, en sedantes tonos de voz. Quitad de ellas el aguijón mediante la oración a Dios en procura de dominio propio. Y los ángeles estarán en vuestro hogar, pues ellos observarán vuestra luz. La disciplina que deis a vuestros hijos proseguirá en forma de corrientes fuertes y claras, que llegan hasta el mundo saliendo de vuestro hogar correctamente conducido. (Manuscrito 142, 1898).

 No Haya Desviación De Los Principios Correctos. Antiguamente, la autoridad paterna era respetada: los hijos estaban entonces sujetos a sus padres, y los temían y reverenciaban; pero en estos últimos días el orden ha sido invertido. Algunos padres están sujetos a sus hijos. Temen contrariar su voluntad, y por lo tanto ceden a lo que les exigen. Pero mientras que los hijos están bajo el techo de sus padres, y dependen de ellos, deben estar sujetos a su voluntad. Los padres deben obrar con decisión, requiriendo que se acate lo que ellos consideran correcto. (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 76). 

Tómense Medidas Extremas Si La Desobediencia Obstinada No Es Reprimida. Algunos padres indulgentes que aman la comodidad temen ejercer una autoridad sana sobre sus hijos indisciplinados para que ellos no huyan del hogar. Sería mejor que algunos hicieran eso antes que permanecer en el hogar viviendo a expensas de la generosidad de sus padres y al mismo tiempo hollando toda autoridad tanto humana como divina. Sería muy provechoso que tales hijos tuvieran la plena independencia que se imaginan que es tan deseable, que aprendieran que se necesita esforzarse para vivir. Digan los padres al muchacho que amenaza con escaparse del hogar: "Hijo mío, si estás determinado a irte del hogar antes que someterte a reglas justas y debidas, no te lo impediremos. Si piensas que el mundo es más amistoso. Que los padres que te han cuidado desde la infancia, deberás descubrir tu error por ti mismo. Serás bienvenido cuando desees volver a la casa de tu padre para ser sometido a su autoridad. Las obligaciones son mutuas. Al paso que tú tienes alimento, vestido y cuidado paternal, a tu vez estás en la obligación de someterte a las reglas del hogar y a la sana disciplina. Mi casa no puede ser mancillada con el hedor del tabaco, con palabras viles o embriaguez. Deseo que los ángeles de Dios estén en mi hogar. Si estás plenamente determinado a servir a Satanás, mejor estarás con aquellos cuya compañía amas, de lo que estarías en tu hogar". Un proceder tal frenaría la degradación de millares. Pero con demasiada frecuencia los hijos saben que pueden hacer lo peor y, sin embargo, una madre poco prudente intercederá por ellos y ocultará sus transgresiones. Más de un hijo rebelde se jacta porque sus padres no han tenido valor para reprimirlo... No lo fuerzan a obedecer. Tales padres fomentan en sus hijos la disipación y están deshonrando a Dios por su necia indulgencia. Son estos jóvenes rebeldes y corruptos los que constituyen el elemento más difícil de dominar en las escuelas y colegios. (Review and Herald, 13-6-1882). 

No Os Canséis En El Bien Hacer. La obra de los padres es continua. No debiera cumplirse vigorosamente un día para descuidarse al siguiente. Muchos están listos para comenzar la obra, pero no están dispuestos a perseverar en ella. Anhelan hacer grandes cosas, algún gran sacrificio; pero se retraen del cuidado incesante y del esfuerzo en las cosas pequeñas de la vida diaria, el continuo podar y educar las tendencias torcidas, la obra de dar instrucción especial, reprochar o animar, poco a poco, tal como fuera necesario. Quieren que sus hijos corrijan sus errores y formen caracteres correctos de golpe, alcanzando la cima de un salto y no mediante pasos sucesivos, y se descorazonan porque sus esperanzas no se realizan inmediatamente. Anímense tales personas al recordar las palabras del apóstol: "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" (Signs of the Times, 24-11-1881). 

 Puede suceder que los niños observadores del sábado se impacienten por las restricciones y piensen que sus padres son demasiado estrictos; y hasta puede suceder que se susciten en sus corazones sentimientos duros y lleguen a alimentar pensamientos de descontento y pesar contra aquellos que obran para su bien presente, futuro y eterno. Pero si llegan a vivir algunos años más, bendecirán a sus padres por el cuidado estricto y la vigilancia fiel que ejercieron sobre ellos en sus años de inexperiencia (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 150). 

Leed Admoniciones De La Palabra De Dios. Cuando yerran los niños, los padres debieran darse tiempo para leerles tiernamente de la Palabra de Dios aquellas admoniciones que sean especialmente aplicables a su caso. Cuando son probados, tentados o desanimados, citadles las preciosas palabras de consuelo y guiadlos suavemente a depositar su confianza en Jesús. Así se podrá dirigir la mente juvenil a lo que es puro y ennoblecedor. Y a medida que los grandes problemas de la vida, y el trato de Dios con la raza humana, se despliegan ante el entendimiento, se ejercitan las facultades del razonamiento y también el juicio, al paso que se imprimen en el corazón las lecciones de la verdad divina. Así los padres pueden modelar diariamente el carácter de sus hijos, a fin de que puedan ser aptos para la vida futura.
 (Review and Herald, 13-6-1882). 

CAPÍTULO 44. La Administración de La Disciplina Correctiva  
Pedid Que El Señor Venga Y Dirija. Demandad obediencia en vuestra familia, pero al hacer esto, buscad al Señor con vuestros hijos y pedidle que venga y dirija. Vuestros hijos quizá hayan hecho algo que demande castigo, pero si los tratáis con el espíritu de Cristo, los brazos de ellos ceñirán vuestro cuello, se humillarán delante del Señor y reconocerán su error. Eso es suficiente. Entonces no necesitan castigo. Agradezcamos al Señor porque ha abierto el camino por el cual podemos llegar hasta cada alma (Manuscrito 21, 1909). 

Si Vuestros Hijos Son Desobedientes, Debieran Ser Corregidos… Antes de corregirlos, pedid a solas al Señor que ablande y subyugue el corazón de vuestros hijos y que os dé sabiduría para tratarlos. Ni en un solo caso he sabido nunca que haya fracasado este método. No podéis hacer que un hijo comprenda cosas espirituales cuando el corazón está conmovido por la pasión (Manuscrito 27, 1911). 

Instruid Pacientemente A Los Niños. Desde su misma infancia, el Señor quiere que el corazón de los niños le sea dado para su servicio. Mientras son demasiado jóvenes para razonar, llamadles la atención de la mejor manera que podáis; cuando sean mayores, enseñadles por precepto y ejemplo que no podéis tolerar sus deseos erróneos. Instruidlos pacientemente. A veces tendrán que ser castigados, pero nunca lo hagáis en una forma que sientan que los habéis castigado con ira. Al hacerlo, sólo provocaréis un mal mayor. Podrían evitarse muchas diferencias lamentables en el círculo familiar si los padres obedecieran el consejo del Señor en la educación de sus niños (Manuscrito 23, 1909).

 Los Padres Deben Estar Bajo La Disciplina De Dios. Madres, no importa hasta dónde os irriten vuestros niños en su ignorancia, no os impacientéis. Enseñadles paciente y amorosamente. Sed firmes con ellos. No permitáis que los rija Satanás. Disciplinadlos sólo cuando estáis bajo la disciplina de Dios. Cristo vencerá en las vidas de vuestros hijos si aprendéis de Aquel que es manso y humilde, puro e inmaculado (Carta 272, 1903). 

Pero si tratáis de gobernar sin ejercer dominio propio, sin sistema, pensamiento ni oración, seguramente cosecharéis las amargas consecuencias. (Signs of the Times, 9-2-1882). 

Nunca, Corrijáis Con Ira. Debéis corregir a vuestros niños con amor. No permitáis que hagan lo que les plazca hasta que os enojéis, y entonces los castiguéis. Una corrección tal sólo ayuda al mal en vez de corregirlo. (Review and Herald, 19-9-1854). 

Manifestar ira hacia un niño que se equivoca, es aumentar el mal. Eso despierta las peores pasiones en el niño y lo induce a creer que no os preocupáis por él. Razona consigo mismo que no podríais tratarlo así si os interesara. ¿Y pensáis que Dios no sabe la forma en que son corregidos esos niños? Sabe, y sabe también lo que podrían ser los benditos resultados si la obra de corrección se hiciera en una forma que conquistara en vez de repeler. . . . Os suplico, no corrijáis a vuestros niños con ira. Ese es el tiempo por excelencia cuando debéis actuar con humildad, paciencia y oración. Entonces es cuando debéis arrodilláis con los niños y pedir el perdón del Señor. Procurad ganarlos para Cristo manifestándoles bondad y amor, y veréis que un poder mayor que el de la tierra está cooperando en vuestros esfuerzos (Manuscrito 53, 1912).

 Cuando estéis obligados a corregir a un niño, no elevéis el tono de la voz. . . . No perdáis vuestro dominio propio. El padre que da rienda suelta a su ira cuando corrige a un niño, comete más falta que éste 
(Signs of the Times, 17-2-1904). 

 Renegar Y Regañar Nunca Ayudan. Las palabras ásperas y enojadas no son de origen celestial. Renegar y regañar nunca ayudan. Por el contrario despiertan los peores sentimientos en el corazón humano. Cuando vuestros niños proceden mal y están llenos de rebeldía y os sentís tentados a hablar y actuar ásperamente, esperad antes de corregirlos. Dadles una oportunidad de pensar y serenad vuestro ánimo. Al tratar bondadosa y tiernamente a vuestros niños, recibiréis la bendición del Señor. ¿Y pensáis que en el día del juicio de Dios habrá alguien que se lamente de haber sido paciente y bondadoso con sus niños? (Manuscrito 114, 1903). 

La Nerviosidad No Es Excusa Para La Impaciencia. A veces los padres disculpan su propia mala conducta con la excusa de que no se sienten bien. Están nerviosos y piensan que no pueden ser pacientes ni serenos, ni hablar de una manera agradable. En esto se engañan y agradan a Satanás, quien se regocija de que ellos no consideran la gracia de Dios como suficiente para vencer las flaquezas naturales. Ellos pueden y deben dominarse a sí mismos en toda ocasión. Dios se lo exige (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 134). 

 A veces, cuando están fatigados por el trabajo u oprimidos por las preocupaciones, los padres no mantienen un espíritu tranquilo, sino que manifiestan una falta de tolerancia que desagrada a Dios y ensombrece a la familia. Padres, cuando os sentís enojados, no debéis cometer el gran pecado de envenenar a toda la familia con esa irritabilidad peligrosa. En tales oportunidades, vigilaos doblemente y resolved que sólo saldrán de vuestros labios palabras amables y animadoras. Al ejercer así el dominio propio, os fortaleceréis. Vuestro sistema nervioso no será tan sensible… Jesús conoce nuestras debilidades y él mismo ha compartido nuestras vicisitudes en todas las cosas, menos en el pecado. Por lo tanto, ha preparado un camino adecuado para nuestra fortaleza y capacidad. A veces parece que todo va mal en el círculo familiar. Hay mal humor por doquiera y todos parecen muy desdichados y tristes. Los padres echan la culpa a sus pobres hijos y piensan que son muy desobedientes e indisciplinados, los peores hijos del mundo; cuando la causa de la alteración está en ellos mismos. Dios les requiere que ejerzan dominio propio. Debieran comprender que cuando se entregan a la impaciencia y al enojo, hacen sufrir a otros. Los que los rodean son afectados por el espíritu que manifiestan, y a su vez expresan el mismo espíritu, el mal se aumenta (Signs of the Times, 17-4-1884). 

 A Veces Hay Poder En El Silencio. Los que desean dominar a otros deben primero dominarse a sí mismos. . . Cuando un padre o maestro se impacienta, y corre peligro de hablar imprudentemente, guarde silencio. En el silencio hay un poder maravilloso 
(La Educación, págs. 283, 284). 

Dad Pocas Órdenes; Luego Requerid Obediencia. Sean cuidadosas las madres de no dar órdenes innecesarias para exhibir su autoridad ante otros. Dad pocas órdenes, pero ved que sean obedecidas (Signs of the Times, 9-2-1882). 

 Al disciplinar a vuestros niños, no los desliguéis de lo que les habéis requerido que hagan. No esté tan preocupada vuestra mente por otras cosas al punto de que caigáis en el descuido. Y no os canséis de vuestra vigilancia porque vuestros niños olvidan y hacen lo que les habéis prohibido hacer (Manuscrito 32, 1899). 

 En todas vuestras órdenes, procurad conseguir el mayor bien de vuestros niños, y luego ved que esas órdenes se cumplan. Deben ser inmutables vuestra energía y decisión, y sin embargo, siempre sometidas al espíritu de Cristo (Signs of the Times, 13-9-1910).

 El Trato Con Un Niño Negligente. Cuando pedís a vuestro hijo que haga alguna cosa y él contesta: "Sí, la haré", y luego no cumple su palabra, no debéis dejar así el asunto. Debéis hacer que vuestro hijo dé cuenta de su negligencia. Si lo pasáis por alto sin llamarle la atención, educáis a vuestro hijo en hábitos de negligencia e infidelidad. 

Dios ha dado una mayordomía a cada hijo. Los hijos han de obedecer a sus padres. Han de ayudar a llevar las cargas y responsabilidades del hogar, y cuando descuidan la obra asignada, debiera llamárselos a cuentas y requerirse que las realicen  
(Manuscrito 127, 1899). 

 Los Resultados De La Disciplina Apresurada Y Espasmódica. Cuando los niños han cometido una falta, ellos mismos están convictos de su pecado y se sienten humillados y desasosegados. Reprenderlos frecuentemente por sus faltas, dará como resultado hacerlos tercos y enconados. Como potros indómitos, parecieran determinados a crear dificultades, y las reprimendas no les harán bien. Los padres debieran buscar la forma de dirigir la mente de ellos hacia otros canales. Pero la dificultad estriba en que los padres no son uniformes en su trato, sino que proceden más por impulso que por principio. Se dejan arrebatar por la pasión y no dan a sus hijos el ejemplo que debieran dar los padres cristianos. Un día pasan por alto las faltas de sus hijos, y al día siguiente no manifiestan paciencia ni dominio propio. No observan la orden del Señor de hacer justicia y juicio. Con frecuencia son más culpables que sus hijos. Algunos niños pronto olvidan algo malo que les hayan hecho sus padres, pero otros que tienen diferente mentalidad no pueden olvidar un castigo severo e injusto que no merecían. Así se les daña el alma y confunde la mente. La madre pierde sus oportunidades de inculcar los debidos principios en la mente del hijo, porque ella no mantuvo el dominio propio ni manifestó un proceder bien equilibrado en su proceder y palabras (Manuscrito 38, 1893). 

 Sed tan tranquilos y estad tan exentos de ira, que queden convencidos que los amáis aunque los castiguéis (Manuscrito 2, 1903). 

 A Veces La Persuasión Es Mejor Que El Castigo. He sentido un interés tan profundo en esta clase de obra, que he adoptado algunos niños a fin de que pudieran ser educados correctamente. En vez de castigarlos cuando cometían faltas, los persuadía a hacer lo correcto. Una niñita había tomado el hábito de arrojarse al piso si no se le permitía hacer lo que quería. Le dije: "Si no te enojas una vez hoy, tu tío White y yo te llevaremos en el vehículo, y pasaremos un día feliz en el campo. Pero si te tiras al piso una sola vez perderás tu derecho a esa diversión". En esa forma yo trabajaba para esos niños, y ahora me siento agradecida de haber hecho esa obra (Manuscrito 95, 1909). 

 Tratad El Mal Pronta, Sabia Y Firmemente. La desobediencia debe ser castigada. Los males deben ser corregidos. La iniquidad que está ligada en el corazón del muchacho, debe ser afrontada y vencida por padres y maestros. Debe tratarse el mal pronta y sabiamente, con firmeza y decisión. El odio a las restricciones, el amor a la complacencia propia, la indiferencia a las cosas eternas deben tratarse con cuidado. A menos que se desarraigue el mal, el alma se perderá. Y más que eso: el que se entrega para seguir la senda de Satanás procura constantemente seducir a otros. Desde su más temprana edad, debiéramos tratar de vencer en nuestros hijos el espíritu del mundo (Carta 166, 1901).

 A Veces Es Necesaria La Vara. La madre puede preguntarse: "¿No habré de castigar nunca a mi hijo?" Puede ser que los azotes sean necesarios cuando los demás recursos fracasen; sin embargo ella no debe usar la vara si es posible evitarlo. Pero si las correcciones más benignas resultan insuficientes, el castigo para hacer volver al niño en sí debe ser administrado con amor. Frecuentemente una sola corrección de esta naturaleza bastará para toda la vida, pues demostrará al niño que él no tiene en sus manos las riendas del dominio. Y cuando este paso llega a ser necesario, se le debe inculcar seriamente al niño el pensamiento de que se le administra el castigo no para la satisfacción de los padres ni como acto de arbitraria autoridad, sino para su propio beneficio. Debe enseñársele que todo defecto no corregido le ocasionará desgracia, y desagradará a Dios. Bajo esa disciplina, los niños hallarán su mayor felicidad en someterle su voluntad a la voluntad de su Padre celestial (Consejos para los Maestros, pág. 90). 

 Como El Último Recurso. Muchas veces encontraréis que si razonáis con ellos bondadosamente, no necesitarán ser azotados. Y un trato tal los inducirá a tener confianza en vosotros. Os convertirán en sus confidentes. Vendrán a vosotros y dirán: Me porté mal hoy, en tal momento, y quiero que me perdones y pidas a Dios que me perdone. He pasado por escenas como ésta y por lo tanto yo sé. . . . Estoy agradecida de que tuve valor de tratarlos con firmeza cuando se equivocaban, de orar con ellos y mantener las normas de la Palabra de Dios delante de ellos. Estoy contenta de haberles presentado las promesas para los vencedores y las recompensas ofrecidas a los que son fieles (Manuscrito 27, 1911).

 Nunca Deis Un Golpe Con Ira. Nunca deis a vuestro hijo un golpe con ira a menos que queráis que aprenda a pelear y a reñir. Como padres estáis en el lugar de Dios para vuestros hijos y debéis estar en guardia (Manuscrito 32, 1899).

 Quizá tengáis que castigar con la vara; esto es a veces esencial, pero posponed cualquier arreglo de la dificultad hasta que hayáis resuelto el caso con vosotros mismos. Preguntaos: ¿He sometido mi conducta y mi voluntad a Dios? ¿Me he colocado donde Dios pueda manejarme, de modo que tenga sabiduría, paciencia, bondad y amor en mi trato con los elementos refractarios del hogar? (Manuscrito 79, 1901). 

 Advertencia A Un Padre De Genio Rápido. Hno. L., ¿ha considerado Ud. lo que es un niño y dónde va? Sus hijos son los miembros más jóvenes de la familia del Señor: hermanos y hermanas confiados a su cuidado por su Padre celestial para que Ud. los prepare y eduque para el cielo. Cuando Ud. los trata ásperamente, como lo ha hecho con frecuencia, ¿tiene Ud. en cuenta que Dios lo hará responsable por ese trato? No debiera tratar así a sus hijos tan ásperamente. Un niño no es un caballo ni un perro a quien le dé órdenes de acuerdo con su voluntad imperiosa o que sea regido en todas las circunstancias con un palo o un látigo, o mediante golpes dados con la mano. Algunos niños son de un temperamento tan malo, que es necesario que se los castigue físicamente, pero muchísimos casos se empeoran mucho con esta clase de disciplina... 

Nunca levante la mano para darle un golpe a menos que, con clara conciencia, Ud. pueda inclinarse delante de Dios y pedir su bendición sobre la disciplina que está por aplicar. Fomente el amor en el corazón de sus hijos. Presente delante de ellos motivos elevados y correctos que induzcan al dominio propio. No les dé la impresión de que deben someterse a un régimen porque así lo determina su voluntad arbitraria, porque Ud. es fuerte y ellos débiles, porque Ud. es el padre y ellos los hijos. Si Ud. quiere arruinar a su familia, continúe gobernándola por la fuerza bruta, y resultará así ciertamente 
(Testimonies, tomo 2, págs. 259, 260). 

 Nunca Sacudáis A Un Niño Irritado. Los padres no han dado a sus hijos la educación correcta. Frecuentemente manifiestan las mismas imperfecciones que se ven en los hijos. Comen indebidamente, y esto atrae su energía nerviosa para el estómago, y no tienen vitalidad para usarla en otras direcciones. No pueden controlar debidamente a sus hijos debido a su propia impaciencia; ni pueden enseñarles lo correcto. Quizá los toman ásperamente y les dan un golpe impaciente. He dicho que zamarrear a un niño hará que le entren dos malos espíritus en vez de sacarle uno. Si un niño está equivocado, zamarrearlo lo empeorará. No lo someterá (Id., pág. 365). 

 Usad Primero La Razón Y La Oración. Razonad primero con vuestros hijos, señaladles claramente sus faltas, e impresionadlos con el hecho de que no sólo han pecado contra vosotros sino contra Dios. Con vuestro corazón lleno de compasión y dolor por vuestros hijos descarriados, orad con ellos antes de corregirlos. Entonces verán que no los castigáis porque os molestan, o porque queréis desfogar vuestro mal genio con ellos, sino por un sentimiento de deber, para su bien, y os amarán y respetarán (Signs of the Times, 10-4-1884). 

 Esa oración puede hacer una impresión tal en su mente, que ellos verán que no sois irrazonables. Y si los niños ven que no sois irrazonables, habréis ganado una gran victoria. Esta es la obra que debe hacerse en el círculo de vuestra familia en estos últimos días (Manuscrito 73, 1909). 

 La Efectividad De La Oración En Una Crisis Disciplinaria. No los amenacéis con la ira de Dios si cometen una mala acción, sino presentadlos en vuestras oraciones a Cristo (Manuscrito 27, 1893).

 Si sois padres cristianos, antes de ocasionar dolor físico a vuestro hijo, revelaréis el amor que tenéis para con vuestros pequeñuelos que yerran. Mientras os postráis delante de Dios con vuestro hijo, presentaréis al Redentor lleno de simpatía sus propias palabras: "Dejad los niños venir, y no se lo estorbéis; porque de los tales es el reino de Dios" (Mar. 10: 14). Esta oración traerá a los ángeles a vuestro lado. Vuestro hijo no olvidará estos incidentes, y la bendición de Dios descansará sobre tal instrucción, guiándolo a Cristo. Cuando los niños comprenden que sus padres están procurando ayudarles, pondrán todas sus energías en la debida dirección 
(Consejos para los Maestros, pág. 91). 

 La Experiencia Personal En La Disciplina. Nunca permití que mis hijos pensaran que podían molestarme en su niñez. También crié en mi familia a otros de otras familias, pero nunca permití que esos niños pensaran que podían molestar a su madre. Nunca me permití decir una palabra áspera o impacientarme o enojarme con los niños. Nunca llegaron al punto de provocarme a ira, ni una sola vez. Cuando se agitaba mi espíritu o cuando me parecía que iba a perder los estribos, decía: "Niños, dejemos esto en paz ahora; no diremos nada más de esto ahora. Lo trataremos otra vez antes de acostarnos". Teniendo todo ese tiempo para reflexionar, al anochecer se habían aplacado y yo podía tratarlos muy bien. . . . 

 Hay Una Forma Correcta Y Una Forma Equivocada. Nunca levanté la mano a mis hijos antes de hablarles. Y si se quebrantaban y si reconocían su falta (y siempre lo hicieron cuando la presenté delante de ellos y oré con ellos) y si se sometían (siempre lo hicieron cuando yo procedía así), entonces los tenía dominados. Nunca actuaron de otra manera. Cuando oraba con ellos, se quebrantaban por completo, me echaban los brazos al cuello y lloraban... 

Al corregir a mis hijos, nunca permití que mi voz se alterara en ninguna forma. Cuando advertía que algo andaba mal, esperaba hasta que pasara el "calor", y entonces los tomaba por mi cuenta después de que habían tenido la oportunidad de reflexionar y estaban avergonzados. Se avergonzaban si les daba una hora o dos para pensar en estas cosas. Siempre me apartaba y oraba. Entonces no les hablaba. Después de que habían quedado solos por un tiempo, venían a verme por el asunto. "Bien", les decía, "esperemos hasta la noche". Al llegar esa hora, orábamos y entonces les decía que hacían daño a su propia alma y agraviaban al Espíritu de Dios por su proceder equivocado 
(Manuscrito 82, 1901). 

 Emplead Tiempo Para Orar. Cuando me sentía irritada y tentada a decir palabras que me avergonzarían, me callaba, salía de la habitación y pedía a Dios que me diera paciencia para enseñar a esos niños. Entonces podía volver y hablar con ellos y decirles que no debían proceder mal otra vez. Podemos adoptar una posición tal en este asunto de modo que no provoquemos a ira a los hijos. Debiéramos hablar bondadosa y pacientemente, recordando siempre cuán extraviados somos y cómo queremos ser tratados por nuestro Padre celestial. Estas son las lecciones que deben aprender los padres, y cuando las hayáis aprendido, seréis los mejores alumnos de la escuela de Cristo y vuestros hijos serán los mejores hijos. En esta forma podéis enseñarles el respeto de Dios y la observancia de su ley, porque tendréis un excelente dominio sobre ellos y al hacer esto los estáis educando para que en la sociedad sean niños que serán una bendición para los que los rodean. Los estáis preparando para ser colaboradores con Dios (Manuscrito 19, 1887). 

 El Gozo Puede Seguir Al Dolor De La Disciplina. El verdadero modo de habérselas con las pruebas no consiste en tratar de escapar a ellas, sino en transformarlas. Esto se aplica a toda la disciplina, tanto a la de los primeros años como a la de los últimos. 

 El descuido de la educación temprana del niño y el consecuente fortalecimiento de las malas tendencias dificulta su educación ulterior y es causa de que la disciplina sea, con demasiada frecuencia, un proceso penoso. Ha de ser penosa para la naturaleza baja, pues se opone a los deseos y las inclinaciones naturales, pero puede olvidarse el dolor en vista de un gozo superior. 

Enséñese al niño y al joven que todo error, toda falta, toda dificultad vencida, llega a ser un peldaño hacia las cosas mejores y más elevadas. Por medio de tales vicisitudes han logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo digno de ser vivido (La Educación, pág. 287).

 Seguid La Divina Guía Del Viajero. Los padres que quieran educar a sus hijos debidamente necesitan sabiduría celestial a fin de proceder juiciosamente en todo lo que atañe a la disciplina del hogar (Pacific Health Journal, enero de 1890). 

 La Biblia es una Guía en la Orientación de Los Hijos. Si los padres lo desean, aquí pueden encontrar un curso señalado para la educación y preparación de sus hijos a fin de que no cometan desatinos. . . . Cuando se sigue esta guía del viajero, los padres, en vez de conceder complacencia ilimitada a sus hijos, usarán con más frecuencia la vara de la corrección; en vez de estar ciegos a sus faltas, su temperamento perverso, y atentos únicamente a sus virtudes, tendrán un discernimiento claro y contemplarán esas cosas a la luz de la Biblia. Sabrán que deben encauzar a sus hijos por el camino correcto (Manuscrito 57, 1897). 

 Dios no puede llevar rebeldes a su reino; por lo tanto, la obediencia a sus mandamientos es puesta como un requisito especial. Los padres debieran enseñar diligentemente a sus hijos lo que dice el Señor. Entonces Dios mostrará a los ángeles y a los hombres que levantará una salvaguardia en torno de su pueblo (Manuscrito 64, 1899). 

 Vuestra Parte Y La Parte De Dios. Padres, cuando hayáis cumplido fielmente vuestro deber hasta lo máximo de vuestra capacidad, podréis pedir con fe al Señor que haga por vuestros hijos lo que no podéis hacer vosotros (Signs of the Times, 9-2-1882). 

 Después de haber cumplido fielmente con vuestro deber para vuestros hijos, llevadlos a Dios y pedidle que os ayude. Decidle que habéis hecho vuestra parte y luego con fe pedid a Dios que haga su parte, lo que no podéis hacer. Pedidle que morigere su carácter, que los haga suaves y corteses mediante su Espíritu Santo. Oirá vuestra oración. Con amor responderá a vuestras oraciones. Mediante su Palabra os ordena corregir a vuestros hijos: "Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza", y la Palabra de Dios ha de ser obedecida en estas cosas (Review and Herald, 19-9-1854). 

 CAPÍTULO 45. Con Amor Y Firmeza
 Dos Caminos Y Su Fin. Hay dos formas de tratar a los niños: completamente diferentes en su principio y resultados. La fidelidad y el amor, unidos con la sabiduría y la firmeza, de acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios, proporcionarán felicidad en esta vida y en la venidera. El descuido del deber, la complacencia necia, la negligencia al restringir o corregir las necedades de la juventud, darán como resultado la desgracia y la ruina final de los hijos, y el desengaño y angustia de los padres (Review and Herald, 30-8-1881). 

 El amor tiene un hermano gemelo que es el deber. El amor y el deber se encuentran lado a lado. El amor puesto en ejercicio mientras se descuida el deber, hará a los hijos testarudos, voluntariosos, perversos, egoístas y desobedientes. Si se emplea el severo deber solo, sin que el amor lo suavice y domine, tendrá un resultado similar. El deber y el amor deben fusionarse a fin de que los niños sean debidamente disciplinados.
 (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 325).

 Las faltas no corregidas provocan la desgracia. Siempre que parezca necesario negar los deseos u oponerse a la voluntad de un hijo, debiera impresionárselo seriamente con el pensamiento de que no se hace para la complacencia de los padres ni para ejercer una autoridad arbitraria, sino para su propio bien. Debiera enseñársela que cada falta no corregida le acarreará desgracia y desagradará a Dios. Bajo una disciplina tal, los hijos encontrarán su mayor felicidad en someter su voluntad a la voluntad de su Padre celestial 
(Fundamentals of Christian Education, pág. 68). 

 Los jóvenes que siguen sus propios impulsos e inclinaciones no pueden tener verdadera felicidad en esta vida y al fin perderán la vida eterna. (Review and Herald, 27-6-1899). 

 La Bondad Debe Ser La Ley Del Hogar. El método de gobernar que tiene Dios, es un ejemplo de cómo se han de educar a los niños. No hay opresión en el servicio del Señor, y no ha de haber opresión en el hogar ni en la escuela. Ni los padres ni los maestros deben permitir que se desprecie su palabra y no se le preste atención. Si ellos no corrigen a los niños por haber hecho mal, Dios los tendrá por responsables de su negligencia. Pero no deben abusar de la censura. Sea la bondad la ley del hogar y de la escuela. Enséñese a los niños a guardar la ley del hogar y de la escuela. Enséñese a los niños a guardar la ley de Dios, y por una influencia firme y amante, apárteselos del mal (Consejos para los Maestros, págs. 119, 120).

 Tened consideración por la ignorancia pueril. Padres y madres, en el hogar debéis representar el carácter de Dios. Habéis de requerir obediencia no con una tormenta de palabras, sino en una forma bondadosa y amante. Debéis estar tan llenos de compasión que vuestros hijos sean atraídos a vosotros (Manuscrito 79, 1901). 

 Sed amables en el hogar. Restringid cada palabra que pudiera despertar una mala reacción. La orden divina es: "Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos". Recordad que vuestros hijos son jóvenes en años y experiencia. Al dirigirlos y disciplinarlos, sed firmes pero también bondadosos (Review and Herald, 21-4-1904).

 Los hijos no siempre disciernen lo correcto de lo erróneo, y cuando se equivocan, con frecuencia son tratados ásperamente en vez de ser instruidos bondadosamente (Manuscrito 12, 1898).

 En la Palabra de Dios no se autoriza la severidad paternal ni la opresión, así como tampoco la desobediencia filial. En la vida familiar y en el gobierno de las naciones, la ley de Dios fluye de un corazón de infinito amor (Carta 8 a, 1896). 

 Simpatía Por Un Niño No Promisorio. Los padres necesitan tratar a sus hijos descarriados con la sabiduría de Cristo… Los no promisorios necesitan mayor paciencia y bondad, la más tierna simpatía. Pero muchos padres revelan un espíritu frío y cruel, que nunca inducirá a los descarriados al arrepentimiento. Sea suavizado el corazón de los padres por la gracia de Cristo, y su amor llegará al corazón 
(Manuscrito 22, 1890). 

 La Regla del Salvador: "Como quisierais que los hombres hicieren con vosotros, haced vosotros también de la misma manera con ellos" (San Lucas 6: 31), debería ser adoptada por todos los que emprenden la educación de los niños y jóvenes. Son ellos los miembros más jóvenes de la familia del Señor, herederos, como nosotros, de la gracia de la vida. Se debería observar sagradamente la regla del Señor en el trato con los más torpes, los más jóvenes, los más desatinados, y hasta para con los extraviados y rebeldes. (La Educación, pág. 284). 

 Ayudad A Los Niños Para Que Venzan. Dios tiene una tierna consideración por los niños. Quiere que obtengan victorias cada día. Esforcémonos para ayudar a los niños a fin de que sean vencedores. No sean ofendidos por los mismos miembros de su propia familia. No permitáis que vuestras acciones y palabras sean de una naturaleza tal que vuestros hijos sean provocados a ira. Sin embargo, deben ser fielmente disciplinados, corregidos, cuando yerran 
(Manuscrito 47, 1908). 

 Alabad Siempre En Posible. Alabad a los niños cuando se portan bien, pues una alabanza juiciosa les es tan útil a ellos como lo es para los que son maduros en años y entendimiento. Nunca seáis intratables en el santuario del hogar. Sed bondadosos y tiernos de corazón, mostrando la amabilidad cristiana, agradeciendo y alabando a vuestros hijos por la ayuda que os dan (Manuscrito 14, 1905). 

 Sed Agradables. Nunca vociferéis ni habléis con ira. Al disciplinar y refrenar a vuestros hijos, sed firmes pero también bondadosos. Animadlos para que cumplan con su deber como miembros de la sociedad familiar. Expresad vuestro aprecio por los esfuerzos que despliegan para refrenar su inclinación a hacer lo malo 
(Manuscrito 22, 1904). 

 Sed justamente lo que queréis que sean vuestros hijos cuando tengan a cargo su propia familia. Hablad como quisierais que ellos hablaran (Manuscrito 42, 1903). 

Vigilad El Tono De La Voz. Hablad siempre con una voz tranquila y ferviente en la cual no haya ningún rastro de ira. La ira no es necesaria para conseguir una pronta obediencia (Carta 69, 1896). 

Padres Y Madres, Sois Responsables Por Vuestros Hijos. Sed cuidadosos de las influencias bajo las cuales los colocáis. No perdáis vuestra influencia para bien regañándolos o retándolos. Habéis de guiarlos, y no agitar las pasiones de su mente. No importa cuál sea la provocación que sufrís, estad seguros de que el tono de vuestra voz no denota irritación. No permitáis que vean en vosotros una manifestación del espíritu de Satanás. Esto no os ayudará a preparar y educar a vuestros hijos para la vida inmortal futura (Manuscrito 47, 1908). 

 Ha De Mezclarse La Justicia Con La Misericordia. Dios es nuestro Dador de la ley y nuestro Rey, y los padres han de colocarse bajo su gobierno. Esta regla prohíbe toda presión de los padres y toda desobediencia de los hijos. El Señor está lleno de amante bondad, misericordia y verdad. Su ley es santa, justa y buena y debe ser obedecida por los padres y los hijos. Las reglas que debieran regir la vida de los padres y los hijos manan de un corazón de infinito amor, y las ricas bendiciones de Dios descansarán sobre aquellos padres que imparten la ley de Dios en sus hogares, y sobre los hijos que obedecen esa ley. Ha de sentirse la influencia combinada de la misericordia y de la justicia. "La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron". Los hogares que estén bajo esta disciplina caminarán en los senderos del Señor haciendo justicia y juicio 
(Signs of the Times, 23-8-1899). 

Los padres que permiten que su dirección se convierta en un despotismo están cometiendo una terrible equivocación. Se hacen daño a sí mismos y no sólo a sus hijos; apagan en el joven corazón de ellos el amor que fluiría en actos y palabras de afecto. Se reflejarán sobre los padres la bondad, la tolerancia y el amor manifestados a los hijos. Lo que siembren, eso también segarán… Al procurar administrar justicia, recordad que ella tiene una gemela que es la misericordia. Las dos están lado a lado y no debieran ser separadas (Review and Herald, 30-8-1881). 

La Severidad Despierta El Espíritu Combativo. Consejo para los padres severos. La severidad y la justicia, cuando no están mezcladas con el amor, no guiarán a vuestros hijos a hacer lo correcto. Advertid cuán prestamente se despierta en ellos el espíritu combativo. Hay una mejor forma de manejarlos que la mera compulsión. La justicia tiene un hermano gemelo que es el amor. Dense las manos el amor y la justicia en todo vuestro trato, y con seguridad tendréis la ayuda de Dios para cooperar con vuestros esfuerzos. El Señor, vuestro generoso Redentor, quiere bendeciros y daros su mente, su gracia y su salvación para que tengáis un carácter que Dios pueda aprobar 
(Carta 19 a, 1891).

 La Autoridad De Los Padres Debiera Ser Absoluta. Sin embargo, no ha de abusarse de este poder. El padre no debiera ser gobernado por el capricho al dirigir a sus hijos, sino por la norma de la Biblia. Cuando permite que rijan sus propios ásperos rasgos de carácter, se convierte en un déspota (Review and Herald, 30-8-1881). 

Reprochad, Pero Con Afectuosa Ternura. No hay duda de que encontraréis faltas y descarríos en vuestros hijos. Algunos padres os dirán que ellos hablan con sus hijos y los castigan, pero que no ven que eso les haga verdadero bien. Tales padres sigan nuevos métodos. Mezclen la bondad y el afecto y el amor en el gobierno de su familia, y sin embargo sean tan firmes como una roca en los principios correctos (Manuscrito 38, 1895).

 Los que tratan con los jóvenes no debieran ser de corazón duro, sino afectuosos, tiernos, compasivos, corteses, atrayentes, sociables. Sin embargo, debieran saber que se debe reprochar, y que se debe reprochar firmemente para cortar de raíz algún mal proceder 
(Manuscrito 68, 1897). 

Se me ha instruido que diga a los padres: Elevad las normas del comportamiento en vuestro propio hogar. Enseñad a vuestros hijos que obedezcan. Dirigidlos con la influencia combinada del afecto y una autoridad como la de Cristo. Sean vuestras vidas de tal naturaleza que se os puedan aplicar las palabras de alabanza referentes a Cornelio, de quien se dice que era "temeroso de Dios con toda su casa" (Review and Herald, 21-4-1904). 

No Seáis Severos Ni Tampoco Excesivamente Indulgentes. No aprobamos aquella disciplina que desanime a los hijos mediante ásperas censuras, o los irrite con una corrección airada y luego, cuando cambia el impulso, trate de suavizarlos con besos, o dañarlos con una complacencia malsana. Deben evitarse tanto la indulgencia excesiva como la indebida severidad. Al paso que son indispensables la vigilancia y la firmeza, así también lo son la simpatía y la ternura. Padres, recordad que tratáis con niños que están luchando con la tentación y que para ellos esos malos estallidos son tan difíciles de resistir como lo son aquellos que asaltan a las personas de edad madura. Los niños que realmente desean hacer lo correcto, quizá fracasen vez tras vez y frecuentemente necesitan ser animados para que sean enérgicos y perseverantes. Con solicitud y oración, observad cómo proceden esas jóvenes mentes. Fortaleced cada buen impulso, animad cada noble acción (Signs of the Times, 24-11-1881). 

Mantened Una Firmeza Uniforme, Un Control Ecuánime. Los niños tienen naturalezas sensitivas y amantes. Son fácilmente complacidos y fácilmente disgustados. Las madres pueden ganar el afecto de sus hijos mediante una suave disciplina y palabras y actos amantes. Se necesitan firmeza uniforme y control ecuánime para la disciplina de cada familia. Decid lo que queráis decir tranquilamente, proceded con consideración, y cumplid lo que decís sin desviaciones. Da resultados buenos el manifestar afecto en vuestra asociación con vuestros hijos. No los alejéis por vuestra falta de simpatía en sus juegos infantiles, sus goces y sus dolores. Nunca frunzáis el ceño ni se escape de vuestros labios una palabra áspera. (Testimonies, tomo 3, pág. 532). 

Aun La Bondad Debe Tener Sus Límites. La autoridad debe ser sostenida por una firme severidad, o será recibida por muchos con burlas y desprecios. La falsa ternura, las súplicas y la indulgencia empleadas con los jóvenes por padres y tutores son el peor mal que pueda hacérseles. En cada familia son esenciales la firmeza, la decisión, los requisitos positivos (Id., tomo 5, pág. 45). 

Recordad Vuestras Propias Faltas. Recuerden el padre y la madre que ellos no son sino niños crecidos. Aunque ha brillado sobre su senda una gran luz y han tenido una larga experiencia, sin embargo, cuán fácilmente se dejan agitar por la envidia, los celos y las malas conjeturas. Debido a sus propias faltas y errores, debieran aprender a tratar suavemente con sus hijos descarriados 
(Manuscrito 53, sin fecha). 

Quizá os sintáis molestos a veces porque vuestros hijos hacen lo contrario de lo que les ordenáis. ¿Pero habéis pensando en las muchas veces que desobedecéis lo que Dios os ha ordenado hacer? 
(Manuscrito 45, 1911). 

Cómo Ganar El Amor Y La Confianza. Existe el peligro de que tanto los padres como los maestros manden y dicten demasiado, y no entren suficientemente en relaciones sociales con sus hijos o alumnos. Con frecuencia se mantienen demasiado reservados, y ejercen su autoridad de una manera fría, carente de simpatía, que no puede ganar los corazones de los niños. Si tan sólo quieren conseguir que éstos se acerquen a ellos, demostrándoles que los aman y manifestando interés en todos sus esfuerzos, y aun en sus juegos, siendo a veces hasta niños entre ellos, harán a los niños muy felices, y conquistarán su amor y confianza. Y los niños aprenderán más rápidamente a respetar y amar la autoridad de sus padres y maestros 
(Consejos para los Maestros, págs. 61, 62). 

Procurad Imitar A Cristo. El [Cristo] se identificaba con los humildes, los necesitados y los afligidos. Tomaba a los niñitos en sus brazos y descendía al nivel de los jóvenes. Su gran corazón de amor podía comprender sus pruebas y necesidades y disfrutaba con sus motivos de alegría. Su espíritu, cansado con el bullicio y la confusión de la ciudad atestada, cansado de asociarse con hombres astutos e hipócritas, encontraba descanso y paz en la compañía de los niños inocentes. Su presencia nunca los repelía. La Majestad del cielo condescendía en contestar a sus preguntas y simplificaba sus importantes lecciones para amoldarse a su pueril entendimiento. Plantaba en sus mentes jóvenes y en desarrollo las semillas de la verdad que brotarían y producirían una abundante cosecha en sus años más maduros (Testimonies, tomo 4, pág. 141). 

 Un Joven Descarriado Que Necesitaba Simpatía. He leído sus cartas con interés y simpatía. Diría que su hijo necesita ahora un padre como nunca lo ha necesitado antes. Se ha equivocado; Ud. lo sabe, y él sabe que Ud. lo sabe; y las palabras que, en su inocencia, Ud. le hubiera dicho con seguridad y que no le hubieran producido ningún mal resultado, ahora parecerían tan despiadadas y cortantes como un cuchillo… Sé que los padres sienten la vergüenza de los descarríos de un hijo que los ha deshonrado mucho, pero ¿El descarriado hiere y lastima el corazón del padre terrenal más de lo que nosotros, como hijos de Dios, lastimamos a nuestro Padre celestial, que nos ha dado y sigue todavía dándonos su amor, invitándonos a volver y arrepentirnos de nuestros pecados e iniquidades, y él perdonará nuestras transgresiones? No retraiga su amor ahora. Ese amor y simpatía se necesitan ahora como nunca antes. Cuando otros consideran con frialdad y dan la peor interpretación a los descarríos de su hijo, ¿No debieran el padre y la madre, con ternura compasiva, procurar guiar sus pasos por la senda segura? No conozco el carácter de los pecados de su hijo, pero me siento segura al decir que, cualesquiera sean, ningún comentario de labios humanos, ninguna presión de las acciones humanas, de los que piensan que están haciendo justicia, debiera guiar a Ud. a seguir un curso de acción que pueda ser interpretado por su hijo como que Ud. se siente demasiado mortificado y deshonrado para siquiera devolverle su confianza y olvidar sus transgresiones. No haya nada que le haga perder la esperanza, nada que corte de raíz su amor y ternura por el descarriado. Él lo necesita precisamente porque está descarriado, y necesita un padre y una madre que lo ayuden a escapar de la trampa de Satanás. Reténgalo firmemente con fe y amor y aférrelo al Redentor compasivo, recordando que él cuenta con Alguien que tiene un interés en él aun mayor que el suyo. . . No hable de desánimo y falta de esperanza. Hable de ánimo. Dígale que puede redimirse, que Uds., su padre y madre, le ayudarán a aferrarse de lo alto, a plantar sus pies en la sólida Roca, Cristo Jesús, a encontrar un sostén seguro y fuerza infaltable en Jesús. Si sus faltas llegan a ser muy graves, no curará a su hijo el decirle esto constantemente. Se necesita una conducta correcta para salvar a un alma de la muerte y para evitar que un alma cometa una multitud de pecados (Carta 18, 1890). 

 Buscad La Ayuda Divina Para Vencer La Impaciencia. Deseo decir a cada padre y madre: si sois impacientes, buscad la ayuda de Dios para vencer. Cuando sois provocados a la impaciencia, id a vuestra cámara y arrodillaos y pedid a Dios que os ayude a fin de que podáis tener una correcta influencia sobre vuestros hijos 
(Manuscrito 33, 1909). 

 Madres, cuando os rendís a la impaciencia y tratáis a vuestros hijos ásperamente, no estáis aprendiendo de Cristo, sino de otro maestro. Jesús dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros. y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Cuando os parezca que vuestro trabajo es rudo, cuando os quejéis de dificultades y pruebas, cuando digáis que no tenéis fortaleza para resistir a la tentación, que no podéis vencer la impaciencia y que la vida cristiana es una tarea penosa, estad seguras de que no estáis llevando el yugo de Cristo; estáis llevando el yugo de otro maestro. (Signs of the Times, 22-7-1889). 

El Reflejo De La Imagen Divina. La iglesia necesita hombres de un espíritu manso y tranquilo, que sean tolerantes y pacientes. Aprendan ellos esos atributos en su trato con sus familias. Piensen los padres muchísimo más en los intereses eternos de sus hijos de lo que piensan en su comodidad presente. Consideren a sus hijos como miembros menores de la familia del Señor, y edúquenlos y disciplínenlos de tal manera que los induzcan a reflejar la imagen divina
 (Review and Herald, 16-7-1895). 

SECCION XI
DISCIPLINA DEFECTUOSA 
CAPÍTULO 46. LOS MALES DE LA COMPLACENCIA 
El Amor No Es Indulgente. El amor es la llave para el corazón del niño, pero el amor que induce a los padres a ser complacientes con los deseos equivocados de sus hijos no es un amor que obrará para el bien de ellos. El afecto ferviente que emana del amor a Jesús capacitará a los padres para ejercer juiciosamente su autoridad y para requerir pronta obediencia. Necesitan entrelazarse los corazones de padres e hijos, de modo que como familia puedan ser un canal por el cual fluyan la sabiduría, la virtud, la tolerancia, la bondad y el amor 
(Review and Herald, 24-6-1890). 

Demasiada Libertad Crea Hijos Pródigos. La excesiva libertad es la causa de que los hijos no lleguen a ser piadosos. Se complacen su propia voluntad e inclinaciones. . . . Muchos hijos pródigos llegan a ser tales debido a la complacencia en el hogar, debido a que sus padres no han sido hacedores de la Palabra. 

 La mente y la voluntad han de mantenerse mediante principios firmes, directos y santificados. La integridad y el afecto han de ser enseñados por un ejemplo amante y consecuente 
 (Carta 117, 1898). 

Mientras Más Tolerancia Haya, Más Difícil Es La Conducción. Padres, haced el hogar más feliz para vuestros hijos. Con esto no quiero decir que accedáis a sus caprichos. Mientras más se los tolera, más difícil será conducirlos y más difícil les será vivir vidas fieles y nobles cuando salgan al mundo. Si les permitís hacer lo que les plazca, su pureza y amabilidad de carácter se desvanecerán prestamente. Enseñadles a obedecer. Vean que vuestra autoridad debe ser respetada. Esto quizá parezca entristecerlos un poco ahora, pero les ahorrará mucha desgracia en el futuro (Manuscrito 2, 1903).

 Es un pecado tolerar a un hijo cuando es joven y se descarría. Un hijo debiera ser mantenido bajo dominio (Carta 144, 1906). 

Si se permite que los niños hagan lo que les plazca, conciben la idea de que deben ser atendidos, cuidados, tolerados y entretenidos. Piensan que sus deseos y su voluntad deben ser satisfechos (Manuscrito 27, 1896). 

¿No debiera [la madre] dejar que su hijo haga lo que quiera de cuando en cuando, complacerlo en sus deseos, y permitirle ser desobediente? Ciertamente no, pues si lo hace, permite que Satanás plante su bandera infernal en su hogar. Debe luchar la batalla de ese niño que no puede pelear por sí mismo. Esa es su obra, reprochar al diablo, buscar a Dios fervientemente y no permitir nunca que Satanás le arrebate a su hijo de sus brazos y lo coloque en los suyos (Manuscrito 70, sin fecha). 

La Tolerancia Ocasiona Desasosiego Y Descontento. En algunas familias, son ley los deseos del niño. Se le da todo lo que desea. Se fomenta su disgusto por lo que no le gusta. Se supone que esas complacencias lo hacen feliz, pero son esas mismas cosas las que lo hacen desasosegado, descontento e imposible de satisfacer. La complacencia ha echado a perder su gusto por el alimento sencillo y saludable, por el uso recto y saludable de su tiempo; la complacencia ha hecho la obra de desquiciar aquel carácter para el tiempo y la eternidad (Manuscrito 126, 1897). 

 El Efectivo Reproche De Eliseo Ante La Insolencia. Es un error la idea de que debemos someternos a los caprichos de los niños perversos. Eliseo, en el mismo comienzo de su obra, fue burlado y befado por los jovenzuelos de Betel. Era un hombre muy bondadoso, pero el Espíritu de Dios lo movió a pronunciar una maldición contra los maldicientes. Ellos habían oído de la ascensión de Ellas, y habían hecho objeto de sus burlas a ese solemne acontecimiento. Eliseo demostró que no habían de burlarse de él, viejos o jóvenes, en su sagrado ministerio. Cuando le dijeron que ascendiera, como Elías lo había hecho antes, los maldijo en el nombre del Señor. El terrible juicio que cayó sobre ellos provino de Dios. Después de eso, Eliseo no tuvo más dificultades en su misión. Durante cincuenta años entró y salió por la puerta de Betel, y fue de ciudad en ciudad, pasando entre las multitudes de la peor juventud, la más ruda, haragana y disoluta, pero nadie se mofó de él o habló livianamente de sus prerrogativas como profeta del Altísimo (Testimonies, tomo 5, págs. 44, 45). 

No Os Rindáis Ante Las Súplicas. En el día del ajuste de cuentas, los padres tendrán mucho de que responder debido a su maligna condescendencia con sus hijos. Muchos complacen cada deseo irrazonable, porque es más fácil librarse en esta manera de su importunación que de cualquier otra forma. Debiera educarse al niño de tal manera que reciba una negativa con el debido espíritu y la acepte como final (Pacific Health Journal, mayo de 1890). 

No aceptéis lo que dicen los niños por encima de lo que afirman otros. Los padres no debieran pasar por alto livianamente los pecados de sus hijos. Cuando esos pecados son señalados por algún amigo fiel, el padre no debiera creer que han sido menoscabados sus derechos, que ha recibido una ofensa personal. Los hábitos de cada joven y de cada niño afectan el bienestar de la sociedad. El mal proceder de un joven puede descarriar a muchos  
(Review and Herald, 13-6-1882). 

No permitáis que vuestros niños vean que aceptáis su palabra antes que lo testificado por cristianos de más edad. No podéis hacerles un daño mayor. Fomentáis en ellos el hábito de adulterar la verdad si decís: yo creo a mis hijos antes que creer a aquellos de quienes tengo la evidencia de que son hijos de Dios
 (Id., 13-4-1897). 

 La Herencia De Un Niño Echado A Perder. Es imposible describir el mal que resulta de dejar a un niño librado a su propia voluntad. Algunos de los que se extravían por habérselos descuidado en la infancia, volverán en sí más tarde por habérseles inculcado lecciones prácticas; pero muchos se pierden para siempre porque en la infancia y en la adolescencia recibieron una cultura tan sólo parcial, unilateral. El niño echado a perder tiene una pesada carga que llevar a través de su vida. En la prueba, en los chascos, en la tentación, seguirá su voluntad indisciplinado y mal dirigida. Los niños que nunca han aprendido a obedecer tendrán caracteres débiles e impulsivos. Procurarán gobernar, pero no han aprendido a someterse. No tienen fuerza moral para refrenar su genio díscolo, corregir sus malos hábitos, o subyugar su voluntad sin control. Los hombres y las mujeres heredan los errores de la infancia no preparada ni disciplinada. Al intelecto pervertido le resulta difícil discernir entre lo verdadero y lo falso 
(Consejos para los Maestros, pág. 87). 

CAPÍTULO 47. La Disciplina Laxa Y Sus Frutos 
Una Mala Educación Afecta Toda La Vida Religiosa. Un ay descansa sobre los padres que no han educado a sus hijos para que sean temerosos de Dios, sino que les han permitido que sean hombres y mujeres indisciplinados y faltos de dominio propio. Durante su propia niñez se les permitió manifestar sus pasiones y caprichos y actuar por impulsos, y fomentan ese mismo espíritu en su propio hogar. Son defectuosos en su carácter e iracundos en el manejo del hogar. Aun en su aceptación de Cristo, no han vencido las pasiones que se permitió que dominaran su corazón en su niñez. Llevan los resultados de su educación precoz a través de toda su vida religiosa. Es dificilísimo quitar la impresión que así se ha hecho en el plantío del Señor; pues cuando se dobla la rama, el árbol se inclina. Si tales padres aceptan la verdad, tienen ante sí una dura batalla. Quizá se transforme su carácter, pero queda afectada toda su experiencia religiosa por la disciplina laxa a que estuvieron sometidos en los primeros años de su vida. Y sus hijos tienen que sufrir debido a esa educación defectuosa, pues graban esas faltas en ellos hasta la tercera y cuarta generación 
(Review and Herald 9-10-1900). 

 Como El Elí De Antaño. Cuando los padres sancionan los errores de sus hijos, los perpetúan así como lo hizo Elí. Ciertamente Dios los colocará en una situación donde verán que no sólo han arruinado su propia influencia, sino también la influencia de los jóvenes a quienes debieran haber reprimido… Tendrán amargas lecciones que aprender (Manuscrito 33, 1903).

 Ojalá los que hoy se asemejan a Elí, que por doquiera aducen excusas para el descarrío de sus hijos, afirmarán prontamente su autoridad recibida de Dios para restringir y corregir a sus hijos. Los padres y tutores que pasan por alto y excusan el pecado en aquellos que están bajo su cuidado, recuerden que así se hacen participantes de esos errores. Si en vez de una indulgencia ilimitada se usara con más frecuencia la vara del castigo, no con ira sino con amor y oración, veríamos familias más felices y una mejor condición en la sociedad. 
(Signs of the Times, 24-11-1881). 

 El descuido de Elí se presenta claramente delante de cada padre y madre de la tierra. Como resultado de su afecto no santificado o de su mala disposición para realizar un deber desagradable, recogió una cosecha de iniquidad en sus hijos perversos. Tanto el padre que permitió la impiedad como los hijos que la practicaron, fueron culpables delante de Dios, y el Altísimo no aceptaba ni sacrificios ni ofrendas por sus transgresiones 
(Review and Herald, 4-5-1886). 

 La Sociedad Recibe La Maldición De Los Caracteres Defectuosos. ¿Cuándo serán sabios los padres? ¿Cuándo verán y comprenderán lo que significa descuidar la obediencia y el respeto a las instrucciones de la Palabra de Dios? Los resultados de esa educación laxa se ven en los hijos cuando salen al mundo y ocupan su lugar como cabezas de familia. Perpetúan los errores de sus padres. Alcanzan toda su magnitud sus rasgos de carácter defectuosos y transmiten a otros las inclinaciones equivocadas, los hábitos y características que permitieron que desarrollaran en su propio carácter. Así se convirtieron en una maldición en vez de ser una bendición para la sociedad 
(Testimonies, tomo 5, págs. 324, 325). 

La impiedad que existe en el mundo hoy día tiene como su raíz el descuido de los padres para disciplinarse a sí mismos y sus hijos. Miles y más miles de las víctimas de Satanás son lo que son, debido a la poco juiciosa forma en que fueron tratadas durante su niñez. El severo reproche de Dios cae sobre esa mala conducta. (Manuscrito 49, 1901). 

Cuando Se Aflojan Las Riendas De La Disciplina. Los niños que no son bien conducidos, que no son educados en la obediencia y en el respeto, se unen con el mundo, dominan a sus padres, los manejan a su antojo y los conducen a su capricho. Con demasiada frecuencia, precisamente cuando los niños debieran mostrar respeto y obediencia incuestionable al consejo de sus padres, éstos aflojan las riendas de la disciplina. Los padres que hasta entonces han sido un ejemplo brillante de piedad consecuente son ahora guiados por sus hijos. Ha terminado su firmeza. Los padres que han llevado la cruz de Cristo y han mantenido las marcas del Señor Jesús sobre ellos en unidad de propósitos, son guiados por sus hijos en senderos cuestionables e inciertos (Review and Herald, 13-4-1897). 

La Complacencia Con Los Hijos Mayores. Los padres y las madres que debieran entender la responsabilidad que descansa sobre ellos, relajan su disciplina para hacer frente a las inclinaciones de sus hijos e hijas que van creciendo. La voluntad del hijo es la ley que se reconoce. Las madres que no han sido firmes, consecuentes e inmutables en su adhesión a los principios para mantener la sencillez y la fidelidad, se vuelven indulgentes a medida que sus hijos llegan a la edad adulta. En su amor por la ostentación, entregan sus hijos a Satanás con sus propias manos, así como los apóstatas judíos los hacían pasar por el fuego de Moloc (Manuscrito 119, 1899).

 Deshonrando A Dios Para Ganar El Favor De Un Hijo. Los padres y madres dan rienda suelta a las inclinaciones de sus hijos impíos, y los ayudan con dinero y medios para que se luzcan en el mundo. ¡Oh! ¡Qué cuenta tendrán que rendir esos padres ante Dios! Deshonran a Dios y enaltecen a sus hijos descarriados, abren la puerta a las diversiones que en lo pasado condenaban por principio. Han permitido que los juegos de naipes y los bailes ganen a sus hijos para el mundo. Al mismo tiempo, cuando su influencia sobre sus hijos debiera haber alcanzado el pináculo de la fuerza, al dar un testimonio de lo que significa el verdadero cristianismo, a semejanza de Elí, se colocan bajo la maldición de Dios al deshonrarlo y no obedecer sus requerimientos, a fin de ganar el favor de sus hijos. Pero una piedad a la moda no será de mucho valor en la hora de la muerte. Aunque algunos ministros del Evangelio quizá aprueben esta clase de religión, los padres hallarán que están dejando la corona de gloria para obtener laureles que no son de valor. ¡Dios ayude a los padres y madres para que comprendan su deber! (Review and Herald, 13-4-1897). 

 Sed Lo Que Deseáis Que Sean Vuestros Hijos. Sed lo que deseáis que sean vuestros hijos. Por precepto y ejemplo, los padres han perpetuado su propio sello de carácter en su posteridad. Las palabras y caracteres caprichosos, ásperos y descorteses se impresionan en los hijos, y en los hijos de los hijos, y así testifican contra los padres los defectos de su enseñanza, de generación en generación. 
(Signs of the Times, 17-9-1894). 

CAPÍTULO 48. Las Reacciones De Los Hijos A La Provocación. A los hijos se les exhorta a obedecer a sus padres en el Señor, pero a los padres también se les ordena: "No provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina" 
(Manuscrito 38, 1895).

 A Veces Hacemos Más Para Provocar Que Para Ganar. He visto a una madre arrebatar de la mano de su hijo algo que le ocasionaba placer especial. El niño no veía la razón de ello, y naturalmente se sintió maltratado. Luego siguió un altercado entre ambos, y un vivo castigo puso fin a la escena, por lo menos aparentemente; pero esta batalla dejó en la mente tierna una impresión que no se iba a borrar fácilmente. Esa madre actuó imprudentemente. No razonó de causa a efecto. Su acción dura, poco juiciosa, despertó las peores pasiones en el corazón de su hijo, y en toda ocasión similar esas mismas pasiones se iban a despertar y fortalecer (Consejos para los Maestros, pág. 90). 

A La Crítica. No tenéis derecho de ensombrecer la felicidad de vuestros hijos mediante la crítica o una severa censura por faltas insignificantes. Los verdaderos errores debieran ser presentados tan pecaminosos como realmente son, y debiera seguirse una conducta firme y decidida para evitar que reaparezcan. Sin embargo, no se debe dejar a los hijos en un estado falto de esperanza, sino con cierto grado de ánimo para que puedan mejorar y ganar vuestra confianza y aprobación. Los hijos quizá deseen hacer lo correcto, quizá se propongan en su corazón ser obedientes, pero necesitan ayuda y ánimo (Signs of the Times, 10-4-1884). 

A La Disciplina Demasiado Áspera. ¡Oh, cómo se deshonra a Dios en una familia donde no hay verdadera comprensión de lo que constituye la disciplina familiar y los hijos están confundidos en cuanto a lo que es disciplina y gobierno! Es cierto que la disciplina demasiado áspera, la crítica exagerada, las leyes y reglamentos no requeridos, conducen al menosprecio de la autoridad y finalmente a la desobediencia de aquellas reglas que Cristo quisiera que se cumplieran (Review and Herald, 13-3-1894).

 Cuando los padres muestran un espíritu áspero, severo y dominante, se despierta en los hijos un espíritu de obstinación y terquedad. Así los padres no ejercen la influencia suavizadora que podrían tener sobre sus hijos. Padres, ¿no podéis ver que las palabras ásperas provocan resistencia? ¿Qué haríais si se os tratara con tanta desconsideración como tratáis a vuestros pequeños? Es vuestro deber estudiar de causa a efecto. Cuando regañasteis a vuestros niños, cuando con golpes de enojo heristeis a los que eran demasiado pequeños para defenderse, ¿os preguntasteis qué efecto tendría ese trato sobre vosotros? ¿Habéis pensado cuán sensibles sois a las palabras de censura o de condenación? ¿Cuán rápidamente os sentís heridos si pensáis que alguien deja de reconocer vuestras habilidades? No sois sino niños crecidos. Pensad pues cómo deben sentirse vuestros hijos cuando les dirigís palabras ásperas y cortantes, cuando los castigáis severamente por faltas que no son ni la mitad de ofensivas a la vista de Dios como es el trato que les dais 
(Manuscrito 42, 1903).

 Muchos Padres Que Profesan Ser Cristianos No Están Convertidos. ¡Cristo no habita en su corazón por fe! Su aspereza, su imprudencia, su carácter indómito, disgustan a sus hijos y hacen que aborrezcan toda su instrucción religiosa (Carta 18 b, 1891). 

A La Censura Continua. En los esfuerzos que hacemos por corregir el mal, deberíamos guardarnos contra la tendencia a la crítica o la censura. La censura continua aturde, pero no reforma. Para muchas mentes, y con frecuencia para las dotadas de más fina sensibilidad, una atmósfera de crítica hostil es fatal para el esfuerzo. Las flores no se abren bajo el soplo del ventarrón. El niño a quien se censura frecuentemente por alguna falta especial, llega a considerar esa falta como una peculiaridad suya, algo contra lo cual es en vano luchar. Así se da origen al desaliento y la desesperación que a menudo están ocultos bajo un aspecto de indiferencia o baladronada 
(La Educación, pág. 283). 

 A Las Órdenes Y La Reprensión. Algunos padres suscitan muchas tormentas por su falta de dominio propio. En vez de pedir bondadosamente a los niños que hagan esto o aquello, les dan órdenes en tono de reprensión, y al mismo tiempo tienen en los labios censuras o reproches que los niños no merecieron. Padres, esta conducta para con vuestros hijos destruye su alegría y ambición. Ellos cumplen vuestras órdenes, no por amor, sino porque no se atreven a obrar de otro modo. No ponen su corazón en el asunto. Les resulta un trabajo penoso en vez de un placer; y a menudo por esto mismo se olvidan de seguir todas vuestras indicaciones, lo cual acrece vuestra irritación y empeora la situación de los niños. Las censuras se repiten; se les pinta con vivos colores su mala conducta, hasta que el desaliento se posesiona de ellos, y no les interesa agradaros. Se apodera de ellos un espíritu que los impulsa a decir: "A mí qué me importa", y van a buscar fuera del hogar, lejos de sus padres, el placer y deleite que no encuentran en casa. Frecuentan las compañías de la calle, y pronto se corrompen tanto como los peores. 
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 133, 134). 

A Una Conducta Arbitraria. La voluntad de los padres debe colocarse bajo la disciplina de Cristo. Modelados y regidos por el puro Espíritu Santo de Dios, pueden ejercer dominio incuestionable sobre los hijos. Pero si los padres son severos y demandan demasiado en su disciplina, hacen una obra que ellos mismos no pueden nunca deshacer. Debido a esa conducta arbitraria, despiertan un sentimiento de injusticia (Manuscrito 7, 1899). 

 A La Injusticia. Los niños son sensibles a la mejor injusticia, y algunos se desaniman con ella y nunca harán más caso a la voz alta y enojada en que se dan las órdenes, ni harán caso de amenazas de castigos. Con demasiada frecuencia se provoca la rebelión en el corazón de los niños debido a una disciplina equivocada de los padres, cuando, si se hubiera seguido la conducta debida, los niños hubieran formado caracteres buenos y armoniosos. Una madre que no tiene un perfecto dominio de sí misma, no está capacitada para manejar niños (Testimonies, tomo 3, págs. 532, 533). 

A Una Sacudida O A Un Golpe. Cuando la madre da a su niño una sacudida o un golpe, ¿creéis que esto lo capacita para ver la belleza del carácter cristiano? No ciertamente; tan sólo tiende a crear malos sentimientos en el corazón y el niño no es corregido en nada (Manuscrito 45, 1911). 

A Las Palabras Ásperas Y Faltas De Simpatía. Cristo está listo para educar al padre y a la madre a fin de que sean verdaderos educadores. Los que estudian en su escuela . . . nunca hablarán en tonos ásperos y faltos de simpatía; pues las palabras así pronunciadas irritan los oídos, desgastan los nervios, causan sufrimiento mental y crean un estado de mente que hace imposible dominar el carácter del niño al cual se hablan esas palabras. Con frecuencia, ésta es la razón por la cual los niños hablan irrespetuosamente a sus padres 
(Carta 47 a, 1902).

 Al Ridículo Y A La Mofa. Ellos [los padres] no están autorizados para impacientarse, regañar y ridiculizar. Nunca debieran mofarse de sus hijos que tienen rasgos perversos de carácter, que ellos mismos les han transmitido. Este tipo de disciplina nunca curará el mal. Padres, emplead los preceptos de la Palabra de Dios para amonestar y reprobar a vuestros hijos extraviados. Mostradles un "así dice Jehová" para vuestras órdenes. Un reproche que emana de la Palabra de Dios es mucho más efectivo que el que es presentado con tonos ásperos y enojados por los labios de los padres 
(Fundaments of Christian Education, págs. 67, 68). 

A La Impaciencia. La impaciencia de los padres excita la de los hijos. La ira manifestada por los padres, crea ira en los hijos, y despierta lo malo de su naturaleza… Cada vez que pierden el dominio propio, y hablan y obran con impaciencia, pecan contra Dios 
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 148). 

A Las Reprimendas Alternadas Con Ruego. He visto con frecuencia a niños a quienes se les negó algo que querían, arrojarse al suelo enojados, dando puntapiés y gritando, mientras que la madre poco juiciosa alternativamente suplicaba y regañaba con la esperanza de restaurar el buen humor en su hijo. Este proceder tan sólo fomenta las pasiones del niño. La próxima vez procederá de la misma manera con terquedad aumentada, confiando en ganar la victoria como antes. Así se escatima la vara y se echa a perder al hijo. La madre no debiera permitir que su niño ganara terreno sobre ella ni una sola vez. Y, a fin de mantener esta autoridad, no es necesario recurrir a medidas ásperas. Una mano firme y constante y la bondad que convence al niño de vuestro amor realizarán el propósito 
(Pacific Health Journal, abril de 1890). 

A La Falta De Firmeza Y Decisión. Gran daño se hace por la falta de firmeza y decisión. He conocido algunos padres que decían: No te voy a dar esto o aquello, y después cedían pensando que habían sido demasiado estrictos, y daban al niño justamente lo que al principio le rehusaron. Así se provoca una herida que dura toda la vida. 

 Es una importante ley de la mente, que no debiera ser pasada por alto, que cuando un objeto deseado es muy firmemente negado como para quitar toda esperanza, la mente pronto dejará de anhelarlo, y se ocupará de otras cosas. Pero mientras haya alguna esperanza de obtener el objeto deseado, se hará un esfuerzo para lograrlo.... 

Cuando es necesario que los padres den una orden directa, el castigo de la desobediencia debiera ser tan inevitable como son las leyes de la naturaleza. Los niños que están bajo esta regla firme y decisiva, saben que cuando se prohíbe o se niega una cosa, ninguna majadería ni ninguna artimaña conseguirán su objeto.

 Así aprenden pronto a someterse y están mucho más felices al hacerlo. Los hijos de padres indecisos y demasiado indulgentes tienen la constante esperanza de que los ruegos, el llanto o el mal humor pueden lograr su objeto, o que pueden atreverse a desobedecer sin sufrir el castigo. Así se los mantiene en un estado de deseo, esperanza e incertidumbre que los vuelve inquietos, irritables e insubordinados. Dios considera que estos padres son culpables de destruir la felicidad de sus hijos. Este mal proceder es la clave de la impenitencia e irreligión de miles. Ha sido la ruina de muchos que han profesado el nombre de cristianos (Sings of the Times 9-2-1882). 

A Las Restricciones Innecesarias. Cuando los padres envejecen y tienen hijos menores que criar, es probable que el padre crea que los hijos deben seguir en la áspera y rugosa senda en que él está yendo. Le es difícil comprender que sus hijos necesitan que la vida les sea hecha agradable y feliz por sus padres. Muchos padres niegan a sus hijos complacerlos en algo que es seguro o inocente, y temen tanto fomentar en ellos el cultivo del deseo de cosas indebidas, que ni siquiera permiten que sus hijos disfruten de aquello que es propio de los niños. Por el temor de malos resultados, rehúsan permitirles algunos placeres sencillos que hubieran evitado justamente el mal que procuraban eludir; y así los niños piensan que no vale la pena esperar favor alguno y, por lo tanto, no lo piden. Se inclinan a los placeres que piensan que son prohibidos. Así se destruye la confianza entre los padres y los hijos (Id., 27-8-1912). 

A La Negativa De Concesiones Razonables. Si los padres y madres no han pasado por una niñez feliz, ¿por qué debieran ensombrecer la vida de sus hijos debido a la gran pérdida que ellos experimentaron? Quizá el padre piense que ésta es la única conducta que es seguro seguir; pero recuerde que no todas las mentes son iguales, y que mientras mayores sean los esfuerzos para restringir, más decidido será el deseo de obtener lo que se niega, y el resultado será la desobediencia a la autoridad paternal. El padre quedará adolorido por lo que considera que es un proceder extraviado de su hijo, y su corazón sufrirá por esa rebelión. Pero, ¿no sería correcto que considerara que la causa principal de la desobediencia de su hijo fue su propia mala disposición para concederle lo que no era pecaminoso? El padre piensa que es suficiente razón su negativa para que su hijo se abstenga de su deseo. Pero los padres debieran recordar que sus hijos son seres inteligentes y que deberían tratarlos como ellos mismos quisieran ser tratados (Ibid.). 

 A La Severidad. Los padres que manifiestan un espíritu dominante y autoritario, que les fue transmitido por sus propios padres, que los induce a ser exigentes en su disciplina e instrucción, no educarán debidamente a sus hijos. Por la severidad con que tratan sus errores, despiertan las peores pasiones en el corazón humano y dejan a sus hijos con un sentimiento de injusticia y equivocación. Encuentran en sus hijos justamente la disposición de carácter que ellos mismos les habían impartido. Tales padres alejan a sus hijos de Dios al hablarles de temas religiosos; pues la religión cristiana no resulta atrayente y aun es repulsiva por esa falsa representación de la verdad. Los hijos dirán: "Si ésta es la religión, yo no la quiero". Así con frecuencia se crea una enemistad en el corazón contra la religión; y debido a un uso indebido de la autoridad, los niños son inducidos a despreciar la ley y el gobierno del cielo. Los padres han determinado el destino eterno de sus hijos por su conducta equivocada (Review and Herald, 13-3-1894). 

 Al Proceder Tranquilo Y Bondadoso. Si los padres desean que sus hijos sean amables, nunca deben increparlos. Con frecuencia, la madre se manifiesta irritable y nerviosa. Con frecuencia sacude a su hijo y le habla ásperamente. Si un niño es tratado en forma tranquila y bondadosa, eso tendrá mucho éxito para preservar en él un carácter amable (Id., 17-5-1898). 

A La Súplica Amante. El padre, como sacerdote del hogar, debiera tratar suave y pacientemente a sus hijos. Debiera ser cuidadoso de no despertar en ellos un carácter combativo. No debiera permitir que la transgresión siga sin ser corregida, y sin embargo hay una forma de corregir sin despertar las peores pasiones del corazón humano. Hable con amor a sus hijos, diciéndoles cuánto agraviaron al Salvador con su conducta; y después arrodíllese con ellos delante del propiciatorio y preséntelos a Cristo, orando para que él tenga compasión de ellos y los guíe al arrepentimiento y a la petición de perdón. Una disciplina tal casi siempre quebrantará el corazón más obstinado. Dios desea que tratemos a nuestros hijos con sencillez. Estamos expuestos a olvidar que los niños no han tenido la ventaja de los largos años de educación que los adultos han tenido. Si los pequeños no proceden de acuerdo con nuestras ideas en todo, a veces pensamos que merecen una reprimenda. Pero esto no arreglará las cosas. Elevadlos al Salvador y contadle todo a él; creed luego que su bendición descansará sobre ellos (Manuscrito 70, 1903). 

CAPÍTULO 49. La Actitud De Los Parientes 
Los Parientes Complacientes Son Un Problema. Tened cuidado de no entregar el gobierno de vuestros hijos a otros. Nadie puede adecuadamente tomar vuestro lugar en esa responsabilidad dada por Dios. Muchos hijos han sido completamente arruinados debido a la interferencia de parientes o amigos en el gobierno de su hogar. Las madres nunca debieran permitir que sus hermanas o madres interfieran en el debido manejo de sus hijos. Aunque la madre haya recibido la mejor educación posible de su madre, sin embargo, en nueve casos de diez, como abuela echará a perder a los hijos de su hija al complacerlos y alabarlos con poco juicio. Se pueden desbaratar todos los esfuerzos de la madre mediante esa conducta. Como regla, es proverbial que los abuelos no estén capacitados para educar a sus nietos. Los hombres y mujeres debieran tributar todo el debido respeto a sus padres; pero en lo que atañe a la educación de sus propios hijos, no debieran permitir ninguna interferencia sino mantener en sus manos las riendas del gobierno (Pacific Health Journal, enero de 1890). 

Cuando Se Ríen Por La Falta De Respeto Y Por La Ira. Doquiera voy, me siento apenada por el descuido de la debida disciplina del hogar y de las restricciones. Se permite que los niñitos contesten, que manifiesten falta de respeto e impertinencia, que usen un lenguaje que nunca debiera permitirse que un niño empleara para contestar a sus superiores. Los padres que permiten el empleo de un lenguaje impropio son más dignos de reproche que sus hijos.

 Ni una sola vez debiera tolerarse la impertinencia en un niño. Sin embargo, padres y madres, tíos y tías y abuelos se ríen cuando un niñito de un año manifiesta su ira. Su expresión imperfecta de falta de respeto, su terquedad pueril, son tomadas como algo divertido. Así se confirman los hábitos erróneos y el niño crece para convertirse en un objeto de disgusto para todos los que lo rodean 
(Sings of the Times, 9-2-1882). 

Cuando Se Descuida La Debida Corrección. Tiemblo especialmente por las madres cuando las veo tan ciegas y que sienten tan livianamente la responsabilidad que descansa sobre una madre. Ven a Satanás que está trabajando en el niño caprichoso aun cuando tenga pocos meses de edad. Lleno de ira rencorosa, Satanás parece poseerlos completamente. Sin embargo, quizá haya en el hogar una abuela, una tía o algún otro pariente o amigo que procure hacer que crea el padre que sería una crueldad corregir a ese niño; cuando precisamente lo opuesto es verdadero; y la mayor de las crueldades es permitir que Satanás se posesione de ese tierno e indefenso niño. Satanás debe ser reprochado. Debe quebrantarse su dominio sobre el niño. Si se necesita la corrección, sed fieles y leales. El amor de Dios, la verdadera compasión por el niño, inducirán al fiel cumplimiento del deber (Review and Herald, 14-4-1885). 

Las Perplejidades Del Trato Familiar. No es lo mejor que los miembros de una, dos o tres familias que están unidas por vínculos matrimoniales, se establezcan cerca unas de otras. La influencia no resulta tan buena. Las ocupaciones de una son las ocupaciones de todas. Las perplejidades y dificultades que de una forma u otra afectan a toda familia, y que, hasta donde sea posible, debieran quedar dentro de los límites del círculo familiar, se extienden a las otras familias y tienen su influencia sobre las reuniones religiosas. Hay asuntos que no debieran ser conocidos por una tercera persona, no importa cuán amigable sea o cuán íntimamente esté relacionada. Los individuos y las familias debieran mantener esos asuntos para ellos mismos. Pero la íntima relación de varias familias, que están en constante comunicación, tiene la tendencia de quebrantar la dignidad que debiera mantenerse en cada familia. Al realizar el delicado deber de reprochar y amonestar, habrá el peligro de herir sentimientos, a menos que se lleve a cabo con la mayor ternura y cuidado. Aun las mejores personas están expuestas a cometer errores y faltas y debiera tenerse mucho cuidado en no exagerar las cosas pequeñas. Es muy agradable para los sentimientos naturales tal relación familiar y de iglesia; pero no es lo mejor cuando se toman en cuenta todos los factores del desarrollo de caracteres simétricos y cristianos.… Todas las familias serían mucho más felices si estuvieran separadas y se visitaran ocasionalmente, y su influencia mutua sería diez veces mayor. Unidas como están esas familias por vínculos matrimoniales y compartiendo como comparten mutuamente de su compañía, cada una sabe las faltas y errores de las otras, y siente que es su deber corregirlos; y debido a que esos parientes se tienen verdadero afecto, se ofenden por cosas pequeñas que no advertirían en aquellos que no están tan íntimamente relacionados. Se experimentan profundos sufrimientos, debido a que se despiertan sentimientos en algunos de que no han sido tratados imparcialmente y con toda la consideración que merecen. A veces se levantan pequeños celos y se convierten en montañas pequeñas colinas. Esas pequeñas incomprensiones y minúsculas discordias causan más dolorosos sufrimientos que las pruebas que provienen de otras fuentes. (Testimonies, tomo 3, págs. 55, 56). 
 (La Conducción del Niño de Elena G. de White). 

Hno. Pio

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