sábado, diciembre 04, 2021

REFLEXIÓN 934. ADVERTENCIAS CONTRA PELIGROS COMUNES EN LA IGLESIA PRIMITIVA: Contra Los Pecados De La Lengua (SANTIAGO 3).

Santiago 3.

 CONTRA LOS PECADOS DE LA LENGUA. 3:1-18.

1.  Dominio de la lengua, especialmente en la enseñanza, 3:1-2.

2.  Ilustraciones del uso debido e indebido de la lengua, 3:3-12.

“No Debemos Reprender Precipitada Y Arrogantemente A Otros, 

Sino Refrenar La Lengua, Miembro Muy Pequeño, 

Pero Un Medio Muy Poderoso Para El Bien O Para El Mal”.

3. Exhortaciones a la conducta adecuada, 

incluso en el uso de la lengua, 3:13-18.

“Los Que Son Verdaderamente Sabios 

Son Mansos Y Apacibles; 

No Envidiosos Ni Polémicas”.

*En éste capitulo, se presenta la responsabilidad de cada miembro de iglesia en cuanto a sus palabras apresuradas o mal escogidas (ver com. vers. 2-8). En este capítulo también se trata más ampliamente la inseparabilidad de la fe y las obras en la fe genuina que se manifiesta en un carácter semejante al de Cristo.

1 HERMANOS míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.

7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.

16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. (Santiago 3).

1. Hermanos míos. Ver cap. 2:1, 5, 14; com. cap. 1:2. El apóstol continúa con los temas principales que comenzó en el cap. l. Insta a sus hermanos en la fe a cultivar el hábito de escuchar y estudiar la "palabra implantada" (ver com. cap. 1:19, 21, 25). 

Esa práctica dará como resultado "mansedumbre" (cap. 1:21), imparcialidad en el trato con los ricos y los pobres (cap. 2:1-13) y una fe genuina (cap. 2:15-26).

Además, una debida comprensión de la meta de ser semejante a Cristo hará que se destaque la necesidad de dominar las palabras precipitadas (ver com. cap. 1:19,26; 2:12).

En el cap. 3 se presenta la responsabilidad de cada miembro de iglesia en cuanto a sus palabras apresuradas o mal escogidas (ver com. vers. 2-8). En este capítulo también se trata más ampliamente la inseparabilidad de la fe y las obras en la fe genuina que se manifiesta en un carácter semejante al de Cristo (ver com. vers. 9-18).

No os hagáis. O "dejad de haceros".

Maestros. Gr. didáskalos, "maestro", "docente". 

Para la buena marcha de la iglesia cristiana, el Espíritu Santo califica a ciertas personas para que sean sus maestros (ver com. Efe. 4:11).

Recibiremos. El apóstol se incluye como maestro, y como uno que también está propenso a caer en los peligros o a cometer los errores propios de su elevada investidura. Con esto revela el espíritu de verdadera humildad que también trata de inculcar en sus hermanos.

Mayor condenación. Es decir, un juicio más severo. Hay grados de responsabilidad en la iglesia del Señor, y los que se jactan de enseñar serán tenidos por responsables por su conducta personal y por su influencia sobre otros (ver com. Mat. 23:14). Se espera que el maestro conozca la voluntad de Dios más perfectamente que otros, y su conducta, por lo tanto, debe ser ejemplar.

2. Ofendemos. Gr. ptáio "tropezar", "faltar al deber". Esta afirmación podría parafrasearse así: "Todos los hombres cometen errores en muchas formas cada día" (ver com. 1 Juan 1:8). La cruda realidad es que los "maestros" (Sant. 3:1) también "tropiezan", aunque deben tener un conocimiento mejor que otros; por lo tanto, Santiago quiere decir que sólo los mejores son los que deben procurar ser maestros.

En palabra. Es decir, en su manera de hablar, o en el uso de la lengua (cf. cap. 1:26). El dominio de la lengua es algo muy difícil para los humanos (Mat. 5:37).

Perfecto. Gr. téleios (ver com. Mat. 5:48). El que habla sólo lo que refleja pureza, honradez y bondad, ha alcanzado la meta de la semejanza a Cristo. Tal persona es el mejor maestro.

Capaz también. Si se controla el miembro más difícil del cuerpo, es relativamente fácil dominar los otros.

Refrenar. Ver com. cap. 1:26. Las palabras de una persona revelan la tendencia natural de sus pensamientos. Si uno domina sus pensamientos hasta el punto de que sus palabras sean siempre semejantes a las de Cristo, "todo el cuerpo" estará bien dominado (ver com. Mat. 12:34-37).

3. He aquí. La evidencia textual sugiere (cf. p. 10) un "si" condicional: "si ponemos".

Boca de los caballos. El caballo es quizá el más indómito de los animales domesticados, pero sólo se necesita un pequeño aparejo en la boca para dominar todas sus acciones.

Obedezcan. Así como un caballo indómito pone en peligro la vida de su jinete, también una lengua descontrolada arriesga toda la experiencia cristiana. La obediencia y el control son deseables para los hombres como lo son para los animales domesticados.

Todo su cuerpo. Ver com. vers. 2.

4. Naves. Las naves eran familiares para muchos de los lectores de Santiago, pues el mar Mediterráneo bañaba todo el sur del Imperio Romano,

Grandes. Las naves antiguas parecían grandes a la gente de ese tiempo, aunque los navíos de hoy son mucho más grandes. Pablo viajó a Malta en un navío grande, pues llevaba 276 personas, lo que incluía tripulación y pasajeros (Hech. 27:37). Pero cualquier barco es muy grande si se compara con el timón que lo gobierna.

Impetuosos. Gr. sklerós, "duro", "rígido", "obstinado". El caballo (vers. 3) tiene su propia e indómita voluntad y el barco es azotado por fuertes vientos; pero ambas fuerzas pueden ser dominadas por algo relativamente pequeño.

Timón. El énfasis se pone en la pequeñez del indispensable timón.

El que las gobierna. O "piloto" (BJ).

Quiere. Gr. bóulomai, "querer", "tener intención", "proponerse". 

Aunque el timón guía el navío, el piloto es el que dirige el timón. Aunque la lengua puede, en cierto sentido, imprimir dirección a todo el cuerpo, ella es, a su vez, dirigida por la voluntad (cf. cap. 1:15).

5. Así también. Santiago establece un paralelo entre la relativa pequeñez del freno y del timón, y el pequeño tamaño de la lengua. Destaca el potencial de este órgano, ya sea para bien o para mal.

Se jacta de grandes cosas. La lengua puede inspirar grandes hechos, ya sean buenos o malos.

Bosque. Un bosque puede ser muy extenso, pero eso no impide que sea destruido por una llama muy pequeña. Los asuntos más importantes de un individuo o de toda la iglesia, pueden peligrar por causa de las fuerzas que desate una sola lengua criticona.

6. Fuego. Todo lo que se pueda decir del poder destructor de una pequeñísima llama también se puede aplicar al poder potencial de la lengua. Los miembros de la iglesia no sólo deben evitar las palabras que destruyen, sino también abstenerse de avivar las chispas destructoras que se dispersan de las palabras ajenas.

Mundo. Gr. kósmos (ver com. Juan 1:9).

La lengua. Es decir, la lengua llena de maledicencia.

Contamina. Compárese esto con las palabras de Cristo: "Lo que sale de: la boca, esto contamina al hombre" (Mat. 15:11; ver p. 516).

Todo el cuerpo. Cf. vers. 2-3.

Rueda. Simbólicamente el girar de una rueda sobre su eje.

Creación. El transcurso de la vida de un individuo o de la iglesia, a menudo es incendiado por la ira y las palabras imprudentes.

Por el infierno. Literalmente "por la gehenna" (BJ). Ver com.  Mat. 5:22. 

La gehenna simboliza aquí todo lo que es malo y merece ser destruido. La "lengua" que destruye la armonía, la paz y la amistad, es movida por una voluntad regida por Satanás (ver coro. Mat. 13:25-28).

7. Naturaleza. U "orden", aquí del reino animal, en contraste con la "especie" humana.

Domada. Mejor "subyugada" (ver Mar. 5:4).

Naturaleza humana. La "naturaleza" animal ha sido subyugada por el hombre, tal como fue el propósito original del Creador (Gén. 1:28).

8. Pero. Santiago establece un agudo contraste entre las cuatro clases de animales (vers. 7) que han sido sometidos por el hombre y la lengua que el hombre no ha podido dominar.

Ningún hombre. No significa que la lengua nunca pueda ser dominada, sino que la naturaleza humana pecadora carece de poder para dominarla. El hombre puede domar a los animales, pero no tiene poder para someter a su propia lengua. Este sometimiento sólo es posible por medio de la gracia divina. Santiago reconoce claramente la posibilidad de dominar la lengua (vers. 2), y declara que los seguidores de Cristo deben lograr la victoria sobre el habla indisciplinado (ver com. vers. 10).

Mal. La lengua es un mal sólo cuando es regida por una mente movida por las fuerzas del mal.  Cuando una persona no permite que el Espíritu Santo gobierne sus pensamientos y por lo tanto sus palabras, la lengua funciona como un instrumento del mal.

Que no puede ser refrenado. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "inquieto"; "turbulento" (BJ, BA, BC, NC).

Veneno mortal. Es decir, que influye sobre la felicidad y la paz de la sociedad, así como el veneno actúa sobre el cuerpo humano. 

La confianza, la paz y la amistad se pierden inevitablemente debido a palabras precipitadas o imprudentes (cf. Sal. 140:3; Rom. 3:13).

9. Bendecimos. Gr. eulogé, "hablar bien de", "alabar", "bendecir".

Dios. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Señor" en vez de "Dios".

Maldecimos. La evidencia de que somos verdaderos cristianos se demuestra cuando bendecimos a nuestros enemigos (ver com. Mat. 5:44-45). 

Cristo no pronunció sobre Satanás "juicio de maldición" (Jud. 9). Las maldiciones proceden del odio y demuestran el espíritu de Satanás, "el acusador de nuestros hermanos" (Apoc. 12:10). Santiago muestra que un hombre puede ser de "doble lengua" y también de "doble ánimo" (ver com. cap. 1:8).

Semejanza. Gr. homóiosis, "imagen" (BJ, BA, NC). 

Este versículo se refiere principalmente a la "imagen" de Dios en la cual fue creado el hombre (ver com. Gén. 1:26), imagen que aún existe en nosotros en cierta medida (ver 1Cor. 11:7). Aunque esa imagen ha sido casi borrada por el pecado, Dios ha dispuesto lo necesario para que pueda ser restaurada.

10. De. La primera oración del vers. 10 complementa el pensamiento del vers. 9.

Bendición y maldición. La mezcla de bendición y maldición podría sugerir la falta de sinceridad en la bendición (cf. Prov. 18:21).

Hermanos míos. Santiago echa mano de nuevo a la hermandad de los creyentes en Cristo y a la unidad que hay en la paternidad de Dios (vers. 9). Aunque algunos de los miembros de la iglesia a los cuales escribe Santiago, eran culpables de maldecir a los hombres mientras bendecían a Dios, el apóstol los seguía considerando con afecto.

No debe. O "no es necesario que". El reproche está redactado en términos muy diplomáticos.  Callar deliberadamente algo que queda tácitamente dicho, con frecuencia añade más énfasis y produce una respuesta positiva. A pesar de la dificultad de dominar la lengua, el Señor nos ayudará si le entregamos nuestra voluntad.  

En realidad, los pensamientos deben ser subyugados antes de que la lengua pueda ser dominada (ver com. 2 Cor. 10:5); pero para que el hombre pueda regir sus pensamientos, primero debe rendir su corazón a Dios (ver com. Sant. 1:14).

11. ¿Acaso? Esta pregunta retórica implica que se espera una respuesta negativa.

Fuente. Gr.pgé, "manantial". Como el agua brota de la fuente así también las palabras del corazón (ver com. Prov. 4:23-24). Una fuente o manantial es inanimado, pero su fluir está regido por las leyes de la naturaleza. Del mismo modo los cristianos deben proceder en armonía con las leyes de su naturaleza renovada. El apóstol razona partiendo de lo que es imposible en la naturaleza y llegando hasta lo absurdo, pero que desgraciadamente se produce en la conducta humana.

Echa. La fuente da sin cesar una misma clase de agua.

Amarga. Es decir, salobre, de gusto acre. De ninguna fuente brota por la misma abertura agua dulce y salobre. Los que conocían Palestina pensarían en el contraste entre el agua del mar Muerto, cargada de minerales, y las aguas de los manantiales, dulces y útiles al hombre.

12. ¿Puede? Evidentemente se espera una respuesta negativa.

Higuera. Las higueras y las vertientes producen de acuerdo con sus respectivas naturalezas o especies. Nunca se espera otro resultado. Santiago está sugiriendo que las maldiciones y otros usos indebidos de la lengua indican claramente que una persona no es en realidad cristiana. No quiere decir que quien ha aceptado de veras a Cristo nunca cometerá un pecado (cf. vers. 2); lo que sí afirma es que el verdadero cristiano habitualmente no hablará en una forma no cristiana (ver com. vers. 10).

Vid. Esta ilustración nos recuerda las que usó Cristo (Mat. 7:16). 

El propósito fundamental de Santiago no es contrastar lo bueno con lo malo, sino insistir en que un árbol debe dar frutos "según su género" (Gén. 1:11-12) y que, recíprocamente, la naturaleza del fruto inevitablemente testifica de la clase de árbol que lo produce (ver Mat. 7:20).

Así también. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) el siguiente texto para la última oración del vers. 12: "ni una fuente salada puede producir agua dulce". 

Santiago muestra que es imposible que el verdadero culto emane de un corazón malo. Sus conclusiones son especialmente aplicables a los maestros.

13. Sabio. Santiago habla aquí de la sabiduría que es necesaria para vivir una vida piadosa (ver 1Cor. 6:5; Efe. 5:15).

Muestre. La sabiduría genuina se demuestra por medio de las obras correspondientes. El carácter de una persona se comprueba por el fruto que produce, como se hace destacar en el vers. 12.

Buena. Gr. kalós, "bueno excelente", "digna de alabanza".

Conducta. Cf. Efe. 2:3; ver Gál. 1:13; 1Tim. 4:12; Heb. 13:7; 

1Ped. 1:15; com. Efe. 4:22.

Obras. Es decir, obras de la fe.

Mansedumbre. Gr. praútes, "amabilidad", "suavidad" (ver com. cap. 1:21). La falsa mansedumbre no es más que complacencia y falta de iniciativa. El sabio verdaderamente manso presenta sus convicciones y traza sus planes en una forma amable, pero firme. La suavidad de espíritu permite pensar con claridad y administrar con calma. El sabio e humilde delante de Dios, y esa experiencia espiritual le impide ser arrogante e implacable con sus prójimos (cf. cap. 2:13). La posesión de un vasto conocimiento, por sí sola, no hace sabio a nadie. La "mansedumbre" de la conducta distingue al hombre educado como verdaderamente sabio.

14. Celos. Gr. zelos, "celo" en sentido equivocado; "envidia" (BJ). Ver com. Juan 2:17. La moralidad de los "celos" depende del propósito que los motiva. Santiago habla de malos celos porque son "amargos". Esa clase de celos contrasta agudamente con la mansedumbre ya descrita (Sant. 3:13).

Contención. Gr. erithéia, "partidarismo", "espíritu faccioso", "interés egoísta". Los hombres pueden sentirse intensamente celosos por promover sus propios intereses, pero pasando continuamente por alto los deseos de otros. "Sabia mansedumbre" es el requisito principal del cristiano.

Corazón. Los celos y la contención pueden no manifestarse externamente, pero son como el agua amarga en una fuente (cf. vers. 11): un día fluirán en palabras o hechos. Santiago enseña tácitamente que siempre se necesita un cuidadoso examen de corazón.

No os jactéis. O "dejad de jactaros". Los cristianos no deben jactarse de lo que han alcanzado personalmente ni de sus capacidades. Los que tienen espíritu partidista por lo general son agresivos en la búsqueda del apoyo de otros. Esa forma de jactancia revela una falta de verdadera sabiduría. Un espíritu servicial es la única base legítima para tener buen nombre.

Verdad. Es decir, la verdad del Evangelio. El que profesa ser sabio, no debiera traicionar la verdad que enseña demostrando por su conducta que carece del espíritu de la verdad. La verdad cristiana es más que una proposición; es una forma de vida. Sólo tiene valor la teoría de la verdad cuando se manifiesta en una conducta que revela a Cristo, la personificación de la verdad (ver com. 1Juan 2:6; cf. Juan 14:6; 3T 59).

15. Esta sabiduría. O sea, la sabiduría de los que traicionan la verdad mediante un espíritu desprovisto de mansedumbre (ver com. vers. 13). Santiago reconoce dos clases de sabiduría, así como ha reconocido dos clases de fe (ver com. cap. 2:17). Como en el caso de una fe muerta, esta clase de sabiduría lo es sólo de nombre; es, en realidad, astucia, habilidad lógica y sutiles sofismas que se emplean por conveniencia propia.

No es ... de lo alto. El conocimiento y la habilidad de liderazgo mal orientados no provienen de Dios, el cual es el autor de la verdadera sabiduría (DTG 190; ver com. cap. 1:5). Dios no da sabiduría para ayudar a los que están empeñados en enconadas reyertas y manifiestan egoísmo (ver com. cap. 3:14).

Terrenal. Esta pretendida sabiduría emana de principios y motivos terrenales, y se emplea para servir a propósitos semejantes. Sólo tiene en cuenta esta vida presente.

Animal. Gr. psujikós, "no espiritual"; "natural" (BJ) (ver com. 1Cor. 15:44). La sabiduría terrenal procura satisfacer los deseos y las tendencias que provienen de lo íntimo del hombre natural.

Diabólica. "Demoníaca" (BJ, NC). Cf. cap. 2:19. A esta pretendida sabiduría no sólo le faltan las características de la sabiduría que es "de lo alto", sino que contiene elementos que son característicos de los demonios.

 Lucifer no se sintió satisfecho con la sabiduría que Dios le había dado (Eze. 28:17), y se constituyó en el jefe de los demonios. Ese espíritu de envidia lo indujo a sentir "celos amargos y contención" (cf. Sant. 3:14). Algunos ven en las tres palabras, "terrenal", "animal" y "diabólica" los tres enemigos espirituales del hombre: el mundo, la carne y el demonio.

16. Celos y contención. Ver com. vers. 14.

Perturbación. Gr. akatastasía, "tumulto", "inquietud". Cf. cap. 1:8; 3:8. El egoísmo en la familia o en la iglesia siempre produce inestabilidad, lo que a su vez causa desventura y confusión. La sabiduría que no "es de lo alto" finalmente revelará su naturaleza mediante sus frutos.

Perversa. Gr. fáulos, "inútil", "que no sirve para nada". Un programa cuya base es el egoísmo y que es promovido por un espíritu contencioso, fracasará finalmente debido a su propia debilidad. El pecado y el egoísmo nunca producen armonía.

17. Sabiduría. Es decir, la verdadera sabiduría que Dios promete a todos los que sinceramente la piden (ver com. cap. 1:5).

Pura. Gr. hagnós, "sin contaminación". Esta cualidad es la primera porque las siguientes proceden de la filosofía de una vida incontaminada, dada por Dios. Esta sabiduría está libre de principios, propósitos y metas "terrenales".

Pacífica. Ver com. Mat. 5:9. El que es verdaderamente sabio procura evitar luchas y contiendas; pero su deseo de paz no le impedirá presentar la verdad aunque eso le acarree dificultades. Jesús predijo que la proclamación de la verdad causaría luchas en el mundo (ver com. Mat. 10:34); pero esas contiendas son producidas por los que se oponen a la verdad, no por los que la presentan sabiamente. La pureza de vida y de doctrina jamás se debe sacrificar en un esfuerzo por asegurar la paz.

Amable. Gr. epieikes, "razonable", "moderado"; "complaciente" (BJ). Ver 1Tim. 3:3; Tito 3:2. La verdadera sabiduría es suave, perdonadora ante la afrenta y comprensiva con los errores ajenos.  Hace que un hombre se convierta en un caballero cristiano.

Benigna. Gr. eupeithes, "dócil", "fácil de persuadir", 

es decir, no es obstinada ni difícil de manejar.

Misericordia. Ver com. cap. 2:13.

Buenos frutos. Ver com.  Mat. 7:17; 21:34; Gál. 5:22-23.

Sin incertidumbre. O "firme"; "imparcial" (BJ); es decir, no vacila en cuanto a la conducta que debe seguir. El cristiano no debe vacilar entre posiciones opuestas con el propósito de ganar alguna ventaja. El sabio no se avergüenza de su posición aunque sean muchos los que se le opongan.

Ni hipocresía. Gr. anupókritos, "genuino", "sin disfraz".

18. Fruto. Es decir, el producto o la recompensa de la conducta correcta.

 (Ver com. Prov. 11:30; Mat. 7:16).

Justicia. O "bien hacer", "proceder correcto". Aquí se presenta a la justicia como productora de fruto (ver com. Mat. 3:8; PVGM 47-48).

Paz. Un carácter correcto sólo lo adquieren los pacificadores. Es evidente que Santiago compara los resultados de los "celos y [la] contención", que sólo producen hechos indignos (ver com. vers. 16), con la recompensa de metas y métodos pacíficos.

Hacen la paz. Los verdaderos cristianos reconcilian las diferencias en la familia y en la iglesia (ver com. Mat. 5:9). El que siembra semillas de paz se goza en los frutos de la paz en esta vida, y los disfrutará plenamente en la vida venidera, en el reino del "Dios de paz" (1 Tes. 5:23). 7CBA

COMENTARIOS DE EGW

2. 1JT 107. Algunos han preguntado: ¿Debo estar siempre en guardia y ejercer continuamente una restricción sobre mí? Me ha sido mostrado que tenemos delante de nosotros una gran obra que hacer para escudriñar nuestros corazones y velar sobre nosotros mismos con celosa vigilancia. Debemos aprender cuáles son los puntos 107 en que faltamos, y luego precavernos al respecto. Debiéramos tener un perfecto dominio de nuestro genio. 

"Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, que también puede con freno gobernar todo el cuerpo." (Sant 3:2.)

La luz que resplandece sobre nuestra senda, la verdad que se recomienda a nuestra conciencia, condenará y destruirá el alma, o la santificará y transformará.

Estamos viviendo demasiado cerca del fin del tiempo de gracia para conformarnos con una obra superficial. La misma gracia que hasta aquí hemos considerado como suficiente, no nos sostendrá ya. Nuestra fe debe aumentar y debemos ser más semejantes a Cristo en conducta y disposición a fin de subsistir y resistir con éxito las tentaciones de Satanás. La gracia de Dios es suficiente para todo el que sigue a Cristo.

6. 2JT 19. LA ENVIDIA Y LA CRÍTICA. LA ENVIDIA no es simplemente una perversión del carácter, sino un disturbio que trastorna todas las facultades. Empezó con Satanás. El deseaba ser el primero en el cielo, y, porque no podía tener todo el poder y la gloria que buscaba, se rebeló contra el gobierno de Dios. Envidió a nuestros primeros padres, y los indujo a pecar, y así los arruinó a ellos y a toda la familia humana.

El hombre envidioso cierra los ojos para no ver las buenas cualidades y nobles acciones de los demás.  Está siempre listo para despreciar y representar falsamente lo excelente. Con frecuencia los hombres confiesan y abandonan otras faltas; pero poco puede esperarse del envidioso.

Puesto qué el envidiar a una persona es admitir que ella es superior, el orgullo no permitirá ninguna concesión.

Si se hace un esfuerzo para convencer de su pecado a la persona envidiosa, se exacerba aún más contra el objeto de su pasión, y con demasiada frecuencia permanece incurable.

El envidioso difunde veneno dondequiera que vaya, enajenando amigos, y levantando odio y rebelión contra Dios y los hombres. Trata de que se le considere el mejor y el mayor, no mediante esfuerzos heroicos y abnegados para alcanzar el blanco de la excelencia él mismo, sino permaneciendo donde está, y disminuyendo el mérito de los esfuerzos ajenos ....

El apóstol Santiago declara que la lengua que se deleita en el agravio, la lengua chismosa que dice: Cuente, que yo también le contaré, es inflamada del infierno. Esparce tizones por todos lados. ¿Qué le importa al sembrador de chismes si difama al inocente?  No detendrá su mala obra, aunque destruya la esperanza y el valor en quienes ya se hunden bajo 20 sus cargas. Sólo le interesa satisfacer su propensión a sembrar escándalos. Aun profesos cristianos cierran los ojos a todo lo que es puro, honrado, noble y amable, para atesorar cuanto es objetaba y desagradable, y publicarlo al mundo. . . .

UNA ACTITUD GENEROSA HACIA TODOS. Cuando escuchamos el oprobio lanzado contra nuestro hermano, aceptamos este oprobio. A la pregunta: "¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad?" el salmista respondió: "El que anda en integridad, y obra justicia, y habla verdad en su corazón. El que no detrae con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio alguno." (Sal. 15:1-3.)

¡Qué mundo de chismes se evitaría, si cada uno recordase que los que le hablan de las faltas ajenas, publicarán con la misma libertad sus faltas en una oportunidad favorable.

Debemos esforzarnos por pensar bien de todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos que estemos obligados a pensar de otra manera. No debemos dar apresurado crédito a los malos informes. Son con frecuencia el resultado de la envidia o de la incomprensión, o pueden proceder de la exageración o de la revelación parcial de los hechos. Los celos y las sospechas, una vez que se les ha dado cabida, se difunden como las semillas del cardo. Si un hermano se extravía, entonces es el momento de mostrar nuestro verdadero interés en él. Vayamos a él con bondad, oremos con él y por él, recordando el precio infinito que Cristo ha pagado por su redención. De esta manera podremos salvar un alma de la muerte, y ocultar una multitud de pecados.

Una mirada, una palabra, aun el tono de la voz, pueden estar henchidos de mentira, penetrar como una flecha en algún corazón, e infligir una herida incurable. Así puede echarse una duda, un oprobio, sobre una persona por medio de la cual Dios quisiera realizar una buena obra, y su influencia se marchita y su utilidad se destruye. Entre algunas especies 21de animales, cuando algún miembro del rebaño es herido y cae, sus compañeros le asaltan y despedazan. El mismo espíritu cruel manifiestan ciertos hombres y mujeres que se llaman cristianos. Hacen gala de un celo farisaico para apedrear a otros menos culpables que ellos mismos. Hay quienes señalan las faltas y los fracasos ajenos para apartar de sus propias faltas y fracasos la atención, o para granjearse reputación de muy celosos para Dios y la iglesia. 22

11-18. 2T 178. El amor al mundo ejerce una terrible influencia sobre la gente a la cual el Señor ha mandado velar y orar constantemente, no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. 

Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay (178) en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:15-17).

Se me mostró que el pueblo de Dios que profesa creer la verdad presente no se encuentra en una actitud de espera y vigilancia. Los hijos de Dios están incrementando sus riquezas, y están depositando sus te­soros en la tierra. Se están volviendo ricos en las cosas mundanas, pero no ricos en Dios. No creen que el tiempo sea corto; no creen que el fin de todas las cosas está cerca, que Cristo está a las puertas. Pue­den profesar mucha fe, pero se engañan a sí mismos; porque sólo pondrán en práctica la fe que real­mente poseen. Sus obras ponen de manifiesto el carácter de su fe, y dan testimonio ante los que los ro­dean que la venida de Cristo no se va a producir en esta generación. De acuerdo con su fe serán sus obras. Están añadiendo una casa a la otra, y un terreno al otro; son ciudadanos de este mundo. 

La condición del pobre Lázaro, que se alimentaba con las migajas que caían de la mesa del rico, es pre­ferible a la de estos profesos cristianos. Si verdaderamente tuvieran fe, en lugar de aumentar sus tesoros aquí en la tierra, los estarían vendiendo, para librarse de esas cosas terrenales, que estorban, y para transferir sus tesoros al cielo. Entonces el interés de sus corazones estará allá, porque el corazón del hombre estará donde se encuentre su mayor tesoro. Muchos de los que profesan creer la verdad dan tes­timonio acerca de que lo que más valoran está en este mundo. Por estas cosas se preocupan, manifies­tan una ansiedad agotadora, y trabajan. Preservar sus tesoros y acrecentarlos es el motivo de sus vidas. 

Han transferido tan pocas cosas al cielo, han hecho un depósito tan pequeño en el tesoro celestial, que sus mentes no se sienten especialmente atraídas hacia esa tierra mejor. Han hecho amplios depósitos en las empresas de esta tierra, y esas inversiones, como el imán, atraen sus mentes para separarlas de lo celestial e imperecedero, y dirigirlas hacia lo terrenal y corruptible. "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón" (Mat. 6:21). 

El egoísmo encierra a muchos de los que están alrededor de nosotros con bandas de hierro. Es mi cam­po, son mis bienes, es mi (179) negocio, es mi mercadería. Incluso los clamores de los seres humanos no encuentran eco en ellos. Hombres y mujeres que profesan esperar y amar la aparición de su Señor están enquistados en el yo. Se han apartado de lo noble, de lo semejante a Dios. El amor al mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida los han atado de tal manera que es­tán ciegos. El mundo los ha corrompido, y no se dan cuenta. Hablan de amor a Dios, pero sus frutos no manifiestan el amor al cual se refieren.

Le roban a Dios los diezmos y las ofrendas, y la maldición agostadora de Dios recae sobre ellos. La verdad ha estado iluminando su senda a cada lado. Dios ha obrado maravillosamente para la salvación de las almas en sus propios hogares, pero, ¿Dónde están sus ofrendas, que deberían haber presentado para agradecerle por todas las muestras de su misericordia? Muchos de ellos son tan desagradecidos como los animales. El sacrificio hecho en favor del hombre fue infinito, más allá de la comprensión de los más poderosos intelectos, no obstante lo cual hombres que pretenden ser participantes de estos beneficios celestiales, que se les concedieron a tan alto costo, son demasiado egoístas como para hacer algún verdadero sacrificio para Dios. Sus mentes están con­centradas en el mundo, y sólo en el mundo.

En el salmo 49 leemos: "Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará ja­más)" (versos 6-8). Si todos recordaran, y pudieran apreciar algo del inmenso sacrificio hecho por Cris­to, se sentirían reprendidos por su temeridad y su supremo egoísmo. "Vendrá nuestro Dios, y no calla­rá; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio" (Sal. 50:3-5). 

Por causa del egoísmo y el amor al mundo, Dios queda olvidado, y muchos padecen de esterilidad del alma, y claman: "¡Mi debilidad, mi debilidad!" Dios ha proporcionado medios a su pue­blo para probarlo, para verificar cuán profundo es su pretendido amor por él. Algunos se apartarán de él, y abandonarán su tesoro celestial, antes que disminuir sus posesiones terrenales y hacer con él un (180) pacto con sacrificio. 

Los invita a ofrecer sacrificios; pero el amor al mundo cierra sus oídos, y no quieren oír. Observé para ver quiénes de los que profesan aguardar la venida de Cristo estaban dispuestos a ofrecer, de su abundancia, sacrificios a Dios. Pude ver a unos pocos pobres y humildes, que como la viuda, se estaban privando a sí mismos para depositar sus blancas. Cada una de esas ofrendas es considerada por Dios un tesoro precioso. Pero los que están ganando dinero y acumulando posesiones, están muy atrás. No hacen nada en comparación con lo que podrían hacer. Están reteniendo sus bienes y robándole a Dios, por temor de padecer necesidad. No se atreven a confiar en Dios. Esta es una de las razones que nos explica por qué, como pueblo, estamos tan enfermos, y tantos están yendo a la tumba. Hay codicio­sos entre nosotros.

También hay amadores del mundo y los que han retenido parte del salario de sus trabajadores. Algunos hombres que no poseían absolutamente nada de los bienes de este mundo, po­bres, y que dependían únicamente de su trabajo, han sido tratados con tacañería y en forma injusta. El amante del mundo, con un rostro duro y un corazón más duro todavía, ha pagado de mala gana la pe­queña cantidad de dinero ganada con arduo trabajo. Así están tratando a su Maestro, cuyos discípulos profesan ser. Con la misma tacañería ponen su ofrenda en la tesorería de Dios. 

El hombre de la parábo­la no tenía dónde almacenar sus bienes, y el Señor puso fin a su inútil vida. De la misma manera va a obrar con muchos. Cuán difícil es, en esta era corrompida, caer en la mundanalidad creciente y en el egoísmo. Cuán fácil es ser desagradecidos con el Dador de todas nuestras mercedes. 

Se necesita mucha vigilan­cia y mucha oración, con toda diligencia, para guardar el alma. "Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo" (Mar. 13:33). (181)

14-18. 5T 225. PABLO ESCRIBE A LOS GÁLATAS: "Ojala fuesen también cortados los (225) que os inquietan. Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que también no os consumáis los unos a los otros. Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne" 

(Gál. 5:12-16).  

Algunos falsos maestros habían presentado a los gálatas doctrinas opuestas al Evangelio de Cristo. Pablo trataba de exponer y corregir estos errores. Deseaba mucho que los falsos maestros fuesen sepa­rados de la iglesia, pero su influencia había afectado a tantos de los creyentes que parecía azaroso tomar una decisión contra ellos. Había peligro de ocasionar contiendas y divisiones ruinosas para los in­tereses espirituales de la iglesia. Por lo tanto trataba de hacer ver a sus hermanos la importancia de ayu­darse unos a otros con amor. 

Declaró que todas las demandas de la ley que presentan nuestros deberes hacia nuestros semejantes se cumplen al amarnos unos a otros. Les advirtió que si se entregaban al odio y a la contención, dividiéndose en partidos, y mordiéndose y devorándose unos a otros como las bes­tias, atraerían sobre sí mismos desgracia inmediata y ruina futura. Había tan sólo una manera de evitar estos terribles males, a saber, como les recomendó el apóstol, andando "en el Espíritu". Mediante cons­tante oración debían buscar la dirección del Espíritu Santo, que los conduciría al amor y la unidad. Una casa dividida contra sí misma no puede subsistir.

Cuando los cristianos contienden, Satanás acude para ejercer el dominio. ¡Con cuánta frecuencia ha tenido éxito en destruir la paz y armonía de las igle­sias! ¡Qué fieras controversias, qué amarguras, qué odios han comenzado con un asunto pequeño! ¡Cuántas esperanzas han sido marchitadas, cuántas familias han sido dividas por la discordia y la con­tención!

Pablo encargó a sus hermanos que tuviesen cuidado, no fuese qué al tratar de corregir las faltas ajenas, estuviesen ellos mismos cometiendo pecados igualmente graves. Les advierte que el odio, la emula­ción, la ira, las contiendas, las sediciones, las herejías y las envidias son tan ciertamente obras de la carne como la lascivia, el (226) adulterio, la borrachera y el homicidio, y tan seguramente negarán a los culpables la entrada al cielo. 

Cristo declaró: "Y cualquiera que escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y fuera echado en la mar" (Mar. 9:42). Quienquiera que por engaño voluntario o por su mal ejemplo extravía a un discípulo de Cristo, es culpable de un grave pecado. Quienquiera que le haga objeto de calumnia o ridículo, insulta a Jesús.

NUESTRO SALVADOR NOTA TODO DAÑO HECHO A LOS QUE LE SIGUEN. ¿Cómo fueron castigados antiguamente los que se mofaron de aquello que Dios había elegido como sa­grado para sí? Belsasar y sus príncipes profanaron los vasos de oro de Jehová y alabaron a los ídolos de Babilonia. Pero el Dios a quien desafiaron era testigo de la escena profana. En medio de su alegría sa­crílega, se vio una mano sobrenatural que trazaba caracteres misteriosos en la pared del palacio. Llenos de terror, oyeron su suerte anunciada por el siervo del Altísimo. 

Recuerden los que se deleitan en formular palabras de calumnia y mentira contra los siervos de Dios que es testigo de sus acciones. Sus calumnias no están profanando vasos sin alma, sino el carácter de aquellos que Cristo compró con su sangre. La mano que trazó los caracteres sobre las paredes del pala­cio de Belsasar, registra fielmente cada acto de injusticia u opresión cometido contra el pueblo de Dios. La historia sagrada presenta sorprendentes ejemplos de cuidado celoso que el Señor ejerce en favor de los más débiles de sus hijos.

Durante los viajes de Israel en el desierto, los cansados y débiles que se habían rezagado fueron atacados y asesinados por los cobardes y crueles amalecitas. Más tarde Israel hizo guerra con los amalecitas y los derrotó. "Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que del todo tengo de raer la memoria de Amalec de debajo del cielo". La sentencia fue repetida otra vez por Moisés poco antes de su muerte, para que no fuese olvidada por su posteridad. "Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino, cuando salisteis de Egipto: que te salió al camino, y te desbarató la retaguardia de todos los flacos que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y traba­jado; y no temió a Dios... Raerás (227) la memoria de Amalec de debajo del cielo: no te olvides" (Éxo. 17:14; Deut. 25:17-19).

Si Dios castigó así la crueldad de una nación pagana, ¿cómo considerará a aquellos que, profesando ser su pueblo, hacen guerra contra sus propios hermanos que son obreros cansados y agotados en su causa?

Satanás tiene gran poder sobre aquellos que se entregan a su dominio. Los sumos sacerdotes y ancianos --los maestros religiosos del pueblo-- fueron quienes incitaron a la turba homicida desde el tribunal al Calvario. Entre los que profesan seguir a Cristo hoy, hay corazones animados por el mismo espíritu que clamó por la crucifixión de nuestro Salvador. Recuerden los obradores de iniquidad que todos sus actos tienen un testigo, a saber, un Dios santo que odia el pecado. El traerá todas sus obras a juicio, con toda cosa secreta.

"Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas de los flacos, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en bien, a edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo" (Rom. 15:1-3). Como Cristo se compadeció de nosotros y nos ayudó en nuestra de­bilidad y carácter pecaminoso, debemos compadecernos de los demás y ayudarles. Muchos se sienten perplejos por la duda, cargados de flaquezas, débiles en la fe e incapaces de comprender lo invisible; pero un amigo al cual pueden ver, que venga a ellos en lugar de Cristo, puede ser un eslabón que asegu­re su temblorosa fe en Dios. ¡Cuán bienaventurada es esta obra! No permitamos que el orgullo y el ego­ísmo nos impidan hacer el bien que podríamos hacer, trabajando en nombre de Cristo y con un espíritu amante y tierno. "Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado.

SOBRELLEVAD los unos las cargas de los otros; 

y cumplid así la ley de Cristo" (Gál. 6:1, 2). 

Aquí se nos vuelve a pre­sentar claramente nuestro deber. ¿Cómo pueden los que profesan seguir a Cristo considerar tan livia­namente estas recomendaciones inspiradas? No hace mucho recibí una carta que me describía una cir­cunstancia en la cual un hermano había manifestado indiscreción. Aunque esto ocurrió hace años, y era un asunto baladí que apenas merecía ser (228) recordado, la persona que escribía declaraba que ello había destruido para siempre su confianza en aquel hermano. Si después de examinarla, la vida de aquella hermana no revelase mayores errores, sería de veras una maravilla, porque la naturaleza huma­na es muy débil. Yo he tenido y sigo teniendo comunión con hermanos que fueron culpables de graves pecados, y aun ahora no ven sus pecados como Dios los ve. 

Pero el Señor tolera a esas personas, ¿y por qué no las habría de tolerar yo? Todavía hará él tal impresión por su Espíritu en su corazón, que el pe­cado les parecerá, como a Pablo, excesivamente pecaminoso. Conocemos muy poco nuestro propio corazón y poca necesidad sentimos de la misericordia de Dios. Esta es la razón por la cual albergamos tan poco de aquella dulce compasión que Cristo manifiesta para con nosotros, y que deberíamos manifestar unos hacia otros. Debemos recordar que nuestros hermanos son como nosotros, débiles mortales que yerran.

SUPONGAMOS QUE UN HERMANO, por no ejercer bastante vigilancia, quedó vencido por la tentación; y contrariamente a su conducta general, cometió algún error. ¿Qué proceder debemos seguir para con él? Por la historia bíblica sabemos que algunos hombres a quienes Dios había usado para hacer una obra grande y buena, cometieron graves errores. El Señor no los dejó sin reprensión, ni desechó a sus siervos. Cuando ellos se arrepintieron, él los perdonó miseri­cordiosamente, les reveló su presencia y obró por medio de ellos. 

Consideren los pobres y débiles mor­tales cuánta compasión y tolerancia de Dios y de sus hermanos necesitan ellos mismos. Tengan cuidado acerca de cómo juzgan y condenan a los demás. Debemos prestar atención a las instrucciones del após­tol: "Vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado" (Gál. 6:1).

Podemos caer bajo la tentación, y necesitar toda la paciencia que se nos llama a ejercer hacia el ofensor. "Con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir" (Mat. 7:12). El apóstol añade una recomendación a los independientes que confían en sí mismos: "Porque el que es­tima de sí que es algo, no siendo nada, a sí mismo engaña... Porque cada cual llevará su carga" (Gál. 6:3, 5). El que se considera superior a sus hermanos en (229) juicio y experiencia, y desprecia su conse­jo y amonestación, demuestra que está peligrosamente seducido. El corazón es engañoso. Debe probar su carácter y su vida por la norma bíblica. La Palabra de Dios derrama una luz infalible sobre la senda de la vida humana.

No obstante las muchas influencias que surgen para desviar y distraer la mente, los que piden honradamente a Dios sabiduría serán guiados en el debido camino. Cada hombre deberá al final subsistir o caer por sí mismo, no según la opinión del partido que le sostiene o se le opone, ni se­gún el juicio de hombre alguno, sino según sea su verdadero carácter a la vista de Dios. 

La iglesia pue­de amonestar, aconsejar y advertir, pero no puede obligar a nadie a seguir el camino recto. Todo aquel que persista en despreciar la Palabra de Dios, deberá llevar su propia carga, dar cuenta de sí a Dios, y sufrir las consecuencias de su propia conducta. 

EL SEÑOR NOS HA DADO EN SU PALABRA INSTRUCCIONES DEFINIDAS E INEQUÍVOCAS, por cuyo acatamiento pode­mos conservar la armonía y la unión en la iglesia. Hermanos y hermanas, ¿estáis prestando atención a estas recomendaciones inspiradas? ¿Leéis la Biblia y obráis de acuerdo con ella? ¿Estáis esforzándoos por cumplir la oración de Cristo, de que sus discípulos estuviesen unidos? "Más el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que entre vosotros seáis unánimes según Cristo Jesús; para que concordes a una boca glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Rom. 15:5-6). "Resta, hermanos, que tengáis gozo, seáis perfectos, tengáis consolación, sintáis una misma cosa, tengáis paz; y el Dios de paz y de caridad será con vosotros" (2 Cor. 13:11). (230)

Ministerio Hno. Pio


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