miércoles, octubre 16, 2019

22. EL LLAMADO DE ABRAHAM.


"Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde iba."
 (Heb. 11:8). 

La obediencia incondicional de Abrahán es una de las más notables evidencias de fe de toda la Sagrada Escritura.  Para él, la fe era "la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven." (Vers. 1.) Confiando en la divina promesa, sin la menor seguridad externa de su cumplimiento, abandonó su hogar, sus parientes, y su tierra nativa; y salió, sin saber adónde iba, fiel a la dirección divina.  "Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en cabañas con Isaac y Jacob, herederos juntamente de la misma promesa." (Vers. 9.)

No fue una prueba ligera la que soportó Abrahán, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él.  Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar.  Pero no vaciló en obedecer al llamamiento.  Nada preguntó en cuanto a la tierra prometida.  No averiguó si era 119 feraz y de clima saludable, si los campos ofrecían paisajes agradables, o sí habría oportunidad para acumular riquezas.  Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; el lugar más feliz de la tierra para él era dónde Dios quería que estuviese.

MUCHOS continúan siendo probados como lo fue Abrahán.  No oyen la voz de Dios hablándoles directamente desde el cielo; pero, en cambio, son llamados mediante las enseñanzas de su Palabra y los acontecimientos de su providencia.

  Se les puede pedir que abandonen una carrera que promete riquezas y honores, que dejen afables y provechosas amistades, y que se separen de sus parientes, para entrar en lo que parezca ser sólo un sendero de abnegación, trabajos y sacrificios.  

Dios tiene una obra para ellos; pero una vida fácil y la influencia de las amistades y los parientes impediría el desarrollo de los rasgos esenciales para su realización. 

 Los llama para que se aparten de las influencias y los auxilios humanos, y les hace sentir la necesidad de su ayuda, y de depender sólo de Dios, para que él mismo pueda revelarse a ellos. 

¿Quién está listo para renunciar a los planes que ha abrigado y a las relaciones familiares en cuanto le llame la Providencia?
 ¿Quién aceptará nuevas obligaciones y entrará en campos inexplorados para hacer la obra de Dios con buena voluntad y firmeza y contar sus pérdidas como ganancia por amor a Cristo? 

 El que haga esto tiene la fe de Abrahán, y compartirá con él el "sobremanera alto y eterno peso de gloria," con el cual no se puede comparar "lo que en este tiempo se padece." 
(2 Cor. 4:17; Rom. 8:18.) PP

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