miércoles, febrero 01, 2012

REFLEXIÓN 4.- Ser Conocidos y Reconocidos por Dios


No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos…Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi hacedores de maldad. (San Mateo 7:21-23).

Ser reconocidos como hijos, es muy importante, tener una identidad en esta sociedad, un apellido, es parte de los derechos humanos básicos. Ser parte de una familia lo es más todavía.

Cuando entregamos nuestra vida a Cristo por medio del bautismo, somos reconocidos como hijos de Dios, y por ende inscritos en libro de nacidos en la nueva familia en el reino de los cielos. (Libro de la Vida). Aunque la Biblia no habla directamente que somos inscritos pero se sobreentiende. Por ello al leer Filipenses 4:3 “…y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. 

¿Y cuándo perdemos esa inscripción?

El texto en estudio de hoy habla que cuando venga el Señor Jesucristo, muchos reclamarán del porque no son parte de los redimidos y son desechados de su presencia. En el verso 21 dice… Si no el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Hacer la voluntad del Padre es la clave para ser conocidos y reconocidos por Dios, el primer paso es ser Bautizados como Jesús (Gálatas 3:26,27). 

Y en segundo lugar está en vivir una vida de completa consagración y santidad. De esa manera no será borrada jamás nuestro nombre del libro de la vida y seremos siempre hijos de Dios. (Apocalipsis 3:3-5).

Ahora ya tenemos una idea más clara del porque muchos profesos cristianos será desconocidos por Jesús en su venida. No es suficiente ser bautizados, no es suficiente profesar una fe, si no es viva, viva significa que tenemos que cumplir la misión (Mateo 28:16-20). Además tenemos que vivir en el espíritu (Romanos 8:13,14, Gálatas 5:16-24). 
Y Mateo 7:13,14, dice que entremos por la puerta estrecha…
Y Que guardemos sus mandamientos, al guardarlos le llegamos a conocer.
  (San Juan 14:15; 15:1-17; 1 Juan 2:3-6; Éxodo 20:3-17). 
 Así tendremos la seguridad que somos conocidos y aceptos por Dios. 


Recuerda cada día se presentaba el pueblo judío, en la mañana y en la tarde, con un presente: una tortolita, becerro, o un carnero de acuerdo a su condición económica. Actualmente nos presentamos a Dios cada mañana y cada noche, ya no con sangre de animales, si no con la sangre y los méritos de Cristo que hizo el único sacrificio suficiente por el pecado. Y cada día debemos pedir al Espíritu Santo que nos haga ver en que estamos fallando (Salmos 19:12; 51:1-17). De nuestra relación diaria con nuestro salvador es cuando vamos tejiendo esa experiencia de conocerlo y ser conocidos por él. 

Los patriarcas llegaron a tener la seguridad de que hacían la voluntad de Dios, y que eran hijos de Dios,  y nosotros también debemos y tenemos que llegar a decir como San Pablo “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás me esta guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor juez justo, en aquel día; y nos solo a mí, sino también a todos los que aman su venida. (2Tim. 2:7,8).   

Porque “… Éste es nuestro Dios, le hemos esperado, 
y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, 
nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación. (Isa. 25:9). 
Dios te bendiga. 
 
Pio Pablo Huamán Julca 

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