miércoles, abril 28, 2021

LA HISTORIA DE ISRAEL ENTRE MALAQUÍAS (SIGLO IV) Y EL NUEVO TESTAMENTO. (Paginas 19-45).

EL PERIODO INTERTESTAMENTARIO.

ENTRE Malaquías, último libro del Antiguo Testamento, y el comienzo del relato del Nuevo Testamento, se extiende un período de unos cuatro siglos.  Para apreciar debidamente el Nuevo Testamento, y en particular los Evangelios, es necesario comprender las vicisitudes por las cuales pasaron los judíos durante ese tiempo, destacando especialmente su historia durante el lapso de los últimos gobernantes seléucidas y los años que presenciaron el surgimiento del poder romano en el Mediterráneo.  Este artículo resume brevemente las dificultades de los judíos mientras se debilitaba el poder de Persia, y durante la prolongada lucha por el dominio de Palestina entre los seléucidas del norte y los tolomeos del sur.  Trataremos con más detalles los acontecimientos que se desarrollaron debido a los intentos de Antíoco Epífanes para helenizar a los judíos, la extensión del poder romano por todo el mundo del Mediterráneo y la situación política de Palestina durante el tiempo de los asmoneos y de Herodes el Grande.

I. LOS JUDÍOS BAJO EL DOMINIO PERSA DURANTE EL SIGLO IV.

NEHEMÍAS Y DESPUÉS DE ÉL.- Los registros históricos de los judíos durante el siglo V a. C. son escasos, pero poco a poco han ido apareciendo testimonios extrabíblicos. Según los papiros de Elefantina, Johanán era sumo sacerdote en 410 a. C., y un persa llamado Bagoas (Bagoses, Bagohi, Bigvai) había sido nombrado gobernador de Judea antes de 407 a. C. (Olmstead piensa que Bagoas fue el sucesor de Nehemías.) Este personaje, mencionado en los papiros de Elefantina como gobernador de Judea en los días de Sanbalat (y por lo tanto de Nehemías), vivió casi un siglo antes que el eunuco Bagoas, el cual fue uno de los comandantes de Artajerjes III en su campaña contra Egipto, y un influyente político persa.  Es posible armonizar los sucesos relacionados con el gobierno de Nehemías- lo que incluye a varios personajes que llegaron a ser más tarde sumos sacerdotes (ver t. III, pp. 81-82)- y las afirmaciones de Josefo en cuanto a Bagoas y Johanán, etc.

Los persas no obstaculizaron la religión judía, aunque los discípulos de Zoroastro -para quienes el fuego era sagrado- creían que era una profanación quemar carne.  Quizás esta repulsión llevó al incidente registrado por Josefo (Antigüedades xi. 7). Dice que Bagoas, luego de enterarse de que el sumo sacerdote había dado muerte a su hermano en el templo, contaminó el templo con su presencia e impuso a los judíos una multa de 50 dracmas por cada cordero ofrecido en el templo.  Por otra parte, es posible que el castigo se debiera más a su horror por el sacrilegio cometido 20 que por sus convicciones religiosas.  En Egipto, los judíos de Elefantina ofrecieron sacrificios en su templo (ver t. III, pp. 82-84) hasta que fue destruido por los egipcios.  La repugnancia de los persas por los sacrificios de animales fue apoyada en Egipto, pues los egipcios adoraban algunos de los animales que los judíos sacrificaban en Elefantina; por lo tanto, cuando el gobernante local se ausentó, los egipcios destruyeron el templo judío.  Quedó en ruinas durante algún tiempo, mientras los judíos procuraban conseguir permiso para reedificarlo.  Primero hicieron sus gestiones ante Johanán y después ante Bagoas.  Cuando Bagoas les dio el permiso, autorizó que en el nuevo templo sólo se ofrecieran ofrendas vegetales e incienso.

PELIGROS PARA LA RELIGIÓN JUDÍA.- Los judíos repatriados durante el reinado de Artajerjes I quizá conocían las enseñanzas del zoroastrismo, puesto que ésa era la religión oficial del Imperio Persa.  Probablemente Nehemías y otros caudillos comprendieron la necesidad de tener cuidado de que el pueblo no confundiera el culto de Jehová con el de Ahuramazda (Ormuz).  Tanto los persas como los judíos creían que llegaría el día de un gran juicio, cuando el Dios de justicia vencería al adversario de todo bien, y se daría a los justos una bendita morada en condiciones diferentes a las actuales.  Los persas creían en dos espíritus opuestos -el justo Ahuramazda y el impío Ahrimán-, y los contraponían en un dualismo que tendía a igualarlos en poder.  Los judíos, con sus Sagradas Escrituras, hablaban siempre de un Dios eterno y todopoderoso, y muy poco de un adversario malo y evidentemente inferior, que había sido creado perfecto (Eze. 28: 14-19), pero que más tarde se convirtió en el autor del pecado.

UNA RELIGIÓN RIVAL EN SAMARIA.- Los judíos que regresaron a Jerusalén encontraron resistencia cuando trataron de establecer normas de culto diferentes de los conceptos populares de los pueblos semipaganos que se habían establecido en el país durante el cautiverio (ver t. II, pp. 943-944; t. III, p. 71).  Sanbalat y Tobías pensaban que los repatriados tenían conceptos estrechos y eran intolerantes, e hicieron todo lo posible para anular sus planes.  Un hijo de Joiada el sacerdote fue desterrado por Nehemías debido a su casamiento con la hija de Sanbalat.  Este quizá es el Manasés que menciona  Josefo (ver com.  Neh. 13: 28-29), a quien Sanbalat de Samaria dio la bienvenida y constituyó como sacerdote de un templo samaritano rival sobre el monte Gerizim.  El resultado fue un culto samaritano rival que se menciona en el Nuevo Testamento (Juan 4: 20), y que todavía sobrevive en Nablús.

EL DESARROLLO DE LA TRADICIÓN JUDÍA.- Esta oposición de los samaritanos fue un gran incentivo para el estudio y el ensalzamiento de la Torah (Torá, Tora, Pentateuco) por parte de los judíos, quienes comenzaron a practicar rigurosamente todos sus ritos y enseñanzas, y establecieron sinagogas por todo el país.  La lectura de las Escrituras, presentada en los servicios del sábado, se traducía al arameo o se explicaba en ese idioma, el cual se había convertido en la lengua del pueblo durante el exilio (ver t. I, pp. 33-34).  Mediante esas explicaciones, los rabinos guiaban a los laicos en lo que consideraban que eran las interpretaciones correctas de la Torah.  No es extraño que en esas condiciones surgiera gradualmente un conjunto de interpretaciones tradicionales de las Escrituras, aunque los dirigentes disintieran entre sí en cuanto a puntos de doctrina y procedimiento.  El nacionalismo judío había despertado, y los impulsó a estudiar sus libros sagrados; pero poco a poco se confundieron en cuanto al correcto significado de las Escrituras.  En vez de poner a un lado sus opiniones preconcebidas y de permitir que el Espíritu de Dios los guiara a toda verdad, cavaron para sí cisternas rotas para beber el error.  Así se pusieron los fundamentos de las interpretaciones erróneas, lo que resultaría en un complejo conjunto de tradiciones (ver t. V, pp. 97-102).  Estos falsos conceptos finalmente dominaron la 21 religión judía y prepararon el camino para que rechazaran completamente a Cristo.

LA TRADICIÓN DE JADÚA Y ALEJANDRO.- Hay pocos registros referentes a los judíos, correspondientes a los reinados de Artajerjes II (Mnemón), 405/404-359/358 a. C. y Artajerjes III (Oco), 359/358-338/337, mientras Johanán y Jadúa eran sumos sacerdotes.

Josefo menciona un hecho relacionado con las conquistas de Alejandro, que, aunque muchos eruditos no lo consideran histórico, lo presentamos debido a su posible relación con la profecía de Daniel acerca de Grecia, y porque no es totalmente imposible si se acepta que el libro de Daniel fue escrito en el siglo VI a. C.

Dice el relato (Josefo, Antigüedades xi. 8. 4, 5) que Alejandro fue de Tiro a Jerusalén, en camino a Egipto, y se le mostró la profecía de Daniel (probablemente cap. 8: 2l); que se impresionó tanto con ella, que concedió grandes favores a los judíos, y no sólo para ellos sino para todos los de raza judía en los países que él pudiera conquistar en el futuro (ver t. III, pp. 374-375).  Es cierto que Josefo, relacionando a Sanbalat y a Darío III como contemporáneos, confunde este relato con el del casamiento de la hija de Sanbalat con un hijo de Joiada (Neh. 13: 28); sin embargo no es imposible que un tal Jadúa fuera sumo sacerdote en tiempo de Alejandro, y que pudiera haber ocurrido un hecho tal.  Dios podría haber dirigido a Alejandro tan fácilmente como dirigió a Ciro en los días de Daniel.

Además, otro hecho indujo a Alejandro a otorgar favores a los judíos. Los caudillos samaritanos habían quemado vivo al gobernador Andrómaco, a quien Alejandro había nombrado en Samaria para que administrara toda Celesiria y Palestina.  Cuando Alejandro regresó de Egipto vengó esa atrocidad, concedió favores a los judíos y les dio cierto territorio fronterizo reclamado por los samaritanos.

II. SURGIMIENTO DE LOS GRIEGOS Y LOS MACEDONIOS.

ANTECEDENTES DE LOS GRIEGOS.- Los pueblos que vivían en Grecia, en las islas del mar Egeo y en la costa occidental del Asia Menor, históricamente formaron parte de las sucesivas oleadas migratorias de pueblos indoeuropeos que vinieron del noreste en el segundo milenio a. C. (ver com.  Dan. 2: 39).  A fines del siglo VI se originó en Grecia una forma de gobierno democrático de ciudades-estados.  Cada ciudad era una democracia directa, no representativa, en la cual todos los ciudadanos se reunían para decidir por votación todos los asuntos.  Esto fue posible porque cada núcleo de ciudadanos era pequeño (la mayoría de los cuales estaba compuesta de esclavos y forasteros sin reconocimiento político o social).  Esos pequeños estados griegos independientes fueron desarrollando principios democráticos de administración y finalmente desafiaron al poder autocrático de Persia.

LA GUERRA PERSA CONTRA GRECIA.- Aunque el proceso fue lento, las colonias griegas jónicas en la costa oriental del mar Egeo, antiguamente sometidas a Lidia, fueron incorporadas al Imperio Persa junto con Lidia.  Medio siglo después de Ciro, la ayuda proporcionada a los jonios revolucionarios por los griegos europeos causó la venganza de Persia.  Las ciudades-estados de Grecia, que habían demostrado ser incapaces de cualquier acción concertada duradera debido a intensos celos e intrigas, se vieron obligadas a proceder unidas ante la amenaza persa.  Las campañas de Darío I y Jerjes contra los griegos fracasaron primero en Maratón (490 a. C.), y posteriormente en Salamina (480 a. C.) y en Platea (479 a. C.). (Ver com.  Dan. 11: 2;  t. III, pp. 61-63.) Por ese mismo tiempo los persas sufrieron graves pérdidas en Micala, en la costa jónica.  En esta forma Grecia se salvó del Imperio Persa, y los griegos jónicos (de las islas del Egeo y de la costa occidental del Asia Menor) se unieron en una liga defensiva con Atenas y otras ciudades-estados griegas que 22  23 habían ayudado a derrotar a Persia.  Este período del liderazgo de Atenas fue la edad de oro de la cultura griega.  En 431 comenzó la guerra del Peloponeso que duró más de 25 años.  Atenas y Esparta lucharon por la supremacía, y ambas fueron suplantadas por Tebas.  Esta guerra debilitó aún más a los Estados griegos, lo que dio a Persia la oportunidad de hacer que los griegos pelearan entre sí.

 Mientras Grecia se hallaba sumida en conflictos, Macedonia -país semigriego del norte- se constituyó en Estado monárquico y procuró extender su territorio.  Cuando Artajerjes III (Oco) llegó a ser rey de Persia, Filipo II (de 23 años de edad) subió al trono de Macedonia y comenzó la formación de un ejército nacional, y pronto obtuvo la supremacía sobre casi toda Grecia.  Pero Filipo fue asesinado antes de que se pudiera ejecutar su plan de que una unión greco-macedónica atacara a Persia.

ALEJANDRO MAGNO.- Filipo le entregó la antorcha de la conquista a su hijo Alejandro Magno, de 20 años de edad (ver com.  Dan. 2: 39; 7: 6).  Dos años después de ascender al trono, Alejandro tenía asegurado el apoyo de toda Grecia y de Macedonia, unidas ahora en una alianza contra el Imperio Persa.  Alejandro avanzó con su ejército macedonio hacia el este, bordeando el mar Egeo, cruzó el Helesponto y ganó su primera batalla importante en el río Gránico (334), e inmediatamente privó a Persia de su fuente de impuestos del Asia Menor.  Darío, después de remontar el Eufrates, se encontró con Alejandro en Iso, cerca de la esquina nororiental del Mediterráneo, y los persas fueron derrotados (333 a. C.). Alejandro entonces avanzó por Siria y Palestina, tomando todas las ciudades principales (Tiro resistió en 332 un asedio de siete meses).  Luego marchó hacia Egipto, seguro de recibir una calurosa recepción, pues ese país había rechazado el dominio persa desde los días en que sus ciudades y templos habían sido implacablemente destruidos.  Los egipcios abrieron gustosamente sus puertas para que Alejandro entrara como su libertador (332), y lo coronaron como Faraón; y él se unió a ellos rindiendo culto a las deidades egipcias.  Egipto lo aclamó como un dios y le rindió culto como al verdadero hijo de AmónRa. Alejandría fue fundada por Alejandro, y en los primeros meses de 331 cruzó por Siria en su avance hacia el este.

Cruzó el Eufrates y el Tigris, se encontró con Darío y su ejército en octubre de 331 en la planicie de Gaugamela, donde se riñó la batalla más conocida como la batalla de Arbela (nombre de una ciudad vecina). Las fuerzas persas sufrieron aquí una desastrosa derrota.  Darío huyó a Ecbatana, en Media.  Luego, y en rápida sucesión, se produjo la rendición de Babilonia, Susa y Persépolis.  Después de haber incendiado a Persépolis, Alejandro marchó hacia Ecbatana persiguiendo a Darío a principios de 330, y encontró que éste había huido hacia el oriente.  Prosiguió la persecución de Darío, pero sólo encontró el cadáver del gran rey, que había sido muerto por sus propios hombres.

Alejandro dispuso que Darío fuera sepultado en forma regia, y después continuó con su expedición.  En el lapso de tres años, llegó hasta el río Yaxartes (ahora Sir Daria, que desemboca en el mar Aral) y el río Indo.  En 326 cruzó el Indo y penetró en el norte de la India; hasta aquí sus hombres estuvieron dispuestos a seguirlo.  Después regresó por la vía de la costa (325) hasta Susa, donde se realizaron festejos por la fundación de una nueva monarquía mundial (324) destinada a unir el Oriente y el Occidente por medio de la civilización griega.  Para consolidar la unión de los pueblos griego y persa, Alejandro y algunos de sus oficiales macedonios tomaron esposas persas.  Además, fundó muchas ciudades griegas por todo el vasto imperio.  En 323 se encontraba en Babilonia para presidir la organización de una expedición a Arabia, y lo atacó una fiebre mortal.  Murió el 13 de junio de 24 323 a. C., tras haber reinado en lugar de Filipo, su padre, durante unos 13 años.

Alejandro cambió la organización política en un tiempo muy corto; pero no había intentado cambiar la religión de los pueblos conquistados.  Continuó el zoroastrismo persa, que ha sobrevivido a través de los siglos.  Los egipcios, los judíos y los  griegos conservaron sus religiones; pero el pensamiento de la humanidad en todo el  mundo mediterráneo fue afectado por la propagación de las ideas helenísticas y  por el concepto que tenía Alejandro de un imperio mundial de razas y pueblos  unidos por un idioma, literatura y cultura comunes.  El período helenístico* iniciado  por Alejandro preparó el camino para la civilización greco-romana, en la cual fue  modificado el judaísmo y el cristianismo llegó a ser una fe de alcances mundiales.

III.  SUCESORES DE ALEJANDRO Y LA DISOLUCIÓN DE SU IMPERIO.

HEREDEROS DE ALEJANDRO BAJO LA TUTELA DE REGENTES.- No fue una tarea fácil la  administración del territorio persa que acababa de ser conquistado.  Los generales  de Alejandro convinieron en colocar en el trono a Filipo Arrideo, débil mental y  medio hermano de Alejandro, como rey juntamente con el niño Alejandro, hijo de  Roxana, princesa de Bactriana, nacido después de la muerte de su padre.  Caudillos  macedónicos (en su mayor parte generales de Alejandro) fueron puestos como gobernadores por todo el imperio.  Pero las ambiciones contrarias de los generales de  Roxana (viuda de Alejandro), de su madre Olimpia y de los partidarios de Filipo Arrideo, produjeron una década de guerras e intrigas.  En el t. IV, pp. 850-851 hay  un resumen de las luchas que se desarrollaron entre los sucesores de Alejandro.

ANTÍGONO, PRINCIPAL CANDIDATO AL IMPERIO.- En la larga y compleja lucha por el  poder entre los numerosos "sucesores" rivales, las disputas tendieron a centrarse en  la tentativa de Antígono por ganar y conservar el poder para sí.  Sus principales  oponentes -Casandro en Macedonia, Tolomeo en Egipto y Lisímaco en Tracia-  formaron una alianza propuesta por Seleuco.  Cuando se vio que ninguno ganaría  en la lucha, se llegó a un convenio en 311 a. C., que dejó los principales territorios  del imperio en manos de los cinco caudillos (ver t. IV, p. 850, mapa B).  La siguiente  década fue sumamente confusa.  Casandro ordenó asesinar a Alejandro (el rey niño)  y a su madre Roxana.  Consúltese el t. IV, p. 851, mapa C, en cuanto a la tentativa de  Antígono para quedarse con todo el imperio, y la lucha siguiente entre Casandro,  Lisímaco, Tolomeo y Seleuco.  Esa lucha llegó a su desenlace en 301 en la decisiva  batalla de Ipso, en Frigia, que ganaron los cuatro aliados.  Antígono fue muerto y su  territorio dividido.

LA CUÁDRUPLE DIVISIÓN DEL IMPERIO.- En el año 301 se decidió la lucha entre un  imperio unido o pequeños reinos separados (ver t. IV, p. 851, mapa C).  Había fracasado el más grande esfuerzo por la unidad, y en lugar del imperio unido de Alejandro aparecieron cuatro reinos macedonios independientes, además de pequeños  fragmentos, principalmente en el Asia Menor.  El territorio de Seleuco se extendía  desde el Asia Menor hasta casi el Indo, con sus capitales en Antioquía a orillas del  Orontes, en Siria, y Seleucia junto al Tigris, cerca de la actual ciudad de Bagdad.  Tolomeo en Egipto había recuperado los distritos de Palestina y del sur de Siria.  Lisímaco  no sólo tenía Tracia sino también una gran parte del noroeste del Asia Menor.  Casandro retuvo a Macedonia y estaba empeñado en unificar a toda Grecia.  Las posesiones  esparcidas de Demetrio no podrían ser consideradas como un quinto reino. 25 

IV. LOS REINOS HELENÍSTICOS.

No sería provechoso seguir las rivalidades, guerras e intrigas entre estos reinos  helenísticos y las luchas familiares de las casas gobernantes macedonias, cuyas complejas interrelaciones matrimoniales y cambiantes alianzas confunden el cuadro con  nombres similares y pequeños detalles.  Basta un bosquejo de los principales acontecimientos para mostrar cómo los cuatro reinos se convirtieron en tres y posteriormente cayeron uno tras otro ante Roma (ver t. IV, pp. 850-85l).

EL REINO DE LISÍMACO ELIMINADO.- No muchos años después de la batalla de Ipso  (301), Lisímaco logró el dominio de dos de las cuatro divisiones del imperio -las  que se habían convenido en 301- la occidental y la del norte.  Pero Lisímaco fue  derrotado y muerto en una guerra con Seleuco en 281, después de lo cual Tolomeo  Ceraunio arrebató el fruto de la victoria al vencedor.  En 280 asesinó al victorioso  Seleuco y se apoderó de Macedonia.  De modo que aunque Seleuco fugazmente tuvo  el dominio de tres de las cuatro divisiones, en realidad nunca ocupó Macedonia.  Su  muerte dejó a su hijo Antíoco I con lo que había sido territorio de Seleuco y de  Lisímaco.  Macedonia fue gobernada por la casa de Antígono durante más de un  siglo, hasta que se convirtió en un protectorado de Roma al terminar la tercera  guerra macedónica en 168 a. C., y finalmente en provincia romana en 146 a. C.

LOS CUATRO REINOS REDUCIDOS A TRES.- De este modo, en menos de 40 años desde  la muerte de Alejandro y 20 años después de la división del imperio hecha en Ipso,  su vasto territorio había pasado por las manos de muchos pretendientes.  Ahora  todo el imperio, excepto fragmentos menores, estaba bajo el dominio de tres dinastías de sangre macedonia.  La casa de Tolomeo gobernaba a Egipto; la casa de Antígono -que reemplazaba a la de Casandro- se había posesionado de Macedonia;  la casa de Seleuco retenía el este, y el antiguo territorio de Lisímaco, el norte (ver  t. IV, p. 851, mapa D; t. V, mapa en colores frente a la p. 32).

En 279 los galos invasores -una oleada oriental de bárbaros bien conocidos en  la historia romana- entraron en Macedonia y Grecia, de donde fueron expulsados. Algunos de ellos invadieron grandes partes de Asia Menor.  Amparados por reyes  locales que querían hostigar a los gobernantes de linaje seléucida, saquearon el país  durante muchos años y consiguieron tributos mediante extorsiones.  Finalmente,  después de casi medio siglo, fueron decisivamente derrotados por el gobernante de  Pérgamo, que más tarde se convirtió en el más importante de los pequeños Estados  que surgieron de los fragmentos del imperio de Lisímaco.  De allí en adelante esos  galos quedaron restringidos a la región de Asia Menor, de donde ésta tomó el nombre de Galacia.  Posteriormente esa zona se convirtió en una provincia romana, donde Pablo fundó varias iglesias y a las cuales escribió la Epístola a los Gálatas (cf. Introducción a Gálatas, t. VI).

Aunque estos pequeños Estados conservaron su existencia independiente, casi  todo el territorio del imperio de Alejandro quedó bajo los tres fuertes reinos helenísticos: Macedonia, Egipto y el imperio seléucida (este último con frecuencia es  llamado Siria debido a que Antioquía llegó a ser su capital principal y posteriormente su territorio se redujo a Siria).  Estos tres reinos dominaron el Mediterráneo  oriental hasta que fueron absorbidos sucesivamente como provincias por el Imperio  Romano.  Por eso en muchas historias abreviadas se omite la mención de la primera  división cuádruple del imperio de Alejandro y sólo se hace referencia a la fase final  de tres reinos.

Palestina, situada en el corredor entre Egipto y el imperio seléucida, se constituyó durante muchos años en un motivo de discordia entre "el rey del sur" y "el rey  del norte".  Por eso los Tolomeos de Egipto y los reyes seléucidas (ver cuadro genealógico, p. 26) 26 27 son más importantes para la historia sagrada que Macedonia. Palestina estuvo bajo el dominio de los Tolomeos aproximadamente hasta el año 200 a. C., cuando cayó bajo el poder de los seléucidas.

TOLOMEO II FILADELFO Y ANTÍOCO I Y II.- Tolomeo II Filadelfo esperaba tomar Siria y convertirla, junto con Palestina, en un Estado que le sirviera de amortiguador contra las agresiones del imperio seléucida.  En 272 a. C. obligó al sucesor de Seleuco Antíoco I (280-262/261),*  a que le entregara el dominio de una buena parte de las costas de Asia Menor y Siria, y durante otra década Tolomeo ayudó a Grecia en sus varios esfuerzos contra el dominio macedonio.  Después firmó un tratado de paz con Antígono II de Macedonia.

V. PALESTINA SOMETIDA AL RÉGIMEN HELENÍSTICO.

PALESTINA SOMETIDA A LOS TOLOMEOS.- Poco después de la muerte de Alejandro, Tolomeo logró que Siria y Palestina fueran tributarios de Egipto.  Antígono subyugó por un tiempo esos distritos, y Palestina cambió de manos varias veces antes de 301 a. C. En ese tiempo de cambios e incertidumbres muchos judíos salieron de Palestina para establecerse en la nueva ciudad de Alejandría, donde la población judía finalmente formó una gran colonia autónoma dentro de esa capital cosmopolita, y se helenizaron hasta el punto de que necesitaron que las Escrituras hebreas fuera traducidas al griego.

Después de la batalla de Ipso en 301, donde murió Antígono, Siria cayó ante Seleuco; pero Palestina, que había ocupado Tolomeo, fue dejada a Egipto aunque Seleuco nunca renunció a sus pretensiones a ella. Judea aprovechó la oportunidad para intrigar en ambos lados.  Bajo el gobierno de los Tolomeos, las principales ciudades de Fenicia y Palestina se helenizaron mucho y se establecieron nuevas ciudades con gobierno al estilo griego.  Pero Jerusalén permaneció como el centro de un Estado judío bajo el liderazgo civil y religioso del sumo sacerdote, que era el representante del pueblo al tratar con el rey.  También había un consejo de ancianos que, según algunos creen, derivaba de la asamblea de los días de Nehemías.  De manera que la vida de la gente todavía se regía por leyes y costumbres judías, aunque comenzó entonces un proceso gradual de absorción del helenismo debido al uso del idioma griego y la relación con los magistrados y los colonizadores griegos en las ciudades.  Sin embargo, éste fue un proceso lento y llegó al máximo punto en el tiempo de Antíoco IV (ver Sec. VII).

Desde el comienzo hubo una constante guerra de intrigas y diplomacia, como 28 también luchas intermitentes, entre las casas de Seleuco, Tolomeo y Antígono.  En esa lucha, Tolomeo II Filadelfo dependía de Palestina como un Estado amortiguador contra Seleuco; de ahí sus generosas dádivas a los, judíos.

Siendo hombre de letras, Tolomeo II, junto con sus consejeros, comenzó a reunir libros de otras naciones para su gran biblioteca de Alejandría.  Los literatos y personas cultas en general eran bien recibidos en la ciudad.  Según Josefo, a pedido del principal bibliotecario de la ciudad, el rey pidió al sumo sacerdote Eleazar que enviara eruditos judíos para que tradujeran al griego las Escrituras hebreas.  Este fue el origen de la traducción que ahora llamamos la Septuaginta.  No se sabe con certeza si la versión fue hecha para la biblioteca de Alejandría o si era para el uso privado de los judíos alejandrinos.  Sólo se tradujo el Pentateuco; otras partes del canon del Antiguo Testamento fueron añadidas más tarde (ver t. I, p. 43).

Josefo dice que uno de los Tolomeos nombró a José, sobrino del sumo sacerdote Onías I, como cobrador de impuestos de toda la zona de Palestina, Celesiria, Siria y Fenicia, y que lo colmó de favores.  Palestina fue dejada mayormente en libertad de acción mientras se pagaran los impuestos y se reconocieran las autoridades egipcias.  Poco se sabe de los detalles de este período; pero es evidente que los judíos vivieron mejor que posteriormente, cuando los seléucidas se posesionaron del país.  Sin embargo, surgió un partido que entregaría a Palestina en manos de la casa de los seléucidas, sin darse cuenta de lo que el futuro les reservaba.

En 221, el año en que Tolomeo IV Filopátor sucedió a Tolomeo III, Antíoco III (el Grande) penetró en Palestina de camino a Egipto; pero su campaña fue un fracaso. En 219 tomó a Seleucia en el Mediterráneo.  En 218 estableció guarniciones en diversos lugares de Palestina.  En 217 los egipcios le hicieron frente y lo derrotaron en Rafia, al sur de Gaza.  La tradición dice que Tolomeo IV estuvo en Jerusalén, ultrajó a los judíos entrando en el lugar santísimo, y fue atacado por un terror supersticioso.  Egipto retuvo a Palestina por otra década más o menos.  Las invasiones que sufrió el territorio egipcio y los levantamientos provocados por los mismos egipcios dentro de su país, demuestran la ineficacia de la administración de Tolomeo IV. Su muerte coincidió aproximadamente con el momento cuando Roma y Filipo V de Macedonia firmaban un tratado de paz, y cuando Antíoco, que se había estado fortaleciendo en el Asia, regresaba a Antioquía.

En el año 203 Tolomeo V Epífanes reemplazó a su padre Tolomeo IV.  El nuevo rey sólo tenía cuatro años de edad.  Egipto buscó la ayuda de Roma; pero Filipo V de Macedonia y Antíoco se aliaron contra Tolomeo, y las fuerzas seléucidas penetraron en Palestina por tercera vez.  En una batalla decisiva (201/200) cerca de Panión, no lejos del monte Hermón, fueron derrotadas las fuerzas egipcias.  El resultado fue que el imperio seléucida arrebató definitivamente a Palestina del poder de Egipto.

PALESTINA SOMETIDA AL IMPERIO SELÉUCIDA.- Los judíos habían cambiado de amos, y pronto se vio claramente que no habían ganado con el cambio.  La política relativamente indulgente de los Tolomeos fue reemplazada por una fiscalización más severa, una exigencia mayor de impuestos, por interferencia en el alumbramiento de los sumos sacerdotes y más tarde por una persecución religiosa.

Antíoco III, que había subido al trono cuando el imperio seléucida estaba débil, extendió su territorio aproximadamente hasta sus límites originales.  Poco después de que conquistara a Palestina tuvo que hacer frente a la oposición de Roma, que estaba alarmada por el poder creciente de Antíoco y su alianza con Filipo V de Macedonia.  En 190, en Magnesia (Asia Menor) Antíoco fue derrotado decisivamente por Roma.  Perdió en forma definitiva el Asia Menor y tuvo que pagar una cuantiosa indemnización.  Una consecuencia de esto fue el aumento de impuestos exigidos  29 en Palestina. Se dice que Seleuco IV Filopátor, sucesor de Antíoco, en un intento por reunir dinero para pagar a los romanos, trató de confiscar el tesoro del templo; pero su enviado - Heliodoro- salió aterrado por una aparición sobrenatural (2 Mac. 3:6-39).

El sucesor de Seleuco IV fue Antíoco IV Epífanes, notable como perseguidor de los judíos.  Sus esfuerzos por conquistar a Egipto fueron impedidos por Roma; sus infructuosas luchas con los judíos aumentaron la debilidad interior de su imperio.  Desde ese momento hay una declinación gradual, y el reino de los seléucidas fue absorbido un siglo más tarde por el Imperio Romano.  Como Roma mantenía una posición dominante que aumentaba en el Oriente en los días de Antíoco III y IV, es necesario prestar atención a esa nueva potencia occidental, antes de seguir adelante con el período de Antíoco IV Epífanes.

VI. SURGIMIENTO DEL PREDOMINIO DE ROMA.

EL CRECIMIENTO INICIAL DE ROMA.- Roma estaba compuesta originalmente por varias tribus independientes que vivían en medio de siete colinas.  Llegó a ser una ciudad-estado gobernada por reyes electivos, con un senado o consejo de ancianos y una asamblea que representaba al pueblo.  Alrededor del año 500 a. C. el rey fue reemplazado por dos cónsules que eran elegidos anualmente.  Durante el siglo V se codificaron las leyes.  Un paso importante en favor del pueblo fue el nombramiento de tribunos de entre el pueblo, magistrados que gozaban de inviolabilidad personal y que estaban facultades para vetar las decisiones de los magistrados, en defensa del pueblo.  Durante el tiempo de las conquistas de Alejandro en su avance hacia el este y de la división de su imperio entre sus sucesores, Roma fue el escenario de luchas políticas internas, y se extendió territorialmente en Italia.

Poco después de que Roma completara la conquista de Italia, se vio implicada en una prolongada lucha contra Cartago, colonia fenicia de la costa del norte del África, que se perfilaba como el rival más peligroso de Roma.  Los romanos habían hecho alianzas con pueblos a todo lo largo de la costa del África, hasta España en el oeste, y ocupaban una buena parte de Sicilia donde comenzó la guerra con Cartago (conocida como la primera guerra púnica).  Roma necesitó 23 años (264-241) para derrotar a Cartago.  El vencedor impuso una cuantiosa indemnización de guerra y tomó Sicilia, que se convirtió en la primera provincia romana.

Poco después del tratado de paz, Cartago se afianzó firmemente en España, lo cual preocupó y alarmó a Roma.  Esto causó la segunda guerra púnica (218-201), y, como resultado, Cartago tuvo que renunciar a España y a la mayor parte de su escuadra; además, tuvo que pagar un elevado impuesto y prometer que no haría guerra sin el permiso de Roma.

INTERVENCIÓN ROMANA EN MACEDONIA.- Alrededor del año 200 a. C., cuando Cartago -su único rival genuino- ya no era una amenaza, Roma se había convertido en la señora del Mediterráneo occidental.  La conquista de provincias extranjeras fue para Roma el comienzo de un verdadero imperio.  Al principio Roma no procuró conquistar nuevos territorios en el este.  Pero era la potencia máxima del Mediterráneo, y en sus esfuerzos por defenderse y proteger su comercio y a sus aliados, intervino en contiendas locales, hasta que finalmente fue reconocida como la conquistadora de todo el mundo mediterráneo.

En la progresiva conquista de los restos del imperio de Alejandro, el primer choque de Roma con Macedonia fue durante la segunda guerra púnica.  Filipo V de Macedonia trató de ayudar a Cartago; pero Roma se lo impidió y se alió con algunos Estados griegos, y con Pérgamo, contra Filipo.  Esta primera guerra macedónica 30 (215-205) fue seguida por la segunda guerra macedónica (200-196).  Roma derrotó a Macedonia en Cinocéfalo (197) y declaró la libertad de toda Grecia.  Al quebrantar el poder de Macedonia, Roma tan sólo había debilitado al rival del reino seléucida, y de allí en adelante tuvo que habérselas con Antíoco III (el Grande).

ROMA Y ANTÍOCO EL GRANDE.- Mientras Roma y Filipo estaban en guerra y Egipto era sacudido por levantamientos internos, Antíoco el Grande invadió a Siria y Palestina.  En la batalla de Panión (201/200), Egipto perdió para siempre el dominio sobre Palestina (ver p. 28), y ésta pronto quedó completamente bajo el dominio de la casa de Seleuco y la suerte de los judíos empeoró mucho.

Tan pronto como Antíoco hizo la paz con Egipto, invadió a Grecia; pero fue derrotado por los romanos en las Termópilas y obligado a huir de regreso al Asia Menor.  En Magnesia, cerca de Esmirna, fue derrotado decisivamente por los romanos en el año 190.  De acuerdo con el tratado de paz que se concertó, el reino seléucida tuvo que pagar una cuantiosa indemnización de guerra y, además, renunciar a todas sus posesiones al oeste y al norte de la cadena de montañas del Tauro.  Roma no se quedó con ese territorio conquistado sino que lo dio a sus aliados, especialmente a Pérgamo y a Rodas.

ROMA DA FIN AL REINO MACEDONIO.- Perseo, hijo de Filipo V, era considerado como enemigo de Roma.  Los emisarios enviados en varias oportunidades a Macedonia regresaban cada vez más preocupados.  Finalmente el asesinato del rey de Pérgamo mientras viajaba por Grecia, fue el motivo de la tercera guerra macedónica  (171-168), en la cual -en la batalla de Pidna (168)- Roma aplastó completamente a Macedonia.  Sin embargo, no se anexó el territorio, sino que lo dividió en cuatro repúblicas diferentes que colocó bajo su protectorado.  Así terminó la casa gobernante de los sucesores de Antígono.  Había desaparecido el reino de Macedonia, uno de los tres que habían sobrevivido del antiguo dominio de Alejandro.

ROMA Y ANTÍOCO IV EPÍFANES.- Después de ser derrotado por los romanos, Antíoco el Grande envió a Roma a su hijo Antíoco (más tarde llamado Epífanes) como rehén.  Sin embargo, finalmente Antíoco Epífanes ocupó el trono (175) del imperio seléucida.  Mientras Roma estaba empeñada en la tercera guerra macedónica (que terminó con el reino macedónico en 168), tuvo que enfrentarse a otro intento de la casa de los seléucidas por dominar en el Cercano Oriente.  Antíoco Epífanes marchó contra Egipto.  Estaba por tomar el país, cuando llegó un emisario de los victoriosos romanos con un ultimátum en el que se exigía a Antíoco que saliera de Egipto, que entonces era aliado de Roma y estaba protegido por ella.  Antíoco se retiró, pues comprendió bien cuál era el poderío militar romano.

Y de esta manera, alrededor del año 168 a. C., Roma había vencido a uno de los tres reinos helenísticos sobrevivientes, tenía al segundo bajo su protectorado y había rechazado al tercero sólo con la palabra de un emisario, aunque no se anexó nada de los territorios de ellos hasta algunos años más tarde.  Antíoco, frustrado, regresó de Egipto y dedicó su atención a los judíos.

VII. ANTÍOCO EPÍFANES Y LOS JUDÍOS.

Antíoco Epífanes había estado en Grecia y se había familiarizado con la cultura helénica, y estaba enamorado de los deportes griegos, de su arte teatral y de su pompa.  Cuando subió al poder soñaba con unir a todos los pueblos de su imperio con el vínculo común de la cultura helenística.  Cometió el error de forzar lo que hasta entonces había sido un proceso natural y gradual.

HELENIZACIÓN GRADUAL DE LOS JUDÍOS.- Ya se ha mencionado que los judíos radicados en Alejandría poco después de que la ciudad fue fundada, se habían helenizado 31 durante el período del gobierno de los Tolomeos sobre Palestina.  Había Judíos en las principales ciudades del imperio, y aun en Palestina muchas ciudades se habían convertido, era cierto modo, en centros de cultura griega.  Los que trataban de cerca a los funcionarios gubernamentales tenían que hablar en griego, y muchos de las clases más encumbradas de Judea, incluso los principales sacerdotes, adoptaron vestimentas y costumbres helenísticas.  La minoría joven creía que eran anticuadas la fe y la moral antiguas, pero la masa popular tendía a desconfiar de las innovaciones.  Como reacción surgió un partido conservador que defendía la estricta observancia del judaísmo de acuerdo con la Torah.  Esos conservadores llegaron a ser conocidos como los hasidim (jasidim o asideos), es decir los piadosos (ver p. 53).  La separación entre estos dos partidos de Judíos -los hasidim y los helenistas- desató un serio conflicto cuando los seléucidas tomaron posesión del país.  Onías III, sumo sacerdote de comienzos del período seléucida, sobresalió por su piedad y por defender el ,judaísmo tradicional contra la tendencia helenizante.

El hermano de Onías, Jasón, un helenizante, sobornó a Antíoco para que lo hiciera sumo sacerdote en lugar de Onías, y entonces comenzó a hacer de Jerusalén una ciudad griega.  Pero después de unos pocos años Antíoco vendió el sumo sacerdocio a Menelao, que le pagó un soborno mayor, pero que ni siquiera pertenecía a la tribu sacerdotal sino que era benjamita, por lo que no contaba con la simpatía de la gente.  Las contiendas entre los partidarios de las diferentes facciones en Jerusalén dieron a Antíoco una oportunidad para intervenir.  Josefo narra cómo los helenizantes visitaron a Epífanes para exponerle su deseo de adoptar las costumbres helenísticas que él fomentaba, y le pidieron permiso para construir un gimnasio en Jerusalén.  Esto fue especialmente ofensivo para los conservadores porque los atletas se ejercitaban desnudos en el gimnasio, a la manera de los griegos.  Pronto los funcionarios del templo estuvieron más interesados en los juegos públicos que en el desempeño de sus sagradas funciones.  Los nombres griegos se popularizaron; por ejemplo, Eliaquim se transformó en Alcimo, Josué en Jasón.

ANTÍOCO IMPONE LA HELENIZACIÓN.- Al regresar de una campaña contra Egipto, Antíoco Epífanes entró en Jerusalén donde recibió una calurosa bienvenida de los liberales.  Según 1 Macabeos esto fue en 170/169 a. C.; pero hay diferencia de opinión en cuanto a la ubicación de sus campañas egipcias y aun en cuanto al método usado en 1 Macabeos para computar la era seléucida (ver nota 2, p. 27).  En algún momento entre 170 y 168 a. C. Antíoco visitó a Jerusalén, y para demostrar su aprecio por los caudillos helenizantes hizo dar muerte a muchos de los conservadores y a unos pocos que querían volver a someterse a Egipto. Hasta se le permitió que se apoderara de muchos de los tesoros del templo.

En el año 168, tal vez para evitar la vergüenza tras su humillación a manos de los romanos en Egipto, Epífanes fue a Palestina y, entrando en Jerusalén a traición, saqueó el templo, suspendió los sacrificios matutinos y vespertinos, erigió un altar idólatra delante del templo para sacrificar cerdos, quemó algunos de los edificios y destruyó partes del muro de la ciudad.  Edificó una fortaleza al sur de la zona del templo, en la antigua ciudad de David, y colocó allí una guarnición.  Ordenó que los judíos dejaran de adorar a Jehová y que, en su lugar, rindieron culto a Zeus (Júpiter) Olímpico y a Dionisio; que suprimieran la circuncisión, que no respetaran el sábado, que utilizaran el cerdo para alimentarse y para ofrecer sacrificios, y que destruyeran la Torah.  Josefo añade (Antigüedades xii. 5. 5) que cuando los samaritanos vieron la ignominia de Jerusalén se presentaron ante Epífanes, repudiaron toda relación con los judíos y pidieron que se les permitiera que su santuario del monte Gerizim fuera llamado Templo de Júpiter Heleno.  Esto les fue concedido, y quedaron 32 oficialmente desligados de toda relación con los judíos.  Ver com.  Dan. 11: 14.

LA REVOLUCIÓN DE LOS MACABEOS.- Las tropas de Antíoco martirizaron a muchos  al darse cuenta de que los fieles preferían morir antes que ofrecer resistencia en el  día sábado.  No sólo los hasidim (ver p. 53) sino la masa popular resistió esta persecución religiosa.  Pero muy pronto la oposición tomó una nueva forma en la aldea de  Modín, a unos 30 km al noroeste de Jerusalén, más o menos a la mitad del camino a  Jope.  Matatías, varón del linaje sacerdotal, cuando recibió la orden de iniciar en el  distrito en que era jefe el culto ordenado por el rey, rehusó hacerlo.  El y sus cinco  hijos mataron al judío que ofreció el sacrificio idólatra y también a su escolta siria.

Entonces huyeron de su aldea, y se fueron al desierto donde se les unieron centenares de judíos que estaban determinados a ser leales a su fe.  Recurrían a la resistencia  armada en cualquier día de la semana.  Así comenzó una guerra entre los judíos  nacionalistas y la casa de los seléucidas, guerra que sólo terminó cuando los judíos  lograron cierta independencia.

JUDAS MACABEO RESTAURA EL CULTO EN EL TEMPLO.- A la muerte de Matatías (167/166) el liderazgo correspondió a su hijo judas, quien tomó el sobrenombre de Macabeo.  Así esta familia de patriotas, originalmente de la casa de Asmón (los asmoneos),  vino a ser conocida como los macabeos.  Un ejército sirio enviado para sojuzgar a Judas fue derrotado en dos encuentros, el segundo de los cuales se riñó en Bethorón.  Antíoco Epífanes, que había ido al este debido a un levantamiento de los  partos, comisionó a Lisias para que lo reemplazara en su ausencia y para que continuara la guerra contra los judíos.  Judas Macabeo rechazó al enemigo en el primer  encuentro en Emaús (166/165).  Entonces Lisias trató de llegar a Jerusalén por el  sur. Judas resultó victorioso otra vez en Bet-sur (165), pocos kilómetros al suroeste  de Jerusalén.  De acuerdo con las cláusulas de la paz convenida con Lisias, se permitió que ambas facciones de judíos vivieran en Jerusalén; Menelao quedó como sumo  sacerdote, y el templo sería restaurado para el culto de Dios.  Fueron eliminados  todos los emblemas del culto pagano y se erigió un nuevo altar para los holocaustos.

 En el día 25 del mes de Quisleu (165), Judas hizo que el templo fuera reconsagrado,  y desde entonces ese día ha sido conmemorado con la fiesta conocida hoy como  Hanuca (Hanukká o fiesta de las luces), a la que se hace referencia en el Nuevo  Testamento como la fiesta de la dedicación (Juan 10: 22; ver com.  Dan. 11: 14).

Josefo dice que la restauración del templo "acaeció en el mismo día en el que,  tres años antes, su santo servicio se había transformado en una forma impura y  profana de culto; pues el templo, después de haber sido desolado por Antíoco, había permanecido así durante tres años" (Antigüedades xii. 7. 6).  El relaciona esto con  "la profecía de Daniel", sin identificarla.  Pero Daniel se refiere al poder romano  como el opresor, y no a un poder macedonio, y además habla de 2.300 días (Dan. 8: 9-14).  Los que tratan de hacer que el texto que dice 2.300 "tardes y mañanas"  signifique 1,150 días literales, no pueden hacer que el intervalo equivalga a 3 1/2 años  o a 3 años.  Por lo tanto, por varias razones Daniel no puede referirse a los males  causados por Antíoco Epífanes sino a algún otro acontecimiento de largo alcance  que parece haber escapado de la investigación de muchos estudiosos desde el tiempo de Cristo. (Hay un estudio de este asunto en com.  Dan. 8: 9.)

 Antíoco Epífanes fue acosado por tantas dificultades en el este que nunca regresó a Antioquía.  Frustrado en su intento de saquear los tesoros del templo de Nanaia  o Anaitis en Elimaida (Persia), a diferencia de su padre, logró escapar.  Más tarde  enfermó y murió en Taba (Persia, 164/163).  En su lecho de muerte nombró a uno  de sus colaboradores llamado Filipo, como regente de su hijo menor de edad, Antíoco V  Eupátor.  Cuando Filipo regresó a Antioquía para luchar con Lisias por la 33 regencia, encontró que Lisias y el joven rey habían regresado a Palestina para sofocar levantamientos de algunos facciosos.  Esta vez Lisias consiguió derrotar a las fuerzas de judas en Bet-zacaría, pero apenas estableció el cerco de Jerusalén supo que Filipo ya estaba en Antioquía y reclamaba la regencia.  Ante esa amenaza, Lisias rápidamente convino la paz con Judas.  De acuerdo con ese convenio, Menelao, el sumo sacerdote, fue sacado de su cargo, llevado a Antioquía y ejecutado.  Alcimo, que aunque era descendiente de Aarón no era del linaje de los sumos sacerdotes, fue constituido como sumo sacerdote en lugar de Menelao, pero fue depuesto por el pueblo cuando se llegó a saber que se oponía a Judas.  Así, el sumo sacerdocio sufrió por la unión de la autoridad política y religiosa en una misma persona.

Hubo entonces un conflicto entre Lisias y Filipo por el control del rey niño, revueltas en las provincias orientales y la llegada desde Roma de Demetrio, hijo y legítimo heredero de Seleuco IV, quien 12 años antes había sido sacado de su trono por Antíoco IV por medio de engaños.  Demetrio recibió una cordial bienvenida en Siria, pero instigó el asesinato de Antíoco V -el niño rey-, privando así a Lisias de su poder, y como resultado Demetrio I Soter consiguió el trono en 162/161.

LOS JUDÍOS PROCURAN ALIARSE CON ROMA.- Judas procuró fortalecer la causa de los asmoneos consiguiendo la amistad de Roma.  Probablemente en 161 logró que se firmara un tratado de amistad, pero sin que se asegurase ayuda en caso de guerra civil.  A pedido de los Judíos helenizantes, Demetrio envió soldados para que se constituyeran en la guarnición de Jerusalén y confirmaran en el sumo sacerdocio a Alcimo, caudillo del partido helenístico que había acudido a él en busca de ayuda.  Pero las bandas de los asmoneos todavía merodeaban por el país, y lograron una victoria sobre Nicanor en Adasa, cerca de Bet-horón (162/161).  Demetrio envió entonces una fuerza bastante grande como para aplastar la revolución.  Judas Macabeo fue muerto en Elasa, a unos 15 km al norte de Jerusalén, en 161.  Sus hermanos, junto con algunos sobrevivientes de su ejército, huyeron al desierto.  Tanto los hasidim como los helenizantes fueron tolerados durante el dominio de los seléucidas.  Alcimo murió al año siguiente, y el cargo de sumo sacerdote quizá estuvo vacante durante varios años, tal vez debido a luchas entre las facciones.

JONATÁN EN MICMAS.- Las fuerzas seléucidas intentaron otra vez destruir las guerrillas de los asmoneos.  Fortificaron varias ciudades, pero les pareció que era mejor hacer la paz con el nuevo caudillo macabeo, Jonatán, hermano de judas.  Micmas fue entregada a Jonatán como la residencia oficial de los asmoneos, donde podían vivir independientes de las fuerzas helenísticas de Jerusalén.  Allí pasó Jonatán varios años incrementando su influencia sobre los Judíos conservadores, y dominando finalmente toda Judea con excepción de Jerusalén.

VIII. LAS LUCHAS DE LOS MACABEOS POR LA INDEPENDENCIA.

JONATÁN GANA EL DOMINIO DE JUDEA.- No duró mucho el reinado de Demetrio I.  Después de unos pocos años, los levantamientos dentro del imperio seléucida le dieron a Jonatán una oportunidad de fortalecer la posición de la casa de los asmoneos y de, Judea.  Alejandro Balas, apoyado por Atalo de Pérgamo como el supuesto hijo de Antíoco Epífanes, fue reconocido por Roma y aceptado por Tolomeo VI Filométor de Egipto como pretendiente al trono seléucida en oposición a Demetrio I. En 153/152 se estableció en Tolemaida, puerto al sur de Tiro.  Ambos rivales procuraron beneficiarse con un Estado que sirviera de amortiguador en Palestina, y trataron de ganar el apoyo de Jonatán.  Demetrio devolvió los rehenes a Jonatán, abandonó las guarniciones en Judea, y finalmente ofreció libertad completa a los asmoneos.  Alejandro Balas, para no quedarse atrás, ganó su apoyo haciendo sumo 34 sacerdote a Jonatán en 153.  Alejandro Balas y sus aliados derrotaron y mataron poco después a Demetrio.  Jonatán, el nuevo sumo sacerdote, fue a Tolemaida a las bodas del nuevo rey con la hija de Tolomeo, Cleopatra Tea (nieta de la primera Cleopatra, pero no una de las siete reinas de Egipto que llevaron ese nombre [ver p. 26]).  En esa ocasión Jonatán fue ascendido a general y gobernador de Palestina.  En esta forma la casa macabea, o asmonea, llegó a ejercer dominio sobre la nación judía en 151/150.

JONATÁN CONQUISTA POSICIONES EN SAMARIA.- Cuando el joven Demetrio Nicátor, hijo de Demetrio I, el verdadero descendiente de la casa de los seléucidas, entró en el norte de Siria para deponer a Alejandro Balas, Jonatán apoyó a Balas contra el gobernador de Celesiria, que apoyaba la causa de Demetrio.  En esa lucha Jonatán tomó Jope, Asdod y Ascalón.  Pero Tolomeo entonces desconoció a Alejandro Balas y entregó a Cleopatra a Demetrio, a quien coronó como Demetrio II en 146.  En la guerra que siguió fueron muertos tanto Balas como Tolomeo.  Demetrio II fue incapaz de gobernar con mano fuerte.  A pesar de que el rey recibía las quejas de la guarnición de Jerusalén y de los Judíos liberales Jonatán aquietó al joven Demetrio con costosos regalos, y así ganó la victoria.  Jonatán fue confirmado como sumo sacerdote y ejerció dominio sobre varios importantes distritos de Samaria.

Trifón jefe militar de Apamea, marchó contra Antioquía en 145 a. C., obligó a Demetrio a que regresara a las ciudades de la costa y coronó al niño de Balas y Cleopatra Tea, como Antíoco VI.  Pensando que había llegado la oportunidad para establecer un Estado judío Jonatán se alió con Antíoco VI por medio de Trifón.  Por este tiempo envió un nuevo emisario al senado de Roma con la esperanza de hacer progresar las propuestas formales hechas por Judas.  Trifón, fingiendo amistad, traicionó a Jonatán y lo mató probablemente en 143/142.  Pero como necesitaba más hombres, Trifón no prosiguió más allá de este asesinato.  Regresó a Antioquía, depuso al niño Antíoco VI y se proclamó dictador; pero Demetrio II todavía estaba en posesión de las provincias de la costa.

SIMÓN: SUMO SACERDOTE, GENERAL, PRÍNCIPE.- Simón, hermano de Jonatán, inmediatamente se ocupó de los asmoneos de Jerusalén; y como venganza por el asesinato de su hermano, dio su apoyo a Demetrio II.  En reciprocidad, el Estado Judío quedó prácticamente libre, fueron perdonadas todas las deudas por impuestos no pagados y se abolieron los tributos futuros.  La guarnición seléucida de Jerusalén fue obligada a rendirse por hambre, y en 143/142 los Judíos consideraron que había sido quitado el último impedimento para su independencia.  Durante las festividades del 6º mes, en 141, en plena asamblea el pueblo confirmó el sumo sacerdocio a la casa de Asmón, y Simón recibió el título de "sumo sacerdote y general y etnarca (gobernante del pueblo) de Dios".  El Estado Judío era, pues, políticamente independiente, y comenzó a extenderse con la conquista de Jope y Gazara (Gezer).

En 141/140 Demetrio II combatió contra los partos, y fue hecho prisionero.  Los partos pensaron que se podría convertir en un rehén valioso, y lo trataron muy cortésmente y le dieron como esposa a una hija del rey parto.  Su hermano Antíoco Sidetes entró en Siria en 139/138, pues se proponía expulsar a Trifón y restaurar en el reino a la casa de Seleuco.  Cuando Cleopatra Tea supo que su esposo se había casado con una princesa parta, se casó con su cuñado Antíoco, y le dio su ayuda.  Entonces Trifón asesinó al niño Antíoco VI; pero pocas semanas después fue apresado y se lo obligó a suicidarse.  En esa forma llegó al trono Antíoco VII Sidetes.  Era un rey decidido, y se propuso que Palestina quedara bajo su control; sin embargo, fracasó su primer intento, y durante tres años Judea pareció estar en paz.  Después en 135, en una fiesta Simón fue muerto en Jerusalén debido a la traición de uno de 35 sus yernos.  El hijo de Simón, Juan Hircano, impidió que el asesino se apoderara del gobierno, y ocupó el lugar de su padre como sumo sacerdote.

IX. DE UN ESTADO REGIDO POR SACERDOTES A UN REINO.

ANTÍOCO VII, ÚLTIMO REY FUERTE DE LOS SELÉUCIDAS.- Poco después de que Juan Hircano asumiera el poder, Palestina fue invadida por Antíoco VII, el país fue saqueado y Jerusalén sitiada; y después de más de un año, Juan Hircano fue obligado a rendirse.  Antíoco aceptó que se le pagara tributo, se le entregaran rehenes e impuso una indemnización.  Sin embargo, no privó a los judíos de su libertad, posiblemente por respeto a Roma.  Poco más tarde, Antíoco VII -último rey fuerte de los seléucidas- fue muerto (en 129) mientras estaba en campaña contra los partos en un esfuerzo por restablecer el dominio seléucida en el este.  Poco después los partos arrebataron Babilonia a los seléucidas, y de allí en adelante este imperio nunca recobró su antiguo poder.

Durante esta campaña los partos liberaron a Demetrio II y lo enviaron de nuevo a Siria para tratar de detener el avance seléucida.  Demetrio II, cuyo reinado fue interrumpido durante diez años por el gobierno de su hermano, mientras él estaba prisionero en Partia, reasumió el gobierno a la muerte de Antíoco VII (129).  Pero se le opusieron su ex esposa Cleopatra y un candidato apoyado por los egipcios.  Después de varios años de guerra civil intermitente, Demetrio II fue asesinado en 126/ 125.  Más tarde (115-113) lucharon por la supremacía Antíoco VIII (Gripo), hijo de Cleopatra Tea y de Demetrio II, y Antíoco IX (Ciziceno), hijo de Cleopatra Tea y de Antíoco VII.  Desde entonces hubo contienda entre las facciones de varios reyes rivales sucesivos, hasta que Roma tomó el poder en el año 64 a. C. Esto le dio al Estado Judío la oportunidad para fortalecerse.

JUAN HIRCANO INCORPORA A SAMARIA E IDUMEA.- Mientras Roma se mantenía a la expectativa, observando cómo se destruían entre sí las casas de Seleuco y Tolomeo, Juan Hircano se convirtió de nuevo en un príncipe independiente, extendió su territorio en Palestina, y destruyó la ciudad de Samaria y el templo del monte Gerizim.  Los nabateos -pueblo árabe de Transjordania- que adquirieron bastante poder durante la declinación de los seléucidas, habían arrebatado territorio a los edomitas, muchos de los cuales se establecieron en el Neguev o Palestina del sur.  Después Juan Hircano atacó a esos edomitas, llamados entonces idumeos, y los obligó a abandonar el país o a circuncidarse y convertirse al judaísmo (Josefo, Antigüedades xiii. 9. l).  De esa manera los asmoneos, que al principio fueron paladines de la libertad contra la persecución religiosa, terminaron por imponer su religión a otros.  Este esfuerzo por unir las casas de Esaú y Jacob, plan que había fracasado en lo pasado, estaba destinado a causar muchos sufrimientos y pesares en años posteriores, cuando el idumeo Herodes gobernó a los judíos.  Ver el diagrama de la p. 40.

Juan Hircano encontró poca oposición externa, pero mucha dentro de su propia nación.  Los hasidim -el fanático partido de los "piadosos"- se habían distanciado hacía algún tiempo de los sacerdotes-gobernantes asmoneos, cada vez más mundanos.  Juan Hircano pertenecía a los fariseos, como fueron llamados más tarde los principales representantes de los más antiguos hasidim (ver p. 53).  Pero, según la tradición, los fariseos lo ofendieron, por lo cual se unió con los saduceos (sucesores de los helenistas moderados más antiguos), y ese proceder suyo le granjeó el antagonismo del pueblo.

EL REINO ASMONEO.- Dice, Josefo que al morir Juan Hircano (Hircano I) en 105/ 104, su esposa lo reemplazó como gobernante civil, y su hijo Aristóbulo (I) como sumo sacerdote.  Pero Aristóbulo hizo morir de hambre a su madre, aprisionó a tres de 36 sus hermanos y asumió el doble título de gobernante y sumo sacerdote.  Su hermano Antígono lo ayudó en el gobierno hasta que cayó en desgracia y fue asesinado.  En su breve año de gobierno, Aristóbulo guerreó contra los itureos, pueblo pagano del norte.  Cuando tomó a Galilea, obligó a los habitantes -como se había obligado a los idumeos- a que se circuncidaran y aceptaran el judaísmo.  Cuando Aristóbulo murió (103), su viuda Alejandra (Salomé) sacó de la prisión a su hermano Alejandro Janneo, se casó con él, y lo nombró gobernante y sumo sacerdote.  Alejandro, y quizá Aristóbulo antes que él, se añadió el título de rey.  Alejandro mató a su otro hermano preso, y apaciguó a los fariseos dándoles importantes cargos en el gobierno.  Entonces hizo planes para conquistar distritos circunvecinos para que el reino de Israel recobrara el territorio que aproximadamente había ocupado en los días de David.  El primer ataque de Alejandro contra Tolemaida, en la costa, al oeste de Galilea, envolvió a los Judíos en una lucha entre Tolomeo VIII Látiro (o Evérgetes) y su madre Cleopatra III, de Egipto.  Alejandro Janneo fue derrotado no sólo en Tolemalda sino también en Gaza y otros pueblos Judíos.  Sin embargo, permaneció como señor de los territorios ocupados.

Alejandro Janneo fue sumamente detestado por los judíos, tanto en Jerusalén como en el ejército.  Como sumo sacerdote, una vez se presentó ante el altar para ofrecer sacrificios y el pueblo le arrojó limones.  Se enfureció por eso, y ordenó matar a más de 6.000 personas.  Posteriormente estalló una guerra civil en la cual los judíos por un tiempo, se aliaron con un príncipe seléucida contra su propio rey que perseguía bárbaramente a los fariseos.

Alejandro Janneo, a pesar de sus muchos defectos, conquistó territorios al este del jordán y en la antigua costa filistea.  Así extendió los límites del país hasta donde habían llegado aproximadamente durante el apogeo de la antigua monarquía hebrea.

X. DECLINACIÓN DEL PODER ASMONEO.

Alejandro Janneo murió finalmente en 76/75.  Su viuda Alejandra (Salomé), quizá aconsejada por él, se inclinó hacia los fariseos y logró gobernar como reina.  Los fariseos habían sufrido tanto durante el cruel gobierno de Janneo, que estaban dispuestos a que reinara una mujer para ver si así podían recuperar el poder.  Alejandra retuvo la autoridad civil (ver el diagrama genealógico en la p. 40) y confió el sumo sacerdocio a su hijo Hircano II.  Pero su hijo Aristóbulo II se puso de parte de los saduceos, y se reinició la lucha entre los saduceos liberales y los fariseos conservadores.  Hircano II permitió una persecución contra los saduceos, que los forzó a huir a otras partes de Palestina, por lo que resolvieron iniciar una rebelión contra él.

Cuando Alejandra murió (67), toda la autoridad del reino, tanto civil como religiosa, pasó a manos de Hircano II; pero la lucha entre Hircano y su hermano Aristóbulo causó la intervención de Roma y el fin del gobierno de los asmoneos en 63 a. C. Antes de terminar el capítulo final de la independencia judía, es necesario regresar para retomar el hilo de la historia romana que lleva a la conquista del este por Pompeyo.

XI. ROMA HASTA EL FIN DE LA REPÚBLICA.

En la sección VI el esquema del desarrollo de Roma terminó con el año 168 a. C. Entonces Roma había terminado con la primera de las monarquías helenísticas y había obligado al rey seléucida, Antíoco Epífanes, a abandonar la conquista de Egipto; pero Roma no se había anexado territorio alguno.  Al principio Roma usó su poder en el Cercano Oriente procurando conservar la paz.  En sus esfuerzos para 37evitar guerras perjudiciales o innecesarias, Roma varias veces envió emisarios al este del Mediterráneo para que examinaran los pedidos, reclamos y las réplicas a esos reclamos, y también, por supuesto, para ganar cualquier ventaja que pudiera.  Roma procuró fortalecer los Estados más pequeños, como Pérgamo, que alcanzó el liderazgo en Asia Menor mediante una alianza con Roma.  Cuando el imperio de los seléucidas amenazó con llegar a convertirse en demasiado poderoso, Roma fomentó la acción de elementos facciosos, tales como los judíos.  Fomentó las alianzas de Egipto contra Siria, de los griegos contra Macedonia y otras similares.  Pero cuando Roma se alarmó, luchó implacablemente.  Una serie de guerras resultaron finalmente en una expansión territorial demasiado pesada para su constitución republicana, y terminó en el despotismo.

LA TERCERA GUERRA PÚNICA (149-146 A. C.).- Por el año 150 a. C. Roma se alarmó debido al resurgimiento del poder de los cartagineses, que otrora fueran derrotados (ver p. 29).  Algunos dirigentes romanos creían que la rivalidad cartaginesa no era una amenaza, pero había un partido que constantemente traía a la memoria los terribles recuerdos que despertaba Aníbal, y pedía el aniquilamiento completo de la ciudad rival.  Cartago fue provocada por su vecina Numidia, aliada de Roma, y quebrantó su promesa de no hacer guerra sin el consentimiento de Roma.  La venganza de ésta fue la tercera guerra púnica.  Después de un asedio de tres años, Cartago fue completamente destruida en 146 a. C.

LA CUARTA GUERRA MACEDÓNICA (149-148) Y CORINTO.- Mientras Cartago era sitiada, Roma fue sorprendida por una sublevación en Macedonia y por dificultades en la liga aquea de ciudades del sur de Grecia.  En 146 (el año de la destrucción de Cartago) Roma se anexó a Macedonia como provincia, desbarató la liga aquea, destruyó completamente a Corinto y se llevó a Italia los tesoros artísticos de esta ciudad.  La administración de Grecia fue entonces confiada al gobernador romano de Macedonia.

ROMA SE POSESIONA DE PÉRGAMO.- En 133 el último rey de Pérgamo legó su territorio a Roma, lo que implicaba una parte considerable de Asia Menor.  De allí en adelante continuaron las anexiones de Roma, hasta que se posesionó de Siria y finalmente de Egipto en 30 a. C.  Pero junto con este crecimiento imperial hubo una revolución interna en el gobierno romano y en la sociedad de Roma en el siglo comprendido entre los años 133 al 30 a. C.

SIGLO DE LA REVOLUCIÓN ROMANA.- Durante el siglo de la declinación de las casas de los Tolomeos y los seléucidas, Roma no sólo extendió su territorio sino que dejó de ser república y quedó bajo el gobierno de un solo hombre.  A medida que Roma pasaba de ciudad-estado de unos 1.000 km cuadrados, hasta convertirse en una nación y después en un imperio, la asamblea popular de ciudades que se reunían en Roma para votar se fue convirtiendo virtualmente en una camarilla local.  El senado, que había comenzado como un cuerpo consultivo de los magistrados, gradualmente se transformó en la autoridad suprema; pero desafortunadamente estaba incapacitado para gobernar un imperio.  La lealtad cívica cedió su lugar a las ambiciones de provecho individual.

El contacto con otras naciones había traído inmensos cambios.  El comercio con países extranjeros y el tributo que recibía de ellos habían enriquecido a Roma y habían creado nuevas normas de vida.  Los esclavos, los cautivos en las guerras, pronto sustituyeron a los trabajadores agrícolas autóctonos, y creció el desempleo.  La relación con los provincianos -particularmente con los griegos y los orientales- introdujo grandes cambios en religión, política, filosofía, arte y literatura.  Se infiltraron nuevos vicios sociales, lo que aumentó los crímenes, los sobornos y las intrigas. 38 El mismo tipo de desintegración que había arruinado a la casa de Israel en los días de la división del reino, contribuyó a la declinación y al colapso de la república romana y al surgimiento del absolutismo.

TENTATIVAS DE REFORMA.- Italia había sido un país de pequeñas granjas.  Pero cuando los agricultores fueron enrolados para guerras que se prolongaban mucho, sus tierras fueron incorporadas a grandes propiedades dedicadas al pastoreo.  El tribuno Tiberio Graco intentó en 133 que el Estado asignara tierras públicas a los desocupados.  Esto causó una oposición tan violenta de parte de los propietarios de tierras, que fue asesinado.  Su hermano Cayo Graco, nombrado tribuno en 123, logró que se vendieran cereales del Estado, a mitad de precio, a los pobres; y animó a los desheredados para que se establecieran en las provincias.  Pero sus reformas fueron también la causa de su muerte.  Ambos hermanos trataron de que se concediera la ciudadanía a todos los habitantes de Italia.

Pocos años más tarde la asamblea hizo valer su poder eligiendo a Cayo Mario, hombre de origen humilde, como comandante de la campaña contra Numidia.  Mario introdujo la innovación de reclutar tropas pagadas, lo que más tarde dio lugar a que el ejército fuera profesional.  Mario triunfó en Numidia y también después al combatir contra dos tribus germánicas invasoras: los cimbrios y los teutones.  Como cónsul, Mario procuró inculcar en el ejército la superioridad de éste sobre el senado.  El antiguo descontento ocasionado por la renuencia de Roma de conceder la ciudadanía a todos los pueblos aliados de Italia, causó la guerra de los aliados, que finalmente concluyó con el otorgamiento de la ciudadanía a todos los italianos.

GOBIERNO POLÍTICO A CARGO DE JEFES MILITARES.- El resultado de la guerra con los aliados italianos fue una guerra civil implacable entre Sila, afortunado general y paladín del partido aristocrático senatorial, y Mario, caudillo del partido del pueblo.  Sila obtuvo la victoria política y la dictadura mediante el poder de la soldadesca.  Sin embargo, se retiró después de haber puesto en marcha su programa legislativo que fortalecía en gran manera la autoridad y el poder del senado.

Después de la muerte de Sila en 78, uno de sus oficiales -Pompeyo- se distinguió tanto en el país como en el exterior.  Pompeyo fue elegido cónsul junto con Craso en el año 70, e instituyó algunas excelentes reformas; pero dejó en claro que cualquier decisión final de asuntos del Estado no dependería del senado ni de la asamblea, como correspondía en teoría, sino del jefe militar.

ROMA TOMA A SIRIA Y A PALESTINA.- En el año 67 el partido popular nombró a Pompeyo comandante de las fuerzas que Roma enviaría al Oriente para expulsar del Mediterráneo a los piratas procedentes de Cilicia (Asia Menor).  Esa tarea fue cumplida en tres meses.  Al año siguiente fue autorizado para combatir con los recalcitrantes reyes del Ponto y de Armenia.  Avanzó victorioso hasta el Caspio y sometió el Asia Menor a la voluntad de Roma.  En el año 64 Pompeyo combatió en Siria, terminó con la monarquía seléucida, y volviéndose hacia el sur conquistó a Palestina. Tomó a Jerusalén y quebrantó el poder de los asmoneos.  En el año 63 Siria y Judea fueron añadidas al territorio romano (ver p. 37).

CÉSAR Y EL PRIMER TRIUNVIRATO.- Pompeyo, Julio César y Craso -coloso financiero de gran influencia- formaron en el año 60 una alianza extraoficial para dominar al senado, que se conoció como el primer triunvirato.  César, que era sobrino de Mario por casamiento y adepto del partido popular, había perdido su propiedad al serle confiscada por Silas, y huyó de Roma hasta la muerte de Silas.  En el año 60, después de ser gobernador un año en la lejana España, fue elegido cónsul en el año 59.  El triunvirato trabajó conjuntamente para controlar la legislación y para hacer realidad sus ambiciones por separado en el gobierno provincial: César en las Galias, 39 Pompeyo en España y Craso en Siria y el Cercano Oriente.  Craso fue muerto en su campaña contra Partia en el año 53, y Pompeyo fue elegido como cónsul único en el año 52.

El senado exigió a César en el año 49 que dejara sus legiones y se presentara para la elección consular como un ciudadano particular; pero él rehusó la orden, cruzó el río Rubicón y penetró con sus tropas en la Italia propiamente dicha.  Pompeyo y la mayoría del senado huyeron a Grecia.  Pompeyo fue derrotado en el año 48 en la batalla de Farsalia (en Tesalia).  César usó la maquinaria constitucional como una herramienta; por ejemplo, fue elegido dictador vitalicio.  En realidad, había muerto la república, y César era el amo del mundo romano.  Realizó algunas reformas útiles, tales como el uso del calendario de 3651/4 días que empleamos hoy día con sólo una leve corrección (ver t. 1, p. 185; t. II, p. 121).  Pero se sospechó que deseaba coronarse rey, y fue asesinado en 44 a. C.

OCTAVIO, EL HEREDERO DE CÉSAR.- Cuando murió Julio César se esperaba que Marco Antonio, entonces cónsul, pudiera reorganizar el gobierno dentro de las pautas de la antigua democracia.  Pero Octavio (más tarde conocido como el emperador Augusto), un muchacho de 18 años, resobrino nieto de César y su heredero por adopción, se apareció inmediatamente en Roma para tomar posesión de su herencia.  Después de un año de Dichas con Antonio, se formó un nuevo triunvirato en el 43, compuesto por Octavio, Antonio y Lépido.  Después de la derrota de Casio y de Bruto -los principales conspiradores, que finalmente se suicidaron-, Octavio y Antonio se dividieron el imperio.  Octavio se quedó con Italia y el Occidente.  La parte de Antonio fue Egipto, Siria y el Oriente; pero éste olvidó sus deberes administrativos por haberse enamorado de Cleopatra VII, reina de Egipto, que quizá usó más hábilmente la astucia y las intrigas que su tía bisabuela Cleopatra Tea un siglo antes (ver p. 35).  Antonio soñaba con una monarquía divina con Cleopatra, que había hechizado a César.  En el año 32 Octavio declaró la guerra a Antonio, y en el 31 obtuvo una gran victoria naval en Accio, en la costa occidental de Grecia.  Antonio y Cleopatra huyeron a Egipto dejando que sus fuerzas terrestres capitularan.  Desde entonces los subordinados de Antonio, y los aliados y príncipes vasallos del Oriente, se sometieron a Octavio, quien pasó el invierno en los cuarteles antes de proseguir a Egipto en el año 30.  Antonio y Cleopatra finalmente se suicidaron.  Y de esa manera Egipto, la última de las grandes monarquías helenísticas en que se dividió el imperio de Alejandro, se convirtió en una provincia romana en el año 30 a. C.

OCTAVIO SE CONVIERTE EN EL EMPERADOR AUGUSTO.- Octavio, que ahora era el amo indiscutido del mundo romano, tuvo la precaución de no tomar el título de rey, tan detestable para los romanos.  Mantuvo las apariencias del gobierno republicano y gobernó reteniendo simultáneamente los cargos o las facultades de varias magistraturas.  El senado también le dio el título de Augustus ("majestuoso"), y fue conocido como el princeps (el ciudadano "primero" o "principal").  Su gobierno fue considerado como un "principado" y no como una monarquía (ver la actitud de las provincias orientales, p. 227).  Sus sucesores preservaron durante mucho tiempo esta ficción legal del principado, aunque los historiadores están en lo correcto al afirmar que la república había muerto y que Augusto fue el primer emperador romano.  Aunque no lo fue de nombre, en la realidad fue un monarca, y el título imperator ("comandante" de los ejércitos), que fue el origen de su poder imperial, llegó a significar posteriormente "emperador" en un sentido monárquico.  Augusto fue un gobernante sabio y moderado que proporcionó paz y prosperidad a su vasto imperio.  Durante un censo decretado por él, comenzó, en Belén, la era del Nuevo Testamento. 40  41

XII.  EL FIN DE LA INDEPENDENCIA DE LOS ASMONEOS.

EL ORIGEN DE LOS HERODES.- Se ha mencionado la caída del reino sacerdotal judío frente a Roma (ver p. 36), pero no se la ha descrito.  El fin del gobierno de los asmoneos estuvo estrechamente vinculado con el surgimiento de la familia de Herodes, de ascendencia idumea, es decir, de los edomitas que fueron obligados por Juan Hircano (de origen macabeo) a aceptar la fe judía (ver p. 35 y diagrama p. 40).

Esta estrecha vinculación de los edomitas y los judíos dio la oportunidad a un edomita de nombre Antípatro (o Antipas) de ocupar un cargo civil en el reino judío, y se convirtió para los judíos en el gobernador de Idumea.  Su hijo, también llamado Antípatro, parece que ocupó más tarde el mismo cargo.  Cuando estalló la guerra civil entre los hermanos macabeos -Hircano II y Aristóbulo II-, el Antípatro menor apoyó a Hircano y se alió con Aretas III, rey de los nabateos, pueblo árabe de la Transjordania y del antiguo territorio edomita.  Aretas atacó y derrotó a Aristóbulo, quien se refugió en la fortaleza de Jerusalén.

LA LLEGADA DE POMPEYO.- En este momento fue cuando los romanos intervinieron en la guerra.  Pompeyo se quedó en el Cercano Oriente después de haber vencido a los reyes del Ponto y de Armenia en el año 66 a. C. (ver p. 38).  En el año 65 a. C. el general a quien Pompeyo envió a Siria recibió honores de los enviados de Hircano y de Aristóbulo.  Probablemente por la razón práctica de que Aristóbulo estaba seguro en su refugio de Jerusalén, los romanos se pusieron de su lado y contra Hircano.

El ejército romano prosiguió su avance hacia el sur, y obligó a Aretas a que levantara el sitio contra Jerusalén y se retirara.  Pero la conducta arrogante de Aristóbulo hizo que Pompeyo desconfiara de él y lo apresara.  El ejército romano tomó a Jerusalén con la traicionera ayuda de los seguidores de Hircano, aunque los soldados de Aristóbulo retuvieron la colina del templo durante tres meses más.  Los romanos abrieron finalmente una brecha en los muros a mediados del año 63 a. C. En la captura posterior de la zona del templo fueron muertos unos 12.000 judíos. Pompeyo y sus oficiales entraron en el lugar santísimo y contemplaron asombrados un sagrario que no tenía ninguna representación visible del Dios que allí era adorado (cf. Josefo, Guerra de los judíos i. 7. 6).

Pompeyo terminó con el reino macabeo y arrebató un territorio considerable a Judea; permitió que Hircano continuara como sumo sacerdote y que gobernara con el título de etnarca ("gobernante del pueblo"), quizá bajo la supervisión del gobernador romano de Siria.  Antípatro se convirtió en su primer ministro.  Aristóbulo y sus hijos fueron enviados a Roma como prisioneros; sin embargo, escaparon, y en tres ocasiones se sublevaron contra los romanos; pero en las tres oportunidades fueron derrotados desastrosamente.  Gabinio, procónsul romano de Siria, se enfureció y dividió a Judea en cinco distritos, cada uno gobernado por un concilio de ancianos.  Debido a esta disposición, Hircano cada vez tuvo menos responsabilidad administrativa, mientras que Antípatro adquiría más y más autoridad convirtiéndose en el virtual gobernante.  En el año 54 a. C., Craso, el triunviro (ver p. 38) y sucesor de Gabinio como procónsul de Siria, con el pretexto de conseguir dinero para una campaña contra los partos,  saqueó el tesoro del templo, por lo que los judíos se sublevaron en el año 53.  En el año 48 -cuando Pompeyo fue muerto en Egipto después de su derrota ante Julio César en la batalla de Farsalia-  Antípatro se cambió de bando convirtiéndose en un poderoso y eficiente aliado de Julio César; y éste, a su vez, concedió favores a los judíos.  En el año 47 se le dio plena autoridad a Hircano, con los títulos de etnarca y sumo sacerdote, cargos que fueron convertidos en hereditarios para los judíos.  Sin embargo, Antípatro todavía era quien tenía el poder y hacía notar esto a los judíos, para gran disgusto de la nobleza.  Antípatro 42 nombró a su hijo Fasaelo gobernador de Jerusalén y sus alrededores, y como gobernador de Galilea a un hijo suyo más joven, a Herodes, conocido más tarde como Herodes el Grande.

Después de que Julio César fue asesinado en el año 44, Casio, uno de los conspiradores contra César, consiguió el mando en la zona del Oriente mediterráneo y recibió el cordial apoyo de Antípatro y Herodes.  Casio, como retribución, convirtió a Herodes en gobernador de Celesiria.  Poco después Antípatro fue envenenado en Jerusalén.

En el año 42 a. C., después de la derrota de Bruto y de Casio, Antonio asumió el control de los intereses romanos en el Oriente.  Como Antonio había sido antes amigo de Antípatro, rechazó las súplicas de los judíos de que eliminara a la casa herodiana, y retuvo a Herodes y a su hermano Fasaelo como etnarcas de Palestina.  Se permitió que Hircano permaneciera, pero sólo como sumo sacerdote.  Herodes robusteció su posición ante los judíos desposándose con Mariamna, una nieta de Hircano II (cf. diagrama de la p. 40).

HERODES, REY.- Al año siguiente los partos invadieron a Siria, y Antígono, hijo de Aristóbulo, levantó el estandarte de la revolución y consiguió la ayuda de un ejército de los partos.  Fasaelo fue tomado prisionero y finalmente se suicidó, mientras que Herodes huía y conseguía llegar a Roma, en donde se ganó la simpatía de Antonio y de Octavio, que en ese tiempo estaban aliados; y en el año 40 a. C. el senado romano, por unanimidad, nombró a Herodes como rey de Judea.

Aunque Herodes contaba con el apoyo de los romanos, necesitó tres años para poder ocupar su trono.  Los judíos que se le oponían ofrecieron su última resistencia en Jerusalén.  Se necesitaron casi tres meses para tomar la ciudad alta y la zona del templo.  Fue horrorosa la matanza que siguió, pues tanto los romanos como los judíos del bando de Herodes estaban enfurecidos por la tenaz resistencia que les oponían.  Antígono, el último Macabeo que actuó como rey, fue flagelado ignominiosamente y ejecutado ante el insistente pedido de Herodes.  Ahora (37 a. C.) Herodes era amo de una ciudad en ruinas y rey de una nación que lo odiaba.

XIII.  EL REINADO DE HERODES EL GRANDE.

Desde el punto de vista de la política y la cultura,  Herodes con justicia fue llamado "grande".  Tuvo éxito en mantener un equilibrio de lealtad a Roma en la cambiante corriente de una difícil conducción política.  Por un lado, fortaleció su reino y fomentó su prosperidad, mientras que por el otro conservó la amistad y cooperación de César Augusto.  Pero junto con sus mejores cualidades estuvo dominado por celos crecientes, y su desconfianza llegó hasta el punto de dar muerte a sus parientes más cercanos y a sus mejores amigos. 

HERODES Y EL SANEDRÍN.- Casi inmediatamente después de subir al trono, Herodes hizo ejecutar a 45 nobles que habían encabezado la revolución de Antígono.  Muchos de esos hombres eran miembros del sanedrín, y su pérdida hizo necesaria la reorganización de ese cuerpo.  Los fariseos tuvieron predominio en ese consejo reorganizado; sin embargo, muchos de esos fariseos se oponían a Herodes, y aun se habían negado a prestarle juramento de lealtad.  Por lo tanto, no les permitió que ejercieran una influencia significativa en política.  Por esta razón el sanedrín se convirtió en un lugar donde principalmente se discutían cuestiones teológicas.

HERODES Y LOS ASMONEOS.- Herodes ofendió al residuo de la familia de los asmoneos (macabeos) al nombrar como sumo sacerdote a un oscuro judío babilonio (o egipcio).  Herodes sospechaba que los asmoneos completaban contra él, por lo que finalmente hizo matar al anciano Hircano II; a la hija de éste, Alejandría, suegra de 43 Herodes; al nieto de Hircano y cuñado del propio Herodes, el bien parecido Aristóbulo III, y finalmente a Mariamna, hermana de Aristóbulo y esposa del propio Herodes.  Con excepción de sus hijos con Mariamna, esto significó el fin de la casa de los asmoneos, que durante casi 150 años había predominado en los asuntos judíos.

HELENIZACIÓN.- Como Alejandro Magno, Augusto, protector de Herodes, determinó unificar el mundo romano por medio de la difusión de la cultura griega.  Herodes siguió rápidamente su ejemplo, e intentó hacer en Palestina lo que Augusto hacía en mayor escala en el imperio.  Una ola de paganismo invadió a Jerusalén.  Las carreras y los juegos griegos estaban a la orden del día; la religión y la exhibición del paganismo florecían delante del templo, y por todo el país, en diversos lugares, se erigían santuarios a dioses paganos.  Algunos de los fariseos reaccionaron y se confabularon contra Herodes, por lo que éste se desquitó enérgicamente matando a muchos de ellos.

HERODES COMO EDIFICADOR.- Herodes construyó fortalezas por todos sus dominios y en los lugares estratégicos para reprimir a los judíos revoltosos.  Su propio hermoso palacio en Jerusalén era, en realidad, una fortificación.  Gastó años y miles de talentos en construir la ciudad de Cesarea, y en hacer en ella un puerto artificial, pero efectivo.  Sus actividades como constructor trascendieron Palestina.  Obsequió mercados,  gimnasios y templos a comunidades tan remotas como algunas que estaban en Grecia, Rodas y Siria.

El proyecto máximo de Herodes fue la reconstrucción del templo de Jerusalén.  El templo de Zorobabel, aunque había sido bello, ya tenía casi 500 años de antigüedad y necesitaba muchas reparaciones.  Herodes se propuso satisfacer su propio orgullo artístico y al mismo tiempo ganarse la amistad de los judíos dándoles un magnífico lugar para su culto.  Se dedicaron 18 meses a la reedificación del santuario propiamente dicho, y ocho años en los trabajos de las plataformas circundantes,  los muros, atrios y pórticos.  Después de que la obra hubo llegado a este punto y el templo estaba en pleno uso, aún quedaba mucho por hacer.  En realidad, los detalles del templo no se completaron hasta después del año 62 d. C., sólo pocos años antes de que fuera destruido por los romanos.

ULTIMOS DÍAS DE HERODES.- Aristóbulo y Alejandro, hijos de Herodes y de Mariamna, su esposa asmonea, habían sido educados en Roma; eran altos, hermosos, y estaban orgullosos de su sangre asmonea.  Cuando regresaron a Jerusalén se convirtieron en el blanco de los complots de Salomé,* la hermana de Herodes, y de Antípatro, hijo e Herodes.  Como resultado se despertaron las sospechas de Herodes contra estos dos hijos suyos, y finalmente los hizo ejecutar en el año 7 a. C. En ese tiempo también murieron apedreados unos trescientos judíos acusados de simpatizar con ellos.  Antípatro continuó su rebelión hasta que,  sólo cinco días antes de morir,  Herodes ordenó que también fuera ejecutado ese hijo suyo.

A medida que Herodes se aproximaba al fin de su vida, podía enorgullecerse de muchos logros significativos.  Dejaba monumentos de gran belleza artística y el comercio y las manufacturas de Palestina estaban en buenas condiciones; pero su pueblo no lo amaba.  La gente lo aborrecía por los elevados impuestos que cobraba, por sus actividades paganizantes y sus muchas crueldades.  Cuando enfermó y se propagó la noticia de que no podría curarse, en Jerusalén estalló una alegría incontenible, 44 y una turba derribó el águila de oro -odiado emblema de sus dominadores romanos- que Herodes había colocado a la entrada del templo.  Por eso, cuando Herodes sanó, se vengó de muchos de esos frustrados festejadores.

Cuando comprendió que sus últimos días se aproximaban, el anciano rey ordenó a su hermana Salomé que encarcelara en el hipódromo a todos los caudillos judíos y los hiciera matar tan pronto como él muriera, para que toda la nación estuviera de luto cuando le llegara la hora de su muerte.  Salomé cumplió con la orden de aprisionarlos, pero más tarde los puso en libertad.

Uno de los últimos actos sanguinarios de Herodes el Grande fue la cruel matanza de los niños de Belén en un vano esfuerzo por destruir al Mesías, el recién nacido Jesús, del cual había oído por los magos del Oriente (Mat. 2:1-18).  José y María escaparon con el niño a Egipto, en donde permanecieron hasta que Herodes murió a principios del año 4 a. C. (en cuanto a la fecha, ver p. 232).  La historia que sigue a la muerte de Herodes continuará en el artículo siguiente, en las pp. 65-81.

BIBLIOGRAFÍA

Bright, John.- La historia de Israel.  Bilbao: Desclée de Brouwer, 1966.  Traducción del inglés.  Se ofrece un cuadro de las circunstancias históricas en las que el pueblo y la fe de Israel se desenvolvieron.  Las dos últimas partes de la obra abarcan el período del exilio, la dominación persa, helénica y seléucida.  Concluye con un comentario de los aspectos teológicos del judaísmo y su desarrollo durante el período intertestamentario.

Bruce, Federico.- Israel y las naciones.  Madrid: Literatura Bíblica, 1979.  El autor, profesor de exégesis y crítica bíblica en la Universidad de Manchester, analiza la historia de Israel desde el exilio hasta la caída de Jerusalén y la destrucción del templo.  Al final de la obra hay cuadros y listas de los reyes de Israel, Asiria, Babilonia, Persia y Egipto.  También hay cronologías de los sumos sacerdotes judíos de la época grecorromana, de la familia asmonea, de Herodes, de los gobernadores de Judea y de los emperadores romanos.

Bury, J. B.- et al.  The Cambridge Ancient History  (12 t.). New York: The Macmillan Company, 1926-1939.  Probablemente sea ésta la más exhaustiva historia de la antigüedad.  En tres de sus tomos, VI: The Hellenistic Monarchies and the Rise of Rome; VIII: Rome and the Mediterranean 218-133 B.C.; IX: The Roman Republic 133-44 B.C., hay numerosos capítulos por diferentes eruditos que tratan de los eventos narrados en este artículo; ver también el tomo VII.  El tratamiento de las fuentes originales es equilibrado, y cuando hay diferentes opiniones se toman en cuenta las ideas de las varias escuelas filosóficas.

Charles, R. H.- ed.  Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament (2 t.). Oxford: The Clarendon Press, 1913.  Esta traducción de los apócrifos y pseudoepigráficos del Antiguo Testamento ha sido con sus extensas introducciones y notas, autoridad en el estudio de estas obras.  Sin embargo, las fechas presentadas han sido modificadas por eruditos posteriores.

Charlesworth, James H.- ed.  The Old Testament Pseudepigrapha (2 t.). Garden City, New York: Doubleday and Company, 1983-1985.  En gran medida, esta obra reemplaza a la de Charles, anteriormente citada.

Finkelstein, Louis.- ed.  The Jews (3 t.) 4a ed. New York : Schocken Books, 1970-197 l.  El primer tomo trata de la historia de los judíos; el segundo, de su religión y cultura; el tercero, de su papel en la civilización mundial.  Escrito por diversos eruditos.

Josefo, Flavio.- Obras completas (4 t.). Buenos Aires: Acervo Cultural Editores, 196 l.

Ling, Trevor.- Las grandes religiones de Oriente y Occidente (2 t.). Madrid: Istmo, 1972.  El tercer capítulo del primer tomo abarca el período del judaísmo desde el exilio hasta la caída de Jerusalén (587 a. C. a 70 d. C.).

Olmstead, A. T.- History of Palestine and Syria to the Macedonian Conquest.  New York: Charles Scribner's Sons, 193 l. Reprint, Grand Rapids, Michigan: Baker Book House, 1965.  Una 45 historia del litoral oriental del Mediterráneo desde el comienzo de la historia hasta el restablecimiento de los judíos después del exilio babilónico.  Se trata el desarrollo de las diversas sectas del judaísmo.  El enfoque es liberal y se presenta sólo un punto de vista en los asuntos controvertidos.

____. History of the Persian Empire.  Chicago: University of Chicago Press, 1948.  Completado después de la muerte del autor, pero se expresan sus puntos de vista.  El detalle histórico se presenta con cuidado, pero en los asuntos controvertidos se tolera sólo una posición. 

Schüerer, Emil. A History of the Jewish People in the Time of  Jesús Christ (5 t.). New York: Charles Scribner's  Sons, n. d. Revised edition: Edinburg, T. & Clark, 1971.  Esta obra antigua (completada en 1897) ha sido considerada como erudita y autorizada.  Se está publicando una nueva edición revisada en Escocia; hasta fines de 1985 se habían publicado los primeros dos tomos que tratan la historia política de Palestina desde el año 175 a. C. hasta el 135 d. C. La segunda parte (t. 3-5) presenta la condición interna de Palestina y el pueblo judío en tiempos de Cristo.  Se estudia también la literatura judía helenística y los apócrifos del Antiguo Testamento.

_____. A History of the Jewish People in the Time of Jesús.  Editado por Nahum N. Glatzer.  New York: Schocken  Books, 1961.  Se trata de una edición revisada y condensada de los dos primeros tomos de la obra de Schüerer, ya señalada. (5CBA) MHP

 

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