El Libro del Profeta MALAQUÍAS
INTRODUCCIÓN
1.
Título. Malaquías,
Mal'aki en hebreo, significa "mi mensajero". Sin embargo, la palabra
podría ser una contracción de Mal'akiyah que significaría "mensajero de
Yahweh". Por no hallarse en ninguna otra parte del AT, algunos han creído
que Malaquías no era el nombre del profeta, sino meramente una designación de
él como "mensajero" de DIOS.
2.
Paternidad literaria. El
profeta no hace ninguna referencia biográfica ni nos da la fecha de su
ministerio. Sin embargo, queda poca duda de que él fuese el último de los
profetas del AT. Por el contenido de su libro es evidente que Malaquías
profetizó cuando el cautiverio casi había pasado al olvido y después de que el
templo había sido restaurado y su culto instituido por algún tiempo. Los abusos
condenados por Malaquías son muy parecidos a los que se produjeron durante la
ausencia de Nehemías de Jerusalén, mientras estaba en la corte persa (Neh.
13:6). Muy posiblemente el libro fue escrito alrededor de 450-425 (Aprox. Siglos
VI-V, a C). De todos modos, se cree que el libro debiera llevar la fecha del
tiempo de Nehemías o poco después.
3.
Marco histórico. Muchos
años después del retorno original del cautiverio babilónico, Nehemías
-"copero" del rey Artajerjes (ver com. Neh. 1:11)-, oyó que no eran
buenas las condiciones en Jerusalén y pidió permiso para visitar a sus
compatriotas que se encontraban allí. El rey accedió fácilmente al pedido, y
otorgó a Nehemías una licencia por un período que no conocemos (Neh. 5-6).
Nehemías fue nombrado gobernador y, empezando en 444 a. C., llevó a cabo una
gran obra de reforma entre los repatriados durante un período de 12 años (ver
com. Neh. 5: 14). Después que regresó a Babilonia, pasaron algunos años antes
de que volviera a Judea. A su regreso, encontró una marcada decadencia
espiritual que procuró corregir. Fue durante este lapso, tal vez entre los dos
períodos en que Nehemías actuó como gobernador, cuando el Señor suscitó al
profeta Malaquías para que el pueblo de nuevo sirviera sinceramente a Dios. Hay
un resumen más completo del marco histórico de Malaquías en el t. 111, pp.
75-81.
4.
Tema. En contraste
con el emocionante bosquejo profético de Zacarías respecto a las posibilidades
ilimitadas que se brindaban a los Judíos a su regreso del exilio (ver pp.
31-34, 1107), la profecía de Malaquías, un siglo más tarde, presenta una escena
lúgubre de decadencia espiritual progresiva. Los exiliados habían regresado de
la tierra de su cautiverio a la tierra de promisión, pero en su corazón
permanecían en el lejano país de la desobediencia y el olvido de Dios (ver pp.
33-34). "Este incumplimiento del propósito divino era muy evidente en
días de Malaquías" (PR 520). En realidad, las cosas habían llegado a un
punto tal que aun los sacerdotes menospreciaban el culto y el servicio a Dios y
estaban hastiados de la religión (cap. 1: 6, 13); Dios por su parte estaba
cansado de su infidelidad y de ninguna manera podía aceptar su culto y su
servicio (cap. 1: 10, 13; 2: 13, 17). Aunque en la práctica el pacto se había
anulado por negligencia, Dios seguía tolerando misericordiosamente a su pueblo
extraviado.
Dios comisionó al profeta Malaquías para que diera
un severo mensaje de amonestación que recordara a los judíos lo que habían sido
antes como nación, y los instara a volver a Dios y reconocer los requisitos del
pacto (PR 520-521). Ocho veces, bondadosa y pacientemente, el Señor se dirige
al pueblo y a sus dirigentes religiosos, llamándoles la atención a un aspecto
tras otro de su apostasía, y ocho veces, impacientemente, ellos rehusan
reconocer imperfección alguna (cap. 1: 2, 6-7; 2: 13-14, 17; 3: 7-8, 13-14). El
paciente esfuerzo de Dios para conseguir que los israelitas reconocieran sus
errores del pasado, Junto con la negación cada vez más vehemente de parte del
pueblo de haber cometido equivocación alguna, constituye el tema del libro, el
cual se desarrolla como sigue:
a. Con suavidad Dios empieza recordándole a Israel su
amor eterno, pero ellos protestan duramente alegando que falta una prueba de
que él los ama. Dios contesta recordándoles que fue en virtud de su amor por lo
que ellos habían llegado a ser una nación (cap. 1: 2-4).
b. Observando que Israel debía dar a Dios la honra que
un hijo da a un padre, Dios los acusa despreciarlo en vez de corresponder a su
amor. Niegan la acusación obstinadamente (vers. 6).
c. Dios demuestra que lo desprecian, señalando su
conducta para con los sagrados ritos del templo como una ilustración. Han
contaminado o hecho vulgares las cosas más sagradas. Pero su reacción indica
completa ceguera para distinguir entre lo sagrado y lo común (vers. 7). Tienen
una "apariencia de piedad" pero nada saben de su "eficacia"
(2 Tim. 3: 5).
d. Dios explica en detalles la inutilidad de su vacía
rutina de ceremonias religiosas (cap. 1:18-2: 12), concluyendo con el
anuncio de que él ya no tomará en cuenta sus ofensas ni las aceptará (cap. 2:
13). Descaradamente y pretendiendo que sus sentimientos han sido heridos, el
pueblo demanda saber por qué Dios pasa por alto de esa manera su culto y
servicio (vers. 14). Con paciencia él les explica que las formas de la religión
no tienen valor cuando sus principios no se aplican a los problemas prácticos
de la vida diaria (vers. 14-16).
e. Dios también está cansado de su hipócrita pretensión
de piedad. El pueblo se defiende insinuando que la acusación divina no tiene
fundamento y es injusta. Dios contesta señalando que la incapacidad de ellos
para distinguir entre lo sagrado y lo común en los actos del culto está
acompañada por un fracaso similar para discernir entre lo bueno y lo malo en la
vida diaria. Aminoran el mal con la disculpa de que realmente no tiene
importancia, con lo que sugieren que Dios no debiera ofenderse mientras
mantengan las formas de la religión (vers. 17). Pero Dios los amonesta
diciéndoles que la impenitencia obstinada inevitablemente tendrá el resultado
de apresurar el día del castigo final (3:1-6).
f. Dios ahora acusa a Israel de completa apostasía. No
obstante, acompaña la solemne acusación con una bondadosa invitación para que
se vuelvan a él. Sin embargo, ellos fingen completa sorpresa e indignación ante
el pensamiento de que de alguna manera se hubieran desviado del camino de la
obediencia estricta a los requerimientos divinos (vers. 7).
g. Dios contesta el desafío con pruebas específicas y
tangibles de su descarrío. Los acusa de robo, pero se niegan a reconocer la
acusación. Sin embargo, su silencio constituye el reconocimiento tácito de esa
verdad (vers. 8-12).
h. Finalmente, Dios acusa a los Judíos por sus descaradas respuestas ante el continuo esfuerzo divino para hacerles ver su condición espiritual, pero ellos se niegan a admitir que hayan dicho alguna cosa falsa o impropia (vers. 13). Dios contradice esa negativa señalando la esencia del problema: su espíritu mercenario y egoísta.
No han estado sirviendo
a Dios de corazón sincero, sino con la esperanza de obtener provecho y ventaja
personal (pp. 34-35). Con una actitud completa e incurablemente desafiante
están listos a poner a Dios a prueba. Declaran su disposición de enjuiciarlo,
por así decirlo, con la confianza temeraria de que probarán que sus acusaciones
contra ellos no tienen base (vers. 14-15).
En los cap. 3: 16-18 y 4: 2 Dios reconoce que hay unos
pocos fieles en Israel que le permanecen leales, y les asegura su amor
inalterable. Al mismo tiempo (cap. 4:1, 3) advierte a los impíos de la suerte
que correrán en el día del castigo final. El mensaje de Malaquías termina con
la seguridad de que antes del gran día de Jehová aparecerá su mensajero que le
ayudará en la obra de preparar a su "tesoro" para su corona y que lo
preservará durante el día del castigo (caps. 4: 4-6, 2; 3: 17).
El mensaje de Malaquías es particularmente apropiado
para la iglesia de hoy, y es comparable al mensaje para Laodicea de Apoc. 3:
14-22. Como los laodicenses, los Judíos de los días de Malaquías eran
completamente insensibles a su verdadera condición espiritual, y no sentían
necesidad "de ninguna cosa" (Apoc. 3: 17). Eran pobres en lo que
atañe al tesoro celestial, ciegos en cuanto a sus errores, y desnudos, o
desprovistos del carácter perfecto de Jesucristo (vers. 17). Como el hombre de
la parábola que no tenía vestido de bodas (ver com. Mat. 22: 11-13), estaban
delante del Rey del universo, despreciando el vestido de la Justicia divina, y
contentábanse con sus propios harapos morales.
5.
Bosquejo.
I. EL
AMOR DIVINO NO ES APRECIADO NI CORRESPONDIDO, 1: 1-6.
A.
Introducción, 1: 1.
B. El
amor eterno de Dios para Israel, 1: 2-5.
C. Israel
deshonra y menosprecia a Dios, 1: 6.
II.
DEGENERACIÓN DE LA VIDA RELIGIOSA, 1: 7 A 2: 17.
A.
Fracaso en distinguir entre las cosas sagradas y comunes, 1:7-10.
B.
Fracaso de los Judíos en su misión a los gentiles, 1: 11-12.
C.
Fracaso de los sacerdotes en la conducción espiritual, 1: 13 a 2: 13.
D.
Fracaso en la aplicación de los principios de la religión a la vida diaria, 2:
14-17.
III.
UN EMPLAZAMIENTO ANTE EL TRIBUNAL, 3: 1-15.
A. Una
amonestación en cuanto al día del Juicio, 3: 1-6.
B. Una
acusación específica por robo a Dios, 3: 7-12.
C. Una
acusación por menospreciar a Dios, 3: 13-15.
IV.
PREPARACIÓN PARA EL DÍA DEL JUICIO, 3: 16 A 4: 6.
A.
Rescate de los que temen al Señor, 3: 16-17.
B.
Aniquilación de los que desprecian al Señor, 3: 18 a 4:3.
C. Se
asegura la conducción divina para los que temen al Señor, 4: 2, 4-6. (4CBA) MHP
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