Zacarías 14. Jerusalén Y Las Naciones. Vers. (1-3). La purificación de Jerusalén mediante una guerra. Los destructores de Jerusalén la despojan.
Del vers. (4-11). La venida de Cristo y las gracias de su reino. La renovación de la tierra y el Señor reconocido como Rey. Del vers. (12-15). Son los castigos, sobre los paganos. Plaga contra los enemigos de Jerusalén. Del vers. (16-21). Son los Castigos sobre el remanente de las naciones que rehúsa rendir culto. Y el remanente volverá al Señor, y su botín será santo.
Zacarías 14, es una descripción de los acontecimientos relacionados con la segunda venida del Mesías, en cuanto a cómo habría sido ese suceso espectacular si los israelitas que volvieron del cautiverio hubieran cumplido con su destino (ver 32). Como se apartaron vez tras vez de sus elevados privilegios, y finalmente rechazaron al Mesías (Hech. 3: 13-15), Dios se apartó de ellos. Ahora él lleva a cabo sus propósitos mediante la iglesia cristiana (ver pp). 37-38).
Hay que
tener cuidado cuando se aplican las profecías de Zac. 14 a nuestros días. Deben
observarse cuidadosamente los principios bosquejados en las pp. 27-40 cuando se
interprete Zac. 14; de lo contrario puede llegarse a conclusiones
indefendibles. Ver com. Eze. 38: 1.
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Los
vers. 4 y 5 describen violentos cambios físicos en la superficie de la tierra,
que acompañarían a la intervención divina para destruir a las naciones
enemigas. El cuadro detallado corresponde con los sucesos que habrían ocurrido
si Jerusalén hubiera permanecido para siempre (ver PR 31- 32, 412-413; DTG 530;
com. vers. 1). Algunas cosas se cumplirán cuando la nueva Jerusalén descienda
al fin de los mil años. Sin embargo, no se deben aplicar así todos los detalles
(ver CS 720-721).
El
propósito de la bendición divina sobre Israel era dar una demostración de lo
que Dios estaba dispuesto a hacer por todas las naciones. Intimidados por los
sucesos recientes y seguros de la buena disposición de Dios para aceptar el
culto de todos los hombres, los sobrevivientes de las naciones atacantes
buscarían al Dios de Israel y subirían año tras año para rendir culto en
Jerusalén (ver p. 32).
“Lo Que Podría Haber Sido, Si Jerusalén, hubiera
cumplido las condiciones. Pero Dios hará de su morada en éste lugar por la
eternidad. Al margen de la fidelidad de Jerusalén histórica. La cumplirá con el
Israel espiritual, la iglesia cristiana. Porque al final de la historia de éste
mundo, la nueva Jerusalén descenderá en ese lugar, en su tercera venida. En la
tierra recreada” Apoc. 21, 22.
1 HE AQUÍ, el día de Jehová viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. 2 Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, más el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. 3 Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla.
4 Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. 5 Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos.
6 Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. 7 Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz. 8 Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.
9 Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre. 10 Toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón al sur de Jerusalén; y ésta será enaltecido, y habitada en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera, hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey. 11 Y morarán en ella, y no habrá nunca más maldición, sino que Jerusalén será habitada confiadamente.
12 Y esta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca. 13 Y acontecerá en aquel día que habrá entre ellos gran pánico enviado por Jehová; y trabará cada uno de la mano de su compañero. 14 Y Judá también peleará en Jerusalén. Y serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor: oro y plata, y ropas de vestir, en gran abundancia. 15 Así también será la plaga de los caballos, de los mulos, de los camellos, de los asnos, y de todas las bestias que estuvieron en aquellos campamentos.
16 Y todos los que sobrevivieron de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos. 17 Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. 18 Y si la familia de Egipto no subiere y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá la plaga con que Jehová herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos. 19 Esta será la pena del pecado de Egipto, y del pecado de todas las naciones que no subieren para celebrar la fiesta de los tabernáculos.
20 En aquel día estará grabado sobre las campanillas de los caballos: SANTIDAD A JEHOVÁ; y las ollas de la casa de Jehová serán como los tazones del altar. 21 Y toda olla en Jerusalén y Judá será consagrada a Jehová de los ejércitos; y todos los que sacrificarán vendrán y tomarán de ellas, y cocerán en ellas; y no habrá en aquel día más mercader en la casa de Jehová de los ejércitos. (Zacarías 14).
1. He aquí. El cap. 14 es una descripción de los acontecimientos
relacionados con la segunda venida del Mesías, en cuanto a cómo habría sido ese
suceso espectacular si los israelitas que volvieron del cautiverio hubieran
cumplido con su destino (ver 32). Como se apartaron vez tras vez de sus
elevados privilegios, y finalmente rechazaron al Mesías (Hech. 3: 13-15), Dios
se apartó de ellos. Ahora él lleva a cabo sus propósitos mediante la iglesia
cristiana (ver pp). 37-38). Hay que tener cuidado cuando se aplican las
profecías de Zac. 14 a nuestros días. Deben observarse cuidadosamente los
principios bosquejados en las pp. 27-40 cuando se interprete Zac. 14; de lo
contrario puede llegarse a conclusiones indefendibles. Ver com. Eze. 38: 1.
2. Reuniré a todas las naciones. Ver la p. 32. Este cuadro es similar al que presentó
Joel (ver com. Joel 3: 1-2). La prosperidad de Israel habría causado la
enemistad de las naciones que aparecen aquí como reunidas por Dios contra
Jerusalén (cf. Eze. 38: 10); sin embargo, Zacarías llama la atención a tan
detalle de esta batalla que no es mencionado por otros profetas: la invasión de
Judá y de Jerusalén tendría un éxito parcial.
No será cortado. El residuo que no sería separado corresponde sin
dada con los Justos, los que pasaron por el "fuego" y fueron
refinadas "como se funde la plata" (cap. 13: 9). El propósito de
permitir que el ataque tuviera sin éxito parcial sería el de cortar a los
pecadores de Sión (cf. cap. 13: 7-9).
3. Después. Es decir, después del éxito parcial del enemigo y de
la eliminación de los pecadores. Este cuadro es paralelo con el de Joel 3: 16 y
Eze. 38: 18-23.
4. Monte de los Olivos. Ver com. Mat. 21: 1.
Se partirá. Los vers. 4 y 5 describen violentos cambios físicos
en la superficie de la tierra, que acompañarían a la intervención divina para
destruir a las naciones enemigas. El cuadro detallado corresponde con los
sucesos que habrían ocurrido si Jerusalén hubiera permanecido para siempre (ver
PR 31- 32, 412-413; DTG 530; com. vers. 1). Algunas cosas se cumplirán cuando
la nueva Jerusalén descienda al fin de los mil años. Sin embargo, no se deben
aplicar así todos los detalles (ver CS 720-721).
5. Huiréis. Un cambio en los puntos vocálicos (ver t. I, pp.
25-30) da la variante "seréis encerrados". Este cambio coincide con
la LXX y los tárgumes. Ambos significados son lógicos dentro del contexto.
Montes. Literalmente, "mis montes" (BJ).
Azal. Heb. 'atsal. Este lugar no puede identificarse. La
LXX traduce Iasol, que quizá se identifique con el wadi Yatsul que desemboca en
el Cedrón.
Terremoto. Es casi seguro que sea el terremoto al que se
refiere Amós 1: 1.
Vendrá. Aquí se predice la venida de Cristo dentro de las
circunstancias mencionadas en el comentario del vers. 1. En cuando a la
aplicación de esta profecía al descenso de la nueva Jerusalén después del
milenio, ver Apoc. 21: 2; cf. CS 720-721.
Santos. Heb. qadosh, palabra que se aplica en el AT tanto a
hombres (Deut. 33: 3; etc.) como a ángeles (ver com. Job 15: 15; cf. Jud. 14).
6. Clara. Este versículo no es muy claro en hebreo. La LXX
traduce: "En ese día no habrá luz ni frío ni helada". Un leve cambio
en el hebreo da la variante "frío" (BJ) en vez de "luz".
Parece que se pone énfasis en la ausencia de frío. Aparentemente se predice un
cambio en las condiciones climáticas. Desaparecerían las agostadoras heladas.
7. Un día. O "un día único", o quizás "continuo".
En su aplicación al futuro, este versículo halla su
cumplimiento en la declaración: "Allí no habrá noche" (Apoc. 21: 25;
ver com. Zac. 14: 1).
8. Aguas vivas. Esta profecía es paralela con Eze. 47: 1-12 y
describe las condiciones que podrían haber existido (ver com. Eze. 47: 1; Apoc.
22: 1).
Mar oriental . . . mar occidental. Es decir, el mar Muerto y el mar Mediterráneo
respectivamente (ver com. Núm. 3: 23).
9. Será rey. El acontecimiento culminante que anticipaban con
anhelo los antiguos profetas y los justos (cf. Dan. 7: 13-14; Apoc. 11: 15).
10. Como llanura. Predicción de otros cambios topográficos que
sucederían además de los mencionados en el vers. 4. La región aquí mencionada
había sido antes montañosa.
Geba. Un lugar a unos 9 km al noreste de Jerusalén, que
aquí se usa para representar el extremo norte de Judá (ver com. 2 Rey. 23: 8).
Rimón. Sin duda En-rimón, a unos 14 km al norte de
Beerseba, hoy Kirbet Umer Ramamin, lugar que corresponde con el extremo sur de
Judá. Cf. 2 Rey. 23: 8, donde se usan a Geba y a Beerseba como los extremos
norte y sur respectivamente.
Puerta de Benjamín. Puede ser la misma que la puerta de las Ovejas, en la esquina noreste del muro (ver el mapa en la p. 523). Puerta primera. Esta puerta no se puede identificar con certeza. Con todo, las especificaciones son bastante claras aunque no se conozca su ubicación. Puerta del Ángulo. Mencionada con este mismo nombre en Jer. 31: 38 y como "puerta de la esquina" (2 Rey. 14: 13). Se cree que era la puerta de la esquina noroeste del muro. Así indica Zacarías los límites este y oeste de la ciudad.
Torre de Hananeel. Torre en la muralla del norte (ver el mapa en la p.
523).
Lagares del rey. No se los puede ubicar con certeza; pero sin duda
estaban en la parte sur de la ciudad, quizá cerca del huerto del rey (ver com.
Neh. 3: 15). De este modo, la torre de Hananeel y los lagares del rey indican
los límites norte y sur de la ciudad. El cuadro de la última parte de Zac. 14:
10 muestra una ciudad bien poblada.
11. Nunca más maldición. Si la nación hubiese continuado cumpliendo su
destino divino, la ciudad habría permanecido para siempre (ver la p. 32; CS 21;
cf. DTG 530).
12. La plaga. El profeta vuelve a ocuparse de la suerte de las
naciones atacantes de Jerusalén. Los atacantes sufrirían el flagelo de una
terrible plaga, extraordinariamente rápida en su destructividad. La plaga
crearía un estado de frenesí y de pánico que resultaría en un exterminio mutuo
(vers. 13).
14. Peleará en Jerusalén. También puede traducirse "combatirá contra
Jerusalén" (Ausejo). Según el vers. 2, Jerusalén había caído ante el
enemigo. Aunque Yahweh luchaba por Jerusalén (vers. 12 y 13), el pueblo también
tenía una parte que desempeñar.
15. Plaga de los caballos. La plaga que cayó sobre los hombres (vers. 12 y 13)
también caería sobre las bestias de carga de los enemigos y sobre su ganado.
16. Subirán. El propósito de la bendición divina sobre Israel era
dar una demostración de lo que Dios estaba dispuesto a hacer por todas las
naciones. Intimidados por los sucesos recientes y seguros de la buena
disposición de Dios para aceptar el culto de todos los hombres, los
sobrevivientes de las naciones atacantes buscarían al Dios de Israel y subirían
año tras año para rendir culto en Jerusalén (ver p. 32).
Fiesta de los tabernáculos. Ver en com. Lev. 23: 34, 40 una descripción de esta
fiesta. Zacarías describe una etapa en la restauración preliminar al fin del
tiempo de gracia y la erradicación final del pecado y de los pecadores, tal
como habrían sucedido las cosas si los Judíos hubieran sido fieles (ver pp.
31-32). Lo mismo sucede con ciertos pasajes de Isaías (ver com. Isa. 65: 17,
20).
17. Que no subieren. Este versículo apoya la observación hecha en el
comentario del vers. 16, donde el profeta describe una etapa preliminar de la
restauración completa de la tierra. Todavía habría peligro de rebelión, y a los
que se sintieran inclinados a rebelarse se les advierte del castigo resultante.
18. Egipto. Quizá se lo menciona debido a su larga historia de
rebelión contra Dios, o sencillamente como una ilustración de lo que ocurre con
todas las naciones. Sin duda habría estado entre las naciones atacantes de
Jerusalén (vers. 2), y entre sus sobrevivientes habría entonces algunos que
fueran adoradores de Jehová (vers. 16). La tierra de Egipto dependía del Nilo
para su riego. La falta de lluvia en las fuentes del río hubiera significado un
completo desastre económico para la nación.
20. Campanillas de los caballos. Los caballos quizá fueran de los que viajaban a Jerusalén procedentes de todos los países. Anteriormente los caballos de otras naciones que se aproximaban a Jerusalén eran con frecuencia una señal de guerra.
Ahora los sonidos del repiquetear de los adornos de los caballos eran una música grata pues significaban que grupos de adoradores se acercaban a Jerusalén.
La inscripción "SANTIDAD A JEHOVÁ", que antiguamente
estaba en la mitra del sumo sacerdote (Exo. 28: 36- 37), ahora era el lema de
los adoradores.
Las ollas. La mención de ollas y tazones en los vers. 20 y 21
parece referirse a la necesidad de consagrar un gran número de utensilios
debido a los muchísimos adoradores que irían a Jerusalén.
21. Mercader. En un orden económico en donde fueran bienvenidos
los miembros de
todas las naciones, nadie seria excluido debido a su nacionalidad. Sin embargo, los mercaderes de la clase de los que Jesús arrojó del templo (Mat. 21: 12) no serían tolerados. (4CBA)
COMENTARIOS
DE EGW
4. HABÍA
llegado el tiempo en que Cristo había de ascender al trono de su Padre. Como
conquistador divino, había de volver con los trofeos de la victoria a los
atrios celestiales. Antes de su muerte, había declarado a su Padre: "He acabado la obra que me diste que
hiciese.'*(Juan 17:4). Después de su resurrección, se demoró por un tiempo
en la tierra, a fin de que sus discípulos pudiesen familiarizarse con él en su
cuerpo resucitado y glorioso. Ahora estaba listo para la despedida. Había
demostrado el hecho de que era un Salvador vivo. Sus discípulos no necesitaban
ya asociarle en sus pensamientos con la tumba. Podían pensar en él como
glorificado delante del universo celestial. Como lugar de su ascensión, Jesús
eligió el sitio con tanta frecuencia santificado por su presencia mientras
moraba entre los hombres. Ni el monte de Sión, sitio de la ciudad de David, ni
el monte Moria, sitio del templo, había de ser así honrado. Allí Cristo había
sido burlado y rechazado. Allí las ondas de la misericordia, que volvían aun
con fuerza siempre mayor, habían sido rechazadas por corazones tan duros como
una roca. De allí Jesús, cansado y con corazón apesadumbrado, había salido a
hallar descanso en el monte de las Olivas. La santa shekinah al apartarse del
primer templo, había permanecido sobre la montaña oriental, como si le costase
abandonar la ciudad elegida; así Cristo estuvo sobre el monte de las Olivas,
contemplando a Jerusalén con corazón anhelante. Los huertos y vallecitos de la
montaña habían sido consagrados por sus oraciones y lágrimas. En sus riscos
habían repercutido los triunfantes clamores de la multitud que le proclamaba
rey. En su ladera había hallado un hogar con Lázaro en Betania. En el huerto de
Getsemaní, que estaba al pie, había orado y agonizado solo. Desde esta montaña
había de ascender al cielo. En su cumbre, se asentarán sus pies cuando vuelva.
No como varón de dolores, sino como glorioso y triunfante rey, estará sobre 770
el monte de las Olivas mientras que los aleluyas hebreos se mezclen con los hosannas
gentiles, y las voces de la grande hueste de los redimidos hagan resonar esta
aclamación: Coronadle Señor de todos. DTG 769,770
PE 17,
51, 53, 291; SR 417; IT 67
4-5. AL FIN de los
mil años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Le acompaña la hueste de los
redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad
aterradora, manda a los muertos impíos que resuciten para recibir su
condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable como la arena del mar.
¡Qué contraste entre ellos y los que resucitaron en la primera resurrección!
Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos
llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte. Todas las miradas de esa
inmensa multitud se vuelven para contemplar la gloria del Hijo de Dios. A una
voz las huestes de los impíos exclaman: "¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor!" No es el amor a Jesús lo que les inspira esta
exclamación, sino que el poder de la verdad arranca esas palabras de sus
labios. Los impíos salen de sus tumbas tales como a ellas bajaron, con la misma
enemistad hacia Cristo y el mismo espíritu de rebelión. No disponen de un nuevo
tiempo de gracia para remediar los defectos de su vida pasada, pues de nada les
serviría. Toda una vida de pecado no ablandó sus corazones. De serles concedido
un segundo tiempo de gracia, lo emplearían como el primero, eludiendo las
exigencias de Dios e incitándose a la rebelión contra él.
Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde
ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa
de su regreso. El profeta dice: "Vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los
santos." "Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las
Olivas, que está frente de Jerusalem a la parte de oriente: y el monte de las
Olivas, se partirá por medio . . . haciendo un muy grande valle.". CS 720
7. Los últimos
años de Jacob le proporcionaron un atardecer tranquilo y descansado después de
un inquieto y fatigoso día. Se habían
juntado obscuras nubes sobre su camino; sin embargo, la puesta de su sol fue
clara, y el fulgor del cielo iluminó la hora de su partida. Dice la Escritura: "Al tiempo de la
tarde habrá luz." "Considera al integro, y mira al justo: que la
postrimería de cada uno de ellos es paz." (Zac. 14: 7; Sal. 37: 37). PP 241
9. "Y 721
Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su
nombre." (Zacarías 14: 5, 4, 9.) La nueva Jerusalén, descendiendo del
cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y
preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa
ciudad. CS 721
Ahora, mientras escuchaban sus
súplicas, sus corazones se llenaron de reverencia y humildad. Cuando Jesús cesó de orar, exclamaron con una
profunda convicción de su inmensa necesidad personal: "Señor, enséñanos a
orar". Jesús no les dio una forma nueva de oración. Repitió la que les había enseñado antes, como
queriendo decir: Necesitáis comprender lo que ya os di; tiene una profundidad
de significado que no habéis apreciado aún. El Salvador no nos limita, sin embargo, al uso
de estas palabras exactas. Como ligado a
la humanidad, presenta su propio ideal de la oración en palabras tan sencillas
que aun un niñito puede adoptarlas pero, al mismo tiempo, tan amplias que ni
las mentes más privilegiadas podrán comprender alguna vez su significado
completo. Nos enseña a allegarnos a Dios
con nuestro tributo de agradecimiento, expresarle nuestras necesidades,
confesar nuestros pecados y pedir su misericordia conforme a su promesa. DMJ 89
El día que traerá terror y destrucción para los
transgresores 355 de la ley de
Dios, para los obedientes significará "gozo inefable y glorificado."
"Juntadme mis santos -dirá el Señor;- los que hicieron conmigo pacto con
sacrificio. Y denunciarán los cielos su
justicia; porque Dios es el juez." (Joel 3: 16; 1 Ped. 1: 8; Sal. 50: 5,
6.)
"Entonces os tomaréis, y
echaréis de ver la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a
Dios y el que no le sirve." "Oídme, los que conocéis justicia, pueblo
en cuyo corazón está mi ley." "He aquí he quitado de tu mano el cáliz
de aturdimiento . . . nunca más lo beberás." "Yo, yo soy vuestro
consolador." "Porque los montes se moverán, y los collados temblarán;
mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vacilará, dijo
Jehová, el que tiene misericordia de ti." (Mal. 3: 18; Isa 51: 7, 22, 12;
54: 10.)
El gran plan de la redención dará por resultado el completo restablecimiento del favor de Dios para el mundo. Será restaurado todo lo que se perdió a causa del pecado. No sólo el hombre, sino también la tierra, será redimida, para que sea la morada eterna de los obedientes. Durante seis mil años, Satanás luchó por mantener la posesión de la tierra. Pero se cumplirá el propósito original de Dios al crearla. "Tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos." (Dan 7: 18). "Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová." "En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre." "Y Jehová será Rey sobre toda la tierra." La Sagrada Escritura dice: "Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos." "Fieles son todos sus mandamientos; afirmados por siglo de siglo." Los sagrados estatutos que Satanás ha odiado y ha tratado de destruir, serán honrados en todo el universo inmaculado. Y "como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su simiente, así el Señor Jehová hará brotar justicia y alabanza delante de todas las gentes." (Sal. 113: 3; Zac. 14: 9; Sal. 119: 89; 111: 7, 8; Isa. 61: 1.). PP 354,355
12. SR 415
12-13. La marca de la redención ha sido
puesta sobre los "que gimen y se angustian a causa de todas las
abominaciones que se hacen." Ahora sale el ángel de la muerte representado
en la visión de Ezequiel por los hombres armados con instrumentos de
destrucción, y a quienes se les manda: "¡Al anciano, al joven, y a la
doncella. y a los niños, y a las mujeres, matadlos, hasta exterminarlos! mas no
os lleguéis a ninguno en quien esté la marca: ¡y comenzad desde mi
santuario!" Dice el profeta: "Comenzaron pues por los ancianos que
estaban delante de la Casa." (Ezequiel 9: 1-6, V.M.)
La obra de destrucción empieza
entre los que profesaron ser guardianes espirituales del pueblo. Los falsos
centinelas caen los primeros. De nadie 715 se tendrá piedad y ninguno escapará.
Hombres, mujeres, doncellas, y niños perecerán juntos.
"Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más sus muertos." (Isaías 26: 21, V.M.) "Y ésta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que hayan peleado contra Jerusalem: Se les consumirán las carnes estando sobre sus pies, y los ojos se les consumirán en sus cuencas, y se les consumirá la lengua en su boca. Y sucederá en aquel día que habrá entre ellos una grande consternación procedente de Jehová, y trabará cada cual la mano de su prójimo; y la mano de éste se levantará contra la mano de su compañero." (Zacarías 14: 12, 13, V.M.).
En la loca lucha de sus propias desenfrenadas pasiones y debido al terrible derramamiento de la ira de Dios sin mezcla de piedad, caen los impíos habitantes de la tierra: sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres, grandes y pequeños. "Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos de cabo a cabo de la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados." (Jeremías 25: 33, V.M.). A la venida de Cristo los impíos serán borrados de la superficie de la tierra, consumidos por el espíritu de su boca y destruídos por el resplandor de su gloria. Cristo lleva a su pueblo a la ciudad de Dios, y la tierra queda privada de sus habitantes. "He aquí que Jehová vaciará la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y dispersará sus habitantes." "La tierra será enteramente vaciada y completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta palabra." "Porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el pacto eterno.
Por tanto la maldición ha devorado la tierra, y los que habitan en ella son culpables: por tanto son abrasados los habitantes de la tierra." (Isaías 24: 1, 3, 5, 6, V.M.)
Toda la tierra tiene el aspecto desolado de un desierto. Las ruinas de las ciudades y aldeas destruídas por el terremoto, los árboles desarraigados, las rocas escabrosas arrojadas por el mar 716 o arrancadas de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de ésta, al paso que grandes cuevas señalan el sitio donde las montañas fueron rasgadas desde sus cimientos. CS 714-716
13. LA TIERRA DESOLADA. Nuevamente
mi atención fue dirigida hacia la tierra. Los impíos habían sido destruidos y sus cadáveres yacían por el
suelo. La ira de Dios se había derramado
sobre los habitantes de la tierra mediante las siete postreras plagas, que les
habían hecho morderse la lengua de dolor y maldecir a Dios. Los falsos pastores habían sido el objeto
especial de la ira de Jehová. Aun
estando en pie se habían consumido sus ojos en sus órbitas y su lengua en su
boca. Después de ser librados los santos
por la voz de Dios, los impíos se volvieron unos contra otros. La tierra parecía inundada de sangre y
cubierta de cadáveres desde uno a otro confín.
Se asemejaba a un desolado
desierto. Las ciudades y las 290 aldeas,
sacudidas por el terremoto, yacían en ruinas.
Las montañas, descuajadas de sus asientos, habían dejado grandes
cavernas. Sobre toda la superficie de la
tierra estaban esparcidos los desmochados peñascos que había lanzado el mar o
se habían desprendido de la misma tierra.
Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. La desolada tierra iba a ser la habitación de
Satanás y sus malignos ángeles durante mil años. Allí quedaría Satanás recluido, vagabundo y errante
por toda la tierra para ver las consecuencias de su rebelión contra la ley de
Dios. Durante mil años iba a poder gozar
del fruto de la maldición que había causado.
Recluído en la tierra, no tendrá ocasión de ir a otros planetas para
tentar y molestar a quienes no han caído.
Durante todo ese tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Sus características malignas han estado en
constante ejercicio desde su caída; pero se verá entonces privado de su poder y
obligado a reflexionar con terror y temblor en lo que le reserva el porvenir
cuando haya de penar por todo el mal que hizo y ser castigado por todos los
pecados que hizo cometer.
Oí, de parte de los ángeles y de
los santos redimidos, exclamaciones de triunfo que resonaban como diez mil
instrumentos músicos, porque ya no se verían ellos molestados ni tentados por
Satanás, y porque los habitantes de otros mundos quedaban libres de él y de sus
tentaciones.
Después vi tronos en los cuales
estaban sentados Jesús y los redimidos.
Los santos reinaban como reyes y sacerdotes de Dios. En unión con los suyos juzgaba Cristo a los
impíos muertos, comparando sus acciones con el libro del estatuto, la Palabra
de Dios, y fallando cada caso según lo hecho con el cuerpo. Después sentenciaban a los impíos a la pena
que debían sufrir de acuerdo con sus obras, y quedaba escrita frente a sus
nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y sus ángeles fueron juzgados por Jesús y los
santos. El castigo de Satanás había de
ser mucho más terrible que 291 el de aquellos a quienes engañó. Su sufrimiento había de ser incomparablemente
mayor. Después de perecer todos los que
fueron engañados por él, Satanás iba a continuar viviendo para sufrir mucho más
tiempo.
Terminado al cabo de los mil años
el juicio de los impíos muertos, salió Jesús de la ciudad, seguido de los
santos y de una comitiva de la hueste angélica.
Descendió sobre una gran montaña, que, tan pronto como él posó en ella
los pies, se partió en dos mitades convirtiéndose en dilatada llanura. Entonces alzamos los ojos y vimos la grande y
hermosa ciudad con doce cimientos y doce puertas, tres en cada lado y un ángel
en cada una. Exclamamos: "¡La
ciudad! ¡la gran ciudad! desciende del cielo, de Dios." Y descendió en todo
su esplendor y gloria, asentándose en la vasta llanura que Jesús había
preparado para ella. PE
289-291
Ministerio
Hno. Pio
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