Hageo
1. Reprensión a
la indiferencia del pueblo. Hageo
reprocha al pueblo por su negligencia en cuanto a la construcción del templo. (1-6).
La razón de la sequía. El profeta los anima a edificar. (7-11). Reacción del pueblo frente al mensaje
del profeta. Les promete la asistencia divina si lo hacen. (12-15).
1 En el año segundo del rey Darío, en al mes sexto, en el, primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: 2 Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada 3 Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: 4 ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? 5 Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos 6 Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.
7 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. 8 Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. 9 Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. 10 Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. 11 Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos.
12 Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. 13 Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. 14 Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios. 15 en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío. (Hageo 1).
1. Darío. El 2º año de Darío Histaspes fue 520-519 a. C., no
importa que se usase el año calendario que comenzaba en primavera o el que empezaba
en otoño (ver t. III, pp. 101-102).
Mes sexto. Elul, el mes hebreo que comienza en agosto o
septiembre (ver t. II, p. 119).
Primer día. El día de la fiesta de la nueva luna (ver com. Núm.
28: 11,14), ocasión apropiada para exhortar a los israelitas a que edificaron
el templo (en cuanto al cómputo de la fecha, ver com. vers. 15).
Zorobabel. Cf. Esd. 3: 8. También era conocido como Sesbasar
(ver com. Esd. 1: 8).
Gobernador. Heb. pajah, "gobernador subordinado",
alguien que estaba bajo las órdenes de un sátrapa. Aunque Zorobabel -miembro de
la casa de David- tenía el liderazgo político de Judá, tan sólo lo poseía como
un personero de un gobierno foráneo.
Josué. Nabucodonosor llevó cautivo al padre de Josué a Babilonia (ver com. 1 Crón. 6:15).
El profeta Zacarías, contemporáneo de
Hageo, con frecuencia menciona a Josué (Zac. 3:6-11). El parentesco entre
Zorobabel y Josué quizá se presenta para establecer el derecho de ambos a
puestos de autoridad, como descendientes de David y Aarón respectivamente.
2. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3.
Tiempo de que. El pueblo utilizaba este falso argumento para explicar su fracaso al no reedificar el templo. Sin duda interpretaba mal la profecía de los 70 años de jeremías, diciendo que el período del cautiverio no se había cumplido plenamente. Es evidente que pretendían estar esperando que se completaran los 70 años desde la destrucción del templo en 586 a. C. (ver t. III, pp. 101- 103), período que terminaría en 518/517, lo que es algo posterior a estos mensajes (520/519; ver com. vers. 1). Sostenían que las dificultades que habían encontrado en la reedificación del templo eran un reproche de Dios por su apresuramiento prematuro. Pero el mismo hecho de que Darío hubiera anulado la prohibición de Esmerdis, el usurpador, para que se reedificara el templo (ver p. 1096) debería haber sido un excelente incentivo para que los judíos reemprendieran la obra en la casa de Jehová (ver EGW, Material Suplementario, com. Hag. 1: 2).
1-2. Súplicas en busca de una dilación deshonran a
Dios. [Se cita Hag. 1: 1-2.] La expresión
"este pueblo dice", es significativa. Los israelitas no habían
demostrado buena voluntad en la hora de su oportunidad. Se espera pronta obediencia
de parte de aquellos a quienes el Señor elige y guía. Las súplicas en busca de
una dilación son una deshonra para Dios. Y sin embargo, los que prefieren
proceder a su antojo con frecuencia 1197 inventan excusas artificiosas de
justificación propia. Por eso los
israelitas declararon que habían comenzado a reedificar, pero que no habían
concluido su obra debido a los estorbos ideados por sus enemigos. Razonaban que esos estorbos eran una
indicación de que no era el tiempo adecuado para reedificar. Declaraban que el Señor había interpuesto
dificultades para reprobar su ardiente apresuramiento. Por eso, en un mensaje mediante su profeta,
Dios no se refiere a ellos como a "mi pueblo" sino como a "este
pueblo".
Los israelitas no tenían una verdadera
excusa para abandonar su trabajo del templo.
Cuando surgieron las dificultades más serias fue el tiempo cuando
debieron perseverar en la edificación.
Pero fueron movidos por el deseo egoísta de evitar el peligro
despertando la oposición de sus enemigos.
No tenían fe, que es la sustancia de las cosas que se esperan, la
evidencia de las cosas que no se ven.
Vacilaron sin atreverse a avanzar por fe en las providencias con que Dios
les abría el camino, porque no podían ver el fin desde el principio. Cuando surgieron dificultades, fácilmente se
apartaron de la obra.
La historia se repetirá. Habrá fracasos religiosos porque los hombres
no tienen fe. Cuando miran las cosas que
se ven, aparecen imposibilidades; pero Dios puede guiarlos paso a paso en la
dirección que desea que sigan. Su obra
avanzará sólo cuando sus siervos avancen por fe. Aunque tengan que pasar por tiempos de
prueba, sin embargo siempre debieran recordar que están luchando con un enemigo
debilitado y vencido. Finalmente el
pueblo de Dios triunfará sobre todos los poderes de las tinieblas (RH
5-12-1907).
2.
La incorrecta interpretación de la profecía estorba la obra de Dios.-
El Señor tiene recursos. Su mano está en
la organización. Cuando llegó el tiempo
para que su templo fuera reedificado, él influyó sobre Ciro como su
instrumento, para que discerniera las profecías concernientes a él mismo y
concediera la libertad al pueblo judío.
Más todavía: Ciro les proporcionó las facilidades necesarias para
reedificar el templo del Señor. Esa obra
comenzó en tiempo de Ciro, y sus sucesores prosiguieron con la obra comenzada.
[Se cita Isa. 45: 1 y 44: 28.] Los
samaritanos trataron de estorbar esa obra.
Mediante sus informes falsos despertaron recelos en la mente de algunos
desconfiados por naturaleza, y debido a este desaliento, los judíos se
volvieron incrédulos e indiferentes respecto a la obra que el Señor había
manifestado que él realizaba y se les opuso el usurpador Esmerdis. "Entonces cesó la obra de la casa de
Dios que estaba en Jerusalén hasta el año segundo del reinado de Darío rey de
Persia". Cuando Darío subió al
trono, anuló la obra y la prohibición del usurpador. Pero aun entonces los que debieran haber
demostrado mayor interés continuaron en su indiferencia. Aplicaron mal la profecía dada por la
Inspiración. Interpretaron mal la
Palabra de Dios, y declararon que no había llegado todavía el tiempo para
edificar, y que no emprenderían la obra hasta que se cumplieran plenamente los
días. Pero mientras que dejaron de
edificar la casa del Señor, el templo en el cual podrían adorar a Dios hasta
que hubiera llegado plenamente el fin del tiempo especificado como el lapso de
la cautividad de los judíos, construyeron mansiones para ellos mismos (MS 116,
1897).
3. Palabra de Jehová. Ver com. Sof. 1: 1. Profeta. Tanto Hageo como su contemporáneo Zacarías se refieren a sí mismos como a profetas (Zac. 1: 1; ver com. Hab. 1: 1).
4. ¿Es. . . tiempo? Dios reprocha a los judíos porque permitieron que su cómoda forma de vivir en casas bien confortables les impidiera ver la necesidad de reconstruir el templo.
Con frecuencia
los hombres tienen en cuenta sus necesidades materiales y no ven sus
necesidades espirituales ni las de la obra de Dios en la tierra. Mientras los hombres pospongan la edificación
de la casa espiritual del Señor (1 Ped. 2: 5), se demorará la terminación de
ella.
Artesonadas. Del Heb. safan, "revestir" o
"techar", "cubrir" (ver Jer. 22: 13-15).
5. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3. Meditad. El Señor siempre exhorta al hombre para que razone y piense con seriedad en cuanto a su vida (ver com. Isa. 1: 18).
6. Sembráis mucho. Las tareas del pueblo durante la sequía precedente
dieron frutos mezquinos porque Dios retuvo su bendición (Hag. 2:15-17;
cf. Deut. 28:38-47; Prov. 11:24).
Saco roto. Una figura vívida de la falta de prosperidad que
sufría Judá porque el pueblo no servía fervientemente a Jehová. Tal es el resultado inevitable de una filosofía
materialista de la vida. En cuanto al valor relativo de las cosas espirituales
y materiales y la importancia de colocar primero lo que es primero, ver com. Mat.
6: 24-34; 19: 21-22.
7. Meditad. Una segunda exhortación divina (cf. vers. 5) para
que el pueblo comprendiera su pecaminosa indiferencia (ver com. Isa. 1: 18).
8. Monte. Quizá se refiera a la zona montañosa cercana a
Jerusalén, posiblemente el "bosque del rey" (ver com. Neh. 2: 8)
donde se podía conseguir madera rápidamente.
9. Buscáis mucho. Es evidente que los repatriados tenían una profunda
esperanza de paz y prosperidad cuando volvieron a Judá, y no estaban preparados
para las penalidades que afrontaban.
¿Por qué? Categóricamente se dice al pueblo que el fracaso de
sus cosechas no se debía sólo a causas naturales, sino al Dios que rige las
fuerzas de la naturaleza, a Aquel cuya "casa" habían descuidado.
Corre. "Vais aprisa" (BJ). Expresión idiomática
que indica la premura con que los judíos construían para ellos casas espaciosas
y cómodas.
10. Se detuvo. Tan grave fue la sequía que según el texto hebreo,
literalmente "se detuvo el rocío'.
11. Llamé. El profeta desea aclarar que esa sequía no obedecía
meramente a causas naturales, sino que Dios la provocaba para mostrarle al
pueblo el error de su conducta.
Trigo. Es decir, "granos" o "cereales"
de toda clase.
12. Oyó. La palabra hebrea significa oír y obedecer. La exhortación de Hageo fue eficaz (vers. 12-15) y se emprendió con diligencia la obra de restauración. El resto. Tan sólo un número relativamente pequeño de exiliados volvió a Judá (ver com. Esd. 2: 64).
13. Enviado. Heb. mal'ak, con frecuencia un mensajero humano.
Mal'ak también es la palabra usual para "ángel" en el AT. Hageo habla
de sí mismo como no lo hace ningún otro profeta, como del "enviado de
Jehová" (ver com. Mal. 1: 1).
Estoy con vosotros. Es aceptado el arrepentimiento de ellos, y Dios les
promete su protección (cf. Sal. 23: 4; 91: 15; Isa. 43: 2). Tan pronto como el
pueblo decidió obedecer a Jehová, los mensajes de reproche fueron reemplazados
por palabras de aliento. La seguridad de
la presencia de Dios con el pueblo significaba la promesa de todas las otras
bendiciones, porque ellas ciertamente se manifestaban donde está la presencia
de Dios.
14. Gobernador de Judá. Ver com. vers. 1. El resto. Vers. 12.
Trabajaron. "Emprendieron la obra" (BJ). El pueblo fue impulsado a la acción y prestó
oídos a los mensajes de Jehová. La inspiración provocada por los profetas Hageo
y Zacarías fue un poderoso incentivo para que los caudillos de Judá
emprendieran la obra, y respondieron a la exhortación comenzando a edificar
"y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban" (Esd. 5: 1-2).
Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3.
15. Día veinticuatro. El mensaje precedente de Hageo había sido dado en el
" primer día del mes" (vers. 1).
Considerando el tiempo necesario para hacer planes y reunir materiales,
ciertamente fue pronta la respuesta del pueblo de Jerusalén y de Judá.
Mes sexto. Ver com. vers. 1. El segundo año de Darío fue
520-519 a. C., tanto por el cómputo de otoño como por el de primavera (ver t.
III, p. 102). Pero si Hageo lo computó por el año del calendario civil judío,
que comenzaba con el 7º mes, en el otoño (septiembre-octubre; ver t. II, pp.
111, 113, 119), el "mes sexto" correspondería a 519, mientras que en
un año que comenzara en la primavera, el 6º mes correspondería a 520. Si la declaración de Hageo de que la
reconstrucción comenzó en el "año segundo" de Darío se hace coincidir
con la declaración de Esdras de que la obra en el templo fue detenida hasta el
año "segundo" de Darío (cap. 4: 24), y si Esdras empleaba para el año
el cómputo de otoño a otoño (ver t. II, pp. 111-124; t. III, pp. 104-111; ver
también la edición revisada, 1970, de The Chronology of Ezra 7 [La cronología
de Esdras 7], de S. H. Horn y L. H. Wood), entonces debe llegarse a la
conclusión de que Hageo empleaba el cómputo de otoño.
Sin
embargo, el uso de un año que comenzara en el otoño significaría que el texto
presenta los mensajes de Hageo fuera del orden cronológico, orden que -aunque
no es imposible ni extraño a alguna otra parte de la Biblia (cf. Nota Adicional
com. Esd. 4)-, la mayoría de los comentadores creen que es contrario al peso
del contenido de los mensajes proféticos. Por esta razón, casi sin excepción se
acepta que Hageo empleaba un cómputo de primavera; y en ese caso el día 24 del
6.º mes del 2.º año de Darío sería aproximadamente el 21 de septiembre de 520
a. C. (ver t. 111, p. 102). 4CBA
COMENTARIOS DE (EGW).
Vers. 1-15. Los Diezmos Y Las Ofrendas. EN LA economía hebrea, una décima
parte de las rentas del pueblo se reservaba para sufragar los gastos del culto
público de Dios. Por esto Moisés declaró
a Israel: "Todas las décimas de la tierra, si de la simiente de la tierra
como del fruto de los árboles, de Jehová son: es cosa consagrada a
Jehová." "Y toda décima de vacas o de ovejas, ... la décima será
consagrada a Jehová." (Lev. 27: 30, 32.)
Pero el origen del sistema de los
diezmos es anterior a los hebreos. Desde
los primeros tiempos el Señor exigió el diezmo como cosa suya; y este
requerimiento fue reconocido y cumplido.
Abrahán pagó diezmos a Melquisedec, sumo sacerdote del Altísimo. (Gén.
14:20.) Pasando por Bethel, desterrado y fugitivo, Jacob prometió al Señor:
"De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén.
28:22.) Cuando los israelitas estaban por establecerse como nación, la ley del
diezmo fue confirmada, como uno de los estatutos ordenados divinamente de cuya
obediencia dependía su prosperidad.
El sistema de los diezmos y de
las ofrendas tenía por objeto grabar en las mentes humanas una gran verdad, a
saber, que Dios es la fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le
debe gratitud por los preciosos dones de su providencia.
"El da a todos vida, y
respiración, y todas las cosas." (Hech. 17: 25.) El Señor dice: "Mía
es toda bestia del bosque, y los millares de animales que hay en los
collados." "Mía es la plata, y mío el oro." "El te da el
poder para hacer las riquezas." (Sal. 50: 10; Hag. 2: 8; Deut. 8:
18.) En reconocimiento de que todas
estas cosas procedían de él, Jehová mandó que una porción de su abundancia le
fuese devuelta en donativos y ofrendas para sostener su culto. 565
"Todas las décimas . . . de Jehová son." En este pasaje se halla la misma forma de expresarse que en la ley del sábado. "El séptimo día será reposo [sábado] para Jehová tu Dios." (Exo. 20: 10.) Dios reservó para sí una porción específica del tiempo y de los recursos pecuniarios del hombre, y nadie podía dedicar sin culpa cualquiera de esas cosas a sus propios intereses.
El diezmo debía consagrarse única y exclusivamente al uso de los levitas, la tribu que había sido apartada para el servicio del santuario. Pero de ningún modo era éste el límite de sus contribuciones para fines religiosos. El tabernáculo, como después el templo, se erigió totalmente con ofrendas voluntarias; y para sufragar los gastos de las reparaciones necesarias y otros desembolsos,
Moisés mandó que en
ocasión de cada censo del pueblo, cada uno diera medio siclo para el servicio
del santuario. (Véase Exo. 30: 12-16; 2 Rey. 12: 4, 5; 2 Crón. 24: 4, 13.) En el tiempo de Nehemías se hacía una contribución
anual para estos fines. (Neh. 10: 32, 33.)
De vez en cuando se ofrecían sacrificios expiatorios y de agradecimiento
a Dios. Estos eran traídos en grandes
cantidades durante las fiestas anuales.
Y se proveía generosamente para el cuidado de los pobres.
Aun antes de que se pudiera reservar
el diezmo, había que reconocer los derechos de Dios. Se le consagraban los primeros frutos que
maduraban entre todos los productos de da tierra. Se apartaban para Dios las primicias de la
lana cuando se trasquilaban las ovejas, del trigo cuando se trillaba, del
aceite y del vino. De idéntica manera se
apartaban los primogénitos de los animales; y se pagaba rescate por el hijo
primogénito. Las primicias debían
presentarse ante el Señor en el santuario, y luego se dedicaban al uso de los
sacerdotes.
En esta forma se le recordaba
constantemente al pueblo que Dios era el verdadero propietario de todos sus
campos, rebaños y manadas; que él les enviaba la luz del sol y la lluvia para
la siembra y para la siega, y que todo lo que poseían era 566 creación de Aquel que los había hecho administradores de sus
bienes.
Cuando los hombres de Israel,
cargados con las primicias del campo, de las huertas y los viñedos, se
congregaban en el tabernáculo, reconocían públicamente la bondad de Dios. Cuando los sacerdotes aceptaban el regalo, el
que lo ofrecía, hablando como si estuviera en presencia de Jehová, decía:
"Un Siro a punto de perecer fue mi padre" (Deut. 26: 5-11); y
describía la estada en Egipto, las aflicciones y angustias de las cuales Dios
había librado a Israel "con mano fuerte, y con brazo extendido, y con
grande espanto, y con señales y con milagros." Añadía: "Y trájonos a
este lugar, y diónos esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y, ahora, he aquí, he traído las primicias
del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová."
Las contribuciones que se les
exigían a los hebreos para fines religiosos y de caridad representaban por lo
menos la cuarta parte de su renta o entradas.
Parecería que tan ingente leva de los recursos del pueblo hubiera de
empobrecerlo; pero, muy al contrario, la fiel observancia de estos reglamentos
era uno de los requisitos que se les imponía para tener prosperidad. A condición de que le obedecieran, Dios les
hizo esta promesa: "Increparé también por vosotros al devorador, y no os
corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará.. . Y
todas las gentes os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice
Jehová de los ejércitos." (Mal. 3: 11, 12.)
En los días del profeta Haggeo se
vio una sorprendente ilustración de los resultados que produce el privar
egoístamente la causa de Dios aun de las ofrendas voluntarias. Después de regresar del cautiverio de
Babilonia, los judíos emprendieron la reconstrucción del templo de Jehová; pero
al tropezar con una resistencia obstinada de parte de sus enemigos, abandonaron
la obra; y una severa sequía que los redujo a una escasez verdadera los
convenció de que era imposible terminar la construcción del templo. Dijeron: "No es 567 aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea
reedificada" (Véase Haggeo 1, 2.)
Pero el profeta del Señor les
envió un mensaje: "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de morar en
vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Pensad bien sobre vuestros caminos.
Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis, y no os hartáis; bebéis, y no
os saciáis; os vestís, y no os calentáis, y el que anda a jornal recibe su
jornal en trapo horadado." Y luego se daba la razón de todo esto:
"Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por
qué? dice Jehová de los ejércitos. Por
cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre
vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequedad sobre esta tierra, y
sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el vino, y sobre el aceite, y sobre
todo lo que la tierra produce, y sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre
todo trabajo de manos." "Antes que fuesen estas cosas, venían al
montón de veinte hanegas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta
cántaros del lagar, y había veinte. Os
herí con viento solano, y con tizoncillo, y con granizo en toda obra de
vuestras manos."
Conmovido por estas advertencias,
el pueblo se dedicó a construir la casa de Dios. Entonces la palabra del Señor les llegó:
"Pues poned ahora vuestro corazón desde este día en adelante, desde el día
veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento al templo de
Jehová.... Desde aqueste día daré bendición."
El sabio dice: "Hay quienes
reparten, y les es añadido más: y hay quienes son escasos más de lo que es
justo, mas vienen a pobreza." (Prov. 11: 24.) Y la misma lección enseñan en el Nuevo
Testamento las palabras del apóstol Pablo: "El que siembra escasamente,
también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones
también segaras." "Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros
toda 568 gracia; a fin de que,
teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena
obra." (2 Cor. 9: 6, 8).
Dios quería que sus hijos los
israelitas transmitieran luz a todos los habitantes de la tierra. Al sostener su culto público, atestiguaban la
existencia y la soberanía del Dios viviente.
Y era privilegio de ellos sostener este culto, como una expresión franca
de su lealtad y su amor hacia él. El
Señor ordenó que la difusión de la luz y la verdad en la tierra dependa de los
esfuerzos y las ofrendas de quienes participan del don celestial. Hubiera podido hacer a los ángeles
embajadores de la verdad; hubiera podido dar a conocer su voluntad, como
proclamó la ley del Sinaí, con su propia voz; pero en su amor y sabiduría
infinitos llamó a los hombres para que fueran sus colaboradores, y los eligió
para que hicieran su obra.
En tiempos de Israel se
necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del
servicio divino. ¿Debiera el pueblo de Dios dar menos hoy? El principio fijado por Cristo es que nuestras
ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los privilegios
disfrutados. "A cualquiera que fue
dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él." (Luc. 12: 48.) Cuando el
Salvador envió a sus discípulos, les dijo: "De gracia recibisteis, dad de
gracia." (Mat. 10: 8.) A medida que
nuestras bendiciones y nuestros privilegios aumentan, y sobre todo al tener
presente el sacrificio sin par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera
expresarse nuestra gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros
el mensaje de la salvación? A medida que
se amplía la obra del Evangelio, exige para sostenerse mayores recursos que los
que se necesitaban anteriormente; y este hecho hace que la ley de los diezmos y
las ofrendas sea aun más urgentemente necesaria hoy día que bajo la economía
hebrea. Si el pueblo de Dios sostuviera
liberalmente su causa mediante las ofrendas voluntarias, en lugar de recurrir a
métodos anticristianos y profanos para llenar la tesorería, ello honraría al
Señor y muchas más almas serían ganadas para Cristo. 569
El plan trazado por Moisés para
reunir los medios necesarios para construir el tabernáculo tuvo muchísimo
éxito. No fue menester instar a
nadie. Ni empleó tampoco uno solo de los
ardides a los cuales las iglesias recurren tan a menudo hoy. No ofreció un grandioso festín. No convidó al pueblo a participar en escenas
de alegría animada, bailes y diversiones generales; ni tampoco estableció loterías,
ni cosa alguna de este orden profano, para obtener medios con que erigir el
tabernáculo de Dios. El Señor indicó a
Moisés que invitara a los hijos de Israel a que trajeran sus ofrendas. El había de aceptar los donativos de cuantos
los ofrecieron voluntariamente, de todo corazón. Y las ofrendas llegaron en tan enorme abundancia
que Moisés mandó al pueblo que no trajera más, pues ya había suplido más de lo
que se podía usar.
Dios ha hecho a los hombres
administradores suyos. Las propiedades
que él puso en sus manos son los medios provistos por él para la difusión del
Evangelio. A los que demuestren ser
fieles administradores, les encomendará responsabilidades mayores. Dijo el Señor: "Yo honraré a los que me
honran." "Dios ama al dador alegre," y cuando su pueblo le
traiga sus donativos y ofrendas con corazón agradecido "no con tristeza, o
por necesidad." lo acompañará con sus bendiciones, tal como prometió:
"Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme
ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de
los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. (1 Sam. 2:
30; 2 Cor. 9: 7; Mal. 3: 10.) PP 564-569
Durante tres semanas Gabriel
luchó con las potestades de las tinieblas, procurando contrarrestar las
influencias que obraban sobre el ánimo de Ciro; y antes que 419 terminara la
contienda, Cristo mismo acudió en auxilio de Gabriel. Este declara: "El
príncipe del reino de Persia se puso contra mí veintiún días: y he aquí,
Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y yo quedé allí
con los reyes de Persia." (Dan. 10: 13.) Todo lo que podía hacer el cielo
en favor del pueblo de Dios fue hecho. Se obtuvo finalmente la victoria; las
fuerzas del enemigo fueron mantenidas en jaque mientras gobernaron Ciro y su
hijo Cambises, quien reinó unos siete años y medio.
Fue un tiempo de oportunidades
maravillosas para los judíos. Las personalidades más altas del cielo obraban
sobre los corazones de los reyes, y al pueblo de Dios le tocaba trabajar con la
máxima actividad para cumplir el decreto de Ciro. No debiera haber escatimado
esfuerzo para restaurar el templo y sus servicios ni para restablecerse en sus
hogares de Judea. Pero mientras se manifestaba el poder de Dios, muchos
carecieron de buena voluntad. La oposición de sus enemigos era enérgica y
resuelta, y gradualmente los constructores se descorazonaron. Algunos de ellos
no podían olvidar la escena ocurrida cuando, al colocarse la piedra angular,
muchos habían expresado su falta de confianza en la empresa. Y a medida que se
envalentonaban más los samaritanos, muchos de los judíos se preguntaban si, a
fin de cuentas, había llegado el momento de reedificar. Este sentimiento no
tardó en difundirse. Muchos de los obreros, desalentados y abatidos, volvieron
a sus casas, para dedicarse a las actividades comunes de la vida.
La obra del templo progresó
lentamente durante el reinado de Cambises. Y durante el reinado del falso
Esmerdis (llamado Artajerjes en Esdras 4: 7), los samaritanos indujeron al
impostor sin escrúpulos a que promulgara un decreto para prohibir a los judíos
que reconstruyeran su templo y su ciudad.
Durante más de un año quedó
descuidado y casi abandonado el trabajo del templo. La gente habitaba sus
casas, y se esforzaba por alcanzar prosperidad temporal; pero su situación 420
era deplorable. Por mucho que trabajase, no prosperaba. Los mismos elementos de
la naturaleza parecían conspirar contra ella. Debido a que había dejado el
templo asolado, el Señor mandó una sequía que marchitaba sus bienes. Dios les
había concedido los frutos del campo y de la huerta, el cereal, el vino y el
aceite, como pruebas de su favor; pero en vista de que habían usado tan
egoístamente estos dones de su bondad, les fueron quitadas las bendiciones.
Tales eran las condiciones
durante la primera parte del reinado de Darío Histaspes. Tanto espiritual como
temporalmente, los israelitas estaban en una situación lastimera. Tanto tiempo
habían murmurado y dudado; tanto tiempo habían dado la preferencia a sus
intereses personales mientras miraban con apatía el templo del Señor en ruinas,
que habían perdido de vista el propósito que había tenido Dios al hacerlos volver
a Judea y decían: "No es aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de
Jehová sea reedificada." (Hag. 1: 2.)
Pero aun en esa hora sombría
había esperanza para los que confiaban en Dios. Los profetas Ageo y Zacarías
fueron suscitados para hacer frente a la crisis. En sus testimonios
conmovedores, esos mensajeros revelaron al pueblo la causa de sus dificultades.
Declararon que la falta de prosperidad temporal se debía a que no se había dado
el primer lugar a los intereses de Dios. Si los israelitas hubiesen honrado a
Dios, si le hubiesen manifestado el respeto y la cortesía que le debían,
haciendo de la edificación de su casa su primer trabajo, le habrían invitado a
estar presente y a bendecirlos.
A los que se habían desalentado,
Ageo dirigió la escrutadora pregunta: "¿Es para vosotros tiempo, para
vosotros, de morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta ?
Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pensad bien sobre vuestros
caminos." ¿Por qué habéis hecho tan poco? ¿Por qué os preocupáis de
vuestras propias construcciones, y os despreocupáis de la edificación para el
Señor? ¿Dónde está el celo que sentíais antes para restaurar la casa del Señor?
¿Qué 421 habéis ganado sirviéndoos a vosotros mismos? El deseo de escapar a la
pobreza os ha inducido a descuidar el templo, pero esta negligencia os ha
acarreado lo que temíais. "Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis y no
os hartáis; bebéis, y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis; y el que
anda a jornal recibe su jornal en trapo horadado." (Hag. 1: 4-6.)
Y luego, con palabras que no podían dejar de comprender, el Señor les reveló la causa de la estrechez en que se veían: "Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequedad sobre esta tierra, y sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el vino, y sobre el aceite, y sobre todo lo que la tierra produce, y sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos." (Vers. 9-11.) El Señor los instó así: "Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré honrado." (Vers. 7, 8.)
Los consejos y reprensiones
contenidos en el mensaje dado por Ageo fueron escuchados por los dirigentes y
el pueblo de Israel. Comprendieron el fervor con que Dios los trataba. No se
atrevían a despreciar las instrucciones que les enviara repetidamente, acerca
de que su prosperidad temporal y espiritual dependía de que obedeciesen
fielmente a los mandamientos de Dios. Incitados por las advertencias del
profeta, obedecieron Zorobabel y Josué "y todo el demás pueblo, la voz de
Jehová su Dios, y las palabras del profeta Haggeo." (Vers. 12.)
Tan pronto como Israel decidió
obedecer, las palabras de reprensión fueron seguidas por un mensaje de aliento.
"Haggeo . . . habló . . . al pueblo, diciendo: Yo soy con vosotros, dice
Jehová. Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel," el de Josué y el
"de todo el resto del pueblo: y vinieron e 422 hicieron obra en la casa de
Jehová de los ejércitos, su Dios." (Vers. 13, 14.). PR 418-422
5-10. A cada hombre se le confiere "su obra"*Mar. 13:34, la obra para la cual lo capacitan sus aptitudes, la que dará como resultado la mayor suma de bien para sí mismo y sus semejantes, y la mayor honra para Dios. De modo que nuestro negocio a vocación forma parte del gran plan de Dios y, mientras se lleve a cabo de acuerdo con su voluntad, él se responsabilizará de los resultados. Como "colaboradores de Dios"*1Cor. 3:9, la parte que nos toca es obedecer fielmente sus instrucciones. No hay, por lo tanto, lugar para la preocupación y la ansiedad. Se requieren diligencia, fidelidad, cuidado, economía y discreción. Cada facultad debe emplearse hasta lo sumo. Pero no debemos poner nuestra confianza en el resultado feliz de nuestros esfuerzos, sino en la promesa de Dios. La Palabra que alimentó a Israel en el desierto, y mantuvo a Elías mientras prevalecía el hambre, tiene hoy el mismo poder que entonces.
"No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos? . . . Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. *Mt. 6:31, 33. El que da a los hombres la facultad de obtener riquezas, ha unido al don una obligación. Reclama una porción determinada de todo lo que adquirimos. El diezmo pertenece al Señor. "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles". . . "Y todo diezmo de vacas o de ovejas. . . será consagrado a Jehová”. * Lev. 27:30,32.
La promesa hecha por Jacob en Betel, muestra lo que abarca la obligación. "De todo lo que me dieres -dijo-, el diezmo apartaré para ti”. *Gen. 28:22. "Traed los diezmos al alfolí" *Mal. 3:10, es la orden de Dios. No se extiende ninguna invitación a la gratitud 139 o generosidad. Es una cuestión, de simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que le devolvamos lo que le pertenece.
"Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”.
*1Cor. 4:2. Si la honradez es un principio esencial en los negocios, ¿no hemos
de reconocer nuestra obligación hacia Dios, obligación en la que se basan todas
las demás?
De acuerdo con las condiciones en
que se funda nuestra mayordomía, tenemos obligaciones, no sólo con Dios, sino
con los hombres. Todo ser humano está en
deuda con el amor infinito del Redentor por los dones de la vida. El alimento, el vestido, el abrigo, el
cuerpo, la mente y el alma, todo ha sido comprado con su sangre. Y por la deuda de gratitud y servicio que nos
ha impuesto, Cristo nos ha ligado a nuestros semejantes. Nos ordena: "Servíos por amor los unos a los otros”. *Gal. 5:13. "En
cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
*Mt. 25:40.
"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios -declara Pablo- soy deudor”. *Rom. 1:14. Lo mismo ocurre con nosotros. Puesto que nos ha bendecido más que a los demás, somos deudores de todo ser humano a quien podamos beneficiar.
Estas verdades tienen
que ver no sólo con la cámara privada, sino con la oficina de contabilidad
también. Los bienes que manejamos no nos pertenecen, y jamás
estaremos seguros si perdemos de vista este hecho. Somos sólo administradores, y del
cumplimiento de nuestra obligación hacia Dios dependen tanto el bienestar de
nuestros semejantes, como nuestro propio destino en esta vida y la venidera.
"Hay
quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es
justo, pero140 vienen a pobreza". "Echa tu pan sobre las aguas;
porque después de muchos días lo hallarás". "El alma generosa será
prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. *Prov. 11:24; Ecl.
11:1; Prov. 11:25. Ed 138-140.
Ministerio
Hno. Pio
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