INTRODUCCIÓN
1.TÍTULO. Los manuscritos
griegos más antiguos del NT existentes hoy dan a este libro el título de
"Según Mateo". El título que
aparece en la RVR -"El Evangelio de San Mateo"- se encuentra en la
mayoría de los manuscritos posteriores, menos la palabra "San". El título que lleva en el Textus receptus
(ver p. 143), "El Santo Evangelio según Mateo", sólo se encuentra en
los manuscritos más recientes. En las
Escrituras, el término "evangelio" (gr. euaggélion) significa
"buenas nuevas". Es decir, las
buenas nuevas de salvación expuestas en la vida y las enseñanzas de Jesús. No se aplica al registro escrito en sí; sin
embargo, después del período neotestamentario, se usó esta palabra también para
referirse a los libros que narran la vida de Jesús.
2. AUTOR. Los antiguos
escritores afirman unánime y consecuentemente que el autor del primero de los
cuatro Evangelios fue Mateo, el discípulo.
La evidencia interna indica que el libro fue escrito por un judío
convertido al cristianismo. Tal fue el caso de Mateo (Mat. 9:9; cf. Mar. 2:14).
Por haber sido publicano antes de ser llamado al discipulado, Mateo debe de
haber estado acostumbrado a conservar registros, cualidad de gran valor para el
que escribe una narración histórica. La
modesta referencia que hace de sí mismo en la fiesta (Mat. 9:10; cf. Luc. 5:29) puede compararse con la forma en
que Juan (Juan 21:24) y posiblemente Marcos (Mar. 14:51-52) se refieren a sí
mismos, y por lo tanto puede ser un testimonio indirecto de que Mateo lo
escribió.
En torno del año 140 d. C., Papías de Hierápolis, tal como lo cita Eusebio
(Historia eclesiástica iii. 39), afirmó que "Mateo escribió ciertamente
los oráculos divinos en lengua hebrea, cada cual los interpretó como
pudo". Medio siglo más tarde,
Ireneo escribió, según lo cita Eusebio (Historia eclesiástica v. 8): "
'Mateo... dio a luz entre los hebreos un Evangelio escrito en la lengua de
éstos, mientras Pedro y Pablo predicaban a Cristo en Roma y echaban los
cimientos de la Iglesia'".
Basándose en estas declaraciones y afirmaciones similares de escritores
posteriores, algunos han llegado a la conclusión de que el Evangelio de Mateo
fue escrito originalmente en arameo (el "hebreo" de Papías e Ireneo)
y fue posteriormente traducido al griego; sin embargo, esta teoría no ha
merecido aceptación general. La
evidencia existente hoy está lejos de ser decisiva. En vista de que se sabe que numerosas
"obras" circularon entre los judíos sólo en forma oral, se cree que
la referencia de Papías con respecto a 266 que Mateo escribió los
"oráculos" de Jesús, se refiere más bien a una composición oral y no
escrita, y que el "evangelio" de Ireneo quizá fue también un relato
oral. No hay evidencia de que Papías e Ireneo
se refirieran a lo que hoy conocemos como el Evangelio según Mateo. Las razones por las cuales inferimos que el
Evangelio de Mateo, como lo tenemos hoy, fue escrito originalmente en griego,
son las siguientes:
1. El texto griego de Mateo no revela las características de una obra
traducida. Los supuestos arameísmos
aparecen también en los otros Evangelios, y pueden indicar solamente que el
autor pensaba en arameo mientras escribía en griego. El libro de Apocalipsis está repleto de
expresiones idiomáticas arameas.
2. La uniformidad de lenguaje y estilo dan claramente la impresión de que
el libro fue escrito originalmente en griego.
3. Los notables parecidos lingüísticos con el griego de Marcos, en
especial, y en menor grado con Lucas, hacen más difícil la posibilidad de que
se trate de una traducción.
Con respecto al origen de los cuatro Evangelios, ver las pp. 170-175.
3. MARCO HISTÓRICO.- Durante la vida
de Cristo, Palestina estaba bajo la jurisdicción de Roma, cuyas legiones,
comandadas por Pompeyo, subyugaron la región y la anexaron a la provincia
romana de Siria en 64-63 a. C. Después
de haber disfrutado de independencia política durante unos 80 años antes de la
llegada de los romanos, los judíos sufrieron mucho por la presencia y la
autoridad de los gobernantes extranjeros, tanto civiles como militares. Cuando el senado romano nombró a Herodes el
Grande (37-4 a. C.) como rey sobre buena parte de Palestina, la suerte de los
judíos fue aún más angustiosa. Ver pp. 42-44.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/04/la-historia-de-israel-entre-malaquias.html
Es fácil entender que el deseo de lograr la independencia se convirtiera en
una obsesión general y afectara casi todos los aspectos de la vida
nacional. Sobre todo, este deseo
impregnaba el pensamiento religioso de la época y la interpretación de los
pasajes mesiánicos del AT. La dominación
de los romanos era resultado directo de la desobediencia a los mandatos divinos
(ver t. IV, pp. 34-35). Mediante Moisés
y los profetas, Dios le había advertido a su pueblo en cuanto a los
sufrimientos que seguirían a la desobediencia.
Era natural que los judíos procuraran liberarse del doble yugo que les
imponían César y Herodes. En repetidas ocasiones surgieron caudillos que con
celo mesiánico lucharon por los derechos del pueblo y para reparar las
injusticias por medio de la espada. Los
judíos creían de todo corazón que las profecías mesiánicas del AT les prometían
un mesías político que libraría a Israel de la opresión extranjera y subyugaría
a todas las naciones. Las aspiraciones
políticas distorsionaban así la esperanza mesiánica, y puesto que Jesús de
Nazaret no cumplió estas falsas expectativas, el orgullo nacional impidió que
el pueblo reconociera en él a Aquel de quien los profetas habían dado
testimonio.
Se trata más ampliamente el marco histórico de los Evangelios en las pp.
42-69.
4.TEMA. El tema de cada
uno de los cuatro Evangelios es la encarnación, la vida ejemplar, el ministerio
público, la muerte vicaria, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. No fue por un
accidente que los cuatro Evangelios llegaron a formar parte del sagrado canon
del NT, pues cada uno de ellos hace una contribución propia a la narración
evangélica. La misión del Hijo de Dios
en esta tierra era de tal magnitud que hubiera sido difícil, si no imposible,
aun para los que estaban más íntimamente relacionados con Jesús, captar el
significado de cada detalle de esa maravillosa vida. A fin de que se preservara para las
generaciones futuras un cuadro completo de la vida y del ministerio de Jesús,
la Inspiración dirigió y capacitó a cuatro hombres para que se conservara el
registro del relato 267 evangélico, escrito quizá desde el punto de vista que a
cada uno le interesaba personalmente. Al
escribir, cada uno de los cuatro evangelistas tenía un propósito claro. Cada uno omitió ciertos hechos mencionados
por los otros y añadió detalles propios.
Ver pp. 181-182.
Es como si cuatro pintores hubieran pintado un retrato de Jesús, cada uno
desde un ángulo diferente. En todos los
casos, el tema es el mismo, pero el aspecto es diferente. En su conjunto, los cuatro retratos
proporcionan un concepto más completo y perfecto de Jesús de lo que podría
hacer un cuadro solo. El retrato así
formado por los cuatro evangelistas nos permite contemplar la vida de Cristo en
su verdadera perspectiva. Todo lo que
necesitamos conocer acerca del Salvador ha sido revelado (ver CW 158).
Guiado por la Inspiración, cada evangelista escogió los hechos que mejor se
avenían a su propósito, y los ordenó de acuerdo con el punto de vista que
eligió. De este modo, algunas veces
omitió cosas narradas por los otros, por lo que resulta a veces difícil
correlacionar las diversas partes del relato evangélico y asignar a cada una su
lugar adecuado en la secuencia de los sucesos. "No existe siempre orden
perfecto ni aparente unidad en las Escrituras.
Los milagros de Cristo no se presentan en su orden exacto" (EGW MS
24, 1886). Ver en las pp. 186-191 una
cronología sugerente de los diversos acontecimientos de la vida de Cristo.
Cada uno de los cuatro evangelistas presenta a Jesús ante sus lectores de
una manera característica, según los propósitos de su propio relato
evangélico. Tanto Mateo como Lucas lo
presentan haciendo resaltar su papel como Hijo del hombre; Marcos y Juan
recalcan su verdadera divinidad y lo destacan como el Hijo de Dios. Mateo presenta a Jesús como hijo de Abrahán,
como judío, Aquel que había venido en cumplimiento de las promesas hechas a los
padres. Lucas lo señala como hijo de
Adán (Luc. 3:38), y por ende como Salvador de toda la humanidad. Dando por
sentada su divinidad, Marcos sencillamente declara que es Hijo de Dios (Mar.
1:1). Juan afirma que la verdadera humanidad de Jesús (Juan 1:14) de ningún
modo disminuye el hecho de que es divino en el sentido absoluto de la palabra
(Juan 1:1-3).
Una característica distintiva del Evangelio de Mateo es su registro íntegro
de los sermones y de los otros discursos del Salvador. Presenta a Cristo como el gran Maestro. Su Evangelio contiene seis grandes discursos,
registrados ampliamente. En los otros
Evangelios aparecen en forma breve o no están registrados. Son los siguientes: (1) el Sermón del Monte,
cap. 5-7; (2) el discurso sobre el discipulado, cap. 10; (3) el sermón junto al
mar, enteramente compuesto de parábolas, cap. 13; (4) el discurso sobre la
humildad y las relaciones humanas, cap. 18; (5) el discurso sobre la
hipocresía, cap. 23; (6) el discurso sobre el regreso de Cristo, cap. 24-25.
Una segunda característica importante atañe a aquellos aspectos del
Evangelio que revelan claramente el tipo de público al cual se dirigía
Mateo. Ese público parece haber estado
compuesto mayormente de judíos cristianos y de judíos incrédulos. Su propósito evidente era convertir a estos
últimos a la fe en Jesús como el Mesías de la profecía, y confirmar la fe de
los primeros. Más que todos los otros
escritores evangélicos juntos, Mateo presenta a Jesús como Aquel a quien
anticipaban los símbolos del AT y en quien hallaron su cumplimiento. Presenta a Jesús como el que vino no para
abolir "la ley", sino para cumplirla (cap. 5:17); como hijo de
Abrahán e hijo de David, el padre de la nación y su más ilustre rey,
respectivamente.
El falso concepto que los judíos tenían de la persona del Mesías y de la
naturaleza de su reino, los llevó a rechazar a Jesús. El Mesías de sus sueños era un gran rey que
conduciría la nación a la independencia y a la supremacía mundial. Pero no concebían a su Mesías como Rey de
justicia, como Aquel que los llevaría a vencer el pecado 268 en sus propias
vidas y a lograr la verdadera libertad espiritual. Los judíos no podían reconciliar los pasajes
del AT que describían a un Mesías sufriente con los otros que predecían su
glorioso reinado. Como resultado, no
tomaban en cuenta los primeros y hacían una aplicación errónea de los últimos
(DTG 21-22, 182-183, 222, 722-723). Para
los judíos, estos pasajes contradictorios constituían una paradoja
insoluble. Buscaban exclusivamente el
reino glorioso del Mesías, y no encontraban lugar en sus planes para el reino
de la gracia del Mesías, el requisito previo necesario para alcanzar el reino
de gloria (ver com. cap. 4:17; 5:2-3).
Mateo parece haber tenido el propósito de resolver este dilema y mostrar
que el Mesías vencedor también era un Mesías sufriente. Resuelve este problema
mostrando que Jesús era en verdad rey de Israel y la "Simiente"
prometida a David, pero que a la vez era un Mesías sufriente. Ver com. Mat. 2:1.
Otro hecho importante que debe recordarse al estudiar el libro de Mateo es que este Evangelio esencialmente presenta la vida de Cristo en un orden lógico, ordenado por temas, y no cronológicamente. Es verdad que hay cierta secuencia cronológica dentro de la ubicación de las fases principales de la vida y del ministerio de Jesús. Pero la secuencia de los acontecimientos dentro de un período dado no necesariamente sigue el verdadero orden cronológico.
En realidad, Mateo se
aparta de la estricta secuencia cronológica más que ningún otro escritor
evangélico, puesto que su meta principal es la de desarrollar un concepto
específico en cuanto a la vida y la misión de Jesús que contribuya a lograr el
propósito primordial que lo movió a escribir.
No es el cronista que registra todos los acontecimientos a medida que
ocurren, sino el historiador que reflexiona sobre el significado de estos
acontecimientos teniendo como telón de fondo la historia de la nación
escogida. Ver pp. 181-182.
5. BOSQUEJO.
El breve bosquejo que se presenta a continuación refleja el propósito que
tenía Mateo al componer el relato evangélico.
I. NACIMIENTO, INFANCIA Y NIÑEZ, 1:1
a 2:23.
A. Antes del nacimiento de
Jesús, 1:1-25.
B. La niñez de Jesús, 2:1-23.
II. PREPARACIÓN PARA EL
MINISTERIO, OTOÑO (septiembre-noviembre) de 27 d. C., 3:1 a 4:11.
A. Ministerio de Juan el
Bautista, 3: 1-12.
B. El bautismo, 3:13-17.
C. La tentación, 4:1-11.
III. MINISTERIO EN GALILEA, DE
PASCUA A PASCUA, 29-30 d. C., Capítulos 4:12 a 15:20.
A. Comienzos del ministerio en
Galilea, 4: 12-25.
B. El Sermón del Monte, 5:1 a
8:1.
C. El poder de Jesús sobre la
enfermedad, la naturaleza y los demonios, 8: 2 a 9:34.
D. Instrucción sobre métodos
de evangelización, 9:35 a 11:1.
E. La delegación enviada por
Juan el Bautista, 11:2-30.
F. Conflicto con los fariseos,
12:1-50.
G. El sermón junto al mar:
parábolas del reino, 13:1-52.
H. Fin del ministerio público
en Galilea, 13:53 a 15:20.
IV. TERMINACIÓN DEL MINISTERIO
PÚBLICO, PRIMAVERA A OTOÑO (marzo-noviembre), 30 d. C., 15:21 a 18:35.
A. Ministerio en las regiones
vecinas a Galilea, 15:21-39.
B. Nuevos conflictos con los
fariseos, 16:1-12. 269
C. Preparación para la cruz,
16:13 a 17:27.
D. La importancia de la
humildad en las relaciones humanas, 18:1-35.
V. MINISTERIO EN PEREA, OTOÑO A
PRIMAVERA (DE SEPTIEMBRE-MAYO), 30-31 D. C., 19:1 A 20:34.
A. Enseñanzas en Perea, 19:1 a
20:16.
B. El último viaje a
Jerusalén, 20:17-34.
VI. MINISTERIO FINAL EN
JERUSALÉN, PASCUA, 31 d. C., 21:1 a 27:66.
A. Conflicto con los escribas
y fariseos, 21:1 a 23:39.
B. Instrucciones en cuanto a
la segunda venida de Cristo, 24:1 a 25:46.
C. El arresto y el juicio,
26:1 a 27:31.
D. La crucifixión y la
sepultura, 27:32-66.
VII. LA RESURRECCIÓN; APARICIONES POSTERIORES, 28:1-15.
A. La gran comisión, 28:16-20.
(5CBA) MHP
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