sábado, septiembre 04, 2021

REFLEXIÓN 826. APLICACIÓN PRÁCTICA DE LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE: Sacrificio Propio Y Relación Iglesia-Miembros (ROMANOS 12).

Romanos 12. Vers. (1-2) Las misericordias de Dios deben movernos a agradarle. (3-5) Nadie debe tener un concepto demasiado elevado de sí mismo, (6-8) sino servir de acuerdo con el don que ha recibido. (9-18) Se requiere de nosotros amor y muchos otros deberes. (19-21) Se prohíbe especialmente la venganza.

1 ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; 7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. 10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; 12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; 13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes.  No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. (Romanos 12).

1. Así que. Podría referirse de nuevo y especialmente a la declaración de la misericordia de Dios que todo lo abarca (cap. 11:32-36), o en una forma más general a todo el tema precedente de la epístola, cuya culminación está en el cap. 11:32-36. 

El creyente ha sido justificado por la fe en Cristo y restaurado para que ame y confíe como hijo adoptivo de Dios, por lo tanto debe vivir una vida de pureza y santidad de acuerdo con su nueva situación. Por eso Pablo aclara que la doctrina de la justificación por la fe y la salvación por la gracia no fomentan ni permiten la impiedad, ni tampoco un negligente menosprecio de los mandamientos de Dios. Por el contrario, el creyente que ha sido justificado y está siendo santificado llega a estar aún más dispuesto a obedecer, pues "la justicia de la ley" se está cumpliendo en él (cap. 8:4). Con amor y gratitud procura aun más fervientemente conocer, entender y cumplir "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (cap. 12:2).

Os ruego. Pablo procede ahora a considerar la aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe que ha explicado tan cuidadosamente en los cap. 1-11. 

La justificación por la fe no sólo significa el perdón del pecado, sino también una vida nueva. Incluye santificación y justificación, transformación y reconciliación. El propósito de Dios es restaurar completamente a los pecadores para hacerlos idóneos para vivir en su presencia.

Misericordias. Gr. oiktirmós, palabra que expresa la más tierna compasión (ver 2 Cor. 1:3). Es un término más enfático que eleos, el vocablo que se traduce "misericordia" en Rom. 11:31. Pablo presenta esta tierna compasión como el motivo para la obediencia. Dios ha demostrado una misericordia tan grande al dar a su Hijo para que muriera por los pecadores y al perdonar sus rebeliones, que debieran con gozo consagrarse a él.

Presentéis. Gr. paríst'mi, "colocar al lado", por lo tanto, "presentar". Compárese con el uso de esta palabra en Luc. 2:22; Efe. 5:27; Col. 1:28.

Vuestros cuerpos. Pablo primero exhorta a los cristianos a que consagren su cuerpo a Dios, y después los insta a presentarle sus facultades intelectuales y espirituales (vers. 2). La verdadera santificación es la consagración de todo el ser: "espíritu, alma y cuerpo" (1 Tes. 5:23), el armonioso desarrollo de las facultades físicas, mentales y espirituales, hasta que la imagen de Dios -en la cual fue creado el hombre- sea perfectamente restaurada (Col. 3:10).

La condición de la mente y del alma depende en gran medida de la condición del cuerpo. Por lo tanto, es esencial que las facultades físicas sean conservadas en óptima salud y en el mejor vigor posible. Cualquier práctica dañina o complacencia egoísta que disminuya la fortaleza física dificulta el desarrollo mental y espiritual. El enemigo de las almas conoce bien este principio, y por lo tanto dirige sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de la naturaleza física. 

Los resultados de esa mala obra eran perfectamente evidentes para Pablo quien procuraba rescatar a los paganos de sus prácticas degradantes (ver Rom. 1:24, 26-27; 6:19; Col. 3:5,7) y se esforzaba por afirmar a los nuevos conversos en pureza de vida (ver 1 Cor. 5:1, 9; 6:18; 11:21; 2 Cor. 12:21). Por lo tanto, los exhorta a que presenten sus "miembros" a Dios como "instrumentos de justicia" (Rom. 6:13; cf. 1 Cor. 6:15,19; 7: 34). El cristiano debe someter las tendencias de su naturaleza física bajo el dominio de las facultades más elevadas de su ser, y éstas a su vez deben estar sometidas al control de Dios. "La Facultad regia de la razón, santificada por la gracia divina, debe regir la vida" (PR 359). Sólo entonces el creyente puede ser hecho idóneo para ofrecer a Dios un "culto racional" (ver com. "racional" y "culto").

Sacrificio vivo. Los sacrificios del sistema ceremonial del AT consistían de animales muertos. El sacrificio cristiano consiste de una persona viva. El adorador cristiano se presenta vivo, con todas sus energías y facultades consagradas al servicio de Dios.

Santo. A los judíos se les había prohibido expresamente que ofrecieran en sacrificio un animal que fuera cojo o ciego, o que tuviera una deformidad (Lev. 1:3, 10; 3:1; 22:20; Deut. 15:21; 17:1; Mal. 1:8). Cada ofrenda era examinada cuidadosamente, y si se descubría en ella cualquier defecto, el animal era rechazado. Los cristianos también deben presentar su cuerpo en la mejor condición posible. Todas sus facultades y capacidades deben ser conservadas en pureza y santidad, pues de lo contrario la consagración del cristiano no puede ser aceptable delante de Dios.

Esta no es una exigencia arbitraria. Dios desea la completa restauración de los creyentes. Esto incluye necesariamente la purificación y el fortalecimiento de las facultades físicas, mentales y espirituales. Por eso el cristiano que se somete por fe a la forma que Dios tiene de salvar al hombre, gozosamente obedecerá esta orden de considerar la salud de su cuerpo como un asunto de máxima importancia. Proceder de otra manera es estorbar la obra divina de la restauración.

Agradable. Ver Fil. 4:18; Col. 3:20; Tito 2:9. El Dios que amó al mundo de tal manera que dio a su Hijo para salvar a los pecadores, "se agrada" cuando los hombres se apartan de los hábitos con los cuales se destruyen a sí mismos, y se entregan plenamente al Señor. De esa manera hacen que él pueda cumplir su bondadoso propósito de rescatarlos y llevarlos a la perfección con que originalmente fue creado el hombre.

Culto. Gr. latréia. Este término implica un acto de servicio religioso o de adoración. Compárese con su uso en Heb. 9:1 y Rom. 9:4. Pablo está hablando de un culto que tiene que ver con la mente, la razón, el alma, como algo diferente de lo que es externo y material. La consagración que hace el cristiano de sí mismo a una vida de pureza y santidad es un acto de culto espiritual. Ya no ofrece más animales en sacrificio, sino se ofrece a sí mismo en un acto de servicio religioso que involucra su razón. Por eso Pedro describe a los creyentes como "un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Ped. 2:5; cf. CRA 82).

Este versículo atribuye un profundo significado a los principios de una vida saludable. El creyente cumple con un acto de culto espiritual al ofrecer a Dios un cuerpo santo y sano, junto con una mente consagrada y un corazón dedicado, porque al proceder así somete todo lo que hay en él a la voluntad de Dios y así abre el camino para la plena restauración en él de la imagen divina. Conservar las facultades físicas en la mejor condición posible es un acto de servicio religioso. Esto se debe a que el cristiano glorifica a Dios en su cuerpo (1 Cor. 6:20; cf. 1 Cor. 10:31) cuando sirve como ejemplo vivo de la gracia salvadora de Dios y participa con gran fuerza y energía en la obra de difundir el Evangelio. En esta forma fue como la corte de Babilonia contempló en Daniel y en sus compañeros "una ilustración de la bondad y beneficencia de Dios, así como del amor de Cristo" (PR 359). Sus vidas puras y su notable desarrollo físico, mental y espiritual fueron una demostración de lo que Dios hará por aquellos que se entregan a él y procuran realizar los propósitos divinos. Ver com. Dan. 1:12,18.

Racional. Gr. logikós, "razonable", "espiritual', "lógico". Esta palabra aparece sólo una vez más en el NT en 1 Ped. 2:2, donde se ha traducido como "espiritual" (ver comentario respectivo).

2. Conforméis. Gr. susj'matízÇ, "conformarse uno al molde de otro". Este verbo también se usa en 1 Ped. 1:14.

Siglo. Gr. aiÇn, "edad" o "siglo" (ver com. Mat. 13:39; 24:3). La expresión "los hijos de este siglo" (Luc. 16:8; 20:34) podría traducirse "los hijos de este mundo", como se lee en la BJ. El cristiano no debe vivir de acuerdo con los usos de este siglo, como acostumbraba hacerlo cuando vivía según la carne (Rom. 8:12); por el contrario, debe experimentar una completa transformación por medio de la renovación de su mente.

Transformaos. Gr. metamorfóÇ, verbo del cual deriva la palabra "metamorfosis". En Mat. 17:2; Mar. 9:2 se usa para describir la transfiguración de Cristo; en 2 Cor. 3:18 describe la transformación del creyente a la imagen de Cristo. Pablo está diciendo que el cristiano no debe copiar las costumbres externas y mudables de este mundo, sino ser plenamente transformado en su naturaleza íntima. La santificación incluye una separación externa del creyente de todas las costumbres profanas del mundo y una transformación interior. En otros pasajes del NT este cambio se describe como un nuevo nacimiento Juan 3:3), una resurrección (Rom. 6:4,11,13), una nueva creación (2Cor. 5:17; Gál. 6:15).

Renovación de vuestro entendimiento. La facultad del razonamiento de la persona, su capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto, están bajo el dominio de impulsos carnales antes de la conversión. Se describe la mente como "mente carnal" (Col. 2:18). Pero cuando ocurre la conversión, la mente queda sujeta a la influencia del Espíritu de Dios. El resultado es que "nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Cor. 2:13-16). "Las palabras 'os daré corazón nuevo' significan 'os daré una mente nueva"' (EGW RH 18-12-1913).

La muerte de la vida antigua en la carne y el comienzo de la vida nueva en el Espíritu (Rom. 6:3-13) se describen como "el lavamiento de la regeneración y. . .  la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3:5). Este cambio renovador, que comienza cuando el creyente se convierte y nace de nuevo, es una transformación progresiva y continua, pues "nuestro hombre... interior... se renueva de día en día" (2 Cor. 4:16) "hasta el conocimiento pleno" (Col. 3:10). 

Y a medida que el hombre interior se va transformando por el poder del Espíritu Santo, la vida exterior también va cambiando progresivamente. La santificación de la mente se revelará en una manera más santa de vivir, a medida que el carácter de Cristo se reproduzca más y más perfectamente en el creyente (ver PVGM 69).

Comprobéis. Gr. dokimázÇ. Esta palabra implica probar y aprobar.  Incluye el doble proceso de decidir qué es la voluntad de Dios y luego aprobarla y proceder de acuerdo con ella (cf.  Rom. 2:18; Efe. 5:10; Fil. 1:10). Mediante la renovación de su mente, el creyente queda capacitado para saber lo que Dios quiere que haga. Tiene discernimiento espiritual para orientarse en medio de los múltiples posibles caminos que se presentan en este siglo malo. 

Como ya no tiene una mente carnal sino la mente de Cristo, está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y de esa manera puede reconocer y entender la verdad (Juan 7:17). Sólo la mente que ha sido renovada por el Espíritu Santo puede interpretar correctamente la Palabra de Dios. Las Escrituras inspiradas sólo pueden ser entendidas mediante el discernimiento que da el mismo Espíritu por el cual fueron dadas originalmente (ver Juan 16:13-14; 1 Cor. 2:10 -11; OE 312).

Cuál sea la buena. Es posible traducir la última parte del versículo de esta manera: "De forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (BJ). De acuerdo con la traducción de la RVR, se describen las características de la voluntad de Dios; según la traducción de la BJ, el contenido de su voluntad. La diferencia esencial de significado es mínima.

3. Digo, pues. Pablo ahora procede a demostrar los resultados prácticos de una mente renovada e iluminada. Primero habla de la humildad y de la cordura que convienen a un creyente consagrado y del uso adecuado de los dones espirituales para la edificación unificada de la iglesia.

Por la gracia. Pablo habla en virtud de la autoridad que le fue conferida como apóstol para declarar la voluntad de Dios (ver Rom. 1:5; 15:15-16; 1 Cor. 3:10; 15:10; Gál. 2:9; Efe. 3:2, 7-8).

A cada cual. "A todos y a cada uno" (BJ). Con estas enfáticas palabras Pablo expresamente incluye a cada miembro de la iglesia de Roma, no importa cuán encumbrado fuera su cargo o cuán grande su Influencia. Quizá Pablo temía que los cristianos de Roma pudieran caer en la misma condición de presunción espiritual en que habían caído los creyentes de Corinto, desde cuya ciudad estaba escribiendo esta epístola (cf. 1 Cor. 1-5; 2 Cor. 10:13).

Que no tenga más alto concepto. En griego hay un juego de palabras que no se puede reproducir fácilmente en castellano. La traducción literal poco más o menos sería: "no juzgarse más allá de lo que uno debe juzgarse sino juzgar para juzgar con sabiduría". Esta es una decidida admonición contra la presunción propia. Necesitamos llegar a conocer bien los puntos débiles y también los puntos fuertes de nuestro carácter para que podamos estar constantemente en guardia, no sea que emprendamos actividades o aceptemos responsabilidades que Dios nunca nos ha asignado (ver OE 334).

Cordura. Gr. sÇfronéÇ, "tener sano juicio", "estar en sus cabales", "pensar con sabiduría". La persona altiva y presuntuosa no está bien equilibrada. La humildad es el efecto inmediato de la entrega a Dios y la consiguiente renovación de la mente. El creyente consagrado reconoce su dependencia de la gracia de Dios por cada don espiritual del que pueda disfrutar, y esto no deja lugar para una indebida estima propia. El cristiano se estima con sensata discriminación y sano juicio.

La medida de fe. Esta es la verdadera norma por la cual el ser humano debe medirse a sí mismo. La persona cuya mente no ha sido renovada y que es carnal, se estima mediante las normas del mundo: por la riqueza, la posición o el conocimiento. Siempre se está esforzando por dar la impresión de que es más grande de lo que realmente es. Pero cuando interviene la fe y se renueva la mente, el creyente recibe la facultad para discernir las verdaderas limitaciones de sus capacidades. La fe le proporciona una nueva norma de medida para determinar con precisión la naturaleza y los alcances de sus capacidades, y por eso no se excede en lo que piensa de sí mismo. Comprende que mientras más grande sea su fe, mayor será su influencia espiritual y su poder. Pero esto no le enorgullecerá, pues mientras mayor sea su medida de fe más penetrante será la comprensión de su completa dependencia de Dios.

4. Un cuerpo. La razón por la cual los cristianos deben ser humildes y tener buen juicio es porque la iglesia, a semejanza del cuerpo humano, está constituida por muchos miembros que cumplen diferentes funciones. Todas esas funciones son necesarias e importantes, pero no todas parecen tener la misma importancia. El bienestar y el progreso de todo el grupo dependen de un espíritu de amor, de cooperación y de estima mutua entre los miembros. En esa función cada individuo desempeña los deberes que le son asignados. Este símbolo del cuerpo y de sus miembros se presenta con más amplitud en 1 Cor. 12:12-27.

Función. Gr. práxis, "modo de actuar".

5. Un cuerpo en Cristo. Así como muchas partes componen el cuerpo humano, así también la multitud de cristianos son un cuerpo en Cristo. Cristo es Aquel que une y fortalece a todo el conjunto de creyentes. 

Compárese con la descripción que hace Pablo de Cristo como la cabeza del cuerpo, y todos los miembros sometidos a él (Efe. 1:22; 4:15-16; Col. 1:18). Esta unidad de la iglesia cristiana implica la dependencia mutua de sus miembros. Puesto que todos pertenecen a un solo cuerpo, como individuos se pertenecen mutuamente. Por eso Pablo exhorta a los creyentes a que colaboren, cada uno en su debida esfera, para el bienestar común de la iglesia.

6. Diferentes. De acuerdo con la gracia que le fue dada, Pablo fue escogido como apóstol (ver com. vers. 3); según la gracia que les fue dada a los otros creyentes, fueron escogidos para ser profetas, maestros, para hacer milagros, para sanar enfermos, etc. (1 Cor. 12:28). Por la gracia de Dios, los miembros de la iglesia cristiana fueron dotados de una amplia variedad de facultades espirituales, para hacer frente a las muchas diferentes necesidades de sus hermanos en la fe y para difundir el Evangelio en toda nación, lengua y pueblo. Pablo desarrolla este tema con detalles mucho más amplios en 1 Cor. 12 (ver comentario respectivo).

Dones. Gr. járisma, "regalo inmerecido", "don divino" (ver Rom. 1:11; 5:15-16; 6:23; 11:29; 1 Cor. 7:7; 12:4,9,28). Se trata de cualidades y poderes especiales impartidos a los creyentes por el Espíritu Santo para el servicio de la iglesia. Con frecuencia parecen ser talentos naturales que distribuye el Espíritu, aumentando su poder y santificando su uso. Todos esos dones espirituales son dones conferidos de acuerdo con la voluntad y el propósito de Dios. Los que los reciben no tienen motivo para engreírse. La fuente del aumento de su vigor e influencia no está en ellos mismos.

Profecía. En las Escrituras se aplica este término a cualquier declaración inspirada y no se limita a la predicción de acontecimientos futuros. Un profeta puede hablar del pasado, del presente o del futuro (ver Exo. 7:1; Luc. 1:76-77; Hech. 15:32; 1 Cor. 14:3, 24-25).

Medida. Gr. analogía, literalmente "proporción". Esta palabra sólo aparece aquí en el NT En el griego clásico se usaba como un término matemático. De ella proviene nuestro vocablo "analogía". El significado de la expresión "conforme a la medida de la fe" se puede ver comparándola con una frase paralela: "conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno", vers. 3. Si la mente del cristiano ha sido renovada (vers. 2) y ha llegado a ser capaz de juzgar con "cordura" (vers. 3), pesará debidamente sus capacidades y facultades, y las empleará bien y humildemente en el servicio de Dios, quien le proporcionó tales dones con ese propósito (ver com. vers. 3).

7. Servicio. Gr. diakonía. Esta palabra se usa con frecuencia en el NT en un sentido general, para incluir toda ministración y todo cargo en la iglesia cristiana (ver Hech. 1:17,25; 20:24; 21:19; Rom. 11:13; 1 Cor. 12:5; 2 Cor. 3:8-9; 4:1; 5:18; 6:3; 11:8; Efe. 4:12; 1 Tim. 1:12; 2 Tim. 4:5,11). A veces se usa en un sentido especial para la distribución de ayuda y la atención de las necesidades materiales (Hech. 6:1; 11:29, aquí se ha traducido como "socorro"; 12:25; Rom. 15:31; 1 Cor. 16:15; 2 Cor. 8:4; 9:1, 12-13).

Pablo está hablando en este pasaje de dones diferentes y especiales, y como hace distinción entre el "ministerio" (o "servicio") y el don profético, y la enseñanza y la exhortación, parece evidente que "servicio" debe entenderse en el sentido más limitado, esto es, el servicio en asuntos temporales y materiales, como la atención de las necesidades de los pobres, los enfermos y los forasteros.

En servir. El texto griego de la primera parte de este versículo dice literalmente: "O ministerio, en la ministración". El significado evidente es que aquellos que han sido llamados a esta clase de servicio, debieran dedicarse a él de todo corazón. No debe considerarse livianamente la obra de atender los asuntos seculares de la iglesia, pues es un don de la gracia de Dios como lo es el don de profecía. El significado espiritual de un servicio tal resalta por el hecho de que en los días de los apóstoles, sólo los hombres que estaban "llenos del Espíritu Santo y de sabiduría" fueron encargados de "la distribución diaria" de limosnas (Hech. 6:1,3).

Enseñanza. En 1 Cor. 12:18 el maestro sigue en importancia a los apóstoles y los profetas. Su obra es ordenar, desarrollar, imprimir en la mente y aplicar en la vida las verdades que han sido reveladas. Su don radica en la comprensión esclarecida y en la facultad de exponer con claridad. Estas fueron las características que dieron gran poder a Apolos (Hech. 18:24-28).

Los que han sido llamados por la gracia de Dios para ser maestros, no debieran entristecerse porque no han sido estimados dignos de ser profetas o apóstoles, ni tampoco debiera menospreciarse su obra como si fuera de menor dignidad o influencia. El Espíritu de Dios llama a los creyentes individualmente a la clase de servicio para el cual están mejor dotados y que concuerda con el propósito divino para la iglesia. Por lo tanto, el maestro cristiano que tiene fe en el liderazgo de Cristo en su iglesia, se dedicará por entero a su enseñanza. 

Además, como Pablo instruyó a Timoteo (1 Tim. 5:17), los ancianos que trabajan en la enseñanza son "dignos de doble honor".

8. Exhortación. Gr. parákl'sis, "llamamiento", "exhortación", "estímulo", "consolación" (ver su uso en Rom. 15:5; 2 Cor. 8:4; Fil. 2:1). La enseñanza se dirige principalmente al entendimiento, y la exhortación especialmente al corazón y a la voluntad. 

Algunos tienen el don especial de impulsar a otros a la acción, o de consolarlos cuando están en aflicción. Este es un don de Dios que debe emplearse humilde y fervientemente. Ver com. Mat. 5:4.

Reparte. Gr. metadídÇmi. Este término significa "contribuir" o "compartir" la riqueza y los propios bienes (compárese su uso en Luc. 3:11; Efe. 4:28). 

Pablo pasa de los dones que capacitan a la persona para un cargo especial en la iglesia, a otros de una naturaleza más general. 

La aceptación del cristianismo empobreció a muchos de los primeros creyentes, y llegó a ser necesario que fueran sostenidos con las dádivas liberales de sus hermanos en la fe (ver Hech. 2:44-45; Rom. 15:26; 1 Cor. 16:1; Gál. 2:10).

Liberalidad. "Sencillez" (BJ, BC, VM). Gr. haplót's, "sinceridad", "sencillez de propósito", y, por lo tanto, a veces "liberalidad" (ver 2 Cor. 8:2; 9:11,13). 

El cristiano que comparte sus bienes con otros debe hacerlo con sencillez de corazón (cf. Efe. 6:5; Col. 3:22) y no con doble propósito. No debe haber un fin de ostentación ni de egoísmo. 

Una actitud sincera y generosa de esa clase es también un don del Espíritu, cuya influencia guiadora es necesaria para el correcto uso de las riquezas (cf. Mat. 6:3; 19:21).

El que preside. Literalmente "el que está puesto al frente". La palabra se usa en el NT para referirse a los que están en cualquier cargo de autoridad o influencia, ya sea en la iglesia (1 Tes. 5:12; 1 Tim. 5:17) o en el hogar (1 Tim. 3:4-5,12). Su don especial es el de "los que administran" (1 Cor. 12:28, RVR) o de "gobierno" (BJ).

Solicitud. Gn spoud', "diligencia", "prisa", "empeño". En otros pasajes del NT esta palabra se ha traducido en la RVR en las siguientes formas: "prontamente" (Mar. 6:25), "de prisa" (Luc. 1:39), "diligencia" (2 Cor. 8:8) y "solicitud" (2 Cor. 7:11-12; 8:16). El que está en un cargo de liderazgo necesita energía y celo ferviente. Estas cualidades son no don del Espíritu Santo, y el cristiano que ha recibido ese don debiera entregarse con toda su alma a la obra que le ha sido asignada.

El que hace misericordia. En esta enumeración de dones, evidentemente Pablo establece una distinción entre dar limosnas y los actos de misericordia. Quizá se está refiriendo en forma particular a las formas de mostrar misericordia, como "visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones" (Sant. 1:27), "vendar a los quebrantados de corazón" (Isa. 61:1; cf. Luc. 4:18), visitar a los que están enfermos o encarcelados (Mat. 25:36,39,44).

Alegría. Gr. hilarót's, raíz de la palabra "hilaridad". Esta es la única vez que aparece esta palabra en el NT, aunque el adjetivo (hilarós) se usa en 2 Cor. 9:7: "Dios ama al dador alegre". Ya sea que consuele al afligido o socorra al doliente, "el que hace misericordia" debe demostrar que hace su servicio voluntaria y gozosamente. Los actos de bondad efectuados con alegría y gozo valen mucho más que los que se hacen sólo por cumplir con un deber. Jesús siempre estuvo rodeado de sufrientes y enfermos; sin embargo, siempre era benévolo, bondadoso y alegre (ver MC 15).

Los diferentes dones que Pablo ha enumerado deben emplearse con el debido espíritu y para el bien de todos. El creyente cristiano no menospreciará el nivel ni la función específica que el Señor le ha asignado. Tampoco tendrá de sí mismo un concepto más elevado que el que debe tener. Su meta y su gozo serán cumplir con fidelidad los deberes que tienen que ver con la esfera de la vida a la que ha sido divinamente llamado a trabajar.

9. Amor. Gr. agáp' (ver com. Mat. 5:44; 1 Cor. 13:1). Pablo, apartándose del tema del uso correcto de los dones específicos, prosigue instruyendo a los creyentes en el empleo del don máximo y principio básico de todo verdadero cristianismo: el amor. Continúa, como en 1 Cor. 12,13, su tema de los dones espirituales, con una referencia al amor. Las virtudes que enumera en Rom. 12:9-21 no son sino la manifestación externa del genuino amor cristiano.

Sin fingimiento. Gr. anupókritos, "sin hipocresía", "genuino", "sincero", "verdadero". Sólo es genuino el amor que odia lo malo y se aferra a lo bueno (cf. 1 Cor. 13:6).

Aborreced. Gr. apostugéÇ, que aparece sólo aquí en el NT, e implica odiar tanto una cosa que es necesario mantenerse apartado de ella. El amor sincero no puede disimular el mal en otro, no importa cuánto se ame a esa persona. Su meta será combatir siempre lo que es malo y apoyar lo que es bueno. El amor de Elí por sus hijos rebeldes demostró que no era genuino. Si su amor hubiera sido verdadero, hubiera corregido las malas tendencias de sus hijos. Pero las Escrituras registran los desastrosos resultados de la ciega indulgencia que toma el lugar del verdadero amor (ver Lev. 10:1-2; PP 374-375; 1 Sam. 3:13; 4:11, 18-22; PP 621-626).

Seguid. Gr. kolláÇ, "apegarse a", "unirse" a algo (ver Mat. 19:5; Hech. 8:29); "adhiriéndoos" (BJ).

10. Amaos. Gr. filóstorgos, término que expresa el amor muy tierno que existe entre parientes cercanos. La palabra se aplica adecuadamente a la hermandad de la familia cristiana. Los creyentes deben relacionarse con afecto mutuo como hijos e hijas que son del mismo Padre (cf. Mar. 3:35).

Amor fraternal. Gr. filadelfia, término que describe el estrecho vínculo que debe existir entre los miembros de la iglesia cristiana (ver su uso en 1 Tes. 4:9; Heb. 13:1; 1 Ped. 1:22; 2Ped. 1:7). El orden literal de las palabras de esta parte del versículo es "en amor fraternal, el uno al otro amaos cordialmente". Lo que Pablo quiere decir es que en el amor mutuo de los hermanos cristianos, todos deben sentir ese cálido afecto especial que existe entre los consanguíneos cercanos.

Prefiriéndoos. Gr. pro'géomai, "dirigir", "ir delante". Es la única vez que este verbo aparece en el NT. La frase griega que se traduce "en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros", es difícil de traducir al castellano. Ha sido interpretada de varias formas: "Estimando en más cada uno a los demás" (BJ, que añade en la nota correspondiente: "o 'teniéndoos mutuas deferencias' "). "Anticipándoos unos a otros en las señales de deferencia" (Ausejo).

El significado correcto quizá sea insinuado por un pasaje algo paralelo: "con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Fil. 2:3). El resultado del verdadero afecto es que uno no busca su propia honra ni posición, sino que está dispuesto a dar la honra a otros. Los hermanos en Cristo que están movidos por un amor genuino estarán más dispuestos a respetar a otros que a recibir respeto. Ninguno tendrá la ambición de recibir honores, sino que cada uno estará dispuesto a honrar a sus hermanos en la fe.

11. Diligencia. Gr. spoud', "ardor", "fervor"; "celo" (BJ). También se ha traducido como "solicitud" en el vers. 8. Pablo aquí no se refiere a asuntos seculares, sino a celo y energía espirituales. El cristiano no ha de permitir que su celo decaiga, sino debe dedicarse de todo corazón al servicio del Señor (Col. 3:23).

Este celo constante es el resultado de un genuino amor cristiano, pues el amor de Cristo es el que "constriñe" o "rige" a sus seguidores (2 Cor. 5:13-14). No hay lugar para los haraganes en el reino de Dios (ver TM 182-183), pues su falta de celo es una señal de su egoísmo y falta de amor. No han sido suficientemente conmovidos por el amor y el sacrificio de Cristo, y por eso no están dispuestos a unirse con su Maestro con toda energía en la urgente obra de rescatar a los pecadores de las tempestuosas aguas del pecado.

Perezosos. Gr. okn'rós, "lento", "vacilante", "tímido", "descuidado", "haragán". Aparece con frecuencia en Proverbios, LXX (ver Prov. 20:4; etc.). Se usa para describir al siervo malo en la parábola de los talentos que presentó nuestro Señor (Mat. 25:26).

Fervientes. Gr. zéÇ, literalmente "hervir". Se dice de Apolos que era "de espíritu fervoroso" (Hech. 18:25). El cristiano celoso siempre mantendrá su interés en la causa de Dios en el punto de ebullición. Su fervor le dará poder ante los hombres (Hech. 18:25,28) y le traerá poder de Dios. El apóstol Juan era "un predicador poderoso, ferviente y profundamente solícito, y el fervor que caracterizaba sus enseñanzas, le daban acceso a todas las clases sociales" (HAp 436).

En espíritu. Esta frase podría entenderse como una referencia al espíritu humano o al Espíritu divino. Quizá Pablo está hablando del espíritu humano inspirado y fortalecido por el Espíritu de Dios. El creyente consagrado y activo hallará que el cumplimiento de sus deberes cristianos no es una faena penosa, insípida y desprovista de interés, sino una experiencia gozosa y vitalizadora. Con corazón ferviente siempre está pronto para hacer todo bien que haya a su alcance. Comparte el amor de Cristo por la humanidad caída y así encuentra su más profunda satisfacción en aliviar las necesidades de sus prójimos. Como su Señor, tiene una "comida" que otros no conocen, pues su alimento es cumplir la voluntad de Aquel que lo llamó y terminar "su obra" (Juan 4:32-34).

Sirviendo al Señor. El celo y el fervor emanan naturalmente del corazón del creyente que reconoce que en cualquier esfera de acción en que pueda servir está trabajando "para el Señor y no para los hombres" (Col. 3:23-24; cf. Efe. 6:5-8).

12. Gozosos en la esperanza. Los tres breves mandatos de este versículo parecen ser más enfáticos cuando se conserva el orden de las palabras en griego: "En la esperanza, gozosos; en la tribulación, sufridos; en la oración, constantes". Pablo ya ha alabado el espíritu de alegría (vers. 8), y también habló del regocijo del creyente "en la esperanza de la gloria de Dios" (cap. 5:2).

Esta esperanza cristiana, que es la causa de tal alegría, ya ha sido explicada (cap. 8:20-25). Esta esperanza capacita al cristiano para mirar más allá de la oscuridad y la tribulación del momento presente, a las cosas que no se ven, pero son eternas (2 Cor. 4:17-18). El hecho de que la esperanza, como muchas de las virtudes cristianas, brote de la virtud básica del amor, se afirma en 1 Cor. 13:7: el amor "todo lo espera".

Sufridos. hupoménÇ, "soportar" (cf. hupomon', "paciencia"; ver com. cap. 5:3). El celo que se ha descrito en el versículo anterior, siempre encuentra oposición y dificultades. Pero el cristiano con la esperanza de la gloria de Dios en su pensamiento, no murmura contra Dios ni siente enemistad contra sus perseguidores. Tranquilamente permanece en su puesto del deber a pesar de las pruebas que eso implica. Esta paciente resistencia fue perfectamente ejemplificada por Cristo, quien, aunque fue sometido a las más difíciles circunstancias, soportó más de lo que cualquiera de sus seguidores tendrá que soportar. La virtud de saber resistir se necesitaba especialmente en los tiempos difíciles por los cuales estaba pasando la iglesia en los días de Pablo. El apóstol sabía por experiencia propia que serían intensos los sufrimientos por causa de Cristo (ver Rom. 8:35; 2 Cor. 1:4; 1 Tes. 1:6; 3:3-7; 2 Tes. 1:4-6). La relación entre el amor y el saber soportar también se indica en 1 Cor. 13:7: el amor "todo lo soporta".

Constantes. Gr. proskarteréÇ, "persistir", continuar firmemente", "perseverar". La misma palabra se traduce en otros pasajes como "tener listo" (Mar. 3:9); "asistir" (Hech. 10:7); "atender continuamente" (Rom. 13:6). Sólo mediante una constante comunión con Dios, puede el cristiano mantener la fortaleza y el valor para soportar las dificultades por las que inevitablemente pasará (ver Hech. 1:14; 6:4; Col. 4:2).

Poner constantemente "la mira en las cosas de arriba" (Col. 3:2) y estimar el valor de cada acto e impulso mediante la contemplación de la gloria de Dios y de su voluntad, son el remedio seguro para la impaciencia durante la ofensa y la oposición. Además, Dios da su Espíritu a los que ferviente y continuamente desean la presencia divina (ver Juan 16:23-24; Hech. 1:14; 2:4); y el mismo Espíritu que produce "amor" (cf. Rom. 12:9) y regocijo (cf. vers. 12), también proporciona "paciencia" y "templanza", literalmente "dominio propio" (Gál. 5:22-23).

13. Compartiendo. Gr. koinÇnéÇ, "compartir", "tomar parte en", "actuar como compañero". Ver el uso de esta palabra en Rom. 15:27; Fil. 4:15; 1 Tim. 5:22; Heb. 13:16; 1 Ped. 4:13. 

Lo que Pablo quiere decir es que los cristianos deben participar en las necesidades de sus hermanos en la fe. 

Deben considerar que las necesidades de sus hermanos son las suyas y sentirse dispuestos a compartir sus bienes con los desafortunados. Esto es mucho más que el solo acto de dar limosnas; es una aplicación concreta del principio del amor (Rom. 12:9). 

Es evidente que Pablo practicaba lo que predicaba, pues sus esfuerzos por conseguir fondos para el alivio de los conversos afligidos por la pobreza, eran constantes (Rom. 15:25-26; 1Cor. 16:1; 2 Cor. 8:1-7; 9:2-5; Gál. 2:10).

Santos. Ver com. cap. 1:7. Debiera cuidarse especialmente de "los que son de la familia de la fe" (Gál. 6:10).

Practicando. Gr. diÇkÇ, "perseguir", "correr detrás". Ver el uso de esta palabra en 1Cor. 14:1; 1 Tes. 5:15; Heb. 12:14; 1 Ped. 3:11. El término parece implicar que los cristianos no sólo deben proporcionar hospitalidad, sino también afanarse por practicarla.

Hospitalidad. Gr. filoxenía, "amor por los extraños" y, por lo tanto, "hospitalidad con los extraños". La hospitalidad fue considerada desde el principio como una de las importantes virtudes cristianas (ver 1 Tim. 3:2; Tito 1:8; Heb. 13:2; 1 Ped. 4:9). Era necesario ser Hospitalarios debido a la gran cantidad de creyentes que viajaban o eran perseguidos. Muchos cristianos eran expulsados de sus hogares y de sus ciudades, y se veían obligados a buscar asilo entre los de su misma fe (ver Hech. 8:1; 26:11). La hospitalidad que los creyentes practicaban mutuamente contribuía mucho al vínculo que mantenía unidos a los miembros de la iglesia cristiana primitiva, ampliamente esparcidos.

14. Bendecid. Gr. eulogéÇ, "hablar bien de", "invocar bendiciones sobre". En el vers. 13 Pablo ha hablado de la forma en que el cristiano trata a sus amigos; en este versículo indica el trato que debe dar a sus enemigos. "Bendecimos" a nuestros perseguidores cuando oramos y trabajamos por su bien. Las palabras de Pablo son similares a las de Jesús en Mat. 5:44; cf. Luc. 6:28; 1 Ped. 3:9.

Persiguen. Gr. diÇkÇ, "perseguir", frecuentemente con un mal propósito como aquí. Esta es la misma palabra que se ha traducido como "practicando" en el vers. 13. 

El cristiano debe "practicar" la hospitalidad para con los hermanos y bendecir a los impíos que lo "persiguen". Con este mandato Pablo anticipa el pensamiento, que desarrolla más plenamente en los vers. 17-21, de que el cristiano tiene el deber de amar a sus enemigos y vencer el mal con el bien. Este deber sólo puede ser cumplido por un creyente cuya mente ha sido renovada por el Espíritu (vers. 2) y cuyo amor es "sin fingimiento" (vers. 9).

15. Gozaos. Manifestar simpatía en todas las circunstancias, ya sean buenas o malas, es una prueba segura de que el amor es genuino. De las dos formas de simpatía mencionadas en este versículo, la primera quizá es la más difícil. Parece más fácil y más natural simpatizar con los afligidos; pero se necesita un alma noble para regocijarse con el éxito y los gozos de otros. Los adversarios de estas virtudes son la envidia que siente pena por la buena fortuna ajena y la malignidad que se complace con las desgracias de otros. Tales manifestaciones de egoísmo son las tendencias naturales del corazón no regenerado.

 En 1 Cor. 12:26-27 Pablo compara la simpatía que debe existir entre los miembros de la iglesia cristiana con la que siente una parte del cuerpo por otra. Jesús lloró con simpatía ante la tumba de Lázaro (Juan 11:35; DTG 490). Él se regocija aun en la salvación del más indigno pecador (ver Luc. 15:5-7, 10, 23-24, 32; Jud. 24).

16. Unánimes entre vosotros. "Tened un mismo sentir" (BJ). Cada cristiano debe compenetrarse de tal manera de los sentimientos y deseos de sus hermanos en la fe, que pueda tener un mismo sentir con ellos (cf. Rom. 15:5; 2 Cor. 13:11; Fil. 2:2; 4:2). Entre los cristianos siempre debería existir la armonía que resulta de propósitos, esperanzas y deseos comunes.

No altivos. O "no te ensoberbezcas" (cap. 11:20), "sin complaceros en la altivez" (BJ). "El amor no se vanagloria, no se hincha" (1 Cor. 13:4, Versión Hispanoamericana). 

El orgullo aún puede ser provocado por los progresos espirituales (ver 1 Cor. 12). No puede existir amorosa concordia donde hay algunos que son "altivos", donde hay ambiciones personales, fatuidad o menosprecio por otros.

Asociándoos. Gr. sunapágomai, "ser arrastrado", como en el caso de una inundación; por lo tanto, "dejarse llevar". También puede traducirse "asociarse con", como aquí. Compárese con las otras únicas dos veces que aparece este verbo en el NT (Gál. 2:13; 2 Ped. 3:17), donde el sentido desfavorable está indicado por el contexto y no por el verbo. "Atraídos más bien por lo humilde" (BJ).

Los humildes. "Lo humilde" (BJ). En griego es ambiguo, y puede referirse a hombres o cosas humildes. La palabra griega para "bajo" o "humilde" (tapeinós) siempre se usa para personas en otros pasajes del NT; pero no es imposible que en este contexto Pablo esté hablando de "deberes humildes" o "tareas modestas". Sea cual fuere su significado, el énfasis se hace sobre la humildad.

Parece que la mayoría de los miembros de la iglesia cristiana primitiva eran pobres, y los pocos que eran ricos pudieron haberse sentido tentados a considerar con algo de desdén a sus hermanos más humildes (cf. Sant. 2:1-9). Pero una carencia tal de amor y simpatía hubiera imposibilitado que los creyentes fueran "unánimes entre" sí. Por lo tanto, los cristianos debían tener una mente como la de Jesús. Él era divino, pero no era "altivo"; por el contrario, tomó "forma de siervo" y "se humilló a sí mismo" para poder tratar de cerca a los humildes y pecadores con el propósito de ocuparse de su salvación (Fil. 2:5-8). Si el Hijo de Dios estuvo dispuesto a bajar tanto por amor a sus criaturas corruptas, no hay duda de que los cristianos agradecidos deben también estar dispuestos a "asociarse" con cualquiera de sus prójimos mortales (ver OE 345-351; com. Sant. 1:9-10).

Sabios en vuestra propia opinión. "No os complazcáis en vuestra propia sabiduría" (BJ). Cf. com. cap. 11:25. Sentirse orgulloso de las propias opiniones es una ofensa contra el amor cristiano, pues implica despreciar las opiniones ajenas y finalmente aun los consejos de Dios. Por eso el profeta advierte: "¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!" (Isa. 5:21; cf. Prov. 3:7). 

El cristiano cuya mente ha sido renovada no confiará en la presunción de su propia habilidad superior y comprensión, ni se negará a escuchar el consejo de otros; por el contrario, con amor y humildad respetará el juicio de sus hermanos en la fe, y estará dispuesto a escuchar y aprender. Estará listo para reconocer y admitir sus propias limitaciones y errores y para aprender de otros.

17. Paguéis. O "devolver" (BJ). En cuanto al principio que aquí se presenta, ver com. Mat. 5:38-48. El amor devuelve bien por mal y busca atraer bendiciones y no destrucción sobre otros (ver Rom. 12:14; 1 Cor. 13:5-6; 1 Tes. 5:15; 1 Ped. 3:9).

Procurad. Gr. pronoéÇ, "pensad cuidadosamente de antemano".

Lo bueno. Gr. kalá (neutro plural), "cosas buenas", "cosas nobles", "cosas correctas". Quizá Pablo esté aludiendo a Prov. 3:4, LXX. El cristiano debe desplegar mucha previsión para anular los obstáculos, a fin de que su conducta, evidentemente clara y justa, no sólo sea sin tacha delante de Dios, sino que también sea correcta delante de los hombres. Los seguidores de una causa impopular que desean persuadir a otros de la verdad y la excelencia de su mensaje, deben procurar que su comportamiento siempre esté libre de todo reproche. Nunca deben dar lugar para que se dude de su proceder.

El cristiano que quiere que su luz brille delante de los hombres para que puedan ver sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mat. 5: 16), nunca se ocupará en actividades o empresas de carácter dudoso, porque podrían no sólo desacreditarlo a él sino a todo el conjunto de cristianos.

Pablo nunca sintió miedo de enfrentarse a la oposición cuando el deber y la conciencia así lo exigían. Sin embargo, aquí aconseja y exhorta a los cristianos para que sean cautelosos y provisores a fin de no ofender innecesariamente y despertar la hostilidad de otros. Esta es la conducta que indica no sólo el amor sino también el sentido común equilibrado. Es imposible persuadir a la gente y al mismo tiempo estar en conflicto con ella.

18. En cuanto dependa de vosotros. Es evidente la relación con el versículo anterior. En lo que respecta al cristiano, debe hacer todo lo que pueda para mantener la paz; pero hay veces cuando la fidelidad a un principio puede obligarlo a provocar la oposición de alguien. Por eso Pablo añade la condición, "si es posible". Lo que sabemos de la vida de Pablo, una vida de conflictos casi constantes, muestra que no siempre es posible estar en paz. En un mundo cuyo príncipe es Satanás, los soldados de Cristo no deben esperar que todo sea paz; pero el cristiano debe vigilar para que cuando se altere la paz no sea por culpa suya.

19. Amados. En la RVR la palabra griega agap'tós (aquí en plural) generalmente se ha traducido como "amado", "amada" (Rom. 1:7; 9:25; 11:28; 16:12; 1 Cor. 10:14; 2 Cor. 7:1; Efe. 1:6; Fil. 4:1; etc.), o como "muy amados" (2 Cor. 12:19; etc.).

Dejad lugar a la ira. El artículo definido antes de "ira", indica que se hace referencia a la ira de Dios (cf. com. cap. 5:9). Esta interpretación es confirmada por las palabras que siguen: "Mía es la venganza, yo pagaré". "Dejad lugar" para que obre la ira retributiva de Dios. Los cristianos nunca deben tratar de vengarse de los que los tratan con injusticia, sino dejar las cosas con Dios. Sólo un Dios perfecto, que todo lo conoce y que ama a todos, puede juzgar con rectitud a los impíos y castigarlos con justicia. Tanto el lenguaje como el pensamiento de esta orden son ilustrados por Efe. 4:27, donde Pablo explica que al vengarnos damos "lugar al diablo". Los que albergan pensamientos de venganza están dando la oportunidad para que Satanás les inspire ira, odio y amargura, cuando deberían estar fomentando el crecimiento de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia (Gál. 5:22).

También se han presentado otras dos interpretaciones de este pasaje. "Dad tiempo o lugar para que vuestra ira se enfríe", y "Dad lugar a la ira de vuestro oponente, es decir, rendíos ante ella"; pero ninguna de las dos interpretaciones concuerda bien ni con el griego ni con el contexto.

Escrito está. La cita es de Deut. 32:35. Cf. Heb. 10:30. En Deuteronomio esta frase es una amonestación para el pueblo de Dios; en Hebreos se dirige a los apóstatas; pero en Romanos se usa como un consuelo para el pueblo de Dios injustamente perseguido. Dios, a su debido tiempo, tomará venganza por ellos, pues "¿acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?" (Luc. 18:7; cf. Deut. 32:40-43; 2 Tes. 1:6-10; Apoc. 6:9-11). Venganza. Gr. ekdík'sis, "vindicación", "retribución", "castigo" (cf.  Hech. 7:24; 2 Cor. 7:11; 1 Ped. 2:14). De esta palabra debe eliminarse la idea de un deseo de venganza personal, pues se trata nada más de la justicia retributiva de Dios.  Más bien significa la plena ejecución de la justicia para todos. En el día de la venganza de Dios, los impíos recibirán las consecuencias inevitables de su propia elección. Debido a la rebeldía de su vida, están en desacuerdo con Dios de tal manera, que la misma presencia divina es para ellos un fuego consumidor (2 Tes. 1:6-10; Apoc. 6:15-17). "La gloria de Aquel que es amor los destruye" (DTG 713).

20. Si tu enemigo. La cita es de Prov. 25:21-22.

Ascuas de fuego. Es decir, carbones encendidos. Ver com. Prov. 25:22. La bondad es la mejor venganza de un cristiano contra su enemigo. Amontonar ascuas de fuego sobre la cabeza de un adversario debe significar realizar actos de amor y no de maldad, como se indica claramente en el contexto del AT y en el del NT. El pasaje de Prov. 25:22 termina con estas palabras que Pablo no cita: "y Jehová te lo pagará", a saber, las buenas obras hechas a favor de tu enemigo. Así también en este contexto el significado general se resume en las palabras: "No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal" (Rom. 12:21).

21. No seas vencido de lo malo. Vengarse no es una señal de fortaleza sino de debilidad. El que permite que su genio se agite y queden a un lado sus principios cristianos de amor y dominio propio, sufre una derrota. Pero la persona que domina el deseo de vengarse y convierte un mal que ha recibido en una oportunidad de mostrar bondad, gana una victoria sobre sí misma y sobre los poderes del mal. 

Esto no sólo es mucho más noble en sí mismo, sino que será mucho más efectivo, pues así se puede desarmar a un enemigo (cf. Prov. 15:1) y ganar un alma. Según este principio, Dios no ha dejado caer sobre los pecadores la retribución que desde hace mucho tiempo merecen, sino que más bien los ha colmado de amor y misericordia. Y la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios es lo que guía a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2:4). 
El cristiano que está siendo transformado a la imagen de Dios (cap. 12:2), mostrará por la forma como trata a sus enemigos que su carácter se va asemejando cada día más y más al carácter de Dios, que es amor (1 Juan 4:8). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW

1. CRA 51, 67, 83, 184, 195.

CUANDO LA SANTIFICACIÓN ES IMPOSIBLE. 52*. Una gran proporción de todas las enfermedades que afligen a la familia humana es resultado de sus propios hábitos erróneos, debido a su deliberada ignorancia, a su descuido de la luz que Dios ha dado con respecto a las leyes de su ser. No es posible que glorifiquemos a Dios mientras vivamos violando las leyes de la vida. El corazón no puede de ninguna manera mantener su consagración a Dios mientras se complace el apetito carnal. Un cuerpo enfermo y un intelecto desordenado, debido a la continua complacencia de la lujuria perniciosa, hace que la santificación del cuerpo y del espíritu sean imposibles.  El apóstol entendía 51 la importancia de una condición saludable del cuerpo para lograr el éxito en el perfeccionamiento del carácter cristiano. Él dice: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9:27). Menciona el fruto del Espíritu, en el cual está incluida la temperancia. "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gál. 5:24)

[Imposibilidad de obtener la perfección cristiana mientras se da rienda suelta al apetito - 356]

LA IGNORANCIA VOLUNTARIA AUMENTA EL PECADO. 53*. Es un deber saber cómo preservar el cuerpo en la mejor condición posible de salud, y es un deber sagrado vivir de acuerdo con la luz que Dios misericordiosamente ha dado. Si cerramos nuestros ojos a la luz por temor a ver nuestros errores, que no estamos dispuestos a abandonar, nuestros pecados no resultan disminuidos, sino aumentados. Si uno se aparta de la luz en un caso, será descuidado en otro. Es tan pecaminoso violar las leyes de nuestro ser como violar uno de los Diez Mandamientos, porque no podemos hacer ni una cosa ni la otra sin quebrantar la ley de Dios. No podemos amar al Señor con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas mientras amemos nuestros apetitos y nuestros gustos mucho más de lo que amamos al Señor. Estamos disminuyendo diariamente nuestra fuerza para glorificar a Dios, cuando él exige toda nuestra fuerza, toda nuestra mente. Por medio de nuestros malos hábitos estamos disminuyendo el dominio que tenemos de la vida, y sin embargo estamos profesando ser seguidores de Cristo, preparándonos para el toque final de la inmortalidad.

Hermano mío, hermana mía, tiene Ud. una obra que hacer, que nadie puede hacer por Ud. Despierte de su letargo, 52 y Cristo le dará vida.  Cambie su forma de vivir, de comer, de beber, de trabajar. Mientras siga viviendo de la manera que lo ha hecho durante años, no podrá discernir claramente las cosas sagradas de las eternas. Sus sensibilidades resultan embotadas, y su intelecto entenebrecido. No ha estado creciendo en la gracia y en el conocimiento de la verdad como ha sido su privilegio hacerlo. No ha estado aumentando su espiritualidad, sino que ha estado entenebreciéndose más y más.

54*. El hombre fue el acto culminante de la creación de Dios, hecho a la imagen de Dios, y destinado a ser una contraparte de Dios... El hombre es muy querido para Dios, porque fue formado a su propia imagen. 

Este hecho debe impresionarnos con la importancia de enseñar por precepto y por ejemplo el pecado de contaminar, por la indulgencia del apetito o por cualquier otra práctica pecaminosa, el cuerpo que está destinado a representar a Dios ante el mundo. [La ley natural proclamada claramente- 97]

RELACIÓN CON LA VIDA VICTORIOSA. 

77*. El comer, el beber y el vestirse guardan una relación directa con el progreso espiritual. 67

78*. Muchos alimentos que los paganos comían con toda libertad les estaban prohibidos a los israelitas. Y la prohibición no era arbitraria, pues se trataba de manjares nocivos, y el hecho de que eran declarados inmundos enseñaba que tales manjares contaminan. Lo que corrompe el cuerpo tiende a corromper el alma. El que lo consume va quedando por ello inhabilitado para tener comunión con Dios y para rendirle un servicio elevado y santo.

79*. El Espíritu de Dios no puede venir en nuestra ayuda, y asistirnos en el perfeccionamiento de un carácter cristiano, mientras estamos satisfaciendo nuestro apetito en perjuicio de nuestra salud, y mientras el orgullo de la vida nos domina.

80*. Todos los que participan de la naturaleza divina escaparán a la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Es imposible que los que satisfacen el apetito obtengan la perfección cristiana.

81*. Esta es la verdadera santificación. No es meramente una teoría, una emoción, o una forma de palabras, sino un principio vivo y activo que entra en la vida cotidiana. 

Requiere que nuestros hábitos en el comer, beber y vestir sean tales que aseguren la preservación de la salud física, mental y moral, para que podamos presentar al Señor nuestros cuerpos, no como una ofrenda corrompida por los malos hábitos, sino como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Rom. 12:1). (Para el contexto, véase 254)

82*. Nuestros hábitos en el comer y beber muestran si somos del mundo o estamos entre el número de aquellos 68 a quienes el Señor, por el poderoso instrumento de la verdad, ha separado del mundo.

83*. Es la intemperancia en el comer lo que produce tanta invalidez, y despoja a Dios de la gloria que se le debe. Debido a que no se niegan a sí mismos, muchos hijos de Dios son incapaces de alcanzar la alta norma de espiritualidad que él ha establecido para ellos, y aun cuando se arrepientan y se conviertan, toda la eternidad testificará de la pérdida que han tenido por entregarse al egoísmo.

LA RELACIÓN DE LOS HÁBITOS CON LA SANTIFICACIÓN. 254*. Es imposible que cualquiera disfrute de la bendición de la santificación mientras sea egoísta y glotón. Los que tal hacen gimen bajo una carga de enfermedades debido los malos hábitos en el comer y beber, que hacen violencia a las leyes de la vida y la salud. Muchos están debilitando sus órganos digestivos al complacer un apetito pervertido. El poder que tiene la constitución humana de resistir los abusos que se cometen con ella es admirable; pero los hábitos erróneos persistentes que consisten en comer y beber en exceso debilitarán toda función del cuerpo. Que estas personas débiles consideren lo que podrían haber sido si hubieran vivido en forma temperante, y promovido la salud en lugar del abuso. En la gratificación del apetito y la pasión pervertidos, aun los profesos cristianos incapacitan a la naturaleza en su obra, y aminoran el poder físico, mental y moral. Algunos que lo están haciendo, pretenden estar santificados para Dios; pero tal pretensión no tiene fundamento...

"El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En 195 qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos... Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová" (Mal. 1:6-8,13)

Demos cuidadosa atención a estas advertencias y reproches. Aunque fueron dirigidos al antiguo Israel, no son menos aplicables al pueblo de Dios hoy.  Y debemos considerar las palabras del apóstol en que él ruega a sus hermanos, por la misericordia de Dios, que presenten sus cuerpos, "en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Esta es la verdadera santificación. No es meramente una teoría, una emoción, o una forma de palabras, sino un principio vivo y activo que entra en la vida cotidiana.  Requiere que nuestros hábitos en el comer, beber y vestir, sean tales que aseguren la preservación de la salud física, mental y moral, de manera que podamos presentar al Señor nuestros cuerpos, no como una ofrenda corrompida por los malos hábitos, sino como "un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios".

Nadie que profese piedad considere con indiferencia la salud del cuerpo, y se halague a sí mismo con el pensamiento de que la intemperancia no es un pecado, y que no afectará su espiritualidad. Existe una estrecha simpatía entre la naturaleza física y la moral. CRA

SANTIFICADOS O CASTIGADOS. El apóstol Pablo exhorta a la iglesia: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional" (Rom. 12:1). Los hombres, pues, pueden profanar sus cuerpos por medio de complacencias pecaminosas. Si no son santos, no son idóneos para ser adoradores espirituales, ni son dignos del cielo. Si el hombre aprecia la luz que Dios en su misericordia le da sobre la reforma pro salud, puede ser santificado por medio de la verdad, y hecho idóneo para la inmortalidad. Pero si desatiende esa luz, y vive en violación de la ley natural, debe pagar la penalidad. CRA 83

NUESTRO DEBER CRISTIANO. 243*. Cuando nos demos cuenta de los requerimientos de Dios, veremos que él nos pide que seamos temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que son de él. ¿Cómo podremos hacerlo cuando complacemos el apetito en perjuicio de las facultades físicas y morales? Dios exige que presentemos nuestro cuerpo como sacrificio vivo. Entonces se nos impone el deber de preservar este cuerpo en la mejor condición de salud, a fin de poder cumplir con sus requisitos. "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios."  (1 Cor. 10:31).

244*. El apóstol Pablo escribe: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la aventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros yo mismo venga a ser eliminado" (1Cor. 9:24-27).

Hay muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es oscurecido y el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida. Pero es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben colocar la norma alta. La temperancia en el comer, beber y vestir es esencial. Los principios deben tener la primacía en lugar del apetito o la fantasía. Los que comen demasiado o que ingieren alimentos de 185 una clase objetable. son fácilmente inducidos a la disipación, y a las otras "codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición" (1 Tim. 6:9). Los "colaboradores de Dios" deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los verdaderos principios de la temperancia.

Significa ser leal a Dios. Él tiene derechos sobre todos nosotros los que están empeñados en su servicio. El desea que la mente y el cuerpo sean preservados en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta temperancia pueden hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios: la de hacer una consagración, sin reservas de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiará, para ser empleados en su servicio.

Todas nuestras energías y capacidades han de ser constantemente y fortalecidas mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecien estos principios, y han sido educados a cuidar sus cuerpos inteligentemente y el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra. Los que han estado por mucho tiempo en la verdad. y sin embargo no pueden distinguir entre los principios puros de justicia, y los principios del mal, cuya comprensión con respecto a la justicia, la misericordia y el amor de Dios están entenebrecidos, deben ser relevados de sus responsabilidades. Toda iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido certero.

Si podemos despertar la sensibilidad moral de nuestros hermanos sobre el tema de la temperancia, se ganará una gran victoria. Ha de enseñarse y practicarse la temperancia en todas las cosas de esta vida. La temperancia en el comer, en el beber, en el dormir, en el vestir, es uno de los grandes principios de la vida religiosa. La verdad colocada 186 en el santuario del alma guiará en el tratamiento del cuerpo. Nada que concierna a la salud del agente humano ha de considerarse con indiferencia. Nuestro bienestar eterno depende del uso que hagamos durante esta vida de nuestro tiempo, nuestra energía e influencia. CRA

CS 527; CV 273; DTG 406; ECFP 33; HAd 272; 1JT 27, 298; 2JT 214, 482; MC 92; MeM 6; MJ 241; PP 365; PR 47, 359; 2T 381; 5T 441; Te 18, 55, 132, 170; TM 159; 3TS 135

1-2. CRA 535. DEBE DARSE INSTRUCCIÓN SOBRE TEMPERANCIA. 

769*. En nuestras instituciones médicas debe darse clara instrucción sobre temperancia. Debe mostrarse a los pacientes los males de las bebidas intoxicantes, y la bendición de una abstinencia total. Debe pedírselas que descarten las cosas que han arruinado su salud, y éstas deben ser reemplazadas con abundancia de frutas. Pueden obtenerse naranjas, limones, ciruelas, duraznos y muchas otras variedades; pues el mundo del Señor es productivo, si se emplea esfuerzo decidido.

770*.  Los que luchan contra el poder de los apetitos deberían ser instruidos en los principios del sano vivir. Debe mostrárseles que la violación de las leyes que rigen la salud, al crear condiciones enfermizas y apetencias que no son naturales, echa los cimientos del hábito de la bebida.  Sólo viviendo en obediencia a los principios de la salud pueden esperar verse libertados de la ardiente sed de estimulantes contrarios a la naturaleza.  Mientras confían en la fuerza divina para romper las cadenas de los apetitos, han de cooperar con Dios obedeciendo a sus leyes morales y físicas.

NATURALEZA ABARCANTE DE LA REFORMA REQUERIDA. 771*. ¿Cuál es la obra especial que somos llamados a realizar en nuestras instituciones de salud? En vez de dar, por precepto y ejemplo, una educación en la complacencia del apetito pervertido, edúquese a la gente a que se aparte de estas cosas. Elevad la norma de la reforma en todo respecto. El apóstol Pablo levanta su voz para decir: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable. 536 a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom. 12: 1, 2). CRA

EC 36; FE 289, 351; 2JT 422; 1T 694; 2T 492-7T 75; 9T 113; Te 96; TM 455; 4TS 329

2. 1JT 82, 599. …no habéis comprendido que Dios exige vuestros afectos indivisos. Habéis hecho profesión de santidad, y sin embargo, habéis descendido al nivel muerto de los que profesan comúnmente tener religión. Amáis la sociedad de los jóvenes que no tienen consideración por las verdades sagradas que profesáis. En apariencia os habéis asemejado a vuestros compañeros, y en realidad os habéis conformado con un grado de religión que os hiciese agradables a todos, sin merecer la censura de nadie.

Cristo lo exige todo. Si él requiriese menos, su sacrificio sería demasiado caro, demasiado grande para ponernos a ese nivel. Nuestra fe santa clama por una separación. No debemos conformarnos con el mundo, ni con los que profesan una fe muerta, sin corazón.  "Reformaos por la renovación de vuestro entendimiento." (Rom. 12:2.) Este es un camino de abnegación. Y cuando pensamos que el camino es demasiado estrecho, que se exige demasiada abnegación en esta senda estrecha; 83 cuando decimos: ¡Cuán duro es renunciar a todo¡, hagámonos la pregunta: ¿A cuánto renunció Cristo por mí?  Esto ensombrece cualquier actitud que nosotros llamemos abnegación. 1JT

QUIENES adoran ante el altar de la moda tienen poca fuerza de carácter, y poca energía física. No tienen un propósito grande para la vida y su existencia no logra ningún fin de valor. Encontramos por doquiera mujeres cuya mente y corazón están absortos en su amor por el vestido y la ostentación. Sus almas están atrofiadas y empequeñecidas y sus pensamientos se concentran en su pobre y despreciable persona.  En cierta oportunidad en que pasaba una joven vestida a la moda delante de varios caballeros en la calle, uno de ellos preguntó algo acerca de ella. La respuesta fue: "Sirve de lindo adorno en la casa de sus padres, pero en otro sentido no tiene utilidad." Es deplorable que los que profesan ser discípulos de Cristo consideren cosa buena imitar la indumentaria y los modales de estos adornos inútiles.

Pedro da a las mujeres cristianas valiosas instrucciones acerca del vestir: "El adorno de las cuales no sea exterior con 599 con encrespamiento del cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios." (1 Ped. 3:3,4,5.) Todo lo que recomendamos es que se cumplan las órdenes de la Palabra de Dios.

¿Leemos y seguimos las enseñanzas de la Biblia? ¿Obedeceremos a Dios o nos conformaremos con las costumbres del mundo? ¿Serviremos a Dios o a Mammón? ¿Podemos esperar tener la paz del espíritu y la aprobación de Dios mientras andamos en forma directamente contraria a las enseñanzas de su Palabra?

El apóstol Pablo exhorta a los cristianos a no conformarse con el mundo, sino a transformarse por la renovación de su entendimiento para que experimenten "cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." (Rom. 12:2.) Pero muchos de los que profesan ser hijos de Dios no manifiestan escrúpulos al conformarse a las costumbres del mundo en lo que se refiere a llevar oro, perlas y atavíos costosos. Los que son demasiado concienzudos para llevar estas cosas son considerados como de mente estrecha, supersticiosos y hasta fanáticos.  Pero es Dios quien condesciende a darnos estas instrucciones; son las declaraciones de la Sabiduría infinita; y quienes las desprecian lo hacen a su propio riesgo y pérdida. Los que se aferran a los adornos prohibidos en la Palabra de Dios, conservan orgullo y vanidad en su corazón. Desean atraer la atención. Su vestido dice: "Miradme; admiradme." Así, la complacencia aumenta constantemente la vanidad inherente a la naturaleza humana. Cuando la mente piensa sólo en agradar a Dios, desaparecen todos los embellecimientos inútiles de la persona.

El apóstol pone el adorno exterior en contraste directo con un espíritu manso y humilde, y luego atestigua el valor comparativo de este último, "Lo cual es de grande estima delante 600 de Dios." Hay una contradicción decidida entre el amor al atavío externo y la gracia de la mansedumbre, el espíritu apacible. Únicamente si buscamos en todas las cosas amoldarnos a la voluntad de Dios reinará en el alma la paz y el gozo.

El amor al vestido hace peligrar la moralidad, y hace de la mujer lo contrario de una dama cristiana, caracterizada por la modestia y la sobriedad. . . .

CRISTO QUEDA AVERGONZADO POR LOS QUE PROFESAN SEGUIRLE. ¿En qué se le parecen? ¿En qué se conforma nuestra indumentaria con los requerimientos bíblicos?  No quiero que los pecados de la gente pesen sobre mí, y daré a la trompeta un sonido certero. Durante años he dado un testimonio claro y decidido sobre este asunto por la página impresa y desde la tribuna. No he rehuido declarar todo el consejo de Dios. Debo estar libre de la sangre de todos. El hecho de que la mundanalidad y el orgullo dominan en forma casi universal, no proporciona a ningún cristiano excusa para ser como los demás. Dios ha dicho: "No seguirás a los muchos para mal hacer." (Exo. 23:2.)

NO JUGUÉIS MÁS, hermanas mías, con vuestras propias almas y con Dios. Se me ha mostrado que la causa principal de vuestra apostasía es vuestro amor por el vestido. Os induce a descuidar graves responsabilidades, y tenéis apenas una chispa del amor de Dios en vuestro corazón. Sin demora, renunciad a la causa de vuestra apostasía, porque es un pecado contra vuestra propia alma y contra Dios. No os endurezcáis por el engaño del pecado. La moda está deteriorando el intelecto y royendo la espiritualidad de nuestro pueblo.

LA OBEDIENCIA A LAS MODAS está invadiendo nuestras iglesias adventistas, y está haciendo más que cualquier otro poder para separar de Dios a nuestro pueblo. Se me ha mostrado que las reglas de nuestras iglesias son muy deficientes. Todas las manifestaciones de orgullo en el vestir, que son prohibidas en la Palabra de Dios, deben ser suficiente razón para que la iglesia ejerza disciplina. Si a pesar de las amonestaciones, 601 súplicas y ruegos, se continúa siguiendo la voluntad perversa, puede ello considerarse como prueba de que el corazón no está de ninguna manera unido al de Cristo. El yo, y únicamente el yo, es el objeto de la adoración, y un cristiano profeso de esta índole apartará a muchos de Dios.

Pesa sobre nosotros como pueblo un terrible pecado, porque hemos permitido que los miembros de nuestras iglesias vistan de una manera inconsecuente con su fe. Debemos levantarnos en seguida, y cerrar la puerta a las seducciones de la moda.  A menos que lo hagamos, nuestras iglesias se desmoralizarán. 602

2JT 214. "VUESTRO RACIONAL CULTO" "OS RUEGO por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto." (Rom. 12:1.)

En el tiempo del antiguo Israel, los sacerdotes examinaban con ojo crítico toda ofrenda que era traída como sacrificio. Si descubrían algún defecto, rechazaban el animal; porque el Señor había ordenado que la ofrenda fuese "sin defecto." Hemos de presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios; y ¿no debemos tratar de hacer la ofrenda tan perfecta como sea posible? Dios nos ha dado todas las instrucciones necesarias para nuestro bienestar físico, mental y moral; y a cada uno le incumbe el deber de poner los hábitos de su vida en conformidad con la norma divina en todo particular.

¿Agradará al Señor cualquier cosa que sea menos que lo mejor que podemos ofrecer? "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón." (Luc. 10:27.) Si le amamos de todo corazón, desearemos darle el mejor servicio de nuestra vida, y trataremos de poner toda facultad de nuestro ser en armonía con las leyes que hayan de favorecer nuestra capacidad de hacer su voluntad.

TODA FACULTAD de nuestro ser nos fue dada para que pudiésemos prestar servicio aceptable a nuestro Hacedor. Cuando, por medio del pecado, pervertimos los dones de Dios, y vendimos nuestros poderes al príncipe de las tinieblas, Cristo pagó un rescate por nosotros, a saber su propia preciosa sangre. "Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para si, mas para aquel que murió y resucitó por ellos." (2 Cor. 5:15.) No hemos de seguir las costumbres del mundo."Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento." (Rom. 12:2.) 215

SI NOS VISTIÉRAMOS EN FORMA SENCILLA Y MODESTA, sin referencia a las modas; si nuestra mesa fuese en todo momento puesta con alimentos sencillos y sanos, evitando todos los lujos y todas las extravagancias; si nuestras casas fuesen edificadas con apropiada sencillez y amuebladas de la misma manera, ello revelaría el poder santificador de la verdad, y ejercería una influencia poderosa sobre los incrédulos.  Pero mientras nos conformemos al mundo en estos asuntos, buscando aparentemente en algunos casos superar a los mundanos en arreglos fantásticos, la predicación de la verdad tendrá poco o ningún efecto.

¿Quién Habrá De Creer La Solemne Verdad Para Este Tiempo, Cuando Los Que Ya Profesan Creerla Contradicen Su Fe Por Sus Obras?

No es Dios quien ha cerrado las ventanas de los cielos para nosotros, sino nuestra propia conformidad a las costumbres y prácticas del mundo.- 1882, tomo 5, pág. 206. 216

MC 315; MeM 157, 328; 1T 285, 479, 704; 2T 44, 56, 71, 82, 86, 174, 185, 194, 301, 678; 3T 126, 163

3. 5T 289. Si la iglesia de -----, después de conocer la verdad, hubiera manifestado seriedad, celo y amor, habría producido buenas obras y habría ejercido una influencia que la hubiera convertido en una fortaleza en favor del bien. Pero han sido indiferentes y se han estado volviendo fríos y moribundos. Algunos han asistido a reuniones sociales a donde han llevado la atmósfera terrenal y no la del cielo. La iglesia no ha estado preparada para responder a los esfuerzos que se han hecho en favor de ella. En su estado actual no son capaces de ver o darse cuenta de la necesidad que tienen de cooperar; y su falta de seriedad y consagración ha desanimado a los ministros. En lugar de este descuido, debiera haber un sentido de responsabilidad individual. Esta iglesia nunca prosperará hasta que los miembros comiencen la obra de reforma en sus propios corazones. Muchos de los que profesan la fe se conforman con poco; si progre­san aunque sea modestamente en la abnegación y la reforma, ya no ven la necesidad de ir más allá.

¿Por qué la tendencia de dormirse en los laureles? A este lado del cielo no hay para nosotros un lugar donde podamos detenernos. Ninguno de nosotros debiera estar conforme con los logros espirituales del presente.

Nadie que no pueda demostrar que en su vida hay un continuo progreso, puede decir que está aprovechando al máximo sus oportunidades. Ha de estar siempre ascendiendo, siempre ascendiendo. Es el privilegio de todo cristiano crecer hasta haber alcanzado la estatura perfecta de un varón en Cristo Jesús.

¡Cuánto necesitan los miembros de ----- la instrucción en la devoción personal; cuánto necesitan la la­bor pastoral!

Pero no obran conforme al conocimiento que han adquirido. Hermanos, Dios os ha de probar, y algunos resultarán ser tamo y otros granos preciosos de trigo. No cedáis al poder del tentador. El vendrá como (289) un fuerte hombre de guerra armado, pero no le permitáis ninguna ventaja. Forta­leceos para el cumplimiento del deber, y disputadle cada pulgada de terreno.

En lugar de retroceder, avanzad; en lugar de debilitarse y perder el valor, preparaos para el conflicto.

Dios os pide que luchéis con todas vuestras fuerzas contra el pecado en todas sus formas. Vestíos de toda la armadura de Dios, y fijad la vista en el Capitán de vuestra salvación; porque hay peligro por delante. No sigáis tras falsas banderas, pero no perdáis de vista el estandarte de nuestra santa fe, encontrándoos siempre donde fla­mea, aunque sea en el lugar de la batalla más furiosa. Pronto terminará la lucha y se ganará la victoria, y si sois fieles saldréis más que vencedores por medio de Aquel que os amó. El premio glorioso, el eterno peso de gloria, será entonces vuestro.

*Queridos amigos: Se me ha mostrado que, como familia, experimentáis mucho descontento innecesa­rio. No es el designio de Dios que os sintáis miserables; pero habéis apartado vuestra mente de Jesús y la habéis concentrado demasiado en vosotros mismos. El gran pecado de vuestra familia es el de lamentarse por las providencias de Dios; vuestra desobediencia en este respecto es verdaderamente alarmante. Habéis engrandecido las pequeñas dificultades y expresado demasiado el desánimo. Tenéis la costumbre de cubrir todo lo que os rodea de luto y os habéis hecho infelices sin causa alguna. Vues­tras continuas murmuraciones os están separando de Dios. Debéis apartaros del terreno encantado de Satanás y no permitir que vuestras mentes sean disuadidas de la alianza con Dios.

En Cristo podéis y debéis ser felices y adquirir hábitos de dominio propio. Aun vuestros pensamientos han de ser sujetados a la voluntad de Dios y vuestros sentimientos puestos bajo el control de la razón y la religión.

La imaginación no os fue dada para permitir que anduviera desbocada siguiendo su propia voluntad, sin que se hiciera esfuerzo (290) alguno para restringirla o disciplinarla. Si los pensamientos son malos, los sentimientos también lo serán, y los pensamientos y sentimientos combinados constituyen el carácter moral de la persona. Cuando decidís que como cristianos no se requiere que dominéis los pensamientos y los sentimientos, caéis bajo la influencia de ángeles malos e invitáis su presencia y control. Si cedéis a vuestras impresiones y permitís que vuestros pensamientos se encaucen en dirección de la sospecha, la duda y la lamentación, os contaréis entre los mortales más infelices y vuestras vidas resultarán ser un fracaso.

4-5. 1JT 444. LA RESPONSABILIDAD DE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA. AMADOS hermanos: Así como los diferentes miembros de] organismo humano se unen para formar el cuerpo entero y cada uno cumple su parte obedeciendo a la inteligencia que gobierna el todo, de la misma manera los miembros de la iglesia de Cristo deben estar unidos en un cuerpo simétrico, sujeto a la inteligencia santificada del conjunto.

El progreso de la iglesia se retarda por la conducta errónea de sus miembros. El unirse con la iglesia, aunque es un acto importante y necesario, no lo hace a uno cristiano ni le asegura la salvación. No podemos asegurarnos el derecho al cielo por hacer registrar nuestro nombre en el libro de la iglesia mientras nuestro corazón quede enajenado de Cristo. Debemos ser sus fieles representantes en la tierra y trabajar al unísono con él. "Amados, ahora somos hijos de Dios." (1Juan 3:2.) Debemos tener presente esta santa relación y no hacer nada que deshonre la causa de nuestro Padre.

Lo que profesamos es muy exaltado. Como adventistas observadores del sábado, profesamos obedecer todos los mandamientos de Dios y esperar la venida de nuestro Redentor. Un solemnísimo mensaje de amonestación ha sido confiado a los pocos fieles de Dios.  Debemos demostrar por nuestras palabras y obras que reconocemos la gran responsabilidad que se nos ha impuesto. Nuestra luz debe resplandecer tan claramente que los demás puedan ver que glorificamos al Padre en nuestra vida diaria, que estamos en relación con el cielo y somos coherederos con Cristo Jesús, para que cuando él aparezca con poder y grande gloria seamos como él. 445

Todos debemos sentir nuestra responsabilidad individual como miembros de la iglesia visible y trabajadores en la viña del Señor. No debemos aguardar que nuestros hermanos, que son tan frágiles como nosotros, nos ayuden; porque nuestro precioso Salvador nos ha invitado a unirnos a él y a unir nuestra debilidad con su fortaleza, nuestra ignorancia con su sabiduría, nuestra indignidad con su mérito. Ninguno de nosotros puede ocupar una posición neutral; nuestra influencia se ejercerá en pro o en contra de Jesús. Somos agentes activos de Cristo, o del enemigo. O recogemos con Jesús, o dispersamos. La verdadera conversión es un cambio radical. La misma tendencia de la mente y la inclinación del corazón serán desviadas, y la vida llegará a ser nueva en Cristo.

9-10. 1JT 344. Dios quiere que su pueblo sea disciplinado y que obre con 344 armonía, a fin de que lo vea todo unánimemente y tenga un mismo sentir y criterio. Para producir este estado de cosas, hay mucho que hacer. El corazón carnal debe ser subyugado y transformado.  Dios quiere que haya siempre un testimonio vivo en la iglesia, Será necesario reprender y exhortar, y a algunos habrá que hacerles severos reproches, según lo exija el caso. Oímos el argumento: "¡Oh, yo soy tan sensible que no puedo soportar el menor reproche!" Si estas personas presentasen su caso correctamente, dirían: "Soy tan voluntarioso, tan pagado de mi mismo, tan orgulloso que no tolero que se me den órdenes; no quiero que se me reprenda. Abogo por los derechos del juicio individual; tengo derecho a creer y hablar según me plazca." El Señor no desea que renunciemos a nuestra individualidad. Pero, ¿qué hombre es juez adecuado para saber hasta dónde debe llevarse este asunto de la independencia individual?

Pedro recomienda a sus hermanos: "Igualmente, mancebos, sed sujetos a los ancianos; y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes." (1 Ped. 5:5.) También el apóstol Pablo exhorta a sus hermanos filipenses a tener unidad y humildad: "Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si algún refrigerio de amor; si alguna comunión del Espíritu; si algunas entrañas y misericordias, cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.  Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros.  Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús."  (Filip. 2:1-5.) Y Pablo vuelve a exhortar así a sus hermanos: "El amor sea sin fingimiento: aborreciendo lo malo, llegándoos a lo bueno; amándoos los unos a los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos a los otros."  (Rom.12:9, 10.) "Sujetaos los unos a los otros en el temor de Dios." (Efe. 5:21.) 345

10-11. 2JT 45. LA DILIGENCIA EN LOS NEGOCIOS. "¿HAS visto hombre solícito en su obra? delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja suerte." "La mano negligente hace pobre: más la mano de los diligentes enriquece." "Amándoos los unos a los otros con caridad fraternal; previniéndoos con honra los unos a los otros; en el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor." (Prov. 22:29; 10:4. Rom. 12:10,11.)

Las muchas amonestaciones a ser diligentes que hallamos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, indican claramente la íntima relación que, existe entre nuestras costumbres de vida y nuestras prácticas y sentimientos religiosos. La mente y el cuerpo humano están constituidos de tal manera que necesitan bastante ejercicio para el debido desarrollo de todas sus facultades.

MIENTRAS que muchos están demasiado dedicados a los negocios mundanales, otros van al extremo opuesto, y no trabajan lo suficiente para sostenerse a sí mismos y a aquellos que dependen de ellos. El Hno. *** pertenece a esta clase. Aunque ocupa el puesto de jefe de familia, no lo es en realidad. Deja descansar las pesadas responsabilidades y cargas sobre su esposa, mientras él se entrega a la indolencia descuidada, o se ocupa con pequeños asuntos que representan muy poco para el sostén de su familia.  Suele permanecer sentado durante varias horas y conversar con sus hijos y vecinos acerca de asuntos de poca consecuencia. Toma las cosas con comodidad, goza de la vida, mientras que la esposa y madre hace el trabajo que tiene que ser hecho para preparar la comida y la ropa.

Este hermano es hombre pobre, y siempre será una carga para la sociedad a menos que asuma el privilegio que Dios 46 le dio y se haga hombre, Cualquiera puede encontrar trabajo de alguna clase si realmente lo desea; pero el descuidado y desatento encontrará que los puestos que podría haber conseguido son llenados por los que tienen mayor actividad y tino comercial.

Hermano mío, Dios no quiso nunca que Ud. estuviese en la situación de pobreza en que se encuentra ahora. ¿Para qué le habría dado ese físico?  Ud. es tan responsable de sus facultades físicas como sus hermanos lo son de sus recursos. Algunos de ellos saldrían ganando si pudiesen cambiar su propiedad por las fuerzas físicas de Ud. Pero si se encontrasen en su situación, mediante el empleo diligente de sus facultades mentales y físicas no pasarían menester ni deberían cosa alguna a nadie. Si las circunstancias parecen estar contra Ud., no es porque Dios le tenga inquina, sino porque Ud. no emplea las fuerzas que le ha dado. Él no quería que sus facultades se herrumbrasen en la inacción, sino que Ud. las fortaleciese por el uso…

10-13. 3T 224. El Señor mira no como el hombre mira. Sus pensamientos y cami­nos no son como nuestros caminos. Las palabras y la Ley de Dios, escritas en el alma y exhibidas en una vida consagrada y santa, ejercen una influencia poderosa para convencer al mundo. La codicia, que es idolatría, y la envidia y el amor al mundo, serán extirpados de los hábitos de los que son obedientes a Cristo, cuyo placer será hacer justi­cia, amar la misericordia y humillarse ante su Dios. ¡Oh, cuánto abarca este, caminar humildemente an­te Dios! La Ley de Dios, si está escrita en el corazón, pondrá la mente y la voluntad en sujeción a la obediencia de Cristo.

Nuestra fe es peculiar. Muchos que profesan estar viviendo bajo el sonido del último mensaje de mise­ricordia no están separados del mundo en sus afectos. Se inclinan ante la amistad del mundo y sacrifi­can la luz y los principios para asegurarse su favor. El apóstol describe en estas palabras al pueblo fa­vorecido de Dios: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9). (225)

15. MC 102, 115. Vivimos en medio de una "epidemia de crímenes," frente a la cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrorizados. Es indescriptible la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nuevas revelaciones de luchas políticas, cohechos y fraudes. Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón en lo que se refiere a violencias, anarquía, indiferencia para con los padecimientos humanos, 102 brutalidades y muertes alevosas. Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper la mente, manchar y destruir el cuerpo?

Y mientras que abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el Evangelio se predique con tanta indiferencia que no hace sino una débil impresión en la conciencia o la conducta de los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por urja fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.

El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.

Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: "Seguidme."

Es necesario acercarse a la gente por medio del esfuerzo personal. Si se dedicara menos tiempo a sermonear y más al servicio personal, se conseguirían mayores resaltados. Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan. Acompañada del poder de persuasión, del poder de la oración, del poder del amor de Dios, esta obra no será ni puede ser infructuosa.

* Como el rocío y las lluvias suaves caen sobre las plantas agostadas, caigan también con suavidad vuestras palabras cuando procuréis sacar a los hombres del error. El plan de 115 Dios consiste en llegar primero al corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiados en que él le dará poder para reformar la conducta. El Espíritu Santo aplicará al alma la palabra dicha con amor.

Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las lecciones que Cristo desea darnos, nos haremos partícipes de su naturaleza, y de entonces en adelante viviremos su vida. El ejemplo admirable de Cristo, la incomparable ternura con que compartía los sentimientos de los demás, llorando con los que lloraban, regocijándose con los que se regocijaban, deben ejercer honda influencia en el carácter de los que le siguen con sinceridad. Con palabras y actos bondadosos tratarán de allanar el camino para los pies cansados. "El Señor Jehová me dio lengua de sabios, para saber hablar en sazón palabra al cansado." (Isaías 50:4.)

En derredor nuestro hay almas afligidas. En cualquier parte podemos encontrarlas. Busquémoslas y digámosles una palabra oportuna que las consuele. Seamos siempre canales por donde fluyan las refrigerantes aguas de la compasión.

En todas nuestras relaciones hemos de tener presente que en la experiencia ajena hay capítulos sellados en que no penetran las miradas de los mortales. En las páginas del recuerdo hay historias tristes que son inviolables para los ojos ajenos. Hay consignadas allí largas y rudas batallas libradas en circunstancias críticas, tal vez dificultades de familia que día tras día debilitan el ánimo, la confianza y la fe. Los que pelean la batalla de la vida contra fuerzas superiores pueden recibir fortaleza y aliento merced a menudas atenciones que sólo cuestan un esfuerzo de amor. Para ellos, el fuerte apretón de mano de un amigo verdadero vale más que oro y plata. Las palabras de bondad son tan bien recibidas como las sonrisas de ángeles.

16. 1JT 449. EL TESTIMONIO DE UNA IGLESIA UNIDA. Los apóstoles sentían la necesidad de la unidad estricta y trabajaban con fervor para alcanzarla. Pablo exhortó a sus hermanos con estas palabras: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer." (1Cor. 1:10).

También escribió a sus hermanos filipenses: "Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si algún refrigerio de amor; si alguna comunión del Espíritu; si algunas entrañas y misericordias, cumplid mi gozo; que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: no mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús." (Filip. 2:1-5.)

A los romanos escribió: "Mas el Dios de la paciencia y de la consolación os dé que entre vosotros seáis unánimes según 449 Cristo Jesús; para que concordes, a una boca glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, sobrellevaos los unos a los otros, como también Cristo nos sobrellevó, para gloria de Dios." "Unánimes entre vosotros: no altivos, mas acomodándoos a los humildes.  No seáis sabios en vuestra opinión." (Rom. 15:5-7; 12:16.)

Pedro escribió así a las iglesias dispersas: "Finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no volviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino antes por el contrario, bendiciendo; sabiendo que vosotros sois llamados para que poseáis bendición en herencia."  (1 Ped 3:8, 9)

Y Pablo en su epístola a los corintios, dice: "Resta, hermanos, que tengáis gozo, seáis perfectos, tengáis consolación, sintáis una misma cosa, tengáis paz; y el Dios de paz y de caridad será con vosotros." (2 Cor. 13:11)

En cuanto sea posible, debéis andar en armonía con vuestros hermanos y hermanas. Debéis entregaros a Dios y cesar de manifestar severidad y disposición a censurar. Debéis renunciar a vuestro propio espíritu y recibir en su lugar el espíritu del amado Salvador. Extended vuestra mano y asíos de la suya, para que su contacto os electrice y os cargue con las dulces características de su propio carácter incomparable. Podéis abrir vuestro corazón a su amor, y dejar que su poder os transforme y su gracia sea vuestra fuerza.  Entonces ejerceréis una poderosa influencia para el bien. Vuestra fortaleza moral estará a la altura de la prueba más estrecha del carácter. Vuestra integridad será pura y santificada. Entonces vuestra luz resplandecerá como la mañana. - 1876, tomo 4, pág.63.

La religión de Cristo no exige de nosotros que perdamos nuestra identidad de carácter, sino meramente que nos adaptemos, 450 en cierta medida, a los sentimientos y modalidades de los demás. Muchas personas se pueden vincular en una unidad de fe religiosa aunque sus opiniones, hábitos y gustos no armonicen en asuntos temporales; pero si arde en su seno el amor de Cristo, y fijan sus ojos en el mismo cielo como su morada eterna, pueden tener la comunión más dulce y más inteligente y la más admirable unidad. Habrá escasamente dos personas que experimenten exactamente lo mismo en todo detalle. Las pruebas de una no son tal vez las pruebas de otra, y nuestros corazones deben estar siempre abiertos a la simpatía bondadosa y debe arder en ellos el amor que Jesús sintió por todos sus hermanos. - 1876, tomo 4, págs. 65, 66. 451

TM 194; 3TS 220

17. MeM 340

18. ECFP 24; MeM 53; 1T 356

19. PE 274. Dijo el ángel: "Nada que sea menos que toda la armadura de justicia puede habilitar al hombre para vencer las potestades de las tinieblas y retener la victoria sobre ellas. Satanás ha tomado plena posesión de las iglesias en conjunto. Se ponen de relieve los, dichos y las obras de  los 274 hombres en vez de las claras y cortantes verdades de la Palabra de Dios. El espíritu y la amistad del mundo son enemistad hacia Dios. Cuando la verdad en su sencillez y fortaleza, tal cual es en Jesús, se levanta frente al espíritu del mundo, despierta en seguida el espíritu de persecución. Muchísimos que profesan ser cristianos no han conocido a Dios. El corazón natural no ha sido cambiado, y el ánimo carnal permanece en enemistad con Dios. Aquéllos son siervos fieles de Satanás, a pesar de haber asumido otro nombre."

Vi que desde que Jesús dejó el lugar santo del santuario celestial y entró detrás del segundo velo, las iglesias han estado llenándose de toda ave inmunda y aborrecible. Vi gran iniquidad y vileza en las iglesias; sin embargo sus miembros profesan ser cristianos. La profesión que hacen sus oraciones y sus exhortaciones, son abominación a la vista de Dios. Dijo el ángel: "Dios no halla agrado en sus asambleas. Practican el egoísmo, el fraude y el engaño sin reprensión de su conciencia. Sobre todos estos malos rasgos arrojan el manto de la religión." Me fue mostrado el orgullo de las iglesias nominales. Dios no cabe en sus pensamientos; sus ánimos carnales se espacian en sí mismos; adornan sus pobres cuerpos mortales, y luego se miran con satisfacción y placer. Jesús y los ángeles los miran con enojo. Dijo el ángel: "Sus pecados y su orgullo han subido hasta el cielo. Su porción está preparada.

LA JUSTICIA Y EL JUICIO han dormitado largo tiempo, pero pronto despertarán. La venganza es mía, yo pagaré, dice el Señor." Las terribles amenazas del tercer ángel van a ser realizadas, y todos los impíos han de beber de la ira de Dios. Una hueste innumerable de malos ángeles está dispersándose por toda la tierra y llena las iglesias. Estos agentes de Satanás consideran con regocijo las agrupaciones religiosas, porque el manto de la religión cubre los mayores crímenes e iniquidades.

21. MC 387. Si os dicen palabras violentas, no repliquéis jamás con el mismo espíritu. Recordad que "la blanda respuesta quita la ira" (Proverbios 15:1.) Y hay un poder maravilloso en el silencio. A veces las palabras que se le dicen al que está enfadado no sirven sino para exasperarlo. Pero pronto se 387 desvanece el enojo contestado con el silencio, con espíritu cariñoso y paciente.

Bajo la granizada de palabras punzantes de acre censura, mantened vuestro espíritu firme en la Palabra de Dios. Atesoren vuestro espíritu y vuestro corazón las promesas de Dios. Si se os trata mal o si se os censura sin motivo, en vez de replicar con enojo, repetíos las preciosas promesas: "No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal."(Romanos 12:21.)

Ministerio Hno. Pio


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