sábado, septiembre 25, 2021

REFLEXIÓN 851. INTRODUCCIÓN: Saludos Y Agradecimiento (2 CORINTIOS 1:1-11).

2 CORINTIOS 1:1-11. Vers. (1-2). Saludos. (3-7) Agradecimiento en medio de la tribulación. El, apóstol anima a los corintios contra las dificultades mediante las consolaciones y providencias con que Dios lo ha librado a él en todas sus pruebas, (8-11) especialmente en el último peligro que le sobrevino en Asia.

1 PABLO, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: 2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.

5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. 6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. 7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.

8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. 9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; 10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; 11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos. (2 Corintios 1).

1. Apóstol. Gr. apóstolos (ver com. Mar. 3:14; Hech. 1:2). Pablo había sido comisionado directamente por Jesucristo (Hech. 26:16-17; cf. Gál. 1:11-12); era, pues, un embajador que representaba a Cristo (2 Cor. 5:20). En la mayoría de sus epístolas Pablo se identifica como apóstol; por lo tanto, su autoridad era igual a la de los doce, todos los cuales habían visto al Señor y habían sido instruidos personalmente por él (ver com. 1 Cor. 9:1).

De Jesucristo. Es decir, enviado por Jesucristo y por consiguiente, su portavoz.

Voluntad de Dios. Los falsos apóstoles que perturbaban a la iglesia corintia actuaban por su propia iniciativa. Pablo había llegado a ser apóstol por un acto de la voluntad divina (cf. Rom. 1:1; 1 Cor. 1:1). Era imperativo que los corintios reconocieran esta diferencia y lo aceptaran por lo que él era: un representante de Dios.

Durante varias décadas hubo un sector influyente de cristianos de origen judío que exigían que los gentiles que se convertían al cristianismo también se hicieran prosélitos del judaísmo y observaran las prescripciones de la ley ritual. Esos judíos evidentemente negaban validez a la decisión del concilio de Jerusalén que eximía a los gentiles de esos ritos (Hech. 15:19-20, 28-29).

En una ocasión este sector, judaizante consiguió que las iglesias de Galacia se opusieran a Pablo (Gál. 3:1; 5:1-7), y también las iglesias de la provincia de Asia (2Tim. 1:15). Esos judaizantes menospreciaban continuamente a Pablo, y como él no se había relacionado personalmente con Cristo como los doce, en el mejor de los casos lo presentaban como un apóstol de segunda categoría. 

En la iglesia primitiva existía la tendencia de dividir a los apóstoles en dos grupos: los que habían estado con Cristo y los que no habían estado con él. Los que habían visto a Jesús personalmente, por lo general eran tenidos en más alta estima que los que no lo habían visto. Los del segundo grupo habían sido nombrados al apostolado por la iglesia, y eran considerados inferiores a los del primer grupo.

Esta clasificación era humana, y no tenía ni la aprobación de Dios ni la de los apóstoles originales. Por eso Pablo con frecuencia se sentía obligado a destacar que había sido llamado personalmente por Cristo. Se había encontrado con Jesús cara a cara en el camino a Damasco. Había sido instruido por el Señor en persona (Gál. 1:11-12), y había sido enviado personalmente por él mientras estaba en el templo, durante su primera visita a Jerusalén después de su conversión (Hech. 22:21).

Debido la que el bando que se le oponía en Corinto había puesto en tela de juicio sus credenciales como apóstol, en su segunda epístola a esa iglesia Pablo presentó abiertamente el hecho de haber sido llamado divinamente para ser apóstol (2 Cor. 3:1-6; 10:1-12; 11:1 a 12:18). 

Si era "la voluntad de Dios" que Pablo fuera apóstol, ¿qué derecho tenían los judaizantes de disputarle su autoridad? Ver com. 2 Cor. 3:1; 11:5; Gál. 1:1; 2:6.

El hermano Timoteo. En ninguna parte se llama apóstol a Timoteo. Aún era joven, aunque había estado relacionado con Pablo unos 15 años (ver com. Hech. 16:1-3; cf.  HAP 149). Pablo también se refiere a Timoteo como a su "colaborador" (Rom. 16:21).  Quizá todavía era considerado como principiante; sin embargo ya era bien conocido por la iglesia de Corinto (1 Cor. 16:10; 2 Cor. 1:19). 

Los nombres de Pablo y Timoteo están unidos en los saludos de otras cinco epístolas (Fil. 1:1; Col. 1:1; 1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1; File. 1). Pablo lo llama su "verdadero hijo en la fe" (1 Tim. 1:2, cf. 2 Tim. 1:2). Ver com. 1 Cor. 4:17; 16:10.

Iglesia. Gr. ekklesía (ver com. Mat. 18:17). Pablo llama a la iglesia de Corinto "la iglesia de Dios", con lo que quiere decir que había sido establecida por la voluntad de Dios, así como él había sido ordenado como apóstol "por la voluntad de Dios". La ciudad de Corinto era notable por su cultura, su riqueza y su impiedad (ver p. 652). A pesar de todo Dios había establecido su iglesia en este lugar, uno de los más perversos del mundo romano.

Todos los santos. Es indudable que en ese tiempo había un considerable núcleo de creyentes en Acaya (ver mapa frente a la p. 33). Se menciona específicamente a la iglesia de Cencrea (Rom. 16:1), y sin duda había otras.

El término hágios, "santo" (ver com. Rom. 1:7) fue usado desde el comienzo para referirse a los creyentes cristianos (Hech. 9:13), significando que estaban separados del mundo para servir a Dios.

Los que pertenecen al pueblo de Dios son llamados "creyentes" (1 Tim. 4:12), debido a su fe en Cristo; "discípulos" (Hech. 11:26), debido a que aprenden del Señor; "siervos" (Efe. 6:6), porque cumplen la voluntad divina; hijos (1 Juan 3:10; cf. vers. 1), por pertenecer a la familia de Dios por adopción; "santos", a causa de que sus vidas están dedicadas exclusivamente al Señor (1 Cor. 1:2).

Acaya. Los Romanos dividían a Grecia en dos provincias senatoriales: Acaya y Macedonia (cf. Hech. 19:21). Corinto era la capital de Acaya, que incluía el Ática y el Peloponeso, y era la residencia del procónsul o gobernador romano (ver mapa frente a la p. 33).

La inclusión en el saludo "a todos los santos que están en toda Acaya", además de los de Corinto, implica que hasta cierto punto aquéllos también necesitaban el consejo enviado a la iglesia de Corinto. Los corintios debían llevar los saludos del apóstol y su mensaje a las otras iglesias.

2. Gracia y paz. Ver com. Rom. 1:7. Este es el saludo de Pablo en todas sus epístolas excepto en las pastorales, en donde añade la palabra "misericordia". Gracia (járis; ver com. Juan 1:14) era un saludo común entre los griegos. Expresaba el deseo de que la persona a quien así se saludaba pudiera experimentar gozo y prosperidad. "Gracia", como saludo cristiano, expresaba el deseo de que el saludado pudiera conocer la plenitud del poder divino y la bendición celestial.

Las palabras comunes griegas con frecuencia adquirían nuevos matices de significado por la forma en que las usaban los cristianos (ver t. V, p. 107). "Paz", el saludo favorito de los judíos, expresaba el deseo de que el saludado tuviera bendiciones materiales y espirituales (ver com. Isa. 26:3; Mat. 5:9; Luc. 1:79; 2:14; Juan 14:27).

Por medio del saludo "gracia y paz", Pablo quizá deseaba expresar su deseo de comunión con los cristianos tanto de origen judío como gentil. La iglesia cristiana unía a judíos y a griegos.

La "gracia" de Dios justifica a los pecadores arrepentidos (Rom. 3:24; cf. Tito 2:11); su "paz" mantiene sus corazones y mentes firmes en Cristo (Fil 4:16).

Nuestro Padre. Ver com. Mat. 6:9.

Señor Jesucristo. Ver com. Mat. 1:1; Juan 1:38.

3. Bendito. Gr. eulog'tós (ver com. Mat. 5:3). Pablo comienza atribuyendo acertadamente la alabanza a Dios. En cuanto al sentido en que los hombres bendicen a Dios, ver com. Sal. 63:4.

Padre. El significado que Cristo atribuyó al nombre Padre, aplicado a Dios, se ve en todas las enseñanzas y el ministerio de Jesús. Refleja el espíritu del Sermón del Monte, es la palabra clave del Padre nuestro, el fundamento de la hermandad cristiana, el móvil para perdonar a los que nos ofenden y la convicción omnipresente de que Dios, como Padre de Cristo, lo acompañó a través de su vida (ver com. Luc. 2:49); y después de su resurrección habló de "mi Padre y vuestro Padre" (Juan 20:17).

A los hombres a veces les es difícil comprender la omnipresencia, la omnipotencia y la omnisapiencia del Dios infinito. Pero todos los hombres pueden entenderlo y apreciarlo como al Padre amante que dio a su único Hijo para que viviera y muriera por una raza de pecadores (Juan 3:16). Ver a Jesús es ver y conocer al Padre (Juan 14:9; cf. cap. 17:3).

Padre de misericordias. Esta frase no se repite exactamente en el NT. Dios es el Padre misericordioso, la fuente de donde fluyen todas las misericordias, el originador de todas ellas. Misericordia implica más que benevolencia, más que bondad. Dios es bueno para con todos, pero es misericordioso con aquellos que están afligidos por el pecado y necesitan perdón. Las misericordias son una revelación de la esencia del carácter del Dios; brotan de su corazón. Ver com. Rom. 12:1.

Consolación. Gr. parákl'sis (ver com.  Mat. 5:4). Mediante el Espíritu Santo, el Consolador (ver com.  Juan 14:16), Dios se acerca al hombre para atender sus necesidades espirituales y materiales. Parákl'sis es una palabra característica de esta epístola. Aparece 11 veces como sustantivo y 18 veces como verbo.

4. Consuela. Mejor consuela sin cesar. Gr. parakaléÇ (ver com. Mat. 5:4). Es decir, mediante el ministerio del Espíritu Santo (ver com. 2 Cor. 1:3).

Tribulaciones. Gr. thlípsis, "opresión", "apremio", "aflicción", "angustia", "apretura". El consuelo que viene de Dios hacía que el apóstol pudiera aceptar con calma los momentos angustiosos que se reflejan en otros pasajes (cap. 4:8-11; 11:30).

Consolar. Los que han experimentado tribulaciones y dolores y han hallado el consuelo que viene de lo alto, pueden simpatizar con otros que están en circunstancias similares y guiarlos a su Padre celestial.

La consolación. Este término incluye más que el consuelo en el dolor o en la angustia. Incluye todo lo que un amoroso Padre celestial puede hacer por sus Hijos terrenales. Ver com. Mat. 5:4.

La tribulación desempeña un papel importante en la perfección del carácter del cristiano (cf. Heb. 2:10). Los sufrimientos y las tribulaciones no tienen poder por sí mismos, para hacer que los hombres sean semejantes a Cristo; al contrario, más bien hacen que muchos se endurezcan y amarguen.

Pero Dios santifica la tribulación, y los que encuentran en él gracia y fortaleza para soportar, han resuelto uno de los grandes problemas de la vida (cf. Heb. 2:10). Comparar con el caso y el ejemplo del mismo Pablo (ver com. 2 Cor. 4:8-11; el. cap. 12:7-10). Es difícil creer en Dios en medio del lujo, las comodidades terrenales y la holgura. Las tribulaciones y los dolores pueden, en la providencia de Dios, acercarnos a él. Por lo tanto, ¿no deberían los hombres alabar al Señor por la tribulación y permitir que ella se convierta en un peldaño hacia el reino de Dios? (Hech. 14:22; Rom, 5:3; cf.  Sant. 1:2-3).

5. Las aflicciones de Cristo. La expresión podría significar los sufrimientos soportados por los creyentes por causa de Cristo, y también los que Cristo soportó, que son compartidos por sus seguidores. La sintaxis griega -"de Cristo"- permite ambos sentidos, lo que hace que surja la pregunta: ¿En qué sentido abundarán en nosotros los sufrimientos de Cristo? Cristo preguntó a sus discípulos: "¿Podéis beber del vaso que yo he de beber?" (Mat. 20:22). Pedro habla de ser "participantes de los padecimientos de Cristo" (1 Ped, 4:13). El cristiano tiene el privilegio de conocer "la participación de sus padecimientos" (Fil. 3:10), "llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús" (2 Cor. 4:10).

De acuerdo con la primera interpretación, "las aflicciones de Cristo" son las que se sufren por causa de él. Así como las aflicciones de Cristo fueron ocasionadas por la oposición, el desprecio, la persecución, las pruebas y necesidades, así también lo son las de sus discípulos.

Sin embargo, el valor del sufrimiento no depende tanto de las circunstancias que lo ocasionan como de la actitud del que sufre (cf. 1 Cor. 13:3). La buena disposición para sufrir no es de por sí una evidencia de cristianismo. Incontables millares han soportado sin quejarse pruebas y sufrimientos, sin embargo no son bajos de Dios. La comunión con Dios es la que ennoblece y santifica el sufrimiento (cf. 1 Ped. 2:20-21).

Abunda. Ver com. Efe. 3:20. Pablo estuvo plenamente satisfecho en todas sus angustias terrenales, con la consolación que le proporcionaba el ciclo.

Consolación. Gr. parákl'sis (ver com. vers. 3).

6. Si somos atribulados. Las tribulaciones de Pablo junto con el consuelo divino que recibía en su aflicción, redundaron en favor de los que fueron ganados por él para Cristo, Más aún: esas tribulaciones proveían una oportunidad para un paciente sufrimiento que los nuevos conversos podían imitar. Las tribulaciones de sabio también lo hacían idóneo para que diera consuelo y consejo a otros que podían pasar por iguales vicisitudes. Consolados. Gr. parakaléÇ (ver com. Mat. 5:4; cf. 2 Cor. 1:3-4). 

La cual se opera. Las tribulaciones y los consuelos que experimentan los dirigentes de la iglesia, con frecuencia llegan a ser de gran valor para las personas a quienes sirven. 

El ejemplo valiente y lleno de paciencia de los primeros, anima a los segundos (cf. Fil. 1: 13-14). Soportar con paciencia las tribulaciones es siempre un factor positivo para la salvación y la santificación (Rom. 5:3-5; 8:28).

7. Nuestra esperanza respecto de vosotros. La confianza que Pablo les tenía se basaba en su propia experiencia. Así como había recibido consuelo de Dios en momentos de prueba, sabía que también otros podían recibirlo en circunstancias similares. Este es el privilegio de todos los que tienen comunión con los sufrimientos de Cristo.

Así como sois compañeros. En los vers. 4-6 Pablo se ha referido a su propio caso. El consuelo del cual habla sólo se puede comprender experimentando aflicciones. Es evidente que los corintios habían estado sometidos a pruebas similares, en algunos respectos, a las que Pablo había soportado. Esas pruebas eran constantes en la iglesia primitiva, y servían para unir a todos los verdaderos creyentes en un compañerismo de sufrimiento y consolación. Los cristianos esperaban sufrir persecuciones por causa de Cristo (cf. Juan 16:3).

La constancia cristiana no es únicamente un estado emotivo que alcanzan los seres humanos por sí solos: es el producto del amor divino y de la gracia divina que actúan en la vida de las mujeres y los hombres consagrados. Es una esperanza que se basa en las evidencias pasadas del poder salvador de Dios y de la "consolación" en tiempos de prueba. La experiencia de depender de Dios en tales momentos proporciona un fundamento estable para estar firmes en situaciones posteriores (cf. 1 Ped. 5:10).

8. Nuestra tribulación. Después de una declaración general de principios acerca de la tribulación (vers. 3-7), Pablo se refiere a las pruebas específicas por las que acababa de pasar en Asia. Los eruditos han sugerido varios episodios que Pablo podría haber tenido en cuenta.

a. El tumulto levantado por Demetrio en Éfeso (Hech. 19:22-41). Sin embargo, se ha objetado que difícilmente Pablo podría haber estado en peligro de perder la vida durante ese motín, pues sus amigos, por temor de que fuera despedazado, lo persuadieron para que no se presentara en el teatro.

Además, Pablo había estado con frecuencia en peligro de muerte, como en Listra, donde fue apedreado y dejado por muerto (Hech. 14:19-20); por lo tanto, el episodio de Efeso difícilmente podría haber sido el motivo para la extrema angustia que aquí se expresa.  Algunos creen que Pablo se refiere al caso de Listra.

b. Una enfermedad mortal. Esta suposición difícilmente podría concordar con el contexto.

c. El complot de los judíos para matarlo cuando salió de Corinto, como resultado del cual creyó necesario cambiar sus planes (Hech. 20:3; cf. 1 Cor. 16:9).

d. La agonía mental y espiritual que sufrió debido a la condición de la iglesia de Corinto, especialmente a partir de su segunda visita, que tanto lo había angustiado (ver p. 818), y su ansiedad a causa de la forma como se recibió su carta anterior. Se hace notar que Pablo usa sus expresiones más vigorosas para la angustia mental y no para el peligro o sufrimiento de carácter físico. Se llama la atención al alivio que Pablo sintió al recibir las noticias de un cambio en las condiciones espirituales de Corinto (2 Cor. 7:6-7, 13). 

Aunque la frase perdimos la esperanza de conservar la vida podría parecer demasiado fuerte para referirse a su angustia mental, los que la han sentido aseguran que las circunstancias pueden dar lugar a una tensión tal en el alma, que parece imposible continuar viviendo a menos que se halle un remedio. Teniendo en cuenta todas las circunstancias, esta opinión parece ser más probable que las anteriores (cf. HAp 260-262).

Abrumados sobremanera. Lo que Pablo destaca no es el sufrimiento en sí, sino su intensidad. Su propósito es doble: (1) Expresar su interés personal y su preocupación por los creyentes de Corinto; (2) animarlos para que permanezcan firmes.

Perdimos la esperanza de conservar la vida. Ver com. "nuestra tribulación".

9. Sentencia. Literalmente "respuesta". Pablo pensaba que Dios quería que él muriera pronto. Ellos -Pablo y sus compañeros- tenían la "respuesta" de muerte en sí mismos; es decir, la respuesta interior a la pregunta en cuanto a su destino era que morirían. 

El tiempo del verbo en griego implica que el vívido recuerdo de la experiencia de muerte hacía que a Pablo le pareciera real mientras escribía.

No confiásemos en nosotros mismos. La experiencia por la cual Pablo había pasado recientemente lo había impresionado con esta lección. La misma verdad le era evidente cuando oraba para que le fuera quitado el "aguijón" de su "carne" (cap. 12:7-10). Pablo aprendió a confiar en la "consolación" que había hallado en Dios (ver com. 1:4).

Todos tenemos una fuerte tendencia a confiar en nosotros mismos, la cual es muy difícil de vencer. Fueron necesarios la "sentencia de muerte" y el "aguijón" en la "carne" para que Pablo la venciera. Las vicisitudes de Israel mientras iba de Egipto a Canaán tenia el propósito de enseñar a los Israelitas  esta lección fundamental.  Dios permite con frecuencia que los suyos pasen por intensos aprietos para que puedan comprender su propia insuficiencia y sean inducidos a confiar y a esperar en la suficiencia divina.

Las pruebas son requisitos de la vida cristiana (Hech. 14:22). Para la salvación del ser humano es fundamental que éste aprenda a confiar plenamente en Cristo; esta confianza en Dios es un factor esencial en el diario vivir del cristiano. En el horno de fuego es donde con frecuencia los seres humanos aprenden a caminar al lado del Hijo de Dios (ver Dan. 3:25).

Sólo los que "tienen hambre y sed" de las cosas de Dios pueden esperar ser "saciados" (ver com. Mat. 5:6). Sentir siempre la propia necesidad es un requisito indispensable para recibir las dádivas del cielo (ver t. V, p.199; com. Mar. 1:44; Luc. 7:41).

Resucita a los muertos. En cuanto a la certeza que tenía Pablo de la resurrección, ver 1 Cor. 15:12-23, 51-55; 1 Tes. 4:16-17.

10. Nos librará. Es posible que el peligro al cual Pablo alude en el vers. 8 no había desaparecido del todo. Quizá comprendía que en el ministerio evangélico con seguridad un peligro seguiría a otro. La liberación pasada le daba seguridad y confianza para esperar una liberación futura. El sentimiento de seguridad del cristiano proviene de la confianza en las promesas de Dios y de las experiencias personales que prueban que esas promesas se han cumplido.

Tan gran muerte. O "tan terrible muerte". El verbo "librar", que aquí se usa tres veces, es la clave de este versículo. La liberación había llegado a tener verdadero significado para Pablo (cap. 11: 23-28), y esto explica el énfasis que pone en ella.

11. Cooperando. Los creyentes corintios podían por medio de sus oraciones ser colaboradores con Pablo en su ministerio. 

El creía firmemente en el valor de la oración intercesora, la suya propia (Rom. 1:9, Efe. 1:16; Fil. 1:4; etc.), y la de otros (Rom. 15:30; 1 Tes. 5:25; 2 Tes. 3:1). Pablo estimaba mucho las oraciones unidas del pueblo de Dios.

Muchas personas. Literalmente "muchos rostros", modismo pintoresco que significa "personas". Tal vez Pablo pensaba en las muchas personas cuyos rostros se habían elevado a Dios en favor del apóstol. En el rostro se refleja el espíritu de oración y agradecimiento. Al recordar las aflicciones y las pruebas por las que había pasado, se daba cuenta de que la mano divina lo había salvado de la muerte; pero además veía un mar de rostros elevados hacia el cielo para interceder por él ante el trono de la gracia.

Pablo invita a los miembros de la familia de la fe a unirse en oración por aquellos a quienes Dios ha escogido para que atiendan las necesidades espirituales de la grey. 

La condición de esos dirigentes con frecuencia es sumamente peligrosa. Sus responsabilidades son grandes y sus problemas muchos. Su bienestar físico y espiritual debe ser un asunto de gran cuidado en la iglesia. Es igualmente importante que los ministros sientan el amante compañerismo de su grey.

Esto es lo que indujo a Pablo a expresar que anhelaba las oraciones de aquellos entre quienes trabajaba. La simpatía y el apoyo acompañado de oración proporcionan gran fortaleza. Pablo no había estado solo al orar por la ayuda divina; ahora tampoco podía regocijarse solo. Anhelaba que otros compartieran las bendiciones que había recibido.

El don concedido. Es decir, la bendición que había sido concedida en respuesta a las oraciones de muchos. Pablo se refiere sin duda a su liberación del peligro mortal (vers. 8). 6CBA 

COMENTARIOS DE EGW

3-4. 2JT 191. Pablo agradecía así el consuelo que Dios le diera: "Bendito sea. . . el Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios."(2 Cor. 1:3,4.) Y al sentir Pablo el consuelo y el calor del amor de Dios, reflejaba la bendición sobre los demás. Conduzcámonos de modo que los cuadros que se graben en nuestra memoria no 192 sean de un carácter tal que no podamos reflexionar en ellos.

3-8. HAp 261. SE ESCUCHA EL MENSAJE. Basado En 2 Carta A Los Corintios. (260-269)

https://elaguila3008.blogspot.com/2019/07/capitulo-31-se-escucha-el-mensaje.html

4. MB 24. EL SUFRIMIENTO, UN MEDIO PARA EL PERFECCIONAMIENTO DEL CARÁCTER. Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios "no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres". Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es para "lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación". 

Si la recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe cruel que marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que nunca habrían conocido a Jesús, si la tristeza no les hubiera movido a buscar consuelo en él!

Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero 23 la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio.

El Señor obrará para cuantos depositen su confianza en él. Los fieles ganarán victorias preciosas, aprenderán lecciones de gran valor y tendrán experiencias de gran provecho (El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 16, 17).

LA AFLICCIÓN Y LA CALAMIDAD NO INDICAN EL DESAGRADO DE DIOS. "Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: ni éste pecó, ni sus padres: más para que las obras de Dios se manifestasen en él". . .

Se creía generalmente entre los judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador. . .

Dios había dado una lección destinada a prevenir esto. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento es infligido por Satanás, pero que Dios predomina sobre él con fines de misericordia. Pero Israel no entendía la lección. Al rechazar a Cristo, los 24 judíos repetían el mismo error por el cual Dios había reprobado a los amigos de Job.

Los discípulos compartían la creencia de los judíos concerniente a la relación del pecado y el sufrimiento. Al corregir Jesús el error, no explicó la causa de la aflicción del hombre, sino que les dijo cuál sería el resultado. Por causa de ello se manifestarían las obras de Dios. "Entre tanto que estuviere en el mundo -dijo él- luz soy del mundo". Entonces, habiendo untado los ojos del ciego, lo envió a lavarse en el estanque de Siloé, y el hombre recibió la vista. Así Jesús contestó la pregunta de los Discípulos de una manera práctica, como respondía él generalmente a las preguntas que se le dirigían nacidas de la curiosidad. Los discípulos no estaban llamados a discutir la cuestión de quién había pecado o no, sino a entender el poder y la misericordia de Dios al dar vista al ciego (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 436, 437).

MC 198. Uno de los mayores obstáculos para el restablecimiento de los enfermos es la concentración de su atención en sí mismos. Muchos inválidos se figuran que todos deben otorgarles simpatía y ayuda, cuando lo que necesitan es que su atención se distraiga de sí mismos, para interesarse en los demás.

Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y esto es correcto. Debemos orar porque Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. Al par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros.

El capítulo cincuenta y ocho de Isaías es una receta para las enfermedades del cuerpo y el alma. Si deseamos tener salud y el verdadero gozo de la vida, debemos practicar las reglas dadas en este pasaje.

2JT 574. "Yo . . . te lo Pagaré" Dios no ha cambiado. Su poder no es menor hoy que en los días de Elías. Y no menos segura que cuando fue pronunciada por nuestro Salvador es la promesa que Cristo ha dado: "El que recibe profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibirá." (Mat. 10:41.)

A sus fieles siervos de hoy como a sus primeros discípulos, se aplican las palabras de Cristo: "El que os recibe a vosotros, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió." Ningún acto de bondad hecho en su nombre dejará de ser 574 reconocido y recompensado. Y en el mismo tierno reconocimiento Cristo incluye aun a los más débiles y humildes de la familia de Dios. "Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos -los que son como niños en su fe y conocimiento- un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa." (Vers, 40, 42.)

La pobreza no necesita privarnos de manifestar hospitalidad. Hemos de impartir lo que tenemos. Hay quienes luchan para ganarse la vida, quienes tienen grandes dificultades para suplir sus necesidades; pero aman a Jesús en la persona de sus santos, y están listos para mostrar hospitalidad a creyentes e incrédulos, y tratan de hacer provechosas sus visitas. En la mesa y en el culto de la familia, dan la bienvenida a los huéspedes. El momento de oración impresiona a aquellos que reciben su hospitalidad, y aun una visita puede significar la salvación de un alma de la muerte. El Señor toma nota diciendo: "Te lo pagaré."

Hermanos y hermanas, invitad a vuestros hogares a aquellos que necesitan hospitalidad y bondadosa atención. Sin ostentación, al ver su necesidad, acogedlos y manifestadles verdadera hospitalidad cristiana. Hay preciosos privilegios en el trato social.

"No con sólo el pan vivirá el hombre," (Mat. 4:4) y a medida que nosotros impartimos a otros de nuestro alimento temporal, debemos impartir también esperanza, valor y amor cristianos. Debemos "consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios." (2 Cor. 1:4.) Y se nos asegura que "poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra." (2 Cor. 9:8.) Estamos en un mundo de pecado y tentación; en todo nuestro derredor hay almas que perecen sin Cristo; y Dios quiere que trabajemos por ellas de toda manera posible. Si tenemos un hogar agradable, invitemos a los jóvenes que no tienen hogar, los que 575 necesitan ayuda, que anhelan simpatía, palabras bondadosas, respeto y cortesía. Sí deseáis traerlos a Cristo, debéis mostrarles que los amáis y respetáis como compra de su sangre.

En la providencia de Dios estamos en relación con los inexpertos, con muchos que necesitan compasión y piedad. Necesitan socorro, porque son débiles. Los jóvenes necesitan ayuda. En la fuerza de Aquel cuya amante bondad se ejercita hacia los indefensos, los ignorantes y los que son contados como los menores de sus pequeñuelos, debemos trabajar para su futuro bienestar, para que adquieran un carácter cristiano. 

Aquellos mismos que más necesitan ayuda, serán a veces los que nos probarán más la paciencia. "Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños -dice Cristo;- porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos." (Mat. 18:10.) Y a los que atienden a estas almas, el Salvador declara: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis." (Mat. 25:40)

Las sienes de aquellos que hacen esta obra llevarán la corona del sacrificio.  Pero recibirán su recompensa. En el cielo veremos a los jóvenes a quienes ayudamos, a aquellos a quienes invitamos a nuestras casas, a los que apartamos de la tentación.  Veremos sus rostros reflejar la radiante gloria de Dios. "Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes." (Apoc. 22:4.)

3-5. DMJ 17. Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga... 16 Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará mal". Job 5:17-19.

A todos los afligidos viene Jesús con el ministerio de curación. El duelo, el dolor y la aflicción pueden iluminarse con revelaciones preciosas de su presencia. 

Dios no desea que quedemos abrumados de tristeza, con el corazón angustiado y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos guíe. Su corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas. Nos ha amado con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia. Podemos apoyar el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz. Pensad en esto, hijos de las penas y del sufrimiento, y regocijaos en la esperanza. "Esta es la victoria que vence al mundo… nuestra fe". 1 Juan 5:4. VM.

Bienaventurados también los que con Jesús lloran llenos de compasión por las tristezas del mundo y se afligen por los pecados que se cometen en él y, al llorar, no piensan en sí mismos. Jesús fue Varón de dolores, y su corazón sufrió una angustia indecible. Su espíritu fue desgarrado y abrumado por las transgresiones de los hombres. Trabajó con celo consumidor para aliviar las necesidades y los pesares de la humanidad, y se le agobió el corazón al ver que las multitudes se negaban a venir a él para obtener la vida. Todos los que siguen a Cristo, y compartirán también la gloria que será revelada. Estuvieron unidos con él en su obra, apuraron con él la copa del dolor, y participan también de su regocijo.

Por medio del sufrimiento, Jesús se preparó para el 17 ministerio de consolación. Fue afligido por toda angustia de la humanidad, y "en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados". Heb. 2:18; Isa. 63:9. 
Quien haya participado de esta comunión de sus padecimientos tiene el privilegio de participar, también de su ministerio. "Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación". El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar a las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran. El "Padre de misericordias y Dios de toda consolación..., nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios". 2 Cor. 1:5,3,4.

7. HAp 212. EL CRISTIANO VIGILANTE es el cristiano que trabaja, que procura celosamente hacer todo lo que puede para el adelantamiento del Evangelio. Como crece el amor por su Redentor, así también crece su amor por su prójimo.

Tiene severas pruebas, como su Señor; pero no permite que las aflicciones agríen su 212 temperamento y destruyan su paz mental. Sabe que la prueba, si se la soporta bien, le refinará y purificará, y le unirá más con Cristo.

Los que son participantes de los sufrimientos de Cristo, serán también participantes de su consolación, y al fin compartirán también su gloria. "Os rogamos, hermanos ­continuó Pablo en su carta a los tesalonicenses,­ que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan: y que los tengáis en mucha estima por amor de su obra. Tened paz los unos con los otro

Ministerio Hno. Pio

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