CAPÍTULO 41. PROPÓSITOS DE LA DISCIPLINA.
EL DOMINIO PROPIO ES EL PROPÓSITO PRIMORDIAL.
El objeto de la disciplina es educar al niño
para que se gobierne solo. Se le debería
enseñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan pronto como sea capaz de
comprender, se debería alistar su razón de parte de la obediencia. Procurad que todo el trato con él muestre que
la obediencia es justa y razonable.
Ayudadle a ver que todas las cosas están sujetas a leyes y que la
desobediencia conduce, al fin, al desastre y el sufrimiento. Cuando Dios prohíbe una cosa nos amonesta, en
su amor, contra las consecuencias de la desobediencia a fin de salvarnos de
daños y pérdidas (La Educación, pág. 279).
CONSÍGASE EL PODER DE LA VOLUNTAD.
Sólo se logra el verdadero objeto del reproche
cuando se induce al transgresor a ver su falta y se prepara su voluntad para su
corrección. Obtenido esto, indíquesele
la fuente del perdón y poder (Id., pág. 283).
Los que educan a sus alumnos para que sientan
que reside en sí mismos el poder de llegar a ser hombres y mujeres de honra y
utilidad, serán los que tendrán un éxito más permanente
(Fundamentals of
Christian Education, pág. 58).
CORREGID LOS MALOS HÁBITOS Y LAS MALAS
INCLINACIONES Y TENDENCIAS.
Es obra de los padres restringir, guiar y
controlar. No pueden cometer un mal peor
que permitir que sus hijos satisfagan todos sus deseos 208 y fantasías
pueriles, y dejarlos que sigan sus propias inclinaciones; no les pueden hacer
un mal peor que dejar en su mente la impresión que deben vivir para agradarse a
sí mismos y divertirse, para seguir sus propias inclinaciones y buscar sus
propios placeres y compañías. . . . Los jóvenes necesitan padres que los
eduquen y disciplinen, que les corrijan sus malos hábitos e inclinaciones y
poden sus malas tendencias (Manuscrito 12, 1898).
DERRIBAD EL BALUARTE DE SATANÁS.
Madres, el destino de vuestros hijos descansa
en gran medida en vuestras manos. Si no
cumplís vuestro deber, podéis colocarlos en las filas de Satanás y hacerlos sus
agentes para arruinar otras almas. O vuestra fiel disciplina y ejemplo piadoso
pueden conducirlos a Cristo, y ellos a su vez influirán en otros, y así se
salvarán muchas almas por vuestro medio (Signs of the Times, 9-2-1882).
Observemos cuidadosamente y comencemos a
recoger nuestros puntos corridos.* Derribemos los baluartes del enemigo. Corrijamos misericordiosamente a nuestros
amados y preservémoslos del poder del enemigo.
No os desaniméis (Review and Herald, 16-7-1895).
ENSEÑAD EL RESPETO A LAS AUTORIDADES DIVINA Y
PATERNA.
Los hijos. . . debieran ser preparados,
educados y disciplinados hasta que lleguen a ser obedientes a sus padres,
respetando su autoridad. En esta forma
el respeto a la autoridad divina será implantado en su corazón y la educación
de la familia será como una escuela preparatoria para la familia
celestial. La educación de los niños y
jóvenes debiera ser de tal carácter que los hijos estén preparados para asumir
sus deberes religiosos y quedar así 209 preparados para entrar en las cortes
celestiales (Id., 13-3-1894).
El que es la fuente de todo conocimiento ha
fijado las condiciones de nuestra idoneidad para entrar en el cielo de los
bienaventurados con estas palabras: "Bienaventurados los que guardan sus
mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por
las puertas en la ciudad". La
obediencia a los mandamientos de Dios es el precio del cielo, y la obediencia a
los padres en el Señor es la lección importantísima que deben aprender los
hijos (Manuscrito 12, 1896).
OBEDIENCIA POR PRINCIPIO Y NO A LA FUERZA.
Decid a vuestros hijos exactamente lo que
requerís de ellos. Comprendan entonces
que vuestra palabra es ley y debe ser obedecida. Así los estáis educando para que respeten los
mandamientos de Dios, . . . es mucho mejor que vuestros muchachos obedezcan por
principio y no a la fuerza (Review and Herald, 15-9-1904).
UNA LECCIÓN DE CONFIANZA IMPLÍCITA.
Isaac queda atado por las manos temblorosas y
amantes de su padre compasivo, porque Dios lo ha dicho. El hijo se somete al sacrificio, porque cree
en la integridad de su padre. . . . Este acto de fe de Abrahán ha sido
registrado para nuestro beneficio. Nos
enseña la gran lección de confiar en los requerimientos de Dios, por severos y
crueles que parezcan; y enseña a los hijos a someterse enteramente a sus padres
y a Dios. Por la obediencia de Abrahán
se nos enseña que nada es demasiado precioso para darlo a Dios
(Joyas de los
Testimonios, tomo 1, pág. 353).
LOS JÓVENES RESPONDERÁN A LA CONFIANZA.
Debe impresionarse a los jóvenes con la idea
de que se les tiene confianza. Tienen un
sentido del honor y quieren ser respetados, y en esto están en su derecho. Si los alumnos reciben la impresión de que no
pueden 210 ni salir ni entrar, sentarse a la mesa o estar en cualquier lugar,
aun en sus habitaciones, a menos que se los vigile, un ojo crítico esté sobre
ellos para criticar y desatarlos, esto tendrá la influencia de desmoralizarlos
y un pasatiempo no les proporcionará placer.
Este conocimiento de una vigilancia continua es más que una tutoría
paternal y mucho peor; pues los padres prudentes, mediante el tacto, con
frecuencia pueden discernir debajo de la superficie y ver la obra de la mente
inquieta por debajo de los anhelos de la juventud, o bajo las fuerzas de las
tentaciones, y pueden hacer sus planes para trabajar contrarrestando los
males. Pero esta vigilancia continua no
es natural y produce los males que está procurando evitar. La salud de los jóvenes requiere ejercicio,
alegría y una atmósfera feliz y agradable que los rodee para el desarrollo de
la salud física y del carácter simétrico (Fundamentals of Christian Education,
pág. 114).
EL GOBIERNO PROPIO EN CONTRA DE LA AUTORIDAD
ABSOLUTA.
En muchas familias, los niños parecen bien
educados, mientras están bajo la disciplina y el adiestramiento; pero cuando el
sistema que los sujetó reglas fijas se quebranta, parecen incapaces de pensar,
actuar y decidir por su cuenta. Estos
niños han estado durante tanto tiempo bajo una regla férrea sin que se les
permitiera pensar o actuar por su cuenta en lo que les correspondía, que no
tienen confianza en sí mismos para obrar de acuerdo con su propio juicio u
opinión. Y cuando se apartan de sus
padres para actuar por su cuenta, el juicio ajeno los conduce en dirección
equivocada.
No tienen estabilidad de
carácter. No se les ha hecho depender de
su propio juicio a medida que era posible, por lo tanto su mente no se ha
desarrollado ni fortalecido debidamente.
Han estado durante tanto tiempo absolutamente controlados por sus
padres, que fían 211 completamente en ellos; sus padres son para ellos mente y
juicio. Por otro lado, no se debe dejar a los jóvenes
que piensen y actúen independientemente del juicio de sus padres y
maestros. Debe enseñárseles a los niños
a respetar el juicio experimentado y a ser guiados por sus padres y
maestros. Se los debe educar de tal
manera que sus mentes estén unidas con las de sus padres y maestros, y se los
ha de instruir para que comprendan lo conveniente que es escuchar sus
consejos. Entonces, cuando se aparten de
la mano guiadora de sus padres y maestros, su carácter no será como el junco
que tiembla al viento.
En el caso de que no se les enseñe a los
jóvenes a pensar debidamente y actuar por su cuenta, en la medida en que lo
permita su capacidad e inclinación mental, a fin de que por este medio pueda
desarrollarse su pensamiento, su sentido de respeto propio, y su confianza en
su propia capacidad de obrar, el adiestramiento severo producirá siempre una
clase de seres débiles en fuerza mental y moral. Y cuando se hallen en el mundo para actuar
por su cuenta, revelarán el hecho de que fueron adiestrados como los animales,
y no educados. Su voluntad, en vez de
ser guiada, fue forzada a someterse por la dura disciplina de padres y maestros
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 315, 316).
LOS MALOS RESULTADOS CUANDO UNA MENTE DOMINA A
OTRA.
Aquellos padres y maestros que se jactan de
ejercer el dominio completo de la mente y la voluntad de los niños que están
bajo su cuidado, dejarían de jactarse si pudiesen ver la vida futura de los
niños así dominados por la fuerza o el temor.
Carecen casi completamente de preparación para compartir las severas
responsabilidades de la vida. Cuando
estos jóvenes ya no estén bajo el cuidado de sus padres y maestros, y estén
obligados a pensar y actuar 212 por su cuenta, es casi seguro que seguirán una
conducta errónea y cederán al poder de la tentación. No tienen éxito en esta vida; y se advierten
las mismas deficiencias en su vida religiosa.
Si los instructores de los niños y los jóvenes pudiesen ver desplegados
delante de ellos el resultado futuro de su disciplina errónea, cambiarían su
plan de educación. Esa clase de maestros
que se congratulan de dominar casi por completo la voluntad de sus alumnos, no
son los que tienen más éxito, aunque momentáneamente las apariencias sean
halagadoras.
Dios no quiso nunca que una mente humana
estuviese bajo el dominio completo de otra.
Los que se esfuerzan porque la individualidad de sus alumnos se funda en
la suya, para ser mente, voluntad y conciencia de ellos, asumen terribles
responsabilidades. Estos alumnos pueden,
en ciertas ocasiones, parecerse a soldados bien adiestrados. Pero, cuando se elimine la restricción, no
actuarán en forma independiente, basados en principios firmes que existan en
ellos (Id. págs. 316, 317).
MEDIANTE HABILIDAD Y PACIENTE ESFUERZO.
Se requieren habilidad y paciente esfuerzo
para modelar a los jóvenes en la forma correcta. Especialmente, los niños que han venido al
mundo cargados con una herencia de mal, como resultado directo de los pecados
de sus padres, necesitan muchísimo la más cuidadosa cultura para desarrollar y
fortalecer sus facultades morales e intelectuales. Y la responsabilidad de los padres es
ciertamente difícil. Han de restringirse
cuidadosamente las malas tendencias y deben reprocharse tiernamente; ha de
estimularse la mente en favor de lo correcto.
Debiera animarse al niño para que logre gobernarse a sí mismo. Y esto ha de hacerse juiciosamente, pues
podría frustrarse el propósito deseado.
(Christian Temperance and Bible Hygiene,
pág. 138). 213
CAPÍTULO 42. EL TIEMPO PARA COMENZAR LA DISCIPLINA.
LOS HIJOS DESOBEDIENTES SON UNA SEÑAL DE LOS ÚLTIMOS DÍAS.
Una de las señales de los "postreros
días" es la desobediencia de los hijos a los padres. ¿Comprenden los
padres su responsabilidad? Muchos
parecen haber perdido de vista la vigilancia que debieran ejercer sobre sus
hijos y les permiten que complazcan sus malas pasiones y los desobedezcan
(Review and Herald, 19-9-1854).
Los hijos son la heredad del Señor, y a menos
que los padres los eduquen en forma de capacitarlos para guardar los caminos
del Señor, descuidan un solemne deber.
No es la voluntad ni el propósito de Dios que los hijos lleguen a ser
incultos, ásperos, descorteses, desobedientes, ingratos, impíos, implacables,
infatuados, amantes de los placeres más que de Dios. Las Escrituras declaran que ésta sería la
condición de la sociedad como una señal de los últimos días.
(Signs of the
Times, 17-9-1894).
LOS PADRES INDULGENTES QUEDAN DESCALIFICADOS
PARA EL ORDEN DEL CIELO.
Hay perfecto orden en el cielo, perfecta
armonía y acuerdo. Si los padres
descuidan que sus hijos estén aquí bajo la debida autoridad, ¿cómo pueden
esperar que sean considerados aptos para acompañar a los santos ángeles en un
mundo de paz y armonía?
(Testimonies, tomo 4, pág. 199).
Los que no respetan el orden o la disciplina
en esta vida, no respetarían el orden que se observa en el cielo. No podrán nunca ser admitidos allí; porque
todos los que sean dignos de entrar en el cielo amarán el orden y respetarán la
disciplina. Los caracteres formados en
esta vida determinarán el destino futuro.
Cuando venga Cristo, no cambiará el carácter de ninguna persona. . . .
Los padres no deben 214 descuidar ningún deber de su parte para beneficiar a
sus hijos. Deben educarlos de tal manera
que sean una bendición para la sociedad aquí, y puedan cosechar la recompensa
de la vida eterna.
(Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 538, 539).
CUÁNDO DEBIERA EMPEZAR LA DISCIPLINA.
El momento en que el niño comienza a elegir su
propia voluntad y sus propios caminos, es el momento cuando debe comenzar su
educación en la disciplina. Esta puede
llamarse una educación inconsciente.
Entonces es cuando debe comenzar una obra consciente y poderosa. Necesariamente descansa sobre la madre la
mayor parte del peso de esta obra. Ella
tiene la primera responsabilidad sobre el niño y ha de establecer el fundamento
de una educación que lo ayude a desarrollar un carácter fuerte y simétrico. . .
.
Con frecuencia meros bebés demuestran una
voluntad muy determinada. Si esa
voluntad no es dominada por una autoridad más sabia que los deseos indóciles
del niño, Satanás se posesiona de la mente y dispone el carácter en armonía con
su voluntad (Carta 9, 1904).
El descuido de la obra de disciplinar y educar
hasta que un carácter perverso se ha fortalecido, está provocando en los niños
un mal gravísimo, pues crecen egoístas, exigentes y antipáticos. . . . La obra
de la madre debe comenzar en una edad muy precoz, sin dar a Satanás la
oportunidad de dominar la mente y el carácter de sus pequeños (Manuscrito 43,
1900).
REPRIMID LAS PRIMERAS MANIFESTACIONES DEL MAL.
Padres, debéis principiar vuestra primera
lección de disciplina cuando vuestros hijos son aún niños mamantes en vuestros
brazos. Enseñadles a conformar su
voluntad a la vuestra. Esto puede hacerse
con serenidad y firmeza. Los padres
deben ejercer 215 un dominio perfecto sobre su propio genio, y con mansedumbre,
aunque con firmeza, doblegar la voluntad del niño hasta que no espere otra cosa
sino el deber de ceder a sus deseos.
Los padres no empiezan a tiempo. No subyugan la primera manifestación de mal
genio del niño, y éste nutre una terquedad que aumentará con el crecimiento y
se fortalecerá a medida que él mismo adquiera fuerza (Joyas de los Testimonios,
tomo 1, pág. 78).
"¿SON DEMASIADO JÓVENES PARA SER
CASTIGADOS?"
Elí no administró su casa de acuerdo con los
reglamentos que Dios dio para el gobierno de la familia. Siguió su propio juicio. El padre indulgente pasó por alto las faltas
y los pecados de sus hijos en su niñez, lisonjeándose de que después de algún
tiempo, al crecer, abandonarían sus tendencias impías. Muchos están cometiendo ahora un error
semejante. Creen conocer una manera
mejor de educar a sus hijos que la indicada por Dios en su Palabra, fomentan
tendencias malas en ellos y se excusan diciendo: "Son demasiado jóvenes
para ser castigados. Esperemos que sean
mayores, y se pueda razonar con ellos".
En esta forma se permite que los malos hábitos se fortalezcan hasta
convertirse en una segunda naturaleza.
Los niños crecen sin freno, con rasgos de carácter que serán una
maldición para ellos durante toda su vida, y que propenderán a reproducirse en
otros.
No hay maldición más grande en una casa que la
de permitir a los niños que hagan su propia voluntad. Cuando los padres acceden a todos los deseos
de sus hijos y les permiten participar en cosas que reconocen perjudiciales,
los hijos pierden pronto todo respeto por sus padres, toda consideración por la
autoridad de Dios o del hombre, y son llevados cautivos 216 de la voluntad de
Satanás
(Patriarcas y Profetas, págs. 625, 626).
COLÓQUESE EN PRIMER LUGAR LA EDUCACIÓN EN EL
HOGAR.
Muchos señalan a los hijos de los pastores, de
los maestros y de otros hombres de elevada reputación por su sabiduría y piedad
y dicen que si esos hombres, con todas sus ventajas, fracasan en el gobierno de
su familia, los que son menos favorecidos no pueden tener esperanza de tener
éxito. La pregunta que debe dilucidarse
es ésta: ¿Esos hombres han dado a sus hijos lo que les corresponde por derecho:
un buen ejemplo, instrucción fiel y adecuada restricción? El descuido de esos puntos esenciales es lo
que hace que tales padres proporcionan a la sociedad hijos que no están bien
equilibrados en su mente, impacientes ante la restricción e ignorantes de los
deberes de la vida práctica. En esto
hacen al mundo un daño que sobrepuja todo el bien realizado por sus
labores. Esos hijos transmiten su propia
perversidad de carácter como una herencia a sus descendientes y al mismo tiempo
su mal ejemplo e influencia corrompen a la sociedad y trastornan a la
iglesia. No podemos creer que hombre
alguno, no importa cuán grande sea su habilidad y utilidad, sirva mejor a Dios
o al mundo mientras dedique su tiempo a otros propósitos descuidando a sus
propios hijos.
(Signs of the Times 9-2-1882).
SE PROMETE LA COOPERACIÓN CELESTIAL.
Dios bendecirá una disciplina justa y correcta
Pero Cristo dice "sin mí nada podéis hacer". Los seres celestiales no pueden cooperar con
los padres y madres que descuidan la educación de sus hijos, permitiendo que
Satanás maneje esa maquinaria infantil, esa mente juvenil, como un instrumento
mediante el cual puede obrar para contrarrestar la acción del Espíritu Santo
(Manuscrito 126, 1897). 217
CAPÍTULO 43. LA DISCIPLINA EN EL HOGAR.
FAMILIAS BIEN ORDENADAS Y BIEN DISCIPLINADAS.
El deber de los que pretenden ser cristianos
es presentar ante el mundo familias bien ordenadas y bien disciplinadas,
familias que demuestren el poder del verdadero cristianismo (Review and Herald,
13-4-1897).
No es fácil educar y preparar a los hijos
sabiamente. Se levantarán dificultades
cuando los padres traten de mantener el juicio y el temor de Dios delante de
ellos, los hijos revelarán la perversidad albergada en su corazón. Muestran amor por la necedad, la
independencia y odio por la restricción y la disciplina.
Practican el engaño y expresan
falsedades. Demasiados padres, en vez de
castigar a sus hijos por esas faltas, los ciegan a fin de que no vean debajo de
la superficie ni disciernan el verdadero significado de estas cosas. Por lo tanto, los hijos continúan en sus
prácticas engañosas formando caracteres que Dios no puede aprobar.
La norma fijada por la Palabra de Dios es
puesta a un lado por los padres a los que no les gusta la camisa de fuerza,
como algunos la llaman, para emplearla en la educación de sus hijos. Muchos padres tienen un disgusto arraigado en
contra de los santos principios de la Palabra de Dios, porque esos principios
colocan demasiada responsabilidad sobre ellos.
Pero la cuenta inevitable, que todos los padres están obligados a pagar,
muestra que los caminos de Dios son los mejores y que el único sendero de
seguridad y felicidad se halla en la obediencia a su voluntad (Id., 30-3-1897).
LA RESTRICCIÓN DE LOS HIJOS NO ES UNA TAREA
FÁCIL.
Dentro del actual estado de cosas de la
sociedad, no es una tarea fácil que los padres restrinjan a sus hijos y los
instruyan de acuerdo con los principios 218 bíblicos. Cuando educan a sus hijos en armonía con los
preceptos de la Palabra de Dios y, como el Abrahán de la antigüedad, guían a su
casa tras sí, los hijos piensan que sus padres son exagerados e
innecesariamente exigentes (Signs of the Times, 17-4-1884).
FALSAS IDEAS EN CUANTO A LA RESTRICCIÓN.
Padres. si queréis la bendición de Dios,
proceded como procedió Abrahán. Reprimid
el mal y fomentad el bien. Será
necesario dar algunas órdenes en lugar de consultar las inclinaciones y gustos
de los hijos (Carta 53, 1887).
Dejar a un niño que siga sus impulsos
naturales, es permitirle que su carácter se deteriore y se haga eficiente en el
mal. Los padres sabios no dirán a sus hijos:
"Sigue tu propia elección; ve adonde quieras, y haz lo que quieras";
sino: "Escucha la instrucción del Señor". A fin de que no se eche a perder la belleza
de la vida del hogar, deben hacerse y aplicarse reglas sabias en él (Consejos
para los Maestros, págs. 86, 87).
POR QUÉ PERECIÓ LA FAMILIA DE ACÁN.
¿Habéis pensado por qué fueron sometidos al
castigo de Dios todos los que estaban relacionados con Acán? Fue porque no habían sido preparados y
educados de acuerdo con las direcciones dadas en la gran norma de la ley de
Dios. Los padres de Acán lo habían
educado en tal forma, que se sentía libre para desobedecer la Palabra del
Señor. Los principios inculcados en su
vida lo indujeron a tratar a sus hijos en tal forma que ellos también se
corrompieron. La mente actúa sobre otra
mente y recibe su influencia, y el castigo que incluyó a los familiares de Acán
revela el hecho de que todos estaban implicados en la transgresión (Manuscrito
67, 1894).
EL CIEGO AFECTO PATERNAL ES EL MÁS GRANDE
OBSTÁCULO EN LA ENSEÑANZA.
El pecado del descuido paternal 219 es casi
universal. Con demasiada frecuencia
existe un ciego afecto hacia los que están relacionados con nosotros por
vínculos naturales. Ese afecto se lleva
al extremo; no está equilibrado por la sabiduría ni por el temor de Dios. El ciego afecto paternal es el mayor
obstáculo en el sendero de la debida educación de los hijos. Impide la disciplina y la educación que
requiere el Señor. Debido a ese afecto,
a veces los padres parecen estar desprovistos de razón. Es como las tiernas misericordias de los
impíos, cruelmente disfrazadas con el atavío de un falso amor. Esta peligrosa contracorriente es la que
lleva a los hijos a la ruina .
(Review and Herald 6-4-1897).
Los padres están en constante peligro de fomentar
los afectos naturales a expensas de la obediencia a la ley de Dios. Para agradar a sus hijos, muchos padres
permiten lo que Dios prohibe (Id., 29-1-1901).
LOS PADRES SON RESPONSABLES POR LO QUE SUS
HIJOS PODRÍAN HABER SIDO.
Si el padre y la madre, como maestros del
hogar, permiten que sus hijos dominen la situación y se descarríen, son
responsables por lo que esos hijos podrían haber sido de otra manera (Id.,
15-9-1904).
Los que siguen sus propias inclinaciones, en
su afecto ciego por sus hijos, y, permitiéndoles que satisfagan sus deseos
egoístas, no les hacen sentir el peso de la autoridad de Dios para reprender el
pecado y corregir el mal, ponen de manifiesto que honran a sus hijos impíos más
que a Dios. Sienten más anhelo por
escudar la reputación de ellos que por glorificar a Dios; y tienen más deseo de
complacer a sus hijos que de agradar al Señor. . . . Aquellos que no tienen
suficiente valor para reprender el mal, o que por indolencia o falta de interés
no hacen esfuerzos fervientes para purificar la familia o la iglesia de Dios,
son considerados responsables del mal que resulte de su descuido del
deber. Somos 220 tan responsables de los
males que hubiéramos podido impedir en otros por el ejercicio de la autoridad
paternal o pastoral, como si hubiésemos cometido los tales hechos nosotros
mismos (Patriarcas y Profetas, págs. 624, 625).
SE DEBE SER IMPARCIAL.
Es muy natural que haya favoritismo en los
padres en cuanto a sus hijos.
Especialmente si los padres creen que ellos mismos poseen una capacidad
superior, considerarán que sus hijos son superiores a otros niños. Por lo tanto, mucho de lo que censurarían
severamente en otros, lo pasan por alto en sus hijos como una muestra de
inteligencia. Si bien es cierto que esta
parcialidad es natural, no es justa ni cristiana. Se hace un gran daño a nuestros hijos cuando
les permitimos que sus faltas no sean corregidas (Signs of the Times,
24-11-1881).
NO CONSINTÁIS EL MAL.
Se debería explicar que el gobierno de Dios no
reconoce transigencias con el mal. Ni en
el hogar ni en la escuela se debería tolerar la desobediencia. Ningún padre ni maestro que desee
sinceramente el bienestar de los que están a su cuidado, transigirá con la
voluntad terca que desafíe a la autoridad o recurra al subterfugio o la evasiva
a fin de esquivar la obediencia. No es
el amor, sino el sentimentalismo el que se complace con el mal, trata de
obtener obediencia por medio de ruegos o sobornos y finalmente acepta algún
sustituto en vez de lo que exigía.
(La Educación, pág. 282).
Existe hoy en muchísimas familias mucha
complacencia propia y desobediencia que pasan sin ser corregidas, o por el
contrario se manifiesta un espíritu despótico que crea los peores males en el
carácter de los hijos. Los padres los
corrigen a veces con tal desconsideración que les amargan la vida, y los 221 hijos pierden el respeto por sus padres y
hermanos (Carta 75, 1898).
LOS PADRES NO COMPRENDEN LOS PRINCIPIOS
CORRECTOS.
Apena el corazón ver la necedad de los padres
en el ejercicio de la autoridad que Dios les ha dado. Hombres que en todo lo demás son consecuentes
e inteligentes fracasan en la comprensión de los principios que debieran
emplear en la educación de sus hijos pequeños.
No les dan la instrucción correcta en el tiempo cuando ella, un ejemplo
piadoso y una firme decisión son indispensables para guiar correctamente la
mente inexperta que ignora las influencias engañosas y peligrosas a las que
tendrá que hacer frente por doquiera (Manuscrito 119, 1899).
El mayor sufrimiento ha sobrevenido a la
familia humana porque los padres se han apartado del plan divino para seguir su
propio criterio y sus ideas imperfectas.
Muchos padres obedecen a sus impulsos.
Se olvidan que el bien presente y futuro de sus hijos requiere
disciplina inteligente (Manuscrito 49, 1901).
DIOS NO ACEPTA EXCUSAS.
Con demasiada frecuencia, se crea un estado de
rebelión en el corazón de los hijos debido a la disciplina errónea de los
padres, cuando los hijos habrían formado buenos y armoniosos caracteres si se
hubiera seguido un curso de acción adecuado (Testimonies, tomo 3, págs. 532,
533).
Mientras los padres tengan la facultad de
disciplinar, educar y preparar a sus hijos, ejerzan esa facultad para
Dios. Él les requiere una obediencia
pura, impecable y recta. No tolerará
ninguna otra cosa. No excusará la mala
dirección de los hijos (Review and Herald, 13-4-1897).
HAY QUE VENCER EL ESPÍRITU NATURAL DE
OBSTINACIÓN.
Algunos niños son naturalmente más obstinados
que otros y no aceptan la disciplina, en consecuencia se vuelven muy
antipáticos y desagradables. Si la madre
222 no tiene suficiente visión para tratar con este aspecto del carácter, se
formará un estado de cosas muy desgraciado, pues tales niños seguirán sus
caprichos para su propia destrucción.
Pero cuán terrible es que un hijo fomente un espíritu de obstinación no
sólo en la niñez, sino en años de mayor madurez, y debido a una falta de
comprensión en la niñez, alimente amargura y maldad en la edad adulta hacia la
madre que no supo dirigir a sus hijos (Manuscrito 18, 1891).
NUNCA DIGÁIS A UN NIÑO: "NO PUEDO
TOLERARTE".
Nunca digais a vuestros hijos: "no puedo
tolerarte". Mientras tengamos acceso al trono de Dios, como padres
debiéramos avergonzarnos de pronunciar tales palabras. Clamad a Jesús y él os ayudará a conducir a
vuestros pequeños a Dios (Review and Herald, 16-7-1895).
DEBE ESTUDIARSE DILIGENTEMENTE EL MANEJO DE LA
FAMILIA.
He oído a algunas madres que decían que no
tenían la habilidad para dirigir que tienen otras, que es un talento que no
poseen. Las que comprenden su
deficiencia en esto, debieran estudiar muy diligentemente el tema de la
dirección de la familia.
Y sin embargo,
las más valiosas sugestiones de otras no debieran ser adoptadas impensadamente
y sin discriminación. Quizá no se
adapten igualmente a las circunstancias de cada madre, o a la disposición y
temperamento peculiares de cada hijo de la familia. Estudie la madre cuidadosamente la
experiencia de otras, note la diferencia entre sus métodos y los de ella y
pruebe cuidadosamente aquéllos que puedan ser de verdadero valor. Si una clase de disciplina no produce los
resultados deseados, inténtese otro plan y obsérvense cuidadosamente los
resultados.
Las madres, más que otras personas, debieran
acostumbrarse a pensar e investigar. Si
perseveran 223 en esto, hallarán que están adquiriendo la facultad que pensaban
que no tenían, que están aprendiendo a formar correctamente el carácter de sus
hijos. El resultado de la labor y
pensamiento dados a esta obra se verá en la obediencia de los hijos, en su
sencillez, su modestia y pureza, y esto recompensará ricamente todo esfuerzo
hecho (Signs of the Times, 11-3-1886).
LOS PADRES DEBEN UNIRSE EN LA DISCIPLINA.
La madre siempre debiera tener la cooperación
del padre en sus esfuerzos para establecer el fundamento de un buen carácter
cristiano en sus hijos. Un padre
excesivamente cariñoso no debiera cerrar los ojos a las faltas de sus hijos
porque le resulte desagradable corregirlos (Testimonies, tomo 1, págs. 546,
547).
Debieran inculcarse en la mente de los niños
los principios correctos. Si los padres
se unen en esta obra de disciplina, los niños entenderán lo que se requiere de
ellos. Pero si el padre, por palabra o apariencia,
muestra que no aprueba la disciplina que da la madre, si cree que ella es
demasiado estricta y piensa que él debe compensar la rigurosidad con mimos y
condescendencias, se arruinarán los hijos.
Los padres complacientes recurrirán a engaños, y los hijos pronto sabrán
que pueden hacer lo que les plazca. Los
padres que cometen este pecado contra sus hijos son responsables por la pérdida
de sus almas (Manuscrito 58, 1899).
LA INFLUENCIA COMBINADA DEL AFECTO Y LA
AUTORIDAD.
Irradie de vuestro carácter la luz de la
gracia celestial para que haya luz de sol en el hogar. Haya paz, palabras agradables y semblantes
alegres. Esto no es un afecto ciego, no
es esa ternura que fomenta el pecado debido a una necia indulgencia y que es la
mismísima crueldad, no es ese falso amor que permite que los hijos gobiernen y
conviertan a sus padres en esclavos de sus caprichos. No debiera haber 224 parcialidad paternal, ni
opresión; la influencia combinada del afecto y la autoridad darán el molde
adecuado a la familia.
(Review and Herald, 15-9-1891).
REPRESÉNTESE EL CARÁCTER DE DIOS EN LA DISCIPLINA.
Sed firmes, sed decididos en poner en práctica
la instrucción de la Biblia, pero liberaos de toda pasión. Recordad que cuando sois ásperos e
irrazonables ante vuestros pequeños, les enseñáis a ser lo mismo. Dios os requiere que eduquéis a vuestros
hijos, usando en vuestra disciplina toda la táctica de un sabio maestro que
está regido por Dios. Si el poder de
Dios que convierte se ejerce en vuestro hogar, vosotros mismos aprenderéis
constantemente. Representaréis el
carácter de Cristo y agradarán a Dios vuestros esfuerzos en este sentido. Nunca descuidéis la obra que debiera hacerse
para los miembros menores de la familia del Señor. Padres, vosotros sois la luz de vuestro
hogar. Brille pues vuestra luz en forma
de palabras amables, en sedantes tonos de voz.
Quitad de ellas el aguijón mediante la oración a Dios en procura de
dominio propio. Y los ángeles estarán en
vuestro hogar, pues ellos observarán vuestra luz. La disciplina que deis a vuestros hijos
proseguirá en forma de corrientes fuertes y claras, que llegan hasta el mundo
saliendo de vuestro hogar correctamente conducido (Manuscrito 142, 1898).
NO HAYA DESVIACIÓN DE LOS PRINCIPIOS
CORRECTOS.
Antiguamente, la autoridad paterna era
respetada: los hijos estaban entonces sujetos a sus padres, y los temían y
reverenciaban; pero en estos últimos días el orden ha sido invertido. Algunos padres están sujetos a sus
hijos. Temen contrariar su voluntad, y
por lo tanto ceden a lo que les exigen.
Pero mientras que los hijos están bajo el techo de sus padres, y
dependen de ellos, deben estar sujetos a 225 su voluntad. Los padres deben obrar con decisión,
requiriendo que se acate lo que ellos consideran correcto (Joyas de los
Testimonios, tomo 1, pág. 76).
TÓMENSE MEDIDAS EXTREMAS SI LA DESOBEDIENCIA
OBSTINADA NO ES REPRIMIDA.
Algunos padres indulgentes que aman la
comodidad temen ejercer una autoridad sana sobre sus hijos indisciplinados para
que ellos no huyan del hogar. Sería
mejor que algunos hicieran eso antes que permanecer en el hogar viviendo a
expensas de la generosidad de sus padres y al mismo tiempo hollando toda
autoridad tanto humana como divina.
Sería muy provechoso que tales hijos tuvieran la plena independencia que
se imaginan que es tan deseable, que aprendieran que se necesita esforzarse
para vivir. Digan los padres al muchacho
que amenaza con escaparse del hogar: "Hijo mío, si estás determinado a
irte del hogar antes que someterte a reglas justas y debidas, no te lo
impediremos.
Si piensas que el mundo es
más amistoso. que los padres que te han cuidado desde la infancia, deberás
descubrir tu error por ti mismo. Serás
bienvenido cuando desees volver a la casa de tu padre para ser sometido a su
autoridad. Las obligaciones son
mutuas. Al paso que tú tienes alimento,
vestido y cuidado paternal, a tu vez estás en la obligación de someterte a las
reglas del hogar y a la sana disciplina.
Mi casa no puede ser mancillada con el hedor del tabaco, con palabras
viles o embriaguez. Deseo que los
ángeles de Dios estén en mi hogar. Si estás
plenamente determinado a servir a Satanás, mejor estarás con aquellos cuya
compañía amas, de lo que estarías en tu hogar".
Un proceder tal frenaría la degradación de
millares. Pero con demasiada frecuencia
los hijos saben que pueden hacer lo peor y, sin embargo, una madre poco
prudente intercederá por ellos y ocultará sus transgresiones. Más de un hijo rebelde se jacta porque 226
sus padres no han tenido valor para reprimirlo. . . .No lo fuerzan a obedecer. Tales padres fomentan en sus hijos la disipación
y están deshonrando a Dios por su necia indulgencia. Son estos jóvenes rebeldes y corruptos los
que constituyen el elemento más difícil de dominar en las escuelas y colegios
(Review and Herald, 13-6-1882).
NO OS CANSÉIS EN EL BIEN HACER.
La obra de los padres es continua. No debiera cumplirse vigorosamente un día
para descuidarse al siguiente. Muchos
están listos para comenzar la obra, pero no están dispuestos a perseverar en
ella. Anhelan hacer grandes cosas, algún
gran sacrificio; pero se retraen del cuidado incesante y del esfuerzo en las
cosas pequeñas de la vida diaria, el continuo podar y educar las tendencias
torcidas, la obra de dar instrucción especial, reprochar o animar, poco a poco,
tal como fuera necesario. Quieren que
sus hijos corrijan sus errores y formen caracteres correctos de golpe,
alcanzando la cima de un salto y no mediante pasos sucesivos, y se descorazonan
porque sus esperanzas no se realizan inmediatamente. Anímense tales personas al recordar las
palabras del apóstol: "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su
tiempo segaremos, si no desmayamos"
(Signs of the Times, 24-11-1881).
Puede suceder que los niños observadores del
sábado se impacienten por las restricciones y piensen que sus padres son
demasiado estrictos; y hasta puede suceder que se susciten en sus corazones
sentimientos duros y lleguen a alimentar pensamientos de descontento y pesar
contra aquellos que obran para su bien presente, futuro y eterno. Pero si llegan a vivir algunos años más,
bendecirán a sus padres por el cuidado estricto y la vigilancia fiel que
ejercieron sobre ellos en sus años de inexperiencia (Joyas de los Testimonios,
tomo 1, pág. 150). 227
LEED ADMONICIONES DE LA PALABRA DE DIOS.
Cuando yerran los niños, los padres debieran
darse tiempo para leerles tiernamente de la Palabra de Dios aquellas
admoniciones que sean especialmente aplicables a su caso. Cuando son probados, tentados o desanimados,
citadles las preciosas palabras de consuelo y guiadlos suavemente a depositar
su confianza en Jesús. Así se podrá
dirigir la mente juvenil a lo que es puro y ennoblecedor. Y a medida que los grandes problemas de la
vida, y el trato de Dios con la raza humana, se despliegan ante el
entendimiento, se ejercitan las facultades del razonamiento y también el
juicio, al paso que se imprimen en el corazón las lecciones de la verdad
divina. Así los padres pueden modelar
diariamente el carácter de sus hijos, a fin de que puedan ser aptos para la
vida futura (Review and Herald, 13-6-1882). 228
CAPÍTULO 44. LA ADMINISTRACIÓN DE LA DISCIPLINA
CORRECTIVA.
PEDID QUE EL SEÑOR VENGA Y DIRIJA.
Demandad obediencia en vuestra familia, pero
al hacer esto, buscad al Señor con vuestros hijos y pedidle que venga y
dirija. Vuestros hijos quizá hayan hecho
algo que demande castigo, pero si los tratáis con el espíritu de Cristo, los
brazos de ellos ceñirán vuestro cuello, se humillarán delante del Señor y
reconocerán su error. Eso es
suficiente. Entonces no necesitan
castigo. Agradezcamos al Señor porque ha
abierto el camino por el cual podemos llegar hasta cada alma (Manuscrito 21,
1909).
Si vuestros hijos son desobedientes, debieran
ser corregidos. . . . Antes de corregirlos, pedid a solas al Señor que ablande
y subyugue el corazón de vuestros hijos y que os dé sabiduría para
tratarlos. Ni en un solo caso he sabido
nunca que haya fracasado este método. No
podéis hacer que un hijo comprenda cosas espirituales cuando el corazón está
conmovido por la pasión (Manuscrito 27, 1911).
INSTRUID PACIENTEMENTE A LOS NIÑOS.
Desde su misma infancia, el Señor quiere que
el corazón de los niños le sea dado para su servicio. Mientras son demasiado jóvenes para razonar,
llamadles la atención de la mejor manera que podáis; cuando sean mayores,
enseñadles por precepto y ejemplo que no podéis tolerar sus deseos erróneos.
Instruidlos pacientemente. A veces tendrán que ser castigados, pero
nunca lo hagáis en una forma que sientan que los habéis castigado con ira. Al hacerlo, sólo provocaréis un mal
mayor. Podrían evitarse muchas diferencias
lamentables en el círculo familiar si los padres obedecieran el consejo del
Señor en la educación de sus niños (Manuscrito 23, 1909). 229
LOS PADRES DEBEN ESTAR BAJO LA DISCIPLINA DE
DIOS.
Madres, no importa hasta dónde os irriten
vuestros niños en su ignorancia, no os impacientéis. Enseñadles paciente y amorosamente. Sed firmes con ellos. No permitáis que los rija Satanás. Disciplinadlos sólo cuando estáis bajo la
disciplina de Dios. Cristo vencerá en
las vidas de vuestros hijos si aprendéis de Aquel que es manso y humilde, puro
e inmaculado (Carta 272, 1903).
Pero si tratáis de gobernar sin ejercer
dominio propio, sin sistema, pensamiento ni oración, seguramente cosecharéis
las amargas consecuencias (Signs of the Times, 9-2-1882).
NUNCA CORRIJÁIS CON IRA.
Debéis corregir a vuestros niños con
amor. No permitáis que hagan lo que les
plazca hasta que os enojéis, y entonces los castiguéis. Una corrección tal sólo ayuda al mal en vez
de corregirlo.
(Review and Herald, 19-9-1854).
Manifestar ira hacia un niño que se equivoca,
es aumentar el mal. Eso despierta las
peores pasiones en el niño y lo induce a creer que no os preocupáis por
él. Razona consigo mismo que no podríais
tratarlo así si os interesara.
¿Y pensáis que Dios no sabe la forma en que
son corregidos esos niños? Sabe, y sabe
también lo que podrían ser los benditos resultados si la obra de corrección se
hiciera en una forma que conquistara en vez de repeler. . . .
Os suplico, no corrijáis a vuestros niños con
ira. Ese es el tiempo por excelencia
cuando debéis actuar con humildad, paciencia y oración. Entonces es cuando debéis arrodilláis con los
niños y pedir el perdón del Señor.
Procurad ganarlos para Cristo manifestándoles bondad y amor, y veréis
que un poder mayor que el de la tierra está cooperando en vuestros esfuerzos
(Manuscrito 53, 1912). 230
Cuando estéis obligados a corregir a un niño,
no elevéis el tono de la voz. . . . No perdáis vuestro dominio propio. El padre que da rienda suelta a su ira cuando
corrige a un niño, comete más falta que éste (Signs of the Times, 17-2-1904).
RENEGAR Y REGAÑAR NUNCA AYUDAN.
Las palabras ásperas y enojadas no son de
origen celestial. Renegar y regañar
nunca ayudan. Por el contrario
despiertan los peores sentimientos en el corazón humano. Cuando vuestros niños
proceden mal y están llenos de rebeldía y os sentís tentados a hablar y actuar
ásperamente, esperad antes de corregirlos.
Dadles una oportunidad de pensar y serenad vuestro ánimo.
Al tratar bondadosa y tiernamente a vuestros
niños, recibiréis la bendición del Señor. ¿Y pensáis que en el día del juicio
de Dios habrá alguien que se lamente de haber sido paciente y bondadoso con sus
niños? (Manuscrito 114, 1903).
LA NERVIOSIDAD NO ES EXCUSA PARA LA
IMPACIENCIA.
A veces los padres disculpan su propia mala
conducta con la excusa de que no se sienten bien. Están nerviosos y piensan que no pueden ser
pacientes ni serenos, ni hablar de una manera agradable. En esto se engañan y agradan a Satanás, quien
se regocija de que ellos no consideran la gracia de Dios como suficiente para
vencer las flaquezas naturales. Ellos
pueden y deben dominarse a sí mismos en toda ocasión. Dios se lo exige (Joyas de los Testimonios,
tomo 1, pág. 134).
A veces, cuando están fatigados por el trabajo
u oprimidos por las preocupaciones, los padres no mantienen un espíritu
tranquilo, sino que manifiestan una falta de tolerancia que desagrada a Dios y
ensombrece a la familia. Padres, cuando
os sentís enojados, no debéis cometer el gran pecado de envenenar a toda la familia
con esa irritabilidad peligrosa. 231 En tales oportunidades, vigilaos
doblemente y resolved que sólo saldrán de vuestros labios palabras amables y
animadoras. Al ejercer así el dominio
propio, os fortaleceréis. Vuestro
sistema nervioso no será tan sensible. . . . Jesús conoce nuestras debilidades
y él mismo ha compartido nuestras vicisitudes en todas las cosas, menos en el
pecado. Por lo tanto, ha preparado un
camino adecuado para nuestra fortaleza y capacidad.
A veces parece que todo va mal en el círculo
familiar. Hay mal humor por doquiera y
todos parecen muy desdichados y tristes.
Los padres echan la culpa a sus pobres hijos y piensan que son muy
desobedientes e indisciplinados, los peores hijos del mundo; cuando la causa de
la alteración está en ellos mismos. Dios
les requiere que ejerzan dominio propio.
Debieran comprender que cuando se entregan a la impaciencia y al enojo,
hacen sufrir a otros. Los que los rodean
son afectados por el espíritu que manifiestan, y a su vez expresan el mismo
espíritu, el mal se aumenta (Signs of the Times, 17-4-1884).
A VECES HAY PODER EN EL SILENCIO.
Los que desean dominar a otros deben primero
dominarse a sí mismos. . . Cuando un padre o maestro se impacienta, y corre
peligro de hablar imprudentemente, guarde silencio. En el silencio hay un poder maravilloso (La
Educación, págs. 283, 284).
DAD POCAS ÓRDENES; LUEGO REQUERID OBEDIENCIA.
Sean cuidadosas las madres de no dar órdenes
innecesarias para exhibir su autoridad ante otros. Dad pocas órdenes, pero ved que sean
obedecidas (Signs of the Times, 9-2-1882).
Al disciplinar a vuestros niños, no los
desliguéis de lo que les habéis requerido que hagan. No esté tan preocupada vuestra mente por
otras cosas al punto de que caigáis en el descuido. Y no os canséis de vuestra vigilancia porque
vuestros niños olvidan 232 y hacen lo que les habéis prohibido hacer
(Manuscrito 32, 1899).
En todas vuestras órdenes, procurad conseguir
el mayor bien de vuestros niños, y luego ved que esas órdenes se cumplan. Deben ser inmutables vuestra energía y
decisión, y sin embargo, siempre sometidas al espíritu de Cristo (Signs of the
Times, 13-9-1910).
EL TRATO CON UN NIÑO NEGLIGENTE.
Cuando pedís a vuestro hijo que haga alguna
cosa y él contesta: "Sí, la haré", y luego no cumple su palabra, no
debéis dejar así el asunto. Debéis hacer
que vuestro hijo dé cuenta de su negligencia.
Si lo pasáis por alto sin llamarle la atención, educáis a vuestro hijo
en hábitos de negligencia e infidelidad.
Dios ha dado una mayordomía a cada hijo.
Los hijos han de obedecer a sus padres.
Han de ayudar a llevar las cargas y responsabilidades del hogar, y
cuando descuidan la obra asignada, debiera llamárselos a cuentas y requerirse
que las realicen (Manuscrito 127, 1899).
LOS RESULTADOS DE LA DISCIPLINA APRESURADA Y
ESPASMÓDICA.
Cuando los niños han cometido una falta, ellos
mismos están convictos de su pecado y se sienten humillados y
desasosegados. Reprenderlos
frecuentemente por sus faltas, dará como resultado hacerlos tercos y enconados. Como potros indómitos, parecieran
determinados a crear dificultades, y las reprimendas no les harán bien. Los padres debieran buscar la forma de
dirigir la mente de ellos hacia otros canales.
Pero la dificultad estriba en que los padres
no son uniformes en su trato, sino que proceden más por impulso que por
principio. Se dejan arrebatar por la
pasión y no dan a sus hijos el ejemplo que debieran dar los padres
cristianos. Un día pasan por alto las
faltas de sus hijos, y al día siguiente no manifiestan paciencia ni dominio
propio. No observan 233 la orden del
Señor de hacer justicia y juicio. Con
frecuencia son más culpables que sus hijos.
Algunos niños pronto olvidan algo malo que les
hayan hecho sus padres, pero otros que tienen diferente mentalidad no pueden
olvidar un castigo severo e injusto que no merecían. Así se les daña el alma y confunde la
mente. La madre pierde sus oportunidades
de inculcar los debidos principios en la mente del hijo, porque ella no mantuvo
el dominio propio ni manifestó un proceder bien equilibrado en su proceder y
palabras (Manuscrito 38, 1893).
Sed tan tranquilos y estad tan exentos de ira,
que queden convencidos que los amáis aunque los castiguéis (Manuscrito 2,
1903).
A VECES LA PERSUASIÓN ES MEJOR QUE EL CASTIGO.
He sentido un interés tan profundo en esta
clase de obra, que he adoptado algunos niños a fin de que pudieran ser educados
correctamente. En vez de castigarlos
cuando cometían faltas, los persuadía a hacer lo correcto. Una niñita había tomado el hábito de arrojarse
al piso si no se le permitía hacer lo que quería. Le dije: "Si no te enojas una vez hoy,
tu tío White y yo te llevaremos en el vehículo, y pasaremos un día feliz en el
campo. Pero si te tiras al piso una sola
vez perderás tu derecho a esa diversión".
En esa forma yo trabajaba para esos niños, y ahora me siento agradecida
de haber hecho esa obra (Manuscrito 95, 1909).
TRATAD EL MAL PRONTA, SABIA Y FIRMEMENTE.
La desobediencia debe ser castigada. Los males deben ser corregidos. La iniquidad que está ligada en el corazón
del muchacho, debe ser afrontada y vencida por padres y maestros. Debe tratarse el mal pronta y sabiamente, con
firmeza y decisión. El odio a las
restricciones, el amor a la complacencia propia, la indiferencia a las cosas
eternas deben tratarse con cuidado. A
menos que se desarraigue el mal, el alma 234 se perderá. Y más que eso: el que se entrega para seguir
la senda de Satanás procura constantemente seducir a otros. Desde su más temprana edad, debiéramos tratar
de vencer en nuestros hijos el espíritu del mundo (Carta 166, 1901).
A VECES ES NECESARIA LA VARA.
La madre puede preguntarse: "¿No habré de
castigar nunca a mi hijo?" Puede ser que los azotes sean necesarios cuando
los demás recursos fracasen; sin embargo ella no debe usar la vara si es
posible evitarlo. Pero si las
correcciones más benignas resultan insuficientes, el castigo para hacer volver
al niño en sí debe ser administrado con amor.
Frecuentemente una sola corrección de esta naturaleza bastará para toda
la vida, pues demostrará al niño que él no tiene en sus manos las riendas del
dominio.
Y cuando este paso llega a ser necesario, se
le debe inculcar seriamente al niño el pensamiento de que se le administra el
castigo no para la satisfacción de los padres ni como acto de arbitraria
autoridad, sino para su propio beneficio.
Debe enseñársele que todo defecto no corregido le ocasionará desgracia,
y desagradará a Dios. Bajo esa
disciplina, los niños hallarán su mayor felicidad en someterle su voluntad a la
voluntad de su Padre celestial (Consejos para los Maestros, pág. 90).
COMO EL ÚLTIMO RECURSO.
Muchas veces encontraréis que si razonáis con
ellos bondadosamente, no necesitarán ser azotados. Y un trato tal los inducirá a tener confianza
en vosotros. Os convertirán en sus
confidentes. Vendrán a vosotros y dirán:
Me porté mal hoy, en tal momento, y quiero que me perdones y pidas a Dios que
me perdone. He pasado por escenas como
ésta y por lo tanto yo sé. . . . Estoy
agradecida de que tuve valor de tratarlos con firmeza cuando se equivocaban, de
orar con ellos y mantener las normas de la Palabra de Dios delante de 235
ellos. Estoy contenta de haberles
presentado las promesas para los vencedores y las recompensas ofrecidas a los
que son fieles (Manuscrito 27, 1911).
NUNCA DEIS UN GOLPE CON IRA.
Nunca deis a vuestro hijo un golpe con ira a
menos que queráis que aprenda a pelear y a reñir. Como padres estáis en el lugar de Dios para
vuestros hijos y debéis estar en guardia (Manuscrito 32, 1899).
Quizá tengáis que castigar con la vara; esto
es a veces esencial, pero posponed cualquier arreglo de la dificultad hasta que
hayáis resuelto el caso con vosotros mismos.
Preguntaos: ¿He sometido mi conducta y mi voluntad a Dios? ¿Me he colocado
donde Dios pueda manejarme, de modo que tenga sabiduría, paciencia, bondad y
amor en mi trato con los elementos refractarios del hogar? (Manuscrito 79,
1901).
ADVERTENCIA a un padre de genio rápido.
Hno.
L., ¿ha considerado Ud. lo que es un niño y dónde va? Sus hijos son los miembros más jóvenes de la
familia del Señor: hermanos y hermanas confiados a su cuidado por su Padre
celestial para que Ud. los prepare y eduque para el cielo. Cuando Ud. los trata ásperamente, como lo ha
hecho con frecuencia, ¿tiene Ud. en cuenta que Dios lo hará responsable por ese
trato? No debiera tratar así a sus hijos
tan ásperamente. Un niño no es un
caballo ni un perro a quien le dé órdenes de acuerdo con su voluntad imperiosa
o que sea regido en todas las circunstancias con un palo o un látigo, o mediante
golpes dados con la mano. Algunos niños
son de un temperamento tan malo, que es necesario que se los castigue
físicamente, pero muchísimos casos se empeoran mucho con esta clase de
disciplina. . . .
Nunca levante la mano para darle un golpe a
menos que, con clara conciencia, Ud. pueda inclinarse delante de Dios y pedir
su bendición sobre la disciplina que está por aplicar. Fomente el amor en el 236 corazón de sus
hijos. Presente delante de ellos motivos
elevados y correctos que induzcan al dominio propio. No les dé la impresión de que deben someterse
a un régimen porque así lo determina su voluntad arbitraria, porque Ud. es
fuerte y ellos débiles, porque Ud. es el padre y ellos los hijos. Si Ud. quiere arruinar a su familia, continúe
gobernándola por la fuerza bruta, y resultará así ciertamente.
(Testimonies,
tomo 2, págs. 259, 260).
NUNCA SACUDÁIS A UN NIÑO IRRITADO.
Los padres no han dado a sus hijos la
educación correcta. Frecuentemente
manifiestan las mismas imperfecciones que se ven en los hijos. Comen indebidamente, y esto atrae su energía
nerviosa para el estómago, y no tienen vitalidad para usarla en otras
direcciones. No pueden controlar
debidamente a sus hijos debido a su propia impaciencia; ni pueden enseñarles lo
correcto. Quizá los toman ásperamente y
les dan un golpe impaciente. He dicho
que zamarrear a un niño hará que le entren dos malos espíritus en vez de
sacarle uno. Si un niño está equivocado,
zamarrearlo lo empeorará. No lo someterá.
(Id., pág. 365).
USAD PRIMERO LA RAZÓN Y LA ORACIÓN.
Razonad primero con vuestros hijos, señaladles
claramente sus faltas, e impresionadlos con el hecho de que no sólo han pecado
contra vosotros sino contra Dios. Con
vuestro corazón lleno de compasión y dolor por vuestros hijos descarriados, orad
con ellos antes de corregirlos. Entonces
verán que no los castigáis porque os molestan, o porque queréis desfogar
vuestro mal genio con ellos, sino por un sentimiento de deber, para su bien, y
os amarán y respetarán.
(Signs of the Times, 10-4-1884).
Esa oración puede hacer una impresión tal en
su mente, que ellos verán que no sois irrazonables. Y si los niños ven que no sois irrazonables,
habréis ganado una gran victoria. Esta
es la obra que debe 237 hacerse en el círculo de vuestra familia en estos últimos
días.
(Manuscrito 73, 1909).
LA EFECTIVIDAD DE LA ORACIÓN EN UNA CRISIS
DISCIPLINARIA.
No los amenacéis con la ira de Dios si cometen
una mala acción, sino presentadlos en vuestras oraciones a Cristo (Manuscrito
27, 1893).
Si sois padres cristianos, antes de ocasionar
dolor físico a vuestro hijo, revelaréis el amor que tenéis para con vuestros
pequeñuelos que yerran. Mientras os
postráis delante de Dios con vuestro hijo, presentaréis al Redentor lleno de
simpatía sus propias palabras: "Dejad los niños venir, y no se lo
estorbéis; porque de los tales es el reino de Dios" (Mar. 10: 14). Esta oración traerá a los ángeles a vuestro
lado. Vuestro hijo no olvidará estos
incidentes, y la bendición de Dios descansará sobre tal instrucción, guiándolo
a Cristo.
Cuando los niños comprenden que sus padres
están procurando ayudarles, pondrán todas sus energías en la debida dirección
(Consejos para los Maestros, pág. 91).
LA EXPERIENCIA PERSONAL EN LA DISCIPLINA.
Nunca permití que mis hijos pensaran que
podían molestarme en su niñez. También
crié en mi familia a otros de otras familias, pero nunca permití que esos niños
pensaran que podían molestar a su madre.
Nunca me permití decir una palabra áspera o impacientarme o enojarme con
los niños. Nunca llegaron al punto de
provocarme a ira, ni una sola vez.
Cuando se agitaba mi espíritu o cuando me parecía que iba a perder los
estribos, decía: "Niños, dejemos esto en paz ahora; no diremos nada más de
esto ahora. Lo trataremos otra vez antes
de acostarnos". Teniendo todo ese
tiempo para reflexionar, al anochecer se habían aplacado y yo podía tratarlos
muy bien. . . . 238
Hay una forma correcta y una forma
equivocada. Nunca levanté la mano a mis
hijos antes de hablarles. Y si se
quebrantaban y si reconocían su falta (y siempre lo hicieron cuando la presenté
delante de ellos y oré con ellos) y si se sometían (siempre lo hicieron cuando
yo procedía así), entonces los tenía dominados.
Nunca actuaron de otra manera.
Cuando oraba con ellos, se quebrantaban por completo, me echaban los
brazos al cuello y lloraban. . . .
Al corregir a mis hijos, nunca permití que mi
voz se alterara en ninguna forma. Cuando
advertía que algo andaba mal, esperaba hasta que pasara el "calor", y
entonces los tomaba por mi cuenta después de que habían tenido la oportunidad
de reflexionar y estaban avergonzados.
Se avergonzaban si les daba una hora o dos para pensar en estas
cosas. Siempre me apartaba y oraba. Entonces no les hablaba.
Después de que habían quedado solos por un
tiempo, venían a verme por el asunto.
"Bien", les decía, "esperemos hasta la noche". Al llegar esa hora, orábamos y entonces les
decía que hacían daño a su propia alma y agraviaban al Espíritu de Dios por su
proceder equivocado (Manuscrito 82, 1901).
EMPLEAD TIEMPO PARA ORAR.
Cuando me sentía irritada y tentada a decir
palabras que me avergonzarían, me callaba, salía de la habitación y pedía a
Dios que me diera paciencia para enseñar a esos niños. Entonces podía volver y hablar con ellos y
decirles que no debían proceder mal otra vez.
Podemos adoptar una posición tal en este asunto de modo que no
provoquemos a ira a los hijos.
Debiéramos hablar bondadosa y pacientemente, recordando siempre cuán
extraviados somos y cómo queremos ser tratados por nuestro Padre celestial.
Estas son las lecciones que deben aprender los
padres, y cuando las hayáis aprendido, seréis los mejores alumnos de la escuela
de Cristo y vuestros 239 hijos serán los mejores hijos. En esta forma podéis enseñarles el respeto de
Dios y la observancia de su ley, porque tendréis un excelente dominio sobre
ellos y al hacer esto los estáis educando para que en la sociedad sean niños
que serán una bendición para los que los rodean. Los estáis preparando para ser colaboradores
con Dios (Manuscrito 19, 1887).
EL GOZO PUEDE SEGUIR AL DOLOR DE LA
DISCIPLINA.
El verdadero modo de habérselas con las
pruebas no consiste en tratar de escapar a ellas, sino en transformarlas. Esto se aplica a toda la disciplina, tanto a
la de los primeros años como a la de los últimos.
El descuido de la educación temprana del niño
y el consecuente fortalecimiento de las malas tendencias dificulta su educación
ulterior y es causa de que la disciplina sea, con demasiada frecuencia, un
proceso penoso. Ha de ser penosa para la
naturaleza baja, pues se opone a los deseos y las inclinaciones naturales, pero
puede olvidarse el dolor en vista de un gozo superior.
Enséñese al niño y al joven que todo error,
toda falta, toda dificultad vencida, llega a ser un peldaño hacia las cosas
mejores y más elevadas. Por medio de
tales vicisitudes han logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo
digno de ser vivido (La Educación, pág. 287).
SEGUID LA DIVINA GUÍA DEL VIAJERO.
Los padres que quieran educar a sus hijos
debidamente necesitan sabiduría celestial a fin de proceder juiciosamente en
todo lo que atañe a la disciplina del hogar (Pacific Health Journal, enero de
1890).
La Biblia es una guía en la orientación de los
hijos. Si los padres lo desean, aquí
pueden encontrar un curso señalado para la educación y preparación de sus hijos
a fin de que no cometan desatinos. . . . Cuando se sigue esta guía del viajero,
los padres, en vez de conceder complacencia ilimitada a sus 240 hijos, usarán
con más frecuencia la vara de la corrección; en vez de estar ciegos a sus
faltas, su temperamento perverso, y atentos únicamente a sus virtudes, tendrán
un discernimiento claro y contemplarán esas cosas a la luz de la Biblia. Sabrán que deben encauzar a sus hijos por el
camino correcto (Manuscrito 57, 1897).
Dios no puede llevar rebeldes a su reino; por
lo tanto, la obediencia a sus mandamientos es puesta como un requisito
especial. Los padres debieran enseñar
diligentemente a sus hijos lo que dice el Señor. Entonces Dios mostrará a los ángeles y a los
hombres que levantará una salvaguardia en torno de su pueblo (Manuscrito 64,
1899).
VUESTRA PARTE Y LA PARTE DE DIOS.
Padres, cuando hayáis cumplido fielmente
vuestro deber hasta lo máximo de vuestra capacidad, podréis pedir con fe al
Señor que haga por vuestros hijos lo que no podéis hacer vosotros.
(Signs of the
Times, 9-2-1882).
Después de haber cumplido fielmente con
vuestro deber para vuestros hijos, llevadlos a Dios y pedidle que os
ayude. Decidle que habéis hecho vuestra
parte y luego con fe pedid a Dios que haga su parte, lo que no podéis
hacer. Pedidle que morigere su carácter,
que los haga suaves y corteses mediante su Espíritu Santo. Oirá vuestra oración. Con amor responderá a vuestras
oraciones. Mediante su Palabra os ordena
corregir a vuestros hijos: "Castiga a tu hijo en tanto que hay
esperanza", y la Palabra de Dios ha de ser obedecida en estas cosas.
(Review and Herald, 19-9-1854). 241
CAPÍTULO 45. CON AMOR Y FIRMEZA.
DOS CAMINOS Y SU FIN.
Hay dos formas de tratar a los niños:
completamente diferentes en su principio y resultados. La fidelidad y el amor, unidos con la
sabiduría y la firmeza, de acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios,
proporcionarán felicidad en esta vida y en la venidera. El descuido del deber, la complacencia necia,
la negligencia al restringir o corregir las necedades de la juventud, darán
como resultado la desgracia y la ruina final de los hijos, y el desengaño y
angustia de los padres.
(Review and Herald, 30-8-1881).
El amor tiene un hermano gemelo que es el deber. El amor y el deber se encuentran lado a
lado. El amor puesto en ejercicio
mientras se descuida el deber, hará a los hijos testarudos, voluntariosos,
perversos, egoístas y desobedientes. Si
se emplea el severo deber solo, sin que el amor lo suavice y domine, tendrá un
resultado similar. El deber y el amor
deben fusionarse a fin de que los niños sean debidamente disciplinados (Joyas
de los Testimonios, tomo 1, pág. 325).
LAS FALTAS NO CORREGIDAS PROVOCAN LA
DESGRACIA.
Siempre que parezca necesario negar los deseos
u oponerse a la voluntad de un hijo, debiera impresionárselo seriamente con el
pensamiento de que no se hace para la complacencia de los padres ni para
ejercer una autoridad arbitraria, sino para su propio bien. Debiera enseñársela que cada falta no
corregida le acarreará desgracia y desagradará a Dios. Bajo una disciplina tal, los hijos
encontrarán su mayor felicidad en someter su voluntad a la voluntad de su Padre
celestial (Fundamentals of Christian Education, pág. 68). 242
Los jóvenes que siguen sus propios impulsos e
inclinaciones no pueden tener verdadera felicidad en esta vida y al fin
perderán la vida eterna (Review and Herald, 27-6-1899).
LA BONDAD DEBE SER LA LEY DEL HOGAR.
El método de gobernar que tiene Dios, es un
ejemplo de cómo se han de educar a los niños.
No hay opresión en el servicio del Señor, y no ha de haber opresión en
el hogar ni en la escuela. Ni los padres
ni los maestros deben permitir que se desprecie su palabra y no se le preste
atención. Si ellos no corrigen a los
niños por haber hecho mal, Dios los tendrá por responsables de su negligencia.
Pero no deben abusar de la censura. Sea
la bondad la ley del hogar y de la escuela.
Enséñese a los niños a guardar la ley del hogar y de la escuela. Enséñese a los niños a guardar la ley de
Dios, y por una influencia firme y amante, apárteselos del mal (Consejos para
los Maestros, págs. 119, 120).
TENED CONSIDERACIÓN POR LA IGNORANCIA PUERIL.
Padres y madres, en el hogar debéis
representar el carácter de Dios. Habéis de
requerir obediencia no con una tormenta de palabras, sino en una forma
bondadosa y amante. Debéis estar tan
llenos de compasión que vuestros hijos sean atraídos a vosotros (Manuscrito 79,
1901).
Sed amables en el hogar. Restringid cada palabra que pudiera despertar
una mala reacción. La orden divina es:
"Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos". Recordad que vuestros hijos son jóvenes en
años y experiencia. Al dirigirlos y
disciplinarlos, sed firmes pero también bondadosos (Review and Herald, 21-4-1904).
Los hijos no siempre disciernen lo correcto de
lo erróneo, y cuando se equivocan, con frecuencia son tratados ásperamente en
vez de ser instruidos bondadosamente (Manuscrito 12, 1898). 243
En la Palabra de Dios no se autoriza la
severidad paternal ni la opresión, así como tampoco la desobediencia
filial. En la vida familiar y en el
gobierno de las naciones, la ley de Dios fluye de un corazón de infinito amor
(Carta 8 a, 1896).
SIMPATÍA POR UN NIÑO NO PROMISORIO.
Los padres necesitan tratar a sus hijos
descarriados con la sabiduría de Cristo. . . . Los no promisorios necesitan
mayor paciencia y bondad, la más tierna simpatía. Pero muchos padres revelan un espíritu frío y
cruel, que nunca inducirá a los descarriados al arrepentimiento. Sea suavizado el corazón de los padres por la
gracia de Cristo, y su amor llegará al corazón (Manuscrito 22, 1890).
La regla del Salvador: "Como quisierais
que los hombres hicieren con vosotros, haced vosotros también de la misma
manera con ellos" (Luc. 6: 31), debería ser adoptada por todos los que
emprenden la educación de los niños y jóvenes.
Son ellos los miembros más jóvenes de la familia del Señor, herederos,
como nosotros, de la gracia de la vida.
Se debería observar sagradamente la regla del Señor en el trato con los
más torpes, los más jóvenes, los más desatinados, y hasta para con los
extraviados y rebeldes (La Educación, pág. 284).
AYUDAD A LOS NIÑOS PARA QUE VENZAN.
Dios tiene una tierna consideración por los
niños. Quiere que obtengan victorias
cada día. Esforcémonos para ayudar a los
niños a fin de que sean vencedores. No
sean ofendidos por los mismos miembros de su propia familia. No permitáis que vuestras acciones y palabras
sean de una naturaleza tal que vuestros hijos sean provocados a ira. Sin embargo, deben ser fielmente
disciplinados, corregidos, cuando yerran (Manuscrito 47, 1908).
ALABAD SIEMPRE QUE SEA POSIBLE.
Alabad a los niños cuando se portan bien, pues
una alabanza juiciosa 244 les es tan útil a ellos como lo es para los que son
maduros en años y entendimiento. Nunca
seáis intratables en el santuario del hogar.
Sed bondadosos y tiernos de corazón, mostrando la amabilidad cristiana,
agradeciendo y alabando a vuestros hijos por la ayuda que os dan (Manuscrito
14, 1905).
Sed agradables. Nunca vociferéis ni habléis con ira. Al disciplinar y refrenar a vuestros hijos,
sed firmes pero también bondadosos.
Animadlos para que cumplan con su deber como miembros de la sociedad
familiar. Expresad vuestro aprecio por
los esfuerzos que despliegan para refrenar su inclinación a hacer lo malo.
(Manuscrito 22, 1904).
Sed justamente lo que queréis que sean
vuestros hijos cuando tengan a cargo su propia familia. Hablad como quisierais que ellos hablaran
(Manuscrito 42, 1903).
VIGILAD EL TONO DE LA VOZ.
Hablad siempre con una voz tranquila y
ferviente en la cual no haya ningún rastro de ira. La ira no es necesaria para conseguir una
pronta obediencia (Carta 69, 1896).
Padres y madres, sois responsables por
vuestros hijos. Sed cuidadosos de las influencias
bajo las cuales los colocáis. No perdáis
vuestra influencia para bien regañándolos o retándolos. Habéis de guiarlos, y no agitar las pasiones
de su mente. No importa cuál sea la
provocación que sufrís, estad seguros de que el tono de vuestra voz no denota
irritación. No permitáis que vean en
vosotros una manifestación del espíritu de Satanás. Esto no os ayudará a preparar y educar a
vuestros hijos para la vida inmortal futura (Manuscrito 47, 1908).
HA DE MEZCLARSE LA JUSTICIA CON LA MISERICORDIA.
Dios es nuestro Dador de la ley y nuestro Rey,
y los padres han de colocarse bajo su gobierno.
Esta regla prohibe toda presión de los padres y toda desobediencia de
los hijos. El Señor está lleno de amante
245 bondad, misericordia y verdad. Su
ley es santa, justa y buena y debe ser obedecida por los padres y los
hijos. Las reglas que debieran regir la
vida de los padres y los hijos manan de un corazón de infinito amor, y las
ricas bendiciones de Dios descansarán sobre aquellos padres que imparten la ley
de Dios en sus hogares, y sobre los hijos que obedecen esa ley. Ha de sentirse la influencia combinada de la
misericordia y de la justicia. "La
misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se
besaron". Los hogares que estén
bajo esta disciplina caminarán en los senderos del Señor haciendo justicia y
juicio (Signs of the Times, 23-8-1899).
Los padres que permiten que su dirección se
convierta en un despotismo están cometiendo una terrible equivocación. Se hacen daño a sí mismos y no sólo a sus
hijos; apagan en el joven corazón de ellos el amor que fluiría en actos y
palabras de afecto. Se reflejarán sobre
los padres la bondad, la tolerancia y el amor manifestados a los hijos.
Lo que siembren, eso también segarán. . . .
Al procurar administrar justicia, recordad que
ella tiene una gemela que es la misericordia.
Las dos están lado a lado y no debieran ser separadas (Review and
Herald, 30-8-1881).
LA SEVERIDAD DESPIERTA EL ESPÍRITU COMBATIVO.
Consejo para los padres severos. La severidad y la justicia, cuando no están
mezcladas con el amor, no guiarán a vuestros hijos a hacer lo correcto. Advertid cuán prestamente se despierta en
ellos el espíritu combativo. Hay una
mejor forma de manejarlos que la mera compulsión. La justicia tiene un hermano gemelo que es el
amor. Dense las manos el amor y la
justicia en todo vuestro trato, y con seguridad tendréis la ayuda de Dios para
cooperar con vuestros esfuerzos. El
Señor, vuestro generoso Redentor, quiere bendeciros y daros su mente, su gracia
246 y su salvación para que tengáis un carácter que Dios pueda aprobar (Carta
19 a, 1891).
La autoridad de los padres debiera ser
absoluta. Sin embargo, no ha de abusarse
de este poder. El padre no debiera ser
gobernado por el capricho al dirigir a sus hijos, sino por la norma de la
Biblia. Cuando permite que rijan sus
propios ásperos rasgos de carácter, se convierte en un déspota (Review and
Herald, 30-8-1881).
REPROCHAD, PERO CON AFECTUOSA TERNURA.
No hay duda de que encontraréis faltas y descarríos
en vuestros hijos. Algunos padres os
dirán que ellos hablan con sus hijos y los castigan, pero que no ven que eso
les haga verdadero bien. Tales padres
sigan nuevos métodos. Mezclen la bondad
y el afecto y el amor en el gobierno de su familia, y sin embargo sean tan
firmes como una roca en los principios correctos (Manuscrito 38, 1895).
Los que tratan con los jóvenes no debieran ser
de corazón duro, sino afectuosos, tiernos, compasivos, corteses, atrayentes,
sociables. Sin embargo, debieran saber
que se debe reprochar, y que se debe reprochar firmemente para cortar de raíz
algún mal proceder.
(Manuscrito 68, 1897).
Se me ha instruido que diga a los padres:
Elevad las normas del comportamiento en vuestro propio hogar. Enseñad a vuestros hijos que obedezcan. Dirigidlos con la influencia combinada del
afecto y una autoridad como la de Cristo.
Sean vuestras vidas de tal naturaleza que se os puedan aplicar las
palabras de alabanza referentes a Cornelio, de quien se dice que era
"temeroso de Dios con toda su casa"
(Review and Herald, 21-4-1904).
NO SEÁIS SEVEROS NI TAMPOCO EXCESIVAMENTE
INDULGENTES.
No aprobamos aquella disciplina que desanime a
los hijos mediante ásperas censuras, o los irrite con una corrección airada y
luego, cuando 247 cambia el impulso, trate de suavizarlos con besos, o dañarlos
con una complacencia malsana. Deben
evitarse tanto la indulgencia excesiva como la indebida severidad. Al paso que son indispensables la vigilancia
y la firmeza, así también lo son la simpatía y la ternura. Padres, recordad que tratáis con niños que
están luchando con la tentación y que para ellos esos malos estallidos son tan
difíciles de resistir como lo son aquellos que asaltan a las personas de edad
madura. Los niños que realmente desean
hacer lo correcto, quizá fracasen vez tras vez y frecuentemente necesitan ser
animados para que sean enérgicos y perseverantes. Con solicitud y oración, observad cómo
proceden esas jóvenes mentes. Fortaleced
cada buen impulso, animad cada noble acción (Signs of the Times, 24-11-1881).
MANTENED UNA FIRMEZA UNIFORME, UN CONTROL
ECUÁNIME.
Los niños tienen naturalezas sensitivas y
amantes. Son fácilmente complacidos y
fácilmente disgustados. Las madres
pueden ganar el afecto de sus hijos mediante una suave disciplina y palabras y
actos amantes. Se necesitan firmeza
uniforme y control ecuánime para la disciplina de cada familia. Decid lo que queráis decir tranquilamente,
proceded con consideración, y cumplid lo que decís sin desviaciones.
Da resultados buenos el manifestar afecto en
vuestra asociación con vuestros hijos.
No los alejéis por vuestra falta de simpatía en sus juegos infantiles,
sus goces y sus dolores. Nunca frunzáis
el ceño ni se escape de vuestros labios una palabra áspera (Testimonies, tomo
3, pág. 532).
Aun la bondad debe tener sus límites. La autoridad debe ser sostenida por una firme
severidad, o será recibida por muchos con burlas y desprecios. La falsa ternura, las súplicas y la
indulgencia empleadas con los jóvenes por padres y tutores son el 248 peor mal
que pueda hacérseles. En cada familia
son esenciales la firmeza, la decisión, los requisitos positivos (Id., tomo 5,
pág. 45).
RECORDAD VUESTRAS PROPIAS FALTAS.
Recuerden el padre y la madre que ellos no son
sino niños crecidos. Aunque ha brillado
sobre su senda una gran luz y han tenido una larga experiencia, sin embargo,
cuán fácilmente se dejan agitar por la envidia, los celos y las malas
conjeturas. Debido a sus propias faltas
y errores, debieran aprender a tratar suavemente con sus hijos descarriados
(Manuscrito 53, sin fecha).
Quizá os sintáis molestos a veces porque
vuestros hijos hacen lo contrario de lo que les ordenáis. ¿Pero habéis pensando en las muchas veces que
desobedecéis lo que Dios os ha ordenado hacer?
(Manuscrito 45, 1911).
CÓMO GANAR EL AMOR Y LA CONFIANZA.
Existe el peligro de que tanto los padres como
los maestros manden y dicten demasiado, y no entren suficientemente en
relaciones sociales con sus hijos o alumnos.
Con frecuencia se mantienen demasiado reservados, y ejercen su autoridad
de una manera fría, carente de simpatía, que no puede ganar los corazones de
los niños. Si tan sólo quieren conseguir
que éstos se acerquen a ellos, demostrándoles que los aman y manifestando interés
en todos sus esfuerzos, y aun en sus juegos, siendo a veces hasta niños entre
ellos, harán a los niños muy felices, y conquistarán su amor y confianza. Y los niños aprenderán más rápidamente a
respetar y amar la autoridad de sus padres y maestros (Consejos para los
Maestros, págs. 61, 62).
PROCURAD IMITAR A CRISTO.
El [Cristo] se identificaba con los humildes,
los necesitados y los afligidos. Tomaba
a los niñitos en sus brazos y descendía al nivel de los jóvenes. Su gran corazón de amor 249 podía comprender
sus pruebas y necesidades y disfrutaba con sus motivos de alegría. Su espíritu, cansado con el bullicio y la
confusión de la ciudad atestada, cansado de asociarse con hombres astutos e
hipócritas, encontraba descanso y paz en la compañía de los niños
inocentes. Su presencia nunca los
repelía. La Majestad del cielo
condescendía en contestar a sus preguntas y simplificaba sus importantes
lecciones para amoldarse a su pueril entendimiento. Plantaba en sus mentes jóvenes y en
desarrollo las semillas de la verdad que brotarían y producirían una abundante
cosecha en sus años más maduros (Testimonies, tomo 4, pág. 141).
UN JOVEN DESCARRIADO QUE NECESITABA SIMPATÍA.
He leído sus cartas con interés y
simpatía. Diría que su hijo necesita
ahora un padre como nunca lo ha necesitado antes. Se ha equivocado; Ud. lo sabe, y él sabe que
Ud. lo sabe; y las palabras que, en su inocencia, Ud. le hubiera dicho con
seguridad y que no le hubieran producido ningún mal resultado, ahora parecerían
tan despiadadas y cortantes como un cuchillo. . . . Sé que los padres sienten
la vergüenza de los descarríos de un hijo que los ha deshonrado mucho, pero ¿el
descarriado hiere y lastima el corazón del padre terrenal más de lo que
nosotros, como hijos de Dios, lastimamos a nuestro Padre celestial, que nos ha
dado y sigue todavía dándonos su amor, invitándonos a volver y arrepentirnos de
nuestros pecados e iniquidades, y él perdonará nuestras transgresiones?
No retraiga su amor ahora. Ese amor y simpatía se necesitan ahora como
nunca antes. Cuando otros consideran con
frialdad y dan la peor interpretación a los descarríos de su hijo, ¿no debieran
el padre y la madre, con ternura compasiva, procurar guiar sus pasos por la
senda segura? No conozco el carácter de
los pecados de su hijo, pero me siento segura 250 al decir que, cualesquiera
sean, ningún comentario de labios humanos, ninguna presión de las acciones
humanas, de los que piensan que están haciendo justicia, debiera guiar a Ud. a
seguir un curso de acción que pueda ser interpretado por su hijo como que Ud.
se siente demasiado mortificado y deshonrado para siquiera devolverle su
confianza y olvidar sus transgresiones.
No haya nada que le haga perder la esperanza, nada que corte de raíz su
amor y ternura por el descarriado. Él lo
necesita precisamente porque está descarriado, y necesita un padre y una madre
que lo ayuden a escapar de la trampa de Satanás. Reténgalo firmemente con fe y amor y aférrelo
al Redentor compasivo, recordando que él cuenta con Alguien que tiene un
interés en él aun mayor que el suyo. . .
No hable de desánimo y falta de
esperanza. Hable de ánimo. Dígale que puede redimirse, que Uds., su
padre y madre, le ayudarán a aferrarse de lo alto, a plantar sus pies en la sólida
Roca, Cristo Jesús, a encontrar un sostén seguro y fuerza infaltable en
Jesús. Si sus faltas llegan a ser muy
graves, no curará a su hijo el decirle esto constantemente. Se necesita una
conducta correcta para salvar a un alma de la muerte y para evitar que un alma
cometa una multitud de pecados (Carta 18, 1890).
BUSCAD LA AYUDA DIVINA PARA VENCER LA
IMPACIENCIA.
Deseo decir a cada padre y madre: si sois
impacientes, buscad la ayuda de Dios para vencer. Cuando sois provocados a la impaciencia, id a
vuestra cámara y arrodillaos y pedid a Dios que os ayude a fin de que podáis
tener una correcta influencia sobre vuestros hijos.
(Manuscrito 33, 1909).
Madres, cuando os rendís a la impaciencia y
tratáis a vuestros hijos ásperamente, no estáis aprendiendo de Cristo, sino de
otro maestro. Jesús dice: "Llevad
mi yugo sobre vosotros. y aprended de mí, 251 que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga". Cuando os parezca
que vuestro trabajo es rudo, cuando os quejéis de dificultades y pruebas,
cuando digáis que no tenéis fortaleza para resistir a la tentación, que no
podéis vencer la impaciencia y que la vida cristiana es una tarea penosa, estad
seguras de que no estáis llevando el yugo de Cristo; estáis llevando el yugo de
otro maestro (Signs of the Times, 22-7-1889).
EL REFLEJO DE LA IMAGEN DIVINA.
La iglesia necesita hombres de un espíritu
manso y tranquilo, que sean tolerantes y pacientes. Aprendan ellos esos atributos en su trato con
sus familias. Piensen los padres muchísimo
más en los intereses eternos de sus hijos de lo que piensan en su comodidad
presente. Consideren a sus hijos como
miembros menores de la familia del Señor, y edúquenlos y disciplínenlos de tal
manera que los induzcan a reflejar la imagen divina (Review and Herald,
16-7-1895). 253
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