1. COLABORADORES CON DIOS
"Honra a Jehová de tu sustancia, y de las primicias de todos tus
frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares rebosarán de
mosto" (Prov. 3: 9, 10).
"Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son
escasos más de lo que es justo, más vienen a pobreza. El alma liberal será engordada: y el que
saciare, él también será saciado" (Prov. 11: 24, 25).
"Más el generoso piensa en cosas generosas, y él por cosas
generosas será hecho estable" (Isa. 32: 8, VM).
En el plan de salvación, la sabiduría divina estableció la ley de la
acción y de la reacción; de ello resulta que la obra de beneficencia, en todos
sus ramos, es doblemente bendecida. El
que ayuda a los menesterosos es una bendición para ellos y él mismo recibe una
bendición mayor aún.
LA GLORIA DEL EVANGELIO
Para que el hombre no perdiese los preciosos frutos de la práctica de
la beneficencia, nuestro Redentor concibió el plan de hacerle su
colaborador. Dios habría podido salvar a
los pecadores sin la colaboración del hombre; pero sabía que el hombre no
podría ser feliz sin desempeñar una parte en esta gran obra. Por un encadenamiento de circunstancias que
invitan a practicar la caridad, otorga al hombre los mejores medios para
cultivar la benevolencia y observar la costumbre de dar, ya sea a los pobres o
para el adelantamiento de la causa de Dios.
Las apremiantes necesidades de un mundo arruinado nos obligan a emplear
en su favor nuestros talentos -dinero e influencia- para hacer conocer 16 la
verdad a los hombres y mujeres que sin ella perecerían. Al responder a sus pedidos con nuestros actos
de beneficencia, somos transformados a la imagen de Aquel que se hizo pobre
para enriquecernos. Al dispensar a
otros, los bendecimos; así es como atesoramos riquezas verdaderas.
La gloria del Evangelio consiste en que se funda en la noción de que se
ha de restaurar la imagen divina en una raza caída por medio de una constante
manifestación de benevolencia. Esta obra
comenzó en los atrios celestiales, cuando Dios dio a los humanos una prueba
deslumbradora del amor con que los amaba.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna" (Juan 3: 16). El don de
Cristo revela el corazón del Padre. Nos asegura que, habiendo emprendido
nuestra redención, él no escatimará ninguna cosa necesaria para terminar su
obra, por más que pueda costarle.
La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de Cristo se reveló en la
cruz. El dio todo lo que poseía y se dio
a sí mismo para que el hombre pudiese salvarse.
La cruz de Cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo
del Salvador. El principio que proclama
es de dar, dar siempre. Su realización
por la benevolencia y las buenas obras es el verdadero fruto de la vida
cristiana. El principio de la gente del
mundo es: ganar, ganar siempre; y así se imagina alcanzar la felicidad; pero
cuando este principio ha dado todos sus frutos, se ve que sólo engendra la
miseria y la muerte.
La luz del Evangelio que irradia de la cruz de Cristo condena el
egoísmo y estimula la generosidad y la benevolencia. No debería ser causa de quejas el hecho de
que se nos dirigen cada vez más invitaciones a dar. En su divina providencia Dios llama a su
pueblo a salir de su esfera de acción limitada para emprender cosas
mayores. Se nos exige un esfuerzo
ilimitado en un tiempo como éste, cuando 17 las tinieblas morales cubren el
mundo. Muchos de los hijos de Dios están
en peligro de dejarse prender en la trampa de la mundanalidad y avaricia. Deberían comprender que es la misericordia
divina la que multiplica las solicitudes de recursos. Deben serles presentados
blancos que despierten su benevolencia o no podrán imitar el carácter del gran
Modelo.
LAS BENDICIONES DE LA MAYORDOMÍA
Al dar a sus discípulos la orden de ir por "todo el mundo" y
predicar "el evangelio a toda criatura", Cristo asignó a los hombres
una tarea: la de sembrar el conocimiento de su gracia. Pero mientras algunos salen al campo a
predicar, otros le obedecen sosteniendo su obra en la tierra por medio de sus
ofrendas. Él ha puesto recursos en las
manos de los hombres, para que sus dones fluyan por canales humanos al cumplir
la obra que nos ha asignado en lo que se refiere a salvar a nuestros
semejantes. Este es uno de los medios
por los cuales Dios eleva al hombre. Es
exactamente la obra que conviene a éste; porque despierta en su corazón las
simpatías más profundas y le mueve a ejercitar las más altas facultades de la
mente.
Todas las cosas buenas de la tierra fueron colocadas aquí por la mano
generosa de Dios, y son la expresión de su amor para con el hombre. Los pobres le pertenecen y la causa de la religión
es suya. El oro y la plata pertenecen al Señor; él podría, si quisiera,
hacerlos llover del cielo. Pero ha
preferido hacer del hombre su mayordomo, confiándole bienes, no para que los
vaya acumulando, sino para que los emplee haciendo bien a otros. Hace así del hombre su intermediario para
distribuir sus bendiciones en la tierra.
Dios ha establecido el sistema de la beneficencia para que el hombre
pueda llegar a ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado
y para que al fin pueda participar con Cristo de una eterna y gloriosa
recompensa. 18
REUNIÉNDOSE ALREDEDOR DE LA CRUZ
El amor que tuvo su expresión en el Calvario debiera ser reanimado,
fortalecido y difundido en nuestras iglesias.
¿No haremos todo lo que está a nuestro alcance para fortalecer los
principios que Cristo comunicó a este mundo? ¿No nos esforzaremos por
establecer y desarrollar las empresas de beneficencia que necesitamos sin más
demora? Al contemplar al Príncipe del cielo muriendo en la cruz por vosotros, ¿podéis
cerrar vuestro corazón, diciendo: "No, nada tengo para dar"?
Los que creen en Cristo deben perpetuar su amor. Este amor debe atraerlos y reunirlos en
derredor de la cruz. Debe despojarlos de
todo egoísmo y unirlos a Dios y entre sí mismos.
Juntaos alrededor de la cruz dominados por un espíritu de sacrificio
personal y de completa abnegación. Dios
os bendecirá si hacéis lo mejor que podéis.
Al acercaros al trono de la gracia y al veros ligados a ese trono por la
cadena de oro que baja del cielo a la tierra para sacar a los hombres del
abismo del pecado, vuestro corazón rebosará de amor hacia vuestros hermanos que
están todavía sin Dios y sin esperanza en el mundo.-JT 3, 401 - 404. 19
2. NUESTRO GENEROSO BENEFACTOR.
El poder de Dios se manifiesta en los latidos del corazón, en los
movimientos de los pulmones y en las corrientes vivificadoras que circulan por
los millares de conductos del cuerpo.
Estamos endeudados con él por cada momento de nuestra existencia y por
todas las comodidades de la vida. Las
facultades y las aptitudes que elevan al hombre por encima de la creación
inferior constituyen el don del Creador.
Él nos da sus beneficios en gran cantidad. Estamos en deuda con él por el alimento que
comemos, el agua que bebemos, la ropa con la que nos vestimos y el aire que
respiramos. Sin su providencia especial,
el aire estaría lleno de pestilencia y veneno.
Él es un generoso benefactor y preservador.
El sol que brilla sobre la tierra y da esplendor a toda la naturaleza,
el fantasmagórico y solemne resplandor de la luna, la magnificencia del
firmamento tachonado de brillantes estrellas, las lluvias que refrescan la
tierra y que hacen florecer la vegetación, las cosas preciosas de la naturaleza
en toda su variada riqueza, los elevados árboles, los arbustos y las plantas,
las espigas ondeantes, el cielo azul, los verdes prados, los cambios del día y
la noche, la renovación de las estaciones, todo esto habla al hombre acerca del
amor de su Creador.
Él nos ha unido a sí mismo mediante estas muestras que ha puesto en el
cielo y en la tierra. Nos cuida con
mayor ternura de lo que lo hace una madre con un hijo afligido. "Como el
padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen"
(Sal. 103: 13).-RH, sept. 18, 1888. 20
Los Que Reciben
Continuamente Deben Dar Constantemente
Así como recibimos continuamente las bendiciones de Dios, así también
debemos dar constantemente. Cuando el
Benefactor celestial deje de darnos, sólo entonces se nos podrá disculpar,
porque no tendremos nada para compartir.
Dios nunca nos ha dejado sin darnos evidencia de su amor, porque siempre
nos ha rodeado de beneficios. . .
A cada instante somos sostenidos por el cuidado de Dios y por su
poder. Él pone alimento en nuestras
mesas. Nos proporciona un sueño pacífico
y reparador. Cada semana nos da el día
sábado para que reposemos de nuestras labores temporales y lo adoremos en su
propia casa. Nos ha dado su Palabra para
que ésta sea como una lámpara para nuestros pies y una lumbrera en nuestro
camino. En sus páginas sagradas
encontramos sabios consejos; y tantas veces como elevamos nuestros corazones
hacia él en penitencia y con fe, él nos concede las bendiciones de su
gracia. Pero por encima de todo se
destaca el don infinito que Dios hizo al dar a su Hijo amado, por medio de
quien fluyen todas las demás bendiciones para esta vida y para la vida
venidera.
Ciertamente la bondad y la misericordia nos asisten a cada paso.
Solamente cuando deseemos que el Padre infinito cese de proporcionarnos sus
dones, podremos exclamar con impaciencia: ¿Tendremos que dar siempre? No sólo
deberíamos devolver siempre nuestros diezmos a Dios que él reclama como suyos,
sino además llevar un tributo a su tesorería como una ofrenda de gratitud.
Llevemos a nuestro Creador, rebosantes de gozo, las primicias de su
munificencia: nuestras posesiones más escogidas y nuestro servicio mejor y más
piadoso.-RH, feb. 9, 1886.
La Única Forma De Manifestar
Gratitud
El Señor no necesita nuestras ofrendas.
No podemos enriquecerlo con nuestros donativos. El salmista dice: "Todo 21 es tuyo, y de
lo recibido de tu mano te damos" (1 Crón. 29: 14). Dios nos permite manifestar nuestro aprecio
de sus mercedes por medio de esfuerzos abnegados realizados para compartir las
mismas con otras personas. Esta es la
única manera posible como podemos manifestar nuestra gratitud y nuestro amor a
Dios, porque él no ha provisto ninguna otra.
RH, dic. 6, 1887.
El Argumento De Pablo Contra
El Egoísmo
Pablo procuró desarraigar de los corazones de sus hermanos la planta
del egoísmo, porque el carácter no puede estar completo en Cristo cuando
retiene el egoísmo y la codicia. El amor
de Cristo en sus corazones los induciría a ayudar a sus semejantes en sus
necesidades. Procuró estimular su amor
señalándoles el sacrificio que Cristo había hecho por ellos.
Les dijo: "No hablo como quien manda, sino para poner a prueba,
por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro.
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a
vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Cor. 8: 8, 9) .
Este es el poderoso argumento que usa el apóstol. No es el mandamiento de Pablo sino el del
Señor Jesucristo. . .
¡Cuán grande fue el don hecho por Dios al hombre, y cuán propio de Dios
fue hacerlo! El dio con una liberalidad
que jamás podrá ser igualada, a fin de salvar a los rebeldes hijos del hombre y
de inducirlos a ver su propósito y a discernir su amor. ¿No queréis demostrar por medio de vuestros
dones y ofrendas que no hay nada que consideráis demasiado bueno para aquel que
"ha dado a su Hijo unigénito"?
RH, mayo 15, 1900 .
El espíritu de liberalidad es el espíritu del cielo. El espíritu de egoísmo es el espíritu de
Satanás.-RH, oct. 17, 1882. 22
3.
POR QUE DIOS EMPLEA A LOS HOMBRES COMO LOS ENCARGADOS DE DISTRIBUIR SUS
RECURSOS.
Dios no depende de los hombres para promover su causa. Podría convertir a los ángeles en embajadores
de su verdad. Habría podido revelar su
voluntad por medio de su propia voz cuando proclamó la ley desde el Sinaí. Pero ha elegido emplear a los hombres para
que hagan su obra a fin de cultivar en ellos el espíritu de liberalidad.
Cada acto de abnegación realizado en bien de otros fortalecerá el
espíritu de generosidad en el donante, y lo vinculará más estrechamente con el
Redentor del mundo, quien "por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico,
para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Cor. 8: 9). Y la vida puede ser una bendición para
nosotros únicamente en la medida en que cumplimos el propósito divino para el
cual fuimos creados. Todas las buenas
dádivas que Dios hace al hombre constituirán una maldición a menos que éste las
emplee para hacer felices a sus semejantes y para promover la causa de Dios en
el mundo.-RH, dic. 7, 1886.
RESULTADO DE LA BÚSQUEDA DE GANANCIAS
Este creciente apego por la obtención de dinero, el egoísmo engendrado
por el deseo de ganancias, es lo que amortece la espiritualidad de la iglesia y
aleja de ella el favor de Dios. Cuando
la cabeza y las manos están ocupadas constantemente en planear y trabajar para
acumular 23 riquezas, los derechos de Dios y la humanidad quedan olvidados.
Si Dios nos ha bendecido con prosperidad, esto no quiere decir que
debemos apartar de él nuestro tiempo y atención para dirigirlos a las cosas que
él nos ha prestado. El Dador es más
grande que el don. Hemos sido comprados
por un precio y por lo tanto no nos pertenecemos a nosotros mismos. ¿Hemos olvidado cuál fue el precio infinito
pagado por nuestra redención? ¿Ha muerto la gratitud en el corazón? ¿La vida de
Cristo no es un reproche para una vida de comodidad egoísta y complacencia?. .
. Estamos cosechando los frutos de este
sacrificio de abnegación infinita; y sin embargo, cuando hay que trabajar,
cuando se necesita que nuestro dinero ayude a la obra del Redentor en la
salvación de las almas, nos apartamos de nuestro deber y oramos para que se nos
excuse. Pereza innoble, descuidada indiferencia, y egoísmo malvado sellan
nuestros sentidos para que no veamos los derechos de Dios.
¡Oh! ¿Debe Cristo, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, cargar con
la pesada cruz, llevar la corona de espinas y beber la amarga copa, mientras
nosotros descansamos cómodamente, nos glorificamos a nosotros mismos y nos
olvidamos de las almas por las que murió para redimirlas mediante su sangre
preciosa? No; demos mientras podamos hacerlo.
Hagámoslo mientras tenemos fuerzas para hacerlo. Trabajemos mientras dura el día. Dediquemos nuestro tiempo y nuestros medios
al servicio de Dios a fin de recibir su aprobación y su recompensa.-RH, oct.
17, 1882.
NUESTRO MAYOR CONFLICTO ES CON EL YO
Nuestras posesiones en esta vida son limitadas, pero el gran tesoro que
Dios ofrece en su don al mundo es ilimitado.
Abarca todo deseo humano y sobrepasa nuestros 24 cálculos finitos. En el gran día de la decisión final, cuando
cada uno sea juzgado por sus obras, se hará callar toda voz que hable en favor
de la justificación de sí mismo; porque se verá que el Padre en su don a la
humanidad, dio todo lo que poseía, y resultará evidente que los que han
rehusado aceptar ese misericordioso ofrecimiento carecen de toda excusa.
No tenemos ningún enemigo exterior a quien debemos temer. Nuestro gran
conflicto lo tenemos con nuestro yo no consagrado. Cuando dominamos el yo somos
más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Hermanos míos, ahí está la vida eterna que
debemos ganar. Peleemos la buena batalla
de la fe. Nuestro tiempo de prueba no
está en el futuro, sino en el momento presente. Mientras éste dura,
"buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas
os serán añadidas" (Mat. 6: 33) -las cosas que ahora con tanta frecuencia
ayudan a Satanás en sus propósitos sirviendo como trampas para engañar y destruir.-RH,
marzo 5, 1908.
UNA FEA MANCHA
Nunca debemos olvidar que se nos ha puesto a prueba en este mundo a fin
de determinar nuestra aptitud para la vida futura. No podrá entrar en el cielo ninguna persona
cuyo carácter haya sido contaminado por la fea mancha del egoísmo. Por lo tanto, Dios nos prueba aquí
entregándonos posesiones temporales a fin de que el uso que hagamos de ellas
demuestre si se nos pueden confiar las riquezas eternas.
RH, mayo 16, 1893.
NUESTRAS POSESIONES SON TAN SÓLO UN DEPÓSITO
Por cuantiosas o reducidas que sean las posesiones de una persona, ésta
debe recordar que las ha recibido tan sólo en calidad de depósito. Debe rendir
cuenta a Dios de 25 su fuerza, habilidad, tiempo, talento, oportunidades y
recursos. Esto constituye una obra
individual; Dios nos da para que seamos como él generosos, nobles y
benevolentes al compartir lo que tenemos con otros. Los que olvidan su misión divina procuran tan
sólo ahorrar o gastar para complacer el orgullo o el egoísmo, y éstos puede ser
que disfruten de los placeres de este mundo; pero ante la vista de Dios,
estimados en base a sus realizaciones espirituales, son desventurados,
miserables, pobres, ciegos y desnudos.
Cuando se emplea la riqueza en forma debida, ésta se convierte en un
dorado vínculo de gratitud y afecto entre el hombre y sus semejantes, y en un
fuerte lazo que une sus afectos con su Redentor. El don infinito que Dios hizo en la persona
de su Hijo amado exige expresiones tangibles de gratitud de parte de los
recipientes de su gracia. El que recibe
la luz del amor de Cristo queda por ese motivo bajo la más definida obligación
de iluminar con esa luz bendita a las almas que están en las tinieblas.-RH,
mayo 16, 1882.
PARA DESPERTAR LOS ATRIBUTOS DEL CARÁCTER DE CRISTO
El Señor permite que hombres y mujeres experimenten sufrimientos y
calamidades a fin de arrancarlos de su egoísmo y para despertar en ellos los
atributos de su [Cristo] Carácter: Compasión, Ternura Y Amor.
El amor divino realiza sus llamamientos más conmovedores cuando nos
pide que manifestemos la misma tierna compasión que Cristo expresó. Él fue varón de dolores, experimentado en
quebrantos. Él fue afligido con todas
nuestras aflicciones. El ama a hombres y
mujeres como una adquisición hecha con su propia sangre, y nos dice: "Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros" (Juan 13: 34).-RH, sept. 13, 1906. 26
EL HONOR MÁS ELEVADO Y EL GOZO MÁS GRANDE
Dios es la fuente de vida, luz y gozo para todo el universo. Sus bendiciones, como rayos de sol, fluyen
desde él hacia todas las criaturas que él ha hecho. En su amor infinito ha concedido a los
hombres el privilegio de llegar a ser participantes de la naturaleza divina,
para que ellos a su turno compartan las bendiciones con sus semejantes. Esto constituye el honor más elevado y el
gozo más grande que Dios pueda derramar sobre los hombres. Estos son conducidos más cerca de su Creador
al convertirse en esta forma en participantes de los trabajos de amor. El que rehúsa llegar a ser un "obrero
juntamente con Dios" -el hombre que por amor a la complacencia egoísta
ignora las necesidades de sus semejantes, el avaro que amontona sus tesoros-
está privándose de la bendición más rica que Dios puede proporcionarle.
RH,
dic. 6, 1887. 27
4. PRINCIPIOS CONFLICTIVOS DE
CRISTO Y SATANÁS.
Los seres humanos pertenecen a una gran familia: la familia de
Dios. El propósito del Creador era que
los seres humanos se respetaran y se amaran mutuamente, y que siempre manifestaran
un interés puro y abnegado en el bienestar mutuo. Pero Satanás se ha propuesto interesar a los
hombres en primer término en sí mismos, y éstos al ceder a su control han
desarrollado un egoísmo que ha llenado al mundo de miseria y lucha, y ha indispuesto
a los hombres entre sí.
El egoísmo es la esencia de la depravación, y debido a que los seres
humanos han cedido a su poder, hoy se ve en el mundo lo opuesto a la obediencia
a Dios. Las naciones, las familias y los
individuos están deseosos de convertirse ellos mismos en la figura
central. El hombre desea gobernar sobre
su prójimo. Al separarse, en su
egotismo, de Dios y de sus semejantes sigue sus inclinaciones desenfrenadas. Actúa como si el bien de los demás dependiera
de la sujeción de éstos a su supremacía.
El egoísmo ha introducido discordia en la iglesia y la ha llenado de
una ambición no santificada. . . El
egoísmo destruye la semejanza con Cristo y llena al hombre de amor propio. Conduce a un alejamiento continuo de la
justicia. Cristo ha dicho: "Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto" (Mat. 5: 48). Pero el
egoísmo no percibe la perfección que Dios requiere. . .
Cristo vino a este mundo para revelar el amor de Dios. 28 Sus seguidores deben continuar la obra que él
comenzó. Esforcémonos por ayudarnos y
fortalecernos mutuamente. La búsqueda
del bien de los demás es el camino por el que puede hallarse la verdadera felicidad. El hombre no obra contra sus propios
intereses cuando ama a Dios y a sus semejantes.
Cuanto más desprendido sea su espíritu tanto más feliz será porque está
cumpliendo el propósito de Dios para él.
Así es como respira la atmósfera de Dios, la que lo llena de gozo. Para él la vida constituye un cometido
sagrado que considera inestimable porque ha sido dado por Dios para ser
empleado en el servicio por los demás.
RH, junio 25, 1908.
UN CONFLICTO DESIGUAL
El egoísmo es el impulso humano más poderoso y más generalizado, y
debido a esto la lucha del alma entre la simpatía y la codicia constituye una
prueba desigual; porque mientras el egoísmo es la pasión más fuerte, el amor y
la benevolencia son con mucha frecuencia los sentimientos más débiles, y por
regla general el maligno gana la victoria.
Por lo tanto, al dar nuestro trabajo y nuestros dones a la causa de
Dios, es peligroso dejarse controlar por los sentimientos o el impulso.
Dar o trabajar cuando alguien conmueve nuestra simpatía, y retener
nuestro trabajo o servicio cuando las emociones no son estimuladas, constituye una
conducta imprudente y peligrosa. Si
estamos dominados por el impulso o por la mera simpatía humana, en ese caso
bastarán unas pocas ocasiones cuando nuestra preocupación por el prójimo sea
pagada con ingratitud, o cuando nuestros donativos sean mal empleados o
malgastados, para que se hielen las fuentes de nuestra benevolencia. Los cristianos deberían actuar dirigidos por
principios fijos siguiendo el ejemplo de abnegación y sacrificio dado por el
Salvador.
RH, dic. 7, 1886. 29
LA NOTA TÓNICA DE LA ENSEÑANZA DE CRISTO
La abnegación es la nota tónica de las enseñanzas de Cristo. Con frecuencia se impone este concepto a los
creyentes con un lenguaje que parece autoritario, porque no hay otra forma de
salvar a los hombres si no se los separa de su vida de egoísmo. Mientras Cristo vivió en el mundo hizo una
correcta presentación del poder del Evangelio. . . A cada alma que sufra con él mientras resiste
al pecado, trabaja por su causa y se niega a sí misma por el bien de otros, él
le promete una parte en la recompensa eterna de los justos. Poniendo en
práctica el mismo espíritu que caracterizó la obra de su vida, llegaremos a
participar de su naturaleza. Al
compartir esta vida de sacrificio por amor a otros, disfrutaremos con él la
vida futura, "un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2
Cor. 4: 17).-RH, sept. 28, 1911.
LOS FRUTOS DEL EGOÍSMO
Los que permiten que un espíritu codicioso se posesione de ellos
fomentan y desarrollan los rasgos de carácter que harán que sus nombres sean
registrados en los libros del cielo como idólatras. A todos éstos se los clasifica con los
ladrones, vilipendiadores y extorsionistas, ninguno de los cuales, declara la
Biblia, heredarán el reino de Dios.
"Porque el malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso,
y desprecia a Jehová" (Sal. 10: 3).
Las características de los codiciosos siempre están en pugna con el
ejercicio de la caridad cristiana. Los
frutos del egoísmo siempre se manifiestan en el descuido del deber y en el
fracaso en la tarea de emplear los dones dados por Dios para el adelantamiento
de su obra.-RH, dic. 1, 1896.
LA MUERTE DE TODA PIEDAD
Cristo es nuestro ejemplo. El
dio su vida como sacrificio por nosotros, y nos pide que demos nuestras vidas
como 30 sacrificio por los demás. Así podremos
desechar el egoísmo que Satanás se esfuerza constantemente por implantar en
nuestros corazones. Este egoísmo
significa la muerte de toda piedad, y puede vencerse únicamente mediante la
manifestación de amor a Dios y a nuestros semejantes. Cristo no permitirá que ninguna persona
egoísta entre en los recintos del cielo.
Ningún codicioso puede cruzar las puertas de perla, porque toda codicia
es idolatría.-RH, julio 11, 1899. 31
5. DONDE CRISTO MORA HAY
LIBERALIDAD.
Cuando el perfecto amor de Dios inunde el corazón ocurrirán cosas
admirables. Cristo morará en el corazón
del creyente como una fuente de agua que fluye para vida eterna. Pero los que manifiestan indiferencia hacia
los que sufren serán culpados de indiferencia hacia Jesucristo en la persona de
sus santos necesitados. Nada extrae del
alma la espiritualidad con más rapidez que cuando se la rodea con el egoísmo y
el cuidado de sí mismo.
Los que complacen su yo y descuidan la atención de las almas y los
cuerpos de las personas por quienes Cristo dio su vida, no están comiendo del
pan de vida ni bebiendo del agua de la fuente de salvación. Están secos y sin savia, como un árbol que no
lleva fruto. Son enanos espirituales que consumen sus recursos en sí mismos;
pero no olvidemos que "todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará" (Gal 6: 7).
Los principios cristianos siempre resultarán visibles. En mil formas se pondrán de manifiesto los
principios interiores. Cristo morando en
el alma es como una fuente que nunca se seca.-RH, enero 15, 1895.
CUANDO SE ENTRONIZA A CRISTO EN EL CORAZÓN
Cuando Dios confía riquezas al hombre, lo hace con el fin de que adorne
la doctrina de Cristo nuestro Salvador utilizando sus tesoros terrenales para
promover el reino de Dios en nuestro mundo.
Debe representar a Cristo, y por 32 lo tanto no ha de vivir para
complacerse ni glorificarse a sí mismo, ni para recibir honor a causa de su
riqueza.
Cuando el corazón es limpiado de pecado, Cristo es entronizado en el
lugar que una vez ocupaban la complacencia de sí mismo y el amor a las riquezas
terrenales. La imagen de Cristo se ve en
la expresión del rostro. La obra de
santificación prosigue en el alma. Desaparece la justicia propia. Surge el nuevo hombre, quien es creado según
Cristo en justicia y verdadera santidad.-RH, sept. 11, 1900.
LA VICTORIA SOBRE LA CODICIA Y LA AVARICIA
Los ricos deberían consagrar todo lo que tienen a Dios, y los que son
santificados por medio de la verdad en cuerpo, alma y espíritu también
dedicarán a Dios sus posesiones y se convertirán en instrumentos para alcanzar
a otras almas. Por medio de su
experiencia y ejemplo manifestarán que la gracia de Cristo tiene poder para
vencer la codicia y la avaricia; y la persona adinerada que somete a Dios los
bienes que le han sido confiados será reconocida como un mayordomo fiel, y
podrá demostrar ante otros que cada peso que posee lleva la marca y el sello de
Dios.-RH, sept. 19, 1893. 33
6. LA PREDICACIÓN DE SERMONES
PRÁCTICOS.
Dar para satisfacer las necesidades de los santos y para promover el
reino de Dios es predicar sermones prácticos que testifican que los que dan no
han recibido en vano la gracia de Dios.
El ejemplo viviente dado por un carácter desprendido que sigue el modelo
de Cristo, ejerce gran poder sobre los hombres.
Los que no viven para sí mismos no emplearán hasta el último peso para
satisfacer sus necesidades supuestas y para proveerse de lo que les conviene,
sino que recordarán que son los seguidores de Cristo y que hay otros que
necesitan alimento y ropa.
Los que viven para complacer el apetito y los deseos egoístas perderán
el favor de Dios y la recompensa celestial.
Dan testimonio ante el mundo de que no poseen una fe genuina, y cuando
procuren compartir con otros la verdad presente el mundo considerará sus obras
como metal que resuena y címbalo que retiñe.
Que todos demuestren su fe por medio de sus obras. "La fe, si no tiene obras, es muerta en
sí misma" (Sant. 2: 17).
"Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de
vuestro amor, y de nuestro gloriarnos respecto de vosotros" (2 Cor. 8:
24).
RH, agosto 21, 1894.
EL SERMÓN MÁS DIFÍCIL
El sermón más difícil de predicar y que ofrece más dificultad para
ponerlo en práctica, es la abnegación.
El codicioso pecador, el yo, cierra la puerta al bien que podría
hacerse, pero que no se hace porque se invierte el dinero 34 con propósitos
egoístas. Pero es imposible que nadie
pueda retener el favor de Dios y gozar de comunión con el Salvador, y al mismo
tiempo ser indiferente con los intereses de sus semejantes que no tienen vida
en Cristo y que perecen en sus pecados.
Cristo nos ha dejado un ejemplo admirable de abnegación. . .
Al seguirlo por el camino de la abnegación, levantando la cruz y
llevándola tras él hasta la casa de su Padre revelaremos en nuestras vidas la
belleza de la vida de Cristo. Junto al
altar del sacrificio -el lugar designado de reunión entre Dios y el alma-
recibimos de manos de Dios la antorcha celestial que escudriña el corazón y que
revela la necesidad de que Cristo more en el interior.-RH, enero 31, 1907.
EXPANDE EL CORAZÓN Y UNE CON CRISTO
Las ofrendas de los pobres, dadas con abnegación para ayudar y extender
la preciosa luz de la verdad salvadora, no sólo tendrán olor agradable para
Dios y serán plenamente aceptadas por él como un donativo dedicado, sino que el
mismo acto de dar expande el corazón del dador y lo une más plenamente con el
Redentor del mundo. Él era rico pero por
amor a nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza nosotros fuésemos hechos
ricos. Las sumas más pequeñas dadas con
gozo por los que tienen recursos limitados, resultan plenamente aceptables para
Dios, y aun de mayor valor que las ofrendas de los ricos quienes pueden dar
miles de pesos sin ejercer abnegación y sin sentir necesidad.-RH, oct. 31,
1878.
DANDO CON GOZOSA PRESTEZA
El espíritu de liberalidad cristiana se fortalecerá a medida que se lo
ejercita, y no necesitará estimulación malsana.
Todos los que poseen este espíritu, el espíritu de Cristo, con gozosa
presteza llevarán sus donativos a la tesorería del 35 Señor. Inspirados por su amor a Cristo y por las
almas por quienes él murió, sienten una intensa urgencia por desempeñar
fielmente su parte.-RH, mayo 16, 1893.
PARA UN ESTUDIO ADICIONAL
El circuito celestial de la beneficencia, DTG 12, 13.
La benevolencia divina conmovida hasta sus profundidades infinitas,
9 T
59, 60.
El plan de salvación comienza y termina en la benevolencia, 3T 548.
¿No inducirán a manifestar gratitud el amor y la misericordia de Dios?
2 T 600.
La benevolencia surge del amor agradecido, JT 1, 375.
La gratitud manifestada en ofrendas voluntarias, de agradecimiento y
por las transgresiones, HA 61, 62.
El aprecio por la salvación eliminará las murmuraciones, JT 1, 409.
Un recuerdo que rechazará la codicia, JT 1, 566.
Aunque no podemos ser iguales al Modelo, podemos parecernos a él,
2 T 170.
2 T 170.
Peligro que corre el pueblo de Dios al amar al mundo, JT 1, 42.
El pecado de la codicia, 3 T 544 - 551.
El egoísmo es el yugo más irritante, 4 T 627.
La obra de Dios es estorbada por el egoísmo, 9 T 52.
Hay que aquietar la locura de los hombres por las ganancias, JT 1, 470.
Hay que prevenir el gran mal de la codicia, 3 T 547.
La benevolencia constante es un remedio para los pecados corruptores, 3
T 548.
Los ambiciosos y codiciosos deben ser transformados, 5 T 250.
No se obtiene perfección del carácter sin abnegación, 9 T 53.
De la mundanalidad a la beneficencia, 5 T 277.
La supresión del egoísmo produce resultados gloriosos, 5 T 206.
La benevolencia es un testigo glorioso de la gracia transformadora de
Dios, 2 T 239.
El amor abnegado es la mayor evidencia de sinceridad, JT 3, 147.
Un argumento que el mundo no puede contradecir, JT 1, 563.
La prosperidad espiritual se da en proporción a la liberalidad
sistemática, JT 1, 386. 36
Planeado por Dios para hacer al hombre semejante a sí mismo,
JT 1, 553.
Entregándolo todo con deseo ferviente, JT 1, 54.
El amor abnegado proporciona un gozo más puro que el que dan las
riquezas, JT 1, 360, 377.
La generosidad de Dios al colocar sus dones en nuestras manos,
JT 2,
333.
La capacidad para recibir es aumentada por la liberalidad, 6 T 448,
449. 39
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