CAPÍTULO 25. LA SENCILLEZ.
EDUCAD EN LA SENCILLEZ NATURAL.
Los niñitos deberían ser educados con
sencillez infantil. Debería enseñárseles
a conformarse con los deberes sencillos y útiles y los placeres e incidentes
naturales a sus años. La niñez
corresponde a la hierba de la parábola, y la hierba tiene una belleza
peculiar. No se debería forzar en los
niños el desarrollo de una madurez precoz, sino que se debería tratar de
conservar, tanto tiempo como fuera posible, la frescura y gracia de sus
primeros años. Cuanto menos afectada por
la excitación artificial y más en armonía con la naturaleza, más favorable será
para el vigor físico y mental, y la fuerza espiritual.
(La Educación, pág. 103).
Los padres, mediante su ejemplo, deberían
estimular la formación de hábitos de sencillez, y alejar a sus hijos de la vida
artificial para conducirlos a la vida natural (Signs of the Times, 2-10-1884).
LOS NIÑOS NO AFECTADOS SON MÁS ATRAYENTES.
Los niños más atrayentes son naturales y sin
afectación. No es prudente dar atención
especial a los niños... No debe estimularse su vanidad alabando su aspecto, sus
palabras o sus acciones. Tampoco debe
vestírseles de una manera costosa o vistosa.
Esto estimularía en ellos el orgullo y despertaría la envidia en el
corazón de sus compañeros. Enseñad a los
niños que el verdadero adorno no es exterior.
"El adorno de las cuales no sea exterior con encrespamiento del
cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; sino el hombre del corazón
que está encubierto en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico,
lo cual es de grande estima delante de Dios" (1 Ped. 3: 3, 4)
(Consejos
para los Maestros, pág. 109).
EL SECRETO DEL VERDADERO ENCANTO.
Debería enseñarse a las niñas que el verdadero
encanto de la femineidad no se encuentra únicamente en la belleza de formas o
rasgos, ni en la posesión de habilidades; sino en el espíritu humilde y
tranquilo, en la paciencia la generosidad, la bondad y la disposición para
trabajar y sufrir por otros. Deberían
ser enseñadas a trabajar, a estudiar con algún propósito, a vivir con un objeto,
a confiar en Dios y a temerle, y a respetar a sus padres. Luego, a medida que avancen en edad,
desarrollarán una mente más pura, tendrán más confianza propia, y serán más
apreciadas. Será imposible degradar a una
mujer con estas características.
Escapará a las tentaciones y a las pruebas que han sido la ruina para
tantas mujeres (Health Reformer, diciembre de 1877).
SEMILLAS DE VANIDAD.
En muchas familias, las semillas de vanidad y
egoísmo se siembran en el corazón de los niños casi desde la infancia. Sus dichos y hechos graciosos son comentados
y alabados en su presencia, y repetidos a otros con exageración. Los pequeños advierten esto, y se sienten muy
importantes; se atreven a interrumpir las conversaciones, y se tornan audaces y
descarados. La adulación y la
indulgencia estimulan su vanidad y obstinación, hasta que el jovencito con no
poca frecuencia gobierna a toda la familia, incluso al padre y a la madre.
Las tendencias formadas por esta clase de
enseñanza no pueden dejarse de lado a medida que el niño desarrolla su juicio
maduro. Se desarrollan 129 con su
crecimiento, y lo que habría podido parecer habilidad en el niño, se transforma
en rasgos reprochables y malos en el hombre o la mujer. Procuran gobernar a sus compañeros, y si
alguno rehúsa someterse a sus deseos, se consideran agraviados e
insultados. Esto se debe a que en su
niñez se los dañó al acceder a todos sus deseos, en vez de enseñárseles la
abnegación necesaria para soportar las dificultades y los trabajos de la vida.
(Testimonies, tomo 4, págs. 200, 201).
NO ESTIMULÉIS EL DESEO DE ALABANZA.
Los niños necesitan aprecio, simpatía, y
estímulo, pero se debería cuidar de no fomentar en ellos el amor a la
alabanza. No es prudente prestarles una
consideración especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias. El padre o maestro que tiene presente el
verdadero ideal de carácter y las posibilidades de éxito, no puede fomentar ni
estimular el engreimiento. No alentará en los jóvenes el deseo o empeño de
exhibir su habilidad o pericia. El que
mira más allá de sí, será humilde, y sin embargo, poseerá una dignidad que no
se consterna ni desconcierta ante el fausto exterior ni la grandeza humana (La
Educación. págs. 232, 233).
ESTIMULAD LA SENCILLEZ EN LA ALIMENTACIÓN Y EL
VESTIDO.
Estos [los padres] tienen un sagrado deber que
cumplir en cuanto a enseñar a sus hijos a ayudar a llevar las cargas del hogar,
a conformarse con alimentos sencillos y ropas aseadas y poco costosas.
(Consejos
para los Maestros, pág. 122).
¡Oh, si los padres y las madres comprendieran
que son responsables delante de Dios y que él ha de pedirles cuenta! ¡Qué
cambio ocurriría en la ciudad! No se
echarían a perder los niños mediante alabanzas y mimos, o se envanecerían
mediante la complacencia en el vestido. (Review and Herald, 13-4-1897). 130
ENSEÑAD LA SENCILLEZ Y LA CONFIANZA.
Deberíamos enseñar a nuestros hijos lecciones
de sencillez y confianza. Deberíamos
enseñarles a amar, a temer y a obedecer a su Creador. En todos los planes y los propósitos de la
vida, su gloria debería ocupar un lugar sobresaliente; su amor debería ser la
motivación principal de cada acción (Id., 13-6-1882).
CRISTO ES NUESTRO EJEMPLO.
Jesús, nuestro Redentor, anduvo en la tierra
con la dignidad de un rey. Sin embargo,
era humilde y manso de corazón. Era una
luz y una bendición para cada hogar, porque llevaba alegría, esperanza y
ánimo. Ojalá que pudiéramos
satisfacernos con menos deseos, con menos esfuerzo en procura de cosas
difíciles de obtener con el fin de embellecer nuestros hogares, en tanto que no
buscamos aquello que Dios avalúa por encima de las joyas: un espíritu humilde y
tranquilo.
La gracia de la sencillez, la
humildad y el verdadero afecto, harían un paraíso del hogar más humilde. Es mejor soportar alegremente cada
inconveniente que despojarse de la paz y el contentamiento (Testimonies, tomo
4, pág. 622). 131
CAPÍTULO 26. LA CORTESÍA Y LA RESERVA.
LA CORTESÍA COMIENZA EN EL HOGAR.
Padres, enseñad a vuestros hijos. . . a
conducirse en el hogar con verdadera cortesía.
Educadlos para que manifiesten bondad y ternura unos con otros. No permitáis que el egoísmo viva en el
corazón o encuentre lugar en el hogar (Manuscrito 74, 1900).
Los jóvenes que crecen empleando palabras y
actitudes descuidadas y rudas, manifiestan el carácter de la educación recibida
en su hogar. Los padres no han
comprendido la importancia de su mayordomía; y han cosechado los resultados de
la siembra realizada.
(Manuscrito 117, 1899).
LA SUPREMACÍA DE LOS PRINCIPIOS DEL CIELO.
Los principios del cielo han de introducirse
en el gobierno del hogar. Debe enseñarse
a cada niño a ser atento, compasivo, amante, misericordioso, cortés, tierno de
corazón (Manuscrito 110, 1902).
Cuando todos son miembros de la familia real,
hay verdadera cortesía en la vida del hogar.
Cada miembro de la familia procura agradar a los demás miembros
(Manuscrito 60, 1903).
ENSEÑAD POR PRECEPTO Y EJEMPLO.
Los niños, como también los mayores, están
expuestos a las tentaciones; y los miembros maduros de la familia deberían
darles, por precepto y ejemplo lecciones de cortesía, alegría, afecto y
cumplimiento fiel de sus deberes diarios (Manuscrito 27, 1896).
RESPETO POR LOS ANCIANOS.
Dios ha mandado especialmente que se
manifieste tierno respeto hacia los ancianos.
"Corona de gloria es la cabeza cana -dice-, cuando se halla en el
camino de justicia" (Prov. 16: 31).
Habla de batallas peleadas, y victorias ganadas; de cargas llevadas y
tentaciones resistidas. Habla de pies
cansados que se acercan al 132 descanso de puestos que pronto quedarán
vacantes. Ayudad a los niños a pensar en
esto, y ellos suavizarán el camino de los ancianos mediante su cortesía y
respeto, y añadirán gracia y belleza a sus jóvenes vidas si prestan atención al
mandato: "Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del
anciano" (Lev. 19: 32) (La Educación, pág. 239).
ENSÉÑENSE LA MODESTIA Y LA RESERVA.
El orgullo, la estimación propia y el
atrevimiento son características destacadas de los niños de hoy y son la
maldición de nuestra era. . . . Han de enseñarse a los niños, tanto en la casa
como en la escuela sabática, las lecciones más sagradas de modestia y humildad
(Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, pág. 50).
¿Os ocuparéis vosotros, a quienes dirijo estas
palabras, de la instrucción que se os ha dado? Amonestad a los jóvenes; que no
sean atrevidos en la conversación sino modestos y recatados.
Que escuchen con
prontitud las cosas benéficas para el alma, y que sean lentos en hablar, a
menos que sea para exponer a Jesús y para testificar de la verdad. Manifestad humildad mediante un
comportamiento modesto.
(Youth's Instructor, 11-7-1895).
UN GUARDIÁN DE LA VIRTUD.
Cultivad la gema preciosa e inapreciable de la
modestia. Esta será un guardián de la
virtud. . . . Me siento impelida por el Espíritu del Señor a instar a mis
hermanas que profesan la piedad a cultivar la modestia en el comportamiento y a
ser reservadas. . . . He preguntado: ¿cuándo nuestras hermanas jóvenes actuarán
con propiedad? Sé que no habrá un cambio
favorable hasta que los padres sientan la importancia de ejercer gran cuidado
en la educación correcta de sus hijos.
Enseñadles a actuar con reserva y modestia.
(Testimonies, tomo 2, págs.
458, 459). 133
LOS ENCANTOS VERDADEROS.
Los verdaderos encantos de un niño consisten
en la modestia y la obediencia, en oídos atentos para escuchar las palabras de
instrucción, en pies y manos voluntarios para andar y trabajar en el camino del
deber. Y la verdadera bondad de un niño
producirá su propia recompensa, aun en esta vida (Review and Herald,
10-5-1898). 134
CAPÍTULO 27. ALEGRÍA Y AGRADECIMIENTO.
HAYA UNA DULCE INFLUENCIA EN EL HOGAR.
Sobre todo, rodeen los padres a sus hijos de
una atmósfera de alegría, cortesía y amor.
En el hogar donde habita el amor y se expresa en miradas, palabras y
actos, los ángeles se complacen en manifestar su presencia.
Padres, dejad entrar en vuestros corazones los
rayos de sol del amor, de la jovialidad y del feliz contentamiento, y permitid
que su dulce y preciosa influencia compenetre vuestro hogar. Manifestad un espíritu bondadoso y tolerante;
fomentadlo también en vuestros hijos, cultivando todas las gracias que
iluminarán vuestra vida familiar. La
atmósfera así creada será para los hijos lo que son el aire y el sol para la
vegetación y promoverán la salud y el vigor de la mente y del cuerpo.
(El
Ministerio de Curación, pág. 300).
EL ROSTRO MANIFIESTE ALEGRÍA.
En la religión de Jesús no hay ninguna cosa
sombría. Al paso que hay que evitar
cuidadosamente toda liviandad, frivolidad, y chanzas, las cuales el apóstol
dice que no son convenientes, hay un dulce descanso y reposo en Jesús que se
manifestará en el rostro. Los cristianos
no han de estar tristes, deprimidos y desesperados. Han de ser serenos y, sin embargo, deben
mostrar al mundo un gozo que únicamente la gracia puede impartir (Review and
Herald, 15-4-1884).
Los niños son atraídos por una conducta alegre
y animosa. Mostradles bondad y cortesía
y ellos manifestarán el mismo espíritu hacia vosotros y entre sí (La Educación,
pág. 235).
Educad el alma para manifestar alegría y
agradecimiento, y para que exprese gratitud a Dios por el gran amor con el cual
nos ha amado. . . . El 135 gozo del cristiano es la belleza de la santidad
(Youth's Instructor, 11-7-1895).
PRONUNCIAD PALABRAS AGRADABLES Y ALEGRES.
Las palabras agradables y alegres no cuestan
más que las palabras desagradables y tristes. ¿Os desagrada que os dirijan
palabras duras? Recordad que cuando
vosotros habláis esas palabras otros sienten la espina. . . . Padres, llevad a
vuestro hogar la piedad práctica. Los
ángeles no son atraídos a un hogar donde reina la discordia. Educad a vuestros hijos para que hablen
palabras que proporcionarán alegría y gozo (Review and Herald, 31-12-1901).
ESTIMULAD UNA ACTITUD ALEGRE.
Si hay alguien que debe estar continuamente agradecido,
es el cristiano. Si hay alguien que
disfruta de felicidad, aun en esta vida, es el fiel seguidor de
Jesucristo. Los hijos de Dios tienen el
deber de ser alegres. Deberían estimular
una actitud feliz. Dios no puede ser
glorificado por sus hijos que viven continuamente bajo una nube y que arrojan
sombras dondequiera que van. El
cristiano debería arrojar luz en vez de sombra. . . . Debe tener un rostro
alegre (Id., 28-4-1859).
Los niños aborrecen la sombra de las tinieblas
y la tristeza. Su corazón responde a la
brillantez, a la alegría y al amor.
(Consejos sobre la Obra de la Escuela
Sabática, pág. 109).
SONREÍD, PADRES, SONREÍD.
Algunos padres, y asimismo algunos maestros,
parecen haber olvidado que ellos también fueron niños. Son solemnes, fríos, y no son simpáticos. . .
. Sus rostros habitualmente tienen una expresión seria y reprobadora. La alegría o las travesuras infantiles, la
inquieta actividad de la vida joven, no encuentran excusa ante sus ojos. Las travesuras insignificantes son tratadas
como pecados graves. Esta disciplina no
es la de Cristo. Los niños educados en
esta forma temen 136 a sus padres o maestros, pero no los aman; no les confían
sus experiencias infantiles. Así se
matan algunas de las cualidades más valiosas de la mente y el corazón, como una
planta tierna expuesta al viento gélido.
Sonreíd, padres; sonreíd, maestros. Si vuestro corazón está triste, que vuestro
rostro no lo manifieste. Que la luz de
un corazón amante y agradecido ilumine el rostro. Abandonad vuestra solemnidad de hierro,
adaptaos a las necesidades de los niños, y haced que os amen. Debéis ganar su afecto si queréis impresionar
sus corazones con la religión (Review and Herald, 21-3-1882).
UNA ORACIÓN ADECUADA.
Alegrad vuestro trabajo con cantos de
alabanza. Si queréis tener un registro
limpio en los libros del cielo, nunca os impacientéis ni rezonguéis. Vuestra oración diaria sea: "Señor,
enséñame a hacer lo mejor. Enséñame cómo
trabajar más eficientemente. Dame
energía y alegría". . . . Poned a Cristo en todo lo que hacéis. Entonces vuestra vida estará llena de alegría
y agradecimiento. . . . Hagamos lo mejor posible, avanzando gozosamente en el
servicio del Señor, con nuestro corazón lleno de su felicidad (Australasian
Union Record, 15-11-1903).
ENSEÑAD A LOS NIÑOS A SER AGRADECIDOS.
"Y te alegrarás en todo el bien que
Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa". Deberían manifestarse agradecimiento y
alabanza a Dios por las bendiciones temporales y por todo el bienestar que
derrama sobre nosotros. Dios quiere que
cada familia que se está preparando para habitar en las mansiones eternas le
tribute gloria por los ricos tesoros de su gracia.
Si se educara a los niños, en la vida de
hogar, para que sean agradecidos al Dador de todas las cosas buenas, veríamos
manifestarse en nuestra familia un elemento de gracia celestial; se vería gozo
en la 137 vida doméstica, y los jóvenes que procedieran de esos hogares
llevarían consigo un espíritu de respeto y reverencia a la escuela y a la
iglesia. Habría concurrencia en el
santuario donde Dios se reúne con su pueblo, reverencia en todas las ceremonias
de su culto, y gozosa alabanza y agradecimiento por todos los dones de su
providencia.
Si actualmente se cumpliera la Palabra de Dios
tan estrictamente como en el tiempo del antiguo Israel, los padres y las madres
darían a sus hijos un ejemplo que sería del valor más elevado. . . . Cada
bendición temporal se recibiría con gratitud, y cada bendición espiritual sería
doblemente preciosa porque la percepción de cada miembro de la familia habría
sido santificada por la palabra de verdad.
El Señor Jesús está muy cerca de los que aprecian sus generosos dones y
saben que todas las buenas cosas que tienen proceden del Dios amante que se
preocupa por ellos, y lo reconocen como la gran fuente de todo bienestar y
consuelo, la fuente inextinguible de la gracia (Manuscrito 67, 1907). 138
CAPÍTULO 28. LA VERACIDAD.
SEAN LOS PADRES MODELOS DE VERACIDAD.
Los padres y los maestros deben ser veraces
delante de Dios. Vuestra vida esté libre
de prácticas engañosas. No se halle
culpa en vuestros labios. Aunque sea
desagradable para vosotros en un momento dado, vuestra conducta, vuestras
palabras y vuestras obras manifiesten rectitud ante la vista del Santo Dios.
¡Oh, el efecto de la primera lección de engaño ha sido terrible! ¿Se,
entregarán a la práctica del engaño y la mentira los que pretenden ser hijos e
hijas de Dios?
No permitáis que vuestros hijos tengan motivo
para excusarse diciendo: Mamá no dice la verdad: papá no dice la verdad. Cuando seáis juzgados en las cortes
celestiales, ¿se pondrá junto a vuestro nombre que sois engañadores? ¿Serán
pervertidos vuestros hijos por el ejemplo de los que deberían guiarlos por los
caminos de la verdad? En vez de esto,
¿no debería penetrar el poder transformador de Dios en el corazón de los
padres? ¿No deberá permitirse al Espíritu Santo de Dios que imprima su marca
sobre los niños?
No puede esperarse que los niños sean
completamente cándidos. Pero existe el
peligro de que los padres, por un trato desacertado, destruyan el candor que
debería caracterizar a la experiencia infantil. Los padres, por palabra y acción, deberán hacer todo lo posible por
conservar la sencillez sin artificios. A
medida que los hijos crecen, los padres no deberían proporcionar la menor
ocasión para la siembra de esa semilla que se desarrollará hasta convertirse en
engaño y falsedad, y que madurará en hábitos de desconfianza (Review and
Herald, 13/4/1897). 139
NO MINTÁIS NUNCA.
Los padres deberían ser modelos de veracidad,
porque ésta es la lección diaria que debe imprimirse en el corazón de los
niños. Principios inconmovibles deberían
dirigir a los padres en todas las ocupaciones de la vida, especialmente en la educación
y enseñanza de sus hijos. "Aun el
muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta"
(Good Health, enero de 1880).
Una madre que carece de discernimiento y que
no sigue la dirección del Señor, puede educar a sus hijos para ser engañadores
e hipócritas. Los rasgos de carácter,
estimulados de esta manera, pueden hacerse tan permanentes que mentir será tan
natural como respirar. El fingimiento se
tomará por sinceridad y realidad (Review and Herald, 13-4-1897).
Padres, no mintáis nunca; nunca digáis lo que
no es verdad en precepto o en ejemplo.
Si queréis que vuestros hijos sean veraces, sed veraces vosotros
mismos. Sed rectos e inconmovibles. No debería permitirse ni una mentira por
pequeña que sea. Debido a que las madres
están acostumbradas a mentir, los hijos siguen su ejemplo.
(Manuscrito 126,
1897).
LA FALSEDAD ES ESTIMULADA POR LAS PALABRAS
DURAS.
No os impacientéis con vuestros hijos cuando
yerran. Cuando los corrijáis, no les
habléis abrupta y duramente. Esto los
confunde y les hace temer decir la verdad (Manuscrito 2, 1903). 140
CAPÍTULO 29. HONRADEZ E INTEGRIDAD.
LA PRÁCTICA Y LA ENSEÑANZA DE LA HONRADEZ.
Es indispensable que se practique la honradez
en todos los detalles de la vida de la madre, y en la educación de los hijos,
es importante que se enseñe a las niñitas y a los niñitos, a no mentir o
engañar en lo más mínimo (Carta 41, 1888).
LA NORMA QUE DIOS REQUIERE.
Dios quiere que los hombres que están a su
servicio, bajo su estandarte, sean estrictamente honrados, de carácter
irreprochable, que sus lenguas no pronuncien nada que se parezca a la
mentira. La lengua debe ser veraz, los
ojos deben ser veraces, las acciones deben ser íntegras como las que Dios puede
encomiar. Estamos viviendo ante la
presencia de un Dios santo, quien declara solemnemente: "Yo conozco tus
obras". El ojo divino nos contempla
continuamente. No podemos ocultar un
solo acto ofensivo para Dios. Muy pocos
comprenden la verdad de que Dios es testigo de cada una de nuestras acciones
(Ibid.).
Los que comprendan su dependencia de Dios,
sentirán que deben ser honrados con sus semejantes y, sobre todo, deben serlo
con Dios, de quien proceden todas las bendiciones de la vida.
La evasión del mandamiento positivo dado por
Dios concerniente a los diezmos y las ofrendas se registra en los libros del
cielo como un robo hecho contra él (Counsels on Stewardship, págs. 77, 78).
PESOS Y MEDIDAS HONRADOS.
Un hombre honrado, según la medida de Cristo,
es el que manifiesta integridad inquebrantable.
Las pesas engañosas y las balanzas falsas con que muchos tratan de
aumentar sus intereses en el mundo, son abominación a la vista de Dios. . . .
La firme integridad resplandece como el oro entre la escoria y la basura del
mundo. 141 Se pueden pasar por alto y ocultar a los ojos de los hombres el
engaño, la mentira y la infidelidad, pero no a los ojos de Dios, Los ángeles
del Señor, que vigilan el desarrollo de nuestro carácter y pesan nuestro valor
moral, registran en los libros del cielo estas transacciones menores que
revelan el carácter (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 510, 511).
HONRADOS CON EL TIEMPO Y EL DINERO.
Se necesitan hombres cuyo sentido de la
justicia, aun en las cuestiones más pequeñas, no les permita utilizar su tiempo
en otra forma que no sea exacta y correcta: hombres que comprendan que manejan
medios que pertenecen a Dios, y que no se apropiarán injustamente ni de un
centavo para su propio uso; hombres que serán tan fieles y exactos, cuidadosos
y diligentes, en su trabajo, en ausencia de su empleador tanto como en su presencia,
demostrando por su fidelidad que no sólo buscan servir a los hombres, que no
trabajan sólo cuando los vigilan, sino que son verdaderos obreros concienzudos,
fieles, que obran bien, no para recibir alabanza humana, sino porque aman y
eligen el bien porque comprenden correctamente cuál es su obligación con Dios
(Testimonies, tomo 3, pág. 25).
LO QUE DESEA QUE OTROS PIENSEN QUE ÉL ES.
En cada negocio, un cristiano será justamente
lo que desea que sus hermanos piensen que él es. Su conducta está regida por principios
fundamentales. No finge, y por lo tanto
no tiene nada que ocultar, nada de qué pedir disculpas. Puede ser criticado, puede ser probado, pero
su inquebrantable integridad brillará como oro puro. Es una bendición para todos aquellos con quienes
se relaciona, porque su palabra es digna de confianza. Es un hombre que no se aprovechará de sus
vecinos. Es un amigo y benefactor de
todos, y sus semejantes confían en su 142 consejo. . . . Un hombre
verdaderamente honrado nunca se aprovechará de la debilidad y la incompetencia
a fin de llenar su propio bolsillo.
(Carta 3, 1878).
NO PERMITÁIS UNA DESVIACIÓN DE LA MÁS RÍGIDA
HONRADEZ.
En cada transacción comercial sed
estrictamente honrados. Aunque os
sintáis tentados, no engañéis ni mintáis en lo más mínimo. A veces un impulso natural puede tentar a
alejarse del camino recto de la honradez, pero no variéis ni en el grosor de un
cabello. Si en algún asunto habéis hecho
una declaración acerca de lo que haréis, y después descubrís que habéis favorecido
a otro contra vuestros propios intereses, no os alejéis ni un milímetro del
principio. Cumplid vuestro
convenio. Al tratar de cambiar vuestros
planes, demostraríais que no sois dignos de confianza. Y si os desdecís en las pequeñas
transacciones, también lo haréis en las de mayor cuantía. En tales circunstancias, algunos se sienten
tentados a engañar, diciendo: no me comprendieron. Han hecho decir a mis palabras más de lo que
yo quería. La verdad es que en realidad
querían decir lo que dijeron pero perdido el buen impulso, quisieron anular su
convenio para que no les resultara perjudicial.
El Señor quiere que hagamos justicia, que amemos la misericordia, la
verdad y la rectitud (Carta 103, 1900).
MANTENED PRINCIPIOS ESTRICTOS.
En todos los detalles de la vida deben
mantenerse estrictos principios de honradez. . . . El alejamiento de la
perfecta honradez en los negocios puede parecer cosa pequeña a algunos, pero
nuestro Salvador no la considera así.
Sus palabras son claras y explícitas: "El que es fiel en lo muy
poco, también en lo más es fiel".
Una persona que engañe con astucia a su vecino en pequeña escala,
también hará lo mismo en una mayor escala si se le presenta la tentación de 143
hacerlo. Una falsedad en algo pequeño
constituye una falta de honradez a la vista de Dios, tanto como la falsedad en
asuntos de mayor importancia (Carta 3, 1878).
La honradez debería imprimir su sello en cada
acción de nuestra vida. Los ángeles
celestiales examinan la obra que es puesta en nuestras manos, y cuando ha
habido un alejamiento de los principios de la verdad, colocan "falto"
en los registros.
(Counsels on Stewardship. pág. 142). 144
CAPÍTULO 30. CONFIANZA PROPIA Y HONOR.
ENSEÑAD A CADA NIÑO A CONFIAR EN SÍ MISMO.
Hasta donde sea posible, cada niño debería ser
educado para que confíe en sí mismo. Al
ejercitar sus diferentes aptitudes, aprenderá a ver dónde es fuerte y en qué es
deficiente. Un instructor sabio prestará
especial atención al desarrollo de los rasgos más débiles para que el niño
forme un carácter bien equilibrado y armonioso
(Fundamentals of Christian
Education, pág. 57).
DEMASIADO OCIO FORMARÁ NIÑOS DÉBILES.
Si los padres mientras viven, ayudaran a sus
hijos a ayudarse a sí mismos, sería mejor que si les dejaran una gran suma de
dinero al morir. Los hijos a quienes se
les permite confiar principalmente en sus propios esfuerzos llegan a ser
mejores hombres y mujeres y están mejor capacitados para la vida práctica que
los hijos que han dependido de la herencia de sus padres. Los hijos a quienes se enseña a depender de
sus propios recursos, generalmente aprecian sus facultades, aprovechan sus
privilegios y cultivan y dirigen sus aptitudes para cumplir un propósito en la
vida. Frecuentemente desarrollan
caracteres en los que predominan el trabajo, la frugalidad y la dignidad moral,
características que constituyen el fundamento del éxito en la vida
cristiana. Aquellos hijos por quienes
los padres hacen más, con frecuencia se sienten menos obligados hacia ellos
(Testimonies, tomo 3, págs. 122, 123).
LOS OBSTÁCULOS DESARROLLAN LA FORTALEZA.
Son los obstáculos los que hacen hombres
fuertes. No son las ayudas, sino las
dificultades, los conflictos, y las contrariedades los que desarrollan la fibra
moral de los hombres. Demasiada
debilidad y el esquivar la responsabilidad han convertido en debiluchos y 145
enanos a aquellos que deberían ser hombres responsables de poder moral y
poderosa fibra espiritual (Id., pág. 495).
Desde los años más tiernos, es necesario tejer
en el carácter principios de rígida integridad para que los jóvenes alcancen la
norma más elevada de virilidad y femineidad.
Siempre deberían recordar el hecho de que han sido comprados con precio
y deberían glorificar a Dios en su cuerpo y espíritu. . . Los jóvenes deberían
considerar seriamente cuál debería ser su propósito y obra de la vida, y luego
colocar el fundamento de modo que sus hábitos estén libres de toda mancha de
corrupción. Si quieren estar en una
posición desde la cual influirán sobre otros, deben confiar en sí mismos
(Youth's Instructor, 5-1-1893).
PREPÁRENSE LOS NIÑOS PARA ENFRENTAR LOS
PROBLEMAS CON VALOR.
Después de la disciplina del hogar y de la
escuela, todos tienen que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de hacerlo sabiamente constituye una
lección que debería explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama, que obra para
nuestra felicidad, y que si siempre se hubiese obedecido su ley, nunca
habríamos conocido el sufrimiento; y no menos cierto es que, en este mundo,
toda vida tiene que sobrellevar sufrimientos, penas, cargas, como resultado del
pecado. Podemos hacer a los niños y
jóvenes un bien duradero si les enseñamos a afrontar valerosamente estas penas
y cargas. Aunque les debemos prestar
simpatía, jamás debería ser de tal suerte que los induzca a compadecerse de sí
mismos. Por el contrario, necesitan algo
que estimule y fortalezca y no que debilite.
Se les debería enseñar que este mundo no es un
campo de desfile, sino de batalla. Todos
son llamados a soportar las dificultades como buenos soldados. 146 Enséñeseles
que la verdadera prueba del carácter se encuentra en la disposición a llevar
cargas, ocupar el puesto difícil, hacer lo que necesita ser hecho, aunque no
reporte reconocimiento ni recompensa terrenal. (La Educación, págs. 286, 287).
FORTALECED EL SENTIDO DEL HONOR.
El educador sabio, al tratar con sus alumnos
procurará estimular la confianza fortalecer el sentido del honor. La confianza que se tiene en los jóvenes y
niños los beneficia. Muchos, hasta entre los pequeños, tienen un elevado
sentimiento del honor: todos desean ser tratados con confianza y respeto y
tienen derecho a ello. No debería
hacérseles sentir que no pueden salir o entrar sin que se los vigile. La sospecha desmoraliza y produce los mismos
males que trata de impedir. . . . Haced sentir a los jóvenes que se les tiene
confianza y pocos serán los que no traten de mostrarse dignos de tal confianza
(Id., pág. 281). 147
No hay comentarios:
Publicar un comentario