martes, agosto 21, 2018

CONDUCCIÓN DEL NIÑO (EGW). SECCIÓN IV. LA OBEDIENCIA ES LA LECCIÓN MÁS IMPORTANTE.


CAPÍTULO 10. LA CLAVE DE LA FELICIDAD Y EL ÉXITO.
*LA FELICIDAD DEPENDE DE LA OBEDIENCIA.
Recuerden los padres, las madres y los educadores de nuestras escuelas que la enseñanza de la obediencia a los niños es una rama superior de la educación. Demasiado poca importancia se le atribuye a este aspecto de la educación (Manuscrito 92, 1899).

Los niños serán más felices, mucho más felices, bajo la debida disciplina que si se los deja obrar siguiendo la sugerencia de sus impulsos no educados (Manuscrito 49, 1901).

La diligente y continua obediencia a los sabios reglamentos establecidos por los padres promoverá la felicidad de los niños tanto como honrará a Dios y hará bien a la sociedad. Los niños deben aprender que su perfecta libertad está en la sumisión a las leyes de la familia. Los cristianos aprenderán la misma lección: que en su obediencia a la ley de Dios está su perfecta libertad (Review and Herald. 30-8-1881).

La voluntad de Dios es la ley del cielo. Mientras esa ley fue la regla de la vida, toda la familia de Dios se mantuvo santa y feliz.  Pero cuando se desobedeció la ley divina, entonces se introdujeron la envidia, los celos y las luchas, y cayó una parte de los habitantes del ciclo. Mientras se reverencie la ley de Dios en nuestros hogares terrenales, la familia será feliz (Ibid.).

LA DESOBEDIENCIA CAUSÓ LA PÉRDIDA DEL EDÉN.
El relato de la desobediencia de Adán y de Eva en el 74 mismo comienzo de la historia de esta tierra ha sido  dado extensamente. Mediante ese solo acto de desobediencia, nuestros primeros padres perdieron su hermoso hogar edénico. ¡Y era una cosa tan pequeña! Tenemos razón para estar agradecidos de que no haya sido un asunto de más importancia, porque de haber sido así, las pequeñas transgresiones en la desobediencia se habrían multiplicado. Fue la prueba más pequeña que Dios pudo darle a la santa pareja en el Edén.
La desobediencia y la transgresión siempre constituyen una gran ofensa contra Dios. La infidelidad en lo que es más pequeño, pronto, si no se la corrige, conduce a la transgresión en lo que es grande. No es la grandeza de la desobediencia, sino la desobediencia en sí misma lo que constituye un crimen. (Manuscrito 92, 1899).

EL FUNDAMENTO DE LA PROSPERIDAD TEMPORAL Y ESPIRITUAL.
La prosperidad temporal y espiritual han sido prometidas a condición de que se obedezca la ley de Dios.  Pero no leemos la Palabra de Dios y así no nos formalizamos con los términos de la bendición que ha de darse a todos los que prestan diligente atención a la ley de Dios y, la enseñan diligentemente a sus familias.  La obediencia a la Palabra de Dios es nuestra vida, nuestra felicidad. Contemplamos el mundo y lo vemos gemir bajo el peso de la impiedad y la violencia de, los hombres que han rebajado la ley de Dios. Él ha retirado su bendición de los huertos y los viñedos. Si no fuera por su pueblo que guarda los mandamientos y que vive en la tierra, no detendría sus juicios. Extiende su misericordia a causa de los justos que lo aman le temen (Manuscrito 64, 1899).

CONDUCID A LOS NIÑOS POR LAS SENDAS DE LA OBEDIENCIA.
Los padres tienen el deber sagrado de conducir 75 a sus hijos por las sendas de una estricta obediencia. La verdadera felicidad en esta vida y en la vida futura dependen de la obediencia a un "así dice Jehová". Padres, permitid que la vida de Cristo sea el modelo. Satanás ideará todo medio posible para destruir esta elevada norma de piedad como si fuera demasiado estricta. Vuestra obra consiste en impresionar a vuestros hijos en sus tiernos años con el pensamiento de que han sido formados a la imagen de Dios. Cristo vino a este mundo para darles un ejemplo viviente de lo que todos deben ser, y los padres que pretenden creer la verdad para este tiempo deben enseñar a sus hijos a amar a Dios y a obedecer su ley. . . . Esta es la obra más grande y más importante que los padres y las madres puedan realizar. . . . Dios se, propone, que aún los niños y los jóvenes comprenden inteligentemente lo que él requiere, para que puedan distinguir entre la justicia y el pecado, entre la obediencia y la desobediencia (Manuscrito 67, 1909).

LA OBEDIENCIA HA DE RESULTAR AGRADABLE.
Los padres deberían educar a sus hijos línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí, un poquito allá, sin permitir ningún alejamiento de la santa ley de Dios. Deberían confiar en el poder divino, y pedir al Señor ayuda para mantener a sus hijos fieles a Aquel que dio a su hijo unigénito para que trajera a los desleales y desobedientes de vuelta al reconocimiento de su autoridad. Dios anhela derramar sobre hombres y mujeres la rica corriente de su amor. Anhela verlos deleitándose en hacer su voluntad, empleando en su servicio hasta la menor partícula de las facultades que les ha confiado, enseñando a todos los que se relacionan con ellos que la manera de ser considerados como justos por amor de Cristo consiste en obedecer la ley (Manuscrito 36, 1900). 76

CAPÍTULO 11. ENSEÑADO DESDE LA INFANCIA.
*COMENZAD A ENSEÑAR A UNA EDAD TEMPRANA.
La obediencia a la autoridad paternal debería inculcarse en la infancia y cultivarse en la juventud. (Review and Herald, 13/3/1894).

Algunos padres piensan que pueden dejar a sus pequeños que hagan como les plazca en su infancia y que cuando sean mayores podrán razonar con ellos, pero esto es sin error. Comenzad en la infancia a enseñar la obediencia. . . . Requerid obediencia en la escuela de vuestro hogar (Carta 74, 1898).

Los niños, desde su más tierna infancia, deberían ser ensañados a obedecer a sus padres, a respetar su palabra y a reverenciar su autoridad (Review and Herald, 16-7-1895).

ANTES DE QUE SE DESARROLLE  LA RAZÓN.
Una de las primeras lecciones que necesita aprender el niño es la de la obediencia.  Se le debe enseñar a obedecer antes que tenga edad suficiente para razonar (La Educación, pág. 279).

La obra de la madre debería comenzar con el Infante. Debería subyugar la voluntad obstinada y el mal genio del niño y someter su genio. Enseñadle a obedecer y a medida que, el niño crezca, no aflojéis la mano (Signs of the Times. 26-2-1880).

ANTES DE QUE SE AFIANCE LA OBSTINACIÓN.
Pocos padres comienzan suficientemente temprano a enseñar la obediencia a sus hijos. Generalmente se permite que el niño tome la delantera en dos o tres años a sus padres, quienes se abstienen de disciplinarlo, pensando que es demasiado joven para aprender a obedecer. Pero durante todo este tiempo el yo se va fortaleciendo en el pequeño ser, y cada día torna más difícil la tarea de los padres de dominar 77 al niño. Los niños, a una edad muy temprana, pueden comprender lo que es más sencillo y fácil para ellos, y, mediante métodos juiciosos, puede enseñárseles a obedecer. . . . 

La madre no debería permitir que el niño la aventaje ni una sola vez. A fin de mantener su autoridad, no es necesario recurrir a medidas duras; una mano firme y constante y una bondad que, convence al niño de vuestro amor cumplirán este propósito. Pero si se permite que el egoísmo, la ira y la obstinación se posesionen del niño durante los tres primeros años de su vida, resultará muy difícil someterlo a una disciplina conveniente. 

Su genio se ha tornado displicente; se complace, en hacer su propia voluntad; el control paternal le resulta desagradable. Estas tendencias negativas se desarrollan con el crecimiento del niño, hasta que, en la adultez, el egoísmo supremo y la falta de dominio propio lo colocan a merced de los males desenfrenados de nuestra sociedad.
 (Pacific Health Journal, abril de 1890).

Nunca debe permitírseles que manifiesten falta de respeto hacia sus padres. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión. El futuro bienestar del niño requiere una disciplina bondadosa, amante, pero firme (Consejos para los Maestros, pág. 86).

LA OBEDIENCIA A LOS PADRES CONDUCE A LA OBEDIENCIA A DIOS.
Los jóvenes y los niños que tienen padres que oran han recibido un gran privilegio, porque tienen la oportunidad de conocer y amar a Dios. Al respetar y obedecer a sus padres, pueden aprender a respetar y obedecer a su Padre celestial. Si andan como hijos de luz, serán bondadosos y corteses, amantes y respetuosos de sus padres, a quienes han visto, y  así estarán mejor calificados para amar a Dios a quien no han visto. Si son fieles representantes de sus padres, y practican la verdad con la ayuda que Dios les concede, entonces por precepto y ejemplo reconocen 78 su dependencia de Dios y lo honran mediante una vida ordenada y un comportamiento piadoso.
 (Youth's Instructor, 15-6-1893).

SÓLO LOS OBEDIENTES ENTRARÁN EN EL CIELO.
Que los padres y los maestros impriman en la mente de los niños la verdad de que el Señor los está probando en esta vida, para ver si lo obedecerán con amor y reverencia. Aquellos que no quieren obedecer a Cristo aquí, no lo obedecerían en el mundo eterno (Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabática, pág. 87).
Si los padres o los hijos reciben alguna vez la bienvenida en las mansiones celestiales, será porque en este mundo han aprendido a obedecer los mandamientos de Dios (Manuscrito 60, 1903).79

CAPÍTULO 12. LA OBEDIENCIA DEBE CONVERTIRSE EN UN HÁBITO.
*EMPLÉENSE ESFUERZOS SUAVES PERO PERSISTENTES.
Se les ha de enseñar a los niños que sus capacidades les fueron dadas para honra y gloria de Dios. A este fin deben aprender la lección de la obediencia. . . . Debe inculcársele el hábito mediante esfuerzos amables y persistentes. Así se podrán evitar en un extenso grado, aquellos conflictos ulteriores entre su voluntad y la autoridad, que tanto contribuyen a despertar en las mentes de los jóvenes la enemistad la amargura hacia sus padres y maestros y demasiado a menudo, resistencia a toda autoridad humana y divina 
(Consejos para los Maestros, págs. 85, 86).

NO SE ADMITAN DISCULPAS O EVASIVAS.
La primera preocupación de los padres debería ser establecer un buen gobierno en la familia. La palabra de los padres debería ser ley, y excluir toda disculpa o evasiva. Los niños, desde su misma infancia, deberían ser enseñados a obedecer implícitamente a sus padres.
 (Pacific Health Journal, enero de 1890).

La disciplina estricta a veces puede causar desazón, y los niños querrán actuar según su propia voluntad.  Sin embargo, cuando han aprendido la lección de obediencia a sus padres, están mejor preparados para someterse a los requerimientos de Dios. De este modo, la enseñanza recibida en la infancia, influye sobre la experiencia religiosa y moldea el carácter del hombre. (Signs of the Times, 26-2-1880).

NO SE PERMITAN EXCEPCIONES.
Como maestros en su propia familia, los padres han de ver que no se desobedezcan las reglas. . . . 
Al permitir que sus hijos desobedezcan, fracasan en el ejercicio de la debida disciplina.  Los niños deben ser llevados hasta 80 el punto de que se sometan y obedezcan. La desobediencia no debe permitirse. El pecado yace a la puerta de los padres que permiten que sus hijos desobedezcan. . . . Los niños deben comprender que han de obedecer. (Manuscrito 82, 1901).

REQUIÉRASE UNA OBEDIENCIA RÁPIDA Y PERFECTA.
Cuando los padres dejan de requerir una obediencia rápida y perfecta de sus hijos, fracasan en colocar el debido fundamento del carácter en sus pequeños. Preparan a sus hijos para deshonrarlos cuando sean mayores, y llenarán de tristeza su corazón cuando se acerquen a la tumba. (Manuscrito 18, 1891).

LOS REQUERIMIENTOS DEBERÍAN SER RAZONABLES.
Los requerimientos de los padres deben ser siempre razonables; deben expresar bondad, no por una negligencia insensata, sino por una sabia dirección. han de enseñar a sus hijos en forma agradable, sin reñir ni censurarlos, procurando ligar consigo el corazón de los pequeñuelos con sedosas cuerdas de amor. Sean todos, padres y madres, maestros, hermanos hermanas mayores, una fuerza educadora para fortalecer todo interés espiritual, y para introducir en el hogar y en la vida escolar una atmósfera sana que, ayude a los niños menores a crecer en la educación y admonición del Señor (Consejos para los Maestros, pág. 122).

En la enseñanza de nuestros propios hijos, y en la enseñanza de los hijos ajenos, hemos comprobado que ellos no aman menos a sus padres y guardianes por restringirlos de hacer el mal.
 (Review and Herald, 10-5-1898).

DEBERÍA DARSE LAS RAZONES POR LAS QUE SE EXIGE OBEDIENCIA.
Los niños deben aprender a obedecer en el gobierno de la familia. Deben formar un carácter simétrico que Dios pueda aprobar, manteniendo la vigencia de la ley en la vida doméstica. Los padres cristianos han  de educar a sus hijos para que obedezcan 81 la ley de Dios. . . . Las razones para esta obediencia y respeto de la ley de Dios pueden imprimirse en los niños tan pronto como puedan comprender su naturaleza, de modo que sepan qué deben hacer, y qué deben abstenerse de hacer (Manuscrito 126, 1897).

LA PALABRA DE LOS PADRES DEBERÍA SER LEY.
Vuestros hijos, que están bajo vuestro control, deben ser inducidos a respetaros. Vuestra palabra debería ser ley.
 (Review and Herald, 19-9-1854).

Muchos padres cristianos fracasan en la tarea de mandar a sus hijos después de ellos, y luego se admiran de que sus hijos sean perversos, desobedientes, desagradecidos e impíos. Tales padres están bajo el reproche de Dios.  Han descuidado el deber de criar a sus hijos en la disciplina y la amonestación del Señor.  Han fallado en enseñarles la primera lección del cristianismo: "El temor de Dios es el principio de la sabiduría". Dice el sabio: "la necedad está ligada en el corazón del muchacho". El amor a la necedad, el deseo de hacer el mal, el odio por las cosas sagradas, son algunas de las dificultades que los padres deben enfrentar en el campo misionero del hogar. . .

En la fortaleza de Dios, los padres deben levantarse y mandar a su familia en pos de ellos. Deben aprender a reprimir el mal con una mano firme, y sin embargo sin impaciencia o pasión. No deberían dejar a los niños adivinar lo que es correcto, sino que deberían señalar el camino con términos inequívocos y enseñarles a andar por él (Id., 4-5-1886).

LA INFLUENCIA DE UN HIJO DESOBEDIENTE.
Un hijo desobediente hará gran daño a aquellos con quienes se asocie, porque formará a otros niños según su propio modelo.
 (Id., 13-3-1894).

TOLERANDO EL PECADO.
Enseñad a vuestros hijos a honraros, porque la ley de Dios ha colocado este 82 deber sobre los hijos. Si permitís que vuestros hijos estimen livianamente vuestros deseos y no obedezcan a las leyes de la familia, estáis tolerando el pecado; estáis permitiendo que el maligno trabaje a gusto: y la misma insubordinación, falta de reverencia, y amor al yo serán llevados por ellos a la vida religiosa y a la iglesia. Y el comienzo de todo este mal es anotado en los libros del cielo como descuido de los padres (Id., 14-4-1885).

EL HÁBITO DE LA OBEDIENCIA SE ESTABLEZCA POR LA REPETICIÓN. 
Las lecciones de obediencia, de respeto por la autoridad, necesitan repetirse a menudo. Esta clase de obra realizada en la familia constituirá una poderosa influencia para el bien, y no sólo se evitará que los hijos hagan el mal y se los constreñirá a amar la verdad y la justicia, sino que también los padres recibirán el mismo beneficio. Esta clase de obra que el Señor requiere no puede ser hecha sin una seria meditación de su parte, y sin mucho estudio de la Palabra de Dios, a fin de que puedan instruir de acuerdo con sus directivas (Manuscrito 24, 1894). 83

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