Ezequiel 4. Se describe simbólicamente El Sitio De Jerusalén. Vers.
(1-8) Bajo el símbolo de un sitio, Dios muestra el tiempo de la caída de Israel
y su cautiverio. (9-17) Por medio del sitio se predice el hambre devastadora.
1 TU, HIJO de hombre, tómate un adobe, ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. 2 Y pondrás contra ella sitio, y edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra ella baluarte, y pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor. 3 Tómate también una plancha de hierro, y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar de cerco, y la sitiarás. Es señal a la casa de Israel. 4 Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo, y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos.
5 Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. 6 Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. 7 Al asedio de Jerusalén afirmarás tu rostro, y descubierto tu brazo, profetizarás contra ella. 8 Y he aquí he puesto sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.
9 Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él. 10 La comida que comerás será de peso de veinte ciclos al día; de tiempo en tiempo la comerás. 11 Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás. 12 Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista de ellos al fuego de excremento humano. 13 Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré yo.
14 dije: ¡Ah, Señor Jehová! he aquí que mi alma no es inmunda, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda. 15 Y me respondió: He aquí te permito usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan. 16 Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto, 17 para que al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto, y se consuman en su maldad. (Ezequiel 4).
1. Tómate. Los estudiosos de las profecías han debatido si los
extraños acontecimientos de este capítulo fueron acciones reales, visibles, o
sólo vívidos símbolos vistos por el profeta en visión, que después debía contar
a la gente. Pueden citarse las siguientes razones para suponer que estos
acontecimientos fueron presentados en forma visible ante los Ojos del pueblo:
(1) Debían ser una señal para la casa de Israel (vers. 3); (2) hubo hechos
similares en el caso de otros profetas cuando las acciones fueron evidentemente
visibles: los cuernos de hierro de Sedequías (1 Rey. 22: 11), el andar
"desnudo y descalzo" de Isaías por espacio de tres años (ver com. Isa.
20: 3), los yugos de madera de Jeremías Jer. 27: 2), y el matrimonio de Oseas
con la ramera (Ose. 1: 3). El hecho de que Ezequiel sacara sus pertenencias a
la vista del pueblo y luego se abriera paso a través de la pared (Eze. 12:
2-7), era evidentemente una representación objetiva del asedio que se
avecinaba. Estas lecciones objetivas sin duda tenían el propósito de llamar la
atención, porque lo que el ojo ve tiende a causar impresiones más profundas en
la mente que las palabras que se escuchan. Todavía hoy en los sacramentos se
presenta algo que se puede ver para profundizar más la enseñanza de las verdades
divinas.
Adobe. Heb. lebenah, "ladrillo" (BJ). Era común
en la antigüedad escribir en ladrillos.
Los arqueólogos han descubierto miles de ladrillos con inscripciones.
2. Pondrás contra ella sitio. Los cautivos esperaban que Jerusalén hubiese ya sufrido
su último asedio. Animados por falsos profetas, esperaban volver pronto a su
tierra natal. Sus más acariciadas esperanzas se verían anuladas sí aceptaban la
predicación de Ezequiel de que habría otro asedio. Sin embargo, era inevitable
la ruina de su amada ciudad. Ante la vista del pueblo fueron presentados los
castigos inminentes con símbolos significativos que hablaban con mayor fuerza y
eficacia que las palabras.
Fortaleza. Heb. dayeq, sustantivo colectivo que designa el total de las obras de asedio, 619 quizá con referencia especial a los dispositivos que permitían que los sitiadores alcanzaran una altura mayor que los muros, para observar así lo que ocurría en la ciudad y también para disparar sus flechas contra los defensores. Baluarte. En este caso, algún terraplén que permitiera que los atacantes subieran a los muros.
Arietes. Eran pesadas vigas de madera, con punta de hierro,
que se suspendían horizontalmente desde torres o armazones movibles. Se hacía
golpear estas vigas en forma violenta contra los muros. En los bajorrelieves
asirios estas máquinas de guerra aparecen con frecuencia, por lo cual se supone
que en esa época eran comunes.
3. Plancha de hierro. Heb. majabath. Esta plancha ("sartén", BJ)
es todavía un utensilio común de cocina en el Cercano Oriente (Lev. 2: 5). Es
posible que la plancha fuera parte de los enseres domésticos del profeta. Se la
empleó para representar un escudo o muro de defensa levantado por el enemigo,
desde cuya protección descargaba sus proyectiles. Quizá el hierro simbolizaba
la invulnerabilidad de las líneas enemigas.
Señal. El hecho de que estos vívidos símbolos habían de ser
una "señal", apoya vigorosamente la idea de que este capítulo habla
de acontecimientos literales (ver com. vers. 1). Con referencia a la palabra
"señal", ver com. Isa. 7: 14.
4. Lado izquierdo. Es probable que la posición tuviera que ver con el
hecho de que Samaria se encontraba al norte de Jerusalén, es decir, hacia la
izquierda, cuando uno mira hacia al este. No es necesario suponer que Ezequiel
quedó acostado en forma continuada 24 horas al día, durante el largo período
aquí especificado. Quizá dedicara sólo cierta parte del día a esta forma de
predicación simbólica.
Casa de Israel. En este pasaje se emplea esta frase en su sentido
más limitado para referirse a las diez tribus.
Llevarás sobre ti la maldad. Hay diferencia de opiniones en cuanto a si Ezequiel
debía simbolizar el pecado de Israel o su castigo. Posiblemente las dos ideas estuvieran
implicadas en el simbolismo. Como otros profetas de la antigüedad, Ezequiel
debía mitigar sus mensajes de condenación con el ofrecimiento del bálsamo del
Evangelio. Sin embargo, el pecado no podía pasarse por alto. Era necesario que
fuera expiado. Es posible que la acción de Ezequiel de llevar sobre sí la
maldad de Israel hubiera servido para indicar que Dios estaba dispuesto a
perdonar el pecado del pueblo, y aún en esa hora tardía quería cumplir su
propósito mediante Israel.
5. trescientos noventa días. Se han formulado muchas interpretaciones de este
período. Hay quienes prefieren aceptar los números que aparecen en la LXX,
según la cual eran 150 los días que Ezequiel debía llevar las iniquidades de
Israel, y 40 los días que debía llevar las de Judá; en total, 190 días. Sin
embargo, estos números no solucionan nada, pues los 150 días no representan los
años de cautiverio de las diez tribus, que fueron llevadas cautivas en el año
723/722 a. C.
Si se usan
las cifras que aparecen en el hebreo, deberá considerarse que los 390 años
representan el período de la apostasía de Israel. Este período comienza con la
separación de Jeroboam y las diez tribus cuando se apartaron de Judá. Esta
separación señaló el comienzo del pecado de Israel. Después de haberse separado
de la monarquía designada por Dios, el reino septentrional sufrió bajo una larga
sucesión de reyes impíos. Ni uno de sus reyes fue piadoso.
Pero también
aquí aparecen dificultades. Según la "cronología corta", sistema de
cómputo empleado en este comentario (ver t. Il, PP. 143-146), el cisma de las
diez tribus ocurrió por el año 931 a. C. (ver t. II, p. 78). Desde ese momento
hasta la visión de Ezequiel en 593/592, sólo habían transcurrido unos 339 años.
Hasta la caída de Jerusalén sólo hubo 345 años, y hasta el retorno del cautiverio
pueden computarse 395. Empleando la ahora desacreditada "cronología
larga" (ver t. Il, p. 145), los 390 años desde el cisma hasta Ezequiel
arrancan de aproximadamente el año 980 a. C. De todo esto puede deducirse que
los sincronismos no se prestan para confirmar ni un sistema cronológico ni el
otro.
6. Cuarenta días. Siguiendo la analogía ya tratada al comentar el
vers. 5, los 40 años representarían los años del pecado de Judá. A diferencia de Israel, Judá permaneció fiel
a sus gobernantes designados, miembros de la casa de David. Pero los habitantes
de Judá también se habían volcado en forma creciente a la idolatría, y si bien
hubo varios reyes piadosos en el reino de Judá que procuraron 620 refrenar la
creciente marca de impiedad, la nación fue degradándose progresivamente. Una de
las últimas oportunidades importantes para lograr la reforma ocurrió durante el
reinado de Josías, quien, en el 8.º año de su reinado (2 Crón. 34: 3),
"comenzó a buscar al Dios de David, su padre". Fue un noble intento,
pero en lo que respecta al pueblo fue una reforma superficial. Más tarde se les
dijo que habían ido demasiado lejos como para que se evitaran los castigos que
los amenazaban (2 Crón. 34: 23-25). Si se considera que el año 8.º de Josías,
633/632 a. C., señala el comienzo del período especial de culpabilidad de Judá,
desde esa fecha hasta el primer mensaje de Ezequiel en el año 593/592 (ver
com. Eze. 4: 5), se computan exactamente
40 años.
Entre otros
intentos de entender estos períodos de tiempo está el que suma 390 más 40, lo
que da 430 días, cifra que se compara con Exo. 12: 40 donde se dan 430 años de
peregrinaje para los hijos de Israel.
Pero esta analogía no parece tener ningún sentido. Una variación
totalmente caprichosa relaciona los 390 días con los 40 azotes de Deut. 25: 3,
los cuales fueron reducidos por los maestros judíos a "cuarenta azotes
menos uno" (2 Cor. 11: 24). De este
modo, se pretende que les correspondían 39 a cada una de las tribus y 40 a
Judá.
Día por año. Literalmente, "día para el año". Esta
expresión puede compararse con una afirmación similar en Núm. 14: 34:
"Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis
la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada
día". En estas declaraciones se encuentran las primeras insinuaciones de
la escala profético que más tarde sería tan importante en la interpretación de
las grandes profecías de tiempo, tales como la del "tiempo, y tiempos, y
medio tiempo" (Dan. 7: 25) y la de "dos mil trescientas tardes y
mañanas" (Dan. 8: 14).
7. Afirmarás tu rostro. Expresión que indica perseverancia y firmeza de propósito (Lev. 17: 10; 20: 3, 5-6; 26: 17; Eze. 15: 7; 20: 46). La firmeza de propósito concernía "al asedio de Jerusalén". Esto debía hacerse durante los períodos cuando el profeta estuviera acostado de cada lado llevando simbólicamente tanto la iniquidad de Israel como la de Judá. La combinación de estos actos puede entenderse mejor a la luz de los propósitos de Dios en esta ocasión, como se los revela por medio de Jeremías. Mediante varios símbolos, y también usando declaraciones proféticas sencillas, Dios le declaró al remanente que había quedado en Judá que su única esperanza de seguridad estaba en someterse al rey de Babilonia. Su iniquidad había ido demasiado lejos para que se pudiera evitar el castigo de Jerusalén y de sus habitantes. Debían llevar su iniquidad. Les esperaba el cautiverio. Esto se oponía diametralmente a las arrogantes ambiciones de los militaristas. Apoyados por falsos profetas, rechazaban en forma desafinaste la exhortación de Jeremías y seguían adelante con sus planes de resistir. Jeremías mismo fue tildado de espía y traidor. Los que estaban cautivos juntamente con Ezequiel también esperaban poder librarse de los babilonios. En vez de aceptar con paciencia el plan de Dios de que llevaran su iniquidad y de que llegaran a comprender que su rebelde corazón era la raíz de todas sus penurias, acariciaban la esperanza de que su amada ciudad resistirla y que pronto ellos mismos podrían volver a su tierra natal. Descubierto tu brazo. En actitud de estar listo para la acción.
8. Ataduras. No se dice de qué tipo eran estas ataduras, pero el
simbolismo es claro. Esta restricción simbolizaba el carácter inexorable de los
acontecimientos predichos. El pueblo, por más diligente que fuera, no podía
hacer nada para impedir la devastación de Jerusalén y el cautiverio del
remanente.
9. Trigo. El orden en el cual se enumeran estos alimentos sin duda indica la escasez de alimento debido a las angustias del asedio. El trigo y la cebada no bastarían para alimentar al pueblo durante el sitio, y sería necesario mezclarlos con alimentos considerados de menor calidad. Habas. Ver 2 Sam. 17: 28. Lentejas. Ver Gén. 25: 29, 34; 2 Sam. 17: 28.
Millo. Heb. dojan, palabra que sólo aparece aquí y que se traduce correctamente como "mijo" (BJ) o "millo" (RVR). Avena. Heb. kussémeth hoy conocido como Triticum sativum, "espelta". El pan que tuviera una parte de espelta no sería muy sabroso.
10. Veinte siclos. O sea unos 200 g (ver t. I, p.173). Esta escasa
ración apenas bastaría para sustentar la vida. 621
11. La sexta parte de un hin. El hin equivalía a 3,67 lt (ver el t. I, p. 176) y
la sexta parte sería 0,61. Se ha descrito la escasa ración de alimento y de agua
con la cual Ezequiel debía subsistir, como "demasiado para morir y
demasiado poco para vivir".
12. Excremento humano. Debido al asedio no habría leña para combustible, y
al prolongarse el asedio se consumiría todo el estiércol. Por eso los hombres
se verían obligados a emplear excremento humano, desecado, como combustible.
13. Pan inmundo. Es probable que este pasaje signifique que durante
el cautiverio los judíos no podrían observar todos los preceptos mosaicos sobre
alimentación.
14. ¡Ah, Señor Jehová! Ezequiel protesta por la orden divina. Pedro lo hará
muchos años después (Hech. 10: 14). Ezequiel afirma que ha sido observador
escrupuloso de la ley. Su petición es oída y la orden se atenúa. Se le da permiso para usar un combustible que
es aún hoy muy común en esa parte del mundo.
16. El sustento del pan. Ver Eze. 5: 16; 14: 13; cf. Lev. 26: 26; Sal. 105: 16. Aquí se muestra la aplicación de esta representación profético. Las condiciones que acompañan al hambre, tan vívidamente representadas por Ezequiel, son aplicadas a la ciudad de Jerusalén. (4CBA) Ministerio Hno. Pio
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