domingo, diciembre 06, 2009

7 LA EDUCACION "LA EDUCACIÓN DEL CARÁCTER"


"Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte"(Exodo 25:40).

La Educación y el Carácter
"Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia".
LA VERDADERA educación no desconoce el valor del conocimiento científico o literario, pero considera que el poder es superior a la información, la bondad al poder y el carácter al conocimiento intelectual. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como de carácter noble. Necesita hombres cuya capacidad sea dirigida por principios firmes.

"Sabiduría ante todo"; por tanto, "adquiere sabiduría". "La lengua de los sabios adornará la sabiduría".* La verdadera educación imparte esa sabiduría. Enseña el mejor empleo que se puede dar no sólo a uno sino a todos nuestros conocimientos y facultades. De ese modo abarca toda la gama de nuestras obligaciones hacia nosotros mismos, hacia el mundo y hacia Dios.

La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy.

En semejante momento, ¿cuál es la tendencia de la educación que se da?, ¿Que motivo tiene generalmente en vista? La complacencia del yo. Gran parte de la educación que se da es una perversión del arte pedagógico. La verdadera educación contrarresta 226 la ambición egoísta, el afán de poder, la indiferencia hacia los derechos y las necesidades de la humanidad, que constituyen la maldición de nuestro mundo. En el plan de vida de Dios hay un lugar para cada ser humano. Cada uno debe perfeccionar hasta lo sumo sus talentos, y la fidelidad con que lo haga, sean éstos pocos o muchos, le da derecho a recibir honor. En el plan de Dios no tiene cabida la rivalidad egoísta. Los que se miden entre sí y se comparan los unos con los otros "no son juiciosos".* Cualquier cosa que hagamos debe ser hecha "conforme al poder que Dios da"*; "de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís".*

Son preciosos el servicio que se presta y la educación que se obtiene al poner en práctica estos principios. Pero, ¡cuánto discrepa con ellos la mayor parte de la educación que ahora se da! Desde los primeros años de la vida del niño estimula la emulación y la rivalidad; fomenta el egoísmo, raíz de todo mal.

Así empieza la lucha por la supremacía y se fomenta el sistema de estudiar a presión, lo que en tantos casos destruye la salud e impide que el alumno llegue a ser útil. En muchos otros, la emulación conduce a la improbidad, y al fomentar la ambición y el descontento, amarga la vida y contribuye a llenar el mundo de espíritus turbulentos que son una amenaza permanente para la sociedad.
El peligro no se encuentra solamente en los métodos; también se lo descubre en las materias de estudio.

¿Cuáles son las obras en las que se explaya la mente de los jóvenes durante los años formativos de su vida? Al estudiar idiomas y literatura, ¿de qué fuentes se enseña a beber a los jóvenes? De los pozos 227 del paganismo; de manantiales alimentados por las corrupciones de la antigua idolatría. Se les hace estudiar autores que, sin duda alguna, no tienen el más mínimo aprecio por los principios morales.

¡ De cuántos autores modernos se podría decir lo mismo! En cuántos de ellos la gracia y la belleza del lenguaje son sólo un disfraz bajo el cual se ocultan principios que, en su verdadera deformidad, repugnarían al lector!

Además hay una multitud de novelista que encantan con sueños agradables que transcurren en cómodos palacios. Aunque no se los puede acusar de inmorales, su obra también está saturada de maldad. Roba a millares el tiempo, la energía y la disciplina requeridos por los problemas serios de la vida.

También hay peligros grandes en el estudio de la ciencia, según se acostumbra a encararlo. En las instituciones de enseñanza de cualquier nivel, desde el jardín de infantes hasta la universidad, se enseñan la teoría de la evolución y los errores que con ella se relacionan. Por eso, el estudio de la ciencia, que debería impartir un conocimiento de Dios, se halla tan mezclado con las especulaciones y teorías de los hombres, que inspira incredulidad.

Hasta el estudio de la Biblia, según se lo enfoca con demasiada frecuencia en las escuelas, priva al mundo del tesoro inapreciable de la Palabra de Dios. La obra de la "alta crítica", al disecar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo, la fe en la Biblia como revelación divina, y está privando a la Palabra de Dios del poder de regir, elevar e inspirar las vidas humanas.

Cuando los jóvenes entran en el mundo para enfrentar las tentaciones a pecar que éste les presenta, es a saber, el afán de ganar dinero, de divertirse y satisfacer los sentidos; el deseo de lujo, ostentación y extravagancia, el engaño astuto, el fraude, el 228 robo y finalmente la ruina, ¿con qué enseñanzas se van a encontrar?

El espiritismo asegura que los hombres son semidioses no caídos; que "cada mente se juzgará a sí misma"; que el "verdadero conocimiento coloca a los hombres por encima de toda ley"; que "todo lo que existe es correcto", y porque "Dios no condena". Pretende que están en el cielo, exaltados, los seres humanos más viles. Declara a todos los hombres: "No importa que hagáis; vivid como os plazca; el cielo es vuestro hogar". Multitudes llegan así a creer que el deseo constituye la ley suprema, que el desenfreno es libertad, y que el hombre es responsable solamente ante sí mismo.

Si se proporciona semejante enseñanza al comienzo mismo de la vida, cuando el impulso es fortísimo y urgentísima la necesidad de dominio propio y pureza, ¿dónde quedan las salvaguardias de la virtud? ¿Qué ha de impedir que el mundo se convierta en una segunda Sodoma?

Al mismo tiempo la anarquía trata de hacer desaparecer toda ley, no sólo divina sino humana. La concentración de la riqueza y el poder, las vastas combinaciones hechas para el enriquecimiento de unos pocos a expensas de la mayoría; la unión de las clases más pobres para organizar la defensa de sus intereses y derechos; el espíritu de inquietud, desorden y derramamiento de sangre; la propagación mundial de las mismas enseñanzas que produjeron la Revolución Francesa, tienden a envolver al mundo entero en una lucha similar a la que convulsionó a Francia.

Estas son las influencias de hoy día. Para permanecer firmes en medio de tales trastornos es necesario echen ahora los cimientos del carácter. 229

En todas las generaciones y en todos los países, el verdadero cimiento y el modelo para la edificación del carácter han sido los mismos. La ley divina: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. . . y a tu prójimo como a ti mismo"*, el gran principio manifestado en el carácter y en la vida de nuestro Salvador, es el único cimiento y la única guía seguros.

"Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación"*, sabiduría y ciencia que sólo la Palabra de Dios puede impartir.

Tan ciertas son ahora como cuando fueron pronunciadas a Israel las palabras en cuanto a la obediencia a los mandamientos de Dios: "Porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos".*

Esta es la única salvaguardia de la integridad individual, de la pureza del hogar, el bienestar de la sociedad o la estabilidad de la nación. En medio de todas las perplejidades, los peligros y los derechos en pugna, la única regla segura consiste en hacer lo que Dios dice: "Los mandamientos de Jehová son rectos", y "el que hace estas cosas, no resbalará jamás" .* 230

Métodos de Enseñanza
"Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura"
Durante siglos la educación ha dependido en extenso grado de la memoria. Esta facultad ha sido sobrecargada hasta lo sumo, y no se han desarrollado paralelamente las demás facultades. Los estudiantes han ocupado su tiempo en almacenar trabajosamente en la memoria una cantidad de conocimientos, muy pocos de los cuales iban a poder utilizar finalmente. El cerebro recargado con lo que no puede digerir ni asimilar, por fin se debilita, no puede realizar un esfuerzo vigoroso y serio, y se conforma con depender del criterio y el discernimiento de los demás.

Al verificar los malos resultados de este método, algunos se han ido al otro extremo. Según su parecer el hombre sólo necesita desarrollar lo que está dentro de él. Semejante educación fomenta la presunción en el estudiante, y lo aparta de la fuente del conocimiento y el poder verdaderos.
La educación que consiste en adiestrar la memoria y tiende a desalentar la reflexión personal, ejerce una influencia moral que se aprecia demasiado poco. Al renunciar el estudiante a la facultad de razonar y juzgar por sí mismo, se incapacita para distinguir la verdad y el error, y es fácil presa del engaño. No cuesta inducirlo a seguir la tradición y la costumbre.231

Es un hecho sumamente ignorado, pero no por eso menos peligroso, que el error rara vez se presenta tal como es. Logra aceptación mezclado o ligado a la verdad. El comer del árbol del conocimiento del bien y del mal causó la ruina de nuestros primeros padres, y la aceptación de una, mezcla de bien y de mal es la causa de la ruina de los seres humanos de hoy día. La mente que depende del criterio de otros se extraviará tarde o temprano.

La facultad de distinguir entre lo bueno y lo malo sólo se puede obtener mediante la dependencia individual del Señor. Cada uno debe aprender por si mismo de Dios, mediante su Palabra. Se nos dio la razón para que la usáramos, y el Altísimo desea que lo hagamos. "Venid. . . y estemos a cuenta"*, nos dice. Si confiamos en él podemos tener sabiduría para "desechar lo malo y escoger lo bueno". *

En toda enseñanza verdadera, es esencial la relación personal. Al enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban, notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía. 232

Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran de él.

En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la misma atención al desarrollo individual. Muchos jóvenes que aparentemente no son promisorios, están ricamente dotados de talentos que no usan. Sus facultades permanecen ocultas a causa de la falta de discernimiento de sus educadores. En más de un muchacho o una niña exteriormente tan desprovisto de atractivos como una piedra sin pulir, se hallaría material precioso que resistiría la prueba del calor, la tormenta y la presión. El verdadero educador, teniendo presente lo que pueden llegar a ser sus alumnos, reconocerá el valor del material con el cual trabaja. Sentirá interés personal por cada alumno y tratará de desarrollar todas sus facultades. Por imperfecto que sea, se estimulará todo esfuerzo hecho por armonizar con los principios justos.

Se debería enseñar a cada joven la necesidad y el poder de la aplicación. El éxito depende mucho más de esto que del genio o el talento. Sin aplicación valen poco los más brillantes dones, mientras que con esfuerzos debidamente dirigidos, las personas de habilidades naturales comunes han hecho maravillas. Y el genio, cuyos adelantos nos asombran, casi invariablemente va unido al esfuerzo incansable y concentrado.

Debería enseñarse a los jóvenes a proponerse el desarrollo de todas las facultades, tanto de las más débiles como de las más fuertes. Muchos están inclinados a limitar el estudio a ciertos ramos por los cuales sienten una afición natural. Se debería evitar 233 este error. Las aptitudes naturales indican en qué dirección se va a orientar la obra de la vida y, cuando son legítimas, deberían ser cuidadosamente cultivadas. Al mismo tiempo debe tenerse presente que un carácter equilibrado y un trabajo eficiente en cualquier ramo dependen, en extenso grado, del desarrollo simétrico que es el resultado de una educación completa.

El maestro debería tener constantemente por meta la sencillez y la eficiencia. Debería enseñar principalmente con ilustraciones y, aún al tratar con alumnos mayores, debería tener cuidado de que todas sus explicaciones sean claras y sencillas. Muchos alumnos de más edad son niños en entendimiento.

El entusiasmo es un elemento importante de la obra educativa. En cuanto a esto, la observación hecha una vez por un celebrado actor contiene una útil sugerencia. El arzobispo de Canterbury le habla preguntado por qué los actores al representar una comedia impresionaban tan notablemente al auditorio al referirse a cosas imaginarias, mientras que los ministros del Evangelio impresionaban tan poco al suyo hablándoles de cosas reales. "Con todo el respeto debido a vuestra eminencia -contestó el actor-, permitidme deciros que la razón es sencilla: Es el poder del entusiasmo. Nosotros hablamos en el escenario de cosas imaginarias como si fueran reales, y vosotros en el púlpito habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias".

El maestro trata en su trabajo con cosas reales, y debería hablar de ellas con toda la fuerza y el entusiasmo que puedan inspirar el conocimiento de su realidad e importancia.

Todo maestro debería cuidar que su trabajo tenga resultados definidos. Antes de intentar enseñar una materia, debería tener en mente un plan bien 234 definido, y saber qué se propone hacer. No debería descansar satisfecho después de la presentación de un tema hasta que el alumno comprenda el principio que encierra, descubra su verdad y pueda expresar claramente lo que ha aprendido.

Mientras se tenga en vista el gran propósito de la educación, debería animarse a los jóvenes a avanzar hasta donde le permitan sus aptitudes. Pero antes de iniciarse en los ramos superiores de estudio, deberían dominar los inferiores. Con demasiada frecuencia se descuida esto. Hasta entre los estudiantes de los colegios superiores se nota gran deficiencia en el conocimiento de los ramos comunes de la educación. Muchos estudiantes dedican el tiempo al estudio de las matemáticas superiores cuando son incapaces de llevar cuentas sencillas. Muchos estudian declamación para ser oradores elegantes, cuando ni siquiera saben leer de manera inteligible e impresionante. Muchos que han terminado sus estudios de retórica no saben redactar una simple carta y cometen faltas de ortografía.

El conocimiento cabal de los elementos esenciales de la educación debería ser no sólo condición indispensable para ser admitido en un curso superior, sino la pauta permanente para determinar si se progresa o no.

En todo aspecto de la educación debe haber fines más importantes que los que se logran mediante el mero conocimiento técnico. Tómese, por ejemplo, el caso del lenguaje. Es de mayor importancia la capacidad de escribir y hablar la lengua propia con facilidad y exactitud, que aprender idiomas extranjeros, vivos o muertos. Pero ninguna educación lograda por medio del conocimiento de las reglas gramaticales puede compararse en importancia con el estudio del idioma desde un punto de vista superior. A este estudio están ligadas, en extenso grado, la felicidad o la desgracia de la vida. 235
El principal requisito del lenguaje es que sea puro, bondadoso y veraz: "La expresión externa de una gracia interior". Dios dice: "Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad".* Y si éstos son los pensamientos, así será el lenguaje también.

La mejor escuela para la enseñanza del idioma es el hogar, pero puesto que su obra se descuida con tanta frecuencia, le toca al maestro ayudar a los alumnos a adquirir buenos hábitos de expresión.
El maestro puede hacer mucho para combatir ese mal hábito, maldición de la comunidad, el vecindario y el hogar- el hábito de calumniar, contar chismes y criticar sin misericordia. No se deberían escatimar los esfuerzos con este fin. Incúlquese en los alumnos la idea de que este hábito revela falta de cultura, refinamiento y verdadera bondad de corazón; incapacita a la persona, tanto para la sociedad de los verdaderamente cultos y refinados de: este mundo, como para la relación con los santos en el cielo.
Nos horrorizamos al pensar en el caníbal que come con deleite la carne aún caliente y temblorosa de su víctima, pero, ¿son los resultados de esta costumbre más terribles que la agonía y la ruina causadas por el hábito de tergiversar los motivos, manchar la reputación y disecar el carácter? Aprendan los niños y también los jóvenes lo que Dios dice acerca de estas cosas: "La muerte y la vida están en poder de la lengua".*

En la Escritura los calumniadores aparecen junto a los "aborrecedores de Dios"; los "inventores de males", con los que son "sin afecto natural, sin 236 misericordia", "llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades". Es "juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte".* Dios considera ciudadano de Sión a aquel que "habla verdad en su corazón"; "el que no calumnia con su lengua", "ni admite reproche alguno contra su vecino".*

La Palabra de Dios condena también el uso de frases insensatas e interjecciones rayanas en la irreverencia. Condena los cumplidos engañosos, los subterfugios, las exageraciones, las tergiversaciones empleadas en los negocios, corrientes también en la vida social y en el mundo comercial. "Pero sea vuestra hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede".* "Como el que enloquece, y echa llamas y saetas y muerte, tal es el hombre que engaña a su amigo, y dice: Ciertamente lo hice por broma".*

Íntimamente ligada a la chismografía está la insinuación velada, la disimulada indirecta por medio de la cual el corazón impuro trata de sugerir el mal que no se atreve a expresar abiertamente. Se debería enseñar a los jóvenes a evitar todo lo que se parezca a esta mala costumbre, tal como evitarían la lepra.
Tal vez en el uso del lenguaje no haya error que ancianos y jóvenes estén más dispuestos a justificar que las palabras apresuradas e impacientes. Creen que es suficiente excusa decir: "Estaba desprevenido y realmente no quise decir lo que dije". Pero la Palabra de Dios no trata esto con ligereza. La Escritura dice: "¿Has visto hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él".* "Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda".* 237

En un momento, una lengua precipitada, apasionada y descuidada, puede hacer un daño que el arrepentimiento de toda una vida no podría deshacer. ¡Cuántos corazones quebrantados, amigos separados, vidas arruinadas por las palabras ásperas y apresuradas de los que deberían haber prestado ayuda y consuelo! "Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina".*

Una de las características que se deberían fomentar y cultivar en todo niño es ese olvido de sí mismo que imparte a la vida una gracia espontánea. De todas las excelencias del carácter, ésta es una de las más hermosas, y para toda verdadera vocación es uno de los requisitos más esenciales.

Los niños necesitan aprecio, simpatía, y estímulo, pero se debería evitar que se desarrolle en ellos el amor a la alabanza. No es prudente prestarles una consideración especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias. El padre o el maestro que tienen presente el verdadero ideal de carácter y las posibilidades de éxito, no pueden fomentar ni estimular el engreimiento. No alentarán en los jóvenes el deseo o el empeño de exhibir su habilidad o su pericia. El que mira más allá de sí, será humilde, y sin embargo, poseerá una dignidad que lo capacitará para no sentirse disminuido ni desconcertado ante el fausto exterior o la grandeza humana.

Las virtudes que adornan el carácter no se desarrollan por la aplicación de leyes o reglas arbitrarias, sino como resultado de morar en la atmósfera de lo puro, lo noble y lo verdadero. Y dondequiera haya pureza de corazón y nobleza de carácter, se revelarán en la acción y la palabra. "El que ama la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey".* 238

Lo que ocurre con el lenguaje sucede con cualquier otro motivo de estudio. Debe ser dirigido de modo que tienda al fortalecimiento y la edificación del carácter. A ningún ramo de estudio se puede aplicar esto en tan extenso grado como a la historia. Considéresela desde el punto de vista divino.

Según se la enseña con demasiada frecuencia, la historia es poco más que un informe acerca de la ascensión y la caída de los reyes; de las intrigas palaciegas, las victorias y derrotas de ejércitos: Una historia de la ambición y la avaricia, el engaño, la crueldad y el derramamiento de sangre. Si se la enseña así, necesariamente sus resultados serán perjudiciales. La repetición dolorosa de crímenes y atrocidades, las enormidades y las crueldades descritas, siembran semillas que en muchas vidas dan como fruto una cosecha de mal.

Mucho mejor es aprender, a la luz de la Palabra de Dios, las causas que condicionan el surgimiento y la caída de los reinos. El joven debería estudiar estos relatos y notar cómo en la verdadera prosperidad de las naciones ha tenido que ver la aceptación de los principios divinos. Debería estudiar la historia de los grandes movimientos de reforma, y notar cuán a menudo sus principios -aunque despreciados y odiados, y aunque sus defensores fueron llevados a la cárcel y al cadalso-, han triunfado mediante esos mismos sacrificios.

Semejante estudio dará perspectivas amplias y abarcantes a la vida. Ayudará a los jóvenes a comprender algo de su interrelación y su interdependencia con los demás, de la forma maravillosa como estamos ligados en la gran fraternidad de la sociedad y las naciones, y en cuán amplia medida la opresión o degradación de un miembro significa pérdida para todos.

Al enseñar matemáticas, se lo debiera hacer en forma práctica. Se debería enseñar a todo joven y 239 a todo niño no solamente a resolver problemas imaginarios, sino a llevar cuenta exacta de sus propios ingresos y gastos. Aprenda, usándolo, el debido uso del dinero. Enséñese a los niños y niñas a elegir y comprar su ropa, sus libros y otras cosas, ya sea que los paguen sus padres o ellos mismos con sus propias ganancias; y si llevan cuenta de sus gastos aprenderán, como no lo lograrían de otro modo, a valorar y usar el dinero. Este tipo de educación les enseñará a distinguir la diferencia que existe entre la verdadera economía y la mezquindad por un lado, y el despilfarro por el otro. Debidamente dirigida, fomentará hábitos de generosidad. Ayudará a los jóvenes a aprender a dar, no por el mero impulso del momento cuando se conmueven sus sentimientos, sino regular y sistemáticamente.

De este modo, todo ramo de estudio puede llegar a ayudar en la solución del mayor de los problemas: La educación de hombres y mujeres para que asuman mejor las responsabilidades de la vida. 240

Los Modales
"El amor no hace nada indebido".
POCO se aprecia el valor de la cortesía. Muchos cuyos corazones son bondadosos, tienen modales que carecen de bondad. Muchos que inspiran respeto por su sinceridad y rectitud, están tristemente desprovistos de afabilidad. Esta falla malogra su propia felicidad, y reduce su servicio en favor de los demás. Los descorteses sacrifican muchas de las experiencias más dulces y beneficiosas de la vida, con frecuencia debido a su falta de reflexión.

Los padres y maestros deberían cultivar especialmente la alegría y la cortesía. Todos pueden poseer un rostro feliz, una voz suave y modales corteses; y éstos son elementos poderosos. Los niños se sienten atraídos por los modales alegres y animosos. Si los tratan con bondad y cortesía, manifestarán el mismo espíritu hacia ustedes y entre sí.

No se aprende la verdadera cortesía solamente practicando las reglas de urbanidad. En todo momento debe observarse un comportamiento adecuado; dondequiera que no haya que transigir con los principios, la consideración hacia los demás inducirá a adaptarse a costumbres aceptadas; pero la verdadera cortesía no requiere el sacrificio de los principios en aras de los convencionalismos sociales. No sabe de castas. Enseña el respeto propio, el respeto a la dignidad del hombre en su calidad de tal, y la consideración hacia todo miembro de la gran confraternidad humana. 241

Existe el peligro de concederle demasiado valor a la mera forma y a los modales, y dedicar demasiado tiempo a la educación en este aspecto. La vida de esfuerzo persistente requerida de todo joven, el trabajo duro y a menudo desagradable que requieren incluso los deberes comunes de la vida, y mucho más cuando se trata de aligerar la pesada carga de ignorancia y desgracia del mundo, le dejan poco lugar a los convencionalismos.

Muchos de los que le dan mucha importancia a la urbanidad, manifiestan poco respeto por todo lo que, por excelente que sea, no concuerda con su norma artificial de conducta. Esto es falsa educación. Fomenta el orgullo y una actitud de crítica, como asimismo un estrecho exclusivismo.

La esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás. La educación esencial y duradera es la que amplía el ámbito de la simpatía, y estimula la bondad hacia todo el mundo. La pretendida cultura que no induce al joven a ser comedido con sus padres, a apreciar sus buenas cualidades, a ser tolerante con sus defectos y solícito con sus necesidades; que no lo mueve a ser considerado y afectuoso, a ser generoso y útil con el joven, el anciano y el desafortunado, y cortés con todos, es un fracaso.

Se aprende más acerca del verdadero refinamiento del pensamiento y los modales en la escuela del divino Maestro, que por la observancia de reglas establecidas. Su amor, al llenar el corazón, da al carácter esos toques de refinamiento que lo asemejan al suyo. Esta educación imparte una dignidad nacida en el cielo y una noción clara de lo que es correcto. Da una dulzura al carácter y una suavidad a los modales que jamás podrá igualar el barniz superficial de la sociedad elegante.

La Biblia prescribe la cortesía y presenta muchas ilustraciones del espíritu abnegado, la gracia amable 242 y el genio atractivo, que caracterizan la verdadera cortesía. Son sólo reflejos del carácter de Cristo. De él proceden toda la ternura y la cortesía verdaderas del mundo, aún la de los que no invocan su nombre. Y él desea que estas características se reflejen perfectamente en sus hijos. Su propósito es que en nosotros contemplen los hombres su belleza.

El más valioso tratado acerca de la cortesía que jamás se haya escrito, es la preciosa instrucción dada por el Salvador, mediante la manifestación del Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo, palabras que -deberían ser grabadas indeleblemente en la memoria de todo ser humano, joven o anciano:

"Como yo os he amado, que también os améis unos a otros"(Juan 13:34).*

"El amor es sufrido, es benigno;
El amor no tiene envidia,
El amor no es jactancioso,
No se envanece;
No hace nada indebido,
No busca lo suyo,
No se irrita, no guarda rencor;
No se goza de la injusticia,
Mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree,
Todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser"(1Cor.13:4-8).*

Otro don precioso que debería ser cuidadosamente cultivado es la reverencia. La verdadera reverencia hacia Dios tiene su origen en la comprensión de su infinita grandeza, y en la sensación de su presencia. El corazón de todo niño debería ser profundamente impresionado por esta presencia del Invisible. Debería enseñarse al niño a considerar sagrados la hora y el 243 lugar de la oración y los cultos públicos, porque Dios está en ellos. Y al manifestar reverencia en la actitud y la conducta, el sentimiento que lo inspire se profundizará.

Convendría tanto a los jóvenes como a los ancianos estudiar, meditar y a menudo repetir las palabras de la Santa Escritura que explican cómo debería considerarse el lugar señalado por la presencia especial de Dios.

"Y dijo: No te acerques; quita calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es".*
Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: "Ciertamente Jehová está en este lugar y yo no lo sabía... No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo".* "Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra".*

"Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses...
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor".
"El no hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre"
(Salmos 95:3-6; 100:3,4)).*

También se debería manifestar reverencia hacia el nombre de Dios. Nunca se lo debiera pronunciar a la ligera o con indiferencia. Hasta en la oración habría que evitar su repetición frecuente o innecesaria.
"Santo y temible es su nombre".* Los ángeles, al pronunciarlo, cubren sus rostros. ¡Con cuánta reverencia deberíamos pronunciarlo nosotros que somos caídos y pecadores! 244 Tendríamos que reverenciar la Palabra de Dios. Deberíamos manifestar respeto por cada ejemplar de ella no darle usos comunes ni manejarlo descuidadamente. Nunca se debería citar la Escritura en broma, ni usada para decir un chiste. "Toda palabra de Dios es limpia". "Como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces".*

Sobre todo se debería enseñar a los niños que la verdadera reverencia se manifiesta por medio de la obediencia. Nada de lo que Dios ha ordenado carece de importancia y no hay otra manera de manifestar reverencia que tanto le agrade como la obediencia a lo que él ha dicho.

Se debería reverenciar a los representantes de Dios: pastores, maestros y padres, llamados a hablar y actuar en su lugar. Se honra a Dios cuando se manifiesta respeto por ellos.

Y Dios ha mandado especialmente que se manifieste tierno respeto hacia los ancianos. "Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia " .* Habla de batallas que se libraron y victorias que se ganaron; de responsabilidades que se asumieron y de tentaciones que se resistieron, Habla de pies cansados que se acercan al descanso, de puestos que pronto quedarán vacantes. Ayúdese a los niños a pensar en esto, y entonces allanarán el camino de los ancianos mediante su cortesía y su respeto, y añadirán gracia y belleza a sus jóvenes vidas si prestan atención a este mandato: "Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano".*

Los padres, las madres y los maestros necesitan apreciar más plenamente la responsabilidad y el honor que Dios les ha conferido al hacerlos, con respecto al niño, sus propios representantes. El carácter 245 que manifiesten en su conducta de todos los días, le servirá al niño para interpretar, para bien o para mal, estas palabras de Dios:
"Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen". "Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros".*

Feliz el niño en quien estas palabras despiertan amor, gratitud y confianza; para quien la ternura, la justicia y la tolerancia de los padres y el maestro interpretan el amor, la justicia y la tolerancia de Dios; el niño que, por la confianza, la sumisión y la reverencia hacia sus protectores terrenales aprende a confiar, obedecer y reverenciar a su Dios. Aquel que imparte al niño o al alumno semejante don, lo dota de un tesoro más precioso que la riqueza de todos los siglos: Un tesoro tan duradero como la eternidad. 246

La Relación de la Indumentaria con la Educación
"Se atavíen de ropa decorosa". "Toda gloriosa es la hija del rey en su morada".
N0 PUEDE ser completo ningún sistema de educación que no enseñe principios sanos en cuanto a la indumentaria. Si carece de esa enseñanza, la obra de la educación a menudo se estanca y se pervierte. El amor a los vestidos y la devoción a la moda se cuentan entre los más formidables rivales y los obstáculos más efectivos del maestro.

La moda es una ama que gobierna con mano de hierro. En muchísimos hogares sus exigencias absorben la fuerza, el tiempo y la atención de padres e hijos. Los ricos tienen la ambición de superarse unos a otros al seguir sus estilos siempre cambiantes; la clase media y los pobres se esfuerzan por aproximarse a la norma establecida por los que suponen superiores. Donde los medios o la fuerza son limitados, y es grande la ambición de pertenecer a la clase social superior, la carga resulta casi insoportable.

A muchas personas no les importa que un vestido sea sentador o hermoso; si la moda cambia, lo reforman o lo desechan. Los miembros de la familia están condenados a trabajar incesantemente. No tienen tiempo para educar a los niños, orar o estudiar la Biblia, ni ayudar a los pequeños a conocer a Dios por medio de sus obras. 247

No tienen tiempo ni dinero para hacer obras de caridad, y con frecuencia la provisión de su mesa es escasa. Eligen mal el alimento y lo preparan precipitadamente, para satisfacer sólo en parte las demandas del organismo. El resultado es la adquisición de malos hábitos de alimentación que causan enfermedades o conducen a la intemperancia.

El amor a la ostentación produce extravagancia y en muchos jóvenes mata la aspiración a llevar una vida más noble. En vez de esforzarse por obtener una educación, pronto consiguen un empleo para ganar dinero y satisfacer la pasión por los vestidos. Y esta pasión conduce a más de una joven a la ruina.

En muchos hogares los recursos de la familia resultan insuficientes. El padre, incapaz de satisfacer las demandas de la madre y los hijos, se siente tentado a proceder con deshonestidad, y el resultado también es la ruina y la deshonra.

Ni siquiera el día de descanso y los cultos se libran del dominio de la moda. Por el contrario, proporcionan la oportunidad para el mayor despliegue de su poder. La iglesia se transforma en una especie de desfile de modas, y se estudian éstas más que el sermón. Los pobres, incapaces de responder a las demandas de la moda, permanecen fuera de la iglesia. El día de descanso transcurre en la ociosidad y, para la juventud, con frecuencia en compañías desmoralizadoras.

En la escuela, el vestido inapropiado e incómodo incapacita a las niñas para el estudio o la recreación. Sus mentes están preocupadas, y es tarea difícil para quien enseña despertar su interés.
Para romper el encanto de la moda, el maestro no encuentra a menudo medio más eficaz que el contacto con la naturaleza. Gusten los alumnos la delicia de estar junto a un río, un lago o el mar; trepen por las colinas, contemplen la gloria de la puesta del sol, y exploren los tesoros del bosque 248 el campo; conozcan el placer de cultivar plantas y flores, y la importancia de una cinta o un adorno superfluo les resultará insignificante.

Hágase ver a los niños que en la indumentaria, lo mismo que en el régimen alimentarlo, la vida sencilla es Indispensable para el pensamiento elevado. Hágaseles ver cuánto hay que aprender y hacer; cuán preciosos son los días de la juventud como preparación para la obra de la vida. Ayúdeseles a descubrir los tesoros que hay en la Palabra de Dios, en el libro de la naturaleza y en las historias de las vidas nobles.

Diríjanse sus mentes a los dolientes que podrían aliviar. Ayúdeseles a ver que por cada peso derrochado en lujos, el que lo gasta se priva de medios de alimentar al hambriento, vestir al desnudo y consolar al afligido.

No pueden permitirse desperdiciar las gloriosas oportunidades de la vida, para atrofiar la mente, arruinar la salud y la felicidad, por obedecer mandatos que no tienen fundamento en la razón, la comodidad ni la elegancia.

Al mismo tiempo debería enseñarse a los jóvenes a aprender esta lección de la naturaleza: "Todo lo hizo hermoso en su tiempo".* En el vestido, lo mismo que en todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. No sólo desea que éste sea limpia, y saludable, sino apropiado y sentador.

Se juzga el carácter de una persona por el estilo de su vestido. El gusto refinado y la mente cultivada se revelarán en la elección de atavíos sencillos y apropiados. La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de la conducta, ejercerá una decisiva influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada, que a su vez será para ella un escudo contra miles de peligros. 249

Enséñese a las niñas que el arte de vestir incluye la habilidad de confeccionar sus propios vestidos. Toda joven debería albergar esta ambición. Es un medio para lograr utilidad e independencia que no puede permitirse desperdiciar.

Es justo amar la belleza y desearla; pero Dios desea que primero amemos y busquemos la belleza superior, imperecedera. Las producciones más descollantes del ingenio humano no poseen belleza alguna que pueda compararse a la hermosura de carácter que a su vista es de "gran precio".
Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar del cielo, el "lino fino, limpio... resplandeciente"* que usarán todos los santos de la tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí.

Enséñese a los niños que al abrir la mente a los pensamientos puros y amantes, y al hacer algo útil y amable, se visten con el hermoso atuendo del carácter de Cristo. Ese traje les dará hermosura e influirá para que sean amados aquí, y más adelante será su título de admisión al palacio del Rey. Su promesa es: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos".* 250

El Sábado
"Será una señal entre mí y vosotros... para que sepáis que yo soy Jehová."
EL VALOR del sábado como medio de educación es inestimable. Cualquier cosa que Dios nos pida, nos la devuelve enriquecida y transfigurada con su propia gloria. El diezmo que pedía a Israel era dedicado a conservar entre los hombres, en su gloriosa belleza, el modelo de su templo en el cielo, la señal de su presencia en la tierra. Del mismo modo, la porción de tiempo que pide nos es devuelta con su nombre y su sello. Es "una señal -dice-, entre mí y vosotros. . . para que sepáis que yo soy Jehová"; porque "en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó".*

El sábado es una señal del poder creador y redentor; señala a Dios como fuente de vida y conocimiento; recuerda al hombre la gloria primitiva y así da testimonio del propósito de Dios de volvernos a crear a su imagen.

El sábado y la familia fueron instituidos en el Edén, y en el propósito de Dios están indisolublemente unidos. En ese día, más que en cualquier otro, nos es posible vivir la vida del Edén. Era el plan de Dios que los miembros de la familia se asociaran en 251 el trabajo y el estudio, en el culto y la recreación, el padre como sacerdote de su casa, y él y la madre, como maestros y compañeros de sus hijos. Pero los resultados del pecado, al modificar las condiciones de la vida, han impedido, en extenso grado, esta asociación. Con frecuencia ocurre que el padre apenas ve los rostros de sus hijos durante la semana. Se encuentra casi totalmente privado de la oportunidad de ser compañero de ellos e instruirlos. Pero el amor de Dios ha puesto un límite a las exigencias del trabajo. En su día reserva a la familia la oportunidad de tener comunión con él, con la naturaleza y con su prójimo.

Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder creador es, entre todos los días, aquel en que deberíamos familiarizarnos especialmente con Dios por medio de sus obras. En la mente de los niños, el solo pensamiento del sábado debería estar ligado al de la belleza de las cosas naturales. Feliz la familia que puede ir al lugar de culto el sábado, como Jesús y sus discípulos iban a la sinagoga, a través de campos y bosques, o a lo largo de la costa del lago. Felices los padres que pueden enseñar a sus hijos la Palabra escrita de Dios con ilustraciones obtenidas de las páginas abiertas del libro de la naturaleza; que pueden reunirse bajo los árboles verdes, al aire fresco y puro, para estudiar la Palabra y cantar alabanzas al Padre celestial.

Por medio de esta relación, los padres pueden ligar sus hijos a sus corazones, y de este modo a Dios, con lazos que nunca podrán se quebrantados.

Como medios de educación intelectual, las oportunidades que ofrece el sábado son inapreciables. Estúdiese la lección de la escuela sabática, no por medio de una rápida ojeada dada al texto de la lección el sábado de mañana, sino mediante el estudio cuidadoso 252 de la lección para la semana siguiente, el sábado de tarde, y el repaso y la ejemplificación diarios durante la semana. Así la lección se grabará en la memoria y será un tesoro que jamás se perderá totalmente.

Al escuchar un sermón, los padres y los niños deberían anotar el texto y los versículos citados y, tanto como sea posible, la ilación del pensamiento, para repetírselos unos a otros en la casa. Esto contribuirá a aliviar el cansancio con que los niños tan a menudo escuchan un sermón, y cultivará en todos el hábito de prestar atención y seguir los pensamientos que se presentan.

La meditación en los temas sugeridos abrirá al estudiante tesoros en los que jamás soñó, y experimentará en su vida la realidad de esta declaración bíblica:
"Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón".*

"Y meditaré en tus estatutos". "Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado... Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón".* 253

La Fe y la Oración
"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera". "Creed que lo recibiréis, y os vendrá".
LA FE significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que no conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestra pecaminosidad, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, ya somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta su bendición. La verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas como los secretos del éxito en la vida. Es la fe la que nos pone en posesión de estos principios.

Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe de Dios la única vida que puede producir desarrollo y eficiencia verdaderos.

Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma. "La semilla es la palabra de Dios".* Tan ciertamente como se encuentra la semilla del roble en la bellota. se encuentra el don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el don.

La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios, es en sí misma un don del cual se imparte una porción a cada ser humano. Aumenta a medida que se la usa para asimilar la Palabra de Dios. A fin de 254 fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la Palabra.

Al estudiar la Biblia, el estudiante debería ser inducido a ver el poder de la Palabra de Dios. En ocasión de la creación, "él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió". El "llama las cosas que no son, como si fuesen"*, porque cuando las llama, entonces existen.

¡Cuán a menudo los que confiaron en la Palabra de Dios, aunque eran en sí mismos completamente impotentes, han resistido el poder del mundo entero! Enoc, de corazón puro y vida santa, puso su fe en el triunfo de la justicia frente a una generación corrupta y burladora; Noé y su casa resistieron a los hombres de su época, hombres de gran fuerza física y mental, y de la más degradada moralidad; los hijos de Israel, que junto al Mar Rojo no eran más que una indefensa y aterrorizada multitud de esclavos, resistieron al más poderoso ejército de la más poderosa nación del globo; David, que era sólo un pastorcillo a quien Dios le había prometido el trono, resistió a Saúl, el monarca reinante, dispuesto a no ceder su poder. El mismo hecho se destaca en el caso de Sadrac y sus compañeros en el horno de fuego y Nabucodonosor en el trono; Daniel entre los leones y sus enemigos en los puestos elevados del reino; Jesús en la cruz y los sacerdotes y príncipes judíos que presionaron al gobernador romano para que hiciera su voluntad; Pablo encadenado y condenado a sufrir la muerte de un criminal, y Nerón, déspota de un imperio mundial.

No sólo en la Biblia se encuentran estos ejemplos. Abundan en los anales del progreso humano. Los valdenses y los hugonotes, Wiclef y Hus, Jerónimo y Lutero, Tyndale y Knox, Zinzendorf y Wesley, y muchos más, han dado testimonio del poder de la Palabra de Dios contra el poder y el proceder humanos que apoyan al mal. Estos constituyen la 255 verdadera nobleza del mundo. Constituyen su realeza. Se invita a los jóvenes de hoy a ocupar sus lugares.

La fe es necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la vida. En todos nuestros negocios y nuestras ocupaciones diarias, la fuerza sustentadora de Dios llega a ser real para nosotros por medio de una confianza constante.

Considerada en su aspecto humano, la vida es para todos un sendero desconocido. Es un camino por el cual, en lo que a nuestras más íntimas experiencias se refiere, andamos solos. Ningún otro ser humano puede penetrar plenamente en nuestra vida íntima. Al emprender el niño ese viaje en el cual tarde o temprano deberá escoger su curso y decidir las consecuencias de la vida para la eternidad, ¡cuán ferviente debería ser el esfuerzo hecho para dirigir su fe al Guía y Ayudador infalible!

Como escudo contra la tentación e inspiración para ser puros y sinceros, ninguna influencia puede igualar a la de la sensación de la presencia de Dios. "Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta". "Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio" * Este pensamiento fue el escudo de José en medio de la corrupción de Egipto. Su respuesta a los atractivos de la tentación fue firme: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios". * La fe, si se la cultiva, será un escudo para toda alma.

Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende".* Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército 256 de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos y barrotes. Lea acerca de la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo, el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos, abatidos por el cansancio, la falta de sueño y el hambre, estas grandes palabras de valor y esperanza: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros. . . Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "Pues ni aún un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese barco un hombre por medio del cual Dios podía obrar, todo el contingente de soldados y marineros paganos se salvó. "Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra".*

No fueron escritas estas cosas únicamente para que las leamos y nos asombremos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de antaño, obre en nosotros. Doquiera haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto transmisor de su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora que entonces.

A los que, por falta de confianza propia, evitan tareas y responsabilidades, enséñeseles a confiar en Dios. Así más de uno que de otro modo no sería más que una cifra en el mundo, tal vez una carga impotente, podrá decir con el apóstol Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".* 257 También tiene la fe preciosas lecciones para el niño sensible a las ofensas. La disposición a resistir el mal o vengar el agravio recibe a menudo su impulso de un profundo sentimiento de justicia y un espíritu activo y enérgico. Enséñese a ese niño que Dios es el guardián eterno de la justicia. Cuida tiernamente a los seres que ama al punto de dar a su amado Hijo para salvarlos. El se entenderá con cada malhechor.

"Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo".*
"Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía".*

"Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron".*

Dios nos manda que manifestemos hacia otros la compasión que él manifiesta hacia nosotros. Contemplen el impulsivo, el engreído y el vengativo al Ser humilde y manso llevado como cordero al matadero, mudo como la oveja ante los que la esquilan. Contemplen a Aquel a quien han traspasado nuestros pecados y abrumado nuestras penas, y aprenderán a soportar, tolerar y perdonar.
Por la fe en Cristo se puede suplir toda deficiencia de carácter, purificar toda impureza, corregir toda falta y desarrollar toda buena cualidad. "Vosotros estáis completos en él".*

La oración y la fe están íntimamente ligadas y necesitan ser estudiadas juntas. En la oración de fe hay una ciencia divina; es una ciencia que debe comprender todo el que quiera tener éxito en la obra de su vida. Cristo dice: "Todo lo que pidiereis orando, 258 creed que lo recibiréis, y os vendrá".* El explica claramente que nuestra petición debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios; debemos pedir cosas que él haya prometido y todo lo que recibamos debe ser usado para hacer su voluntad. Cuando se satisfacen las condiciones, la promesa es indubitable.

Podemos pedir perdón por el pecado, el don del Espíritu Santo, un carácter como el de Cristo, sabiduría y fuerza para hacer su obra, cualquier don que él haya prometido; luego tenemos que creer para recibir y dar gracias a Dios por lo que hemos recibido.

No necesitamos buscar una evidencia exterior de la bendición. El don está en la promesa y podemos emprender nuestro trabajo seguros de que Dios es capaz de cumplir lo que ha prometido y que el don, que ya poseemos, se manifestará cuando más lo necesitemos.

Vivir así, dependiendo de la palabra de Dios, significa entregarle toda la vida. Se experimentará una permanente sensación de necesidad y dependencia, una búsqueda de Dios por parte del corazón. La oración es una necesidad porque es la vida del alma. La oración en familia, la oración en público, tienen su lugar, pero es la comunión secreta con Dios la que sostiene la vida del alma.

En el monte, junto a Dios, Moisés contempló el modelo del hermoso edificio que había de ser la morada de su gloria. En el monte, junto a Dios, en el lugar secreto de comunión, podemos contemplar su glorioso ideal para la humanidad. De ese modo podremos levantar el edificio de nuestro carácter en forma tal que se cumpla para nosotros su promesa: "Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo".* 259

Jesús recibió sabiduría y poder durante su vida terrenal, en las horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven su corazón a Dios. A cada paso que damos en nuestro camino, nos dice: "Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha. . . no temas, yo te ayudo".* Si nuestros hijos pudieran aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura se manifestaría en su existencia!

VIVAMOS LO QUE CREEMOS
Estas lecciones puede enseñarlas sólo el que las ha aprendido. La enseñanza de la Escritura no tiene mayor efecto sobre los jóvenes porque tantos padres y maestros que profesan creer en la Palabra de Dios niegan su poder en sus vidas. A veces los jóvenes sienten el poder de la Palabra. Ven la hermosura del amor de Cristo. Ven la belleza de su carácter, las posibilidades de una vida dedicada a su servicio. Pero ven en contraste la vida de los que profesan reverenciar los preceptos de Dios. A cuántos se aplican las palabras que fueron dichas al profeta Ezequiel:
"Los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a las puertas de las casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: Venid ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová. Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de 260 amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra".*

Una cosa es tratar la Biblia como un libro de instrucción moral y buena, y prestarle atención mientras esté de acuerdo con el espíritu de la época y nuestro lugar en el mundo, pero otra cosa es considerarla como lo que en realidad es: la palabra del Dios viviente, la palabra que es nuestra vida, la palabra que ha de amoldar nuestras acciones, nuestros dichos y nuestros pensamientos. Concebir la Palabra de Dios como algo menos que esto, es rechazarla. Y este rechazamiento de parte de los que profesan creer en ella es una de las causas principales del escepticismo y la incredulidad de los jóvenes.

LA INVITACIÓN DE DIOS
Se está apoderando del mundo un afán nunca visto. En las diversiones, en la acumulación de dinero, en la lucha, hasta en la lucha por la existencia, hay una fuerza terrible que embarga el cuerpo, la mente y el alma. En medio de esta precipitación enloquecedora, habla Dios. Nos invita a apartarnos y tener comunión con él. "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios".*

Muchos, aún en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado apurados. Con pasos presurosos penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento dentro de ese recinto sagrado, pero no esperan su consejo. No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al trabajo.
Estos obreros jamás podrán lograr el éxito supremo, hasta que aprendan cuál es el secreto del poder. Tienen que dedicar tiempo a pensar, orar, esperar que Dios renueve sus energías físicas, mentales y espirituales 261 Necesitan la influencia elevadora de su Espíritu. Al recibirla, serán vivificados con nueva vida. El cuerpo gastado y el cerebro cansado recibirán refrigerio, y el corazón abrumado se aliviará.

Nuestra necesidad no consiste en detenernos un momento en su presencia, sino en tener relación personal con Cristo, sentarnos en su compañía. Feliz será la condición de los niños de nuestros hogares y los alumnos de nuestras escuelas cuando tanto los padres como los maestros aprendan en sus propias vidas la preciosa experiencia descrita en estas palabras del Cantar de los Cantares :
"Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor".* 262

La Obra de la Vida
"Una cosa hago".
EL EXITO en cualquier actividad requiere una meta definida. El que desea lograr verdadero éxito en la vida debe mantener constantemente en vista esa meta digna de su esfuerzo. Esa es la que se propone hoy a los jóvenes. El propósito señalado por el cielo de dar el Evangelio al mundo en esta generación, es el más noble que pueda atraer a cualquier ser humano. Ofrece un campo de acción a todo aquel cuyo corazón ha sido conmovido por Cristo.

El propósito de Dios para los niños que crecen en nuestros hogares es más amplio, más profundo y más elevado e lo que ha logrado abarcar nuestra restringida visión. En lo pasado, Dios ha llamado a personas del origen más humilde a las cuales consideró fieles, para que dieran testimonio acerca de él en los sitios más encumbrados del mundo. Y más de un muchacho de hoy día que se esté desarrollando como lo hacia Daniel en su hogar de Judea, estudiando la Palabra de Dios y sus obras, y aprendiendo lecciones de servicio fiel, se hallará aún ante asambleas legislativas, en tribunales de justicia o en cortes reales, como testigo del Rey de reyes. Multitudes serán llamados a ejercer un ministerio más amplio. El mundo entero se abre al Evangelio. Etiopía tiende sus manos a Dios. Desde el Japón, la China y la India, de los países que aún están en tinieblas en nuestro continente, de toda región del mundo, llega el clamor de corazones heridos por el pecado que 263 ansían conocer al Dios de amor. Hay millones y millones que no han oído siquiera hablar de Dios ni de su amor revelado en Cristo. Tienen derecho a recibir ese conocimiento. Tienen tanto derecho como nosotros a participar de la misericordia del Salvador. Y a los que hemos recibido este conocimiento, junto con nuestros hijos a quienes podemos impartirlo, nos toca responder a su clamor. A toda casa y toda escuela, a todo padre, maestro y niño sobre los cuales ha brillado la luz del Evangelio, se formula en este momento crítico la pregunta que se le hizo a Ester en aquella crisis decisiva de la historia de Israel: "¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?"*

Los que piensan en el resultado de apresurar o impedir la proclamación del Evangelio, lo hacen con relación a sí mismos y al mundo; pocos lo hacen con relación a Dios. Pocos piensan en el sufrimiento que el pecado causó a nuestro Creador. Todo el cielo sufrió con la agonía de Cristo; pero ese sufrimiento no empezó ni terminó cuando se manifestó en el seno de la humanidad. La cruz es, para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desde su comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios. Le causan pena toda desviación de la justicia, todo acto de crueldad, todo fracaso de la humanidad en cuanto a alcanzar su ideal. Se dice que, cuando sobrevinieron a Israel las calamidades que eran el seguro resultado de la separación de Dios: sojuzgamiento a sus enemigos, crueldad y muerte, Dios "fue angustiado a causa de la aflicción de Israel". "En toda angustia de ellos él fue angustiado. . . Y los levantó todos los días de la antigüedad".*

Su "Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles". Cuando "la creación gime a una"*, el corazón del Padre infinito gime porque 264 simpatiza con nosotros. Nuestro mundo es un vasto lazareto, un escenario de miseria al cual no nos atrevemos a dedicar siquiera nuestros pensamientos. Si nos diéramos cuenta exacta de lo que es, el peso sería demasiado aplastante. Sin embargo, Dios lo siente todo. Para destruir el pecado y sus consecuencias, dio a su Hijo amado y nos permite que, mediante la cooperación con él, terminemos con esta escena de miseria. "Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin".*

"Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura"*, es la orden de Cristo a sus seguidores. No quiere decir esto que todos sean llamados a ser pastores o misioneros en el sentido común de la palabra; pero todos pueden ser colaboradores con él para dar las "buenas nuevas" a sus semejantes. Se da la orden a todos: grandes o chicos, instruidos o ignorantes, ancianos o jóvenes.

En vista de esta orden, ¿podemos educar a nuestros hijos para una vida de convencionalismo respetable, una vida de aparente cristianismo pero que carezca de la abnegación del Maestro, una vida para la cual el veredicto de Aquel que es la verdad sea: "No os conozco"?

Miles lo hacen. Piensan asegurar a sus hijos los beneficios del Evangelio, mientras niegan su espíritu. Pero esto no es posible. Los que no aceptan el privilegio de la comunión con Cristo en el servicio, rechazan la única educación que podría capacitarlos para participar con él de la gloria; rechazan la preparación que en esta vida da fuerza y nobleza de carácter. Más de un padre y una madre que negaron sus hijos a la cruz de Cristo, se dieron cuenta demasiado tarde que de ese modo los entregaban al enemigo de Dios y el hombre. Sellaron su ruina, no sólo para la vida futura, sino para la presente. 265

La tentación los venció. Llegaron a ser una maldición para el mundo, y dolor y vergüenza para los que les dieron el ser.

Incluso cuando quieren prepararse para el servicio de Dios, muchos se desvían debido a los malos métodos de educación. Generalmente se considera la vida como formada por distintos períodos: el del aprendizaje, y el de la acción; el de la preparación y el de la realización. Se envía a los jóvenes a la escuela para que, con el conocimiento adquirido mediante el estudio de los libros, se preparen para una vida de servicio. Apartados de las responsabilidades de la vida diaria, se absorben en el estudio y con frecuencia pierden de vista su propósito. Muere el ardor de su temprana consagración y en muchos nace una ambición personal egoísta. Al graduarse, miles se encuentran fuera de contacto con la vida.

Han tratado durante tanto tiempo con cosas abstractas y teóricas, que cuando todo el ser debe despertar para hacer frente a las luchas violentas de la vida real, se encuentran sin preparación. En vez de la obra noble que se habían propuesto, sus energías se hallan absorbidas en la lucha por la mera subsistencia. Después de repetidas desilusiones, con dificultades hasta para ganarse honradamente la vida, muchos se dejan arrastrar por procedimientos dudosos o criminales. Se priva al mundo del servicio que debiera haber recibido, y a Dios, de las almas que anhelaba elevar, ennoblecer y honrar como representantes suyas.

Muchos padres se equivocan al establecer diferencias entre sus hijos cuando se trata de la educación. Hacen casi cualquier sacrificio para ofrecer todas las ventajas posibles a uno que parece inteligente y apto, pero no creen que esas mismas oportunidades sean necesarias para los menos promisorios. Se cree que poca educación basta para cumplir con los deberes comunes de la vida. 266

Pero, ¿quién es capaz de decidir entre un conjunto de niños cuál de ellos ha de llevar las responsabilidades más importantes? ¡Cuán a menudo se ha equivocado en esto el criterio humano! Recuérdese el caso de Samuel cuando fue enviado a ungir a uno de los hijos de Isaí como rey de Israel. Desfilaron ante él siete jóvenes de aspecto noble. Al contemplar al primero, de rasgos hermosos, formas bien desarrolladas y porte principesco, el profeta exclamó: "¡De cierto delante de Jehová está su ungido!" Pero Dios le dijo: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira no lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón". De los siete, el testimonio dado fue: "Jehová no ha elegido a éstos".* Y no se permitió al profeta cumplir su misión hasta que llamaron a David, que estaba cuidando el rebaño.

Los hermanos mayores, entre los cuales se encontraba el que Samuel hubiera elegido, no poseían las cualidades que Dios consideraba esenciales en un dirigente de su pueblo. Orgullosos, egoístas, engreídos, fueron desechados para dar lugar al que consideraban despectivamente, al que había conservado la sencillez y la sinceridad de su juventud y que, aunque pequeño en su propio concepto, podía ser educado por Dios para llevar las responsabilidades del reino. Del mismo modo hoy, en más de un niño cuyos padres lo pasarían por alto, Dios ve aptitudes superiores a las que se manifiestan en otros a quienes se cree promisorios.

Y en cuanto a las posibilidades de la vida, ¿quién es capaz de decidir cuál es grande y cuál pequeña? ¡Cuántos obreros que ocupan lugares humildes en la vida, al crear factores de bendición para el mundo, han logrado resultados que los reyes envidiarían! 267 Reciba, pues, todo niño, educación para el más alto servicio. "Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno".*

El lugar definido señalado para nosotros en la vida lo determinan nuestras aptitudes. No todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficiencia el mismo trabajo. Dios no espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro, ni que el olivo alcance la altura de la majestuosa palmera. Pero todos deberíamos aspirar a la altura a que la unión del poder humano con el divino nos permita alcanzar.

Muchos no llegan a ser lo que debieran porque no emplean el poder que hay en ellos. No echan mano, como deberían hacerlo, de la fuerza divina. Muchos se desvían de la actividad en la cual alcanzarían verdadero éxito. En procura de más honores, o de una tarea más agradable, intentan algo para lo cual no están preparados. Más de un hombre cuyos talentos se adaptan a una vocación determinada, desea ser profesional; y el que hubiera tenido éxito como agricultor, artesano o enfermero, ocupa inadecuadamente el puesto de pastor, abogado o médico. Hay otros que debieran haber ocupado un puesto de responsabilidad, pero por falta de energía, aplicación o perseverancia, se contentan con un puesto más fácil.

Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios. Esmerarnos en hacer el trabajo que tenemos más a mano, encomendar nuestros caminos a Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran el logro de una buena ocupación.

El que descendió del cielo para ser nuestro ejemplo pasó casi treinta años de su vida dedicado al 268 trabajo manual común, pero durante ese tiempo estudió la Palabra y las obras de Dios, y ayudó y enseñó a todos los que estaban dentro de la esfera de su influencia. Cuando empezó su ministerio público, anduvo sanando a los enfermos, consolando a los tristes y predicando el Evangelio a los pobres. Esta es la obra de todos sus seguidores. "Sea el mayor entre vosotros como el más joven" dijo, "y el que dirige, como el que sirve. Porque... yo estoy entre vosotros como el que sirve".*

El amor y la lealtad a Cristo son la fuente de todo servicio verdadero. En el corazón conmovido por su amor nace el deseo de trabajar por él. Estimúlese y diríjase debidamente ese deseo. Ya sea en el hogar, el vecindario o la escuela, la presencia del pobre, el afligido, el ignorante o el desventurado no debería ser considerada como una desgracia, sino como el medio de proveer una preciosa oportunidad para el servicio.

En esta obra, como en cualquiera otra, se adquiere pericia en el trabajo mismo. Se obtiene eficiencia por medio de la preparación en los deberes comunes de la vida y al servir a los necesitados y dolientes. Sin esto, los esfuerzos más bien intencionados son con frecuencia inútiles y hasta perjudiciales. Los hombres aprenden a nadar en el agua y no en la tierra.

Otra obligación, considerada ligeramente con demasiada frecuencia, que debe explicarse a los jóvenes despiertos con respecto a las exigencias de Cristo, es la que tiene que ver con su relación con la iglesia.

La relación de Cristo y su iglesia es muy íntima y sagrada; él es el esposo y la iglesia la esposa; él la cabeza, y la iglesia el cuerpo. La relación con Cristo entraña, pues, la relación con su iglesia.
Esta ha sido organizada para servir; y en una vida de servicio a Cristo la relación con la iglesia 269 es uno de los primeros pasos que hay que dar. La lealtad a Jesús exige la ejecución fiel de los deberes impuestos por la iglesia. Esta es una parte importante de nuestra preparación, y una iglesia imbuida de la vida del Maestro inducirá decididamente a sus miembros a realizar un esfuerzo en beneficio del mundo exterior.

Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden hallar oportunidad de realizar tareas útiles. Organícense en grupos para el servicio cristiano, y la cooperación será para ellos una ayuda y un estímulo. Si los padres y maestros se interesan en la obra de los jóvenes, podrán ofrecerles el beneficio de su experiencia y ayudarles para que sean eficaces sus esfuerzos para el bien.

El trato despierta simpatía y ésta es la fuente del servicio eficaz. Para despertar en los niños y jóvenes simpatía y espíritu de sacrificio hacia los millones que sufren en los países distantes, familiaríceselos con ellos y sus habitantes. En este sentido, nuestras escuelas pueden hacer mucho. En vez de hablar tanto de las hazañas de los Alejandros y Napoleones de la historia, estudien los niños las vidas de hombres como el apóstol Pablo y Martín Lutero, Moffat, Livingstone y Carey, y la historia actual del esfuerzo misionero que diariamente se va desarrollando. En vez de recargar la memoria con una sucesión de nombres y teorías que no tienen importancia para sus vidas, y a los cuáles, una vez fuera del aula, rara vez dedican un pensamiento, estudien todos los países a la luz del esfuerzo misionero y familiarícense con esos pueblos y sus necesidades.

En esta etapa final de la tarea de predicar el Evangelio hay un vasto campo que ocupar y, más que nunca antes, la obra debe alistar ayudantes de entre el común del pueblo. Tanto jóvenes como mayores 270 serán llamados del campo, del viñedo y del taller, y enviados por el Maestro para dar su mensaje. Muchos de ellos habrán tenido pocas oportunidades de educarse, pero Cristo ve en ellos cualidades que los capacitarán para cumplir su propósito. Si hacen la obra con todo el corazón y siguen aprendiendo, Cristo los capacitará a fin de que puedan trabajar para él.

El que conoce la profundidad de la miseria y la desesperación del mundo, conoce los medios para aliviarlas. Ve por todas partes almas en tinieblas, abrumadas por el pecado, el dolor y la pena. Pero también ve sus posibilidades; ve la altura adonde pueden llegar. Aunque los seres humanos han abusado de su misericordia, han malgastado sus talentos y han perdido la dignidad de una condición humana semejante a la de Dios, el Creador va a ser glorificado por su redención.

Cristo confía la responsabilidad de trabajar por estos necesitados que se encuentran en los lugares más toscos de la tierra, a los que pueden compadecerse del ignorante y del extraviado. Estará presente para ayudar a los de corazón sensible a la piedad, aunque sus manos sean rudas y torpes. Trabajará por medio de los que pueden ver misericordia en el dolor y ganancia en la pérdida. Cuando pasa la Luz del mundo, se descubre un privilegio en las dificultades, orden en la confusión, éxito en el aparente fracaso. Se ven en las calamidades bendiciones disfrazadas, en los dolores, misericordias. Los obreros provenientes del pueblo común, que comparten las penas de sus semejantes como su Maestro compartió las de toda la especie humana, lo verán, por medio de la fe, trabajar junto a ellos.

"Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo".* ¡Tenemos un mundo que amonestar! 271
Con una preparación como la que pueden obtener, miles y miles de jóvenes y adultos debieran estar entregándose a esta obra. Muchos corazones responden ya al llamamiento del Artífice Maestro, y su número aumentará. Preste todo educador cristiano simpatía y cooperación a tales obreros. Anime y ayude a los jóvenes que están bajo su cuidado a obtenerla preparación necesaria para unirse a las filas de los obreros.

No hay tarea en la que sea posible a los jóvenes recibir mayor beneficio. Todos los que se ocupan en el ministerio constituyen la mano ayudadora de Dios. Colaboran con los ángeles, o más bien, son los instrumentos humanos por medio de los cuales aquéllos llevan a cabo su misión. Los ángeles hablan por medio de sus voces y trabajan por medio de sus manos. Y los obreros humanos, al cooperar con los agentes celestiales, reciben el beneficio de su educación y su experiencia. Como medio educativo, ¿qué "curso universitario" puede igualar a éste?

Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir! ¡Cuán pronto vendría el fin -el sufrimiento, del dolor y del pecado! ¡Cuán pronto recibirían nuestros hijos, en vez de una posesión aquí, marchita por el pecado y el dolor, una herencia donde "los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella"; donde "no dirá el morador: Estoy enfermo"; y "nunca más se oirán en ella voz de lloro".* 273


(La Educación de E.G de White)

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