domingo, diciembre 13, 2009

SECCIÓN XI. LOS PROBLEMAS EMOCIONALES


48. La culpa
La culpa malogra las fuerzas vitales.-
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte.­ MC 185 (1905).

Cómo liberarse de la culpa.-
Este sentimiento de culpa debe ser depositado a los pies de la cruz del Calvario. La sensación de pecaminosidad ha emponzoñado las fuentes de la vida y de la verdadera felicidad. Pero ahora Jesús le dice: Deposítalo todo en mí; yo tomaré tus pecados, te daré paz. No sigas destruyendo tu respeto propio, porque yo te he comprado por el precio de mi propia sangre. Eres mío; fortaleceré tu voluntad debilitada; eliminaré el remordimiento que te causa el pecado.
Por lo tanto, vuelva su corazón, tembloroso por causa de la incertidumbre, y aférrese de la esperanza que se le extiende. Dios acepta su corazón quebrantado y contrito. Le ofrece ampliamente el perdón. Le ofrece adoptarlo en el seno de su familia, y le ofrece su gracia que lo ayudará en sus debilidades; y el amado Jesús lo conducirá paso a paso si Ud. está dispuesto a poner su mano en la suya y dejar que lo guíe.­ Carta 38, 1887. 468

Jesús perdona a pesar de la culpa.-
Satanás trata de apartar nuestra mente del poderoso Ayudador para inducirnos a pensar en la degeneración de nuestra alma. Pero aunque Jesús ve la culpa del pasado, pronuncia palabras de perdón, y no debemos deshonrarlo dudando de su amor.­TM 518 (1914).

Su amor libera de la culpa.-
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libera al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.­ MC 78 (1905).

El mayor pecador necesita al mayor Salvador.-
Si Ud. cree que es el mayor de los pecadores, lo que necesita es Cristo; el mayor de los salvadores. Levante la cabeza y contemple fuera de sí mismo, más allá de su pecado, al Salvador levantado; más allá de la venenosa mordedura de la serpiente, al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.­ Carta 98, 1893.

El dará descanso.-
El llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de nuestros hombros cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros la carga de nuestros cuidados y penas. Nos invita a echar sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.­ MC 47 (1905).

No todos los pecados son de la misma magnitud.-
No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios; hay diferencia de pecados a su juicio, como la hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque este o aquel acto malo puedan parecer frívolos a los ojos de los hombres, ningún 469 pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto; mas Dios ve todas las cosas como realmente son. El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan muchísimas veces sin condenarse. Sin embargo, éstos son pecados que ofenden especialmente a Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad y así cierra el corazón a Cristo y a las infinitas bendiciones que él vino a derramar.­ CC 28, 29 (1892).

El culpable necesita un enfoque positivo.-
Nadie mejorará nunca mediante la acusación y la recriminación. Hablarle de su culpa al alma tentada no le inspirará la determinación de mejorar. Al equivocado y desanimado señálele a Aquel que es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que acuden a él. Muéstrele lo que puede llegar a ser. Dígale que en él no hay nada que lo pueda recomendar a Dios, pero que Cristo murió para que él pudiera ser aceptado por el Amado. Transmítale esperanza, mostrándole que en Cristo hay fuerza para obrar mejor. Ponga delante de él las posibilidades que el Cielo le da. Señálele las alturas que puede alcanzar. Ayúdele a aferrarse de la misericordia del Señor, a confiar en su poder perdonador. Jesús está esperando para tomarlo de la mano, para darle poder a fin de vivir una vida noble y virtuosa.­ Ms 2, 1903.

Satanás infunde sentimiento de culpa.-
El pueblo de Dios está representado aquí [Zacarías capítulo 3] por un criminal en el juicio. Josué, como sumo sacerdote, está pidiendo una bendición para su pueblo, que está en gran aflicción. Mientras está intercediendo delante de Dios, Satanás está a su diestra como adversario suyo. Acusa a los hijos de Dios, 470 y hace aparecer su caso tan desesperado como sea posible. Presenta delante del Señor sus malas acciones y defectos. Muestra sus faltas y fracasos, esperando que aparezcan de tal carácter a los ojos de Cristo que él no les preste ayuda en su gran necesidad. Josué, como representante del pueblo de Dios. está bajo la condenación, vestido de ropas inmundas. Consciente de los pecados de su pueblo, se siente abatido por el desaliento. Satanás oprime su alma con una sensación de culpabilidad que lo hace sentirse casi sin esperanza. Sin embargo, ahí está como suplicante, frente a la oposición de Satanás.­ PVGM 131 (ed. PP); 115 (ed. ACES) (1900).

No reclamó las promesas de Dios.-
Desde entonces he pensado que muchos de los pacientes internados en los asilos de enfermos mentales, fueron llevados allí por experiencias similares a la mía. Sus conciencias estaban heridas por la sensación de pecado, y su fe temblorosa no se atrevía a reclamar las promesas del perdón de Dios. Escuchaban las descripciones del infierno enseñado por la ortodoxia, hasta que les parecía que la misma sangre se les coagulaba en las venas, y grababa a fuego una impresión en las tablas de su memoria. Despiertos o dormidos, el terrible cuadro estaba siempre delante de ellos, hasta que la realidad se perdió en la imaginación. y sólo podían ver las llamas ondulantes de un infierno fabuloso, y podían oír sólo los agudos gritos de los condenados. La razón fue destronada, y el cerebro se llenó de la salvaje fantasía de un sueño terrible. Los que enseñan la doctrina del infierno eterno harían bien en investigar más detenidamente cuál es la autoridad que refrenda una creencia tan cruel.­ 1T 25, 26 (1855).

Las crisis a menudo indican la Fuente de fortaleza.-
Dios a menudo conduce a los hombres a una crisis para mostrarles cuáles son sus debilidades, y para señalarles la Fuente de la fortaleza. Si oran y velan en oración, y luchan con valentía, sus puntos débiles se convertirán en puntos fuertes. 471 La experiencia de Jacob contiene varias lecciones valiosas para nosotros. Dios le enseñó que con su propia fuerza nunca lograría la victoria, y que tenía que luchar con Dios para alcanzar fuerza de lo alto.­ Ms 2, 1903.

Recordemos la gracia de Cristo.-
Cuando Jacob pecó, engañando a Esaú, y huyó de la casa de su padre, estaba abrumado por el sentimiento de culpa. Solo y abandonado como estaba, separado de todo lo que le hacía preciosa la vida, el único pensamiento que sobre todos los otros oprimía su alma, era el temor de que su pecado lo hubiera apartado de Dios, 
que fuese abandonado del cielo.
En medio de su tristeza, se recostó para descansar sobre la tierra desnuda. Lo rodeaban sólo las solitarias montañas, y la bóveda celeste lo cubría con su manto de estrellas. Mientras dormía, una luz extraordinaria se le apareció en su sueño; y he aquí, de la llanura donde estaba recostado, una inmensa escalera simbólica parecía conducir a lo alto, hasta las mismas puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y descendían por ella; al paso que de la gloria de las alturas se oyó la voz divina que pronunciaba un mensaje de consuelo y esperanza.
Así hizo Dios conocer a Jacob aquello que satisfacía la necesidad y el ansia de su alma: un Salvador. Con gozo y gratitud vio revelado un camino por el cual él, como pecador, podía ser restaurado a la comunión con Dios. La mística escalera de su sueño representaba a Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre.­ CC 18, 19 (1892).

La culpa es causa de muchas enfermedades.-
El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física. Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: "Tus pecados te son perdonados". La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de 472 sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Médico del alma. La paz que él sólo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo.­ DTG 235, 236 (1898).

La ignorancia no elimina la culpa.­
Si hubiesen sabido que estaban torturando a Aquel que había venido para salvar a la raza pecaminosa de la ruina eterna, el remordimiento y el horror se habrían apoderado de ellos. Pero su ignorancia no suprimió su culpabilidad, porque habían tenido el privilegio de conocer y aceptar a Jesús como su Salvador.­ DTG 694 (1898).

La gravedad de la culpa no disminuye al excusar el pecado.-
No deberíamos tratar de disminuir la gravedad de la culpa excusando el pecado. Debemos aceptar la evaluación que Dios hace del pecado, y ésta es ciertamente muy seria. Sólo el Calvario puede revelar la enormidad del pecado. Si tuviéramos que soportar nuestra propia culpa, ésta nos aplastaría. Pero quien no tuvo pecado tomó nuestro lugar; aunque no lo merecíamos, llevó nuestra iniquidad. "Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 9).­ Ms 116, 1896.

Las almas humilladas reconocen la culpa.-
Los que no han humillado sus almas delante de Dios mediante el reconocimiento de su culpa, no han cumplido todavía la primera condición de la aceptación. Si no hemos experimentado el arrepentimiento, del cual no hay que arrepentirse, y no hemos confesado nuestro pecado con verdadera humillación del alma y con un espíritu quebrantado, aborreciendo nuestra iniquidad, nunca hemos procurado verdaderamente el perdón del pecado; y si no lo hemos buscado nunca, nunca hemos encontrado tampoco la paz de Dios. La única razón por la cual posiblemente no hemos recibido la remisión de los pecados pasados, consiste en que no hemos estado dispuestos 473 a humillar nuestros orgullosos corazones y a cumplir las condiciones 
de la palabra de verdad.
Se ha dado instrucción definida respecto de este asunto. La confesión del pecado, ya sea en público o en privado, debe provenir del corazón y debe ser expresada libremente. No se la debe extraer del pecador. No se la debe hacer con ligereza y en forma descuidada, o extraída a la fuerza de gente que no tiene una clara idea del carácter aborrecible del pecado. La confesión mezclada con lágrimas y dolor, que brota de lo más profundo del alma, encuentra el camino que conduce al Dios de infinita piedad. Dice el salmista: "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu".­ 5T 636, 637 (1889).

Esencial para eliminar el pecado.-
Aquí es donde Ud. cae en condenación: Ud. continúa en pecado. Con la fuerza de Cristo deje de pecar. Se ha hecho toda provisión para que la gracia more en Ud., para que el pecado aparezca siempre tan odioso como es, es decir, como pecado. "Si alguno peca", no debe abandonarse a la desesperación ni hablar como si estuviera perdido para Cristo.­ 
Carta 41, 1893.

Dios perdona a todos los que acuden a él.-
Dios condena justicieramente a todo el que no hace de Cristo su Salvador personal, pero perdona a cada alma que acude a él con fe, y la capacita para realizar las obras de Dios y para ser una con Cristo por la fe. . . El Señor ha provisto todo lo necesario para que el hombre pueda alcanzar la salvación plena y gratuita, y sea completo en él. El propósito de Dios es que sus hijos tengan los brillantes rayos del Sol de justicia, que todos tengan la luz de la verdad. Dios ha proporcionado la salvación al mundo a un costo infinito, nada menos que la dádiva de su Hijo unigénito. El apóstol pregunta: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Rom. 8: 32). Por lo tanto, si no somos salvados, la 474 falta no será de Dios, sino nuestra por haber dejado de cooperar con los instrumentos divinos. Nuestra voluntad no ha coincidido con la voluntad de Dios.­ 1MS 440 (1892).

Esperanza para todos*
Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote despiadadamente: "Tu caso es desesperado. No tienes redención". Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para liberarnos.­ MC 192 (1905). 475

49. El Pesar
Quebrantan las fuerzas vitales.-
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. . . El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida.­ MC 185 (1905).

Impide la circulación.-
El pesar disminuye la circulación en los vasos sanguíneos y los nervios, y también retarda la acción del hígado. Obstaculiza el proceso de la digestión y la nutrición, y tiene la tendencia de secar la médula [sustancia interior] de todo el organismo.­ Carta 1, 1883.

No pueden remediar ni un solo mal.-
Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar mucho daño; pero la alegría y la esperanza, mientras iluminan la senda de los demás, "son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne" (Prov. 4: 22).­ HAd 391 (1885).

Se ha hecho provisión para cada circunstancia.-
No hemos 476 de consentir en que el futuro, con sus dificultosos problemas y sus perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano. . . de mi fortaleza ­ dice el Poderoso,­ y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" (Isa. 27: 5, VM). Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a servirlo, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el remedio. Cualquiera sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señala el camino; cualquiera sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros.­ MC 192 (1905).

Cuando se anticipan las dificultades, se duplica 
el peso de la carga.-
Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial. Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano con aflicciones. Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se hunden seguramente en la miseria. Así atraen la desdicha y arrojan sombras sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos.
Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda, y más allá de éstos, los invisibles y eternos.­ MC 191 (1905).

Cuando se proyecta una sombra.-
No es bueno reunir todos los recuerdos desagradables de la vida pasada, sus iniquidades y desengaños, hablar de estos recuerdos y llorarlos 477 hasta estar abrumados de desaliento. Un alma desalentada está llena de tinieblas, impide que a su propio corazón llegue la luz divina, y proyecta sombra en el camino de los otros.­ CC 119 (1892).

Hablemos más de las bendiciones y menos de las pruebas.-
Es grande la misericordiosa bondad con que el Señor nos trata. Nunca dejará ni olvidará a los que confían en él. Si pensáramos y habláramos menos de nuestras pruebas, y más de la misericordia y la bondad de Dios, nos sobrepondríamos a una buena parte de nuestra tristeza y perplejidad. Hermanos míos que pensáis que estáis entrando en la senda tenebrosa, y que tal como los cautivos de Babilonia debéis colgar vuestras arpas sobre los sauces, 
convirtamos la prueba en un canto de gozo.
Podéis decir: ¿Cómo puedo cantar con una perspectiva tan oscura delante de mí, con esta carga de aflicción y dolor sobre mi alma? ¿Pero nos han privado las aflicciones terrenales del Amigo todopoderoso que tenemos en Jesús? El maravilloso amor de Dios manifestado en el don de su amado Hijo, ¿no debería ser constantemente un tema de gozo? Cuando llevemos nuestras peticiones al trono de la gracia, no olvidemos de ofrecer también himnos de agradecimiento. "El que sacrifica alabanza me honrará" (Sal. 50: 23). La vida eterna de nuestro Salvador nos proporciona un motivo constante de gratitud y alabanza.­ 
2MS 307 (1881).

Dejen a un lado ese dolor incontrolable 
(consejo a una familia doliente).-
Tal como Job, Uds. creían que tenían razón para estar apesadumbrados y no querían que se los consolara. ¿Era razonable eso? Uds. saben que la muerte es un poder que no se puede resistir; no obstante, han llevado sus vidas al borde de la inutilidad como consecuencia de ese pesar que no conduce a nada. Los sentimientos de Uds. han sido poco menos que rebelión contra Dios. Vi que todos Uds. se concentraban en su dolor, y daban rienda suelta a sus sentimientos y a su excitación, hasta que sus ruidosas 478 demostraciones de pesar inducían a los ángeles a ocultar sus rostros y a apartarse de ese lugar.
Mientras daban rienda suelta a sus sentimientos, ¿se acordaron de que tienen un Padre en el cielo que dio a su Hijo unigénito para que muriera por nosotros, de manera que la muerte no fuera un sueño eterno? ¿Recordaron que el Señor de la vida y la gloria pasó por la tumba y la iluminó con su presencia? El discípulo amado dijo: "Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen". El apóstol sabía muy bien de qué estaba hablando cuando escribió estas palabras; pero cuando Uds. le dan rienda suelta a ese dolor incontrolable, ¿es consistente la conducta de Uds. con el consuelo que expresan?­ 5T 313 (1885).

Concentrarse en uno mismo es egoísmo 
(consejo a un pastor afligido).-
Ahora bien, Hno._______, es una especie de egoísmo de su parte mantener la mente concentrada en Ud. mismo. Esto no se parece en nada a lo que dijo el apóstol Pablo, que aunque era un hombre con debilidades, él mismo no era para nada el tema de sus pensamientos. Pasó por pruebas que Ud. nunca ha experimentado y nunca tendrá que soportar, y sin embargo apartó sus pensamientos de ellas; no se concentró en ellas sino que magnificó
 la gracia de Dios.
Su esposa fue objeto de enfermedad y muerte. Su pesar fue tan intenso como todas sus demás dificultades. Ud. estrechó el pesar junto a su pecho; le gustaba concentrarse en él, y permitió que su mente y sus pensamientos se ocuparan egoístamente de su pesar, y como consecuencia de ello su salud sufrió. Después falleció su hija y ciertamente ese fue un golpe terrible, pero otros han pasado por lo mismo bajo circunstancias mucho más difíciles. Ud. permitió que esta aflicción lo hiciera perder el control; se concentró en ella, habló acerca de ella, oprimió su alma con un asunto que no puede cambiar ni impedir. Es pecado encarar cualquiera de esas aflicciones como Ud. lo ha hecho. 479 Yo sé de qué estoy hablando. Si se permite que la mente se sumerja en una nube de pesar, el alimento no se digiere y como resultado de ello el organismo no se nutre bien.­ Carta 1, 1883.

El pesar hace que la sangre acuda al cerebro 
(una experiencia personal).-
Mientras me dedicaba a hablar y a escribir, recibí cartas desanimadoras de Battle Creek. Al leerlas sentí una inexpresable depresión de espíritu, que casi era agonía mental, y me pareció que por un corto lapso paralizó mis energías vitales. Durante tres noches casi no dormí. Mis pensamientos estaban perturbados y perplejos.
Oculté mis sentimientos lo mejor que pude de mi esposo y de la familia de simpatizantes con la cual estábamos. Nadie se enteró de mi pesar ni de mi aflicción mental cuando me unía con la familia en los cultos matutinos y vespertinos, y trataba de despositar mi preocupación en el gran Portador de cargas. Pero mis peticiones provenían de un corazón abrumado por la angustia, y mis oraciones estaban rotas y desarticuladas por causa de un dolor incontrolable. La sangre acudía a mi cerebro, y con frecuencia me causaba mareos y casi me caía. A menudo tenía hemorragias nasales, especialmente después de hacer un esfuerzo para escribir. Me veía obligada a dejar de escribir, pero no podía desligarme de la carga de ansiedad y responsabilidad que yacía sobre mí.­ 1T 576, 577 (1867).

Qué hacer con el pesar.-
¿Se siente hoy lleno de pesar? Fije sus ojos en el Sol de justicia. No trate de solucionar todas las dificultades; en cambio, vuelva su rostro a la luz, al trono de Dios. ¿Qué ve allí? El arco iris del pacto, la viviente promesa de Dios. Debajo está el propiciatorio, y quien se apropia de las provisiones de misericordia que han sido hechas, y se apodera de los méritos de la vida y la muerte de Cristo, tiene en el arco iris de la promesa la bendita seguridad de la aceptación del Padre 
mientras exista el trono de Dios.
Lo que usted necesita es fe. No permita que su fe vacile. 480 Libre la buena batalla de la fe y eche mano de la vida eterna Será una batalla tremenda, pero líbrela a cualquier costo, porque las promesas de Dios son sí y amen en Cristo Jesús. Ponga su mano en la de Cristo. Habrá dificultades que vencer, pero ángeles que sobresalen en fortaleza cooperarán con el pueblo de Dios. Dirija su mirada hacia Sion, ábrase paso hacia la ciudad de las solemnidades. Una gloriosa corona y una túnica tejida en el telar del cielo aguardan al vencedor. Aunque Satanás proyecte su sombra infernal sobre su senda, y trate de ocultar de su vista la mística escalera que se extiende entre la tierra y el trono de Dios, por la cual ascienden y descienden los ángeles que son espíritus ministradores para los que serán herederos de la salvación, ábrase paso hacia las alturas, ponga firmemente su pie en un peldaño tras otro, y avance en dirección del trono del Infinito.­ Ms 23, sin fecha.

Los simpatizantes no siempre son amigos.-
Si los que lo rodean pertenecen a esa clase de gente que no trata de desviar su conversación ni el curso de sus pensamientos; si simpatizan con todas sus impresiones como si fueran realidad, mientras menos trato tenga con ellos, mejor. No son amigos suyos, sino sus peores enemigos. El Señor querría que Ud. fuera alegre.
Ud. ha sepultado algunos amigos queridos; lo mismo me ha ocurrido a mí; pero no me atrevo a preguntar: ¿Por qué me has arrojado al horno? ¿Por qué he tenido que pasar por aflicciones una y otra vez? La respuesta me llega por medio de estas palabras: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después" (Juan 13: 7).
Los propósitos de Dios a menudo están velados en misterio; son incomprensibles para las mentes finitas; pero el que ve el fin desde el principio sabe más que nosotros. Lo que necesitamos es purificarnos de todo lo terrenal, perfeccionar nuestro carácter cristiano para que seamos investidos del manto de la justicia de Cristo.­ Carta 1, 1883. 481

El trabajo en favor de los demás disminuye el dolor.-
El apóstol [Pablo] se olvidó de los sufrimientos que lo aguardaban gracias a su solicitud por los que iba a dejar solos, para que hicieran frente al prejuicio, el odio y la persecución. Trató de fortalecer y animar a los pocos cristianos que lo acompañaron al lugar de su ejecución, mediante la repetición de las promesas dadas a los que son perseguidos por causa de la justicia. Les aseguró que nada les faltaría de todo lo que el Señor había dicho con respecto a sus hijos probados y fieles.
Por un poco de tiempo ellos pueden estar abrumados por muchas tentaciones; pueden estar desprovistos de comodidades terrenales; pero pueden animar sus corazones con la seguridad de la fidelidad de Dios, al decir: "Yo sé en quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". La noche de prueba y sufrimiento pronto pasará, y entonces amanecerá la mañana feliz de paz y perfección.­ RH, 4 de enero de 1912.

Los mejores consoladores.-
Los que han padecido las mayores aflicciones, con frecuencia son los que están en condiciones de proporcionar mayor consuelo a otros, porque irradian luz dondequiera que vayan. Tales personas han sido purificadas y suavizadas por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los problemas las asediaban, sino que se refugiaron más profundamente en su amor protector. Tales personas constituyen una prueba viviente del tierno cuidado de Dios, quien produce tanto las tinieblas como la luz, y castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo, y en él no hay tinieblas. ¡Oh, luz preciosa! ¡Vivamos en la luz! Decid adiós a la tristeza y la aflicción. Regocijaos siempre en el Señor; vuelvo a deciros: Regocijaos.­ 2MS 313, 314 (1877).

Un antídoto para el pesar.-
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca 482 antes? Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su Palabra.
En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y santificado.­ 2MS 312, 313 (1894).

La separación de Dios produce angustia en el alma.-
La angustia de la separación del favor de su Padre fue lo que hizo que los sufrimientos de Cristo fueran tan agudos. Cuando la agonía del alma descendió sobre él, "era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra" (Luc. 22: 44). Su terrible angustia, producida por el pensamiento de que en su hora de necesidad Dios lo había abandonado, preanuncia la angustia que va a sentir el pecador cuando se dé cuenta, demasiado tarde, de que el Espíritu de Dios se ha apartado de él.­ 
Ms 134, 1905.

Lo entenderemos cuando estemos en el paraíso.-
La tierra tiene una historia que el hombre no comprenderá hasta que camine con el Redentor en el paraíso de Dios. "Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apoc. 7: 17).­ Ms 28, 1898. 483

50. La Preocupación Y La Ansiedad
Lo que mata es la preocupación, no el trabajo.-
No es el trabajo lo que mata, sino la preocupación. La única manera de evitar la preocupación consiste en llevarle todas nuestras tribulaciones a Cristo. No contemplemos el lado oscuro de las cosas. Cultivemos la alegría de espíritu.­ Carta 208, 1903.

No nos concentremos en las dificultades.-
Algunos temen siempre y toman preocupaciones prestadas. Todos los días disfrutan de las pruebas del amor de Dios, todos los días gozan de las bondades de su providencia, pero pasan por alto estas bendiciones presentes. Sus mentes están siempre espaciándose en algo desagradable que temen pueda venir. Puede ser que realmente existan algunas dificultades que, aunque pequeñas, ciegan sus ojos a las muchas bendiciones que demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan, en vez de guiarlos a Dios, única fuente de ayuda, los alejan de él, porque les despiertan desasosiego y pesar. CC 123 (1892).

La preocupación añade peso a la carga.-
Temo mucho que estemos en peligro, por preocuparnos en fabricar yugos para 484 nuestros cuellos. No nos preocupemos; porque si lo hacemos llevaremos el yugo pesado y la gravosa carga. Hagamos todo lo que podamos sin preocuparnos, confiando en Cristo. Estudiemos sus palabras: "Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mat. 21: 22). Estas palabras son la garantía de que todo lo que un Salvador omnipotente puede concedernos, será dado a los que confían en él. Como mayordomos de la gracia del cielo, debemos pedir con fe, y entonces esperar confiadamente la salvación de Dios. No debemos adelantarnos a él, para tratar de lograr lo que deseamos mediante nuestro propio esfuerzo. Debemos pedir en su nombre, y acto seguido debemos actuar como si creyéramos en su eficiencia.­ Carta 123, 1904.

No es la voluntad de Dios.-
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de las preocupaciones.­ CC 124 (1892).

La ansiedad produce enfermedad.-
Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, debe alentarse al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanar; pues "el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia" (Sal. 33: 18, VM).­ MC 174, 175 (1905).

No se preocupe más (consejo a una amiga que estaba por morir).-
Me preocupo constantemente por su caso, y me aflige que tenga pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces de ayuda en momentos 485 de necesidad? No contriste al Espíritu Santo, sino que deje de preocuparse. Esto es lo que usted ha dicho muchas veces a otros. Permita que la consuelen las palabras de los que no están enfermos como usted lo está. Mi oración es que el Señor la ayude.­ 
2MS 290 (1904).

Al preocuparnos nos alejamos de los brazos de Jesús.-
Si educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos de esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupemos, lejos de los brazos de Jesús. El es la única fuente de toda gracia, el cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición. . . Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario. El nos dice: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14: 18). Apreciemos estas palabras, creamos en sus promesas, repitámoslas cada día, meditemos en ellas durante la noche y seamos felices.­ NEV 122 (1893).

Descansemos en el amor de Cristo.-
Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerza para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a reducir nuestros afanes y a loar a Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y reposo.­ 3JT 109 (1902).

La responsabilidad de Dios y la nuestra.-
Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar 486 peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.­ DMJ 85 (1896).

Cuidado y ansiedad pedidos en préstamo.-
Hay seguridad cuando se confía en Dios continuamente; no existirá un temor constante de males futuros. Estos cuidados y ansiedades prestados desaparecerán. Tenemos un Padre celestial que se preocupa por sus hijos, y quiere que su gracia sea suficiente en todo momento de necesidad, y así lo hace.­ 2T 72 (1868).

Dejemos el futuro en las manos de Dios.-
Aunque se suplan sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para el futuro, y viven en constante ansiedad por el temor de que los alcance la pobreza, y de que sus hijos tengan que sufrir a causa de ellos. Algunos están siempre en espera del mal, o agrandan de tal manera las dificultades reales, que sus ojos se incapacitan para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y quejas. . .
Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales.­ 
PP 299 (1890).

Una ansiedad indebida.-
Dios no condena la prudencia y 487 la previsión en el uso de las cosas de esta vida, pero la preocupación febril y la ansiedad indebida con respecto a las cosas mundanas no están de acuerdo con su voluntad.­ CMC 165 (1887).

La ansiedad debilita la energía física.-
Las pruebas y penurias sufridas por Pablo habían socavado sus fuerzas físicas.­ HAp 403 (1911).

Cristianos con corazones ansiosos.-
Muchos de los que profesan seguir a Cristo se sienten angustiados, porque temen confiarse a Dios. No se han entregado por completo a él, y retroceden ante las consecuencias que semejante entrega podría implicar. Pero a menos que se entreguen así a Dios no podrán hallar paz.­ MC 381 (1905).

Minuto a minuto.-
Hay algo acerca de lo cual quiero advertirlos. No se entristezcan ni se preocupen; no vale la pena hacerlo. No traten de hacer demasiado. Si no tratan de hacer demasiado, lograrán hacer mucho más que si intentan llevar a cabo numerosos planes. Recuerden siempre las palabras de Cristo: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mar. 14: 38). Cristo es el Salvador personal de Uds. crean que su poder salvador se ejerce en favor de Uds. minuto a minuto, hora tras hora. Está al lado de Uds. en todo momento de necesidad.­ Carta 150, 1903.

No crucemos los puentes antes de tiempo.-
Ahora queremos actuar como individuos redimidos por la sangre de Cristo; debemos regocijarnos en esa sangre y en el perdón de los pecados. Esto es lo que tenemos que hacer y quiera Dios ayudarnos a apartar nuestras mentes de las escenas lúgubres y pensar en las cosas que nos van a dar luz. Quiero mencionar ahora otro texto: "Por nada estéis afanosos" (Fil. 4: 6). ¿Qué significa esto? ¡Vaya! Que no crucemos el puente antes de haber llegado a él. No nos fabriquemos un tiempo de angustia antes de que éste llegue. Vamos a llegar a 488 él a su tiempo, hermanos. Tenemos que pensar en el día de hoy, y si hacemos bien las tareas de hoy, estaremos listos para los deberes de mañana.­ Ms 7, 1888.

Tratando de alcanzar las normas del mundo.-
Son muchos aquellos cuyo corazón se conduele bajo una carga de congojas, porque tratan de alcanzar la norma del mundo. Han elegido su servicio, aceptado sus perplejidades, adoptado sus costumbres. Así su carácter queda mancillado y su vida convertida en carga agobiadora. A fin de satisfacer la ambición y los deseos mundanales, hieren la conciencia y traen sobre si una carga adicional de remordimiento. 
La congoja continua desgasta las fuerzas vitales.
Nuestro Señor desea que pongan a un lado ese yugo de servidumbre. Los invita a aceptar su yugo, y dice: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Los invita a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y les promete que todas las cosas que 
les sean necesarias para esta vida les serán añadidas.
La congoja es ciega y no puede discernir lo futuro; pero Jesús ve el fin desde el principio. En toda dificultad, tiene un camino preparado para traer alivio.­ DTG 297 (1898).

La fe puede ser invencible.-
No os acongojéis. Mirando las apariencias, quejándoos cuando se presentan dificultades, dais pruebas de una fe débil y enfermiza. Por vuestras palabras y acciones, demostrad, al contrario, que vuestra fe es invencible. El Señor posee recursos innumerables. El mundo entero le pertenece. Mirad a Aquel que posee luz, potencia y capacidad. El bendecirá a todos aquellos que traten de comunicar luz y amor.­ 
3JT 192 (1902).

Las plantas no crecen como resultado de la preocupación 
o el esfuerzo consciente.-
En vez de afligiros con la idea de que no estáis creciendo en gracia, cumplid cada obligación que se os presente, llevad el peso de las almas en vuestro corazón, y tratad de salvar a los perdidos por todos los 489 medios imaginables. Sed bondadosos, corteses y compasivos; hablad con humildad de la bendita esperanza: hablad del amor de Jesús; dad a conocer su bondad, su misericordia y justicia; dejad de preocuparos y pensad si crecéis o no. Las plantas no crecen nutridas por algún esfuerzo consciente. . . La planta no se angustia constantemente acerca de su crecimiento. No hace más que crecer bajo la vigilancia divina.­
 MeM 106 (1898).

El remedio para la ansiedad.-
Y Dios cuida y sostiene todas las cosas que ha creado. . . No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él 
pase inadvertida.
Si creyéramos plenamente esto, toda ansiedad indebida desaparecería. Nuestras vidas no estarían tan llenas de desengaños como ahora; porque cada cosa, grande o pequeña, debe dejarse en las manos de Dios, quien no se confunde por la multiplicidad de los cuidados, ni se abruma por su peso. Gozaríamos entonces del reposo del alma al cual muchos han sido por largo tiempo extraños.­ CC 85 (1892).

La fe disipa la ansiedad.-
Todos anhelamos la felicidad, pero muchos rara vez la encuentran debido a los métodos equivocados que usan al perseguirla en vez de luchar por ella. Debemos luchar ardientemente y combinar nuestros deseos con la fe. Entonces la felicidad nos embargará casi impensadamente. . . Cuando podamos, por desagradables que sean las circunstancias, reposemos confiadamente en su amor y encerrémonos con él, descansando apaciblemente en su ternura, y la sensación de su presencia nos inspirará un gozo profundo y sereno. Este proceso nos conferirá una fe que nos capacitará para no inquietarnos, ni afligirnos, sino para apoyarnos en un poder que es infinito.­ MeM 189 (1897).

El principio básico.-
Los que aceptan el principio de dar al servicio y la honra de Dios el lugar supremo, verán desvanecerse las perplejidades y percibirán una clara senda delante de sus pies.­ DTG 297 (1898). 490

Vivir un día a la vez: un principio de máxima importancia.-
El fiel cumplimiento de los deberes de hoy es la mejor preparación para las pruebas de mañana. No amontonemos las eventualidades y los cuidados de mañana para añadirlos a la carga de hoy. "Basta al día su afán" (Mat. 6: 34).­ MC 382 (1905).

Disponemos solamente de un día a la vez, 
y en él hemos de vivir para Dios. 
Por ese solo día, mediante el servicio consagrado, hemos de confiar en la mano de Cristo todos nuestros planes y propósitos, depositando en él todas las cuitas, porque él cuida de nosotros. "Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis". "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" 
(Jer. 29: 11; Isa. 30: 15).­ DMJ 86 (1896).

No nos volvamos miserables por causa 
de las cargas de mañana. 
Llevemos valiente y alegremente las cargas de hoy. Debemos tener fe y confianza para hoy. No se nos pide que vivamos más de un día a la vez. El que da fortaleza para hoy, dará fortaleza para mañana.­ 
ST 5 de noviembre de 1902; (HP 269).

Fortaleza para cada prueba.-
Nuestro Padre celestial mide y pesa cada prueba antes de permitir que le sobrevengan al creyente. Considera las circunstancias y la fortaleza del que va a soportar la prueba de Dios, y nunca permite que las tentaciones sean mayores que su capacidad de resistencia. Si el alma se ve sobrepasada y la persona es vencida, nunca debe ponerse esto a la cuenta de Dios, como que no proporcionó la fortaleza de su gracia, sino que ello va a la cuenta del tentado, que no fue vigilante ni se dedicó a la oración, ni se apropió por la fe de las provisiones que Dios había atesorado en abundancia para él. Cristo nunca le ha fallado a un creyente en su hora de conflicto. El creyente debe reclamar la promesa y hacer frente al enemigo en el nombre del Señor, y no conocerá nada que se parezca al fracaso.­ Ms 6, 1889. 491

51. El Temor
Millones sujetos al temor.-
Millones de seres humanos están sujetos a falsas religiones, en la esclavitud del miedo abyecto, de la indiferencia estólida, trabajando duramente como bestias de carga, despojados de esperanza, gozo o aspiración aquí, y dominados tan sólo por un sombrío temor de lo futuro. Solamente el evangelio de la gracia de Dios puede elevar el alma.­ 
DTG 444 (1898).

Al desconfiar de Dios, enfrentan mil temores.-
Muchos dejan de depositar para ellos un tesoro en el cielo al hacer el bien con los medios que Dios les ha prestado. Desconfían de Dios y tienen mil temores con respecto al futuro. Tal como los hijos de Israel, tienen un corazón malo e incrédulo. El Señor le proporcionó a esa gente muchas cosas de acuerdo con sus necesidades, pero ellos se crearon problemas para el futuro. Se quejaron, y murmuraron durante sus viajes que Moisés los había llevado hasta allí para matarlos de hambre a ellos y a sus hijos. Las necesidades imaginarias les cerraron los ojos y los corazones para que no vieran la bondad y las misericordias de Dios en sus peregrinaciones, y no le agradecieron toda su generosidad. 492
Así es también el desconfiado pueblo de Dios de esta época de incredulidad y degeneración. Temen pasar necesidades ellos mismos, o que sus hijos lleguen a ser necesitados, o que sus nietos padezcan miseria. No se atreven a confiar en Dios. No tienen una fe genuina en quien les ha confiado las bendiciones y las bondades de la vida, y que les ha dado talentos a fin de que los usen para su gloria en el avance de su causa.­ 2T 656, 657 (1871).

Satanás trata de gobernar por medio del temor.-
Dios no violenta nunca la conciencia; pero Satanás recurre constantemente a la violencia para dominar a quienes no puede seducir de otro modo. Por medio del temor o de la fuerza procura regir la conciencia y hacerse tributar homenaje. Para conseguir esto, obra por medio de las autoridades religiosas y civiles y las induce a que impongan leyes humanas contrarias a la ley de Dios.­ CS 649 (1888).

Los temores se fortalecen cuando se los consulta.-
Si consultamos nuestras dudas y temores, o procuramos desentrañar cada cosa que no veamos claramente, antes de tener fe, solamente se acrecentarán y profundizarán las perplejidades. Pero si vamos a Dios sintiéndonos desamparados y necesitados, como realmente somos, y con humilde y confiada fe le presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, a quien nada se le oculta y quien gobierna todas las cosas por su voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro clamor, y hará resplandecer su luz en nuestro corazón. Por medio de la oración sincera nos ponemos en comunicación con la mente del Infinito. Quizá no tengamos en el momento ninguna prueba notable de que el rostro de nuestro Redentor se inclina hacia nosotros con compasión y amor; sin embargo es así. Podemos no sentir su toque manifiesto, mas pone su mano sobre nosotros con amor y compasiva ternura.­ CC 96, 97 (1892).

Causa de la enfermedad del cuerpo y la mente.-
Lo que 493 comunica a casi todos enfermedades del cuerpo y de la mente son los sentimientos de descontento y los anhelos insatisfechos. No tienen a Dios, ni la esperanza que llega hasta dentro del velo, que es para el alma un ancla segura y firme. Todos los que poseen esta esperanza se purifican como él es puro. Los tales estarán libres de inquietudes y descontento; no estarán buscando males continuamente ni acongojándose por dificultades prestadas. Pero vemos a muchos sufrir dificultades de antemano; la ansiedad está estampada en todas sus facciones; no parecen hallar consuelo, sino que de continuo esperan algún mal terrible.­ 1JT 178 (1867).

El temor no alivia el alma.-
Debéis tener en cuenta una clara comprensión del evangelio. La vida religiosa no es sombría ni triste, sino llena de paz y gozo, y rodeada de una dignidad como la de Cristo y de una santa solemnidad. Nuestro Salvador no nos estimula a que abriguemos dudas, temores y presentimientos perturbadores; estos sentimientos no proporcionan alivio al alma, y por lo tanto deberían ser rechazados, y de ninguna manera encomiados. Podemos disfrutar de un gozo inefable y estar llenos de gloria.­ Ev 135 (1888).

La fe aumenta en el conflicto con la duda y el temor.-
El Señor con frecuencia nos pone en situaciones difíciles para estimularnos a hacer un esfuerzo mayor. En su providencia a veces ocurren dificultades especiales para probar nuestra paciencia y nuestra fe. Dios nos da lecciones de confianza. Nos enseña dónde buscar ayuda y fortaleza en momentos de necesidad. De ese modo obtenemos un conocimiento práctico de su voluntad divina, que tanto necesitamos en la experiencia de nuestra vida. La fe aumenta en poder en el conflicto ferviente con la duda y el temor.­ 4T 116, 117 (1876).

El temor revela incredulidad.-
Así como Jesús reposaba 494 por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a él, 
pudo ayudarles.
¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús. y si clamamos a él para que nos salve, no clamaremos en vano. Aunque él con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida, y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará del peligro.­ DTG 303 (1898).

Es peligroso manifestar temor en la habitación del enfermo.-
Los que cuidan a los enfermos deben comprender la importancia de una debida atención a las leyes de la salud. En ninguna parte es la obediencia a dichas leyes tan importante como en el cuarto del enfermo. En ninguna otra circunstancia se depende tanto de la fidelidad en las cosas pequeñas como al atender a los enfermos. En casos de enfermedad grave, un pequeño descuido, una leve negligencia en el modo de considerar las necesidades o los peligros especiales del paciente, una señal de temor, de agitación o de impaciencia, y hasta una falta de simpatía, pueden decidir entre la vida y la muerte y hacer descender a la tumba a un paciente que, de haberse procedido de otro modo, hubiera podido reponerse.­ MC 167 (1905). 495

El temor contrista al Espíritu Santo.-
La fe acepta lo que Dios dice al pie de la letra, sin pedir comprender el significado de los incidentes penosos que ocurran. Pero son muchos los que tienen poca fe. Siempre están temiendo y cargándose de dificultades. Cada día están rodeados por las pruebas del amor de Dios, cada día gozan de los beneficios de su providencia; pero pasan por alto estas bendiciones. Y las dificultades que encuentran, en vez de hacerlos allegarse a Dios, los separan de él, porque crean agitación y rebelión. . . Jesús es su amigo. Todo el cielo está interesado en su bienestar, y su temor y murmuraciones agravian al Espíritu Santo. No es porque veamos o sintamos que Dios nos oye por lo que debemos creer. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, debemos creer que toda petición penetra hasta el corazón de Cristo. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la recibiremos, y agradecerle que la tenemos. Luego hemos de atender a nuestros deberes, confiando en que la bendición será enviada cuando más la necesitemos. Cuando aprendamos a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones reciben contestación. Dios obrará por nosotros "mucho más abundantemente de lo que pedimos," "conforme a las riquezas de su gloria," y "por la operación de la potencia de su fortaleza".­ OE 275, 276 (1915).

La liberación de la culpa produce liberación del temor.-
Tanto Aarón como el pueblo se apartaron de Moisés, "y tuvieron miedo de llegarse a él". Viendo su terror y confusión, pero ignorando la causa, los instó a que se acercaran. Les traía la promesa de la reconciliación con Dios, y la seguridad de haber sido restituidos a su favor. En su voz no percibieron otra cosa que amor y súplica, y por fin uno de ellos se aventuró a acercarse a él. Demasiado temeroso para hablar, señaló en silencio el semblante de Moisés y luego hacia el cielo. El gran jefe comprendió. Conscientes de su culpa, sintiéndose todavía objeto del desagrado divino, no podían soportar la luz celestial, que, si hubieran obedecido 496 a Dios, los habría llenado de gozo. En la culpabilidad hay temor. En cambio, el alma libre de pecado no quiere apartarse de la luz del cielo.­ PP 340, 341 (1890).

Qué hacer cuando tenemos miedo.-
Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que, para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la promesa: "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende" (Sal. 34: 7). Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la montaña y había entre él y el ejército de enemigos armados un círculo poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro 
con sus cerrojos y barrotes.
Lea acerca de la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo, el prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los soldados y marineros náufragos, abatidos por el cansancio, la falta de sueño y el hambre, estas grandes palabras de valor y esperanza: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros. . . Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Con fe en esta promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "Pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese barco un hombre por medio del cual Dios podía obrar, todo el contingente de soldados y marineros paganos se salvó. "Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra" (Hech. 27: 22-24).­Ed 255, 256 (1903).

Los tratos de Dios son claros.-
Pero al mismo tiempo no quiere que nos engañemos. El no nos dice: "No temas; no hay peligro en tu camino". El sabe que hay pruebas y peligros, 497 y nos lo ha manifestado abiertamente. El no ofrece quitar a su pueblo de en medio de este mundo de pecado y maldad, sino que le presenta un refugio que nunca falla. Su oración por los discípulos fue: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal". "En el mundo ­dice­ tendréis tribulación; pero tened buen ánimo; yo he vencido al mundo" (Juan 17: 15; 16: 33).­ CC 124 (1892).

Apartemos la vista del yo.-
Aparte su vista de Ud. mismo y mire a Jesús. Ud. puede reconocer que es pecador, y al mismo tiempo es su privilegio reconocer a Cristo como su Salvador. No vino a llamar justos sino pecadores al arrepentimiento. Satanás le presentará a la mente humana dificultades y sugerencias para debilitar la fe y destruir el valor. Tiene muchísimas tentaciones que pueden acudir en tropel a la mente, una detrás de otra; pero si Ud. estudia detenidamente sus emociones y da lugar a sus sentimientos, estará atendiendo al mal huésped de la duda, y al hacerlo se enredará en perplejidades y desesperación. Puede preguntarse: ¿Qué hay que hacer frente a estas terribles sugerencias? Expúlselas de su mente mediante la contemplación de las incomparables profundidades del amor del Salvador. No exalte sus sentimientos, no discuta con ellos, ni los adore, ya sean buenos o malos, tristes o animadores.­ Carta 41, 1893.

Venzamos el temor mediante la confianza en Cristo.-
Jesús nos invita a acudir a él, y entonces levantará la carga de nuestros cansados hombros y pondrá sobre nosotros su yugo, que es fácil, y su carga, que es liviana. La senda por la cual nos sugiere caminar nunca nos habría costado un sufrimiento si siempre hubiéramos andado por ella. Cuando nos apartamos de la senda del deber, nos volvemos difíciles y agresivos. Los sacrificios que debemos hacer al seguir a Cristo son sólo otros tantos pasos para regresar a la senda de la luz, la paz y la felicidad. Las dudas y los temores provienen del hecho de admitirlos; mientras más los admitimos, 498 más difíciles de vencer se volverán. Hay seguridad en rechazar todo sostén terrenal y tomar la mano del que levantó y salvó al discípulo que se hundía en el tormentoso mar.­ 
4T 558 (1881).

Cristo, el portador de cargas.-
Presenta a Dios tus necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No puedes agobiarlo ni cansarlo. . . Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no pueda soportarla; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al mas pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo puede alegrar, ninguna oración sincera escapar de los labios, sin que el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que tome en ello un interés inmediato. . . las relaciones entre Dios y cada alma son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma sobre la tierra a quien brindar su cuidado, otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.­ CC 100 (1892). 499

52. La Depresión *
Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental.-
Una mente contenta y un espíritu alegre son salud para el cuerpo y fortaleza para el alma. No hay causa de enfermedad tan fructífera como la depresión, la lobreguez y el pesar.­ 1T 702 (1868).
Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental.­ 
MC 185 (1905).

Cuando se elimina la depresión, se acelera la recuperación.-
Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, se debe alentar a los enfermos a que confíen en Dios y tengan ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanarse; pues "el ojo de Jehová está . . . sobre los que esperan en su misericordia" (Sal 33:18, VM).­ MC 174, 175 (1905).

Depresión: consecuencia de una férrea dignidad.-
Algunos 500 asumen una reserva fría, glacial, una férrea dignidad que repele a todos los que caen bajo su influencia. Esta actitud es contagiosa; crea una atmósfera que agosta los buenos impulsos y las buenas resoluciones; ahoga la corriente natural de la simpatía humana, la cordialidad y el amor; y bajo su influencia la gente se reprime, y sus atributos sociales y generosos desaparecen por falta de ejercicio.
No sólo la salud espiritual resulta afectada; la salud física también sufre como consecuencia de esta depresión que no es natural. La lobreguez y la frialdad de esta atmósfera antisocial se refleja en el rostro. Los rostros de los que son generosos y simpáticos resplandecen con el brillo de la verdadera bondad, mientras que los que no albergan pensamientos bondadosos y motivos generosos, expresan en sus rostros los sentimientos que se encuentran en sus corazones.­ 4T 64 (1876).

Depresión mental: producto de habitaciones poco ventiladas.-
Las consecuencias de vivir en habitaciones cerradas y mal ventiladas son éstas: el organismo se debilita y pierde la salud, la circulación de la sangre se hace más lenta en el cuerpo porque no está purificada ni vitalizada por el limpio y vigorizante aire del cielo. La mente se deprime y se ensombrece, mientras todo el organismo se enerva, y es posible que se produzcan fiebre y otras enfermedades agudas.­ 1T 702, 703 (1868).

La falta de oxígeno causa depresión y lobreguez.-
Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar profundamente. La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. . .
Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La 501 sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían ser eliminados por la respiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el hígado y el cerebro quedan afectados. La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad.­MC 207 (1905).

La buena respiración suaviza los nervios.-
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador.­ MC 206, 207 ( 1905).

El poder que se pide prestado resulta en depresión.-
Debido a la intemperancia que comienza en el hogar, los órganos digestivos primero se debilitan, y pronto el alimento común no satisface el apetito. Se crean condiciones malsanas y hay un anhelo de alimento más estimulante. El té y el café producen un efecto inmediato. El sistema nervioso se excita bajo la influencia de estos venenos y en algunos casos, por un momento, el intelecto parece vigorizarse y la 502 imaginación hacerse más vívida. Debido a que estos estimulantes producen resultados tan agradables, muchos llegan a la conclusión de que los necesitan realmente, pero hay siempre una reacción.
El sistema nervioso ha tomado prestada energía de sus recursos futuros para usarla en el momento y todo ese vigor pasajero es seguido por una depresión consiguiente. La rapidez del alivio obtenido por el té y el café es una evidencia de que lo que parece ser energía es tan sólo excitación nerviosa y, por lo tanto, debe ser un daño para el organismo.­ 
CN 379, 380 (1890).

La fría austeridad en el matrimonio es causa de depresión 
(consejo a un esposo).-
Cuando Ud. se casó, su esposa lo amaba. Era sumamente sensible, pero con paciencia de su parte y fortaleza por parte de ella, su salud no sería lo que es hoy. Pero su fría austeridad hizo de Ud. un témpano de hielo que congeló el canal del amor y el afecto. Su tendencia a censurar y a descubrir errores ha sido como un granizo desolador que cae sobre una planta sensible. Ha congelado y casi ha destruido la vida de la planta. Su amor al mundo está 
consumiendo los buenos rasgos de su carácter.
Su esposa tiene otra actitud y es más generosa. Pero cuando ella ha manifestado sus tendencias generosas, aun en cosas de poca importancia, Ud. ha experimentado un menoscabo de sus sentimientos y la ha censurado. Ud. alienta una actitud cerrada y resentida. Le hace sentir a su esposa que es una carga, y que no tiene derecho de ser generosa a sus expensas. Todas estas cosas son de una naturaleza tan desalentadora, que ella se siente sin esperanzas y desamparada, y no tiene fuerza para hacerles frente, sino que se repliega ante la fuerza del golpe. Su enfermedad es depresión nerviosa. Si su vida matrimonial fuera agradable, tendría un alto grado de salud. Pero durante toda su vida de casado el demonio ha sido huésped en el seno de su familia, y se ha gozado a expensas de su miseria.­ 1T 696 (1868). 503

La depresión es a veces resultado de excesos sexuales.-
Muchas familias viven sumamente infelices porque el esposo y padre permite que su naturaleza animal predomine sobre su naturaleza intelectual y moral. El resultado es una sensación de languidez y depresión, cuya causa rara vez se adivina que es la consecuencia de su propia conducta equivocada. Estamos bajo la solemne obligación ante Dios de conservar puro el espíritu y el cuerpo sano, para ser de beneficio a la humanidad, y a fin de ofrecerle al Señor un servicio perfecto.
El apóstol pronuncia estas palabras de advertencia: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias" (Rom. 6: 12). Sigue exhortándonos al decir que "todo aquel que lucha, de todo se abstiene [es temperante en todas las cosas]" (1 Cor. 9: 25). Anima a todos los que se llaman cristianos a presentar sus cuerpos "en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Rom. 12: 1). Dice: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9: 27).­
 2T 381(1870).

El éxito puede ser seguido por una depresión temporaria.-
Una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Carmelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre del Pisga; ahora se hallaba en el valle. Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel, y Satanás prevalecía aparentemente en las maquinaciones de esa mujer impía, perdió su confianza en Dios. Había sido exaltado en forma desmedida, y la reacción fue tremenda.­ PR 118, 119 (1917).

Cómo controlar una mente deprimida.-
La madre puede y debe hacer mucho para dominar sus nervios y ánimo cuando 504 está deprimida. Aun cuando está enferma. Puede, si se educa a sí misma, manifestar una disposición agradable y alegre, y soportar más ruido de lo que una vez creyera posible. No debiera hacer sentir a los niños su propia flaqueza y nublar sus mentes jóvenes y sensibles por su propia depresión de espíritu, haciéndoles sentir que la casa es una tumba y que la pieza de mamá es el lugar más lúgubre del mundo. La mente y los nervios se entonan y fortalecen por el ejercicio de la voluntad. En muchos casos, la fuerza de voluntad resultará ser un potente calmante de los nervios.­ 1JT 136 (1863).

Dos extremos manifestados en la conducta.-
Los que no entienden que es un deber religioso disciplinar la mente para que se espacie en temas alegres, por lo general se sitúan en uno de estos dos extremos: o están eufóricos como consecuencia de una continua ronda de entretenimientos excitantes, de entregarse a conversaciones frívolas, con risas y bromas; o están deprimidos, con grandes pruebas y conflictos mentales, que creen que pocos han experimentado o están en condiciones de comprender Estas personas pueden profesar el cristianismo, pero se están engañando a sí mismas.­ ST, 23 de octubre de 1884; (CH 628, 629).

Influencia de los impresos para alegrar o desanimar.-
Mi esposo ha trabajado incansablemente para llevar la obra de publicaciones a su actual estado de prosperidad. Vi que contaba con más simpatía y amor de parte de sus hermanos de lo que él creía. Buscan con ansias algo en el periódico que sea fruto de su pluma. Si hay algo alegre en sus escritos, si se expresa en forma animadora, sus corazones se alivian, y algunos hasta lloran de felicidad. Pero si éstos expresan lobreguez y pesar, los rostros de sus hermanos y hermanas se entristecen a medida que leen, y la actitud manifestada en sus escritos se refleja en ellos.­3T 96, 97 (1872). 505

Un hombre desanimado es una carga para sí mismo
 (consejo a un estudiante de medicina).-
Se me presentó el hecho de que en su clase de estudiantes médico misioneros hay algunos cuyo primer trabajo debe consistir en comprenderse a sí mismos, calcular el costo, y saber, al comenzar a construir, si van a ser capaces de terminar o no. No permitamos que Dios sea deshonrado por el hecho de que un hombre se quebrante mientras está recibiendo educación; porque un hombre quebrantado y desanimado es una carga para sí mismo.
Mientras se abruma con sus estudios, no puede creer que Dios lo apoyará en cualquier trabajo que tenga planes de hacer. Se somete a situaciones que ponen en peligro su salud y su vida, y viola las leyes de la naturaleza. Eso está en contra de la luz que Dios ha dado. No se puede abusar de la naturaleza. No perdonará el daño que se le cause a esa máquina maravillosa y delicada [cuerpo].­ Carta 116, 1898; (MM 79).

Desesperanza escondida bajo una fachada de bravuconería.-
El niño a quien se censura frecuentemente por alguna falta especial, llega a considerarla como peculiaridad suya, algo contra lo cual es en vano luchar. Así se da origen al desaliento y la desesperación que a menudo están ocultos bajo una aparente indiferencia o fanfarronería.­ 
Ed 291 (1903).

Cómo vencer los pensamientos negativos 
(consejo a una familia).-
Uds. pueden ser una familia feliz si cumplen con lo que Dios les ha pedido que hagan y les ha encomendado como un deber. Pero el Señor no hará por Uds. lo que les ha pedido que hagan. Lo que sucede con el hermano C es una pena. Se ha sentido infeliz por tanto tiempo, que la vida se le ha convertido en una carga. No es necesario que esto sea así. Su imaginación está enferma, y ha mantenido por tanto tiempo los ojos fijos en un cuadro oscuro, que cuando enfrenta la adversidad o la desilusión se imagina que todo va rumbo a la ruina, que llegará a la miseria, que 506 todo está en contra de él, que nadie tiene que pasar por momentos tan duros como él; y así destroza su vida. Mientras piensa de ese modo, más miserable se siente, 
y más miserables hace a todos los que lo rodean.
No tiene razón para sentirse así; todo esto es obra de Satanás. No debe permitir que el enemigo controle su mente de esa manera. Debería apartar su vista del cuadro oscuro y lóbrego, y fijarla en el amante Salvador, la gloria del cielo, y en la rica herencia preparada para todos los que son humildes y obedientes, y que poseen corazones agradecidos y una fe que reposa en las promesas de Dios. Esto le costará un esfuerzo, una lucha; pero hay que hacerlo. Su felicidad presente, y su felicidad futura y eterna, dependen de que fije su mente en temas alegres, que aparte su vista del cuadro oscuro, que es imaginario, y la dirija a los beneficios que Dios ha derramado sobre su senda, y más allá de todo ello, a lo invisible y eterno.­ 1T 703, 704 (1868).

Frutos de los presentimientos lúgubres 
(consejo a un esposo depresivo).-
Su vida es actualmente miserable, llena de malos presagios. Cuadros lúgubres revolotean por encima de Ud.; lo envuelve una oscura incredulidad. Al ponerse de parte de la incredulidad, Ud. se ha vuelto cada vez más tenebroso; goza espaciándose en temas desagradables. Si otros tratan de hablar con esperanza, Ud. destruye en ellos todo sentimiento de esa clase al hablar con más fervor y severidad. Sus pruebas y aflicciones lo llevan a mantener delante de su esposa el devastador pensamiento de que Ud. la considera una carga por causa de su enfermedad. Si Ud. ama las tinieblas y la desesperación, hable de ellas, espáciese en ellas, y desmenuce su alma al invocar en su imaginación todo lo que puede instarlo a quejarse de su familia y de Dios, y convierta su corazón en algo parecido a un campo devastado por el fuego, con su vegetación destruida, y que ha quedado seco, ennegrecido y resquebrajado.­ 1T 699 (1868). 507

Cómo vencer la inestabilidad emocional 
(consejo a una persona de carácter lúgubre).-
Ud. pertenece a una familia de mentes no muy bien equilibradas, lúgubres, deprimidas, afectadas por lo que las rodea y susceptibles a las influencias externas. A menos que Ud. cultive una actitud mental alegre, feliz y agradecida, Satanás con el tiempo la llevará cautiva para que haga su voluntad. Ud. puede ser de ayuda y fortaleza para la iglesia donde vive, si obedece las instrucciones del Señor y no se deja influir por los sentimientos, sino que se somete al control de los principios. Nunca permita que la censura escape de sus labios, porque es como un granizo devastador para los que la rodean. Permita que sólo palabras alegres, felices y amantes salgan de sus labios.­ 1T 704 (1868).

No es necesario ser esclavos de la depresión.-
Recuerde que en su vida la religión no debe ser solamente una influencia entre otras. Debe ser la influencia dominante. Sea estrictamente temperante. Resista toda tentación. No le haga concesiones al astuto enemigo. No escuche las sugerencias que pone en boca de hombres y mujeres. Tiene una victoria que ganar. Tiene que lograr nobleza de carácter; pero no la conseguirá mientras esté deprimido y desanimado por el fracaso. Rompa las ataduras con que Satanás lo ha amarrado. No es necesario que sea su esclavo. "Vosotros sois mis amigos ­dijo Jesús­, si hacéis lo que yo os mando".­ Carta 228, 1903; (MM 43).

Remedio sugerido a un pastor que sufría de depresión.-
Debería trabajar con cuidado y tener momentos de descanso. Al hacerlo conservará su vigor físico y mental, y trabajará con mucha más eficiencia. Hno. F, Ud. es un hombre nervioso y se mueve mucho por impulso. La depresión mental ejerce muchísima influencia sobre su trabajo. A veces siente necesidad de libertad y cree que esto ocurre porque otros están en tinieblas, o equivocados, o que está sucediendo algo que no puede explicar, y Ud. se dirige a alguna parte, 508 o ataca a alguien con posibilidad de hacer mucho daño. Si se tranquilizara cuando se encuentra en esa condición de inquietud y nerviosismo, y descansara, y esperara con calma en Dios, y se preguntara si a lo mejor el problema está en Ud. mismo, evitaría herir su propia alma y hacerle daño a la preciosa obra del Señor.­ 1T 622 (1867).

No pensemos en cosas desagradables.-
Cuando vemos la iniquidad que nos rodea nos sentimos contentos de que él sea nuestro Salvador, y de que nosotros seamos sus hijos. Entonces, ¿tenemos que contemplar la iniquidad que nos rodea y espaciarnos en el lado oscuro de las cosas? No podemos mejorar esta situación; por lo tanto, hablemos de algo más elevado, 
mejor y más noble. . .
Podemos ir a un sótano y quedarnos allí para observar sus rincones más oscuros, y podemos hablar acerca de la oscuridad y decir: "Oh, qué oscuro está aquí", y seguir hablando acerca de ello. Pero, ¿lograremos con eso que haya más luz? ¡Claro que no! ¿Qué haremos? Salir de allí; salir de la oscuridad para ir a la habitación del piso superior donde la luz del rostro de Dios brilla con todo su esplendor.
Nuestros cuerpos están compuestos por el alimento que asimilamos. Lo mismo ocurre con nuestras mentes. Si tenemos una mente que se espacia en las cosas desagradables de la vida, no tendremos esperanza; pero nosotros queremos concentrarnos en las escenas alegres del cielo. Dijo Pablo: "Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Cor. 4: 17).­ 
Ms 7, 1888.

Cristo simpatiza con los angustiados 
(ánimo para una cristiana que sufría de depresión).-
Mi querida y anciana Hna. ­­­­­: Siento mucho que esté enferma y que sufra. Pero aférrese del que ha amado y servido por tantos años. Dio su vida por el mundo y ama a todos los que confían en él. Simpatiza con los que sufren depresión y enfermedad. Siente cada estertor de angustia que asalta a sus amados. Descanse 509 en sus brazos y sepa que es su Salvador, su mejor amigo, y que nunca la dejará ni abandonará. Ud. ha dependido de él por muchos años, 
y su alma puede descansar en esperanza.
Ud. saldrá junto con otros fieles que creyeron en él, para alabarlo con voz de triunfo. Todo lo que se espera que Ud. haga es que descanse en su amor. No se preocupe. Jesús la ama, y ahora que está débil y sufre, él la lleva en sus brazas, tal como un padre amante lleva a su niñito. Confíe en Aquel en quien ha creído. ¿Acaso no la ha amado y cuidado durante toda su vida? Descanse en las preciosas promesas que se le han dado.­ Carta 299, 1904.

No dé lugar a la depresión.-
Durante la noche, en sueños, yo estaba conversando con Ud. Le decía: Me alegro mucho de que está tan bien ubicada, y que pueda estar cerca del sanatorio. No dé lugar a la depresión; en cambio, permita que la consoladora influencia del Espíritu Santo reciba la bienvenida en su corazón, para darle consuelo y paz. . .
Mi hermana: si Ud. quiere obtener preciosas victorias, contemple la luz que emana del Sol de justicia. Hable con Dios de esperanza, de fe y gratitud. Esté siempre alegre y con esperanza en Cristo. Adiéstrese para alabarlo. Esto es un gran remedio para las enfermedades del cuerpo y del alma.­ Carta 322, 1906.

Una atmósfera de depresión.-
Cuando los ministros, por medio de los cuales Dios trabaja, vienen a la asociación con los nervios destrozados y con una creciente depresión, les digo que los envuelve una atmósfera semejante a una espesa capa de niebla que cubre un cielo sereno. Necesitamos tener fe. Que los labios digan: "Engrandece mi alma al Señor; 
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador".
Debemos manifestar la sensación de un Salvador que está presente, una firme confianza de que Jesús está junto al timón, y que él obrará para que el noble barco llegue al puerto. Debemos saber que es imposible que nos salvemos a 510 nosotros mismos o a cualquier alma. No tenemos poder para ofrecer salvación a los que perecen. Jesús, nuestro Redentor, es el Salvador. Somos sólo sus instrumentos y dependemos en todo momento de Dios. Debemos magnificar su poder delante de su pueblo elegido, y del mundo, por la gran salvación que nos ha concedido por medio de su sacrificio expiatorio y su sangre.­ Carta 19a, 1892.

No me deprimiré.-
A veces estoy muy perpleja y no sé qué hacer, pero no voy a deprimirme. Estoy decidida a llenar mi vida de tanta luz del sol como me sea posible conseguir.­ Carta 127, 1903.
Muchas cosas me entristecen, pero trato de no pronunciar palabras desanimadoras, porque alguien que las escuche podría estar triste también, y no quisiera hacer nada que aumentara su tristeza.­ 
Carta 208, 1903.

Por fe atravesé las tinieblas.-
Si yo tuviera que prestar atención a las negras nubes: los problemas y las perplejidades que surgen en mi trabajo, no tendría tiempo para más. Pero yo sé que hay luz y gloria más allá de las nubes. Por fe atravieso las tinieblas para llegar a la gloria. A veces he tenido que pasar por dificultades financieras. Pero el dinero, no me preocupa. Dios cuida de mis asuntos. Hago lo que puedo, y cuando el Señor considera que es bueno para mí que tenga algo de dinero, me lo manda.­ Ms 102, 1901.

La fe: una necesidad.-
Cuando visité el sanatorio Paradise Valley hace unos tres años [1905], hablé casi todas las mañanas a las cinco a los obreros, y un poco más tarde a los pacientes. Había entre ellos un hombre que siempre parecía estar deprimido. Me enteré de que creía en la teoría de las doctrinas bíblicas, pero no podía tener la fe necesaria 
para apropiarse de las promesas de Dios.
Cada mañana hablé a los pacientes acerca de la fe, y los insté a creer las palabras de Dios. Pero este pobre hombre parecía incapaz de reconocer que tenía fe. Le hablé a solas. 511
Le presenté la verdad de todas las maneras posibles, y después le pregunté si no podía creer que Cristo era su Salvador personal y que estaba dispuesto a ayudarlo. Nuestro Salvador les ha dicho a todos los que están trabajados y cansados: "Tomad mi yugo sobre vosotros". No cargue con un yugo de su propia fabricación. "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11:28, 29).
Por fin llegó el momento cuando tenía que irme. Le dije: "Ahora bien, mi amigo, ¿puede decirme que ha aprendido a confiar en ese Salvador que ha hecho tanto para resolver la situación de cada alma? ¿Puede y quiere confiar en él? ¿Puede decirme, antes que me vaya, que ha recibido fe para creer en Dios?"
Miró hacia lo alto y dijo: "Sí, creo. Tengo fe".
"Gracias, Señor", repliqué. Sentí que aunque había habido otros que habían estado presentes y escuchado mis charlas en el salón, en este caso había sido ampliamente recompensada por mis esfuerzos.­ 
Ms 41, 1908.

Entregándose en manos de Satanás .-
No acudan a otros con sus pruebas y tentaciones; sólo Dios puede ayudarlos. Si ustedes cumplen las condiciones de las promesas de Dios, éstas se van a cumplir en ustedes. 
Si sus mentes están fijas en Dios, no descenderán en un estado de éxtasis al valle del desánimo cuando les sobrevengan pruebas y tentaciones. No hablarán con los demás ni de dudas ni de tinieblas. No dirán: "Yo no sé nada ni de esto ni de aquello. No me siento feliz. No estoy seguro de que tengamos la verdad". No dirán eso, porque tienen un ancla para el alma, que es a la vez segura y firme.
Cuando hablamos de desánimo y de pesar, Satanás escucha con un regocijo infernal; porque le agrada saber que los ha sometido a esclavitud. Satanás no puede leer nuestros pensamientos, pero puede ver nuestras acciones y oír nuestras palabras; y gracias a su amplio conocimiento de 512 la familia humana puede adecuar sus tentaciones para sacar provecho de los puntos débiles de nuestro carácter. Y cuán a menudo le revelamos el secreto de cómo puede lograr la victoria sobre nosotros. ¡Oh, si pudiéramos controlar nuestras palabras y acciones! Cuán fuertes llegaríamos a ser si nuestras palabras fueran de tal naturaleza que no tuviéramos que avergonzarnos al enfrentar su registro en el día del juicio. Qué diferentes parecerán en el día de Dios de lo que parecían cuando las pronunciamos.­ RH, 27 de febrero de 1913.

Jesús comprende los sentimientos de desesperación.-
La fe y la esperanza temblaron en medio de la agonía mortal de Cristo, porque Dios ya no le aseguró su aprobación y aceptación, como hasta entonces. El Redentor del mundo había confiado en las evidencias que lo habían fortalecido hasta allí, de que su Padre aceptaba sus labores y se complacía en su obra. En su agonía mortal, mientras entregaba su preciosa vida, tuvo que confiar por la fe solamente en Aquel a quien había obedecido con gozo. No lo alentaron claros y brillantes rayos de esperanza que iluminaban a diestra y siniestra. Todo lo envolvía una lobreguez opresiva. En medio de las espantosas tinieblas que la naturaleza formó por simpatía, el Redentor apuró la misteriosa copa hasta las heces. Mientras se le denegaba hasta la brillante esperanza y confianza en el triunfo que obtendría en lo futuro, exclamó con fuerte voz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Luc. 23: 46). Conocía el carácter de su Padre, su justicia, misericordia y gran amor, y sometiéndose a él se entregó en sus manos. En medio de las convulsiones de la naturaleza, los asombrados espectadores oyeron las palabras del moribundo del Calvario.­ 1JT 227 (1869).

Dios no ha cambiado.-
No debe despreciarse el sentimiento de seguridad; debiéramos alabar a Dios por ello; pero cuando vuestros sentimientos están deprimidos, no penséis que Dios ha cambiado. Alabadlo tanto como antes, porque vuestra 513 confianza está en su Palabra y no en los sentimientos. Habéis hecho el pacto de andar por fe y no de ser dominados por los sentimientos. Los sentimientos varían con las circunstancias.­ 
NEV 126 (1890).

No nos refiramos a las dudas.-
Por los méritos de Cristo, por su justicia que nos es imputada por la fe, debemos alcanzar la perfección del carácter cristiano. Se presenta nuestra obra diaria y de cada hora en las palabras del apóstol: "Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús" (Heb. 12: 2). Mientras hagamos esto. nuestro intelecto se esclarecerá, nuestra fe se fortalecerá y se confirmará nuestra esperanza; nos embargará de tal manera la visión de su pureza y hermosura, y el sacrificio que ha hecho para ponernos de acuerdo con Dios, que no tendremos disposición para hablar de dudas y desalientos.­ 2JT 341 (1889).

El verdadero cristiano y la depresión.-
El verdadero cristiano no permite que ninguna consideración terrena se interponga entre su alma y Dios. 
El mandamiento del Señor ejerce una influencia llena de autoridad sobre sus afectos y sus actos. Si todos los que buscan el reino de Dios y su justicia estuvieran dispuestos a hacer las obras de Cristo, cuánto más fácil sería el camino al cielo. Las bendiciones del Señor fluirían sobre el alma, y las alabanzas al Altísimo estarían continuamente en sus labios. Entonces serviría a Dios sobre la base de principios. Podría ser que sus sentimientos no siempre fueran gozosos; a veces las nubes podrían oscurecer el horizonte de su experiencia; pero la esperanza del cristiano no reposa sobre el arenoso fundamento de los sentimientos. 
Los que obran basándose en principios contemplarán la gloria de Dios más allá de las sombras, y descansarán en la segura palabra de la promesa. No dejarán de honrar a Dios, por oscura que parezca la senda. La adversidad y la prueba sólo le darán la oportunidad de manifestar su sinceridad, a la vez que su fe y su amor. 514
Cuando la depresión se apodera del alma, eso no es evidencia de que Dios haya cambiado. El es "el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Es posible estar seguro del favor de Dios cuando se es capaz de sentir los rayos del Sol de justicia; pero si las nubes envuelven su alma, no debemos creer que hemos sido abandonados. La fe debe atravesar las tinieblas. El ojo debe estar fijo en Dios, y todo nuestro ser se llenará de luz. Hay que tener siempre ante la mente las riquezas de la gracia de Cristo. Atesoremos las lecciones que proporciona su amor. Que nuestra fe sea como la de Job, para que podamos decir: "Aunque él me matare, en él esperaré". Aferrémonos de las promesas del Padre celestial, y recordemos la forma como nos trata; porque "todas las cosas les ayudan a bien. . . a los que conforme a su propósito son llamados".­ 
RH, 24 de enero de 1888. 515

53. Controversia: Positiva y Negativa
Si somos uno con Dios, habrá unidad.-
Dios es la personificación de la benevolencia, la misericordia y el amor. Los que están verdaderamente relacionados con él, no pueden estar en conflicto unos con otros. Si su Espíritu domina el corazón, producirá armonía, amor y unidad. Lo opuesto a esto se ve en los hijos de Satanás. Su obra consiste en suscitar envidia, contienda y celos. En el nombre de mi Maestro les pregunto a los seguidores de Cristo: 
¿Qué frutos dan ustedes?­ 5T 28 (1882).

Siembra y cosecha de disensiones.-
El que esparce semillas de disensión y discordia cosecha en su propia alma los frutos mortíferos. El mismo hecho de buscar algo malo en otros desarrolla el mal en los que lo buscan.­ MC 392, 393 (1905).

Satanás se deleita en las contiendas.-
Satanás está tratando constantemente de sembrar desconfianza, enajenamiento y malicia entre el pueblo de Dios. Con frecuencia estaremos tentados a sentir que nuestros derechos han sido invadidos, sin que haya verdadera causa para tener esos sentimientos... 516 Las contensiones, disensiones y pleitos entre hermanos deshonran la causa de la verdad. Los que siguen tal conducta exponen a la iglesia al ridículo de sus enemigos, y hacen triunfar las potestades de las tinieblas. Están abriendo de nuevo las heridas de Cristo y exponiéndolo al oprobio.­ 
2JT 83, 84 (1882).

La controversia conduce a la lucha.-
La obra especial y engañosa de Satanás ha tenido por propósito provocar controversia, para que hubiera luchas acerca de palabras que no aprovechan. Bien sabe él que esto ocupará la mente y el tiempo. Despierta un espíritu combativo y mata el espíritu de convicción en la mente de muchas personas, conduciéndolas a diversidad de opiniones, acusaciones y prejuicios que cierran la puerta de la verdad.­ 
Ev 117 (1888).

Las contiendas entre los hermanos 
demoran la segunda venida.-
Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. . . La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años.­ Ev 505 (1883).

No tenemos tiempo para contiendas y luchas.-
Hay hombres y mujeres que pretenden servir al Señor y que se conforman con ocupar su tiempo y su atención en asuntos de poca importancia. Están satisfechos cuando se encuentran distanciados unos de otros. Si estuvieran consagrados a la obra del Maestro, no estarían luchando y combatiendo como una familia de niños mal educados. Cada mano estaría dedicada al servicio. Cada cual estaría en su puesto del deber, trabajando con el corazón y el alma como misioneros de la cruz de Cristo. . . Los obreros deberían llevar a su servicio las oraciones y la simpatía de una iglesia reavivada. Recibirían sus órdenes de Cristo, y no tendrían tiempo para contiendas y luchas.­
 RH, 10 de septiembre de 1903. 517

No permitamos que se produzcan controversias 
por causas triviales. 
El espíritu del amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo unirán corazón con corazón, si cada cual abre las ventanas de su corazón en la dirección del cielo, y las cierra a las cosas de la tierra.­ Carta 183, 1899.

Dejemos a un lado las controversias.-
El poder de la gracia de Dios hará más en favor del alma que lo que podría hacer el conflicto de una vida entera. Cuántas cosas podrían ajustarse con el poder de la verdad, y cuántos viejos conflictos podrían pacificarse si se practicaran mejores modales. El grandioso principio: "Paz en la tierra para los hombres de buena voluntad", sería practicado mejor si los que creen en Cristo fueran colaboradores de Dios. Entonces no se magnificarían las pequeñeces, acerca de las cuales tanto hablan algunos, que no se basan en la autoridad de la Palabra de Dios, como si fueran cosas importantes.­ Carta 183, 1899.

La controversia induce a la defensa propia.-
En el trato que concedió a Tomás, Jesús dio una lección para sus seguidores. Su ejemplo demuestra cómo debemos tratar a aquellos cuya fe es débil y que dan realce a sus dudas. Jesús no abrumó a Tomás con reproches ni entró en controversia con él. Se reveló al que dudaba. Tomás había sido irrazonable al dictar las condiciones de su fe, pero Jesús, por su amor y consideración generosa, quebrantó todas las barreras. La incredulidad queda rara vez vencida por la controversia. Se pone más bien en guardia y halla nuevo apoyo y excusa. Pero revélese a Jesús en su amor y misericordia como el Salvador crucificado, y de muchos labios antes indiferentes se oirá el reconocimiento de Tomás: "¡Señor mío, y Dios mío!".­ DTG 748 (1898).

No pronunciemos palabras de controversia ante un enfermo.-
A la cabecera del enfermo, evítese toda palabra acerca de dogmas o controversias. Diríjase la atención del enfermo 518 hacia Aquel que quiere salvar a todos los que a él acuden con fe. Con fervor y ternura, procúrese ayudar al alma pendiente entre la vida y la muerte.­ 
MC 83 (1905).

La controversia no es provechosa.-
No debemos entrar en controversia con quienes sustentan teorías falsas. La controversia es inútil. Cristo nunca entró en discusiones. El arma empleada por el Redentor del mundo fue: "Escrito está". Adhirámonos a la Palabra. Dejemos que el Señor Jesús y sus mensajeros den testimonio. Sabemos que su testimonio es verdadero.­ NB 101 (1915).

La controversia muy pocas veces suaviza las cosas.-
Los muchos sermones argumentativos predicados, raramente suavizan y subyugan el alma.­ Ev 130 (1892).

El enfoque positivo es más poderoso.-
No tengáis un espíritu de controversia. Los discursos denunciatorios hacen muy poco bien. El método más seguro para destruir las falsas doctrinas consiste en predicar la verdad. Mantened una actitud positiva. Dejad que las preciosas verdades del Evangelio maten la fuerza del mal. Manifestad un espíritu tierno y misericordioso hacia los que yerran. Acercaos a los corazones.­ Ev 224 (1902).

No obstante, hay una controversia que despierta las mentes.-
En todos los tiempos los mensajeros elegidos por Dios fueron víctimas de insultos y persecuciones; no obstante, el conocimiento de Dios se difundió por medio de sus aflicciones. Cada discípulo de Cristo debe ocupar un lugar en las filas para adelantar la misma obra, sabiendo que todo cuanto hagan los enemigos redundará en favor de la verdad. El propósito de Dios es que la verdad se ponga al frente para que llegue a ser tema de examen y discusión, a pesar del desprecio que se le haga. Tiene que agitarse el espíritu del pueblo; todo conflicto, todo vituperio, todo esfuerzo por limitar la libertad de conciencia son instrumentos de Dios 519 para despertar las mentes que de otra manera dormirían.­ 
DMJ 31, 32 (1896).

Las disensiones de los padres influyen sobre los hijos.-
Los padres crean en extenso grado la atmósfera que reina en el círculo del hogar, y donde hay desacuerdo entre el padre y la madre, los niños participan del mismo espíritu. Impregnad la atmósfera de vuestro hogar con la fragancia de un espíritu tierno y servicial. Si os habéis convertido en extraños y no habéis sido cristianos de acuerdo con la Biblia, convertíos, porque el carácter que adquiráis durante el tiempo de gracia será el carácter que tendréis cuando venga Cristo.­ HAd 12 (1891).

Las contiendas crean problemas.-
Como familia, podemos ser felices o desgraciados. Eso depende de nosotros. Nuestra propia conducta determinará el futuro. Ambos cónyuges necesitan suavizar las aristas de sus caracteres, y pronunciar sólo palabras de las que no tengan que avergonzarse en el día de Dios. . . Pueden llegar a discutir acerca de cosas que no valen la pena, y como resultado de ello obtendrán problemas. La senda de los rectos es de paz. Es tan llana que el hombre humilde, temeroso de Dios, puede caminar por ella sin tropezar y sin desviarse. Es estrecha; pero hombres de diferentes temperamentos pueden caminar lado a lado por ella, si sólo siguen al Capitán de su salvación.­ 4T 502, 503 (1880).

Los castigos y los enojos producen rebelión.-
Las palabras ásperas y enojadas no son de origen celestial. Renegar y regañar nunca ayudan. Por el contrario despiertan los peores sentimientos en el corazón humano. Cuando vuestros niños proceden mal y están llenos de rebeldía y os sentís tentados a hablar y actuar ásperamente, esperad antes de corregirlos. Dadles una oportunidad de pensar y serenad vuestro ánimo.
Al tratar bondadosa y tiernamente a vuestros niños, recibiréis 520 la bendición del Señor. ¿Pensáis que en el día del juicio de Dios habrá alguien que se lamente de haber sido paciente y bondadoso con sus niños?­ CN 230 (1903).

La proximidad de Cristo produce unidad.-
Lo que causa división y discordia en las familias y en la iglesia es la separación de Cristo. Acercarse a Cristo es acercarse unos a otros. El secreto de la verdadera unidad en la iglesia y en la familia no estriba en la diplomacia ni en la administración, ni en un esfuerzo sobrehumano para vencer las dificultades ­aunque habrá que hacer mucho de esto­
 sino en la unión con Cristo.
Representémonos un círculo grande desde el cual parten muchas rayas hacia el centro. Cuanto más se acercan estas rayas al centro, tanto más cerca están una de la otra.
Así sucede en la vida cristiana. Cuanto más nos acerquemos a Cristo tanto más cerca estaremos uno del otro. Dios queda glorificado cuando su pueblo se une en una acción armónica.­ HAd 158 (1904).

La armonía entre los padres es esencial.-
Debe haber completa confianza entre los esposos. Ambos deben hacer frente a sus responsabilidades. Juntos deben trabajar por el mayor bien de sus hijos. Jamás deben, en presencia de éstos, criticar uno los planes del otro ni poner en tela de juicio el criterio del otro. Procure cuidadosamente la esposa no dificultarle al marido la obra que hace por los hijos. Sostenga el marido, por su parte, las manos de su esposa, dándole prudente consejo y amoroso aliento.­ MC 305 (1905).

Sin diferencias.-
Si ambos padres están en desacuerdo, y uno de ellos procura contrarrestar la influencia del otro, la familia se desmoralizará, y ni el padre ni la madre serán objeto del respeto y la confianza que son esenciales para una familia bien gobernada. . . Los niños disciernen prestamente 521 cualquier cosa que inspire desprecio por los reglamentos de una casa, especialmente los que restriñen sus acciones.­ HAd 281 (1894).

Conducción positiva del hogar.-
No tenéis derecho a ensombrecer la felicidad de vuestros hijos mediante la crítica o una severa censura por faltas insignificantes. Los verdaderos errores debieran ser presentados tan pecaminosos como realmente son, y debiera seguirse una conducta firme y decidida para evitar que reaparezcan. Sin embargo, no debe dejarse a los hijos en un estado falto de esperanza, sino con cierto grado de ánimo para que puedan mejorar y ganar vuestra confianza y aprobación. Los hijos quizá deseen hacer lo correcto, quizá se propongan en su corazón ser obedientes, pero necesitan ayuda y ánimo.­ CN 261 (1884).

Paz en la iglesia.-
Haya paz en el hogar, y habrá paz en la iglesia. Esta preciosa experiencia llevada a la iglesia será el medio para crear un bondadoso afecto mutuo. Cesarán las rencillas. La verdadera cortesía cristiana se verá entre los miembros de iglesia. El mundo tomará nota de que ellos han estado con Jesús y han aprendido de él. ¡Qué impresión haría la iglesia en el mundo si todos los miembros vivieran vidas cristianas!­ 
CN 521 (1903).

La muerte disipa las diferencias.-
Cuando la muerte cierra los ojos de una persona, y sus manos quedan cruzadas sobre el pecho inmóvil, ¡cuán pronto cambian las divergencias! Ya no hay amarguras ni resentimientos; los desprecios y yerros se olvidan y perdonan. ¡Cuántas palabras de cariño se dicen acerca de los muertos y cuántas cosas buenas de su vida se recuerdan! Se expresan alabanzas y encomios; pero caen en oídos que no oyen, sobre corazones que no sienten. Si esas palabras hubiesen sido dichas cuando el espíritu cansado las necesitaba, cuando el oído podía oírlas y el corazón sentirlas. . . ¡Cuántos, mientras están de pie, embargados por la reverencia frente al silencio de la muerte, 522 recuerdan con vergüenza y con pesar las palabras y los actos que infundieron tristeza al corazón que ahora está paralizado para siempre!
¡Infundamos ahora en nuestra vida toda la riqueza, el amor y la bondad que podamos infundirle! Seamos serviciales, agradecidos, pacientes y tolerantes en nuestro trato unos con otros. Mientras viven aún nuestros hermanos, expresémosles en nuestro trato diario los sentimientos que suelen expresarse al lado de los moribundos y los muertos.­ 
2JT 192 (1889).

En el cielo no hay contiendas.-
Que nadie crea, aunque esté teóricamente firme en la verdad presente, que no comete errores. Pero si se cometen errores, que haya disposición para corregirlos. Y evitemos todo lo que pueda producir disensión y contienda; porque tenemos un cielo por delante, y entre sus habitantes no hay contienda.­ RH, 8 de agosto de 1907; (CH 244).

Se necesita más amor y menos crítica.-
Siempre habrá diferencias de opinión, porque cada mente está constituida de diferente manera. Hay que tener cuidado con las tendencias heredadas y cultivadas, no sea que produzcan contiendas acerca de cosas de menor importancia. Los obreros de Cristo deben unirse en tierna simpatía y amor. Que nadie crea que es una virtud mantener sus propios conceptos, y suponer que es el único a quien el Señor le ha dado discernimiento e intuición. La caridad cristiana cubre multitud de cosas que alguien podría considerar que son defectos en los demás. Se necesita mucho amor, y mucho menos crítica. Cuando el Espíritu Santo esté obrando evidentemente en los corazones de los ministros y sus ayudantes, manifestarán la ternura y el amor de Cristo.­ Carta 183, 1899.

No hay que atacar a las personas.-
Algunos de nuestros hermanos han dicho y han escrito muchas cosas que han sido interpretadas como que expresan antagonismo hacia 523 el gobierno y la ley. Es un error exponernos así a malentendidos. No es prudente tratar de descubrir continuamente fallas en lo que hacen los dirigentes del gobierno. No es nuestra tarea atacar a individuos o instituciones. Debemos tener mucho cuidado, no sea que se interprete que nos estamos oponiendo a las autoridades civiles. Es verdad que nuestra lucha es agresiva, pero nuestras armas están en un sencillo "Así dice Jehová". Nuestra obra consiste en preparar a un pueblo para que pueda estar en pie en el gran día de Dios. No debemos permitir que se nos desvíe a un terreno que promueva conflictos o despierte antagonismos entre los que no son de nuestra fe.­ 6T 394 (1900).

Cómo hacer frente a la incredulidad 
y a las enseñanzas cismáticas.-
Se me mostró que malos ángeles, bajo la forma de creyentes, obrarán en nuestras filas para introducir un fuerte espíritu de incredulidad. Que ni siquiera esto los desanime; en cambio, ofrezcan un corazón leal para ayudarle al Señor contra los poderes de los instrumentos satánicos. Esos poderes malignos aparecerán en nuestras reuniones, no para recibir una bendición, sino para contrarrestar las influencias del Espíritu de Dios. No tomen en cuenta las declaraciones que hagan; en cambio, repitan las ricas promesas de Dios, que son sí y amén en Cristo Jesús. Nunca debemos aceptar las palabras que puedan pronunciar los labios humanos para confirmar a los malos ángeles en su obra, sino que debemos repetir las palabras de Cristo.­ Carta 46, 1909. 524

54. El Exceso de Estudio
Cuidemos el poder del cerebro.-
Creo, creo que el Señor escucha mis oraciones, y en seguida salgo a trabajar para que esas oraciones tengan respuesta, pues estoy segura de que han sido registradas por el Señor. Tengamos buen ánimo. No abusemos de la fortaleza que el Señor nos ha dado. Tenemos que cuidar el poder de nuestro cerebro. Si abusamos de él, no tendremos un depósito de donde extraer algo en momentos de emergencia.­ 
Carta 150, 1903.

Necesitamos sabiduría para elegir el alimento de la mente.-
La adquisición de un gran número de libros de estudio interpone demasiado a menudo entre Dios y el hombre un montón de conocimientos que debilitan la mente y la hacen incapaz de asimilar lo que ya recibió. La mente se torna dispéptica y llega a desecharlo todo. 
El hombre necesita mucha sabiduría para aprender a elegir entre tantos autores y la Palabra de vida, para poder comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios.­ 3JT 189 (1902).

Acorta la vida.-
A los que desean hacerse eficientes obreros en la causa de Dios, quiero decirles: Si imponéis una 525 cantidad indebida de trabajo al cerebro, pensando que perderéis terreno a menos que estudiéis todo el tiempo, debéis cambiar inmediatamente vuestras opiniones y vuestra conducta. A menos que se tenga cuidado al respecto, muchos pasarán prematuramente a la tumba.­ CM 282 (ed. PP); 227 (ed. ACES) (1913).

La concentración excesiva desgasta los órganos vitales.-
El poder de concentrar la mente sobre un tema con exclusión de todos los demás, es bueno hasta cierto punto; pero el ejercicio constante de esta facultad cansa los órganos encargados de esa obra; les impone un recargo excesivo y como resultado no se alcanza a realizar la mayor cantidad de bien. Un juego de órganos tiene que sufrir el desgaste principal mientras que los otros permanecen dormidos. La mente no puede ejercitarse así en forma sana, y por consiguiente la vida se acorta.­ 1JT 292 (1872).

La mente demasiado exigida abre la puerta a la tentación.-
Los estudiantes que se dedican totalmente al trabajo intelectual en el aula, perjudican toda la maquinaria viviente como consecuencia de vivir encerrados. El cerebro se cansa, y Satanás les presenta una lista completa de tentaciones para inducirlos a entregarse a complacencias prohibidas a fin de dejar salir, a manera de cambio, un poco de vapor. Al ceder a esas tentaciones, hacen cosas malas que los perjudican y dañan a los demás. Pueden hacerlo sólo por diversión. El cerebro está activo y quisieran hacer algunas bromas. Pero luego, alguien debe deshacer el daño que causaron cuando cayeron en la tentación.­ Carta 103, 1897.

La mente exigida produce una imaginación enfermiza.-
Se me han presentado los métodos apropiados: Que los estudiantes que se dedican al trabajo mental ejerciten también sus facultades físicas y morales; que usen la maquinaria Viviente en forma equilibrada. Obligar al cerebro a trabajar 526 constantemente es un error. Me gustaría poder expresar en palabras todo lo que concierne a este asunto. El trabajo incesante del cerebro produce una imaginación enfermiza. Lleva a la disipación. Un curso de estudios de cinco años, seguido de esta manera, no vale más que un año de estudios llevados a cabo equilibradamente.­ Carta 76, 1897.

El exceso de estudio conduce a la depravación.-
Eviten excitar el cerebro. El exceso de estudio estimula el cerebro y aumenta el flujo de sangre hacia él. El resultado seguro de esto es la depravación. No se puede excitar indebidamente el cerebro sin producir pensamientos y acciones impuros. Se afecta todo el sistema nervioso, y esto conduce a la impureza. Las facultades físicas y mentales degeneran, y así se contamina el templo del Espíritu Santo. Las malas costumbres se comunican, y las consecuencias son incalculables. Estoy bajo la obligación de hablar claramente acerca de este asunto.­ 
Carta 145, 1897.

El corazón y la cabeza deben tener descanso 
(consejo a un pastor demasiado ocupado).-
Mantenga el canal limpio y sin obstrucciones, para que pueda fluir el Espíritu Santo. No importa qué ocurra, mantenga su mente fija en Dios, y no se deje confundir por nada.
Mientras hablaba con Ud. de noche, en sueños, vi que su mente estaba cansada, y le dije: Deposite toda su solicitud en el Señor, porque él cuida de Ud. Encomiende sus preocupaciones y perplejidades al Portador de cargas. La paz de Cristo en el corazón vale más para nosotros que cualquier otra cosa...
Le pido que sea cuidadoso. Le ruego que deponga la carga; que se desembarace de las numerosas preocupaciones y perplejidades que le impiden darle descanso a su corazón y a su cabeza. Recuerde que es necesario prestar atención a los asuntos de interés eterno.­ 
Carta 19, 1904.

El exceso de trabajo mental produce enfermedad.-
Los que 527 han quedado quebrantados por el trabajo mental deberían desechar todo pensamiento fatigoso; pero no se les debe inducir a creer que todo empleo de las facultades intelectuales sea peligroso. Muchos se inclinan a considerar su estado peor de lo que es. Esta idea dificulta el restablecimiento y no debería favorecerse.
Hay pastores, maestros, estudiantes y otros que hacen trabajo mental, que enferman a consecuencia del intenso esfuerzo intelectual, sin ejercicio físico compensatorio. Estas personas necesitan una vida más activa. Los hábitos estrictamente templados, combinados con ejercicio adecuado, darían vigor mental y físico a todos los intelectuales y los harían más resistentes.­ MC 182 (1905).

Hay que conservar la armonía entre las facultades mentales
 y las físicas.-
Perdemos o ganamos fortaleza física de acuerdo con la forma como tratamos el cuerpo. Cuando la mayor parte del tiempo se dedica al trabajo mental, la imaginación pierde su frescura y su poder, mientras los órganos físicos pierden su tono saludable. El cerebro está morbosamente excitado al tener que trabajar constantemente, mientras el sistema muscular se debilita por falta de ejercicio. Hay una manifiesta pérdida de fuerza y una creciente debilidad, que con el tiempo ejerce su influencia sobre el cerebro. Tanto como sea posible, debería conservarse la armonía entre las facultades mentales y las físicas. Esto es necesario para conservar con buena salud todo el organismo.­ Carta 53, 1898. 528

55. El Dolor
No es Dios quien causa el dolor.-
Demostrad que no es Dios quien causa el dolor y el sufrimiento, sino que el hombre, por su propia ignorancia y pecado, atrajo esta condición sobre si mismo.­ 2JT 518 (1900).

El pecado produce dolor.-
La continua transgresión del hombre durante seis mil años ha producido enfermedad, dolor y muerte. Y a medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer el apetito será más poderosa y más difícil de vencer.­ 1JT 423 (1875).

La naturaleza protesta mediante el dolor y el sufrimiento.-
Muchas personas viven violando las leyes de la salud, e ignoran la relación que existe entre sus hábitos de comida, bebida y trabajo, y la salud. No comprenden cuál es su verdadera condición hasta que la naturaleza protesta contra los abusos a que se la somete, provocando dolores en el organismo. Si tan sólo en ese momento los pacientes comenzaran a obrar bien y se utilizasen los recursos sencillos que han descuidado: el uso de agua y el régimen de alimentación debido, la naturaleza tendría justamente la ayuda que 529 necesita y que debería haber tenido mucho tiempo antes. Si se adoptan estas medidas, por lo general el paciente se restablecerá sin debilitarse.­ 2MS 516 (1865).

La intemperancia produce sufrimiento.-
Muchos están tan dedicados a la intemperancia que no cambiarán su proceder de complacer la glotonería bajo ninguna consideración. Antes sacrificarían la salud, y morirían prematuramente, que restringir su apetito intemperante. Y hay muchos que son ignorantes de la relación que su comer y beber tienen con la salud. Si los tales fueran iluminados, podrían tener valor moral para renunciar a su apetito, y comer en forma más espaciada, y sólo los alimentos que son saludables; así, mediante su propia conducta, se ahorrarían una gran cantidad de sufrimientos.­ CRA 187 (1864).

Los procesos restauradores producen dolor.-
A menudo el dolor es la consecuencia del esfuerzo de la naturaleza para dar vida y vigor a las partes que han quedado parcialmente muertas como consecuencia de la inacción.­ 3T 78 (1872).

Sufrimiento excesivo a causa de la actitud mental 
(un mensaje personal).-
Si Ud. no hubiera satisfecho su gusto por la lectura ni se hubiera complacido a sí misma, y hubiera dedicado tiempo a hacer con prudencia más ejercicio físico e ingerido con cuidado alimentos adecuados y saludables, se habría evitado mucho sufrimiento. Parte de ese sufrimiento ha sido imaginario. Si Ud. hubiera controlado su mente para resistir la disposición a ceder ante las enfermedades, no habría tenido espasmos nerviosos. Debería apartar su mente de sí misma para concentrarla en los deberes domésticos, para mantener su casa en orden, con prolijidad y buen gusto.­ 2T 434 (1870).

Quienes sufren tienden a volverse impacientes.-
Las personas aquejadas por la enfermedad pueden hacer por ellas mismas lo que otros no pueden hacer. Deberían comenzar 530 por aliviar la naturaleza de la carga que le han impuesto. Deberían suprimir la causa. Deberían ayunar durante un corto tiempo y dar al estómago la oportunidad de descansar. Deberían reducir el estado febril del organismo mediante la cuidadosa y bien realizada aplicación de agua. Estos esfuerzos ayudarán a la naturaleza en su lucha por liberar al organismo de impurezas.
Pero generalmente las personas que sufren de dolor se tornan impacientes. No están dispuestas a ser abnegadas y a sufrir un poco a causa del hambre. Tampoco están dispuestas a esperar el lento proceso que lleva a cabo la naturaleza para reconstituir las recargadas energías del organismo. Pero están decididas a obtener alivio de inmediato, de modo que ingieren drogas poderosas prescriptas por los médicos.­ 
2MS 515, 516 (1865).

Sufrimientos acerca de los cuales no tenemos control.-
Hay quienes tiene mente pura y son concienzudos pero sufren por diferentes causas que están fuera de su control.­ CN 418 (1864).

No están ocultos de Jesucristo.-
¡Qué pensamiento maravilloso es saber que Jesús está perfectamente enterado de los dolores y las aflicciones que soportamos! El padeció todas nuestras tribulaciones. Algunos de nuestros amigos no saben nada cerca de las miserias humanas o de los padecimientos físicos. Nunca están enfermos, y por lo tanto no pueden comprender los sentimientos de los que padecen. Pero Jesús se compadece de nosotros a causa de nuestra enfermedad.­ 2MS 272 (1892).

Dios está vitalmente interesado en los sufrimientos del hombre.-
No será tenido por inocente quien descuide el alivio del sufrimiento ese día [sábado]. El santo día de reposo de Dios fue hecho para el hombre, y las obras de misericordia están en perfecta armonía con su propósito. Dios no 531 desea que sus criaturas sufran una hora de dolor que pueda ser aliviada en sábado o cualquier otro día.­ DTG 177 (1898).

Confianza en medio del dolor.-
Su mente a menudo puede estar oscurecida por causa del dolor. En ese caso, no trate de pensar; limítese a descansar y a poner de manifiesto que le ha encomendado su alma a Dios puesto que es un fiel Creador. Es privilegio suyo manifestar en medio de su debilidad y sufrimiento que no duda del amor de Dios hacia Ud., que sabe que el que prometió es fiel, y que ha confiado su cuerpo y su alma en sus manos, y que él es capaz de guardar lo que se le ha confiado.
Que su mente repose en la bondad de Dios, en el gran amor con que nos ha amado, evidente en la obra de la redención. Si no nos amara ni nos considerara de valor, no habría hecho ese gran sacrificio. Es amplio en misericordia y gracia. Que su corazón y su mente descansen como un niño fatigado en los brazos de su madre. Sus brazos eternos lo sostienen. Jesús participa de todas sus aflicciones...
Ocúltese en él, y el maligno no podrá acosarlo ni confundir su fe. Jesús le ha concedido su paz.
"Fuerte es la fortaleza que Dios provee por medio de su Hijo eterno"...
La palabra de su gracia es maná para el alma creyente. Las preciosas promesas de la palabra son vida, dulzura y paz.­ Carta 16, 1896.

El sufrimiento no excusa las acciones anticristianas.-
Anoche dormí muy poco. Traté de contemplar a Jesús, de ponerme en las manos del gran Médico. El ha dicho: "Bástate mi gracia". La gracia de Cristo induce a los hombres a pronunciar palabras rectas en toda circunstancia. El sufrimiento corporal no es excusa para las acciones anticristianas.­ Ms 19, 1892.

Ubiquémonos por encima del dolor.-
Muchas veces los enfermos pueden resistir la enfermedad, negándose sencillamente 532 a rendirse al dolor o a permanecer inactivos. Sobrepónganse a sus dolencias y emprendan alguna ocupación provechosa adecuada a la fuerza. Mediante esta ocupación y el libre uso de aire y sol, muchos enfermos demacrados podrían recuperar salud y fuerza.­ MC 190 (1905).

El uso de remedios no es una negación de la fe.-
Si asumen la actitud de que al orar por la curación del enfermo no deben usarse los remedios sencillos provistos por Dios para aliviar el dolor y ayudar a la naturaleza en su obra, como si esto fuera una negación de la fe, están tomando una posición equivocada. 
Esto no es una negación de la fe; está en estricta armonía 
con los planes de Dios.
Cuando Ezequías estaba enfermo, el profeta de Dios le trajo el mensaje de que iba a morir. Clamó al Señor, y él escuchó a su siervo y obró un milagro en su favor al darle la noticia de que se le añadirían quince años a su vida. Una palabra del Señor, un toque del dedo divino habrían curado a Ezequías al instante, pero se dieron instrucciones especiales para que hiciera masa de higos y se la pusiera en la parte afectada, y Ezequías se levanto para seguir viviendo. En todo debemos movernos de acuerdo con la providencia de Dios.­ 
HPMMW 54, 1892; (CH 381, 382).

El dolor es producto del pecado.-
A causa del pecado del hombre, "la creación entera gime juntamente con nosotros, y a una está en dolores de parto hasta ahora" (Rom. 8: 22, VM). Así cayeron los sufrimientos y la muerte no solamente sobre la raza humana, sino también sobre los animales. Le incumbe pues al hombre tratar de aligerar, en vez de aumentar, el peso del padecimiento que su transgresión ha impuesto a los seres creados por Dios. El que abusa de los animales porque los tiene en su poder, es un cobarde y un tirano.
La tendencia a causar dolor, ya sea a nuestros semejantes o a los animales, es satánica. Muchos creen que nunca será conocida su crueldad, porque las pobres bestias no la 533 pueden revelar. Pero si los ojos de esos hombres pudiesen abrirse como se abrieron los de Balaam, verían a un ángel de Dios de pie como testigo, para testificar contra ellos en las cortes celestiales. Elevan al cielo un registro, y vendrá el día cuando el juicio se pronunciará contra los que abusan de los seres creados por Dios.­ PP 473 (1890).

No provoquemos un dolor más intenso.-
¡Ah no les digáis una sola palabra que ahonde su dolor! Al que se siente apesadumbrado por una vida de pecado, pero que no sabe dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo. Tomadle de la mano, levantadle, decidle palabras de aliento y de esperanza. Ayudadle a asirse de la mano del Salvador.­ MC 125 (1905).

La angustia de Cristo fue mayor que el dolor físico.-
El dolor corporal fue tan sólo una pequeña parte de la agonía que sufrió el amado Hijo de Dios. Los pecados del mundo pesaban sobre él, así como la sensación de la ira de su Padre, mientras sufría la penalidad de la ley transgredida. Fue esto lo que abrumó su alma divina. Fue el hecho de que el Padre ocultara su rostro, el sentimiento de que su propio Padre lo había abandonado, lo que le infundió desesperación.
El inocente Varón que sufría en el Calvario comprendió y sintió plena y hondamente la separación que el pecado produce entre Dios y el hombre. Fue oprimido por las
, que era superior en fuerza al Hijo de Dios, que el Padre había negado a su Hijo y que ya no gozaba del favor de Dios más que él mismo. Si gozaba aún del favor divino, ¿por qué necesitaba morir? Dios podía salvarlo de la muerte.­ 1JT 231 (1869).534

56. La Ira
La ira abre el corazón a Satanás.-
Pero los que por cualquier supuesta provocación se sienten libres para ceder a la ira o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás.
 La amargura y animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el cielo.­ DTG 277 (1898).

Siervos del pecado.-
"¿No sabéis que a quien os prestáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis?" (Rom. 6: 16). Si cedemos a la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo, o algún otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. "Ningún siervo puede servir a dos señores" (Luc. 16: 13). Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo. El cristiano sentirá las incitaciones del pecado, porque la carne codicia contra el Espíritu; pero el Espíritu batalla contra la carne, manteniéndose en una lucha constante. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana llega a unirse a la fortaleza divina, y la fe exclama: "Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo" (1 Cor. 15: 57).­ 
EC 121, 122 (1881). 535

Ira nacida de la sensibilidad moral.-
Es cierto que hay una indignación justificable, aun en los seguidores de Cristo. Cuando vemos que Dios es deshonrado y su servicio puesto en oprobio, cuando vemos al inocente oprimido, una justa indignación conmueve el alma. Un enojo tal, nacido de una moral sensible, no es pecado.­ DTG 277 (1898).

La ira de Moisés.-
El haber roto las tablas de piedra era sólo una representación del hecho de que Israel había quebrantado el pacto que tan recientemente había hecho con Dios. El texto bíblico "Airaos, pero no pequéis", se refiere a la justa indignación contra el pecado, que surge del celo por la gloria de Dios, y no al enojo promovido por la ambición del amor propio herido. 
Tal fue el enojo de Moisés.­ TM 101 (1890).

La santa ira de Cristo.-
La indignación de Cristo iba dirigida contra la hipocresía, los groseros pecados por los cuales los hombres destruían su alma, engañaban a la gente y deshonraban a Dios. En el raciocinio especioso y seductor de los sacerdotes y gobernantes, él discernió la obra de los agentes satánicos. Aguda y escudriñadora había sido su denuncia del pecado; pero no habló palabras de represalia. Sentía una santa ira contra el príncipe de las tinieblas; pero no manifestó irritación. Así también el cristiano que vive en armonía con Dios, y posee los suaves atributos del amor y la misericordia, sentirá una justa indignación contra el pecado; pero la pasión no lo incitará a vilipendiar a los que lo vilipendien. Aun al hacer frente a aquellos que, movidos por un poder infernal, sostienen la mentira, conservará en Cristo la serenidad y el dominio propio.­
 DTG 572 (1898).

Hay quienes alimentan la ira.-
Muchos miran las cosas desde un lado oscuro; magnifican supuestos agravios, alimentan su ira, y se llenan de sentimientos de venganza y odio, cuando en verdad no hay una causa real para esos 536 sentimientos. . . Resistan esos sentimientos, y experimentarán un gran cambio en su relación con sus semejantes.­ YI, 10 de noviembre de 1886.

La impaciencia produce una cosecha funesta.-
¡Cuánto daño producen en el círculo familiar las palabras impacientes, pues una expresión de impaciencia de parte de uno de los miembros induce a otro a contestar de la misma manera y con el mismo espíritu! Luego vienen las palabras de represalia, y las de justificación propia, con las que se fragua un yugo pesado y amargo para vuestra cerviz; porque todas esas palabras acerbas volverán a vuestra alma en funesta cosecha.­ HAd 398, 399 (1913).
Palabras duras hieren el corazón mediante el oído, despiertan las peores pasiones del alma y tientan a hombres y mujeres a violar los Mandamientos de Dios. . . Las palabras son como semillas implantadas.­ HAd 399 (1893).
Entre los miembros de muchas familias se sigue el hábito de hablar con descuido, o para atormentar a otros, y la costumbre de decir palabras duras se fortalece a medida que se cede a ella. Así se dicen muchas cosas objetables que concuerdan con el espíritu de Satanás y no con el de Dios. . . Las quemantes palabras de ira no debieran ser pronunciadas, porque delante de Dios y de los santos ángeles son como una especie de blasfemia.­ HAd 399 (1894).

Los tres primeros años de la vida del niño.-
Permítase que el egoísmo, la ira y la terquedad sigan su curso durante los primeros tres años de la vida de un niño, y será difícil ayudarlo a someterse a una disciplina saludable. Su disposición ha llegado a ser descontenta, su deleite es hacer su propia voluntad y el control paterno le resulta desagradable. Estas malas tendencias crecen con el desarrollo del niño, hasta que en la virilidad el egoísmo supremo y una falta de autocontrol lo colocan a merced de los males que corren a rienda suelta en nuestro mundo.­ Te 157 (1877). 537

No disciplinemos cuando estemos enojados.-
Dios considera con ternura a los niños. Quiere que ganen victorias cada día. Tratemos que los niños sean vencedores. No permitamos que las ofensas dirigidas hacia ellos provengan de los miembros de su propia familia. No permitamos que nuestras acciones y palabras sean de tal naturaleza que provoquen a ira a nuestros hijos. Deben ser fielmente disciplinados y corregidos cuando hacen algo malo, pero no lo hagamos nunca cuando estemos enojados.­ Ms 47, 1908.

Un padre cede a la ira delante de su hijo, y después se pregunta por qué es tan difícil controlarlo. Pero, ¿qué podría esperar? Los niños son traídos para imitar, y no hacen sino poner en práctica las lecciones que les enseñaron sus padres mediante sus explosiones de ira...

Usted puede haberse visto obligado a castigar con la vara a su hijo. 
Esto a veces es esencial. Pero nunca lo castigue cuando está enojado. Corregirlo de esa manera equivale a cometer dos errores al tratar de reparar uno. Postergue el castigo hasta que haya hablado con usted mismo y con Dios. Pregúntese: ¿He sometido mi voluntad a la de Dios? ¿Estoy donde él me puede controlar? Pídale perdón a Dios por transmitirle a su hijo una actitud tan difícil de manejar. Pídale que le dé sabiduría para tratar con su hijo descarriado de manera que pueda acercarlo a usted y a su Padre celestial.­ RH, 8 de julio de 1902.

Las emociones violentas ponen la vida en peligro.-
Ceder a las emociones violentas pone en peligro la vida. Muchos mueren víctimas de una explosión de rabia y pasión. Muchos se adiestran para caer en esas explosiones. Lo podrían impedir si quisieran, pero eso requiere fuerza de voluntad para contrarrestar una conducta equivocada. Todo esto debe ser parte de la educación que recibimos en la escuela, porque somos propiedad de Dios. El sagrado templo de nuestro cuerpo debe mantenerse puro y sin contaminación, para que el Espíritu Santo de Dios more en él.­ NEV 267 (1897). 538

Cada explosión de ira da su fruto.-
Ha surgido gente sin dominio propio; no han puesto freno a su genio ni a su lengua; y algunos de los tales pretenden ser seguidores de Cristo, pero no lo son. Jesús no les dio tal ejemplo. . . Son irrazonables y no es fácil persuadirlos o convencerlos. No están sanos; momentáneamente Satanás los domina en forma plena. Cada una de estas manifestaciones de ira debilita el sistema nervioso y las facultades morales, y hace más difícil el dominio de la pasión frente a otra provocación.­ HHD 144 (1886).

Intoxicado con la ira.-
¡Cómo se regocija Satanás cuando se le permite hacer que el alma se ponga al rojo blanco de enojo! Una mirada, un gesto, una entonación de la voz, pueden tomarse y utilizarse como una flecha de Satanás, para herir y envenenar el corazón 
que está abierto para recibirla.
La persona que le da lugar al espíritu de enojo queda tan intoxicada como aquel que ha llevado el vaso a sus labios.
Cristo considera el enojo como el asesinato. . . Las palabras apasionadas tienen sabor de muerte para muerte. El que las pronuncia no está cooperando con Dios para salvar a sus semejantes. En el cielo esta conducta perversa se coloca en la misma lista con el lenguaje soez. Mientras el odio permanezca en el alma no habrá ni una partícula del amor de Dios en ella.­ NEV 237 (1901).

El malhumorado rara vez está contento.-
Nadie puede reducir tanto nuestra influencia como nosotros mismos cuando cedemos ante nuestro mal humor. El que es malhumorado por naturaleza, no sabe lo que es la verdadera felicidad, y rara vez está contento. Siempre espera llegar a una situación más favorable o cambiar su entorno para tener paz y reposo mental. Parece que su vida estuviera bajo el peso de cruces gravosas y muchas dificultades; en cambio, si hubiera dominado su mal humor y le hubiera puesto freno a su lengua, se podría haber evitado muchas incomodidades. Es la "blanda respuesta" la que "quita la ira". La venganza 539 jamás ha vencido a un enemigo. Un temperamento bien controlado ejerce una buena influencia sobre todo lo que lo rodea; pero "el que no gobierna su propio espíritu es como una ciudad derribada y sin muros".­ 4T 367, 368 (1879).

Es más fácil reprender delante de una multitud.-
Expresar sentimientos de reprensión en una gran reunión, dirigiéndose a todos, es mucho peor que ir a las personas que han hecho mal, y reprenderlas personalmente. El carácter ofensivo de este discurso severo, intolerante y denunciador en una gran reunión, es más grave a la vista de Dios que dirigir una reprensión personal e individual, peor aún cuando mayor es el número de oyentes y más general la censura. Es siempre más fácil dar expresión a los sentimientos ante una congregación, porque hay muchos presentes, que ir a los que yerran, y cara a cara con ellos presentarles abierta, 
franca y llanamente su mala conducta.
Pero introducir en la casa de Dios sentimientos duros contra los individuos, haciendo sufrir a todos los inocentes como culpables, es una manera de trabajar que Dios no aprueba y que hace más daño que bién.­ 2JT 118 (1880).

Demasiado a menudo ha ocurrido que se han pronunciado delante de la congregación discursos cargados de crítica y denuncia. No fomentan un espíritu de amor en la hermandad. No tienden a convertirlos en espirituales, ni a llevarlos a la santidad y al cielo, sino que despierta en sus corazones un espíritu de amargura. Esos sermones tan enfáticos, que hacen pedazos a los hombres, a veces son positivamente necesarios para despertar, alarmar y convencer. Pero a menos que sea evidente que hayan sido dictados por el Espíritu Santo, hacen mucho más mal que bién.­ 3T 507, 508 (1880).

La razón es destronada por la ira
 (consejo a un hermano que se airaba fácilmente).-
Yo espero que Ud. haga memoria cuidadosamente, y recuerde la primera tentación que tuvo de apartarse de las reglas del colegio. Analice con 540 actitud crítica el carácter del gobierno de nuestra escuela. Las reglas que se aplicaron no eran demasiado estrictas. Pero se albergó la ira; por un momento se destronó a la razón, y el corazón cayó presa de una pasión ingobernable. Antes que se diera cuenta, Ud. había dado un paso que unas pocas horas antes no habría tomado bajo ninguna presión ni tentación. El impulso venció su razón, y Ud. ya no podía recordar ni el daño que se le había hecho ni el que se le podría llegar a hacer a una institución de Dios. Nuestra única salvaguardia en todas las circunstancias consiste en conservarnos siempre dueños de nosotros mismos con la fortaleza de Jesús, nuestro Redentor.­ 4T 431 (1880).

Las represalias sólo producen malos resultados.-
Mucho mejor sería para nosotros sufrir bajo una falsa acusación que infligirnos la tortura de vengarnos de nuestros enemigos. El espíritu de odio y venganza tuvo su origen en Satanás, y sólo puede reportar mal a quien lo abrigue. La humildad del corazón, esa mansedumbre resultante de vivir en Cristo, es el verdadero secreto de la bendición. "Hermoseará a los humildes con la salvación" (Sal. 149: 4).­ DMJ 19, 20 (1896).

Cuando esté enojado, no hable.-
Los que se irritan con facilidad, no deben tomar represalias cuando se pronuncian palabras que los ofenden. Busquen a Dios en oración, pidiéndole que les muestre cómo trabajar por las almas que perecen en pecado. Los que se mantengan ocupados en esta obra, serán imbuidos de tal manera por el Espíritu de Dios, que sus modales, su voz y su vida entera serán una revelación de Cristo. Hagan la prueba, hermanos, hagan la prueba. Crucifiquen el yo, en lugar de tratar de crucificar a sus hermanos. "Si alguno quiere venir en pos de mí ­dijo Jesús­, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mat. 16: 24).­ Carta 11, 1905.

Hagamos frente a la ira con el silencio.-
Hay un poder 541 maravilloso en el silencio. Cuando os hablen con impaciencia no repliquéis de la misma manera. Las palabras dirigidas en respuesta a uno que está enojado actúan generalmente como un látigo que acrecienta la furia de la ira. En cambio, pronto se disipa la ira si se le hace frente con el silencio. Frene el cristiano su lengua. resolviendo firmemente no pronunciar palabras ásperas e impacientes. Con la lengua frenada puede salir victorioso de cada prueba de la paciencia por la cual tenga que pasar.­ MJ 134 (1907).

Cultivemos un espíritu conciliador 
(consejo a alguien que necesitaba una actitud pacifista).-
Con respecto a su actual relación con la iglesia, mi consejo sería que Ud. hiciera todo lo posible para ponerse en armonía con sus hermanos. Cultive una actitud amable y conciliadora, y no deje que sentimientos de venganza asalten su mente y su corazón. Disponemos de muy poco tiempo en este mundo; trabajemos para el tiempo y la eternidad. Sea diligente al asegurar su vocación y elección. Trate de no cometer ningún error con respecto a su título para un hogar en el reino de Cristo. Si su nombre está anotado en el libro de la vida del Cordero, todo estará bien con Ud. Esté dispuesto a confesar sus faltas y a abandonarlas, de manera que sus errores y pecados vayan a juicio antes de Ud., y sean borrados.­ 5T 331 (1885).

El carácter incontrolable puede ser vencido.-
Las enseñanzas de Cristo, puestas en práctica en la vida, elevarán al hombre, por más bajo que sea el lugar que ocupe en la escala del valor moral de Dios. Los que luchan por subyugar los defectos naturales de sus caracteres, no podrán recibir la corona a menos que combatan legalmente; pero aquellos a quienes a menudo se ve en oración, en procura de la sabiduría que proviene de lo alto, se asemejarán a lo divino. Los modales toscos, el carácter incontrolable, serán sometidos a la obediencia de la ley divina.­ Carta 316, 1908.

Resistan el enojo.-
Para esta gente hay sólo un remedio: 542 un dominio propio positivo en toda circunstancia. El esfuerzo tendiente a colocarse en lugares favorables, donde la voluntad propia no sea molestada, puede tener éxito por un tiempo; pero Satanás sabe dónde encontrar a esas pobres almas, y las atacará en sus puntos débiles una y otra vez. Se sentirán continuamente perturbadas mientras sigan pensando en sí mismas. . . Pero hay esperanza para ellas. Poned esta vida, tan tormentosa debido a sus conflictos y dificultades, en relación con Cristo, y el yo no pretenderá más tener la supremacía...  HHD 144 (1886).

Deberían humillarse, diciendo con franqueza: "Me equivoqué. ¿Podría perdonarme? Porque Dios ha dicho que no debemos permitir que el sol se ponga sobre nuestro enojo". Esta es la única manera segura de lograr la victoria. Muchos. . . alimentan su enojo y se llenan de sentimientos de venganza y de odio. . . Resistan esos sentimientos equivocados, y experimentarán un gran cambio en su relación con sus semejantes.­ 
YI, 10 de noviembre de 1886 (SD 142). 543

57. El Odio Y La Venganza
*El pensamiento engendra el hecho.-
El espíritu de odio y venganza tuvo origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abrigue malicia u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pensamiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla. "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él" (1 Juan 3: 15).­ 
DMJ 51(1896).

El odio denigra.-
Se me mostró a Satanás tal como había sido antes: un ángel excelso y feliz. Después se me lo mostró tal como es ahora. Todavía tiene una regia figura. Todavía son nobles sus facciones, aunque es un ángel caído. Pero su semblante denota viva ansiedad, inquietud, desdicha, malicia, odio, falacia, engaño y todo linaje de mal. . . Vi que se viene dedicando al mal desde hace tanto tiempo que en él las buenas cualidades están degradadas, y todo rasgo malo se ha desarrollado.­ 
PE 152 (1882).

La historia del mundo: conflicto entre el odio y el amor.-
La enemistad de Satanás contra Cristo se ensañó con los 544 discípulos del Salvador. En toda la historia puede echarse de ver el mismo odio a los principios de la Ley de Dios, la misma política de engaño, mediante la cual se hace aparecer el error como si fuese la verdad, se hace que las leyes humanas substituyan las leyes de Dios, y se induce a los hombres a adorar a la criatura antes que al Creador. Los esfuerzos de Satanás para desfigurar el carácter de Dios, para dar a los hombres un concepto falso del Creador y hacer que lo consideren con temor y odio más bien que con amor; sus esfuerzos para suprimir la Ley de Dios, y hacer creer al pueblo que no está sujeto a las exigencias de ella; sus engaños, han seguido con rigor implacable. Se pueden ver en la historia de los patriarcas, de los profetas y apóstoles, de los mártires y reformadores.­ CS 13 (1888).

La transgresión puso al hombre en armonía con Satanás.-
Cuando el hombre quebrantó la ley divina, su naturaleza se hizo mala y llegó a estar en armonía y no en divergencia con Satanás.­ 
CS 559 (1888).

Existirá odio mientras exista pecado.-
El odio a los principios puros de la verdad, las acusaciones y persecuciones contra sus defensores, existirán mientras existan el pecado y los pecadores. Los discípulos de Cristo y los siervos de Satanás no pueden congeniar.­ CS 561 (1888).

El reproche produce odio.-
El mismo espíritu que fomentara la rebelión en el cielo, continúa inspirándola en la tierra. . . La represión del pecado despierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando los mensajeros que Dios envía para amonestar tocan la conciencia, Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a que busquen la simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como si éste fuera la única causa de la dificultad. Desde los días del justo Abel hasta los nuestros, tal ha sido 545 el espíritu que se ha manifestado contra quienes osaron condenar el pecado.­ CS 554 (1888).

La envidia es causa de odio.-
Aunque Saúl estaba siempre alerta y en busca de una oportunidad para matar a David, vivía temiéndole, en vista de que evidentemente el Señor estaba con él. El carácter intachable de David provocaba la ira del rey; consideraba que la misma vida y presencia de David significaban un reproche para él, puesto que dejaba a su propio carácter en contraste desventajoso. La envidia hacía a Saúl desgraciado, y ponía en peligro 
al humilde súbdito de su trono.
¡Cuánto daño indecible ha producido en nuestro mundo este mal rasgo de carácter! Había en el corazón de Saúl la misma enemistad que incitó el corazón de Caín contra su hermano Abel, porque las obras de Abel eran justas, y Dios lo honraba, mientras que las de Caín eran malas, y el Señor no podía bendecirlo. La envidia es hija del orgullo, y si se la abriga en el corazón, conducirá al odio, y eventualmente a la venganza y al homicidio. Satanás ponía de manifiesto su propio carácter al excitar la furia de Saúl contra aquel que jamás le había hecho daño.­ 
PP 705, 706 (1890).

Una emoción pecaminosa.-
La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el odio, la malignidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición que agitan el alma, pero no han hallado expresión en acciones externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la voluntad. Y se demandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día cuando "Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala" 
(Ecl. 12: 14).­ 1MS 254, 255 (1886).

El crimen nace en el corazón.-
Jesús consideró los Mandamientos por separado, y explicó la profundidad y anchura de sus requerimientos. En vez de quitarles una jota de su fuerza, demostró cuán abarcantes son sus principios y 546 desenmascaró el error fatal de los judíos en su demostración exterior de obediencia. Declaró que por el mal pensamiento o la mirada concupiscente se quebranta la Ley de Dios. El que toma parte en la menor injusticia está violando la ley y degradando su propia naturaleza moral. El homicidio existe primero en la mente. El que concede al odio un lugar en su corazón, está poniendo los pies en la senda del homicida, y sus ofrendas son aborrecibles para Dios.­ DTG 276 (1898).

Una violación al sexto mandamiento.-
Todo acto de injusticia que contribuya a abreviar la vida, al espíritu de odio y de venganza, o a abrigar cualquier pasión que se traduzca en hechos perjudiciales para nuestros semejantes o que nos lleve siquiera a desearles mal, pues "cualquiera que aborrece a su hermano es homicida". . . es, en mayor o menor grado, una violación al sexto mandamiento.­ PP 316, 317 (1890).

Satanás comunica su propio odio.-
Cuando se permite que Satanás amolde la voluntad, él la usa para llevar a cabo sus fines. Fomenta teorías de incredulidad e incita al corazón humano a guerrear contra la Palabra de Dios. Con esfuerzos persistentes, perseverantes, trata de inspirar a los hombres con sus propias energías de odio y antagonismo contra Dios, y de ponerlos en orden de batalla contra las instituciones y los requerimientos del cielo y las operaciones del Espíritu Santo. Alista bajo su estandarte a todos los agentes del mal, y los lleva al campo de batalla bajo su mando, para oponer al bien el mal.­ MJ 52 (1903).

El mundo aborreció a Cristo porque era diferente.-
La diferencia entre el carácter de Cristo y el de los otros hombres de su época era perfectamente perceptible, y por causa de esa diferencia el mundo lo aborreció. Lo odiaba por su bondad y su estricta integridad. Y Cristo declaró que los que manifestaran esos mismos atributos, también serían 547 odiados. A medida que nos acerquemos al fin del tiempo, este odio por los seguidores de Cristo será cada vez más evidente.
Jesús tomó la naturaleza humana y soportó el odio del mundo para demostrar a los hombres y las mujeres que pueden vivir sin pecado, para que sus palabras, sus actos y su actitud pudieran ser santificados por Dios. Podemos ser perfectos cristianos si manifestamos este poder en nuestras vidas. Cuando la luz del cielo repose sobre nosotros continuamente, representaremos a Cristo. La luz de la justicia revelada en su vida, distinguió a Jesús del mundo, y suscitó su odio.­ Ms 97, 1909.

El odio proviene del deseo de venganza.-
Satanás disputó todos los asertos del Hijo de Dios, y empleó a los hombres como agentes suyos para llenar la vida del Salvador de sufrimientos y penas. Los sofismas y las mentiras por medio de los cuales procuró obstaculizar la obra de Jesús, el odio manifestado por los hijos de rebelión, sus acusaciones crueles contra Aquel cuya vida se rigió por una bondad sin precedente, todo ello provenía de un sentimiento de venganza profundamente arraigado. Los fuegos concentrados de la envidia y la malicia, del odio y la venganza, estallaron en el Calvario contra el Hijo de Dios, mientras el cielo miraba con silencioso horror.­ CS 555, 556 (1888).

El odio hacia los padres (palabras dirigidas a una joven).-
Ud. tiene una obra especial que hacer, que consiste en confesar con humildad su conducta irrespetuosa hacia sus padres. No hay razón para que se manifiesten en usted esos sentimientos antinaturales hacia ellos. Es una actitud totalmente satánica, y Ud. se ha entregado a ella porque su madre no ha sancionado su conducta. Sus sentimientos no se limitan a una evidente antipatía, a una decidida falta de respeto, sino que han llegado al odio, la malicia, la envidia y los celos, manifiestos en sus actos, que les han producido sufrimientos y privaciones. Ud. no tiene la intención de brindarles felicidad, ni siquiera comodidad. Sus sentimientos 548 son inmutables. A veces su corazón se suaviza, pero cuando ve alguna falta en ellos, se cierra firmemente, y los ángeles no pueden introducir en él ningún sentimiento de amor.
Un demonio malvado la domina, y Ud. odia y es odiosa. Dios ha tomado nota de sus palabras irrespetuosas, sus actos desconsiderados hacia sus padres, a quienes él le ha mandado que honre; y si Ud. deja de ver este gran pecado y no se arrepiente, cada vez se sumirá en mayor oscuridad, hasta quedar abandonada a sus malos caminos.­ 
2T 82, 83 (1868).

Satanás se deleita en controlar la mente de los niños.-
Qué pena da ver a los hijos de padres temerosos de Dios, indomables y desobedientes, desagradecidos y voluntariosos, decididos a salirse siempre con la suya indiferentes a las molestias o a la pena que causan a sus padres. Satanás se deleita en manejar el corazón de los niños, y si se le permite les inculcará su propio odioso espíritu.­ MJ 331 (1893).

El odio conduce a la condenación.-
Nadie puede odiar a su hermano, ni siquiera a su enemigo, sin quedar bajo condenación.­ YI, 13 de enero de 1898.

La venganza no produce satisfacción.-
Recuerden que un discurso vengativo nunca le hace sentir a nadie que haya ganado una victoria. Que Cristo hable por medio de ustedes. No pierdan la bendición que se recibe cuando no se piensa el mal. 
 7T 243 (1902).

Anublan la percepción.-
El orgullo, el amor propio, el egoísmo, el odio, la envidia y los celos, anublaron su percepción; y la verdad, que lo habría hecho sabio para la salvación, ha perdido el poder de atraer y controlar su mente. 
 2T 605,606 (1871).

El aceite del amor elimina la amargura.-
No permitáis que 549 el resentimiento madure en malicia. No dejéis que la herida se infecte y reviente en palabras envenenadas que manchen la mente de quienes las oigan. No permitáis que los pensamientos amargos continúen embargando vuestro ánimo. . . Id a vuestro hermano, y con humildad y sinceridad habladle del asunto.
Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que ha sido perjudicado y el que está en el error. . . El aceite del amor elimina la irritación causada por el mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y en el cielo hay música por la unión realizada.­ 3JT 201 (1902).

El corazón que paga el odio con amor.-
No es la posición mundanal, ni el nacimiento, ni la nacionalidad, ni los privilegios religiosos lo que prueba que somos miembros de la familia de Dios; es el amor, un amor que abarca a toda la humanidad. Aun los pecadores cuyos corazones no están herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor. Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por el odio. El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación.­ 
DMJ 65, 66 (1896). 550

58. La Fe
Una definición de fe
Debe enseñarse la fe, la fe salvadora. La definición de esta fe en Jesucristo se puede hacer con pocas palabras: es el acto del alma por medio del cual todo el hombre se entrega a la guarda y el control de Jesucristo. Por la fe él mora en Cristo y Cristo mora supremamente en su alma. El creyente encomienda su alma y su cuerpo a Dios, y con seguridad puede decir: Cristo es capaz de guardar lo que le he encomendado hasta aquel día. Todos los que hagan esto serán salvos para vida eterna. Habrá seguridad de que el alma ha sido lavada en la sangre de Cristo, revestida con su justicia, y es preciosa a la vista de Jesús. Nuestros pensamientos y nuestras esperanzas están concentrados en la segunda venida de nuestro Señor. Ese es el día cuando el Juez de toda la tierra recompensará la confianza de su pueblo.­ Ms 6, 1889.

Otras definiciones.-
Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos hace ganar nada. Es la mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamos de sus méritos, el remedio por el pecado.­ 
DTG 147 (1898). 551

La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que no conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestra pecaminosidad, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, ya somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta su bendición. La verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas como los secretos del éxito en la vida. Es la fe la que nos pone en posesión de estos principios.­ Ed 253 (1903).

Sencilla en su operación.-
La fe es sencilla en su acción y poderosa en sus resultados. Muchos cristianos, que tienen un conocimiento de la sagrada Palabra y creen en su verdad, fallan en la confianza infantil que es esencial para la religión de Jesús. No alcanzan a otros con ese toque peculiar que produce la virtud de curar el alma.­ 6CBA 1073 (1874).

La humildad no es fe.-
La humildad, la mansedumbre y la obediencia no son la fe; pero son los efectos o frutos de la fe.­ 2JT 140 (1885).

La fe infunde confianza propia.-
No fueron escritas estas cosas [las declaraciones de la confianza de Pablo en Dios] únicamente para que las leamos y nos asombremos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de antaño, obre en nosotros. Doquiera haya corazones llenos de fe que sirvan de conducto transmisor de su poder, no será menos notable 
su modo de obrar ahora que entonces.
A los que, por falta de confianza propia, evitan tareas y responsabilidades, enséñeseles a confiar en Dios. Así más de uno que de otro modo no sería más que una cifra en el mundo, tal vez una carga impotente, podrá decir con el apóstol Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4: 13).­ Ed 256 (1903). 552

Se necesita fe a cada paso.-
La fe es necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la vida. En todos nuestros negocios y nuestras ocupaciones diarias, la fuerza sustentadora de Dios llega a ser real para nosotros por medio de una confianza constante.- Ed 255 (1903).

Enseñemos fe.-
Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa misma. "La semilla es la palabra de Dios" (Luc. 8: 11). Tan ciertamente como se encuentra la semilla del roble en la bellota, se encuentra el don de Dios en su promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el don.­ Ed 253 (1903).

La fe tiene preciosas lecciones para los niños.-
La fe tiene preciosas lecciones para el niño sensible a las ofensas. La disposición a resistir el mal o vengar el agravio recibe a menudo su impulso de un profundo sentimiento de justicia y un espíritu activo y enérgico. Enséñese a ese niño que Dios es el guardián eterno de la justicia. Cuida tiernamente a los seres que ama al punto de dar a su amado Hijo para salvarlos. El se entenderá con cada malhechor.­ 
Ed 256, 257 (1903).

Debemos educar la mente para que ejerza fe.-
La fe obra por el amor y purifica el alma de todo egoísmo. De este modo el alma se perfecciona en el amor. Y habiendo encontrado gracia y misericordia por medio de la preciosa sangre de Cristo, ¿cómo podríamos dejar de ser tiernos y misericordiosos? "Por gracia sois salvos por medio de la fe" (Efe. 2: 8). Se debería adiestrar la mente para ejercer fe en lugar de albergar dudas, sospechas y celos. Estamos demasiado inclinados a considerar los obstáculos como imposibilidades.
Tener fe en las promesas de Dios, avanzar por fe, seguir 553 hacia adelante sin ser gobernados por las circunstancias, es una lección difícil de aprender. Pero aprender esta lección es una absoluta necesidad para cada hijo de Dios. Siempre se debería albergar la gracia de Dios otorgada por medio de Cristo; porque se nos da como la única manera de aproximarnos a Dios. La fe en las palabras de Dios, pronunciadas por Cristo cuando estaba envuelto en la columna de nube, habría capacitado a los hijos de Israel para dejarnos una historia muy diferente. Su falta de fe en Dios influyó para que su historia fuera muy distinta.­ Ms 43, 1898.

Fe y presunción.-
Algunos han profesado tener mucha fe en Dios, dones especiales y extraordinarias respuestas a sus oraciones aunque no haya evidencia de todo ello. Han creído que la presunción es fe. La oración de fe nunca se pierde; pero pretender que siempre será respondida de la misma manera y en relación con el motivo particular que estamos esperando, es presunción.­ 1T 231 (1861).

Presunción: falsificación satánica de la fe.-
La fe no va en ningún sentido unida a la presunción. Sólo el que tenga verdadera fe se halla seguro contra la presunción. Porque la presunción es la falsificación satánica de la fe. La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce la obediencia. La presunción también se aferra a las promesas, pero las usa como Satanás, para disculpar la transgresión.
La fe habría inducido a nuestros primeros padres a confiar en el amor de Dios, y a obedecer sus mandamientos. La presunción los indujo a transgredir su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su pecado. No es fe lo que reclama el favor del Cielo sin cumplir las condiciones bajo las cuales se concede una merced. La fe verdadera tiene su fundamento en las promesas y provisiones de las Escrituras.­ DTG 101, 102 (1898).

Cultivemos la fe.-
Los que hablen acerca de la fe y la 554 cultiven, tendrán fe; pero los que abriguen dudas y las expresen, tendrán dudas.­ 5T 302 (1885).

No crean que porque han cometido errores siempre deben estar bajo condenación, porque eso no eso necesario. No permitan que la verdad sea rebajada ante sus mentes porque los que la profesan no viven vidas consecuentes. Conserven la fe en la verdad del mensaje del tercer ángel. Si no cultivan la fe, su importancia gradualmente será desplazada de sus mentes, y corazones. Tendrán una experiencia semejante a la de las vírgenes insensatas, que no hicieron provisión de aceite para sus lámparas, y sus luces se extinguieron. La fe debe ser cultivada. Si se ha debilitado, es semejante a una planta enferma que hay que poner al sol, regarla cuidadosamente y atenderla.­ Carta 97, 1895.

La fe se eleva por encima de las sombras.-
Cuando las nubes se interponen entre vuestra alma y Dios, cuando hay tinieblas a vuestro alrededor, cuando el enemigo está listo para robarle al alma su integridad hacia Dios y la verdad, y cuando el error es considerado plausible y atractivo, entonces es tiempo de orar y ejercer fe en Dios. . . El alma, alimentando esa fe, es capaz de levantarse por encima de sí misma y de traspasar la infernal sombra que el enemigo arroja a través de la senda de cada alma que lucha por la corona inmortal.­ NEV 128 (1896).

La fe descansa en la evidencia.-
La palabra del Señor, hablada por sus siervos, es recibida por muchos con dudas y temores. Y muchos postergan su obediencia a la amonestación y a los reproches dados, esperando hasta que haya desaparecido de su mente toda sombra de incertidumbre. La incredulidad que exige perfecto conocimiento no quiere ceder a la evidencia de que Dios se complace en dar. El requiere de su pueblo una fe que descanse en el peso de la evidencia, no sobre el conocimiento perfecto. Los que siguen a Cristo, que aceptan la luz que Dios les manda, deben obedecer la voz de Dios que les habla cuando hay muchas 555 otras voces que claman contra ella. Requiere discernimiento el distinguir la voz de Dios.­ 3TS 149 (1873).

Deberíamos saber por nosotros mismos qué es el cristianismo, qué es la verdad, qué es la fe que hemos recibido, cuáles son las reglas bíblicas, las reglas que se nos han dado provenientes de la más alta autoridad. Hay muchos que creen sin tener una razón para fundamentar su fe, sin suficiente evidencia acerca de la verdad del asunto. Si se presenta una idea que concuerda con sus propias opiniones preconcebidas, todos están listos para aceptarla. No razonan de causa a efecto. Su fe no tiene un fundamento genuino, y en el tiempo de prueba descubrirán que han edificado sobre la arena.­ Carta 4, 1889.

La fe debe expresarse.-
Si manifestáramos más nuestra fe, si nos regocijáramos más en las bendiciones que ahora tenemos -la gran misericordia, la paciencia y el amor de Dios­ cada día tendríamos más fuerza. ¿No poseen acaso las preciosas palabras pronunciadas por Cristo, el Príncipe de Dios, una seguridad y un poder que deberían ejercer gran influencia en nosotros, para hacernos creer que nuestro Padre celestial está más deseoso de dar su Espíritu Santo a quienes se lo piden de lo que los padres están para conceder buenas dádivas a sus hijos?­ 2MS 278 (1892).

No debe confundirse la fe con los sentimientos.-
Muchos tienen ideas confusas acerca de lo que constituye la fe, y viven por debajo de sus privilegios. Confunden sentimiento y fe, y están continuamente angustiados y perplejos, porque Satanás toma toda ventaja posible de su ignorancia e inexperiencia. . .
Debemos aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal, o fracasaremos en nuestro intento por llegar a ser vencedores. No nos traerá ningún beneficio mantenernos alejados de él, creer que nuestro amigo o nuestro vecino pueden tenerlo por su Salvador personal, pero que nosotros no podemos experimentar su amor perdonador. Debemos creer 556 que somos elegidos de Dios, para ser salvados por el ejercicio de la fe, a través de la gracia de Cristo y la obra del Espíritu Santo; y debemos alabar y glorificar a Dios por esta maravillosa manifestación de un favor que no merecemos.
Es el amor de Dios el que conduce el alma a Cristo para ser benignamente recibida y presentada al Padre. Mediante la obra del Espíritu, se renueva la relación divina entre Dios y el pecador. El Padre dice: "Yo seré Dios para ellos, y ellos serán para mí hijos. Ejerceré el amor perdonador hacia ellos, y derramaré en ellos mi gozo. Ellos serán para mí un tesoro peculiar; porque este pueblo a quien yo he formado por mí mismo manifestará mi alabanza".­ NEV 79 (1893).

La fe y los sentimientos son cosas diferentes.-
El sentimiento y la fe son tan distintos uno del otro como lo es el este del oeste. La fe no depende de los sentimientos. Debiéramos dedicarnos diariamente a Dios, y creer que Cristo comprende y acepta el sacrificio, sin examinarnos a nosotros mismos, para ver si tenemos ese grado de sentimientos que pensamos que debe corresponder a nuestra fe. ¿No tenemos la seguridad de que nuestro  Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a aquellos que lo piden con fe de lo que los padres lo están para dar buenos dones a sus hijos? Debiéramos avanzar como si oyéramos la respuesta de Dios, de Aquel cuyas promesas nunca fallan, dada a la oración enviada a su trono. cuando hagamos esto, las nieblas y las nubes serán disipadas, y pasaremos de las sombras de las tinieblas a la clara luz de su presencia.­ NEV 122 (1893).

No es asunto de impulso.-
Muchos pasan largos años en las tinieblas y la duda, debido a que no sienten como quieren. Pero el sentimiento no tiene nada que ver con la fe. Esa fe que obra por el amor y purifica el alma no es cuestión de impulso. Se arriesga a salir, basada en las promesas de Dios, creyendo firmemente que lo que él ha dicho es capaz de realizarlo. Nuestras almas deben ser enseñadas a creer, 557 a confiar en la Palabra de Dios. Esa palabra declara que "el justo vivirá por la fe" (Rom. 1: 17), y no por el sentimiento.­ NEV 121 (1897).

No confiemos en los sentimientos.-
Desechemos todo lo que sea parecido a la desconfianza y a la falta de fe en Jesús. Comencemos una vida de confianza sencilla e infantil, no confiando en los sentimientos, sino en la fe. No deshonremos a Jesús dudando de sus preciosas promesas. El quiere que creamos en él con fe inconmovible.­ NEV 121 (1888).

Actúen positivamente por fe.-
Seguid contemplando a Jesús. continuad orando con fe silenciosa, proseguid apoderándoos de su fuerza, ya sea que experimentéis algún sentimiento o no. Seguid avanzando sin vacilación, como si cada oración ofrecida hubiese sido colocada en el trono de Dios y contestada por Aquel cuyas promesas nunca fallan. Proseguid adelante cantando y entonando melodías a Dios en vuestros aunque os encontréis deprimidos por una sensación de peso y de tristeza. Os digo como alguien que sabe, que la luz vendrá, que tendremos gozo y que la niebla y las nubes serán rechazadas. Y así pasaremos del poder opresivo de las sombras y las tinieblas al sol brillante de su presencia.­ 
2MS 278 (1892).

La fe como evidencia del cristianismo.-
Cuando reciban auxilio y consuelo, canten alabanzas a Dios. Hablen con el Señor. Así llegarán a ser amigos del Altísimo. Confiarán en él. Tendrán una fe que confiará ya sea que sientan que están confiando o no. Recuerden que el sentimiento no es una evidencia de que son cristianos. La fe inconmovible en Dios pone de manifiesto que ustedes son sus hijos. Confíen en Dios. Nunca los defraudará. Dice: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, y vosotros también viviréis" (Juan 14: 18, 19). No vemos a Cristo en 558 persona. Por fe lo contemplamos. Nuestra fe se aferra de sus promesas. Así caminó Enoc con Dios.­ Ms 27, 1901.

La fe es real.-
Moisés no sólo pensaba en Dios, sino que lo veía. Dios era la visión constante que tenía delante de sí. Nunca perdía de vista su rostro.
Para Moisés la fe no era una conjetura, sino una realidad. Creía que Dios regía su vida en particular, y lo reconocía en todos sus detalles. Confiaba en él a fin de obtener fuerza para resistir todas las tentaciones.­ 
Ed 63 (1903).

Fe en Cristo, no en el manto.-
Al pasar, ella [la mujer enferma] se adelantó, y alcanzó a tocar apenas el borde de su manto. En ese momento se dio cuenta de que se había sanado. Su fe tenía como centro, no el manto, sino la Persona que usaba el manto. En ese toque estaba concentrada la fe de su vida, y al instante su dolor y su debilidad desaparecieron. Inmediatamente sintió la vibración de una corriente eléctrica que pasaba por cada fibra de su ser. La invadió una sensación de perfecta salud. "Y en seguida. . . sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote" (Mar. 5: 29).­ Carta 111, 1904.

La fe no está en las cosas.-
No había poder sanador en el manto. Fue la fe en la Persona que vestía el manto lo que le restauró la salud.­ Ms 105, 1901.

La fe discrimina.-
La fe es el medio por el cual la verdad o el error encuentran abrigo en la mente. Por el mismo acto de la mente se recibe la verdad o el error, pero hay una gran diferencia en que creamos la Palabra de Dios o los dichos de los hombres. Cuando Cristo se reveló a Pablo y éste estuvo convencido de que estaba persiguiendo a Jesús en la persona de sus santos, aceptó la verdad tal como es en Jesús. Un poder transformador se manifestó en su mente y carácter, y llegó a ser un hombre nuevo en Cristo Jesús. 559 Recibió la verdad tan plenamente que ni la tierra ni el infierno pudieron sacudir su fe.­ 1MS 406, 407 (1893).

La fe es un poderoso sanador.-
La fe es más poderosa que la muerte para vencer Si logramos que los enfermos fijen sus miradas en el poderoso Médico, veremos resultados maravillosos. Esto vivificará tanto al cuerpo como al alma.­ 
MC 40, 41 (1905).

Ejercicio diario de la fe.-
Yo encuentro que cada día debo pelear la buena batalla de la fe. Debo ejercer toda mi fe, y no confiar en los sentimientos; debo obrar como si supiera que el Señor me oye y contestará mis pedidos y me bendecirá. La fe no es un vuelo feliz de los sentimientos; es simplemente confiar en la Palabra de Dios, creyendo que él cumplirá sus promesas porque ha dicho que lo haría.­ NEV 121 (1888).

La fe obra.-
Cuando miráis el Calvario, no es para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento del deber, no es para disponernos a dormir, sino para crear fe en Jesús, fe que obrará purificando el alma del cieno del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestra obra sólo ha comenzado. Todo hombre tiene hábitos corruptos y pecaminosos que deben ser vencidos mediante una lucha intensa. A toda alma se le pide que libre la lucha de la fe. Si uno es seguidor de Cristo, no puede ser áspero en su trato, no puede ser duro de corazón, desprovisto de simpatía; no puede ser vulgar en su lenguaje, no puede estar lleno de pomposidad y estima propia; no puede ser despótico, ni puede usar palabras ásperas, censurar y condenar.­ 6CBA 1111 (1890).

Le da forma a la vida.-
La vida es modelada por la fe. Si teniendo la luz y la verdad a nuestro alcance, no procuramos conocerla, de hecho la rechazamos y preferimos las tinieblas a la luz.­ CS 655 (1888). 560

La fe promete éxito.-
Tendremos éxito si avanzamos por fe, decididos a hacer con inteligencia la obra de Dios. No debemos permitir que nos estorben algunos hombres a quienes les gusta ubicarse en el lado negativo de las cosas, con muy poca fe. La obra misionera de Dios debe estar a cargo de hombres con mucha fe, y debe crecer constantemente en fuerza y eficiencia.­ 
Carta 233, 1904.

La fe purifica el alma.-
Es necesario que tengamos fe, una fe viva, que obre por el amor y purifique el alma. Debemos aprender a llevarle todo al Señor con sencillez y fe ferviente. La mayor carga que tenemos que llevar en esta vida es el yo. A menos que aprendamos a ser mansos y humildes en la escuela de Cristo, perderemos preciosas oportunidades 
y privilegios en cuanto a llegar a conocer a Jesús. 
El yo es lo más difícil que tenemos que manejar. Cuando depongamos nuestras cargas, no nos olvidemos de dejar 
el yo a los pies de Cristo.
Póngase en las manos de Jesús, para ser modelado y conformado por él, para que Ud. pueda llegar a ser un vaso de honra. Sus tentaciones, sus ideas y sus sentimientos deben ser depositados a los pies de la cruz. Entonces el alma estará lista para escuchar las palabras de la instrucción divina. Jesús le dará a beber de las aguas que corren por el río de Dios. Bajo la influencia suavizante y subyugadora del Espíritu Santo, su frialdad y su indiferencia desaparecerán. Cristo será en Ud. una fuente de agua que salte para vida eterna.­ Carta 57, 1887.

Revela los secretos del éxito en la vida.-
¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración! Son como dos brazos por los cuales el suplicante humano se ase del poder del Amor Infinito. La fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos ama y sabe lo que es mejor para nuestro bien. Así, en vez de nuestro camino, nos induce a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestro pecado, su 561 justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya suyos; la fe reconoce su derecho de posesión, y acepta su bendición. Se indican la verdad, la integridad y la pureza como secretos del éxito de la vida. La fe es la que nos pone en posesión de estas virtudes. Todo buen impulso o aspiración provienen de Dios; la fe recibe de Dios la vida que es lo único que puede producir crecimiento y eficiencia verdaderos.­ 
OE 273 (1915). 2 MCP 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario