lunes, febrero 15, 2021

REFLEXIÓN 572. EL LIBRO DEL PROFETA DANIEL (II. SECCIÓN PROFÉTICA) EL SEGUNDO MENSAJE PROFÉTICO DE DANIEL (DANIEL 7).

Daniel 7. Es la segunda visión de Daniel. Que complementa el capítulo 2. Amplia más el panorama. Porque presenta el papel de los 4 reinos, en su injerencia política y espiritual. Y la intervención divina. Al iniciarse el Juicio. Juicio para toda la humanidad y la bestia y su extinción. Y por ende la victoria final de los fieles.

Entonces, este capítulo se proyecta desde el tiempo de Daniel, hasta el tiempo en que la tierra sea renovada, y los santos vivan por siempre, junto a su Dios. Amen.

Podríamos decir que son los capítulos 13-22 de Apocalipsis, en forma resumida.

Leamos el capítulo en cuestión y su división. Desde los Versículos (1-8). Las cuatro bestias y el cuerno pequeño. (9-14). Juicio y reino eterno del Hijo de hombre. (15-27). Un ángel interpreta la visión. (28) Impresión sobre Daniel.

1 En El primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto. 2 Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar. 3 Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar. 4 La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre.

5 Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne. 6 Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio. 7 Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. 8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía Ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas.

9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el juez se sentó, y los libros fueron abiertos. 11 Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego12 Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo. 

13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido. 

15 Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16 Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17 Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. 18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.

19 Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies; 20 Asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía Ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros. 21 Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía,

22 Hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino23 Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.

24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. 25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. 26 Pero se sentará el juez, y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin, 27 y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán.

28 Aquí fue el fin de sus palabras. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me turbaron y mi rostro se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón. (Daniel 7).


1. Primer año de Belsasar. Debiera advertirse que Daniel no presenta los materiales de su libro en estricto orden cronológico. Los acontecimientos de los cap. 5- 6 transcurrieron después de los que se registran en el cap. 7, pero sin duda por razones de continuidad se completa la narración histórica en los cap. 1- 6. Ver La Nota Adicional del cap. 5 en cuanto a la identidad y el lugar histórico ocupado por Belsasar.

Tuvo Daniel un sueño. Literalmente, "vio un sueño". El Señor, mediante un sueño, dio a Daniel una vívida visión de la historia futura del mundo.

La profecía del cap. 7 cubre esencialmente el mismo lapso histórico que el sueño del cap. 2, y ambos abarcan desde los días del profeta hasta el establecimiento del reino de Dios. Nabucodonosor vio los poderes mundiales representados por una gran imagen de metal; Daniel los vio mediante el simbolismo de bestias y cuernos y vio también ciertos aspectos de la historia relacionados con las vicisitudes del pueblo de Dios y el cumplimiento de su plan. El tema del cap. 2 es esencialmente político. Fue dado, en primer lugar, para informar a Nabucodonosor y para conseguir su cooperación con el plan divino (ver com. cap. 2: 1). " relación del pueblo de Dios con las cambiantes escenas políticas no era el tema de esa profecía. La profecía del cap. 7, como las del resto del libro, fue dada especialmente para el pueblo de Dios, a fin de que éste entendiera su parte en el plan divino a través de todos los siglos. La inspirada profecía de los acontecimientos futuros fue dada teniendo el gran conflicto entre Cristo y Satanás como telón de fondo. Los esfuerzos del archienemigo de las almas para destruir a "los santos" fueron desenmascarados y la victoria final de la verdad fue asegurada. Escribió. Para que se pudiese conservar para las generaciones futuras.

Lo principal del asunto. Las palabras arameas que así se traducen son especialmente difíciles de poner en castellano. La palabra que se traduce "principal" es re`sh, que significa "cabeza", o "comienzo". El griego de la LXX dice eis kefálaia lógon, que puede ser interpretado como "resumen". Evidentemente lo que significa esta expresión es que Daniel anotó e informó el contenido principal del sueño. Ehrlich traduce esta frase: "los detalles importantes".

2. Vientos. Del Arameo rúaj, equivalente al hebreo rúaj, que tiene una variedad de significados, tales como "aire" (Jer. 2: 24, donde se ha traducido "viento"), "aliento" (Job 19: 17), "espíritu" humano (Sal. 32: 2), "Espíritu" divino (Sal. 51: 12) y "viento" (Exo. 10: 13). Metafóricamente la palabra se usa también para referirse a cosas vacías o vanas (Jer. 5:13). Cuando se la usa en una visión simbólica, como aquí, la palabra parece indicar actividad o alguna forma de energía, determinándose su naturaleza exacta por el contexto. Por ejemplo, los "vientos" de la visión simbólica de Ezequiel, que hicieron revivir los esqueletos secos, representaban la energía divina que hacía revivir a la muerta nación de Israel (Eze. 37: 9-14). Los "vientos" de Daniel que combatían en el gran mar, haciendo surgir cuatro bestias -o imperios- representaban a aquellos movimientos -diplomáticos, bélicos, políticos o de otra índole- que habrían de determinar la historia de ese período.

Los "cuatro vientos" provenientes de los cuatro puntos cardinales, representaban sin duda la actividad política en diversas partes del mundo (Jer. 49:36; cf. Dan. 8:8; 11:4; Zac. 2:6; 6:5).

Combatían. Arameo guaj, que significa "agitar". La forma del verbo sugiere acción continuada. El gran mar. No se especifica ningún cuerpo de agua, tal como el mar Mediterráneo. El mar es aquí un símbolo de las naciones del mundo, el "gran mar" de la humanidad en todos los siglos (Apoc. 17:15; cf. Isa. 17:12; Jer. 46:7).

3. Cuatro bestias. No se deja librada a la especulación la aplicación del símbolo. Según el vers. 17, las cuatro bestias representan "cuatro reyes que se levantarán en la tierra". En vez de "reyes" la LXX, Teodoción y la Vulgata dicen "reinos". La cuarta bestia es llamada específicamente "un cuarto reino" (vers. 23) que sigue a los "otros reinos". Por lo general se acepta que estas cuatro bestias representan los mismos cuatro poderes simbolizados por la imagen metálica del cap. 2. Diferentes. La diferencia de la cual se habla aquí había sido ilustrada por los diferentes metales presentados (cap. 2: 38-40). Subían. Las potencias mundiales que se representaban no ejercieron su poder en forma simultánea, sino sucesiva.

4. León... alas de águila. Un símbolo muy adecuado para representar a Babilonia. El león alado se halla en las obras de arte babilónico. Era común la combinación de león y águila: generalmente un león con alas de águila, a veces con garras o pico; otra combinación parecida era el águila con cabeza de león. El león alado es una de las formas de ese animal-símbolo que a menudo se representa combatiendo junto a Marduk, el dios patrono de Babilonia. Respecto a estas combinaciones de león y águila, ver S. H. Langdon, Semitic Mythology ("The Mythology of All Races", t. 13), pp. 118, 277-282, y la fig. 51 frente a p. 106 (león alado), y pp. 116-117, (águila con cabeza de león); ver también las ilustraciones de varias bestias mixtas en L. E. Froom, Prophetic Faith of Our Fathers, t. I, pp. 50, 52.

Otros profetas se refirieron al rey Nabucodonosor por medio de figuras semejantes (Jer. 4: 7; 50: 17, 44; Lam. 4:19; Eze. 17: 3, 12; Hab. 1: 8). El león como rey de las fieras y el águila como reina de las aves representaban adecuadamente al Imperio de Babilonia en el apogeo de su gloria. El león se destaca por su fuerza, mientras que el águila es famosa por el vigor y el alcance de sus vuelos. El poder de Nabucodonosor se sintió no sólo en Babilonia, sino desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico, y desde el Asia Menor hasta Egipto. Por eso es adecuado representar el alcance del poder de Babilonia con un león dotado de alas de águila.

Arrancadas. El león ya no podía volar como águila para alcanzar su presa. Esto se refiere indudablemente al tiempo cuando reyes menos poderosos siguieron a Nabucodonosor en el trono de Babilonia, gobernantes durante cuya administración Babilonia perdió gloria y poder. Algunos han sugerido también que esto es una posible referencia a la última parte de la vida de Nabucodonosor, cuando durante siete años le fue quitado no sólo el poder sino también la razón (cap. 4: 31-33).

Se puso enhiesta sobre los pies. Un león erguido como un hombre indica la pérdida de las cualidades distintivas de un león.

Corazón de hombre. El apodo del rey Ricardo, "corazón de león", indicaba valor y osadía poco comunes. A la inversa, un león "con corazón de hombre" señalaría cobardía y timidez. En sus años de decadencia Babilonia se debilitó a causa de la riqueza y el lujo, y cayó presa del reino medo-persa.

Algunos piensan que la expresión "corazón de hombre" representa la desaparición de la característica animal de voracidad y ferocidad y la humanización del rey de Babilonia. Tal interpretación podría aplicarse a Nabucodonosor después de su vivencia humillante, pero no sería una representación apropiada del reino en sus últimos años.

5. Un oso. El Imperio Persa, o Medo-Persa, corresponde con la plata de la imagen (ver com. cap. 2: 39). Como la plata es inferior al oro, así también en algunos respectos el oso es inferior al león. Sin embargo, el oso es cruel y rapaz, características que se le atribuyen a los medos en Isa. 13: 17-18.

De un costado. El intérprete (vers. 16) no explica este detalle de la visión. Sin embargo, al comparar con el pasaje del cap. 8: 3, 20 pareciera que se indica claramente que el reino estaba. compuesto de dos partes. De los medos y los persas, los últimos llegaron a tener el poder dominante unos pocos años antes de que el imperio dual conquistara a Babilonia (ver com. cap. 2: 39).

Tres costillas. No se mencionan estas costillas en la interpretación (vers. 17-27), pero muchos comentadores las han considerado como símbolo de los tres principales poderes que fueron conquistados por el Imperio Medo-Persa: Lidia, Babilonia y Egipto (ver com. Isa. 41: 6). Le fue dicho. No se identifica al que habla.

6. Semejante a un leopardo. El leopardo es un animal feroz y carnívoro, notable por su velocidad y la agilidad de sus movimientos (ver Hab. 1: 8; Ose. 13: 7).

El poder que habría de seguir al Imperio Persa se identifica en el cap. 8: 21 como "Grecia". Esta "Grecia" no debe confundirse con la Grecia del período clásico, ya que ese período precedió a la caída de Persia. La "Grecia" que figura en Daniel corresponde con el imperio semigriego y macedónico de Alejandro Magno (ver com. cap. 2: 39), que dio comienzo a la época que conocemos como período helenístico. Antes de Alejandro no se podría hacer referencia al "rey primero" (cap. 8: 21) de un imperio griego, como "un rey valiente" que tenía "gran poder" (cap. 11: 3).

En 336 a. C. Alejandro heredó el trono de Macedonia, Estado semigriego en la frontera norte de Grecia. El padre de Alejandro, Filipo, ya había unido bajo su dominio a la mayoría de las ciudades-estados de Grecia por el año 338 a. C. Alejandro demostró su temple al aplastar revoluciones en Grecia y Tracia. Después de haber restablecido el orden en su propio reino, Alejandro se lanzó a la tarea de conquistar el Imperio Persa, ambición que había heredado de su padre. Entre los factores que impulsaban al joven rey a llevar a cabo sus planes estaban la ambición personal, la necesidad de expansión económica, el deseo de difundir la cultura griega y una animosidad natural contra los persas a causa de guerras anteriores con sus compatriotas.

En 334 a. C. Alejandro cruzó el Helesponto y entró en territorio persa con sólo 35.000 hombres, la insignificante suma de 70 talentos en efectivo y provisiones para sólo un mes. La campaña fue una serie de triunfos. La primera victoria fue lograda en Gránico, la segunda en Iso al año siguiente y otra en Tiro un año después. Pasando por Palestina, Alejandro conquistó Gaza y después entró en Egipto virtualmente sin oposición. Allí en el año 331 a. C. fundó la ciudad de Alejandría. Se declaró a sí mismo sucesor de los faraones y sus tropas lo aclamaron como un dios. Cuando nuevamente ese año emprendió la marcha, dirigió sus ejércitos hacia Mesopotamia, el corazón del Imperio Persa. Los persas le hicieron frente cerca de Arbela, al este de la confluencia de los ríos Tigris y Gran Zab, pero sus fuerzas fueron derrotadas y se dieron a la huida. Las fabulosas riquezas del mayor imperio mundial estaban a disposición del joven rey de 25 años de edad.

Después de una organización preliminar de su imperio, Alejandro prosiguió sus conquistas hacia el norte y hacia el este. Por el año 329 a. C. ya había tomado Maracanda, que es ahora Samarcanda, en el Turquestán. Dos años más tarde invadió la parte noroeste de la India. Sin embargo, poco después de cruzar el río Indo, sus tropas rehusaron seguir más adelante, y se vio obligado a acceder a sus deseos. De vuelta en Persia y Mesopotamia, Alejandro debió encarar la gran tarea de organizar la administración de sus territorios. En 323 a. C. estableció su capital en Babilonia, ciudad que aún conservaba recuerdos de la gloria del tiempo de Nabucodonosor. En el mismo año, después de excederse en la bebida, Alejandro cayó enfermo y murió de "fiebre de los pantanos", que se cree era el antiguo nombre de la malaria (paludismo) o de una enfermedad similar.

Cuatro alas de ave. Aunque el leopardo en sí es un animal veloz, su agilidad natural parece ser inadecuada para describir la asombrosa velocidad de las conquistas de Alejandro. La visión simbólica representaba al animal con alas que se le añadían, no sólo dos sino cuatro, que denotan una velocidad superlativa. El símbolo describe muy adecuadamente la velocidad fulmínea con que Alejandro y sus macedonios en menos de una década llegaron a adueñarse del mayor de los imperios que el mundo había conocido. No hay otro ejemplo, en tiempos antiguos, de movimientos tan rápidos y exitosos de un ejército tan grande.

Cuatro cabezas. Evidentemente equivalen a los cuatro cuernos del macho cabrío, que representaban los cuatro reinos (que después se redujeron a tres) que ocuparon el territorio conquistado fugazmente por Alejandro (ver com. cap. 8: 8, 20-22). Sin embargo, durante algunos años los generales macedonios de Alejandro intentaron conservar -en teoría si no en la realidad- la unidad del vasto imperio. Alejandro murió sin arreglar la sucesión de su trono. Primero su medio hermano Felipe, débil mental, y después su hijo póstumo, Alejandro, fueron reyes titulares bajo la regencia de uno u otro de los generales, y el imperio dividido en un gran número de provincias, las más importantes de las cuales fueron regidas por unos seis generales principales que actuaron como sátrapas (ver mapa A, p. 850).

Pero la autoridad central -es decir, los regentes de los dos reyes títeres- nunca fue lo suficientemente fuerte como para unir al vasto imperio. Después de unos doce años de luchas internas, durante las cuales el dominio de diversas zonas del territorio cambió de mano repetidas veces y en los que ambos reyes fueron muertos, Antígono surgió como el último de los pretendientes al poder central sobre todo el imperio. Se le oponía una coalición de cuatro poderosos caudillos: Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo, que tenían la intención de dividirse el territorio entre ellos. En 306 a. C. Antígono se declaró rey (conjuntamente con su hijo Demetrio) de toda la nación y sucesor de Alejandro. Ante esto, los cuatro aliados, dejando su título inferior de sátrapas, se declararon reyes de sus respectivos territorios (ver mapa B, p. 850).

La larga lucha a muerte entre los defensores de la unidad bajo el cetro de Antígono y Demetrio y los partidarios de la partición entre los cuatro generales fue resuelta en la batalla de Ipso en 301 a. C, Antígono fue muerto, Demetrio huyó y su territorio fue dividido. Con excepción de pequeños fragmentos, esto dejó en pie cuatro reinos independientes (ver mapa C, p. 851) en lugar del inmenso imperio que Alejandro había formado pero que no había logrado consolidar. Ptolomeo tenía Egipto, Palestina y parte de Siria; Casandro dominaba Macedonia con soberanía nominal sobre Grecia; Lisímaco tenía Tracia y una gran parte del Asia Menor; y Seleuco poseía la mayor parte de lo que había sido el Imperio Persa: parte del Asia Menor, el norte de Siria, Mesopotamia y el oriente. Demetrio, sólo quedó con la flota y varias ciudades costeras que no llegaron a conformar un reino, aunque más tarde desplazó a los herederos de Casandro y fundó la dinastía antigónida en Macedonia.

Unos 20 años después de la división, los cuatro se redujeron a tres, porque Lisímaco fue eliminado (ver mapa D, 851). Gran parte de su territorio fue tomado por el imperio seléucida, pero parte fue invadida por los galos o se desintegró en pequeños Estados independientes. El más importante de ellos fue Pérgamo. Pero Macedonia, Egipto el territorio seléucida (a veces conocido como Siria, porque la parte oriental pronto se perdió) continuaron como las tres principales divisiones del ex- imperio de Alejandro, has que fueron absorbidas, una a una, por el Imperio Romano.

Muchos historiadores, especialmente escritores de libros de texto, que deben eliminar los detalles para dar una visión global pasan por alto la división en cuatro y sólo mencionan la posterior y más duradera división en tres reinos principales, que retuvieron su identidad hasta tiempos del Imperio Romano.

Algunos intentan buscar la continuación de los cuatro reinos hasta el período romano, contando a Pérgamo como sucesor del efímero reino de Lisímaco. Pero si hablamos de tres reinos principales y del reino mucho menor de Pérgamo, o de tres reinos más un grupo de Estados más pequeños, es notable que en el momento crítico -cuando fracasó la última esperanza de mantener unido al imperio de Alejandro, y se hizo inevitable la división- todo el territorio, excepto fragmento menores, se dividió en cuatro reinos (ver mapa C, p. 851) como lo especificaba la profecía (cap. 8: 22).

El imperio de Alejandro, aun cuando estuvo dividido, todavía era una continuación una realización del ideal de su fundador: un mundo greco-macedónico-asiático de pueblos diferentes unidos por el idioma, el pensamiento y la civilización de los griegos. Excepto la centralización política, el mundo helenístico constituía una unidad como lo había sido bajo el reinado de Alejandro, y mucho más de lo que jamás había sido antes. Esto estaba representado en forma adecuada por una sola bestia con cabezas múltiples (o, en cap. 8, con cuernos múltiples). Con relación al período helenístico y el surgimiento de Roma, ver el artículo sobre el período intertestamentario en el t. V.

7. La cuarta bestia. Compárese con el ver 19. Quizá no había en la naturaleza ninguna similitud con la cual designar a esta bestia horrible, puesto que no se hace ninguna comparación como en el caso de las tres primeras bestias. Sin embargo, no debiera haber duda de que representaba al mismo poder que está simbolizado por las piernas de hierro de la gran imagen (ver com. cap. 2: 40).

La historia enseña claramente que el poder mundial que siguió al tercer imperio de esta profecía fue Roma. Sin embargo, la transición fue gradual. De manera que es imposible señalar un acontecimiento específico que indique el momento del cambio. Como ya se ha dicho, el imperio de Alejandro fue dividido después del 301 a. C. en cuatro (más tarde tres) reinos helenísticos (ver cap. 8: 8), y su reemplazo por el Imperio Romano fue un proceso gradual que implicó varias etapas principales. Los escritores no están de acuerdo en cuanto a la fecha que señala la hegemonía del imperio siguiente.

Hacia el año 200 a. C., cuando Cartago ya no era más rival (aunque no fue destruida sino medio siglo más tarde), Roma era dueña del Mediterráneo occidental y había comenzado a relacionarse con el Oriente, donde de allí en adelante también llegaría a dominar. En 197 a. C. Roma derrotó a Macedonia y puso a los Estados griegos bajo su protección. En 190 Roma derrotó a Antíoco III y tomó el territorio seléucida por el este hasta los montes del Tauro. En 168 a. C., en la batalla de Pidna, Roma acabó con la monarquía de Macedonia, dividiéndola en cuatro confederaciones; y quizá en ese mismo año reprendió a Antíoco IV haciendo que abandonara la idea de conquistar Egipto. En 146 a. C. Roma se anexó a Macedonia como provincia y puso la mayor parte de las ciudades griegas bajo el gobernador de Macedonia.

Si la dominación romana del Cercano Oriente se computa desde la fecha en que los monarcas de los tres reinos helenísticos fueron eliminados por el poder romano, puede considerarse el año 168 como el primer paso de ese proceso. Sin embargo, los reyes seléucidas y tolemaicos retuvieron sus tronos hasta mucho después, quedándose hasta el año 63 a. C. en Siria y el 30 a. C. en Egipto.  Si se eligen las fechas de la anexión de esos tres reinos como provincias romanas, las fechas serían 146, 64 y 30 a. C. respectivamente. Algunos historiadores hacen resaltar el 168 a. C. porque ya para ese tiempo Roma había conquistado Macedonia y había salvado a Egipto de caer en manos del reino seléucida al prohibir la invasión de Antíoco IV. Esto demostraría que Roma virtualmente dominaba los tres reinos aunque no había conquistado más que a uno de ellos.

No se puede dar una fecha única para un proceso gradual. Sea cual fuere la elección de fecha o fechas más significativas que se haga, el traspaso del poder mundial a Roma queda claro, y en el año 30 a. C. se completó la absorción del territorio de Alejandro desde Macedonia hasta el Éufrates. Ver el artículo sobre el período intertestamentario en el t. V.

Unos dientes grandes de hierro. Los enormes dientes metálicos hablan de crueldad y fuerza. Así como el animal desgarraba y devoraba su presa con esos colmillos monstruosos, así Roma devoraba las naciones y pueblos en sus conquistas. Algunas veces destruía ciudades enteras, como en el caso de Corinto en 146 a. C.; otras veces reinos, tales como Macedonia y los dominios seléucidas, los que eran divididos y convertidos en provincias.

Las sobras hollaba. Cuando Roma no destruía o subyugaba a un pueblo, solía esclavizar a sus habitantes o los vendía como esclavos. En la intensidad de su poder destructor Roma sobrepasó a los reinos que previamente habían dominado al mundo.

Diez cuernos. Según la explicación, son "diez reyes" (vers. 24). Si los "cuatro reyes" del vers. 17 representaban reinos (ver vers. 23 y com. vers. 3) paralelos con los cuatro imperios del cap. 2, existe la misma razón para entender que estos "diez reyes" son también reinos, así como los cuatro cuernos del macho cabrío son "cuatro reinos" (cap. 8: 22). Las invasiones sucesivas de numerosas tribus germánicas que penetraron en el Imperio Romano y el reemplazo de éste por varios Estados separados o monarquías, son hechos bien comprobados por la historia. Debido a que por lo menos una veintena de tribus bárbaras invadió el Imperio Romano, los comentadores han confeccionado varias listas de los reinos establecidos en el territorio del imperio. La siguiente lista es una de ellas: ostrogodos, visigodos, francos, vándalos, suevos, alamanes, anglosajones, hérulos, lombardos y burgundios. Algunos prefieren poner a los hunos en lugar de los alamanes. Sin embargo, los hunos desaparecieron pronto sin dejar un reino establecido. Este período fue de grandes trastornos, confusión y cambio, y durante él muchos Estados lograron su independencia.

8. Otro cuerno pequeño. Mejor, "otro cuerno, uno pequeño". Aunque pequeño al comienzo, este cuerno es descrito posteriormente como "más grande que sus compañeros". 

Se verá que esto simboliza la continuación del poder romanos mediante la Iglesia Romana. "De las ruinas de la Roma política se levantó el gran imperio moral en la 'forma gigante' de la Iglesia Romana" (A. C. Flick, The Rise of the Mediaeval Church, 1900, p. 150). Ver com. vers. 24-25.

"Bajo la potestad del Imperio Romano los papas no tenían poder temporal. Pero cuando el Imperio Romano se hubo desintegrado y su lugar fue ocupado por varios reinos rudos y bárbaros, la Iglesia Católica Romana no sólo se independizó de esos Estados en el aspecto religioso, sino que dominó también en lo secular. A veces, bajo gobernantes tales como Carlomagno (768-814), Otón el Grande (936-973) y Enrique III (1039-1056), el poder civil tuvo cierto predominio sobre la iglesia; pero en general, durante el débil sistema político del feudalismo, la iglesia, bien organizada, unificada y centralizada, con el papa a su cabeza, no sólo era independiente en los asuntos eclesiásticos sino que también controlaba los asuntos civiles" (Carl Conrad Eckhardt, The Papacy and World-Affairs [1937] P. 1).

Delante. Arameo qodam, palabra que se usa frecuentemente en Daniel, y que significa "antes en lo que atañe al tiempo", o "en presencia de". La frase "delante de él" puede interpretarse "para darle lugar a él".

Tres cuernos de los primeros. El "cuerno pequeño" es un símbolo de la Roma papal. En consecuencia, el que los tres cuernos fuesen arrancados simboliza la destrucción de tres de las naciones bárbaras. Entre los principales obstáculos que se le presentaron a la Roma papal en su encumbramiento al poder político estuvieron los hérulos, los vándalos y los ostrogodos. Los tres eran defensores del arrianismo, que fue el rival más formidable del catolicismo.

Los hérulos fueron la primera de las tribus bárbaras que dominaron a Roma. Constituían tropas auxiliares germanas de Roma que se amotinaron, y en 476 d. C. depusieron al último emperador de Occidente, el adolescente Rómulo Augústulo. A la cabeza de los hérulos y de otras tropas mercenarias estaba Odoacro, quien se constituyó rey de Roma. Odoacro, que era arriano, aunque tolerante para con los católicos, era odiado por los italianos. 

Por sugestión del emperador Zenón, del imperio de Oriente, Teodorico, caudillo de los ostrogodos, fue el siguiente en invadir Italia. Lo hizo en 489, y en 493 consiguió que Odoacro se rindiera y poco después lo mató (ver Thomas Hodgkin, Italy and Her Invaders, t. 3, pp. 180-213).

En lo que se refiere a la Iglesia Romana, la llegada de Teodorico no significó ninguna mejoría sino sólo un cambio de caudillos. Teodorico era un arriano tan decidido como su predecesor en el trono de Italia. Aunque concedió tolerancia a las diversas religiones de su reino, las desmedidas ambiciones del pontífice romano no podían concretarse en un sistema que sólo otorgaba tolerancia.

Entre tanto los vándalos, presididos por Genserico, se habían establecido en el norte de África y habían tomado a Cartago en 439. Siendo arrianos fanáticos y belicosos, constituían una amenaza para la supremacía de la Iglesia Católica en el Occidente. Eran especialmente intolerantes para con los católicos, a quienes llamaban herejes. Para ayudar a los católicos del Occidente, el emperador, Justiniano, que gobernaba la mitad oriental del Imperio Romano desde Constantinopla, envió a Belisario, el más hábil de sus generales. Belisario venció completamente a los vándalos en 534 DC.

Debido a esta victoria, los ostrogodos quedaron en Italia como el único poder arriano sobreviviente de importancia que pudiera estorbar la hegemonía del papado en el Occidente (ver Hodgkin, op. cit., t. 3, cap. 15). Después de haber eliminado a los vándalos, Belisario, en 535, comenzó en Italia su campaña contra los ostrogodos. Aunque esa campaña duró veinte años antes de que los ejércitos imperiales obtuvieran la victoria completa (ver Hodgkin, op. cit., t. 5, pp. 3- 66), la acción decisiva ocurrió en los comienzos de la campaña. Los ostrogodos, que habían sido expulsados de Roma, volvieron y la sitiaron en 537. El sitio duró todo un año, pero en 538 Justiniano hizo desembarcar otro ejército en Italia, y en marzo los ostrogodos abandonaron el asedio (ver Hodgkin, op. cit., t. 4, pp. 73-113, 210-252; Charles Diehl, "Justinian", en Cambridge Medieval History, t. 2, p. 15). Es verdad que en 540 volvieron a entrar en la ciudad durante un periodo muy corto, pero su ocupación fue breve. Su retirada de Roma en 538 DC marcó el verdadero fin del poder ostrogodo, aunque no lo fuera de la nación ostrogoda. Y así fue "arrancado" el tercero de los tres cuernos que estorbaban al pequeño cuerno.

Justiniano es notable no sólo por su éxito al unir transitoriamente a Italia y países del Occidente con la mitad oriental de lo que había sido el Imperio Romano, sino también porque formó un código unificado al reunir y codificar las leyes que existían entonces en el imperio, incluso nuevos edictos del mismo Justiniano. En ese código imperial estaban incorporadas dos cartas oficiales de Justiniano que tenían toda la fuerza de un edicto real. En ellas confirmaba legalmente al obispo de Roma como "cabeza de todas las santas iglesias" y "cabeza de todos los santos sacerdotes de Dios" (Código de Justiniano, libro 1, título 1). En la carta posterior también alaba las actividades del papa como corrector de herejes.

Aunque ese reconocimiento legal de la supremacía eclesiástica del papa está fechado en 533, es evidente que el edicto imperial no podía hacerse efectivo en favor del papa mientras el reino arriano de los ostrogodos dominara a Roma y la mayor parte de Italia. El papado estaría en libertad de desarrollar al máximo su poder cuando el dominio de los godos fuese quebrantado. En 538, por primera vez desde el fin del linaje imperial de Occidente, la ciudad de Roma fue liberada de la dominación de un reino arriano. En ese año el reino de los ostrogodos recibió su golpe mortal (aunque los ostrogodos sobrevivieron aún algunos años más como pueblo). Por esa razón el año 538 es una fecha más significativa que 533.

Resumiendo: (1) El papa ya había sido reconocido en forma más o menos amplia (aunque de ninguna manera en forma universal) como obispo supremo de las iglesias de Occidente y había ejercido considerable influencia política, de tanto en tanto, bajo el patrocinio de los emperadores occidentales. (2) En 533 Justiniano reconoció la supremacía eclesiástica del papa como "cabeza de todas las santas iglesias" tanto en Oriente como Occidente, y ese reconocimiento legal fue incorporado al código de leyes imperiales (534). (3) En 538 el papado fue realmente liberado del dominio de los reinos arrianos, que dominaron a Roma y a Italia después de los emperadores occidentales. Desde ese tiempo el papado pudo aumentar su poder eclesiástico. Los otros reinos se hicieron católicos, uno por uno, y puesto que los lejanos emperadores de Oriente no retuvieron el dominio de Italia, el papa surgió a menudo como una figura principal de los turbulentos acontecimientos que siguieron a este período de Occidente. El papado adquirió dominio territorial y finalmente alcanzó el apogeo de su dominación política tanto como religiosa en Europa (ver Nota Adicional al final de este capítulo). Aunque esa dominación vino mucho más tarde, puede hallarse el punto decisivo en tiempos de Justiniano.

Algunos piensan que es significativo que Vigilio, el papa que ocupaba ese cargo en 538, hubiera reemplazado el año anterior a un papa que había estado bajo la influencia gótica. El nuevo papa debía su puesto a la emperatriz Teodora y era considerado por Justiniano como el medio para unir a todas las iglesias de Oriente y de Occidente bajo su dominio imperial. Se ha hecho notar que, a partir de Vigilio, los papas fueron más y más estadistas a la vez que eclesiásticos, y a menudo llegaron a ser gobernantes seculares (Charles Bemont y G. Monod, Medieval Europe, p. 121).

Este cuerno. Siendo que los diez cuernos representan al Imperio Romano dividido después de su caída (ver com. vers. 7), el cuerno pequeño debe representar a algún poder que surgiría entre ellos y tomaría el lugar de algunos de esos reinos (ver cita en com. cap. 8: 23).

Ojos. Generalmente se los toma como un símbolo de inteligencia. A manera de contraste con los bárbaros, que mayormente eran analfabetos, el poder representado por el "cuerno pequeño" era notable por su inteligencia, su perspicacia y su previsión.

Hablaba grandes cosas. Ver com. vers. 25.

9. Puestos. Arameo, remah, "colocar" o "levantar", aunque igualmente puede significar "arrojar" (cap. 3: 20; 6: 16, 24).  La LXX usa títhémi, que significa "levantar", "colocar", "erigir". Se muestra aquí una representación del gran juicio final que determina los destinos de los hombres y de las naciones.

Anciano de días. Así dice el arameo; no hay artículo definido. La expresión es más una descripción que un título.  El artículo se usa en los vers. 13 y 22 como artículo de referencia previa, es decir que su función es la de referirse al Ser ya descrito. Se representa a Dios el Padre. Cuyo vestido. Se debe tener cuidado al interpretar las representaciones de las visiones simbólicas. "A Dios nadie le vio jamás" (Juan 1: 18). Daniel sólo vio una representación de la Deidad. No podemos saber hasta qué punto esa representación refleja la realidad. En visión la Deidad se presenta en varias formas, y la forma que asume generalmente atañe al propósito didáctico de la visión. En una visión del segundo advenimiento, Juan vio a Jesús sentado sobre un caballo blanco, vestido de una ropa teñida en sangre y con una espada que salía de su boca (Apoc. 19: 11-15). Obviamente, cuando nuestro Salvador vuelva no esperamos verlo vestido así, armado ni a caballo. Sin embargo, cada uno de estos elementos tiene un valor didáctico (ver com. Apoc. 19:11-15). En la visión de Daniel podemos ver en las vestimentas blancas un símbolo de pureza y en los cabellos blancos un signo de antigüedad, pero ir más allá del simbolismo y hacer especulaciones sobre la apariencia de Aquel que "habita en luz inaccesible" (1 Tim. 6:16) es entrar en el terreno de una teorización prohibida (8T 279). No podemos dudar de que Dios es un ser personal. "Dios es espíritu; sin embargo, es un Ser personal, puesto que el hombre fue hecho a su imagen" (3JT 262). "Nadie especule sobre su naturaleza [la de Dios]. Sobre esto el silencio es elocuencia" (8T 279). Ver com. Eze. 1: 10 con referencia a la interpretación de visiones simbólicas.

10. Millares de millares. Estos representan a los ángeles celestiales que ministran delante del Señor y cumplen siempre su voluntad. Los ángeles desempeñan una parte importante en el juicio. Son simultáneamente "ministros y testigos" (CS 533).

Se sentó. O "comenzó a sentarse". A Daniel se le muestra el juicio final en sus dos aspectos: investigador y ejecutivo.

Durante el juicio investigador se examinarán los registros de todos aquellos que en un tiempo u otro han profesado lealtad a Cristo. La investigación no se hace para informar a Dios ni a Cristo, sino para informar al universo en general, para que al aceptar a algunos y rechazar a otros, Dios sea vindicado. 

Satanás pretende que todos los hombres son legalmente sus súbditos. Acusa delante de Dios a aquellos por quienes Jesús intercede en el juicio; pero Jesús alega el arrepentimiento y la fe de los acusados. Como resultado del juicio se confecciona un registro de los que serán ciudadanos del futuro reino de Cristo. Ese registro incluye los nombres de hombres y mujeres de toda nación, tribu, lengua y pueblo. Juan habla de los redimidos en la tierra nueva como de "las naciones" de los salvos (Apoc. 21: 24).

Los libros fueron abiertos. Compárese con Apoc. 20: 12. La siguiente enumeración aparece en CS 533-535: (1) El libro de la vida, donde se registran los nombres de todos aquellos que han aceptado servir a Dios. (2) El libro de memoria, un registro de las buenas obras de los santos. (3) Un registro de los pecados de los hombres. Al comentar una visión de la fase ejecutiva del juicio, al final de los 1.000 años, se hace la siguiente clasificación: (1) El libro de la vida que registra las buenas obras de los santos. (2) El libro de la muerte que consigna las malas obras de los impenitentes. (3) El libro de los estatutos, la Biblia, según cuyas normas los hombres son juzgados. (PE 52).

11. Yo entonces miraba. Daniel vio en visión profética que un acontecimiento seguía rápidamente a otro. Nótese la repetición de las declaraciones "miraba yo" y "veía yo" a lo largo de la narración de estas visiones.  Estas cláusulas introducen la transición de una escena a la siguiente. Grandes palabras. Ver com. vers. 25.

Mataron a la bestia. Esto representa el fin del sistema u organización que simbolizaba el cuerno. Pablo presenta el mismo poder bajo los títulos "hombre de pecado", "hijo de perdición", "aquel inicuo", y habla de su destrucción cuando Cristo vuelva (2 Tes. 2: 3-8; cf. Apoc. 19: 19-21).

12. Quitado a las otras bestias su dominio. El territorio de Babilonia fue sometido por Persia. Sin embargo, se permitió que subsistieran los súbditos de Babilonia. De la misma manera, cuando Macedonia conquistó a Persia y cuando Roma conquistó a Macedonia, no fueron aniquilados los habitantes de los países conquistados. junto con la destrucción final del poder del cuerno pequeño toda la tierra será despoblada (ver com. vers. 11).

13. Como un hijo de hombre. Arameo, kebar 'enash, literalmente "como hijo de hombre". Según el uso arameo, la frase podría traducirse: "como hombre" ( Hans Bauer y Pontus Leander, Grammatik des Biblisch-Aramäischen [Halle, 1927], p. 315d). La LXX reza Hós huiós anthrpóu, también literalmente, "como hijo de hombre".

Algunas de las traducciones castellanas revisadas (BJ, NC) siguen esta traducción literal. Hay quienes han creído que tal traducción disminuye la majestad de nuestro Redentor. La frase "hijo de hombre" indudablemente es algo indefinida. Sin embargo, en arameo tiene mucho significado. El arameo, así como otros idiomas antiguos, omite el artículo cuando se quiere dar énfasis a la calidad y lo usa cuando se desea recalcar la identidad. El orden normal de la narración profética es que el profeta primero describe lo que ha visto, y luego se ocupa de la identidad. Los datos proféticos se presentan generalmente sin el artículo. Cuando se los vuelve a mencionar, se usa el artículo (ver com. vers. 9). De esa manera se habla de "cuatro bestias grandes" (vers. 3), y no "las cuatro bestias grandes", pero posteriormente de "todas las bestias" (vers. 7). El Anciano de gran edad es presentado como "Anciano de días" (ver com. vers. 9), pero más tarde es mencionado como "el Anciano de días" (vers. 13, 22; ver com. vers. 9). Compárese también, "un carnero" y "el carnero", "un macho cabrío" y "el macho cabrío" (cap. 8: 3-8), etc. En armonía con esta regla, el Hijo de Dios es presentado -literalmente- como "uno de forma humana". No se le aplica nuevamente esta expresión en esta profecía. Si así fuera, probablemente aparecería el artículo definido. En el NT la expresión "Hijo del Hombre" que, según la opinión de la mayoría de los comentadores, se basa en el cap. 7: 13, aparece casi invariablemente con el artículo.

En vez de la traducción "hijo de hombre", la traducción "uno, de forma humana" representaría más adecuadamente la frase aramea. Dios prefirió presentar a su Hijo en esta visión profético poniendo especial énfasis sobre su humanidad (ver DMJ 20).

En la encarnación, el Hijo de Dios tomó sobre sí la forma humana (Juan 1: 1-4, 12, 14; Fil. 2:7; Heb. 2: 14; etc.) y llegó a ser el Hijo del Hombre (ver com. Mar. 2: 10), uniendo así la divinidad con la humanidad con un lazo que nunca había de quebrarse (DTG 17). Así los pecadores arrepentidos tienen como su representante ante el Padre a "uno como" ellos mismos, uno que fue tentado en todo como lo son ellos y que se conmueve por sus flaquezas (Heb. 4: 15). ¡Qué pensamiento consolador!

Vino hasta el Anciano de días. Esto no puede representar la segunda venida de Cristo a esta tierra, puesto que Cristo llega hasta el "Anciano de días". Aquí se representa la entrada de Cristo en el lugar santísimo para la purificación del santuario (CS 479, 533-534).

14. Le fue dado dominio. En Luc. 19: 12-15 se representa a Cristo como a un noble que emprendió un viaje a tierras lejanas para recibir un reino, y volver. Al final de su ministerio sacerdotal en el santuario, mientras todavía está en el cielo, Cristo recibe el reino de su Padre y después vuelve a la tierra a buscar a sus santos (ver CS 481; PE 55, 210).

15. Turbó. Arameo kerah, "estar afligido", "enfermo".

16. Uno de los que. No se identifica a este ser. Daniel está aún en visión y el ser a quien se dirige probablemente es uno de los que ayudan en el juicio. Cuando con corazón sincero buscamos un mejor entendimiento espiritual, el Señor tiene a alguien listo para ayudarnos. Los ángeles ansían comunicar la verdad a los hombres. Son espíritus ministradores (Heb. 1: 14) comisionados por Dios para traer mensajes del cielo a la tierra (Hech. 7: 53; Heb. 2: 2; Apoc. 1: 1).

17. Cuatro reyes. Ver com. vers. 3-7.

18. Poseerán el reino. Todos los reyes y gobiernos terrenales desaparecerán, pero el reino del Altísimo durará para siempre. La usurpación y el mal gobierno de los impíos durará algún tiempo, pero pronto terminará. Entonces esta tierra será devuelta a su Dueño legítimo, quien la compartirá con los santos. Los que durante mucho tiempo han estado en la pobreza y han sido menospreciados por los hombres pronto serán honrados y ensalzados por Dios.

Hasta el siglo, eternamente y para siempre. El énfasis de la frase hace resaltar la idea de perpetuidad. No hay nada transitorio en la ocupación de la tierra restaurada. El contrato de alquiler nunca expirará, y los habitantes vivirán seguros en sus moradas propias. "No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma", porque los "escogidos" de Dios "disfrutarán la obra de sus manos" (Isa. 65: 22)

19. Saber la verdad. Compárese con el vers. 7. Daniel repite las especificaciones anteriormente descritas. Le interesa especialmente la cuarta bestia, tan diferente de las anteriores en su aspecto y en su actividad. Su pregunta concentra dramáticamente la atención en el gran poder perseguidor de la historia (ver com. vers. 24-25).

20. Más grande. Arameo rab, "grande", "magno". " frase reza literalmente, "su apariencia grande más que sus compañeros". Aunque pequeño en sus comienzos, este cuerno pequeño creció hasta ser mayor que cualquiera de los otros cuernos. Este poder sería superior a todos los otros poderes terrenales. Ver com. vers. 24-25 donde hay una interpretación de las características aquí presentadas.

21. Hacía guerra contra los santos. Este cuerno pequeño representaba un poder perseguidor que llevaba a cabo una campaña de exterminio contra el pueblo de Dios (ver com. vers. 25).

Los vencía. Durante largos siglos (ver com. vers. 25) los santos parecían indefensos ante esa fuerza destructora.

22. Vino el Anciano de días. Daniel relata los acontecimientos en la forma en que los vio en visión. La venida del Anciano de días quiere decir la aparición de ese Ser en el telón profético. En cuanto al significado de estos acontecimientos, ver com. vers. 9-14.

Se dio el juicio. No sólo se daría el fallo a favor de los santos, sino que según Pablo (1 Cor. 6: 2-3) y Juan (Apoc. 20: 4) los santos ayudarán en la obra del juicio durante los 1.000 años (CS 719).

23. Devorará. Ver com. vers. 7.

24. Diez cuernos. Respecto a las divisiones del Imperio Romano, ver com. vers. 7.

De los primeros. Mejor, "de los cuernos anteriores". Los anteriores representaban reinos seculares. El poder representado por este cuerno peculiar era de naturaleza político-religiosa. El papado es un reino eclesiástico gobernado por un "Pontífice"; los otros reinos eran poderes seculares gobernados por reyes.

25. Hablará palabras. Arameo millin (singular millah), simplemente, "palabras". La expresión "grandes cosas" (vers. 8, 20) es una traducción del vocablo arameo rabreban.  Millah se traduce "asunto" en cap. 2: 5, 8, 10-11, 23; 5: 15, 26; 7: 1; "palabra" en los cap. 4:31, 33; 5: 10; 7: 11, 25, 28; "edicto" en 3: 28; 6: 12 y "respuesta" en 2: 9.

Contra. Arameo letsad. Si bien tsad significa "lado", letsad no significa, como se esperaría, "al lado", sino "contra". Pero aquí parecería significar además "ponerse en lugar de". Al oponerse al Altísimo, el cuerno pequeño pretendería ser igual a Dios (ver com. 2 Tes. 2: 4; cf. Isa. 14: 12-14).

La literatura eclesiástica abunda en ejemplos de las pretensiones arrogantes y blasfemas del papado. Ejemplos típicos son los siguientes tomados de una gran obra enciclopédica escrita por un teólogo católico del siglo XVIII: "El papa es de una dignidad tan grande y es tan excelso, que no es un mero hombre, sino como si fuera Dios y el vicario de Dios...

"El papa está coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra y de las regiones inferiores...

"El papa es como si fuera Dios sobre la tierra, único soberano de los fieles de Cristo, jefe de los reyes, tiene plenitud de poder, a él le ha sido encomendada por Dios omnipotente la dirección no sólo del reino terrenal sino también del reino celestial...

"El papa tiene tan grande autoridad y poder que puede modificar, explicar e interpretar aun las leyes divinas...

"El papa puede modificar la ley divina, ya que su poder no es de hombre sino de Dios, y actúa como vicerregente de Dios sobre la tierra con el más amplio poder de atar y soltar a sus ovejas.

"Cualquier cosa que se diga que hace el Señor Dios mismo, y el Redentor, eso hace su vicario, con tal que no haga nada contrario a la fe" (traducción de Lucio Ferraris, "Papa II", Prompta Bibliotheca, t. VI, pp. 25-29).

Quebrantará. O, "desgastará". Esto se describe antes con las palabras, "este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía" (vers. 21). La frase describe una persecución continua e implacable. El papado reconoce que ha perseguido y defiende tales hechos como el legítimo ejercicio del poder que pretende haber recibido de Cristo. Lo siguiente está tomado de The Catholic Encyclopedia: "En la bula 'Ad exstirpanda' (1252), Inocencio IV dice: 'Cuando los que hayan sido condenados como culpables de herejía hayan sido entregados al poder civil por el obispo o su representante, o la Inquisición, el podestá o primer magistrado de la ciudad los llevará inmediatamente y ejecutará las leyes promulgadas contra ellos, dentro del término máximo de cinco días'... Ni podía quedar duda alguna en cuanto a cuáles disposiciones civiles se indicaban, porque los pasajes que ordenaban quemar a los herejes impenitentes estaban incluidos en los decretos papales de las constituciones imperiales 'Commissis nobis' e 'lnconsutibilem tunicam'. La bula antes mencionada 'Ad exstirpanda' permaneció de allí en adelante como documento fundamental de la Inquisición, renovada o puesta nuevamente en vigencia por varios papas, Alejandro IV (1254-61), Clemente IV (1265-68), Nicolás IV (1288-92), Bonifacio VIll (1 294-1303) y otros. Por lo tanto, las autoridades civiles estaban obligadas por los papas, so pena de excomunión, a ejecutar las sentencias legales que condenaban a los herejes impenitentes a la hoguera" (Joseph Blötzer, art. "Inquisition", t. VIII, p. 34). Pensará. Arameo sebar, "procurar", "intentar". Se indica un esfuerzo premeditado (CS 499-500).

Tiempos. Arameo zimnin (singular, zeman), término que indica tiempo fijo, como en los cap. 3: 7-8; 4: 36; 6: 10, 13, o un lapso como en los cap. 2: 16; 7: 12. En el cap. 2: 21 se da una sugestión en cuanto al significado de la expresión "cambiar los tiempos'. Allí se usan juntas otra vez las mismas palabras arameas que significan "mudar" y "tiempos". Sin embargo, en ese pasaje Daniel dice que es Dios quien tiene la autoridad de mudar los tiempos. Es Dios quien rige el destino de las naciones. Es él quien "quita reyes, y pone reyes" (cap. 2: 21). "En la palabra de Dios contemplamos detrás, encima y entre la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los instrumentos del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios" (Ed 169). Es también Dios quien determina el "tiempo" (arameo zeman) cuando los santos poseerán el reino (cap. 7: 22). El esfuerzo del cuerno pequeño para mudar los tiempos indicaría un esfuerzo premeditado para ejercer el derecho divino de dirigir el curso de la historia humana.

La ley. Arameo dath, palabra usada para referirse tanto a la ley humana (cap. 2: 9, 13, 15; 6: 8, 12, 15) como a la divina (Esd. 7: 12, 14, 21, 25-26). Es evidente que aquí se hace referencia a la ley divina, ya que la ley humana puede ser cambiada según la voluntad de la autoridad civil, y tales cambios difícilmente podrían ser el tema de la profecía. Al investigar si el papado ha intentado cambiar las leyes divinas o no, encontramos la respuesta en la gran apostasía de los primeros siglos de la era cristiana cuando fueron introducidas numerosas doctrinas y prácticas contrarias a la voluntad de Dios revelada en las Sagradas Escrituras. El cambio más audaz corresponde al día de descanso semanal. La iglesia apóstata admite sin ambages que es responsable de la introducción del descanso dominical, y pretende que tiene el derecho de hacer tales cambios (CS 499-500). Un catecismo autorizado para sacerdotes dice: "La Iglesia de Dios [es decir, la Iglesia Católica] en su sabiduría ha ordenado que la celebración del día sábado fuese transferida al 'día del Señor' " (Cathechism of the Council of Trent, traducción de Donovan, Ed. 1829, p. 358). Este catecismo fue escrito por orden del gran Concilio de Trento y publicado bajo los auspicios del Papa Pío V.

Durante los tiempos del NT los cristianos observaron el sábado, séptimo día de la semana (ver com. Hech. 17: 2). " transición del sábado al domingo fue un proceso gradual que comenzó antes de 150 d. C. y continuó durante unos tres siglos. Las primeras referencias históricas que tenemos en cuanto a la observancia del domingo por profesos cristianos aparecen en la Epístola de Bernabé (cap. 15) y en la Primera apología de Justino Mártir (cap. 67), obras que datan aproximadamente del 150 d. C. Ambas condenan la observancia del sábado e instan a observar el domingo. Las primeras referencias auténticas al domingo como "día del Señor" proceden de fines del siglo II y provienen del llamado Evangelio según San Pedro y de Clemente de Alejandría (Misceláneas, v. 14).

Antes de la revolución judía instigada por Barcoquebas en 132-135 d. C., el Imperio Romano reconocía al judaísmo como una religión legal y al cristianismo como una secta judía. Pero como resultado de esa revolución los judíos y el judaísmo se desprestigiaron. Para evitar la persecución que siguió, de allí en adelante los cristianos trataron por todos los medios posibles de dejar en claro que no eran judíos. Las repetidas referencias que hacen los escritores cristianos de los tres siglos siguientes a la observancia del sábado como una práctica "judaizante", junto con el hecho de que no hay referencia histórica de la observancia cristiana del domingo como día sagrado antes de la revolución judía, indican el período comprendido entre los años 135-150 como el tiempo cuando los cristianos empezaron a atribuirle santidad de día de reposo al primer día de la semana. Sin embargo, la observancia del domingo no reemplazó inmediatamente a la del sábado sino que la acompañó y completó. Durante varios siglos los cristianos observaron ambos días. Por ejemplo, a comienzos del siglo III, Tertuliano observó que Cristo no había anulado el sábado. Un poco más tarde, en las Constituciones apostólicas, libro apócrifo, (ii. 36) se amonestaba a los cristianos a "guardar el sábado y la fiesta del día del Señor".

A principios del siglo IV el domingo había alcanzado una clara preferencia oficial sobre el sábado. En su Comentario sobre el Salmo 92 Eusebio, principal historiador eclesiástico de esa época, escribió: "Todas aquellas cosas que era deber hacer en el sábado, las hemos transferido al día del Señor, como que le pertenecen de manera más apropiada, porque este día tiene preferencia y ocupa el primer lugar y es más honorable que el sábado judío".

La primera acción oficial de la Iglesia Católica que expresa preferencia por el día domingo fue tomada en el Concilio de Laodicea (c. 364 d. C.). El canon 29 de ese concilio estipula que "los cristianos no han de judaizar y estar sin trabajar en sábado, sino, que han de trabajar ese día; pero honrarán de especial manera el día del Señor, y como cristianos que son, si es posible, no harán ningún trabajo en ese día. Sin embargo, si se los encuentra judaizando, serán excluidos de Cristo".  Este concilio dispuso que hubiera culto en el día sábado, pero designó a ese día como día laborable. Es digno de notarse que ésta, la primera ley eclesiástica que ordena la observancia del domingo, especifica el judaizar como la razón para evitar la observancia del sábado.  Además, la rígida prohibición de la observancia del sábado es una evidencia de que muchos estaban todavía 'judaizando' en ese día. En realidad, los escritores cristianos de los siglos IV y V con frecuencia amonestan a sus correligionarios en contra de esa práctica. Por ejemplo, alrededor del año 400, Crisóstomo observa que muchos guardaban aún el sábado a la manera judía y estaban así judaizando.

Los registros de la época también revelan que las iglesias de Alejandría y Roma fueron las principales en fomentar la observancia del domingo. Por 440 d. C. el historiador eclesiástico Sócrates escribió que "aunque casi todas las iglesias del mundo celebran los sagrados misterios cada semana en sábado, sin embargo los cristianos de Alejandría y Roma, por una antigua tradición, han dejado de hacer esto" (Ecclesiastical History v. 22). Alrededor de la misma fecha Sozomenos (o Sozomeno) escribió que "la gente de Constantinopla, y de casi todas partes, se reúne en el sábado, tanto como en el primer día de la semana, costumbre que nunca se observa en Roma ni en Alejandría".

Hay pues tres hechos claros: (1) El concepto de la santidad del domingo entre los cristianos se originó, principalmente, en su esfuerzo de evitar prácticas que los identificaran con los judíos, y provocaran así persecución. (2) La iglesia de Roma desde muy antiguo fomentó una preferencia por el domingo; y la creciente importancia que se le dio al domingo en la iglesia primitiva, a expensas del sábado, siguió muy de cerca al crecimiento gradual del poder de Roma. (3) Finalmente, la influencia romana prevaleció para hacer que la observancia del domingo fuese motivo de una ley eclesiástica, en la misma forma en que prevaleció para establecer otras prácticas tales como la adoración de María, la veneración de los santos y de los ángeles, el uso de imágenes y las oraciones por los muertos. La santidad del domingo descansa sobre la misma base que esas otras prácticas que no se encuentran en las Escrituras, y que fueron introducidas en la iglesia por el obispo de Roma.

Hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. La palabra aramea 'iddan, que aquí se traduce "tiempo", aparece también en el cap. 4: 16, 23, 25, 32. En estos pasajes la palabra 'iddan indudablemente significa "un año" (ver com. cap. 4: 16). La palabra que se traduce "tiempos", que también proviene de 'iddan, era puntuada por los masoretas como plural, pero los eruditos generalmente están de acuerdo en que debiera puntuarse como dual, indicando así "dos tiempos". La palabra que se traduce "medio", pelag puede también traducirse "mitad'. Por eso, es más aceptable la traducción de la Versión Moderna: 'Un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo".

Al comparar este pasaje con profecías paralelas que se refieren al mismo período, pero designándolo de otras maneras, podemos calcular el total del tiempo implicado. En Apoc. 12: 14 se denomina a este período "un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo". Un poco antes, en Apoc. 12: 6, se hace referencia al mismo período al decir "mil doscientos sesenta días". En Apoc. 11:2-3 la expresión "mil doscientos sesenta días" equivale a "cuarenta y dos meses". Así queda claro que un período de tres tiempos y medio corresponde con 42 meses, que a su vez son representados como 1.260 días, y que un "tiempo" equivale a 12 meses o 360 días. Este período puede llamarse un año profético. Sin embargo, no debe confundirse un año profético de 360 días ó 12 meses de 30 días cada uno con el año judío, que era un año lunar de extensión variable (tenía meses de 29 y de 30 días), ni con el calendario solar de 365 días (ver t. 11, pp. 114-115). Un año profético significa 360 días proféticos, pero un día profético representa un año solar.

Esta distinción puede explicarse así: Un año profético de 360 días no es literal sino simbólico. Por eso sus 360 días son proféticos, no literales. Según el principio de día por año, ilustrado en Núm. 14:34 y Eze. 4:6, un día en profecía simbólica representa un año literal. Así un año profético, o "tiempo", simboliza 360 años naturales, literales, y de la misma manera un período de 1.260 ó 2.300 o de cualquier otra cantidad de días proféticos representa la misma cantidad de años literales (es decir, años solares completos, marcados por las estaciones que son controladas por el sol). Aunque el número de días de cada año lunar era variable, el calendario judío se corregía con la adición ocasional de un mes extra (ver t. II, pp. 106-107), de modo que para los escritores bíblicos -al igual que para nosotros- una larga serie de años siempre era igual al mismo número de años solares naturales. En cuanto a la aplicación histórica del principio de día por año ver pp. 41-80.

La validez del principio de día por año ha sido demostrada por el cumplimiento preciso de varias profecías calculadas por este método, en particular la de los 1.260 días y la de las 70 semanas. Un período de tres años y medio contados en forma literal es completamente exiguo para cumplir los requisitos de las profecías de 1.260 días con relación al papado.  Pero cuando, de acuerdo con el principio de día por año, el período se extiende a 1.260 años, la profecía tiene un cumplimiento excepcional.

En julio de 1790, treinta obispos católicos se presentaron ante los que encabezaban el gobierno revolucionario de Francia para protestar por la legislación que independizaba al clero francés de la jurisdicción del papa y lo hacía responsable directamente ante el gobierno. Preguntaron si los dirigentes de la revolución iban a dejar libres a todas las religiones "excepto aquella que fue una vez suprema, que fue mantenida por la piedad de nuestros padres y por todas las leyes del Estado y ha sido por mil doscientos años la religión nacional" (A. Aulard, Christianity and the French Revolution, p. 70).

El período profético del cuerno pequeño comenzó en 538 d. C., cuando los ostrogodos abandonaron el asedio a Roma, y el obispo de Roma, liberado del dominio arriano, quedó libre para ejercer las prerrogativas del decreto de Justiniano de 533, y aumentar de allí en adelante la autoridad de la "Santa Sede" (ver com. vers. 8).  Exactamente 1.260 años más tarde (1798) las espectaculares victorias de los ejércitos de Napoleón en Italia pusieron al papa a merced del gobierno revolucionario francés, quien informó a Bonaparte que la religión romana sería siempre la enemiga irreconciliable de la república, y que "hay una cosa aún más esencial para alcanzar el fin deseado, y eso es destruir, si es posible, el centro de unidad de la iglesia romana, y depende de Ud., que reúne en su persona las más distinguidas cualidades del general y del hábil político, alcanzar esa meta si lo considera factible" (Id., p. 158). En respuesta a esas instrucciones y por orden de Napoleón, el general Berthier entró en Roma con un ejército francés, proclamó que el régimen político del papado había concluido y llevó al papa prisionero a Francia, donde murió en el exilio.

El derrocamiento del papado en 1798 marca el pináculo de una larga serie de acontecimientos vinculados con su decadencia progresiva, y también la conclusión del período profético de los 1.260 años. Ver la Nota Adicional al fin de este capítulo, donde hay un bosquejo más completo del surgimiento y la decadencia del papado.

26. Se sentará el juez. Ver com. vers. 9-11. El veredicto será sentencia de muerte para el papado. Este poder continuará su guerra contra los santos hasta el mismo fin. Entonces su dominio sobre ellos será quitado para siempre, y será exterminado.

27. Sea dado. Aquí encontramos una vislumbre consoladora del resultado final de toda la agitación y persecución por la cual habrán pasado los santos. ¡Bendito pensamiento! Cristo ha de volver pronto en busca de sus santos y los llevará para que disfruten de su eterno reinado y galardón.

Todos los dominios. En la tierra restaurada, la morada de los justos, no habrá discordia ni descontento. Todo el universo pulsará en completa armonía. Todos los que serán salvos obedecerán voluntariamente a Dios y morarán en su bendita presencia para siempre.

28. Mis pensamientos. O, "mis meditaciones". Me turbaron. O, "me asustaron".

Rostro. Arameo ziw, que significa, según algunos eruditos, "semblante", según otros "brillantez', probablemente en el sentido de "apariencia". La revelación de la historia futura de los santos asombró y entristeció grandemente al profeta. (4CBA)

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 7

El desarrollo de la gran apostasía que culminó con el papado fue un proceso gradual que abarcó varios siglos. La declinación de ese poder siguió un proceso semejante.

Respecto al futuro, Jesús advirtió a sus discípulos: "Mirad que nadie os engañe", porque "muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos", haciendo "grandes señales y prodigios" para confirmar sus pretensiones engañosas, "de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos" (Mat. 24: 4, 11, 24).

Pablo, hablando por inspiración, declaró que se levantarían "hombres que hablarían " "cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos" (Hech. 20: 30). El resultado iba a ser una "apostasía" durante la cual se revelaría ese poder al cual llama "hombre de pecado" y "misterio de la iniquidad" para oponerse a la verdad, exaltarse por encima de Dios y usurpar la autoridad de Dios sobre la iglesia (2 Tes. 2: 3-4, 7). Este poder que -según la advertencia de Pablo- ya estaba obrando en forma limitada (vers. 7) obraría "por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos" (vers. 9). La forma sutil de su crecimiento había de ser tan astutamente disfrazada que sólo los que creyesen sinceramente la verdad y la amasen. estarían a salvo de sus pretensiones engañosas (vers. 10- 12).

Antes del fin del primer siglo, el apóstol Juan escribió que "muchos falsos profetas han salido por el mundo" (1 Juan 4: 1), y un poco después que "muchos engañadores han salido por el mundo" (2 Juan 7).  Esto, afirmó, es el "espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo" (1 Juan 4: 3).

Estas predicciones advertían de la presencia de fuerzas siniestras que ya obraban en la iglesia, fuerzas que presagiaban herejía, cisma y apostasía de proporciones mayores.  Pretendiendo poseer privilegios y autoridad que pertenecen sólo a Dios, y sin embargo obrando mediante principios y métodos opuestos a Dios, este instrumento finalmente engañaría a la mayoría de los cristianos para que aceptasen su liderazgo, y así se aseguraría el dominio de la iglesia (Hech. 20: 29-30; 2 Tes. 2: 3-12).

Durante los tiempos apostólicos cada congregación local elegía sus dirigentes y se manejaba por sí misma. Sin embargo, la iglesia universal era "un cuerpo" en virtud de la operación invisible del Espíritu Santo y la dirección de los apóstoles que unían a los creyentes por doquiera en "un Señor, una fe, un bautismo" (Efe. 4: 3-6). Los dirigentes de las iglesias locales debían de ser hombres "llenos del Espíritu Santo" (Hech. 6: 3), elegidos, capacitados y guiados por el Espíritu Santo (Hech. 13: 2), y nombrados (Hech. 6:5) y ordenados por la iglesia (Hech. 13: 3).

Cuando la iglesia dejó su "primer amor" (Apoc. 2: 4), perdió su pureza de doctrina, sus elevadas normas de conducta personal y el invisible vínculo provisto por el Espíritu Santo.  En el culto, el formalismo desplazó a la sencillez. La popularidad y el poder personal llegaron a determinar más y más la elección de los dirigentes, quienes primero asumieron mayor autoridad dentro de la iglesia local y después intentaron extender su autoridad sobre las iglesias vecinas.

La administración de la iglesia local bajo la dirección del Espíritu Santo finalmente dio paso al autoritarismo eclesiástico en poder de un solo magistrado, el obispo, a quien cada miembro de iglesia estaba personalmente sujeto, y únicamente por cuyo intermedio el creyente tenía acceso a la salvación. Desde entonces los dirigentes sólo pensaron en gobernar la iglesia en vez de servirla, y el "mayor" ya no era aquel que se consideraba "siervo de todos". De ese modo, gradualmente se formó el concepto de una jerarquía sacerdotal que se interpuso entre el cristiano como individuo y su Señor.

Según escritos que se atribuyen a Ignacio de Antioquía -que murió alrededor del año 117-, la presencia del obispo era esencial para la celebración de ritos religiosos y para la conducción de los asuntos de la iglesia. Ireneo, que murió por el año 200, catalogaba a los obispos de las diferentes iglesias según la edad y la importancia de las iglesias que presidían. Daba especial honor a las iglesias fundadas por los apóstoles, y sostenía que todas las otras iglesias debían estar de acuerdo con la iglesia de Roma en asuntos de fe y doctrina. Tertuliano (m. 225) enseñaba la supremacía del obispo sobre los presbíteros: ancianos elegidos localmente.

Cipriano (m. hacia el año 258) es considerado como el fundador de la jerarquía     católico-romana.  Defendía la teoría de que sólo hay una iglesia verdadera y que fuera de ella no hay acceso a la salvación. Adelantó la idea de que Pedro había fundado la iglesia en Roma, y que por lo tanto el obispo de la iglesia de Roma debía ser ensalzado por encima de los otros obispos, y que sus opiniones y decisiones debían prevalecer siempre. Recalcó la importancia de la sucesión apostólica directa, afirmó que el sacerdocio del clero era literal y enseñó que ninguna iglesia podía celebrar ritos religiosos o atender sus asuntos sin la presencia y consentimiento del obispo.

Los Principales Factores Que Contribuyeron Al Prestigio Y Finalmente A La Supremacía Del Obispo De Roma Fueron: (1) Como capital del imperio y metrópoli del mundo civilizado Roma era el lugar natural para la sede de una iglesia mundial. (2) La iglesia de Roma era la única en el Occidente que pretendía tener su origen apostólico, un hecho que, en aquellos días, hacía parecer como natural el que el obispo de Roma tuviese prioridad sobre los otros obispos. Roma ocupaba una posición muy honorable aun antes de 100 d. C. (3) El traslado de la capital política de Roma a Constantinopla realizado por Constantino (330) dejó al obispo de Roma relativamente libre de la tutela imperial, y desde ese tiempo el emperador casi siempre apoyó las pretensiones del obispo de Roma en contra de las de los otros obispos. (4) En parte el emperador Justiniano apoyó vigorosamente al obispo de Roma e hizo progresar su causa mediante un edicto imperial que reconocía su supremacía sobre las iglesias tanto del Oriente como del Occidente. Este edicto no pudo hacerse completamente efectivo hasta después de que fue quebrantado el dominio ostrogodo sobre Roma en 538. (5) El éxito que tuvo la iglesia de Roma al resistir varios movimientos así llamados heréticos, especialmente el gnosticismo y el montanismo, le dio una gran reputación de ortodoxa, y las facciones que en alguna parte estaban en contienda, a menudo apelaban al obispo de Roma para que fuese el árbitro de sus diferencias. (6) Las controversias teológicas que dividían y debilitaban la iglesia en el Oriente dejaron a la iglesia de Roma libre para que se dedicara a problemas más prácticos y para que aprovechara las oportunidades que surgían a fin de extender su autoridad. (7) El prestigio político del papado fue acrecentado por los repetidos éxitos que tuvo al evitar o mitigar los ataques de los bárbaros contra Roma, y a menudo en ausencia de un dirigente civil, el papa cumplió en la ciudad las funciones esenciales del gobierno secular. (8) Las invasiones mahometanas Constituyeron un impedimento para la iglesia del Oriente, y así eliminaron al único rival de importancia que tenía Roma. (9) Los invasores bárbaros del Occidente en su mayoría ya estaban nominalmente convertidos al cristianismo, y esas invasiones libraron al papa del dominio imperial. (10) Gracias a la conversión de Clodoveo (496), rey de los francos, el papado dispuso de un fuerte ejército para defender sus intereses y tuvo una ayuda eficiente para convertir a otras tribus bárbaras.

Haciendo profesión de cristianismo, Constantino el Grande (m. 337) vinculó la iglesia con el Estado, subordinó la iglesia al Estado e hizo de la iglesia un instrumento de la política del Estado. Su reorganización del sistema administrativo del Imperio Romano llegó a ser el modelo de la administración eclesiástica de la iglesia romana y así de la jerarquía católico-romana. Más o menos en 343 el sínodo de Sárdica asignó al obispo de Roma jurisdicción sobre los obispos metropolitanos o arzobispos. El papa Inocencio 1 (m. 417) pretendía tener una jurisdicción suprema sobre todo el mundo cristiano, pero no pudo ejercer ese poder.

Agustín (m. 430), uno de los grandes padres de la iglesia y fundador de la teología medieval, sostenía que Roma siempre había tenido supremacía sobre las iglesias. Su obra clásica La ciudad de Dios hacía resaltar el ideal católico de una iglesia universal que rigiera a un Estado universal, y esto dio la base teórica del papado medieval.

León I (el Grande, m. en 461) fue el primer obispo de Roma que proclamó que Pedro había sido el primer papa, que aseguró la sucesión del papado a partir de Pedro, que pretendió que el primado había sido legado directamente por Jesucristo, y que tuvo éxito en la aplicación de estos principios eclesiásticos a la administración papal. León I dio su forma final a la teoría del poder papal e hizo de ese poder una realidad. Él fue quien consiguió un edicto del emperador que declaraba que las decisiones papales tenían fuerza de ley. Con el apoyo imperial se colocó por encima de los concilios de la iglesia asumiendo el derecho de definir doctrinas y de dictar decisiones. El éxito que tuvo al persuadir a Atila que no entrase en Roma (452) y su intento de detener a Genserico (455) aumentaron su prestigio y el del papado. León el Grande fue indudablemente un dirigente secular a la vez que espiritual para su pueblo. Las pretensiones al poder temporal hechas por papas posteriores estaban basadas mayormente en la supuesta autoridad de documentos falsificados conocidos como "fraudes piadosos", tales como la así llamada Donación de Constantino.

La conversión de Clodoveo, caudillo de los francos, a la fe romana por el año 496, cuando la mayoría de los invasores bárbaros eran todavía arrianos, dio al papa un poderoso aliado político dispuesto a reñir las batallas de la iglesia. Durante más de doce siglos la espada de Francia, la "hija mayor" del papado, fue un instrumento eficaz para la conversión de hombres a la iglesia de Roma y para mantener la autoridad papal.

El pontificado del papa Gregorio I (el Grande, m. en 604), el primero de los prelados del medioevo de la iglesia, señala la transición de los tiempos antiguos a los medievales. Gregorio osadamente asumió el papel, aunque no el título, de emperador de Occidente. Él fue quien puso las bases del poder papal durante la Edad Media y las posteriores pretensiones absolutistas del papado datan especialmente de su administración. Gregorio el Grande inició grandes actividades misioneras, las que extendieron mucho la influencia y la autoridad de Roma.

Cuando más de un siglo después, los lombardos amenazaban invadir Italia, el papa recurrió a Pepino, rey de los francos, para que lo socorriera. Cumpliendo con este pedido, Pepino derrotó completamente a los lombardos y, en 756, entregó al papa el territorio que les había tomado. Esa dádiva, comúnmente conocida como Donación de Pepino, señala el origen de los Estados Pontificios y el comienzo formal del gobierno temporal del papa.

Desde el siglo VII al XI, en términos generales, el poder papal mermó. El próximo gran papa, y uno de los más grandes de todos, fue Gregorio VII (m. 1085). Proclamó que la iglesia romana nunca había errado y nunca podría errar, que el papa es juez supremo, que no puede ser juzgado por nadie, que no se puede apelar de sus decisiones, que sólo él tiene derecho al homenaje de todos los príncipes y que sólo él puede deponer a reyes y emperadores.

Durante dos siglos hubo una constante lucha por la supremacía entre el papa y el emperador. A veces uno, y otras veces otro, lograron un éxito pasajero. El pontificado de Inocencio III (m. 1216) encontró al papado en el apogeo de su poder y durante el siglo siguiente estuvo en el cenit de su gloria. Pretendiendo ser el vicario de Cristo, Inocencio III ejerció todos los privilegios que Gregorio se había atribuido más de un siglo antes.

Un siglo después de Inocencio III, el papa medieval ideal, Bonifacio VIII (m. 1303) intentó sin éxito reinar como lo habían hecho sus ilustres predecesores. Fue el último papa que trató de ejercer autoridad universal en la forma como lo había hecho Gregorio VII y como lo había pretendido Inocencio III. La decadencia del poder del papado se hizo plenamente evidente durante el así llamado cautiverio babilónico (1309-1377), cuando los franceses trasladaron por fuerza la sede del papado de Roma a Avignon, en Francia. Poco después del regreso a Roma, comenzó lo que se conoce como el gran cisma (13781417). Durante ese tiempo hubo por lo menos dos, y a veces tres papas rivales, cada uno amenazando y excomulgando a sus rivales y pretendiendo ser el verdadero papa. Como resultado, el papado sufrió una irreparable pérdida de prestigio a los ojos de los pueblos de Europa. Mucho antes de los tiempos de la Reforma, dentro y fuera de la Iglesia Católica, se levantaron voces en contra de sus arrogantes pretensiones y de sus muchos abusos de poder, tanto seculares como espirituales. El resurgimiento cultural en la Europa occidental (Renacimiento), la era de los descubrimientos, el desarrollo de fuertes Estados nacionales, la invención de la imprenta y varios otros factores contribuyeron a la pérdida gradual del poder papal. Ya al aparecer Martín Lutero habían ocurrido muchas cosas que socavaron la autoridad de Roma.

Durante la Reforma -que comúnmente se considera que empezó en 1517 cuando Lutero colocó las noventa y cinco tesis-, el poder papal fue expulsado de grandes territorios del norte de Europa. Los esfuerzos del papado por combatir la Reforma se concretaron en la creación de la Inquisición, del Índice y en la organización de la orden de los jesuitas. Los jesuitas llegaron a ser el ejército intelectual y espiritual de la iglesia para la exterminación del protestantismo. Durante casi tres siglos la iglesia de Roma llevó a cabo una vigorosa lucha que gradualmente fue perdiendo en contra de las fuerzas que luchaban por la libertad civil y religiosa.

Finalmente, durante la Revolución Francesa, la Iglesia Católica fue proscrita de Francia: la primera nación de Europa que había patrocinado su causa, la nación que durante más de doce siglos había defendido las pretensiones papales y había reñido sus batallas, la nación donde los principios papales habían sido puestos a prueba más plenamente que en cualquier otro país y habían sido hallados faltos. En 1798 el gobierno francés ordenó al ejército que estaba en Italia bajo el comando de Berthier que tomara prisionero al papa. Aunque el papado continuó, su poder le había sido quitado, y nunca más ha esgrimido el mismo tipo de poder, ni en la medida en que lo hiciera en tiempos anteriores. En 1870 los Estados Pontificios pasaron a formar parte del reino unido de Italia, el poder temporal que el papado había ejercido durante más de 1.000 años se acabó, y el papa voluntariamente llegó a ser "el prisionero del Vaticano" hasta que su poder temporal fue restaurado en 1929. Ver com. cap. 7: 25.

Este breve esbozo del crecimiento del poder papal demuestra que éste fue un proceso  gradual que abarcó muchos siglos. Lo mismo ocurrió con su declinación. Se puede decir que el primer proceso se desarrolló desde aproximadamente el año 100 hasta el 756; el segundo, desde más o menos 1303 hasta 1870. El papado estuvo en el apogeo de su poder desde el tiempo de Gregorio VII (1073-85) hasta el de Bonifacio VIII (1294-1303). Queda pues en claro que no se pueden dar fechas que señalen una transición precisa entre la insignificancia y la supremacía, o entre la supremacía y la relativa debilidad. De la misma manera, como ocurre en todos los procesos históricos, tanto el crecimiento como la caída del papado fueron procesos graduales.

Sin embargo, por el año 538 el papado estaba completamente formado y obraba en todos sus aspectos esenciales, y para el año 1798 -1260 años más tarde- había perdido prácticamente todo el poder que había acumulado durante siglos. La inspiración había asignado 1260 años al papado para que demostrara sus principios, su política y sus propósitos. De esa manera esas dos fechas debieran considerarse como principio y fin del período profético del poder papal. (4CBA) Ministerio Hno. Pio

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