Daniel 7.
Es
la segunda visión de Daniel.
Que complementa el capítulo 2. Amplia más el panorama. Porque presenta el papel
de los 4 reinos, en su injerencia política y espiritual. Y la intervención divina.
Al iniciarse el Juicio. Juicio para toda la humanidad y la bestia y su extinción.
Y por ende la victoria final de los fieles.
Entonces, este capítulo se proyecta desde el
tiempo de Daniel, hasta el tiempo en que la tierra sea renovada, y los santos
vivan por siempre, junto a su Dios. Amen.
Podríamos decir que son los capítulos 13-22 de
Apocalipsis, en forma resumida.
Leamos el capítulo en cuestión y su división. Desde los Versículos (1-8). Las cuatro bestias y el cuerno pequeño. (9-14). Juicio y reino eterno del Hijo de hombre. (15-27). Un ángel interpreta la visión. (28) Impresión sobre Daniel.
1 En El primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto. 2 Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo combatían en el gran mar. 3 Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, subían del mar. 4 La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre.
5 Y he aquí otra segunda bestia, semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas entre los dientes; y le fue dicho así: Levántate, devora mucha carne. 6 Después de esto miré, y he aquí otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas; tenía también esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado dominio. 7 Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. 8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía Ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas.
9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el juez se sentó, y los libros fueron abiertos. 11 Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego. 12 Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo.
13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.
15 Se me turbó el espíritu a mí, Daniel, en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron. 16 Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. 17 Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. 18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.
19 Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies; 20 Asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía Ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros. 21 Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía,
22 Hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino. 23 Dijo así: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.
24 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el cual será diferente de los primeros, y a tres reyes derribará. 25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. 26 Pero se sentará el juez, y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin, 27 y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán.
28 Aquí fue
el fin de sus palabras. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me turbaron y
mi rostro se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón. (Daniel 7).
1. Primer año de Belsasar. Debiera advertirse que Daniel no presenta los
materiales de su libro en estricto orden cronológico. Los acontecimientos de
los cap. 5- 6 transcurrieron después de los que se registran en el cap. 7, pero
sin duda por razones de continuidad se completa la narración histórica en los
cap. 1- 6. Ver La Nota Adicional del cap. 5 en cuanto a la identidad y el lugar
histórico ocupado por Belsasar.
Tuvo Daniel un sueño. Literalmente, "vio un sueño". El Señor,
mediante un sueño, dio a Daniel una vívida visión de la historia futura del
mundo.
La profecía del cap. 7 cubre esencialmente el mismo lapso histórico que el sueño del cap. 2, y ambos abarcan desde los días del profeta hasta el establecimiento del reino de Dios. Nabucodonosor vio los poderes mundiales representados por una gran imagen de metal; Daniel los vio mediante el simbolismo de bestias y cuernos y vio también ciertos aspectos de la historia relacionados con las vicisitudes del pueblo de Dios y el cumplimiento de su plan. El tema del cap. 2 es esencialmente político. Fue dado, en primer lugar, para informar a Nabucodonosor y para conseguir su cooperación con el plan divino (ver com. cap. 2: 1). " relación del pueblo de Dios con las cambiantes escenas políticas no era el tema de esa profecía. La profecía del cap. 7, como las del resto del libro, fue dada especialmente para el pueblo de Dios, a fin de que éste entendiera su parte en el plan divino a través de todos los siglos. La inspirada profecía de los acontecimientos futuros fue dada teniendo el gran conflicto entre Cristo y Satanás como telón de fondo. Los esfuerzos del archienemigo de las almas para destruir a "los santos" fueron desenmascarados y la victoria final de la verdad fue asegurada. Escribió. Para que se pudiese conservar para las generaciones futuras.
Lo principal del asunto. Las palabras arameas que así se traducen son
especialmente difíciles de poner en castellano. La palabra que se traduce
"principal" es re`sh, que significa "cabeza", o
"comienzo". El griego de la LXX dice eis kefálaia lógon, que puede
ser interpretado como "resumen". Evidentemente lo que significa esta
expresión es que Daniel anotó e informó el contenido principal del sueño.
Ehrlich traduce esta frase: "los detalles importantes".
2. Vientos. Del Arameo rúaj, equivalente al hebreo rúaj, que
tiene una variedad de significados, tales como "aire" (Jer. 2: 24,
donde se ha traducido "viento"), "aliento" (Job 19: 17),
"espíritu" humano (Sal. 32: 2), "Espíritu" divino (Sal. 51:
12) y "viento" (Exo. 10: 13). Metafóricamente la palabra se usa
también para referirse a cosas vacías o vanas (Jer. 5:13). Cuando se la usa en
una visión simbólica, como aquí, la palabra parece indicar actividad o alguna
forma de energía, determinándose su naturaleza exacta por el contexto. Por
ejemplo, los "vientos" de la visión simbólica de Ezequiel, que
hicieron revivir los esqueletos secos, representaban la energía divina que
hacía revivir a la muerta nación de Israel (Eze. 37: 9-14). Los
"vientos" de Daniel que combatían en el gran mar, haciendo surgir
cuatro bestias -o imperios- representaban a aquellos movimientos -diplomáticos,
bélicos, políticos o de otra índole- que habrían de determinar la historia de
ese período.
Los
"cuatro vientos" provenientes de los cuatro puntos cardinales,
representaban sin duda la actividad política en diversas partes del mundo (Jer.
49:36; cf. Dan. 8:8; 11:4; Zac. 2:6; 6:5).
Combatían. Arameo guaj, que significa "agitar". La forma del verbo sugiere acción continuada. El gran mar. No se especifica ningún cuerpo de agua, tal como el mar Mediterráneo. El mar es aquí un símbolo de las naciones del mundo, el "gran mar" de la humanidad en todos los siglos (Apoc. 17:15; cf. Isa. 17:12; Jer. 46:7).
3. Cuatro bestias. No se deja librada a la especulación la aplicación del símbolo. Según el vers. 17, las cuatro bestias representan "cuatro reyes que se levantarán en la tierra". En vez de "reyes" la LXX, Teodoción y la Vulgata dicen "reinos". La cuarta bestia es llamada específicamente "un cuarto reino" (vers. 23) que sigue a los "otros reinos". Por lo general se acepta que estas cuatro bestias representan los mismos cuatro poderes simbolizados por la imagen metálica del cap. 2. Diferentes. La diferencia de la cual se habla aquí había sido ilustrada por los diferentes metales presentados (cap. 2: 38-40). Subían. Las potencias mundiales que se representaban no ejercieron su poder en forma simultánea, sino sucesiva.
4. León... alas de águila. Un símbolo muy adecuado para representar a
Babilonia. El león alado se halla en las obras de arte babilónico. Era común la
combinación de león y águila: generalmente un león con alas de águila, a veces
con garras o pico; otra combinación parecida era el águila con cabeza de león.
El león alado es una de las formas de ese animal-símbolo que a menudo se
representa combatiendo junto a Marduk, el dios patrono de Babilonia. Respecto a
estas combinaciones de león y águila, ver S. H. Langdon, Semitic Mythology ("The
Mythology of All Races", t. 13), pp. 118, 277-282, y la fig. 51 frente a
p. 106 (león alado), y pp. 116-117, (águila con cabeza de león); ver también
las ilustraciones de varias bestias mixtas en L. E. Froom, Prophetic Faith of
Our Fathers, t. I, pp. 50, 52.
Otros
profetas se refirieron al rey Nabucodonosor por medio de figuras semejantes
(Jer. 4: 7; 50: 17, 44; Lam. 4:19; Eze. 17: 3, 12; Hab. 1: 8). El león como rey
de las fieras y el águila como reina de las aves representaban adecuadamente al
Imperio de Babilonia en el apogeo de su gloria. El león se destaca por su
fuerza, mientras que el águila es famosa por el vigor y el alcance de sus
vuelos. El poder de Nabucodonosor se sintió no sólo en Babilonia, sino desde el
Mediterráneo hasta el golfo Pérsico, y desde el Asia Menor hasta Egipto. Por
eso es adecuado representar el alcance del poder de Babilonia con un león
dotado de alas de águila.
Arrancadas. El león ya no podía volar como águila para alcanzar
su presa. Esto se refiere indudablemente al tiempo cuando reyes menos poderosos
siguieron a Nabucodonosor en el trono de Babilonia, gobernantes durante cuya
administración Babilonia perdió gloria y poder. Algunos han sugerido también
que esto es una posible referencia a la última parte de la vida de Nabucodonosor,
cuando durante siete años le fue quitado no sólo el poder sino también la razón
(cap. 4: 31-33).
Se puso enhiesta sobre los pies. Un león erguido como un hombre indica la pérdida de
las cualidades distintivas de un león.
Corazón de hombre. El apodo del rey Ricardo, "corazón de
león", indicaba valor y osadía poco comunes. A la inversa, un león
"con corazón de hombre" señalaría cobardía y timidez. En sus años de
decadencia Babilonia se debilitó a causa de la riqueza y el lujo, y cayó presa
del reino medo-persa.
Algunos
piensan que la expresión "corazón de hombre" representa la
desaparición de la característica animal de voracidad y ferocidad y la
humanización del rey de Babilonia. Tal interpretación podría aplicarse a
Nabucodonosor después de su vivencia humillante, pero no sería una
representación apropiada del reino en sus últimos años.
5. Un oso. El Imperio Persa, o Medo-Persa, corresponde con la
plata de la imagen (ver com. cap. 2: 39). Como la plata es inferior al oro, así
también en algunos respectos el oso es inferior al león. Sin embargo, el oso es
cruel y rapaz, características que se le atribuyen a los medos en Isa. 13:
17-18.
De un costado. El intérprete (vers. 16) no explica este detalle de
la visión. Sin embargo, al comparar con el pasaje del cap. 8: 3, 20 pareciera
que se indica claramente que el reino estaba. compuesto de dos partes. De los
medos y los persas, los últimos llegaron a tener el poder dominante unos pocos
años antes de que el imperio dual conquistara a Babilonia (ver com. cap. 2:
39).
Tres costillas. No se mencionan estas costillas en la interpretación (vers. 17-27), pero muchos comentadores las han considerado como símbolo de los tres principales poderes que fueron conquistados por el Imperio Medo-Persa: Lidia, Babilonia y Egipto (ver com. Isa. 41: 6). Le fue dicho. No se identifica al que habla.
6. Semejante a un leopardo. El leopardo es un animal feroz y carnívoro, notable
por su velocidad y la agilidad de sus movimientos (ver Hab. 1: 8; Ose. 13: 7).
El poder que
habría de seguir al Imperio Persa se identifica en el cap. 8: 21 como
"Grecia". Esta "Grecia" no debe confundirse con la Grecia
del período clásico, ya que ese período precedió a la caída de Persia. La
"Grecia" que figura en Daniel corresponde con el imperio semigriego y
macedónico de Alejandro Magno (ver com. cap. 2: 39), que dio comienzo a la
época que conocemos como período helenístico. Antes de Alejandro no se podría
hacer referencia al "rey primero" (cap. 8: 21) de un imperio griego,
como "un rey valiente" que tenía "gran poder" (cap. 11: 3).
En 336 a. C.
Alejandro heredó el trono de Macedonia, Estado semigriego en la frontera norte
de Grecia. El padre de Alejandro, Filipo, ya había unido bajo su dominio a la
mayoría de las ciudades-estados de Grecia por el año 338 a. C. Alejandro
demostró su temple al aplastar revoluciones en Grecia y Tracia. Después de
haber restablecido el orden en su propio reino, Alejandro se lanzó a la tarea
de conquistar el Imperio Persa, ambición que había heredado de su padre. Entre los
factores que impulsaban al joven rey a llevar a cabo sus planes estaban la
ambición personal, la necesidad de expansión económica, el deseo de difundir la
cultura griega y una animosidad natural contra los persas a causa de guerras
anteriores con sus compatriotas.
En 334 a. C.
Alejandro cruzó el Helesponto y entró en territorio persa con sólo 35.000
hombres, la insignificante suma de 70 talentos en efectivo y provisiones para
sólo un mes. La campaña fue una serie de triunfos. La primera victoria fue
lograda en Gránico, la segunda en Iso al año siguiente y otra en Tiro un año
después. Pasando por Palestina, Alejandro conquistó Gaza y después entró en
Egipto virtualmente sin oposición. Allí en el año 331 a. C. fundó la ciudad de
Alejandría. Se declaró a sí mismo sucesor de los faraones y sus tropas lo
aclamaron como un dios. Cuando nuevamente ese año emprendió la marcha, dirigió
sus ejércitos hacia Mesopotamia, el corazón del Imperio Persa. Los persas le
hicieron frente cerca de Arbela, al este de la confluencia de los ríos Tigris y
Gran Zab, pero sus fuerzas fueron derrotadas y se dieron a la huida. Las
fabulosas riquezas del mayor imperio mundial estaban a disposición del joven
rey de 25 años de edad.
Después de
una organización preliminar de su imperio, Alejandro prosiguió sus conquistas
hacia el norte y hacia el este. Por el año 329 a. C. ya había tomado Maracanda,
que es ahora Samarcanda, en el Turquestán. Dos años más tarde invadió la parte
noroeste de la India. Sin embargo, poco después de cruzar el río Indo, sus
tropas rehusaron seguir más adelante, y se vio obligado a acceder a sus deseos.
De vuelta en Persia y Mesopotamia, Alejandro debió encarar la gran tarea de
organizar la administración de sus territorios. En 323 a. C. estableció su
capital en Babilonia, ciudad que aún conservaba recuerdos de la gloria del
tiempo de Nabucodonosor. En el mismo año, después de excederse en la bebida,
Alejandro cayó enfermo y murió de "fiebre de los pantanos", que se
cree era el antiguo nombre de la malaria (paludismo) o de una enfermedad
similar.
Cuatro alas de ave. Aunque el leopardo en sí es un animal veloz, su
agilidad natural parece ser inadecuada para describir la asombrosa velocidad de
las conquistas de Alejandro. La visión simbólica representaba al animal con alas
que se le añadían, no sólo dos sino cuatro, que denotan una velocidad
superlativa. El símbolo describe muy adecuadamente la velocidad fulmínea con
que Alejandro y sus macedonios en menos de una década llegaron a adueñarse del
mayor de los imperios que el mundo había conocido. No hay otro ejemplo, en
tiempos antiguos, de movimientos tan rápidos y exitosos de un ejército tan
grande.
Cuatro cabezas. Evidentemente equivalen a los cuatro cuernos del
macho cabrío, que representaban los cuatro reinos (que después se redujeron a
tres) que ocuparon el territorio conquistado fugazmente por Alejandro (ver com.
cap. 8: 8, 20-22). Sin embargo, durante algunos años los generales macedonios
de Alejandro intentaron conservar -en teoría si no en la realidad- la unidad
del vasto imperio. Alejandro murió sin arreglar la sucesión de su trono.
Primero su medio hermano Felipe, débil mental, y después su hijo póstumo,
Alejandro, fueron reyes titulares bajo la regencia de uno u otro de los
generales, y el imperio dividido en un gran número de provincias, las más
importantes de las cuales fueron regidas por unos seis generales principales
que actuaron como sátrapas (ver mapa A, p. 850).
Pero la
autoridad central -es decir, los regentes de los dos reyes títeres- nunca fue
lo suficientemente fuerte como para unir al vasto imperio. Después de unos doce
años de luchas internas, durante las cuales el dominio de diversas zonas del
territorio cambió de mano repetidas veces y en los que ambos reyes fueron
muertos, Antígono surgió como el último de los pretendientes al poder central
sobre todo el imperio. Se le oponía una coalición de cuatro poderosos
caudillos: Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo, que tenían la intención de
dividirse el territorio entre ellos. En 306 a. C. Antígono se declaró rey
(conjuntamente con su hijo Demetrio) de toda la nación y sucesor de Alejandro.
Ante esto, los cuatro aliados, dejando su título inferior de sátrapas, se
declararon reyes de sus respectivos territorios (ver mapa B, p. 850).
La larga
lucha a muerte entre los defensores de la unidad bajo el cetro de Antígono y
Demetrio y los partidarios de la partición entre los cuatro generales fue
resuelta en la batalla de Ipso en 301 a. C, Antígono fue muerto, Demetrio huyó
y su territorio fue dividido. Con excepción de pequeños fragmentos, esto dejó
en pie cuatro reinos independientes (ver mapa C, p. 851) en lugar del inmenso
imperio que Alejandro había formado pero que no había logrado consolidar.
Ptolomeo tenía Egipto, Palestina y parte de Siria; Casandro dominaba Macedonia
con soberanía nominal sobre Grecia; Lisímaco tenía Tracia y una gran parte del
Asia Menor; y Seleuco poseía la mayor parte de lo que había sido el Imperio
Persa: parte del Asia Menor, el norte de Siria, Mesopotamia y el oriente.
Demetrio, sólo quedó con la flota y varias ciudades costeras que no llegaron a
conformar un reino, aunque más tarde desplazó a los herederos de Casandro y
fundó la dinastía antigónida en Macedonia.
Unos 20 años
después de la división, los cuatro se redujeron a tres, porque Lisímaco fue
eliminado (ver mapa D, 851). Gran parte de su territorio fue tomado por el
imperio seléucida, pero parte fue invadida por los galos o se desintegró en
pequeños Estados independientes. El más importante de ellos fue Pérgamo. Pero
Macedonia, Egipto el territorio seléucida (a veces conocido como Siria, porque
la parte oriental pronto se perdió) continuaron como las tres principales
divisiones del ex- imperio de Alejandro, has que fueron absorbidas, una a una,
por el Imperio Romano.
Muchos
historiadores, especialmente escritores de libros de texto, que deben eliminar
los detalles para dar una visión global pasan por alto la división en cuatro y
sólo mencionan la posterior y más duradera división en tres reinos principales,
que retuvieron su identidad hasta tiempos del Imperio Romano.
Algunos
intentan buscar la continuación de los cuatro reinos hasta el período romano,
contando a Pérgamo como sucesor del efímero reino de Lisímaco. Pero si hablamos
de tres reinos principales y del reino mucho menor de Pérgamo, o de tres reinos
más un grupo de Estados más pequeños, es notable que en el momento crítico
-cuando fracasó la última esperanza de mantener unido al imperio de Alejandro,
y se hizo inevitable la división- todo el territorio, excepto fragmento
menores, se dividió en cuatro reinos (ver mapa C, p. 851) como lo especificaba
la profecía (cap. 8: 22).
El imperio de
Alejandro, aun cuando estuvo dividido, todavía era una continuación una
realización del ideal de su fundador: un mundo greco-macedónico-asiático de
pueblos diferentes unidos por el idioma, el pensamiento y la civilización de
los griegos. Excepto la centralización política, el mundo helenístico constituía
una unidad como lo había sido bajo el reinado de Alejandro, y mucho más de lo
que jamás había sido antes. Esto estaba representado en forma adecuada por una
sola bestia con cabezas múltiples (o, en cap. 8, con cuernos múltiples). Con
relación al período helenístico y el surgimiento de Roma, ver el artículo sobre
el período intertestamentario en el t. V.
7. La cuarta bestia. Compárese con el ver 19. Quizá no había en la
naturaleza ninguna similitud con la cual designar a esta bestia horrible,
puesto que no se hace ninguna comparación como en el caso de las tres primeras
bestias. Sin embargo, no debiera haber duda
de que representaba al mismo poder que está simbolizado por las piernas de
hierro de la gran imagen (ver com. cap. 2: 40).
La historia
enseña claramente que el poder mundial que siguió al tercer imperio de esta
profecía fue Roma. Sin embargo, la transición fue gradual. De manera que es
imposible señalar un acontecimiento específico que indique el momento del
cambio. Como ya se ha dicho, el imperio de Alejandro fue dividido después del
301 a. C. en cuatro (más tarde tres) reinos helenísticos (ver cap. 8: 8), y su
reemplazo por el Imperio Romano fue un proceso gradual que implicó varias
etapas principales. Los escritores no están de acuerdo en cuanto a la fecha que
señala la hegemonía del imperio siguiente.
Hacia el año
200 a. C., cuando Cartago ya no era más rival (aunque no fue destruida sino
medio siglo más tarde), Roma era dueña del Mediterráneo occidental y había
comenzado a relacionarse con el Oriente, donde de allí en adelante también
llegaría a dominar. En 197 a. C. Roma derrotó a Macedonia y puso a los Estados
griegos bajo su protección. En 190 Roma derrotó a Antíoco III y tomó el
territorio seléucida por el este hasta los montes del Tauro. En 168 a. C., en
la batalla de Pidna, Roma acabó con la monarquía de Macedonia, dividiéndola en
cuatro confederaciones; y quizá en ese mismo año reprendió a Antíoco IV
haciendo que abandonara la idea de conquistar Egipto. En 146 a. C. Roma se
anexó a Macedonia como provincia y puso la mayor parte de las ciudades griegas
bajo el gobernador de Macedonia.
Si la
dominación romana del Cercano Oriente se computa desde la fecha en que los
monarcas de los tres reinos helenísticos fueron eliminados por el poder romano,
puede considerarse el año 168 como el primer paso de ese proceso. Sin embargo,
los reyes seléucidas y tolemaicos retuvieron sus tronos hasta mucho después,
quedándose hasta el año 63 a. C. en Siria y el 30 a. C. en Egipto. Si se eligen las fechas de la anexión de esos
tres reinos como provincias romanas, las fechas serían 146, 64 y 30 a. C.
respectivamente. Algunos historiadores hacen resaltar el 168 a. C. porque ya
para ese tiempo Roma había conquistado Macedonia y había salvado a Egipto de
caer en manos del reino seléucida al prohibir la invasión de Antíoco IV. Esto
demostraría que Roma virtualmente dominaba los tres reinos aunque no había
conquistado más que a uno de ellos.
No se puede
dar una fecha única para un proceso gradual. Sea cual fuere la elección de
fecha o fechas más significativas que se haga, el traspaso del poder mundial a
Roma queda claro, y en el año 30 a. C. se completó la absorción del territorio
de Alejandro desde Macedonia hasta el Éufrates. Ver el artículo sobre el
período intertestamentario en el t. V.
Unos dientes grandes de hierro. Los enormes dientes metálicos hablan de crueldad y
fuerza. Así como el animal desgarraba y devoraba su presa con esos colmillos
monstruosos, así Roma devoraba las naciones y pueblos en sus conquistas.
Algunas veces destruía ciudades enteras, como en el caso de Corinto en 146 a.
C.; otras veces reinos, tales como Macedonia y los dominios seléucidas, los que
eran divididos y convertidos en provincias.
Las sobras hollaba. Cuando Roma no destruía o subyugaba a un pueblo,
solía esclavizar a sus habitantes o los vendía como esclavos. En la intensidad
de su poder destructor Roma sobrepasó a los reinos que previamente habían
dominado al mundo.
Diez cuernos. Según la explicación, son "diez reyes"
(vers. 24). Si los "cuatro reyes" del vers. 17 representaban reinos
(ver vers. 23 y com. vers. 3) paralelos con los cuatro imperios del cap. 2,
existe la misma razón para entender que estos "diez reyes" son
también reinos, así como los cuatro cuernos del macho cabrío son "cuatro
reinos" (cap. 8: 22). Las invasiones sucesivas de numerosas tribus
germánicas que penetraron en el Imperio Romano y el reemplazo de éste por
varios Estados separados o monarquías, son hechos bien comprobados por la
historia. Debido a que por lo menos una veintena de tribus bárbaras invadió el
Imperio Romano, los comentadores han confeccionado varias listas de los reinos
establecidos en el territorio del imperio. La siguiente lista es una de ellas:
ostrogodos, visigodos, francos, vándalos, suevos, alamanes, anglosajones,
hérulos, lombardos y burgundios. Algunos prefieren poner a los hunos en lugar
de los alamanes. Sin embargo, los hunos
desaparecieron pronto sin dejar un reino establecido. Este período fue de
grandes trastornos, confusión y cambio, y durante él muchos Estados lograron su
independencia.
8. Otro cuerno pequeño. Mejor, "otro cuerno, uno pequeño". Aunque pequeño al comienzo, este cuerno es descrito posteriormente como "más grande que sus compañeros".
Se verá que esto simboliza la continuación del
poder romanos mediante la Iglesia Romana. "De las ruinas de la Roma
política se levantó el gran imperio moral en la 'forma gigante' de la Iglesia
Romana" (A. C. Flick, The
Rise of the Mediaeval Church, 1900, p. 150). Ver com. vers. 24-25.
"Bajo la
potestad del Imperio Romano los papas no tenían poder temporal. Pero cuando el
Imperio Romano se hubo desintegrado y su lugar fue ocupado por varios reinos
rudos y bárbaros, la Iglesia Católica Romana no sólo se independizó de esos
Estados en el aspecto religioso, sino que dominó también en lo secular. A
veces, bajo gobernantes tales como Carlomagno (768-814), Otón el Grande
(936-973) y Enrique III (1039-1056), el poder civil tuvo cierto predominio
sobre la iglesia; pero en general, durante el débil sistema político del
feudalismo, la iglesia, bien organizada, unificada y centralizada, con el papa
a su cabeza, no sólo era independiente en los asuntos eclesiásticos sino que
también controlaba los asuntos civiles" (Carl Conrad Eckhardt, The Papacy
and World-Affairs [1937] P. 1).
Delante. Arameo qodam, palabra que se usa frecuentemente en
Daniel, y que significa "antes en lo que atañe al tiempo", o "en
presencia de". La frase "delante de él" puede interpretarse
"para darle lugar a él".
Tres cuernos de los primeros. El "cuerno pequeño" es un símbolo de la
Roma papal. En consecuencia, el que los tres cuernos fuesen arrancados
simboliza la destrucción de tres de las naciones bárbaras. Entre los principales
obstáculos que se le presentaron a la Roma papal en su encumbramiento al poder
político estuvieron los hérulos, los vándalos y los ostrogodos. Los tres eran
defensores del arrianismo, que fue el rival más formidable del catolicismo.
Los hérulos fueron la primera de las tribus bárbaras que dominaron a Roma. Constituían tropas auxiliares germanas de Roma que se amotinaron, y en 476 d. C. depusieron al último emperador de Occidente, el adolescente Rómulo Augústulo. A la cabeza de los hérulos y de otras tropas mercenarias estaba Odoacro, quien se constituyó rey de Roma. Odoacro, que era arriano, aunque tolerante para con los católicos, era odiado por los italianos.
Por sugestión del emperador Zenón, del
imperio de Oriente, Teodorico, caudillo de los ostrogodos, fue el siguiente en
invadir Italia. Lo hizo en 489, y en 493 consiguió que Odoacro se rindiera y
poco después lo mató (ver Thomas Hodgkin, Italy and Her Invaders, t. 3, pp.
180-213).
En lo que se
refiere a la Iglesia Romana, la llegada de Teodorico no significó ninguna
mejoría sino sólo un cambio de caudillos. Teodorico era un arriano tan decidido
como su predecesor en el trono de Italia. Aunque concedió tolerancia a las
diversas religiones de su reino, las desmedidas ambiciones del pontífice romano
no podían concretarse en un sistema que sólo otorgaba tolerancia.
Entre tanto
los vándalos, presididos por Genserico, se habían establecido en el norte de
África y habían tomado a Cartago en 439. Siendo arrianos fanáticos y belicosos,
constituían una amenaza para la supremacía de la Iglesia Católica en el
Occidente. Eran especialmente intolerantes para con los católicos, a quienes
llamaban herejes. Para ayudar a los católicos del Occidente, el emperador,
Justiniano, que gobernaba la mitad oriental del Imperio Romano desde
Constantinopla, envió a Belisario, el más hábil de sus generales. Belisario
venció completamente a los vándalos en 534 DC.
Debido a esta
victoria, los ostrogodos quedaron en Italia como el único poder arriano
sobreviviente de importancia que pudiera estorbar la hegemonía del papado en el
Occidente (ver Hodgkin, op. cit., t. 3, cap. 15). Después de haber eliminado a
los vándalos, Belisario, en 535, comenzó en Italia su campaña contra los
ostrogodos. Aunque esa campaña duró veinte años antes de que los ejércitos
imperiales obtuvieran la victoria completa (ver Hodgkin, op. cit., t. 5, pp. 3-
66), la acción decisiva ocurrió en los comienzos de la campaña. Los ostrogodos,
que habían sido expulsados de Roma, volvieron y la sitiaron en 537. El sitio
duró todo un año, pero en 538 Justiniano hizo desembarcar otro ejército en
Italia, y en marzo los ostrogodos abandonaron el asedio (ver Hodgkin, op. cit.,
t. 4, pp. 73-113, 210-252; Charles Diehl, "Justinian", en Cambridge
Medieval History, t. 2, p. 15). Es verdad que en 540 volvieron a entrar en la
ciudad durante un periodo muy corto, pero su ocupación fue breve. Su retirada
de Roma en 538 DC marcó el verdadero fin del poder ostrogodo, aunque no lo
fuera de la nación ostrogoda. Y así fue "arrancado" el tercero de los
tres cuernos que estorbaban al pequeño cuerno.
Justiniano es
notable no sólo por su éxito al unir transitoriamente a Italia y países del
Occidente con la mitad oriental de lo que había sido el Imperio Romano, sino
también porque formó un código unificado al reunir y codificar las leyes que
existían entonces en el imperio, incluso nuevos edictos del mismo Justiniano.
En ese código imperial estaban incorporadas dos cartas oficiales de Justiniano
que tenían toda la fuerza de un edicto real. En ellas confirmaba legalmente al
obispo de Roma como "cabeza de todas las santas iglesias" y
"cabeza de todos los santos sacerdotes de Dios" (Código de
Justiniano, libro 1, título 1). En la carta posterior también alaba las
actividades del papa como corrector de herejes.
Aunque ese
reconocimiento legal de la supremacía eclesiástica del papa está fechado en
533, es evidente que el edicto imperial no podía hacerse efectivo en favor del
papa mientras el reino arriano de los ostrogodos dominara a Roma y la mayor parte
de Italia. El papado estaría en libertad de desarrollar al máximo su poder
cuando el dominio de los godos fuese quebrantado. En 538, por primera vez desde
el fin del linaje imperial de Occidente, la ciudad de Roma fue liberada de la
dominación de un reino arriano. En ese año el reino de los ostrogodos recibió
su golpe mortal (aunque los ostrogodos sobrevivieron aún algunos años más como
pueblo). Por esa razón el año 538 es una fecha más significativa que 533.
Resumiendo: (1)
El papa ya había sido reconocido en forma más o menos amplia (aunque de ninguna
manera en forma universal) como obispo supremo de las iglesias de Occidente y
había ejercido considerable influencia política, de tanto en tanto, bajo el
patrocinio de los emperadores occidentales. (2) En 533 Justiniano reconoció la
supremacía eclesiástica del papa como "cabeza de todas las santas
iglesias" tanto en Oriente como Occidente, y ese reconocimiento legal fue
incorporado al código de leyes imperiales (534). (3) En 538 el papado fue realmente
liberado del dominio de los reinos arrianos, que dominaron a Roma y a Italia
después de los emperadores occidentales. Desde ese tiempo el papado pudo
aumentar su poder eclesiástico. Los otros reinos se hicieron católicos, uno por
uno, y puesto que los lejanos emperadores de Oriente no retuvieron el dominio
de Italia, el papa surgió a menudo como una figura principal de los turbulentos
acontecimientos que siguieron a este período de Occidente. El papado adquirió
dominio territorial y finalmente alcanzó el apogeo de su dominación política
tanto como religiosa en Europa (ver Nota Adicional al final de este capítulo).
Aunque esa dominación vino mucho más tarde, puede hallarse el punto decisivo en
tiempos de Justiniano.
Algunos
piensan que es significativo que Vigilio, el papa que ocupaba ese cargo en 538,
hubiera reemplazado el año anterior a un papa que había estado bajo la
influencia gótica. El nuevo papa debía su puesto a la emperatriz Teodora y era
considerado por Justiniano como el medio para unir a todas las iglesias de
Oriente y de Occidente bajo su dominio imperial. Se ha hecho notar que, a
partir de Vigilio, los papas fueron más y más estadistas a la vez que
eclesiásticos, y a menudo llegaron a ser gobernantes seculares (Charles Bemont
y G. Monod, Medieval Europe, p. 121).
Este cuerno. Siendo que los diez cuernos representan al Imperio
Romano dividido después de su caída (ver com. vers. 7), el cuerno pequeño debe
representar a algún poder que surgiría entre ellos y tomaría el lugar de
algunos de esos reinos (ver cita en com. cap. 8: 23).
Ojos. Generalmente se los toma como un símbolo de
inteligencia. A manera de contraste con los bárbaros, que mayormente eran
analfabetos, el poder representado por el "cuerno pequeño" era
notable por su inteligencia, su perspicacia y su previsión.
Hablaba grandes cosas. Ver com. vers. 25.
9. Puestos. Arameo, remah, "colocar" o
"levantar", aunque igualmente puede significar "arrojar"
(cap. 3: 20; 6: 16, 24). La LXX usa
títhémi, que significa "levantar", "colocar",
"erigir". Se muestra aquí una representación del gran juicio final
que determina los destinos de los hombres y de las naciones.
Anciano de días. Así dice el arameo; no hay artículo definido. La
expresión es más una descripción que un título.
El artículo se usa en los vers. 13 y 22 como artículo de referencia
previa, es decir que su función es la de referirse al Ser ya descrito. Se
representa a Dios el Padre. Cuyo
vestido. Se debe tener cuidado al interpretar las representaciones de las
visiones simbólicas. "A Dios nadie le vio jamás" (Juan 1: 18). Daniel
sólo vio una representación de la Deidad. No podemos saber hasta qué punto esa
representación refleja la realidad. En visión la Deidad se presenta en varias
formas, y la forma que asume generalmente atañe al propósito didáctico de la
visión. En una visión del segundo advenimiento, Juan vio a Jesús sentado sobre
un caballo blanco, vestido de una ropa teñida en sangre y con una espada que
salía de su boca (Apoc. 19: 11-15). Obviamente, cuando nuestro Salvador vuelva
no esperamos verlo vestido así, armado ni a caballo. Sin embargo, cada uno de
estos elementos tiene un valor didáctico (ver com. Apoc. 19:11-15). En la
visión de Daniel podemos ver en las vestimentas blancas un símbolo de pureza y
en los cabellos blancos un signo de antigüedad, pero ir más allá del simbolismo
y hacer especulaciones sobre la apariencia de Aquel que "habita en luz
inaccesible" (1 Tim. 6:16) es entrar en el terreno de una teorización
prohibida (8T 279). No podemos dudar de que Dios es un ser personal. "Dios
es espíritu; sin embargo, es un Ser personal, puesto que el hombre fue hecho a
su imagen" (3JT 262). "Nadie especule sobre su naturaleza [la de
Dios]. Sobre esto el silencio es elocuencia" (8T 279). Ver com. Eze. 1: 10
con referencia a la interpretación de visiones simbólicas.
10. Millares de millares. Estos representan a los ángeles celestiales que
ministran delante del Señor y cumplen siempre su voluntad. Los ángeles
desempeñan una parte importante en el juicio. Son simultáneamente
"ministros y testigos" (CS 533).
Se sentó. O "comenzó a sentarse". A Daniel se le
muestra el juicio final en sus dos aspectos: investigador y ejecutivo.
Durante el juicio investigador se examinarán los registros de todos aquellos que en un tiempo u otro han profesado lealtad a Cristo. La investigación no se hace para informar a Dios ni a Cristo, sino para informar al universo en general, para que al aceptar a algunos y rechazar a otros, Dios sea vindicado.
Satanás
pretende que todos los hombres son legalmente sus súbditos. Acusa delante de
Dios a aquellos por quienes Jesús intercede en el juicio; pero Jesús alega el
arrepentimiento y la fe de los acusados. Como resultado del juicio se
confecciona un registro de los que serán ciudadanos del futuro reino de Cristo.
Ese registro incluye los nombres de hombres y mujeres de toda nación, tribu,
lengua y pueblo. Juan habla de los redimidos en la tierra nueva como de
"las naciones" de los salvos (Apoc. 21: 24).
Los libros fueron abiertos. Compárese con Apoc. 20: 12. La siguiente enumeración
aparece en CS 533-535: (1) El libro de la vida, donde se registran los nombres
de todos aquellos que han aceptado servir a Dios. (2) El libro de memoria, un
registro de las buenas obras de los santos. (3) Un registro de los pecados de
los hombres. Al comentar una visión de la fase ejecutiva del juicio, al final
de los 1.000 años, se hace la siguiente clasificación: (1) El libro de la vida
que registra las buenas obras de los santos. (2) El libro de la muerte que
consigna las malas obras de los impenitentes. (3) El libro de los estatutos, la
Biblia, según cuyas normas los hombres son juzgados. (PE 52).
11. Yo entonces miraba. Daniel vio en visión profética que un acontecimiento seguía rápidamente a otro. Nótese la repetición de las declaraciones "miraba yo" y "veía yo" a lo largo de la narración de estas visiones. Estas cláusulas introducen la transición de una escena a la siguiente. Grandes palabras. Ver com. vers. 25.
Mataron a la bestia. Esto representa el fin del sistema u organización
que simbolizaba el cuerno. Pablo presenta el mismo poder bajo los títulos
"hombre de pecado", "hijo de perdición", "aquel
inicuo", y habla de su destrucción cuando Cristo vuelva (2 Tes. 2: 3-8;
cf. Apoc. 19: 19-21).
12. Quitado a las otras bestias su dominio. El territorio de Babilonia fue sometido por Persia.
Sin embargo, se permitió que subsistieran los súbditos de Babilonia. De la misma
manera, cuando Macedonia conquistó a Persia y cuando Roma conquistó a
Macedonia, no fueron aniquilados los habitantes de los países conquistados.
junto con la destrucción final del poder del cuerno pequeño toda la tierra será
despoblada (ver com. vers. 11).
13. Como un hijo de hombre. Arameo, kebar 'enash, literalmente "como hijo
de hombre". Según el uso arameo, la frase podría traducirse: "como
hombre" ( Hans Bauer y Pontus Leander, Grammatik des Biblisch-Aramäischen
[Halle, 1927], p. 315d). La LXX reza Hós huiós anthrpóu, también literalmente,
"como hijo de hombre".
Algunas de
las traducciones castellanas revisadas (BJ, NC) siguen esta traducción literal.
Hay quienes han creído que tal traducción disminuye la majestad de nuestro
Redentor. La frase "hijo de hombre" indudablemente es algo
indefinida. Sin embargo, en arameo tiene mucho significado. El arameo, así como
otros idiomas antiguos, omite el artículo cuando se quiere dar énfasis a la
calidad y lo usa cuando se desea recalcar la identidad. El orden normal de la
narración profética es que el profeta primero describe lo que ha visto, y luego
se ocupa de la identidad. Los datos proféticos se presentan generalmente sin el
artículo. Cuando se los vuelve a mencionar, se usa el artículo (ver com. vers.
9). De esa manera se habla de "cuatro bestias grandes" (vers. 3), y
no "las cuatro bestias grandes", pero posteriormente de "todas
las bestias" (vers. 7). El Anciano de gran edad es presentado como
"Anciano de días" (ver com. vers. 9), pero más tarde es mencionado
como "el Anciano de días" (vers. 13, 22; ver com. vers. 9). Compárese
también, "un carnero" y "el carnero", "un macho
cabrío" y "el macho cabrío" (cap. 8: 3-8), etc. En armonía con
esta regla, el Hijo de Dios es presentado -literalmente- como "uno de
forma humana". No se le aplica nuevamente esta expresión en esta profecía.
Si así fuera, probablemente aparecería el artículo definido. En el NT la
expresión "Hijo del Hombre" que, según la opinión de la mayoría de
los comentadores, se basa en el cap. 7: 13, aparece casi invariablemente con el
artículo.
En vez de la
traducción "hijo de hombre", la traducción "uno, de forma
humana" representaría más adecuadamente la frase aramea. Dios prefirió
presentar a su Hijo en esta visión profético poniendo especial énfasis sobre su
humanidad (ver DMJ 20).
En la
encarnación, el Hijo de Dios tomó sobre sí la forma humana (Juan 1: 1-4, 12,
14; Fil. 2:7; Heb. 2: 14; etc.) y llegó a ser el Hijo del Hombre (ver com. Mar.
2: 10), uniendo así la divinidad con la humanidad con un lazo que nunca había
de quebrarse (DTG 17). Así los pecadores arrepentidos tienen como su
representante ante el Padre a "uno como" ellos mismos, uno que fue
tentado en todo como lo son ellos y que se conmueve por sus flaquezas (Heb. 4:
15). ¡Qué pensamiento consolador!
Vino hasta el Anciano de días. Esto no puede representar la segunda venida de
Cristo a esta tierra, puesto que Cristo llega hasta el "Anciano de
días". Aquí se representa la entrada de Cristo en el lugar santísimo para
la purificación del santuario (CS 479, 533-534).
14. Le fue dado dominio. En Luc. 19: 12-15 se representa a Cristo como a un
noble que emprendió un viaje a tierras lejanas para recibir un reino, y volver.
Al final de su ministerio sacerdotal en el santuario, mientras todavía está en
el cielo, Cristo recibe el reino de su Padre y después vuelve a la tierra a
buscar a sus santos (ver CS 481; PE 55, 210).
15. Turbó. Arameo kerah, "estar afligido",
"enfermo".
16. Uno de los que. No se identifica a este ser. Daniel está aún en
visión y el ser a quien se dirige probablemente es uno de los que ayudan en el
juicio. Cuando con corazón sincero buscamos un mejor entendimiento espiritual,
el Señor tiene a alguien listo para ayudarnos. Los ángeles ansían comunicar la
verdad a los hombres. Son espíritus ministradores (Heb. 1: 14) comisionados por
Dios para traer mensajes del cielo a la tierra (Hech. 7: 53; Heb. 2: 2; Apoc.
1: 1).
17. Cuatro reyes. Ver com. vers. 3-7.
18. Poseerán el reino. Todos los reyes y gobiernos terrenales
desaparecerán, pero el reino del Altísimo durará para siempre. La usurpación y
el mal gobierno de los impíos durará algún tiempo, pero pronto terminará.
Entonces esta tierra será devuelta a su Dueño legítimo, quien la compartirá con
los santos. Los que durante mucho tiempo han estado en la pobreza y han sido
menospreciados por los hombres pronto serán honrados y ensalzados por Dios.
Hasta el siglo, eternamente y para siempre. El énfasis de la frase hace resaltar la idea de perpetuidad.
No hay nada transitorio en la ocupación de la tierra restaurada. El contrato de
alquiler nunca expirará, y los habitantes vivirán seguros en sus moradas
propias. "No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro
coma", porque los "escogidos" de Dios "disfrutarán la obra
de sus manos" (Isa. 65: 22)
19. Saber la verdad. Compárese con el vers. 7. Daniel repite las
especificaciones anteriormente descritas. Le interesa especialmente la cuarta
bestia, tan diferente de las anteriores en su aspecto y en su actividad. Su pregunta
concentra dramáticamente la atención en el gran poder perseguidor de la
historia (ver com. vers. 24-25).
20. Más grande. Arameo rab, "grande", "magno". "
frase reza literalmente, "su apariencia grande más que sus
compañeros". Aunque pequeño en sus comienzos, este cuerno pequeño creció
hasta ser mayor que cualquiera de los otros cuernos. Este poder sería superior
a todos los otros poderes terrenales. Ver com. vers. 24-25 donde hay una
interpretación de las características aquí presentadas.
21. Hacía guerra contra los santos. Este cuerno pequeño representaba un poder
perseguidor que llevaba a cabo una campaña de exterminio contra el pueblo de
Dios (ver com. vers. 25).
Los vencía. Durante largos siglos (ver com. vers. 25) los santos
parecían indefensos ante esa fuerza destructora.
22. Vino el Anciano de días. Daniel relata los acontecimientos en la forma en que
los vio en visión. La venida del Anciano de días quiere decir la aparición de
ese Ser en el telón profético. En cuanto al significado de estos
acontecimientos, ver com. vers. 9-14.
Se dio el juicio. No sólo se daría el fallo a favor de los santos,
sino que según Pablo (1 Cor. 6: 2-3) y Juan (Apoc. 20: 4) los santos ayudarán
en la obra del juicio durante los 1.000 años (CS 719).
23. Devorará. Ver com. vers. 7.
24. Diez cuernos. Respecto a las divisiones del Imperio Romano, ver
com. vers. 7.
De los primeros. Mejor, "de los cuernos anteriores". Los
anteriores representaban reinos seculares. El poder representado por este
cuerno peculiar era de naturaleza político-religiosa. El papado es un reino
eclesiástico gobernado por un "Pontífice"; los otros reinos eran
poderes seculares gobernados por reyes.
25. Hablará palabras. Arameo millin (singular millah), simplemente,
"palabras". La expresión
"grandes cosas" (vers. 8, 20) es una traducción del vocablo arameo
rabreban. Millah se traduce
"asunto" en cap. 2: 5, 8, 10-11, 23; 5: 15, 26; 7: 1;
"palabra" en los cap. 4:31, 33; 5: 10; 7: 11, 25, 28;
"edicto" en 3: 28; 6: 12 y "respuesta" en 2: 9.
Contra. Arameo letsad. Si bien tsad significa
"lado", letsad no significa, como se esperaría, "al lado",
sino "contra". Pero aquí parecería significar además "ponerse en
lugar de". Al oponerse al Altísimo, el cuerno pequeño pretendería ser
igual a Dios (ver com. 2 Tes. 2: 4; cf. Isa. 14: 12-14).
La literatura
eclesiástica abunda en ejemplos de las pretensiones arrogantes y blasfemas del
papado. Ejemplos típicos son los siguientes tomados de una gran obra
enciclopédica escrita por un teólogo católico del siglo XVIII: "El papa es
de una dignidad tan grande y es tan excelso, que no es un mero hombre, sino
como si fuera Dios y el vicario de Dios...
"El papa
está coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra y de las
regiones inferiores...
"El papa
es como si fuera Dios sobre la tierra, único soberano de los fieles de Cristo,
jefe de los reyes, tiene plenitud de poder, a él le ha sido encomendada por
Dios omnipotente la dirección no sólo del reino terrenal sino también del reino
celestial...
"El papa
tiene tan grande autoridad y poder que puede modificar, explicar e interpretar
aun las leyes divinas...
"El papa
puede modificar la ley divina, ya que su poder no es de hombre sino de Dios, y
actúa como vicerregente de Dios sobre la tierra con el más amplio poder de atar
y soltar a sus ovejas.
"Cualquier
cosa que se diga que hace el Señor Dios mismo, y el Redentor, eso hace su
vicario, con tal que no haga nada contrario a la fe" (traducción de Lucio
Ferraris, "Papa II", Prompta Bibliotheca, t. VI, pp. 25-29).
Quebrantará. O, "desgastará". Esto se describe antes con las palabras, "este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía" (vers. 21). La frase describe una persecución continua e implacable. El papado reconoce que ha perseguido y defiende tales hechos como el legítimo ejercicio del poder que pretende haber recibido de Cristo. Lo siguiente está tomado de The Catholic Encyclopedia: "En la bula 'Ad exstirpanda' (1252), Inocencio IV dice: 'Cuando los que hayan sido condenados como culpables de herejía hayan sido entregados al poder civil por el obispo o su representante, o la Inquisición, el podestá o primer magistrado de la ciudad los llevará inmediatamente y ejecutará las leyes promulgadas contra ellos, dentro del término máximo de cinco días'... Ni podía quedar duda alguna en cuanto a cuáles disposiciones civiles se indicaban, porque los pasajes que ordenaban quemar a los herejes impenitentes estaban incluidos en los decretos papales de las constituciones imperiales 'Commissis nobis' e 'lnconsutibilem tunicam'. La bula antes mencionada 'Ad exstirpanda' permaneció de allí en adelante como documento fundamental de la Inquisición, renovada o puesta nuevamente en vigencia por varios papas, Alejandro IV (1254-61), Clemente IV (1265-68), Nicolás IV (1288-92), Bonifacio VIll (1 294-1303) y otros. Por lo tanto, las autoridades civiles estaban obligadas por los papas, so pena de excomunión, a ejecutar las sentencias legales que condenaban a los herejes impenitentes a la hoguera" (Joseph Blötzer, art. "Inquisition", t. VIII, p. 34). Pensará. Arameo sebar, "procurar", "intentar". Se indica un esfuerzo premeditado (CS 499-500).
Tiempos. Arameo zimnin (singular, zeman), término que indica
tiempo fijo, como en los cap. 3: 7-8; 4: 36; 6: 10, 13, o un lapso como en los
cap. 2: 16; 7: 12. En el cap. 2: 21 se da una sugestión en cuanto al
significado de la expresión "cambiar los tiempos'. Allí se usan juntas
otra vez las mismas palabras arameas que significan "mudar" y
"tiempos". Sin embargo, en ese pasaje Daniel dice que es Dios quien
tiene la autoridad de mudar los tiempos. Es Dios quien rige el destino de las
naciones. Es él quien "quita reyes, y pone reyes" (cap. 2: 21).
"En la palabra de Dios contemplamos detrás, encima y entre la trama y
urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los
instrumentos del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente
los consejos de la voluntad de Dios" (Ed 169). Es también Dios quien
determina el "tiempo" (arameo zeman) cuando los santos poseerán el
reino (cap. 7: 22). El esfuerzo del cuerno pequeño para mudar los tiempos
indicaría un esfuerzo premeditado para ejercer el derecho divino de dirigir el
curso de la historia humana.
La ley. Arameo dath, palabra usada para referirse tanto a la
ley humana (cap. 2: 9, 13, 15; 6: 8, 12, 15) como a la divina (Esd. 7: 12, 14,
21, 25-26). Es evidente que aquí se hace referencia a la ley divina, ya que la
ley humana puede ser cambiada según la voluntad de la autoridad civil, y tales
cambios difícilmente podrían ser el tema de la profecía. Al investigar si el
papado ha intentado cambiar las leyes divinas o no, encontramos la respuesta en
la gran apostasía de los primeros siglos de la era cristiana cuando fueron
introducidas numerosas doctrinas y prácticas contrarias a la voluntad de Dios
revelada en las Sagradas Escrituras. El cambio más audaz corresponde al día de
descanso semanal. La iglesia apóstata admite sin ambages que es responsable de
la introducción del descanso dominical, y pretende que tiene el derecho de
hacer tales cambios (CS 499-500). Un catecismo autorizado para sacerdotes dice:
"La Iglesia de Dios [es decir, la Iglesia Católica] en su sabiduría ha ordenado
que la celebración del día sábado fuese transferida al 'día del Señor' "
(Cathechism of the Council of Trent, traducción de Donovan, Ed. 1829, p. 358). Este
catecismo fue escrito por orden del gran Concilio de Trento y publicado bajo
los auspicios del Papa Pío V.
Durante los
tiempos del NT los cristianos observaron el sábado, séptimo día de la semana
(ver com. Hech. 17: 2). " transición del sábado al domingo fue un proceso
gradual que comenzó antes de 150 d. C. y continuó durante unos tres siglos. Las
primeras referencias históricas que tenemos en cuanto a la observancia del
domingo por profesos cristianos aparecen en la Epístola de Bernabé (cap. 15) y
en la Primera apología de Justino Mártir (cap. 67), obras que datan
aproximadamente del 150 d. C. Ambas condenan la observancia del sábado e instan
a observar el domingo. Las primeras referencias auténticas al domingo como
"día del Señor" proceden de fines del siglo II y provienen del
llamado Evangelio según San Pedro y de Clemente de Alejandría (Misceláneas, v.
14).
Antes de la
revolución judía instigada por Barcoquebas en 132-135 d. C., el Imperio Romano
reconocía al judaísmo como una religión legal y al cristianismo como una secta
judía. Pero como resultado de esa revolución los judíos y el judaísmo se desprestigiaron.
Para evitar la persecución que siguió, de allí en adelante los cristianos
trataron por todos los medios posibles de dejar en claro que no eran judíos.
Las repetidas referencias que hacen los escritores cristianos de los tres
siglos siguientes a la observancia del sábado como una práctica
"judaizante", junto con el hecho de que no hay referencia histórica
de la observancia cristiana del domingo como día sagrado antes de la revolución
judía, indican el período comprendido entre los años 135-150 como el tiempo
cuando los cristianos empezaron a atribuirle santidad de día de reposo al
primer día de la semana. Sin embargo, la observancia del domingo no reemplazó
inmediatamente a la del sábado sino que la acompañó y completó. Durante varios
siglos los cristianos observaron ambos días. Por ejemplo, a comienzos del siglo
III, Tertuliano observó que Cristo no había anulado el sábado. Un poco más
tarde, en las Constituciones apostólicas, libro apócrifo, (ii. 36) se
amonestaba a los cristianos a "guardar el sábado y la fiesta del día del
Señor".
A principios
del siglo IV el domingo había alcanzado una clara preferencia oficial sobre el
sábado. En su Comentario sobre el Salmo 92 Eusebio, principal historiador
eclesiástico de esa época, escribió: "Todas aquellas cosas que era deber
hacer en el sábado, las hemos transferido al día del Señor, como que le
pertenecen de manera más apropiada, porque este día tiene preferencia y ocupa
el primer lugar y es más honorable que el sábado judío".
La primera
acción oficial de la Iglesia Católica que expresa preferencia por el día
domingo fue tomada en el Concilio de Laodicea (c. 364 d. C.). El canon 29 de
ese concilio estipula que "los cristianos no han de judaizar y estar sin
trabajar en sábado, sino, que han de trabajar ese día; pero honrarán de
especial manera el día del Señor, y como cristianos que son, si es posible, no
harán ningún trabajo en ese día. Sin embargo, si se los encuentra judaizando,
serán excluidos de Cristo". Este
concilio dispuso que hubiera culto en el día sábado, pero designó a ese día
como día laborable. Es digno de notarse que ésta, la primera ley eclesiástica
que ordena la observancia del domingo, especifica el judaizar como la razón
para evitar la observancia del sábado.
Además, la rígida prohibición de la observancia del sábado es una
evidencia de que muchos estaban todavía 'judaizando' en ese día. En realidad,
los escritores cristianos de los siglos IV y V con frecuencia amonestan a sus
correligionarios en contra de esa práctica. Por ejemplo, alrededor del año 400,
Crisóstomo observa que muchos guardaban aún el sábado a la manera judía y
estaban así judaizando.
Los registros
de la época también revelan que las iglesias de Alejandría y Roma fueron las
principales en fomentar la observancia del domingo. Por 440 d. C. el
historiador eclesiástico Sócrates escribió que "aunque casi todas las
iglesias del mundo celebran los sagrados misterios cada semana en sábado, sin
embargo los cristianos de Alejandría y Roma, por una antigua tradición, han dejado
de hacer esto" (Ecclesiastical History v. 22). Alrededor de la misma fecha
Sozomenos (o Sozomeno) escribió que "la gente de Constantinopla, y de casi
todas partes, se reúne en el sábado, tanto como en el primer día de la semana,
costumbre que nunca se observa en Roma ni en Alejandría".
Hay pues tres hechos claros: (1) El
concepto de la santidad del domingo entre los cristianos se originó,
principalmente, en su esfuerzo de evitar prácticas que los identificaran con
los judíos, y provocaran así persecución. (2) La iglesia de Roma desde muy
antiguo fomentó una preferencia por el domingo; y la creciente importancia que
se le dio al domingo en la iglesia primitiva, a expensas del sábado, siguió muy
de cerca al crecimiento gradual del poder de Roma. (3) Finalmente, la
influencia romana prevaleció para hacer que la observancia del domingo fuese
motivo de una ley eclesiástica, en la misma forma en que prevaleció para
establecer otras prácticas tales como la adoración de María, la veneración de
los santos y de los ángeles, el uso de imágenes y las oraciones por los
muertos. La santidad del domingo descansa sobre la misma base que esas otras
prácticas que no se encuentran en las Escrituras, y que fueron introducidas en
la iglesia por el obispo de Roma.
Hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. La palabra aramea 'iddan, que aquí se traduce "tiempo", aparece también en el cap. 4: 16, 23, 25, 32. En estos pasajes la palabra 'iddan indudablemente significa "un año" (ver com. cap. 4: 16). La palabra que se traduce "tiempos", que también proviene de 'iddan, era puntuada por los masoretas como plural, pero los eruditos generalmente están de acuerdo en que debiera puntuarse como dual, indicando así "dos tiempos". La palabra que se traduce "medio", pelag puede también traducirse "mitad'. Por eso, es más aceptable la traducción de la Versión Moderna: 'Un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo".
Al comparar
este pasaje con profecías paralelas que se refieren al mismo período, pero
designándolo de otras maneras, podemos calcular el total del tiempo implicado.
En Apoc. 12: 14 se denomina a este período "un tiempo, y tiempos y la
mitad de un tiempo". Un poco antes, en Apoc. 12: 6, se hace referencia al
mismo período al decir "mil doscientos sesenta días". En Apoc. 11:2-3
la expresión "mil doscientos sesenta días" equivale a "cuarenta
y dos meses". Así queda claro que un período de tres tiempos y medio
corresponde con 42 meses, que a su vez son representados como 1.260 días, y que
un "tiempo" equivale a 12 meses o 360 días. Este período puede
llamarse un año profético. Sin embargo, no debe confundirse un año profético de
360 días ó 12 meses de 30 días cada uno con el año judío, que era un año lunar
de extensión variable (tenía meses de 29 y de 30 días), ni con el calendario
solar de 365 días (ver t. 11, pp. 114-115). Un año profético significa 360 días
proféticos, pero un día profético representa un año solar.
Esta
distinción puede explicarse así: Un año profético de 360 días no es literal
sino simbólico. Por eso sus 360 días son proféticos, no literales. Según el
principio de día por año, ilustrado en Núm. 14:34 y Eze. 4:6, un día en
profecía simbólica representa un año literal. Así un año profético, o
"tiempo", simboliza 360 años naturales, literales, y de la misma
manera un período de 1.260 ó 2.300 o de cualquier otra cantidad de días
proféticos representa la misma cantidad de años literales (es decir, años
solares completos, marcados por las estaciones que son controladas por el sol).
Aunque el número de días de cada año lunar era variable, el calendario judío se
corregía con la adición ocasional de un mes extra (ver t. II, pp. 106-107), de
modo que para los escritores bíblicos -al igual que para nosotros- una larga
serie de años siempre era igual al mismo número de años solares naturales. En
cuanto a la aplicación histórica del principio de día por año ver pp. 41-80.
La validez
del principio de día por año ha sido demostrada por el cumplimiento preciso de
varias profecías calculadas por este método, en particular la de los 1.260 días
y la de las 70 semanas. Un período de tres años y medio contados en forma
literal es completamente exiguo para cumplir los requisitos de las profecías de
1.260 días con relación al papado. Pero
cuando, de acuerdo con el principio de día por año, el período se extiende a
1.260 años, la profecía tiene un cumplimiento excepcional.
En julio de
1790, treinta obispos católicos se presentaron ante los que encabezaban el
gobierno revolucionario de Francia para protestar por la legislación que
independizaba al clero francés de la jurisdicción del papa y lo hacía
responsable directamente ante el gobierno. Preguntaron si los dirigentes de la
revolución iban a dejar libres a todas las religiones "excepto aquella que
fue una vez suprema, que fue mantenida por la piedad de nuestros padres y por
todas las leyes del Estado y ha sido por mil doscientos años la religión
nacional" (A. Aulard, Christianity and the French Revolution, p. 70).
El período
profético del cuerno pequeño comenzó en 538 d. C., cuando los ostrogodos
abandonaron el asedio a Roma, y el obispo de Roma, liberado del dominio
arriano, quedó libre para ejercer las prerrogativas del decreto de Justiniano
de 533, y aumentar de allí en adelante la autoridad de la "Santa
Sede" (ver com. vers. 8). Exactamente
1.260 años más tarde (1798) las espectaculares victorias de los ejércitos de
Napoleón en Italia pusieron al papa a merced del gobierno revolucionario
francés, quien informó a Bonaparte que la religión romana sería siempre la
enemiga irreconciliable de la república, y que "hay una cosa aún más
esencial para alcanzar el fin deseado, y eso es destruir, si es posible, el
centro de unidad de la iglesia romana, y depende de Ud., que reúne en su
persona las más distinguidas cualidades del general y del hábil político,
alcanzar esa meta si lo considera factible" (Id., p. 158). En respuesta a
esas instrucciones y por orden de Napoleón, el general Berthier entró en Roma
con un ejército francés, proclamó que el régimen político del papado había
concluido y llevó al papa prisionero a Francia, donde murió en el exilio.
El
derrocamiento del papado en 1798 marca el pináculo de una larga serie de
acontecimientos vinculados con su decadencia progresiva, y también la
conclusión del período profético de los 1.260 años. Ver la Nota Adicional al
fin de este capítulo, donde hay un bosquejo más completo del surgimiento y la
decadencia del papado.
26. Se sentará el juez. Ver com. vers. 9-11. El veredicto será sentencia de
muerte para el papado. Este poder continuará su guerra contra los santos hasta
el mismo fin. Entonces su dominio sobre ellos será quitado para siempre, y será
exterminado.
27. Sea dado. Aquí encontramos una vislumbre consoladora del
resultado final de toda la agitación y persecución por la cual habrán pasado
los santos. ¡Bendito pensamiento! Cristo ha de volver pronto en busca de sus
santos y los llevará para que disfruten de su eterno reinado y galardón.
Todos los dominios. En la tierra restaurada, la morada de los justos, no
habrá discordia ni descontento. Todo el universo pulsará en completa armonía.
Todos los que serán salvos obedecerán voluntariamente a Dios y morarán en su
bendita presencia para siempre.
28. Mis pensamientos. O, "mis meditaciones". Me turbaron. O, "me asustaron".
Rostro. Arameo ziw, que significa, según algunos eruditos,
"semblante", según otros "brillantez', probablemente en el
sentido de "apariencia". La revelación de la historia futura de los
santos asombró y entristeció grandemente al profeta. (4CBA)
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 7
El desarrollo
de la gran apostasía que culminó con el papado fue un proceso gradual que
abarcó varios siglos. La declinación de ese poder siguió un proceso semejante.
Respecto al
futuro, Jesús advirtió a sus discípulos: "Mirad que nadie os engañe",
porque "muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos",
haciendo "grandes señales y prodigios" para confirmar sus
pretensiones engañosas, "de tal manera que engañarán, si fuere posible,
aun a los escogidos" (Mat. 24: 4, 11, 24).
Pablo,
hablando por inspiración, declaró que se levantarían "hombres que
hablarían " "cosas perversas para arrastrar tras sí a los
discípulos" (Hech. 20: 30). El resultado iba a ser una
"apostasía" durante la cual se revelaría ese poder al cual llama
"hombre de pecado" y "misterio de la iniquidad" para
oponerse a la verdad, exaltarse por encima de Dios y usurpar la autoridad de
Dios sobre la iglesia (2 Tes. 2: 3-4, 7). Este poder que -según la advertencia
de Pablo- ya estaba obrando en forma limitada (vers. 7) obraría "por obra de
Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos" (vers. 9). La
forma sutil de su crecimiento había de ser tan astutamente disfrazada que sólo
los que creyesen sinceramente la verdad y la amasen. estarían a salvo de sus
pretensiones engañosas (vers. 10- 12).
Antes del fin
del primer siglo, el apóstol Juan escribió que "muchos falsos profetas han
salido por el mundo" (1 Juan 4: 1), y un poco después que "muchos
engañadores han salido por el mundo" (2 Juan 7). Esto, afirmó, es el "espíritu del anticristo,
el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo"
(1 Juan 4: 3).
Estas
predicciones advertían de la presencia de fuerzas siniestras que ya obraban en
la iglesia, fuerzas que presagiaban herejía, cisma y apostasía de proporciones
mayores. Pretendiendo poseer privilegios
y autoridad que pertenecen sólo a Dios, y sin embargo obrando mediante
principios y métodos opuestos a Dios, este instrumento finalmente engañaría a
la mayoría de los cristianos para que aceptasen su liderazgo, y así se
aseguraría el dominio de la iglesia (Hech. 20: 29-30; 2 Tes. 2: 3-12).
Durante los
tiempos apostólicos cada congregación local elegía sus dirigentes y se manejaba
por sí misma. Sin embargo, la iglesia universal era "un cuerpo" en
virtud de la operación invisible del Espíritu Santo y la dirección de los
apóstoles que unían a los creyentes por doquiera en "un Señor, una fe, un
bautismo" (Efe. 4: 3-6). Los dirigentes de las iglesias locales debían de
ser hombres "llenos del Espíritu Santo" (Hech. 6: 3), elegidos,
capacitados y guiados por el Espíritu Santo (Hech. 13: 2), y nombrados (Hech.
6:5) y ordenados por la iglesia (Hech. 13: 3).
Cuando la
iglesia dejó su "primer amor" (Apoc. 2: 4), perdió su pureza de
doctrina, sus elevadas normas de conducta personal y el invisible vínculo
provisto por el Espíritu Santo. En el
culto, el formalismo desplazó a la sencillez. La popularidad y el poder
personal llegaron a determinar más y más la elección de los dirigentes, quienes
primero asumieron mayor autoridad dentro de la iglesia local y después
intentaron extender su autoridad sobre las iglesias vecinas.
La
administración de la iglesia local bajo la dirección del Espíritu Santo
finalmente dio paso al autoritarismo eclesiástico en poder de un solo
magistrado, el obispo, a quien cada miembro de iglesia estaba personalmente
sujeto, y únicamente por cuyo intermedio el creyente tenía acceso a la
salvación. Desde entonces los dirigentes sólo pensaron en gobernar la iglesia
en vez de servirla, y el "mayor" ya no era aquel que se consideraba
"siervo de todos". De ese modo, gradualmente se formó el concepto de
una jerarquía sacerdotal que se interpuso entre el cristiano como individuo y
su Señor.
Según
escritos que se atribuyen a Ignacio de Antioquía -que murió alrededor del año
117-, la presencia del obispo era esencial para la celebración de ritos
religiosos y para la conducción de los asuntos de la iglesia. Ireneo, que murió
por el año 200, catalogaba a los obispos de las diferentes iglesias según la
edad y la importancia de las iglesias que presidían. Daba especial honor a las
iglesias fundadas por los apóstoles, y sostenía que todas las otras iglesias
debían estar de acuerdo con la iglesia de Roma en asuntos de fe y doctrina.
Tertuliano (m. 225) enseñaba la supremacía del obispo sobre los presbíteros:
ancianos elegidos localmente.
Cipriano (m.
hacia el año 258) es considerado como el fundador de la jerarquía católico-romana. Defendía la teoría de que sólo hay una
iglesia verdadera y que fuera de ella no hay acceso a la salvación. Adelantó la
idea de que Pedro había fundado la iglesia en Roma, y que por lo tanto el
obispo de la iglesia de Roma debía ser ensalzado por encima de los otros
obispos, y que sus opiniones y decisiones debían prevalecer siempre. Recalcó la
importancia de la sucesión apostólica directa, afirmó que el sacerdocio del
clero era literal y enseñó que ninguna iglesia podía celebrar ritos religiosos
o atender sus asuntos sin la presencia y consentimiento del obispo.
Los Principales Factores Que
Contribuyeron Al Prestigio Y Finalmente A La Supremacía Del Obispo De Roma
Fueron: (1) Como capital del imperio y metrópoli del mundo
civilizado Roma era el lugar natural para la sede de una iglesia mundial. (2) La iglesia de Roma era la única en
el Occidente que pretendía tener su origen apostólico, un hecho que, en
aquellos días, hacía parecer como natural el que el obispo de Roma tuviese
prioridad sobre los otros obispos. Roma ocupaba una posición muy honorable aun
antes de 100 d. C. (3) El traslado de
la capital política de Roma a Constantinopla realizado por Constantino (330)
dejó al obispo de Roma relativamente libre de la tutela imperial, y desde ese
tiempo el emperador casi siempre apoyó las pretensiones del obispo de Roma en
contra de las de los otros obispos. (4)
En parte el emperador Justiniano apoyó vigorosamente al obispo de Roma e hizo
progresar su causa mediante un edicto imperial que reconocía su supremacía
sobre las iglesias tanto del Oriente como del Occidente. Este edicto no pudo
hacerse completamente efectivo hasta después de que fue quebrantado el dominio
ostrogodo sobre Roma en 538. (5) El
éxito que tuvo la iglesia de Roma al resistir varios movimientos así llamados
heréticos, especialmente el gnosticismo y el montanismo, le dio una gran
reputación de ortodoxa, y las facciones que en alguna parte estaban en
contienda, a menudo apelaban al obispo de Roma para que fuese el árbitro de sus
diferencias. (6) Las controversias
teológicas que dividían y debilitaban la iglesia en el Oriente dejaron a la
iglesia de Roma libre para que se dedicara a problemas más prácticos y para que
aprovechara las oportunidades que surgían a fin de extender su autoridad. (7) El prestigio político del papado
fue acrecentado por los repetidos éxitos que tuvo al evitar o mitigar los
ataques de los bárbaros contra Roma, y a menudo en ausencia de un dirigente
civil, el papa cumplió en la ciudad las funciones esenciales del gobierno
secular. (8) Las invasiones
mahometanas Constituyeron un impedimento para la iglesia del Oriente, y así
eliminaron al único rival de importancia que tenía Roma. (9) Los invasores bárbaros del Occidente en su mayoría ya estaban
nominalmente convertidos al cristianismo, y esas invasiones libraron al papa
del dominio imperial. (10) Gracias a
la conversión de Clodoveo (496), rey de los francos, el papado dispuso de un
fuerte ejército para defender sus intereses y tuvo una ayuda eficiente para
convertir a otras tribus bárbaras.
Haciendo profesión de cristianismo, Constantino
el Grande (m. 337) vinculó la iglesia con el Estado, subordinó la iglesia al
Estado e hizo de la iglesia un instrumento de la política del Estado. Su
reorganización del sistema administrativo del Imperio Romano llegó a ser el
modelo de la administración eclesiástica de la iglesia romana y así de la
jerarquía católico-romana. Más o menos en 343 el sínodo de Sárdica asignó al
obispo de Roma jurisdicción sobre los obispos metropolitanos o arzobispos. El
papa Inocencio 1 (m. 417) pretendía tener una jurisdicción suprema sobre todo el
mundo cristiano, pero no pudo ejercer ese poder.
Agustín (m.
430), uno de los grandes padres de la iglesia y fundador de la teología
medieval, sostenía que Roma siempre había tenido supremacía sobre las iglesias.
Su obra clásica La ciudad de Dios hacía resaltar el ideal católico de una
iglesia universal que rigiera a un Estado universal, y esto dio la base teórica
del papado medieval.
León I (el
Grande, m. en 461) fue el primer obispo de Roma que proclamó que Pedro había
sido el primer papa, que aseguró la sucesión del papado a partir de Pedro, que
pretendió que el primado había sido legado directamente por Jesucristo, y que
tuvo éxito en la aplicación de estos principios eclesiásticos a la
administración papal. León I dio su forma final a la teoría del poder papal e
hizo de ese poder una realidad. Él fue quien consiguió un edicto del emperador
que declaraba que las decisiones papales tenían fuerza de ley. Con el apoyo
imperial se colocó por encima de los concilios de la iglesia asumiendo el
derecho de definir doctrinas y de dictar decisiones. El éxito que tuvo al
persuadir a Atila que no entrase en Roma (452) y su intento de detener a
Genserico (455) aumentaron su prestigio y el del papado. León el Grande fue
indudablemente un dirigente secular a la vez que espiritual para su pueblo. Las
pretensiones al poder temporal hechas por papas posteriores estaban basadas
mayormente en la supuesta autoridad de documentos falsificados conocidos como
"fraudes piadosos", tales como la así llamada Donación de Constantino.
La conversión
de Clodoveo, caudillo de los francos, a la fe romana por el año 496, cuando la
mayoría de los invasores bárbaros eran todavía arrianos, dio al papa un
poderoso aliado político dispuesto a reñir las batallas de la iglesia. Durante
más de doce siglos la espada de Francia, la "hija mayor" del papado,
fue un instrumento eficaz para la conversión de hombres a la iglesia de Roma y
para mantener la autoridad papal.
El
pontificado del papa Gregorio I (el Grande, m. en 604), el primero de los prelados
del medioevo de la iglesia, señala la transición de los tiempos antiguos a los
medievales. Gregorio osadamente asumió el papel, aunque no el título, de
emperador de Occidente. Él fue quien puso las bases del poder papal durante la
Edad Media y las posteriores pretensiones absolutistas del papado datan
especialmente de su administración. Gregorio el Grande inició grandes
actividades misioneras, las que extendieron mucho la influencia y la autoridad
de Roma.
Cuando más de
un siglo después, los lombardos amenazaban invadir Italia, el papa recurrió a
Pepino, rey de los francos, para que lo socorriera. Cumpliendo con este pedido,
Pepino derrotó completamente a los lombardos y, en 756, entregó al papa el territorio
que les había tomado. Esa dádiva, comúnmente conocida como Donación de Pepino,
señala el origen de los Estados Pontificios y el comienzo formal del gobierno
temporal del papa.
Desde el
siglo VII al XI, en términos generales, el poder papal mermó. El próximo gran
papa, y uno de los más grandes de todos, fue Gregorio VII (m. 1085). Proclamó
que la iglesia romana nunca había errado y nunca podría errar, que el papa es
juez supremo, que no puede ser juzgado por nadie, que no se puede apelar de sus
decisiones, que sólo él tiene derecho al homenaje de todos los príncipes y que
sólo él puede deponer a reyes y emperadores.
Durante dos
siglos hubo una constante lucha por la supremacía entre el papa y el emperador.
A veces uno, y otras veces otro, lograron un éxito pasajero. El pontificado de
Inocencio III (m. 1216) encontró al papado en el apogeo de su poder y durante
el siglo siguiente estuvo en el cenit de su gloria. Pretendiendo ser el vicario
de Cristo, Inocencio III ejerció todos los privilegios que Gregorio se había
atribuido más de un siglo antes.
Un siglo
después de Inocencio III, el papa medieval ideal, Bonifacio VIII (m. 1303)
intentó sin éxito reinar como lo habían hecho sus ilustres predecesores. Fue el
último papa que trató de ejercer autoridad universal en la forma como lo había
hecho Gregorio VII y como lo había pretendido Inocencio III. La decadencia del
poder del papado se hizo plenamente evidente durante el así llamado cautiverio
babilónico (1309-1377), cuando los franceses trasladaron por fuerza la sede del
papado de Roma a Avignon, en Francia. Poco después del regreso a Roma, comenzó
lo que se conoce como el gran cisma (13781417). Durante ese tiempo hubo por lo
menos dos, y a veces tres papas rivales, cada uno amenazando y excomulgando a
sus rivales y pretendiendo ser el verdadero papa. Como resultado, el papado
sufrió una irreparable pérdida de prestigio a los ojos de los pueblos de
Europa. Mucho antes de los tiempos de la Reforma, dentro y fuera de la Iglesia
Católica, se levantaron voces en contra de sus arrogantes pretensiones y de sus
muchos abusos de poder, tanto seculares como espirituales. El resurgimiento
cultural en la Europa occidental (Renacimiento), la era de los descubrimientos,
el desarrollo de fuertes Estados nacionales, la invención de la imprenta y
varios otros factores contribuyeron a la pérdida gradual del poder papal. Ya al
aparecer Martín Lutero habían ocurrido muchas cosas que socavaron la autoridad
de Roma.
Durante la
Reforma -que comúnmente se considera que empezó en 1517 cuando Lutero colocó
las noventa y cinco tesis-, el poder papal fue expulsado de grandes territorios
del norte de Europa. Los esfuerzos del papado por combatir la Reforma se
concretaron en la creación de la Inquisición, del Índice y en la organización
de la orden de los jesuitas. Los jesuitas llegaron a ser el ejército
intelectual y espiritual de la iglesia para la exterminación del
protestantismo. Durante casi tres siglos la iglesia de Roma llevó a cabo una
vigorosa lucha que gradualmente fue perdiendo en contra de las fuerzas que
luchaban por la libertad civil y religiosa.
Finalmente,
durante la Revolución Francesa, la Iglesia Católica fue proscrita de Francia:
la primera nación de Europa que había patrocinado su causa, la nación que
durante más de doce siglos había defendido las pretensiones papales y había
reñido sus batallas, la nación donde los principios papales habían sido puestos
a prueba más plenamente que en cualquier otro país y habían sido hallados
faltos. En 1798 el gobierno francés ordenó al ejército que estaba en Italia
bajo el comando de Berthier que tomara prisionero al papa. Aunque el papado
continuó, su poder le había sido quitado, y nunca más ha esgrimido el mismo
tipo de poder, ni en la medida en que lo hiciera en tiempos anteriores. En 1870
los Estados Pontificios pasaron a formar parte del reino unido de Italia, el
poder temporal que el papado había ejercido durante más de 1.000 años se acabó,
y el papa voluntariamente llegó a ser "el prisionero del Vaticano"
hasta que su poder temporal fue restaurado en 1929. Ver com. cap. 7: 25.
Este breve
esbozo del crecimiento del poder papal demuestra que éste fue un proceso gradual que abarcó muchos siglos. Lo mismo
ocurrió con su declinación. Se puede decir que el primer proceso se desarrolló
desde aproximadamente el año 100 hasta el 756; el segundo, desde más o menos
1303 hasta 1870. El papado estuvo en el apogeo de su poder desde el tiempo de
Gregorio VII (1073-85) hasta el de Bonifacio VIII (1294-1303). Queda pues en
claro que no se pueden dar fechas que señalen una transición precisa entre la
insignificancia y la supremacía, o entre la supremacía y la relativa debilidad.
De la misma manera, como ocurre en todos los procesos históricos, tanto el
crecimiento como la caída del papado fueron procesos graduales.
Sin embargo,
por el año 538 el papado estaba completamente formado y obraba en todos sus
aspectos esenciales, y para el año 1798 -1260 años más tarde- había perdido
prácticamente todo el poder que había acumulado durante siglos. La inspiración
había asignado 1260 años al papado para que demostrara sus principios, su
política y sus propósitos. De esa manera esas dos fechas debieran considerarse
como principio y fin del período profético del poder papal. (4CBA) Ministerio
Hno. Pio
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