Lucas 14. Enseñanza Mediante Parábolas. Vers. (1-6) Cristo cura en sábado a un hidrópico; (7-11) enseña la humildad (12-14) y a agasajar a los pobres. (15-24) Por medio de la parábola de la gran cena demuestra que los que menosprecian la Palabra de Dios serán excluidos del cielo.
(25-33) Quienes quieran ser discípulos de Cristo y llevar su cruz, deben antes pesar bien sus responsabilidades, para que después no se aparten de él vergonzosamente, (34-35) y se conviertan en seres inútiles como la sal que ha perdido su sabor.
1 Aconteció Un Día De Reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban. 2 Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico. 3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?* 4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?* 6 Y no le podían replicar a estas cosas.
7 Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles: 8 Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, 9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. 11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
12 Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; 14 y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.
15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. 16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. 17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. 20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. 21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. 23 Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: 26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. 31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? 32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; más si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga. (Lucas 14).
LAS PARÁBOLAS Y SU INTERPRETACIÓN. La palabra
"parábola" deriva del Gr. parabol': :uxtaposición",
"comparación", "ilustración", "parábola",
"proverbio"; de un verbo que significa "poner una cosa al lado
de otra [para comparar]", "situar al lado de". El
vocablo Gr. pa'rabol' y su equivalente hebreo (t. III, p. 957) tienen un
significado más amplio que la palabra "parábola"; sin embargo, las
parábolas que se presentan como tales en este Comentario son las que con
propiedad caven dentro de los límites más estrictos de la palabra 194 parábola. De
acuerdo con la definición expuesta, la parábola es una narración cuyo principal
propósito es enseñar una verdad; pero literariamente hablando es una alegoría o
sucesión de metáforas. Muchas de las parábolas de Cristo fueron tan
breves que pueden considerarse como metáforas o proverbios.
UNA PARÁBOLA ES EN
LOS EVANGELIOS UNA NARRACIÓN "colocada al lado de"
cierta verdad espiritual con el fin de hacer una
"comparación". Las parábolas de nuestro Señor se basaban,
por lo general, en hechos comunes de la vida diaria familiar de sus oyentes, y
con frecuencia se trataba de hechos específicos que acababan de ocurrir (ver
DTG 462) o de algo que los oyentes podían ver en ese momento (PVGM 16; cf. DMJ
34-35). La narración era simple y breve, y por lo general su
conclusión era tan obvia que no admitía confusiones (Mat. 21: 40-41); y se
colocaba paralelamente la verdad espiritual con el propósito de ilustrar a
ésta. La parábola se convertía así en un puente por el cual los
oyentes podían ser conducidos hacia la comprensión y apreciación de esa
verdad. La narración comenzaba al nivel de los oyentes, y Jesús
dirigía los pensamientos hacia donde él quería valiéndose de un miedo agradable
y familiar. Era una ventana a través de la cual el alma podía contemplar
perspectivas de una verdad celestial.
POR MEDIO DE
PARÁBOLAS JESÚS (1) despertaba el interés, la atención y las preguntas; (2)
enseñaba verdades desagradables sin despertar prejuicios; (3) eludía a los
espías que lo perseguían implacablemente; (4) creaba en la mente de sus oyentes
impresiones duraderas que se renovarían e intensificarían cuando vieran
nuevamente las escenas presentadas en la parábola o pensaran en ellas; (5)
convertía la naturaleza en un instrumento para conocer a Dios. Las
parábolas revelaban la verdad a los que querían recibirla, y, a veces, la
ocultaba a otros.
AL ESTUDIAR LAS
PARÁBOLAS DE JESÚS ES IMPORTANTÍSIMO SEGUIR PRINCIPIOS CORRECTOS DE
INTERPRETACIÓN. Esos Principios Pueden Resumirse Brevemente Así:
1. Una parábola es un
espejo por el cual se puede ver la verdad; pero no es la verdad misma.
2. El contexto en
que se presenta una parábola -lugar, circunstancias, personas a las que se
dirigió la parábola y el problema que se trataba- debe tomarse en cuenta y
convertirse en la clave para su interpretación.
3. La introducción y
conclusión de Cristo a la parábola aclaran generalmente su propósito
fundamental.
4. Cada parábola
ilustra un aspecto básico de una verdad espiritual (ver la lista de los
principios que ilustran las diversas parábolas de nuestro Señor, pp. 195-197).
Los detalles de una parábola sólo son significativos cuando contribuyen a
aclarar ese punto especial de verdad.
5. Antes de que se
pueda entender el significado espiritual de la parábola, es necesario tener una
clara perspectiva de la situación descrita en la parábola: costumbres
orientales y modalidades de pensamiento y expresión. Las parábolas
son cuadros verbales vívidos que deben verse para que puedan ser entendidos.
6. Es un hecho
fundamental que una parábola tiene el propósito de ilustrar la verdad, y
generalmente una verdad particular; por lo tanto, no se debe basar ninguna
doctrina en los detalles incidentales de una parábola.
7. La parábola se
debe interpretar, sea en conjunto o sea en parte, teniendo en cuenta la verdad
que tiene el propósito de enseñar, tal como se presenta en lenguaje literal en
el contexto inmediato y en otras partes de las Escrituras.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/05/enlaces-659-695-reflexionesmhp.html
EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/06/evangelio-segun-san-marcos-1-16enlaces.html
1. Un día de
reposo. [Jesús come en casa de un fariseo, Luc. 1: 1-15. Con referencia a milagros,
ver pp. 198-203.] No hay indicación alguna en cuanto al tiempo ni al lugar
cuando ocurrió este hecho, excepto que su contexto en el Evangelio de Lucas da
a entender que pudo haber sucedido en Perca, entre la fiesta de la dedicación
en el invierno (diciembre-febrero) 30-31 d. C., y la pascua de la primavera
siguiente. En los días de Cristo parece que era muy común que los judíos
recibieran visitas para comer en sábado. Sin duda el alimento se preparaba el
día anterior y se guardaba caliente o se comía frío. Era ilícito encender fuego
en día sábado (ver com. Exo. 16:23; 35:3), por lo tanto, toda comida debía
prepararse la víspera del sábado (ver com. Exo. 16:23). Solía considerarse que
una fiesta a la cual se invitaban amigos era un símbolo de las bendiciones de
la vida eterna (ver com. Luc. 14:15; cf. PVGM 173).
Un gobernante,
que era fariseo. Compárese con una ocasión anterior en la que Jesús
aceptó una invitación de un fariseo para comer en su casa (cap. 11:37-54). Este
relato sugiere que el anfitrión de Jesús en esta ocasión era un rabino rico e
influyente. No se registra en los Evangelios que Jesús rechazara alguna vez una
invitación, ya fuera de un fariseo o de un publicano (ver com. Mar. 2:15-17).
Estos le
acechaban. En esta ocasión sin duda había espías presentes (ver com. cap. 11:54),
observando con malas intenciones (ver com. cap. 6:7). No se sabe si esos
acechadores se las habían arreglado para que el hidrópico estuviera allí. Pero
sabían, por episodios pasados, que Jesús no vacilaba en sanar a una persona en
día sábado, pasando por alto la tradición legal de ellos, y probablemente pensaron
que lo haría de nuevo. En los relatos evangélicos se registran siete curaciones
hechas en sábado, y ésta es la séptima y última (ver Luc. 4:33-36, 38-39;
6:6-10; 13:10-17; 14:2-4; Juan 5:5-10; 9:1-14).
2. Hidrópico. Gr. hudrÇpikós,
término médico que deriva de la palabra griega húdÇr, "agua". Describe
la condición del que tiene una acumulación excesiva de líquido en los tejidos
del cuerpo. La palabra sólo aparece aquí en el NT. Este es el único ejemplo
registrado de que un caso tal llamara la atención de Jesús. El hombre quizá
vino por su propia voluntad con la esperanza e ser sanado, aunque el relato no
dice que se presentó a Jesús para que lo sanara. És posible -como algunos lo
han sugerido- que algunos fariseos presentes hubieran arreglado todo para que
el enfermo estuviera allí, con el propósito de tenderle una trampa a Jesús para
que lo sanara en sábado. Parece que la curación ocurrió antes de que los
invitados se sentaran a la mesa (vers. 7).
3. Jesús habló.
En el griego dice que Jesús "respondiendo, dijo". No había nada a
lo cual responder, excepto a los pensamientos de los fariseos que observaban
para ver lo que haría. En hebreo se usa el verbo "responder"
comúnmente en situaciones en las cuales en nuestro idioma no se emplearía (ver
com. cap. 13:14).
A los
intérpretes de la ley y a los fariseos. En el griego
sólo aparece un artículo definido para los dos sustantivos. Esto indica que
fueron tratados como pertenecientes a un mismo grupo, no a dos (cf. cap. 7:30,
donde aparece el artículo definido dos veces en el griego). Con referencia a
los intérpretes de la ley y a los fariseos, ver pp. 53-54, 57.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/04/los-judios-del-primer-siglo-de-la-era.html
¿Es lícito? La evidencia
textual establece (cf. p. 147) el texto "¿es lícito o no?" (ver BJ,
BC y NC).
4. Callaron. Cesó la conversación;
nadie respondió. Según parece, comprendieron que nada ganarían hablando y se
refugiaron en el silencio, lo cual produjo un ambiente de suspenso. No se
atrevían a decir que era "lícito", porque sus reglamentos rabínicos
parecían prohibir la curación en un caso como éste, pero tampoco se atrevían a decir que
era ilícito. Parece que a Lucas le agrada destacar las ocasiones cuando los
enemigos del Evangelio tuvieron que callar (Luc. 20:26; Hech. 15:12; 22:2).
Le despidió. Gr. apolúÇ,
"liberar", "despedir", "soltar". Parece que esto
ocurrió antes de la comida (cf. vers. 7). Jesús quizá despidió al hombre para
evitarle la confusión y dificultad que en una oportunidad reciente los
dirigentes judíos le habían ocasionado a otro enfermo curado en día sábado (ver
Juan 9).
5. Su asno. La evidencia
textual favorece (cf. p. 147) el texto "asno" e "hijo" (ver
BJ y NC).
6. No le podían
replicar. Los que criticaban a Jesús estaban derrotados. No querían admitir que les importaba más un
buey o un asno que una persona.
7. Primeros
asientos. Con referencia a las costumbres judías en los banquetes, ver com. Mar.
2:15-17. Según el Talmud (Berakoth 46b), los principales asientos eran los que
estaban junto al anfitrión. En una ocasión posterior Jesús reprendió a los
escribas y fariseos, entre otras cosas, por buscar los primeros asientos (Mat.
23:6).
Una parábola. Una
"parábola" no es necesariamente un relato; puede ser simplemente un
dicho corto y significativo (ver pp. 193-194). Es probable que la
"parábola" que ahora nos ocupa se basara en lo que Jesús estaba
observando: la manera en que se sentaban los invitados. Vio que algunos
escogían los mejores asientos. Hubo aquí, según parece, una disputa similar a
la de los discípulos durante la última cena (ver com. cap. 22:24).
9. Ultimo lugar. Los mejores lugares ya
habían sido ocupados, y sólo quedaban los menos importantes.
10. Siéntate. Literalmente
"reclínate".
Los que se
sientan. La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "todos los que se
sientan", "todos los comensales" (BJ y NC).
11. Cualquiera
que se enaltece. Aquí aparece un dicho repetido por Jesús en varias
formas (Mat. 18:4; 23:12; Luc. 18:14; etc.). El principio que aquí se enuncia
ataca la raíz del orgullo: el deseo de ensalzarse ante los demás. El orgullo
es, junto con el egoísmo, la raíz de todo pecado. Jesús mismo dio el ejemplo supremo de
humildad (Isa. 52:13-14; Fil. 2:6-10).
Humillado. Aquel cuyo principal
objetivo en la vida es favorecer sus intereses personales, se encuentra a
menudo con otros que lo obligan a conformarse con una posición inferior.
Enaltecido. Pero el que olvida sus intereses personales y se ocupa de animar y ayudar a otros, es muchas veces aquel a quien sus prójimos se complacen en honrar.
Aun más: la humildad
es, evidentemente, el pasaporte para entrar en el ensalzamiento en el reino de
los cielos; mientras que el deseo de enaltecerse es una infranqueable barrera
que impide entrar en el reino (cf. Isa. 14:12-15; Fil. 2:5-8).
12. Comida. Gr. áriston,
era originalmente la primera comida del día, o sea el desayuno; posteriormente
se designó así al almuerzo.
Cena. Gr. deípnon,
por lo general la cena o comida de la noche.
No llames a tus
amigos. En el griego dice: "No tengas por costumbre invitar siempre sólo a tus
amigos". Jesús no dice que no se invite a los amigos, sino que amonesta
contra los motivos egoístas que inducen a muchos a invitar sólo a aquellos de
quienes esperan recibir atenciones similares. Jesús instó a la hospitalidad
cuya base es un interés genuino en las necesidades del prójimo, ya sean de
alimento o de amistad. Señaló que esta clase de hospitalidad recibirá su
galardón en la vida futura, aunque no sea recompensada en esta vida.
Vuelvan a
convidar. En retribución a la invitación recibida.
13. Llama a los
pobres. Según la ley mosaica, atender a los pobres era un deber (ver com. Deut. 14:29). Los necesitados no debían ser
olvidados.
14. Resurrección
de los justos. La explícita mención de la resurrección de los
justos, sugiere que también habrá una resurrección de los injustos (Juan 5:29;
Hech. 24:15).
15. Oyendo
esto. En cuanto a las circunstancias de la resurección bajo las cuales fueron
pronunciadas las palabras del vers. 15, ver com. vers. 1.
Bienaventurado.
Feliz o "dichoso" (BJ, BC y NC). Ver com. Mat. 5:3. El deber poco grato presentado por
Jesús en los vers. 12-14, produjo este intento de desviar la conversación hacia
temas más agradables (PVGM 174). Es posible que la referencia hecha por Jesús a
la resurrección (vers. 14) impulsara a ese invitado a expresarse en esa forma
aparentemente piadosa. El fariseo que habló se deleitaba en contemplar la
recompensa del proceder correcto, pero no tenía interés en hacer el bien. Deseaba disfrutar de
las bendiciones del reino de los cielos, pero no estaba dispuesto a cumplir con
sus responsabilidades. No estaba dispuesto a cumplir con las condiciones
esenciales para entrar en el reino; pero no parece haber tenido duda alguna de
que se le concedería un puesto de honor en la gran fiesta del reino (PVGM 174).
El que coma. Con referencia
al significado de la expresión "reino de Dios", ver com. Mat. 5:2-3;
Mar. 3:14; Luc. 4:19. El modismo judío "comer en el reino de Dios" significa
gozar del cielo (cf. Isa. 25:6; Luc. 13:29). Lo que dijo el invitado era,
indudablemente, correcto; y todos sabían que lo era, pero el espíritu con que
lo dijo y el motivo que lo instó a decirlo eran enteramente erróneos. Lleno de
complacencia, el que hablaba daba por sentado que recibiría una invitación.
16. Una gran
cena. [Parábola de la gran cena, Luc. 14:16-24. Cf com. Mat. 22:1-14. Con
referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Jesús describe aquí las
abundantes bendiciones del reino de los cielos mediante el símbolo de un gran
banquete, símbolo que evidentemente era común para sus oyentes (ver com. vers.
15). No contradice la veracidad de la declaración del fariseo (vers. 15), pero
sí pone en duda la sinceridad del que la hizo. El fariseo era, en realidad, uno
de los que en ese mismo momento estaban rechazando la invitación evangélica
(ver com. vers. 18, 24).
Hay muchas similitudes entre esta
parábola y la de la fiesta de bodas del hijo del rey (Mat. 22:1-14), pero
también hay muchas diferencias; y son también muy diferentes las circunstancias
en las cuales fueron pronunciadas. Esta parábola fue presentada en la casa de
un fariseo, mientras que la de Mat. 22 fue pronunciada en un momento en que
intentaban apresar a Jesús (Mat. 21:46).
Convidó a
muchos. Esta primera invitación a la fiesta evangélica, fue la que extendió a los
judíos a través de todo el AT (ver t. IV, pp. 28-34). Se refiere
específicamente a los repetidos llamamientos de Dios a Israel, hechos por medio
de los antiguos profetas (ver com. vers. 21-23).
17. Envió a su
siervo. Puede considerarse que Jesús era, en un sentido especial, el
"siervo" enviado a anunciar: "todo está preparado". Evidentemente
se acostumbraba que el anfitrión enviara un siervo cuando la fiesta estaba por
empezar, para recordar a los convidados su invitación. Según Tristram (Eastern
Customs, p. 82), lo mismo se hacía en su tiempo (1822-1906). Si el invitado se
había olvidado o no sabía cuándo debía ir a la fiesta, este recordativo le
permitiría prepararse y llegar a tiempo. En el ambiente del Cercano Oriente,
donde todavía hoy la hora no tiene tanta importancia como en el mundo
occidental, ese recordativo servía para evitar posibles disgustos tanto al invitado
como al anfitrión.
18. Todos a
una. Da la impresión de que los invitados se hubieran puesto de acuerdo para despreciar
a su amable anfitrión. Por supuesto, fueron más de tres los invitados a la
fiesta (vers. 16); pero parece que Jesús enumeró estas tres excusas como
ejemplo de lo que el siervo oyó dondequiera iba. Hay un ejemplo similar (cap.
19:16-21) en el cual se presentan varios casos y en el que hay más de tres
personas involucradas.
Comenzaron. Cada invitado
presentó su propio pretexto, pero ninguno tenía una razón aceptable; en cada
caso, la verdadera razón era, indudablemente, que el invitado tenía más interés
en alguna otra cosa que tendría que posponer si asistía a la fiesta. Las
excusas también denotaban falta de aprecio por la hospitalidad y la amistad del
que daba la fiesta.
Los que rechazaron
la invitación a la fiesta evangélica le daban más valor a los intereses
temporales que a las cosas eternas (Mat. 6:33).
En muchos países se considera que
rechazar una invitación -salvo cuando es realmente imposible aceptarla- es
despreciar la amistad que se ofrece (ver com. vers. 17).
He comprado una
hacienda. Este pretexto, aunque fuera cierto, era una débil excusa, pues ya había
comprado la hacienda. No hay duda de que el comprador había examinado
cuidadosamente el campo antes de cerrar el negocio.
19. Cinco
yuntas de bueyes. En este caso también ya se había hecho la compra. El
comprador sólo desearía asegurarse de que realmente había hecho un buen
negocio, y bien podría haber postergado esa comprobación si de veras deseaba
asistir a la fiesta.
20. No puedo
ir. El que presentó la tercera excusa parece que fue más descortés que los
otros. Aquéllos, con aparente cortesía,
habían pedido disculpas por no ir; pero éste simplemente dijo que no podía
ir. Algunos sugieren que esta negativa se basaba en el hecho de que a un hombre
se le concedían ciertas exenciones de los deberes civiles y militares durante
el primer año de vida matrimonial (ver com. Deut. 24:5), y que por lo tanto
dijo: "No puedo ir". Sin embargo, esas exenciones no lo eximían de
las relaciones sociales normales, y cualquier intento por quedar eximido no era
más que un falso pretexto. La excusa de este tercer invitado no tenía realmente
mayor valor que la de los dos primeros.
21. Enojado. Mientras el
siervo enumeraba, una tras otra, las débiles excusas, el amable anfitrión montó
en cólera. En un primer momento todos habían aceptado su invitación y, debido a
esa aceptación, había hecho los preparativos para la fiesta. Pero ahora que se
habían hecho todos los preparativos y la cena estaba lista, parecía haber una
conspiración para avergonzarlo (ver com. vers. 18). Además, había hecho gastos
considerables para preparar la fiesta.
Dios, que prepara la fiesta
celestial, sin duda no se enoja como los seres humanos. Sin embargo, con todo
lo que ha hecho para proporcionar a la perdida humanidad las bendiciones de la
salvación, su amante corazón debe sentirse muy triste cuando los hombres dan
poca importancia a su amable invitación para participar de la justicia divina y
del favor celestial. Todos los recursos del cielo han sido invertidos en la
obra de la salvación, y lo menos que pueden hacer los seres humanos es apreciar
y aceptar lo que Dios ha proporcionado.
Ve pronto. Es evidente que
el invitador no desea ver que sus costosos comestibles se pierdan. Si sus mejores amigos deciden no aceptar la
demostración de su buena voluntad, de buena gana invitará a desconocidos para
que la reciban. Nótese también que su acción armoniza con el consejo dado por
Jesús inmediatamente antes de presentar esta parábola (vers. 12-14), consejo
que no fue bien recibido por los invitados a la fiesta en la cual Jesús se
hallaba y que impulsó a uno de ellos a cambiar el tema de la conversación (ver
com. vers. 15).
Las plazas y
las calles. La
invitación evangélica fue primero dada al pueblo judío, representado aquí como
habitantes de una "ciudad". Los principales ciudadanos, que habían
despreciado la invitación, eran los dirigentes judíos, algunos de los cuales
estaban en ese momento reunidos con Jesús en una fiesta en casa de un fariseo
(ver com. vers. 1).
Los invitados que despreciaron la
invitación representaban a la aristocracia religiosa de Israel. Después de este
rechazo, el amable anfitrión se alejó de sus amigos preferidos hacia los
desconocidos de la "ciudad", los miembros desamparados y algunas veces
despreciados de la sociedad. Residían en la misma "ciudad" de los
invitados, y por lo tanto eran judíos; pero algunos de ellos eran publicanos y
pecadores, hombres y mujeres a quienes los aristócratas de la nación consideraban
como parias. Sin embargo, tenían hambre y sed del Evangelio (ver com. Mat. 5:6).
Los pobres, los
mancos. Los judíos suponían comúnmente que quienes sufrían dificultades financieras
o corporales no gozaban del favor de Dios; y por lo tanto, esas personas muchas
veces eran despreciadas y descuidadas por sus prójimos (ver com. Mar. 1:40;
2:10). Se suponía que Dios las había desechado y por eso la sociedad también
las consideraba como parias. Jesús niega en esta parábola que tales personas
eran despreciadas por Dios, y afirmó que no debían ser despreciadas por sus
prójimos, ni aun cuando sus sufrimientos pudieran deberse a su propio pecado o
conducta imprudente.
Los afligidos por
la pobreza y por deficiencias físicas parecen representar aquí principalmente a
los que están en bancarrota moral y espiritual. No
tienen buenas obras propias que ofrecer a Dios a cambio de las bendiciones de
la salvación.
22. Aún hay
lugar. El siervo se dio cuenta de que el amable anfitrión sin duda deseaba que
fueran ocupados todos los lugares de su banquete; y lo mismo ocurre en el caso
de la gran fiesta evangélica. Dios no creó la tierra "en vano" (ver
com. Isa. 45:18), como un desierto vacío, sino que la creó para que fuera
habitada como eterno hogar de una raza humana feliz. El pecado ha postergado
por un tiempo el cumplimiento de ese propósito, pero finalmente se alcanzará
(PP 53). A cada individuo que nace en este mundo se le ofrece la oportunidad de
participar en la fiesta evangélica y de vivir para siempre en la tierra
renovada. Esta parábola enseña claramente que la oportunidad que rechaza uno
será aceptada inmediatamente por otro (cf. Apoc. 3:11).
23. Los
caminos... y los vallados. Los primeros invitados a la
fiesta evangélica fueron los judíos (ver com. vers. 16, 21). Dios los llamó primero, no porque los amara más que a los otros hombres ni porque fueran más
dignos, sino para que compartieran con otros los sagrados privilegios que les
habían sido encomendados (ver t. IV, pp. 27-40).
Jesús se relacionó muchas veces con publicanos y pecadores, los parias de la sociedad, para consternación de los dirigentes judíos (ver com. Mar. 2:15-17). Durante su ministerio en Galilea trabajó fervorosamente en favor de los que espiritualmente eran pobres y defectuosos, "por los caminos y por los vallados" de Galilea (ver com. Luc. 14:21). Pero cuando la gente de Galilea lo rechazó en la primavera (marzo-mayo) del año 30 d. C. (ver com. Mat. 15:21; Juan 6:66), Jesús ministró en repetidas ocasiones a gentiles y a samaritanos como también a judíos (ver com. Mat. 15:21).
Sin embargo, la
invitación evangélica para los que estaban "por los caminos y por los
vallados" se refiere en primer lugar a la presentación de la invitación
del Evangelio a los gentiles después que la nación judía rechazó finalmente la
invitación evangélica, rechazo que culminó con el apedreamiento de Esteban (ver
t. IV, pp. 35-38; Hech. 1:8). "Los caminos y los vallados" de la
parábola estaban fuera de la "ciudad", y por lo tanto representan
apropiadamente las regiones que no eran judías, es decir, los paganos (ver com.
Luc. 14:21). Cuando los apóstoles encontraron que sus compatriotas se les
oponían en su evangelización al mundo, se volvieron a los gentiles (Hech. 13:46-48;
cf. Rom. 1:16; 2:9).
Fuérzalos. Gr. anagkázÇ,
"obligar", "imponer", ya sea por fuerza o por persuasión. Algunos
han entendido que esta afirmación justifica el uso de la fuerza para convertir
a los hombres a Cristo; pero el hecho de que Jesús mismo nunca recurriera al
uso de la fuerza para obligar a los hombres a creer en él, y que nunca enseñó a
sus discípulos a que así lo hicieran, y que la iglesia apostólica tampoco lo
hizo, demuestra que Jesús no quería que sus palabras se interpretaran así.
Jesús enseñó muchas veces a sus discípulos, por precepto y por ejemplo, que
evitaran controversias y represalias por las injurias que recibieran (ver com.
Mat. 5:43-47; 6:14-15; 7:1-5,12; etc.), ya fuera como individuos o como
heraldos autorizados del Evangelio (ver com. Mat. 10:14; 15:21; 16:13;
26:51-52; Luc. 9:55). Los discípulos no sólo no debían perseguir a otros (Luc.
9:54-56), sino que debían soportar la persecución con mansedumbre (ver com.
Mat. 5:10-12; 10:18-24, 28).
Con la frase
"fuérzalos a entrar" Jesús sencillamente quiso
destacar la urgencia de la invitación y la fuerza apremiante de la gracia
divina; por lo tanto, la bondad y el amor debían ser la fuerza motriz (PVGM
186-187). El verbo anagkázÇ se emplea con un sentido similar cuando Jesús
"hizo a sus discípulos entrar en la barca" (Mat. 14:22). Existe una
enorme diferencia entre la constante invitación a la que Jesús se refería, y
recurrir a la fuerza física que muchos llamados cristianos en siglos pasados
consideraron una medida apropiada, y que algunos que invocan el nombre de
Cristo emplearían hoy si tuvieran poder para hacerlo.
La parábola misma prueba que en
ningún momento se recurrió a la violencia para conseguir invitados a la fiesta.
Si el invitador hubiera querido utilizar la fuerza la habría usado con el
primer grupo de invitados. Las invitaciones a la fiesta evangélica siempre
están precedidas de las palabras "el que quiera" (Apoc. 22:17). Esta
parábola no sanciona de ningún modo la teoría de que la persecución religiosa
es un medio para llevar a los hombres a Cristo. El uso de la fuerza o de la
persecución en asuntos religiosos, en cualquier forma o cantidad es una
política inspirada por Satanás y no por Cristo.
Se llene mi
casa. Ver com. vers. 22. El dueño de casa había convidado a muchos (vers. 16); y,
además, cuando el siervo salió por las plazas y las calles de la ciudad no pudo
encontrar suficientes personas para llenar la sala de fiesta (vers. 22).
24. Ninguno de
aquellos. El anfitrión de la parábola es quien hace la enérgica declaración de que
serán excluidos todos los que originalmente fueron invitados. Pero esto no significa
que el cielo excluye arbitrariamente a nadie. El amable anfitrión simplemente
anula su invitación original, que había sido tan rudamente rechazada. Evidentemente
su casa ahora estaba llena (vers. 23), y no había más lugar. Pero en el reino
de los cielos siempre habrá amplio lugar para todos los que quieran entrar (ver
com. vers. 22).
Jesús no enseñó por medio de esta
parábola que las riquezas terrenales son necesariamente incompatibles con el
reino de los cielos, sino que el desmedido afecto por los bienes terrenales
descalifica a una persona para entrar en el cielo; en verdad, la priva del
deseo de las cosas celestiales. Una persona no puede servir a "dos señores"
(ver com. Mat. 6:19-24). Quienes dedican sus primeros y mejores esfuerzos para
acumular posesiones terrenales y gozar de los placeres mundanos, quedarán fuera
porque el anhelo de su corazón está centrado en las cosas terrenales y no en
las celestiales (cf. Mat. 6:25-34). Codiciar las cosas terrenales finalmente
mata el deseo por las cosas celestiales (ver com. Luc. 12:15-21); y cuando se les
pide a los codiciosos que compartan su riqueza acumulada, se marchan tristes
(ver com. Mat. 19:21-22). "Difícilmente entrará un rico en el reino de los
cielos" (Mat. 19:23), por la sencilla razón de que generalmente no tiene
suficiente deseo de entrar allí.
Gustará mi
cena. Nó gustarían de la cena ni aunque cambiaran de parecer. La salvación
consiste en la invitación que Dios extiende y la aceptación del hombre. Ambas
se complementan. Ninguna de las dos puede ser efectiva sin la otra. Las
Escrituras presentan repetidas veces la posibilidad de que quienes hayan
despreciado la gracia de Dios, quizá parezcan cambiar de opinión cuando ya es
demasiado tarde; es decir, cuando ya no se oye más la invitación evangélica
Ver. 8:20; Mat. 25:11-12; Luc. 13:25). Esta invitación finalmente concluye, no
porque se haya traspuesto algún plazo fijado por la misericordia de Dios sino
porque los excluidos ya han llegado a una decisión final y definitiva. Si más
tarde cambiaran de parecer, se debería nada más a su comprensión de que han
elegido mal en lo que concierne a los resultados finales, pero no a que
repentinamente hayan sentido un sincero deseo de vivir obedeciendo a Dios.
25. Grandes
multitudes. [Lo que cuesta seguir a Cristo, Luc. 14:25-35. Con referencia a las
parábolas, ver pp. 193-197.] No se registra nada definido en cuanto al momento,
al lugar, ni a las circunstancias de la presentación del consejo de esta
sección. Es probable que lo que se registra aquí fuera presentado a comienzos
del año 31 d. C., quizá en Perea (ver com. vers. 1). Las multitudes de nuevo se
agolpaban alrededor de Jesús, como lo habían hecho durante su ministerio público
en Galilea (ver com. Mat. 5:1; Mar. 1:28, 37, 44-45; 2:2,4; 3:6-10; etc.). En
este momento, cerca del fin del ministerio de Jesús, parece que había una
convicción creciente en muchos de que Jesús estaba a punto de proclamarse, en
rebelión contra Roma, como el caudillo de Israel (ver com. Mat. 19:1-2; 21:5,
9-11). Sin duda muchos le habían seguido con intenciones sinceras, pero es
probable que la mayoría lo hacía por curiosidad o por motivos egoístas.
Volviéndose. Mientras la
multitud iba un día en pos de Jesús, parece que él se detuvo; se dio vuelta
para mirarla de frente, y expuso los principios registrados en los vers. 26-35.
Muchos de los que seguían a Jesús eran, más que una ayuda, un estorbo para su
causa. Jesús les aconsejó a todos a pensar seriamente en lo que estaban
haciendo.
26. Si alguno. Jesús expone
ahora los siguientes cuatro principios: (1) que ser su discípulo significa
también el llevar la cruz, vers. 26-27; (2) que el costo de ser su discípulo
debe calcularse cuidadosamente, vers. 28-32; (3) que todas las ambiciones
personales y las posesiones terrenales deben colocarse sobre el altar del
sacrificio, vers. 33; (4) que el espíritu de sacrificio debe ser permanente,
vers. 34-35.
No aborrece a
su padre. El uso bíblico de esta declaración indica claramente que no se ordena
aborrecer en el sentido común de la palabra. "Aborrecer" muchas veces
debe entenderse como un hebraísmo que significa llamar menos" (Deut.
21:15-17). Este sentido se ve claramente en el pasaje paralelo donde Jesús
dice: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí"
(Mat. 10:37). Es evidente que Cristo presentó esta hipérbole para destacar en
forma concreta ante sus seguidores que en todo momento deben darle al reino de
los cielos el primer lugar en sus vidas. Se repite el principio que debe regir
en cuanto a los bienes materiales: a qué le daremos el primer lugar en la vida
(ver com. Mat. 6:19-34).
No puede ser mi
discípulo. No es que no quiera serlo; es que "no puede serlo". El que tiene
intereses personales que sean superiores a la lealtad a Cristo y a la
dedicación a su servicio, le será imposible hacer lo que Cristo pide de él. La
invitación del reino debe tener el primer lugar siempre y en todas las
circunstancias. El servicio de Jesús pide la renuncia total y permanente al yo.
Con referencia a los vers. 26-27, ver com. Mat. 10:37-38.
27. Lleva su
cruz. Mejor "lleva su propia cruz" (ver com. Mat. 10:38-39). Los
oyentes de Jesús sabían lo que era la crucifixión, pues según Josefo (Antigüedades
xii. 5. 4), había sido introducida en tiempos de Antíoco
Epífanes (segundo siglo a. C.).
28. ¿Quién de
vosotros? Las parábolas gemelas de los vers. 28-32, constituyen una advertencia
contra la tendencia de tomar livianamente las responsabilidades de ser
discípulo de Cristo. Los invitados que primero aceptaron la invitación a la
fiesta para luego cambiar de opinión cuando surgieron otros intereses, no
habían considerado seriamente la invitación antes de aceptarla. Estas dos
parábolas se aplicaban especialmente a dichas personas.
Una torre. La
"torre" podía ser un edificio grande y costoso (cf. cap. 13: 4) o
construirse con ramas (cf. 21:33). En este caso es evidente la referencia a la
primera clase. En el lugar donde Jesús estaba enseñando quizá había ocurrido
algo similar a lo que él presentaba en la parábola.
Calcula los
gastos. No tiene sentido comenzar algo que no se puede completar. Un proyecto
semejante absorbería tiempo y energía sin esperanza de ninguna recompensa
apropiada. Ser discípulo de Cristo equivale a renunciar completa y
permanentemente a las ambiciones personales y a los intereses mundanos. El que
no está dispuesto a recorrer todo el camino, ni aun debería comenzar.
29. Hacer
burla. La falta de previsión no sólo lleva al fracaso sino a la vergüenza.
30. Este hombre.
El adjetivo "este" a veces se usa para manifestar desprecio o
sarcasmo al referirse a una persona (ver com. cap. 15:2,30).
31. ¿Qué rey? Con referencia
al significado de esta parábola y a su relación con el resto del discurso, ver
com. vers. 28. La ilustración anterior fue tomada del mundo de los negocios;
ésta, del mundo político. Las dos ilustran la misma verdad.
Veinte mil. El rey que
tenía sólo diez mil soldados parece estar en desventaja frente al que tenía
veinte mil; pero podría haber otros factores, además de la superioridad
numérica, que podrían hacer posible la victoria.
33. Así, pues. Jesús presenta claramente,
como de costumbre, cuál es la lección que se proponía enseñar mediante sus parábolas.
Ser discípulo de él implica colocar completamente sobre el altar todo lo que el
hombre tiene en esta vida -planes, ambiciones, amigos, parientes, posesiones,
riquezas-, cualquier cosa y todas las cosas que puedan interferir con su
servicio para el reino de los cielos (cf.
cap. 9:61-62). Tal fue el caso del apóstol Pablo (Fil. 3:8-10).
34. Buena es la
sal. Con referencia a los vers. 34-35, ver com. Mat. 5:13; cf. Mar. 9:50. El sabor de la sal representa aquí
el espíritu de consagración. Jesús afirma que no tiene sentido ser discípulo
suyo sin este espíritu de dedicación.
35. El que
tiene oídos. Ver com. Mat. 11:15. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
"EL
SÁBADO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-29-el-sabado.html
1, 12-24. PVGM 173-189. "UNA GENEROSA INVITACIÓN"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/una-generosa-invitacion.html
Ministerio Hno. Pio
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