Lucas 15. Enseñanza Mediante Parábolas. Vers. (1-7) Las parábolas de la oveja perdida, (8-10) de la moneda perdida (11-32) y del hijo pródigo.
1 SE ACERCABAN a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: 4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo CIEN OVEJAS, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8 ¿O qué mujer que tiene DIEZ DRACMAS, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. 10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
11 También dijo: UN HOMBRE TENÍA DOS HIJOS; 12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y SU HIJO MAYOR estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, Y Nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino Este Tu Hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. (Lucas 15).
EVANGELIO SEGÚN SAN
MATEO 1-28.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/05/enlaces-659-695-reflexionesmhp.html
EVANGELIO SEGÚN SAN
MARCOS 1-16
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/06/evangelio-segun-san-marcos-1-16enlaces.html
LAS PARÁBOLAS Y
SU INTERPRETACIÓN. La palabra
"parábola" deriva del Gr. parabol': :uxtaposición",
"comparación", "ilustración", "parábola",
"proverbio"; de un verbo que significa "poner una cosa al lado
de otra [para comparar]", "situar al lado de".
El vocablo Gr. pa'rabol' y su equivalente hebreo (t. III, p.
957) tienen un significado más amplio que la palabra "parábola"; sin
embargo, las parábolas que se presentan como tales en este Comentario son las
que con propiedad caven dentro de los límites más estrictos de la palabra 194 parábola. De acuerdo con la definición expuesta, la parábola es
una narración cuyo principal propósito es enseñar una verdad; pero
literariamente hablando es una alegoría o sucesión de metáforas. Muchas de las
parábolas de Cristo fueron tan breves que pueden considerarse como metáforas o
proverbios.
UNA PARÁBOLA ES EN LOS EVANGELIOS
UNA NARRACIÓN "colocada al lado
de" cierta verdad espiritual con el fin de hacer una
"comparación". Las parábolas de nuestro Señor se basaban, por lo
general, en hechos comunes de la vida diaria familiar de sus oyentes, y con
frecuencia se trataba de hechos específicos que acababan de ocurrir (ver DTG
462) o de algo que los oyentes podían ver en ese momento (PVGM 16; cf. DMJ
34-35). La narración era simple y breve, y por lo general su conclusión era tan
obvia que no admitía confusiones (Mat. 21: 40-41); y se colocaba paralelamente
la verdad espiritual con el propósito de ilustrar a ésta. La parábola se
convertía así en un puente por el cual los oyentes podían ser conducidos hacia
la comprensión y apreciación de esa verdad. La narración comenzaba al nivel de
los oyentes, y Jesús dirigía los pensamientos hacia donde él quería valiéndose
de un miedo agradable y familiar. Era una ventana a través de la cual el alma
podía contemplar perspectivas de una verdad celestial.
POR MEDIO DE PARÁBOLAS JESÚS (1) despertaba el interés, la atención y las preguntas; (2)
enseñaba verdades desagradables sin despertar prejuicios; (3) eludía a los
espías que lo perseguían implacablemente; (4) creaba en la mente de sus oyentes
impresiones duraderas que se renovarían e intensificarían cuando vieran
nuevamente las escenas presentadas en la parábola o pensaran en ellas; (5)
convertía la naturaleza en un instrumento para conocer a Dios. Las parábolas revelaban la verdad a los que
querían recibirla, y, a veces, la ocultaba a otros.
AL ESTUDIAR LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
ES IMPORTANTÍSIMO SEGUIR PRINCIPIOS CORRECTOS DE INTERPRETACIÓN. Esos
Principios Pueden Resumirse Brevemente Así:
1. Una parábola es un espejo por el cual se puede ver la verdad;
pero no es la verdad misma.
2. El contexto en que se presenta una parábola -lugar,
circunstancias, personas a las que se dirigió la parábola y el problema que se
trataba- debe tomarse en cuenta y convertirse en la clave para su
interpretación.
3. La introducción y conclusión de Cristo a la parábola aclaran
generalmente su propósito fundamental.
4. Cada parábola ilustra un aspecto básico de una verdad espiritual (ver la lista de los principios que ilustran las diversas parábolas de nuestro Señor, pp. 195-197).
Los detalles de una parábola sólo son
significativos cuando contribuyen a aclarar ese punto especial de verdad.
5. Antes de que se pueda entender el significado espiritual de
la parábola, es necesario tener una clara perspectiva de la situación descrita
en la parábola: costumbres orientales y modalidades de pensamiento y
expresión. Las parábolas son cuadros
verbales vívidos que deben verse para que puedan ser entendidos.
6. Es un hecho fundamental que una parábola tiene el propósito
de ilustrar la verdad, y generalmente una verdad particular; por lo tanto, no
se debe basar ninguna doctrina en los detalles incidentales de una parábola.
7. La parábola se debe interpretar, sea en conjunto o sea en
parte, teniendo en cuenta la verdad que tiene el propósito de enseñar, tal como
se presenta en lenguaje literal en el contexto inmediato y en otras partes de
las Escrituras.
1. Se acercaban. [Parábola de la oveja perdida, Luc. 15:1-7. Cf. com. Mat. 18:12-14; Juan 10:1-18. Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.] La posición que ocupan las parábolas de este capítulo en el Evangelio de Lucas, es la única información que tenemos en cuanto al momento y el lugar cuando fueron presentadas.
En los
cap. 9:51 al 19:28 se registran acontecimientos relacionados con el ministerio
en Perea (ver com. Luc. 9:51; Mat. 19:1-2),
quizá desde fines del otoño (noviembre-diciembre) del año 30 hasta comienzos de
la primavera (marzo-abril) del año 31. Parece que, por lo menos, las dos
primeras parábolas del cap. 15, y posiblemente también la tercera, fueron
pronunciadas en una misma ocasión (PVGM 151), en los campos de pastoreo de
Perea (PVGM 145). En este momento sólo faltaban unos dos meses para la
crucifixión (ver com. Mat. 19:1-2; Luc. 10:25; 11:37; 12:1). Jesús expuso en
estas parábolas el significado de este acontecimiento.
Todos los publicanos y pecadores. El griego tiene
un artículo para cada nombre, por lo cual deben considerarse como grupos
diferentes. En algunos casos se los considera como un solo grupo (ver com. cap.
5:30). Con referencia a los publicanos y recaudadores de impuestos, ver com.
cap. 3:12. Es probable que entre los "pecadores" estuvieran los que
no pretendían buscar la justicia de acuerdo a la forma prescrita por la
tradición rabínica, junto con las rameras, los adúlteros y otros cuyas vidas
violaban abiertamente la ley. Los estrictos fariseos también consideraban que
el pueblo común, el 'am ha'árets, "gente de la tierra", que no había
tenido el privilegio de recibir una educación rabínica eran pecadores y estaban
excluidos de ser considerados como respetables. El nombre fariseo (ver p. 53)
significa que los miembros de ese partido se consideraban superiores al pueblo
común, y se daba por sentado que eran más justos que la gente común.
El empleo de la palabra
"todos" podría referirse al hecho de que dondequiera Jesús iba
durante esta parte de su ministerio, los publicanos y los pecadores de la
región se congregaban para escucharlo. Este interés disgustaba aún más a los
escribas y fariseos, porque éstos despreciaban a esa clase de gente, la cual, a
su vez huía de aquéllos. Los dirigentes religiosos estaban irritados porque
Jesús trataba con simpatía a esos despreciados de la sociedad (ver com. Mar. 2:15-17),
y porque ellos a su vez le respondían (PVGM 145).
2. Y los fariseos y los escribas. "Los
fariseos y los escribas" se mencionan aquí como dos grupos diferentes, así
como "los publicanos y pecadores" del vers. 1 constituían también dos
grupos. Con referencia a los escribas y a los fariseos, ver pp. 53-54, 57. Algunos de los que en esta ocasión criticaron
a Jesús, más tarde le aceptaron como su Mesías (PVGM 151).
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/04/los-judios-del-primer-siglo-de-la-era.html
Murmuraban. Gr. diagoggúzo, forma enfática del verbo goggúzo, "murmurar", "quejarse" (ver com. Luc. 5:30; Mat. 20:11). Sin duda, algunos eran espías comisionados por el sanedrín para seguir a Jesús dondequiera fuera, para escuchar, observar, e informar lo visto (ver DTG 184; com. Luc. 11:54). Con referencia a las razones por las cuales se quejaron, ver PVGM 145; com. vers. 1.
Es paradójico que los que se consideraban ejemplos de justicia se sintieran tan incómodos en presencia de Jesús, mientras que los que no pretendían ser religiosos se sentían atraídos al Salvador (PVGM 144).
La diferencia radicaba sin duda en la hipocresía de los primeros y en la ausencia de fingimiento en los segundos (Luc. 18: 9-14). Los unos no sentían ninguna necesidad de las bendiciones que Jesús ofrecía; los otros percibían su necesidad y no intentaban ocultarla (ver com. Mat. 5:3; Mar. 2:5; Luc. 4:26; 5:8). Los unos estaban contentos con su propia justicia; los otros sabían que no tenían justicia propia que ofrecer. Nosotros haríamos bien en preguntarnos cómo nos sentimos en la presencia de Jesús.
Este. Es probable que esta manera de referirse a Jesús
fuera despectiva (ver com. Luc. 14:30; cf. Mat. 9:3; 12:24; 26:71; Mar 2:7;
Luc. 7:39; 14:30; 18:11; 22:56, 59; Juan 6:52).
A los pecadores recibe. Los escribas y los fariseos
rechazaban a quienes, consideraban pecadores; pero Jesús los recibía. En una ocasión
anterior, Jesús había enfrentado esta acusación con la afirmación de que él no
había "venido a llamar justos, sino a pecadores, al arrepentimiento"
(ver com. Mar 2: 17). Parece que los escribas y los fariseos estaban insinuando
que Jesús prefería relacionarse con semejantes personas; porque la manera en
que vivían éstas era compatible con la vida de él. Jesús odiaba el pecado, pero
amaba al pecador; mientras que los fariseos y los escribas abrigaban el pecado,
pero odiaban al pecador. Jesús evidentemente amaba a los pecadores, y estos
críticos procuraban dar la impresión de que, por lo tanto, amaba los pecados
cometidos por los pecadores (ver com. Luc. 15:1). Jesús no demostraba que se
sentía socialmente superior a esos parias de la respetable sociedad; pero
parecía preferir el trato con ellos antes que con los dirigentes religiosos. Para
esos pecadores sólo tenía palabras de ánimo; para los escribas y fariseos, que
se consideraban justos, tenía únicamente palabras de censura y condenación (Luc.
14:3-6, 11; ver com. Mar. 3:4; Luc. 14:4). Con referencia a otras ocasiones en
las cuales los dirigentes judíos se quejaron de que Jesús se trataba con publicanos
y pecadores, ver Luc. 7:34, 37.
3. Esta parábola. En otra ocasión y con un motivo
diferente, Jesús presentó una parábola similar (Mat. 18:12-14). Durante su
ministerio en Perea parece como si Jesús le hubiera prestado especial atención
a las clases sociales desheredadas y despreciadas (ver com. Luc. 14:21); y en
ese período mucha de su enseñanza se dirigió a dichas clases o fue dada con
referencia a ellas.
Las Parábolas
Del Cap. 15 Destacan El Cuidado De Dios Para Con Aquellos A Quienes Los Hombres
Muchas Veces Desprecian, Los Esfuerzos Divinos Por Ganar Su Confianza, Y El
Gozo De Dios Cuando Responden A Sus Exhortaciones.
Es importante
señalar que las tres parábolas presentan diferentes aspectos del problema del
pecado y de la salvación, y que ninguna de ellas es completa en sí misma.
En cada una de las parábolas, lo
perdido se encuentra y es restaurado; y así, en cada caso, Jesús justifica su
proceder para con los pecadores y sus esfuerzos en beneficio de ellos. Las dos
primeras parábolas son gemelas, y destacan el esfuerzo que hacen los hombres
para recobrar una propiedad perdida y el gozo que sienten al tener éxito. La
primera parábola destaca el cuidado del pastor, y por lo tanto el valor
intrínseco de un alma a la vista de Dios. La segunda parábola ilustra este
último punto de una manera diferente. La tercera parábola ilustra y destaca el
proceso mediante el cual el que está perdido encuentra el camino para regresar
a Dios. Jesús muchas veces respondía preguntas o críticas relatando parábolas,
como lo hizo en esta ocasión. Con referencia a la enseñanza de Jesús por medio
de parábolas y a los principios que rigen su interpretación, ver pp. 193-197.
4. ¿Qué hombre de vosotros? La cría de ovejas era común en
los collados de Perea, y en esta ocasión es indudable que muchos de los que
escuchaban recordaron experiencias cuando habían ido a buscar ovejas perdidas. La
mayor parte de las parábolas de Jesús se basaban en experiencias personales de
sus oyentes o en lo que conocían (ver p. 194).
Cien ovejas. En tiempos de Jesús se consideraba que éste era un
rebaño grande.
Si pierde una de ellas. La pérdida de una oveja podría
parecer algo relativamente pequeño, pero para el dueño del rebaño la pérdida de
sólo una oveja era motivo de seria preocupación (cf. Juan 10:10). Los pastores
de Palestina solían conocer a cada oveja y las cuidaban una por una y no en
conjunto; no sólo esto, sino que la pérdida de una sola oveja equivalía a una
diferencia apreciable en sus ingresos. Es evidente que la oveja de la parábola
se perdió debido a su propia ignorancia y necedad, y ya perdida era
completamente impotente para regresar al redil. Se daba cuenta que estaba perdida,
pero no sabía qué hacer. La oveja perdida representa al pecador individualmente
y al mundo en general (PVGM 149). Esta parábola enseña que Jesús habría muerto
aun cuando hubiera existido tan sólo un pecador (ver com. Juan 3:16), así como
murió por el único mundo que pecó (ver com. Luc. 15:7).
Desierto. Gr. ér'mos, "desierto", "lugar
desolado". Como adjetivo, la palabra ér'mos significa "solitario",
"desierto", "desolado". Se refiere a un lugar sin
habitantes (ver com. cap. 1:80), y, por lo tanto, tierra sin cultivar o
incultivable. Pero aquí se habla de los campos de pastoreo de Perea, los cerros,
los valles y las quebradas. Es probable que este "desierto" no fuera
un lugar demasiado peligroso, y dejar allí las 99 ovejas no demostraba descuido
o despreocupación. Según lo relata Mateo, el pastor dejó las ovejas "en
los montes" (BJ). Ver com. cap. 18:12.
Va tras la que se perdió. Según la parábola, si el pastor
no salía a buscar a la oveja, seguiría perdida; por lo tanto, él debía tomar la
iniciativa para que la oveja fuera devuelta al rebaño y al redil. La
efectividad de la salvación no consiste en que nosotros busquemos a Dios, sino
en que él nos busca a nosotros. Podríamos buscarlo eternamente por nuestros
propios medios, pero jamás lo encontraríamos.
Cualquier enseñanza
que afirme que el cristianismo no es más que un intento humano para encontrar a
Dios, pasa completamente por alto el hecho de que Dios es quien busca al
hombre (ver com. Juan 3:16; cf. Mat. 1:21; 2 Crón. 16:9).
5. La pone sobre sus hombros. Es evidente que el pastor pone la
oveja sobre su cuello y apoya el peso en ambos hombros (Isa. 40:11; 49:22;
60:4; 66:12). No regaña a la oveja, no la arrea, y ni siquiera la va guiando;
la lleva sobre sus hombros.
6. Gozaos conmigo. Por muy agradecido que estuviera
el pobre animal, el gozo del pastor es muchísimo mayor que le de la oveja.
7. Habrá más gozo en el cielo. Los judíos usaban diversas expresiones (ver com. cap. 12:20), entre las cuales estaba el término "cielo", para no pronunciar el nombre de Dios.
Los rabinos
enseñaban que el pecador tenía que arrepentirse antes de que Dios estuviera
dispuesto a amarlo o a prestarle atención. El concepto que tenían de Dios era,
con demasiada frecuencia, el que Satanás deseaba que tuvieran. Pensaban que
Dios concedía su afecto y bendiciones sólo a los que le obedecían y que los
negaba a aquellos que no le obedecían.
Jesús procuró mostrar la
verdadera naturaleza del amor de Dios (ver com. vers. 12) por medio de la
parábola del hijo pródigo (vers. 11-32). El propósito único de la misión de
Jesús en la tierra podría resumirse, sin duda, en la afirmación de que vino a
revelar al Padre (ver com. Mat. 1:23). Compárese con la expresión, "gozo
delante de los ángeles" (Luc. 15:10).
Un pecador que se arrepiente. El amor divino habría impulsado a
Jesús a hacer su gran sacrificio aunque hubiera sido en beneficio de un solo
pecador (PVGM 146, 154-155; ver com. Juan 3:16). Nótese la delicada relación entre este "pecador"
y los "pecadores" del vers. 1.
No nos arrepentimos para que podamos recibir el amor
de Dios, pues ya era nuestro cuando aún éramos pecadores (Rom. 5: 8). La
"benignidad" de Dios manifestada en su amor y en su paciencia es la que
nos conduce al arrepentimiento (Rom. 2: 4; cf. Fil. 2: 13).
Justos. Hay dos formas de interpretar esta expresión. Se le
puede dar su exacto sentido literal: hay más gozo por el pecador que se
arrepiente que por los justos que ya se han arrepentido y no tienen por qué
arrepentirse otra vez; pero también puede entenderse que Jesús hablaba con
cierta ironía. Los fariseos y los escribas estaban orgullosos de ser más justos
que los otros (cap. 18:11-12), y cuando Jesús habló de "justos" era
natural que creyeran que estaban en esta categoría, pues pensaban que no tenían
de qué arrepentirse (ver com. Juan 3:4). Por lo tanto, si los fariseos y los
escribas eran justos, los "pecadores" que ellos despreciaban tenían
que ser, necesariamente, los que necesitaban el amor y las atenciones que Jesús
les concedía. Por esta razón no se justificaba la actitud crítica de los
escribas y de los fariseos (PVGM 148-149). Con referencia a otra respuesta dada
por Jesús en circunstancias similares, ver Luc. 5:31-32.
8. ¿O qué mujer? [Parábola de la moneda perdida,
Luc. 15:8-10. Cf. Mat. 13:44-46. Con
referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] Para conocer las circunstancias
que prepararon el ambiente para la presentación de esta parábola y su relación
con las parábolas de la oveja perdida y del hijo perdido, ver com. vers. 3-4. La
primera parábola fue dirigida manifiestamente a los hombres presentes, y es
posible que ésta fuera dirigida especialmente a las mujeres que escuchaban (cf.
Mat. 13:33; Luc. 17:35).
En la parábola de la oveja
perdida el dueño actuó por lástima al animal y también por su propio interés
financiero. Pero en la parábola de la moneda la mujer no siente compasión. Ella
sólo podía culpar a su propio descuido por haber perdido la moneda, y su deseo
de recuperarla se basaba exclusivamente en su interés personal. La oveja era
culpable, en cierto sentido, de haberse extraviado; pero nadie podía culpar a
la moneda de haberse perdido. Esta parábola realza el valor intrínseco de un
alma, y el hecho de que un pecador perdido tiene tanto valor a la vista de Dios
que él la buscará diligentemente hasta recuperarla.
Diez dracmas. Gr. drajm'´, moneda griega que tenía aproximadamente el mismo valor del denario romano (ver p. 51). En cuanto al valor adquisitivo del denario, ver com. Mat. 20:2. El número diez no tiene un significado especial; aparece muchas veces como número redondo (1 Sam. 1:8; Ecl. 7:19; Isa. 5:10; Amós 6:9, etc.). Jesús empleó este número en varias parábolas (Mat. 25:1, 28; Luc. 19:13, 16-17). Es posible que las diez monedas hubieran formado parte de la dote de la mujer y representaran sus ahorros. Quizá las había cambiado de lugar cuando limpiaba la casa.
Si pierde una dracma. Su descuido ocasionó la pérdida. La
moneda no sabía que estaba perdida. Además, se había perdido dentro de la casa,
no en los montes, como la oveja, ni en una "provincia apartada" como
el hijo pródigo.
Enciende la lámpara. Las casas de Palestina tenían comúnmente
una sola habitación y la única luz natural entraba por la puerta o por ventanas
enrejadas. El ama de casa necesitaba seguramente luz artificial, aunque fuera
de día, para hallar un objeto pequeño.
Barre la casa. Muchas de las casas de campo en Palestina aún
tienen piso de tierra. En una habitación oscura con piso de tierra sería fácil
perder una moneda y difícil encontrarla. Probablemente habría sido necesario
buscarla cuidadosamente para hallarla.
9. Gozaos conmigo. El gozo que se comparte con otros
crece en el corazón del que lo comparte. Todo el que haya encontrado algo valioso
que temía que se le hubiera perdido para siempre, puede comprender el gozo de esta
mujer (cf. Rom. 12:15).
Pero en la tierra no hay un gozo semejante al que se
siente cuando se encuentra a un pecador perdido y se lo lleva a Jesús.
10. Hay gozo. Ver com. vers. 7.
11. Un hombre. [Parábola del hijo pródigo, Luc. 15:11-32. Con
referencia a las parábolas, ver pp. 193-197.] En cuanto a las circunstancias en
las cuales se pronunció esta parábola y su relación con las dos parábolas
anteriores, ver com. vers. 3-4, 8. Aunque no se tiene indicación alguna en
cuanto al lugar ni al tiempo de la presentación de esta parábola, es razonable
pensar que fue dada al mismo tiempo que las dos que la preceden, o muy poco
después.
Esta es quizá la más famosa de
todas las parábolas de Jesús. Consta de dos partes: la primera (vers. 11-24)
pone de relieve las emociones del padre del hijo pródigo, su amor por el joven
y su gozo cuando éste regresó. La segunda parte (vers. 25-32) es una reprensión
para los que, como el hermano mayor, estaban ofendidos por el amor y el gozo
del padre. Es probable que la segunda parte fuera la respuesta de Cristo a la murmuración
de los escribas y los fariseos (vers. 2).
Las Parábolas De La
Oveja Perdida Y De La Moneda Perdida Dan Realce A La Parte De Dios En La Obra
De La Redención, Mientras Que La Parábola Del Hijo Pródigo Destaca La Parte Que
Tiene El Ser Humano En Responder Al Amor De Dios Y Actuar En Armonía Con Él.
Los judíos tenían una comprensión
completamente equivocada de la naturaleza del amor divino (ver com. vers. 7).
El hijo menor representa en la parábola a los publicanos y los pecadores; y el
mayor, a los escribas y los fariseos.
12. El menor. Este joven, evidentemente cansado de las
restricciones y sintiendo quizá que su libertad era indebidamente limitada por
un padre que sólo se preocupaba por sus propios intereses egoístas, deseaba,
por sobre todas las cosas, hacer lo que más le agradaba. Sabía perfectamente lo que quería, o, por lo
menos, pensaba que lo sabía. Pero que no lo sabía es evidente por el hecho de
que cuando volvió "en sí" (vers. 17) cambió completamente su
proceder. Pero en este momento ni se entendía a sí mismo ni entendía a su
padre. Y lo peor de todo era que no entendía ni apreciaba el hecho de que su padre
lo amaba, y que todas las decisiones y reglamentos de su padre se basaban sobre
algo que al final sería lo mejor para sus hijos. El relato deja en claro que el
padre era sabio y comprensivo, y a la vez justo, misericordioso y muy
razonable. Sin embargo, el inexperto joven pensaba que tenía el derecho
incuestionable de aprovechar todos los privilegios por ser hijo, pero sin
llevar ninguna de sus responsabilidades. Después de pensarlo bien decidió que
el único curso de acción que resolvería el problema, en la forma que él pensaba
que debía resolverse, era abandonar su hogar e irse solo para vivir a su
antojo. El proceder que escogió era una violación directa del quinto
mandamiento (Exo. 20:12). Con referencia a los factores que afectan las
responsabilidades de los hijos para con sus padres y las de éstos para con sus
hijos, ver com. cap. 2: 52.
La parte de los bienes. Se sabe que la costumbre judía en
tiempos de Jesús permitía el reparto de la propiedad mientras vivía el padre,
pero esto no era usual. Lo que el hijo menor exigió a su padre era
completamente incorrecto. Es evidente que la conducta del hijo equivalía a una
falta de confianza en su padre y a un rechazo total de su autoridad.
Que me corresponde. Esta expresión aparece comúnmente
en los papiros griegos, y se refiere a un privilegio al cual tenía o podía
tener derecho una persona, o a una obligación a la cual tenía que hacer frente.
Les repartió. Según la ley, y con toda razón, el padre podría no
haber consentido a la irrazonable exigencia de su hijo; sin embargo, se la
concedió. El padre accedió, lo cual demuestra su buen juicio paterno, y permite
comprender que la mala elección que hizo el hijo no se debía a una actitud
intransigente del padre. Hay momentos cuando parece que lo mejor que un padre
puede hacer es permitir que un joven irreflexivo haga lo que quiera para que
aprenda por experiencia propia cuáles son los funestos resultados de su
elección.
Según la ley de Moisés, el hijo
mayor debía recibir doble cantidad de los bienes paternos, mientras que cada
uno de los hijos menores recibía sólo una cantidad (ver com. Deut. 21:17). La
cantidad adicional que recibía el hijo mayor tenía por objeto proporcionarle
los recursos necesarios para que pudiera desempeñar sus responsabilidades como
jefe de familia. Si un padre tenía sólo dos hijos, como ocurrió en este caso
(vers. 11), el hijo menor debía recibir una tercera parte de los bienes del
padre. Sin embargo, la propiedad familiar que se repartía mientras vivía el
padre, por lo general permanecía intacta hasta la muerte de éste. Pero el hijo
menor exigió que se dividiera la propiedad y también que se le diera su parte. Según
se deduce del relato (vers. 13), el joven convirtió toda su parte de la
propiedad en dinero o en objetos de valor fáciles de llevar.
13. El hijo menor. El hijo menor que se va del hogar paterno representa a
los publicanos y los pecadores (vers. 1), quienes habían roto los lazos que los
unían con su Padre celestial y no hacían alarde de ser leales a Dios.
Una provincia apartada. El joven no se conformó con
establecerse cerca de su hogar, donde de vez en cuando recordaría a su padre y
el consejo paterno. Procuró liberarse de todas las restricciones del hogar; sin
duda, deseaba olvidar todo.
La "Provincia Apartada" Representa, Por Lo
Tanto, Alejamiento De Dios Y Olvido De Él.
Desperdició sus bienes. Gastó rápidamente los bienes que
con tanto entusiasmo había juntado (ver com. vers. 12). Su conciencia
aparentemente estaba adormecida, y en la "provincia apartada", donde
podía olvidarse del consejo y la conducción de su padre, no había nada que le
impidiera hacer exactamente lo que le placía. De acuerdo con su concepto de lo
que era vivir, vivía a sus anchas.
Viviendo perdidamente. "Perdidamente", del Gr.
asÇtÇs, "desenfrenadamente", "en forma disoluta". Es un
adverbio que tiene un prefijo negativo: a, "sin", y el adjetivo sÇs,
"sano", "íntegro". La manera de vivir del joven se
caracterizó por el despilfarro o por el desenfreno moral, o por ambos. El hijo
mayor de la parábola destacó la segunda de estas posibilidades cuando habló de
lo que había hecho su hermano menor (vers. 30). Sin embargo, la vida de
relajamiento moral suele incluir despilfarro de los bienes.
La forma en que el joven
gastó sus recursos, que parecen haber sido cuantiosos, revela su concepto de la
vida. Según le parecía,
el hombre viene al mundo sólo con el fin de conseguir todo lo que pueda, sin la
obligación de contribuir en nada.
14. Cuando todo lo hubo malgastado. Su fortuna le había parecido tan grande, que pensó que podía gastar libremente sin necesidad de reponer el dinero. Pero su fortuna había desaparecido repentina e inesperadamente. Y para empeorar su situación, "vino una gran hambre en aquella provincia". Si hubiera sido diligente en aumentar sus recursos y cuidadoso en sus gastos, es probable que el hambre no le habría causado graves dificultades.
Pero es evidente que no había esperado la
pobreza y el hambre.
Comenzó a faltarle. Los amigos de tiempos mejores
desaparecieron cuando se desató la tormenta. Sin duda se parecían mucho al
pródigo: vivían para su complacencia propia. Pero el joven era extranjero,
recién llegado, y en esos tiempos difíciles, sin duda para todos, les pareció
que apenas si podían hacer frente a sus propias necesidades. La liberalidad del
joven (ver com. vers. 13) no le había ganado ni siquiera un amigo del cual
pudiera depender en su hora de necesidad.
15. Se arrimó. Gr. kolláÇ, "unirse a", "pegarse
a". El pródigo se vendió prácticamente a uno que tenía muy poco que
ofrecerle.
Uno de los ciudadanos. Como el joven estaba en una
"provincia lejana", es probable que este ciudadano fuera gentil y
pagano.
Su hacienda. Este ciudadano tenía evidentemente una buena
propiedad.
Para que apacentase cerdos. Difícilmente podría haber un
trabajo más degradante para un judío, para quien el cerdo era un animal
inmundo. El joven no podría haberse humillado más. Quizá no estaba capacitado
para un empleo mejor. Es evidente que en su casa no había ocupado su tiempo
provechosamente aprendiendo algún oficio, y su vida disoluta (vers. 13) lo
había convertido en un desamparado por la sociedad.
16. Llenar su vientre. Es muy claro que ni siquiera
podía ganar lo suficiente para comer, y se vio reducido a la triste situación
de que le parecía apetecible la comida de los cerdos. Sus ambiciones no eran
ahora superiores a las de los cerdos. En verdad, en los días de su vida
disoluta, sus ambiciones tampoco habían sido más elevadas; pero no se había
dado cuenta hasta que sintió verdadera hambre.
Algarrobas. Gr. kerátion, "cuernecito". Este es el nombre que se le daba al fruto del algarrobo debido a la forma de sus vainas. La algarroba ha sido llamada "pan de San Juan", porque según la tradición, constituía la base de la alimentación de Juan el Bautista (ver Nota Adicional de Mat. 3).
Después de sacar las semillas para el consumo humano, las
vainas se usaban como alimento para los animales domésticos. El algarrobo aún
se cultiva en Palestina.
17. Volviendo en sí. Algunas personas parecen ir, a la deriva llevados por las corrientes de la vida, sin pensar seriamente hasta que se enfrentan con la muerte.
El joven pródigo había estado, sin duda, fuera de sí, pero su terrible necesidad lo obligó a volver en sí.
Quienes viven, o más bien existen, exclusivamente en un nivel físico nada más, no tienen la capacidad de comprender las lecciones de la vida excepto cuando éstas se les presentan bajo la forma de necesidades, deseos o dolores físicos.
Este joven
había vivido fuera de sí, pero ahora volvió en sí. Se encontró a sí mismo
-indudablemente una experiencia nueva- y comenzó a comprender cuán necio había
sido.
!Cuántos jornaleros! Nótese que se habla de "jornaleros" y no de esclavos. Es probable que el joven hubiera despreciado o aun maltratado a los jornaleros de su padre. Ahora la suerte de un jornalero en la casa de su padre le parecía sumamente deseable. En la práctica, era un esclavo que se estaba muriendo de hambre.
La libertad de la cual se había jactado, finalmente había resultado ser la peor clase de esclavitud, lo cual había ocurrido siempre, pero el joven no se había dado cuenta.
Este era el punto culminante de una vida vivida según la filosofía del mundo materialista. Su condición era el resultado de su propio proceder.
Para el pródigo ahora comenzaba a
cobrar significado la sabiduría de la filosofía que su padre tenía de la vida.
18. Me levantaré. Quizá tanto moral como
físicamente. Se levantó del letargo y de la desesperación que habían oscurecido
su vida con la siniestra amenaza del desastre y la desolación. Aún no tenía un
concepto correcto de la naturaleza del amor de su padre. Pero la justicia de su
padre había producido la desesperada esperanza de que lo trataría así como
trataba a sus jornaleros.
He pecado. Parece que no se le ocurrió la posibilidad de
inventar algún pretexto para justificar su conducta, ni mucho menos culpar a su
padre por lo ocurrido. Su condición testificaba que su padre siempre había
tenido razón y que él se había equivocado. Su confesión debía ser honrada y
completa.
Contra el cielo. La instrucción religiosa que
había recibido en casa de su padre no había sido enteramente olvidada. Comprendía
que cualquier falta contra su prójimo era conceptuada por el cielo como si se
hubiera cometido contra Dios (Gén. 39:9). Había estado violando abiertamente
todo el tiempo los principios del quinto mandamiento, y quizá los de los otros
mandamientos.
19. Ya no soy digno. No se sentía digno de presentar
una razón para que se le diera trabajo en la finca familiar. No podía pretender
que la hubiera, porque era evidente que no podía pedirle nada a su padre.
Como a uno de tus jornaleros. Pediría que se le concediera
trabajo como un favor y no como un derecho. No tenía derechos. Antes no había
estado dispuesto a someterse como hijo a la disciplina paterna; ahora estaba
dispuesto a someterse a la disciplina que su padre, como dueño de la propiedad,
aplicaba a sus siervos. Prácticamente había renunciado a su padre, y podría
haberse esperado que el padre, con toda justicia, lo desheredara como a hijo. Sin
embargo, existía la posibilidad de que lo aceptara como siervo.
20. Levantándose, vino. Evidentemente, el pródigo actuó
sin demora, y en cuanto hizo su decisión, la llevó a cabo. En la parábola el
hijo es el que toma la iniciativa para volver al padre. Parece como si fuera la
elección del hijo y no el amor del padre lo que efectúa la reconciliación. Por
eso algunos han llegado a la conclusión errónea de que Jesús enseña que el
primer paso en la reconciliación es que la persona vuelva a Dios por su propia
voluntad, y no que es el amor de Dios el que primero la atrae. Sin embargo,
esta conclusión viola más de un principio fundamental en la interpretación de
las parábolas de Cristo (ver pp. 193-197). Además, en las parábolas de la oveja
perdida y de la moneda perdida, Jesús claramente expuso la verdad que aquí se
pone en duda: que la iniciativa para alcanzar la salvación y la reconciliación
proviene de Dios. Además, ninguna parábola basada en las relaciones humanas
comunes puede reflejar perfectamente todos los aspectos del amor y de la
misericordia de Dios. Dios dio a su Hijo al mundo antes de que los hombres creyeran
en esa dádiva (Juan 3:16), y las Escrituras enseñan específicamente que aun el
deseo de hacer lo correcto es implantado en el corazón humano por Dios (Fil. 2:13).
Lo vio su padre. Jesús insinúa que el padre estaba
esperando que el hijo volviera. Parece que el padre conocía tan bien el
carácter y la disposición de su hijo, que sabía que aun cuando le había dado su
parte de la fortuna familiar y se había despedido de él, le faltaban los rasgos
esenciales de carácter que le permitirían hacer de su aventura un éxito. Evidentemente
había razonado que tarde o temprano el joven volvería en sí (ver com. vers.
17), que reflexionaría. Y reconoció a su hijo aun cuando estaba lejos y
cubierto de harapos. En los vers. 20-24 Jesús muestra a sus oyentes el carácter
del padre, y en los vers. 11-19 describe el carácter del hijo menor.
Corrió. El padre podría haber esperado que su hijo llegara hasta donde él estaba, pero no lo hizo, sino que demostró su anhelo y el gozo de su corazón corriendo al encuentro de su hijo.
Se echó sobre su cuello. Es decir, lo abrazó. El hijo no había
dicho nada hasta este momento, pero el hecho de que regresara en tan deplorable
estado hablaba con mayor elocuencia que las palabras que pudiera haber
pronunciado. Tampoco se dice nada en cuanto a lo que el padre pudo haber dicho
a su hijo, pero las órdenes que dio a los siervos más sus manifestaciones de
amor paternal, eran también más elocuentes que las palabras que pudo haber
pronunciado.
21. He pecado. Ver com. vers. 18.
De ser llamado tu hijo. La evidencia textual (cf. p. 147)
favorece el añadido: "hazme como a uno de tus jornaleros". Pero el
padre tenía otros planes: lo trataría como a un hijo y no como a un jornalero.
22. Sacad. La evidencia textual establece (cf. p. 147) la
inclusión de la palabra "rápidamente". "Traed aprisa el mejor
vestido" (BJ).
Vestido. Gr. stol', prenda masculina, exterior y amplia que
llegaba hasta los pies. Solían usarla las personas de jerarquía. Desde el
primer momento el padre lo recibió como hijo y no como siervo. El padre ya
había cubierto al joven con su propio manto para que no se vieran sus harapos,
y evitarle la vergüenza de que ni siquiera los siervos de la casa lo vieran
vestido de ese modo (PVGM 160). No es probable que los siervos hubieran acompañado
a su señor cuando salió corriendo a recibir a su hijo, y que por lo tanto la
orden de sacar el mejor vestido fuera dada cuando padre e hijo se acercaban a
la casa.
Un anillo. Una evidencia más de que el padre todavía lo
consideraba como su hijo. Es probable que éste fuera un anillo de sellar (ver
com. Est. 3:10; 8:2); si lo era, el hecho de ponérselo indicaría aún más
claramente que había sido recibido nuevamente como miembro de la familia. No
hay duda de que el joven hacía mucho que había vendido o empeñado el anillo que
antes usaba.
Calzado. Es decir "sandalias" (ver com. Mat. 3:11). Los siervos comúnmente andaban descalzos. El calzado es otra señal de que el padre recibía al pródigo arrepentido como hijo y no como siervo. El mejor vestido, el anillo y el calzado no eran cosas necesarias, sino prendas especiales de su favor.
El padre no sólo suplió las necesidades de su hijo,
sino que lo honró, y al hacerlo demostró el amor y el gozo que llenaban su
corazón. Con esta parábola Jesús justificó la bienvenida que le daba a los
pecadores que se reunían alrededor de él (ver com. vers. 1), y reprendió a los
escribas y a los fariseos por la actitud severa que habían asumido contra él
por haberlos recibido (ver com. vers. 2).
24. Mi hijo muerto era. Para el padre había estado
"muerto" literal y figuradamente, debido a la dolorosa separación
entre ambos. Con referencia al uso figurado de la palabra "muerto",
ver com. cap. 9:60.
Comenzaron a regocijarse. El joven se encontró no en la
condición de siervo, como lo había esperado, sino como invitado de honor en un
banquete celebrado para festejar su regreso. Tal fiesta normalmente duraría
varias horas.
25. Su hijo mayor. En la parábola no se dice nada más en forma directa en cuanto al hijo menor. Su restauración se había completado, y la lección de la parábola en lo que concernía a él -la benigna bienvenida que el cielo concede al pecador que regresa y se arrepiente- es clara. Hasta este momento Jesús ha justificado su actitud de simpatía hacia los publicanos y los pecadores (ver com. vers. 2).
El resto de la parábola (vers.
25-32) se refiere a la actitud de los fariseos y de los escribas hacia los
pecadores (ver com. vers. 2), la cual se representa con la actitud del hermano
mayor hacia el menor. Esta parte de la parábola fue presentada como una
reprensión a aquellos hipócritas que se consideraban justos y murmuraban por la
manera como Jesús trataba a los que despreciaba la sociedad (vers. 2).
En el campo. Estaba trabajando como debía hacerlo un hijo
obediente (Mat. 21:28-31). Los escribas y fariseos también estaban trabajando
intensamente con la esperanza de ganar la herencia que el Padre celestial
concede a los hijos fieles; pero servían a Dios no por amor (ver com. Mat. 22:37),
sino como un deber y para ganar la justicia por sus obras. Esta misma actitud
había existido entre sus antepasados en los días de Isaías (Isa. 1:11-15) y de
Malaquías (Mal. 1:12-14). En lugar de una verdadera obediencia, le ofrecían a
Dios una falsificación: el cumplimiento meticuloso de las tradiciones humanas
(ver com. Mar. 7:6-13), sin tener en cuenta las palabras de Samuel, que
"el obedecer es mejor que el sacrificio, y el prestar atención que la
grosura de los carneros" (1 Sam. 15:22; cf. com. Mat. 7:21-27).
La música. Gr. sumfÇnía, literalmente "sonidos al
unísono"; de este vocablo deriva la palabra "sinfonía". SumfÇnía
puede significar música producida por varios instrumentos o por varias voces, o
también puede referirse al nombre de un instrumento (ver com. Dan. 3:5). Es
probable que se hubieran llamado músicos profesionales para animar la fiesta. Es
evidente que el padre no ahorró esfuerzos para hacer que el regreso de su hijo,
perdido por tanto tiempo, fuera la ocasión de celebrar un gran festejo, cuya
noticia atestiguaría ante todos los vecinos que el hijo había sido
reincorporado a la familia.
28. Se enojó. Así se enojaban los escribas y los fariseos con Jesús (vers. 2).
El Enojo del hijo mayor establece un agudo contraste con el
inmenso gozo del padre (ver com. vers. 20, 22).
No quería entrar. El griego, como el castellano,
indica que su actitud negativa se prolongó. A pesar de los ruegos de su padre,
seguía disgustado con éste y con su hermano.
29. Te sirvo. El problema era que el hermano mayor actuaba como siervo y no como hijo. Afirmaba que la propiedad de su padre le correspondía por derecho, pues la
había ganado; y estaba enojado (vers. 28) con su padre por no reconocer lo que
consideraba como derecho suyo por ser el hijo mayor.
No habiéndote desobedecido jamás. Observaba rigurosamente
todos los requisitos externos que como hijo le correspondía obedecer, pero no
comprendía en nada el verdadero espíritu de la obediencia. Su
servicio no era más que el cumplimiento servil de las formas externas de la
piedad filial.
Nunca me has dado. El griego dice: "a mí nunca
me diste", como si quisiera destacar la diferencia del trato del padre
entre el pródigo y él, el hijo mayor. Consciente o inconscientemente, el hijo
mayor estaba celoso por la atención que se le prestaba a su hermano, y es probable
que sintiera que toda esa atención le correspondía a él. Se quejó de que nunca
había sido recompensado, ni siquiera con un "cabrito", mucho menos
con un "becerro gordo". Sin duda también sentía temor de que al ser
restaurado su hermano menor, el padre pudiera dar a este hermano malgastador
una parte de la propiedad que ahora legalmente le pertenecía a él (ver com.
vers. 12). El hermano mayor quizá insinuaba que hasta el becerro gordo era
legalmente suyo, y que el padre no tenía derecho de tomar ni ese becerro ni
ninguna otra cosa sin su consentimiento.
Gozarme con mis amigos. Con estas palabras parecería
insinuar, además, que su suerte había sido triste y que, en cierto modo,
envidiaba a su hermano la vida que había llevado. No se había gozado en el
servicio de su padre; en realidad, no parecía ni aun sentirse feliz con la
compañía de su padre, sino que prefería la de sus "amigos".
30. Este tu hijo. Esta expresión revela desprecio y
sarcasmo (ver com. cap. 14:30; 15:2). El hijo mayor se niega a llamar hermano
suyo al hijo menor. Se burla fríamente del padre llamándolo "tu
hijo". Intimamente quizá se sentía más justo que su padre o su hermano.
Ha consumido tus bienes. Cf. vers. 12.
Con rameras. No se dice si el hermano mayor estaba seguro de que
así había ocurrido, o si era sólo una suposición suya.
31. Hijo. Gr. téknon, "niño", "hijo". El
padre no emplea aquí la palabra huiós, "hijo", sino que se dirige al
hijo mayor con este término más afectuoso, téknon. Es como si le hubiera dicho:
"mi querido muchacho".
Tú siempre estás conmigo. El hijo menor no había estado
"siempre" con él, y esta era la razón de la fiesta. Compárese el
regocijo del pastor por haber hallado la oveja perdida con el gozo que siente
por las que no se han extraviado del redil (ver com. vers. 4, 7). Sin embargo,
el padre sigue expresando que siente el mismo amor por su hijo mayor, aun
cuando no hubiera ocasión de demostrarlo por medio de una fiesta.
Todas mis cosas son tuyas. Cuando el padre dividió su propiedad y le entregó al hijo menor la parte que le correspondía, también le había entregado al hijo mayor las dos partes que le correspondían como primogenitura (ver com. vers. 12). Esto demuestra que era falsa la acusación de que el padre había sido mezquino con él (vers. 29).
La propiedad era ahora del hijo mayor y
él podría haberse gozado con sus amigos si así lo hubiera querido. Con esto el
padre le asegura que sus derechos de ningún modo serán afectados por el retorno
de su hermano. Si eso es lo que le molesta, puede desechar sus temores y unirse
al festejo. El padre prueba, uno tras otro, que todos los argumentos del hijo
mayor carecen de validez, y lo invita a unirse para dar la bienvenida a su
hermano (ver com. vers. 28).
32. Era necesario. El hijo menor no merecía, en
verdad, la recepción que había recibido; pero el padre afirmaba que era
correcto y necesario darle al joven una alegre bienvenida. La fiesta no fue
dada porque el hijo menor tuviera méritos; era sencillamente la expresión del
gozo del padre, y correspondía que el hermano mayor también participara de ese
gozo.
Y según lo dijo Jesús, ésta debía
ser también la actitud de los escribas y de los fariseos hacia los pecadores. El
afecto del padre con su hijo que por tanto tiempo había estado perdido, no disminuía
en nada su amor por el hijo mayor. Su amor los incluía a los dos, a pesar de las
evidentes faltas de ambos. Afortunadamente el amor de nuestro Padre celestial
para con nosotros no se basa en cuánto podamos merecer su gran amor
Este tu hermano. En respuesta a la expresión de
desprecio empleada por el hermano mayor, "este tu hijo" (vers. 30),
el padre utiliza una expresión de tierno ruego: "tu hermano". En este
ruego del padre al hijo mayor, Jesús presenta sus propios ruegos a los escribas
y a los fariseos. Los ama tanto como a los publicanos y los pecadores (vers.
1-2). No tienen que sentirse ofendidos por su actitud hacia esos desventurados
que desprecia la sociedad. No tienen por qué temer por sus propios derechos y
privilegios. Pero sí es necesario que cambien su actitud hacia Dios y sus
prójimos. Compárese con la parábola del buen samaritano (Luc. 10:25-37) y la
experiencia del joven rico (Mat. 19:16-22).
No se dice nada en cuanto a lo
que ocurrió después. No se sabe si el hijo mayor cambió de actitud o si el hijo
menor se condujo en forma honorable. Ninguna de estas cosas era importante para
las lecciones que Jesús deseaba enseñar por medio de esta parábola. En verdad,
la parábola aún se desarrollaba, y su resultado final estaba en manos de los
oyentes (PVGM 164). 5CBA
COMENTARIOS DE EGW
1-10. PVGM 144 -155. "LA ESPERANZA DE LA VIDA"
(Éste Capítulo Está Basado En San
Lucas 15:1-10).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/la-esperanza-de-la-vida.html
11-32. PVGM
156-166. "LA REHABILITACIÓN DEL
HOMBRE"
(Éste Capítulo Está Basado En San
Lucas 15:11-32).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/la-rehabilitacion-del-hombre.html
PRINCIPIOS GUIADORES. El Corazón pertenece a Jesús. Él ha pagado precio infinito por el alma, e intercede ante
el Padre como nuestro Mediador, y ruega, no como un peticionante, sino como un
conquistador que reclama lo que le pertenece.
Es capaz de salvar hasta lo sumo, pues intercede constantemente por nosotros.
El corazón joven es una ofrenda preciosa, el don más valioso que puede
presentarse a Dios. Todo lo que sois y toda la habilidad que poseéis proceden
de Dios, como legado sagrado que debe devolverse como ofrenda santa y
voluntaria. No podéis dar a Dios nada que no os haya dado primero. Cuando se
entrega el corazón a Dios, se le da, pues, un don que él ha comprado y le
pertenece.
Hay muchas cosas que exigen que
la juventud dedique su tiempo, sus afectos y su fuerza. Satanás clama a los jóvenes como su
propiedad, y un vasto número, le entrega toda la capacidad y el talento que
posee. El mundo reclama el corazón, pero el corazón pertenece a Aquel que lo
redimió, Si es entregado al mundo, se
llenará de cuidados, de pena y de esperanzas defraudadas; se tornará impuro y
corrompido. La entrega de los afectos y
el servicio de vuestro corazón al mundo sería la peor clase de robo, pues tales
cosas pertenecen a Dios. No podéis dedicar con provecho vuestro corazón a la
búsqueda de los placeres.
El enemigo de la justicia tiene
preparada toda clase de placeres para los jóvenes de cualquier condición de
vida; y estos placeres no atraen
solamente en las 406 ciudades populosas
sino en cualquier lugar habitado por seres humanos. Satanás se complace en tener a los jóvenes
como soldados en sus filas. El
archienemigo sabe bien qué material tiene que manejar, y ha desplegado su
sabiduría infernal para idear para la juventud costumbres y placeres que
separen sus afectos de Jesucristo. . .
EL HIJO PRODIGO. La lección del hijo pródigo se ha dado para instrucción de la juventud. En
su vida de placer y prácticas pecaminosas, gasta su porción de la herencia, en
costumbres disolutas. Lo abandonan los amigos en un país extraño; viste harapos
y está hambriento, anhelando hasta el alimento que desechan los cerdos. Su
última esperanza es regresar, penitente y humillado, a la casa de su padre,
quien lo atrae nuevamente a su corazón, y es bien recibido y perdonado. Muchos
jóvenes están haciendo lo que él hizo, viviendo una vida indiferente, dedicada
al placer, al derroche, abandonando la fuente de agua viva, la fuente del
verdadero placer, y cavando para sí mismos cisternas rotas, que no pueden
contener agua.
LA GENEROSA INVITACIÓN DE DIOS. Dios hace a
cada joven la siguiente invitación: "Dame, hijo mío, tu corazón; * yo lo
guardaré puro; satisfaré sus anhelos con verdadera felicidad". Dios se
complace en hacer felices a los jóvenes, y por eso quisiera que le entregasen
el corazón a su cuidado para que sean mantenidas en condición sana y vigorosa
todas las facultades del ser dadas por él. Ellos poseen el don de vida dado por
Dios. El hace latir el corazón; él da fuerza a cada facultad. El gozo puro no
degradará ninguno de los dones de Dios.
Pecamos contra
nuestro cuerpo y contra Dios cuando buscamos, placeres que 407 separan nuestros
afectos de Dios. Los
jóvenes han de tener en cuenta que han sido colocados en el mundo a prueba,
para ver si tienen caracteres que los hagan aptos para vivir con los ángeles.
Cuando vuestros compañeros os
instan a ir por sendas de vicio e insensatez, y los que os rodean os tientan a
olvidar a Dios, a destruir las aptitudes que Dios os ha confiado, y a degradar
todo lo que es noble en vuestra naturaleza, resistidlos. Recordad que sois
propiedad del Señor, comprados por precio: el sufrimiento y la agonía del Hijo
de Dios. . .
El Señor Jesús reclama vuestro servicio. Él os ama. Si dudáis de su amor, mirad al Calvario.
La luz que
refleja la cruz muestra la magnitud de ese amor que ninguna lengua puede
expresar. "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama".* Mediante el estudio aplicado hemos de familiarizarnos con los
mandamientos de Dios, y luego mostrar que somos sus hijos e hijas obedientes.
RODEADOS DE LAS MISERICORDIAS DE DIOS. Las misericordias de Dios os rodean en todo momento, y sería provechoso que consideraseis cómo y de dónde vienen cada día vuestras bendiciones. Despierten las preciosas bendiciones de Dios la gratitud en vosotros. No podéis contar las bendiciones de Dios, la constante bondad amorosa que os muestra, pues son tan numerosas como las refrescantes gotas de la lluvia. Se ciernen sobre vosotros nubes de misericordia listas para precipitarse sobre vosotros. Si queréis apreciar el valioso don de la salvación, seréis sensibles al refrigerio diario, a la protección y el amor de Jesús; seréis guiados por el camino de la paz. Contemplad las gloriosas cosas de Dios en la naturaleza, y elevad vuestro corazón en gratitud al Dador. 408
En el libro de la naturaleza hay
material de estudio provechoso para la mente. No seáis desagradecidos ni
indiferentes. Abrid los ojos de vuestro entendimiento; ved la hermosa armonía
de las leyes de Dios en la naturaleza y atemorizaos y reverenciad a vuestro
Creador, el Gobernante supremo del cielo y la tierra. Contempladlo, con los
ojos de la fe, inclinándose amoroso hacia vosotros, diciéndoos con compasión:
"Hijo mío, hija mía, dame tu corazón". Entregaos a Jesús, y luego
podréis decir con corazón agradecido: "Yo sé que mi Redentor vive".*
Vuestra fe en Jesús dará fuerza a cada propósito, y estabilidad al carácter.
Toda vuestra felicidad, vuestra
paz, vuestro gozo y vuestro éxito en esta vida, dependen de la genuina y
confiada fe en Dios. Esta fe inspirará verdadera obediencia a los mandamientos
de Dios. Vuestro conocimiento y fe en Dios son el más poderoso freno contra
toda mala práctica, y el motivo de todo bien.
Creed en Jesús como Aquel que perdona vuestros pecados, que quiere que seáis
felices en las mansiones que ha ido a preparar para vosotros. Él quiere que viváis en su presencia; que
tengáis vida eterna y una corona de gloria (Youth's Instructor, enero 5, 1887).
MJ/EGW
Ministerio Hno. Pio
No hay comentarios:
Publicar un comentario